Como en España se come en muchos sitios.

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España
Como en España se come en muchos sitios
Publicado por Ernesto Filardi
comida.jpg

Fotografía: Joan Vega (CC)

Recuerde el alma dormida, avive el seso y piense en aquella situación que todos hemos vivido: alguien (un amigo, un familiar, un vecino, alguien) regresa de sus vacaciones en algún lugar exótico y nos enseña con orgullo sus fotos en las que aparece satisfecho al lado de un sonriente lugareño con una camiseta de la selección. Frases del tipo «este fue nuestro conductor, le cogimos muchísimo cariño», «esta es la tienda de souvenirs de debajo del hotel, muy interesante» o «esto es una cosa muy típica que no sé cómo se llama» salpimentan la velada antes de llegar al dictamen final: «pero qué quieres que te diga: como en España no se come en ningún sitio». Nosotros asentimos sonriendo pensando en esa tortilla de patata tan jugosita que hace mamá y el viajero regresa a casa henchido de orgullo por esa pequeña lección aprendida en su experiencia en el extranjero.

Ese alguien, por qué no reconocerlo, también hemos sido nosotros. Seamos sinceros: todos hemos buscado alguna vez un lugar donde comer huevos fritos con patatas cuando hemos salido de España.

Se trata de un mito recurrente entre las personas que han salido poco de España o que han salido bastante pero haciendo lo posible por comer los mismos platos que en casa. Lo cual es, desde el punto de vista meramente culinario, salir poco de España, pues en pocos contextos se conoce tanto otra cultura como a la hora de comer. No solo por la variedad de platos, sino también por los pequeños ritos, creencias y costumbres al sentarse a la mesa en cada región. En muchas zonas de Japón, por ejemplo, se considera que el uso de palillos en vez de cuchillo y tenedor es más saludable porque pinchar y cortar la comida que va a tener la amabilidad de alimentarnos es una ofensa a esta. Sea o no sea cierto, es un dato que nos ayuda a comprender su refinada forma de pensar.

Cuando decimos que como en España no se come en ningún sitio solemos olvidar el donde fueres haz lo que vierespara meternos en el restaurante español de turno o, peor aún, en el restaurante que sea y nos sorprendemos porque no hay tapa o no hay pan (por Dios, cómo voy a comer sin pan) o vamos al típico restaurante para guiris y nos comemos un plato tan típico como caro y pensamos, cómo no, que como en España no se come en ningún sitio. Haciendo un paralelismo, resulta evidente que si un inglés apareciera en la Puerta del Sol pidiendo fish and chips probablemente los acabaría encontrando, un italiano en las Ramblas se tropezaría con un par de pizzerías y un japonés en Sevilla podría comerse un plato de sashimi. Pero lo más seguro es que nada más salir llamasen a sus familias para decir que como en casa no se come en ningún sitio.

La dieta mediterránea de la que tanto y tantos nos jactamos no es más que el conjunto de recetas perfeccionadas generación tras generación para preparar los alimentos más sanos que se encuentran en nuestra zona geográfica. Ese perfeccionamiento incluyó, por supuesto, las incorporaciones en la dieta de las diversas culturas que fueron pasando por la península, de entre las cuales la revolución gastronómica árabe fue la más importante. No en vano palabras como aceite, azúcar, albahaca y otras tantas de este campo semántico proceden del árabe hispánico. Algo parecido sucede en cocinas como la vietnamita, que fusiona elementos autóctonos con otros procedentes de China y Francia. La cocina tradicional es, por tanto, la más sana que se puede encontrar en cada país. No se trata solo de algo cultural, aunque es innegable que nos gusta nuestra gastronomía porque es a la que estamos acostumbrados desde que éramos pequeños. Nos referimos a un componente evolutivo que ha ayudado al ser humano a sobrevivir en cada parte del mundo: el apetito. Desde un punto de vista darwinista, podríamos decir que descendemos de los individuos que tuvieron apetito, comieron y no (des)fallecieron. El cuerpo, si le escuchamos, nos pide lo que necesita.

En 1939, la doctora Clara M. Davis revolucionó los estudios sobre nutrición al publicar su famoso estudio Results of the self-selection of diets by young children. Durante varios años, Davis ofreció a un grupo de niños de entre seis y dieciocho meses una serie de alimentos sin mezclar para tener claro cuál era el nutriente que elegían. Los pequeños tenían completa libertad para comer en cada momento lo que quisieran, sin la intervención de ningún adulto que decidiera qué era necesario en cada toma y en qué cantidad. Los alimentos se preparaban del modo más sencillo posible y sin especias que alteraran su sabor original. La lista incluía treinta y dos alimentos, aunque nunca se servían todos en la misma toma: algunos eran tan básicos como agua, patatas, leche o plátanos, pero también se ofrecían otros menos frecuentes como hígado, riñones o piña. Todos eran, eso sí, alimentos saludables: es obvio que si a un niño de diez meses le hubieran ofrecido un Kinder Sorpresa, el hígado se lo hubiera comido Rita. El resultado de la investigación fue sorprendente: había días en que solo querían, por ejemplo, pollo para no volver a probarlo hasta mucho después, pero el cien por cien de los niños mantuvo una dieta equilibrada.

A nuestros ojos de principios del siglo XXI, el estudio carece de rigor científico dado que solo se realizó con quince niños; pero estudios posteriores han corroborado una de las principales conclusiones de Davis acerca de la importancia que el apetito tiene en la nutrición: el sabor dulce y el sabor salado eran originalmente la forma que la naturaleza tenía para indicarnos que la comida contenía, respectivamente, vitaminas (como la fruta o la leche materna) o proteínas (la carne y el pescado). La naturaleza no contaba con que seríamos capaces de sacar la sal del mar y el azúcar de la caña en cantidades industriales o inventar los barcos con los que descubrir América y traer cacao. El progreso nos ha llevado a que cuando nos apetece azúcar tomamos un caramelo o una chocolatina y el cuerpo responde agradecido «¡Qué bien, vitaminas! ¡Justo lo que necesitaba!». Ese es el motivo del éxito de la llamada fast food, que suele estar preparada en grandes fábricas donde se mezcla la carne con, entre otros ingredientes, sal y azúcar: lo ideal para que el cuerpo quede contento —y engañado— pensando que le estamos dando todo lo que necesita.

Pero volvamos al tema que nos ocupa: como en España se come en muchos sitios. De hecho, podríamos decir que en todos sitios. No estamos hablando del sabor ni del horario ni de la trascendencia que para nosotros tiene el acto social de comer entre amigos. Si se fijan, estas son cuestiones culturales y por tanto completamente subjetivas: el sabor de la paella (o del cocido o del gazpacho) nos gusta porque nos sitúa en un entorno conocido en el que nos sentimos seguros a la hora de comer sin miedo a sufrir una indigestión o algún trastorno alimentario, pero lo mismo le sucede al inglés con sus fish and chips, al italiano con su pizza y al japonés con su sashimi. Lo que une a todas las gastronomías mundiales es que ofrecen, como sucedía con los niños de Davis, una gran variedad de nutrientes disponibles en nuestra zona geográfica entre los que nosotros escogemos instintivamente para alimentarnos correctamente. Un ejemplo paradigmático de esto es que en la comida de todos los países cálidos está muy presente el picante por dos motivos muy importantes: en primer lugar, porque el sudor que provoca y su consiguiente evaporación proporcionan una grata sensación de frescor ideal para sobrevivir a altas temperaturas. Por otro lado, la capsaicina (la sustancia que se encuentra en las especias picantes y que es la causante de la sensación de ardor) es una gran defensa contra los microorganismos presentes en el agua, la carne o el pescado.

Piensen también que nuestro famoso bocadillo no es más que un modo de combinar los hidratos de carbono del pan con los nutrientes de aquello que pongamos dentro; de este modo, nuestro pan es desde el punto de vista alimenticio exactamente igual que la pasta en Italia, el arroz en el extremo Oriente, el naan indio, la tortilla mexicana o el cuscús magrebí.

Ahora bien, si cuando dicen como en ningún sitio se refieren a la forma de preparar los alimentos, deberíamos aceptar que muchos platos típicos nuestros son deliciosos, qué duda cabe, hasta el punto de que son conocidos internacionalmente. Esa paella, esa sangría. Pero deberíamos recordar que otros, sin embargo, son mirados con recelo en bastantes países. Es el caso de nuestro bienamado jamón, ya que por allá fuera no se comprende bien eso de curar en sal la carne —igual que nosotros no entendemos bien, por ejemplo, el gusto de los japoneses por los alimentos fermentados— y piensan que al no estar cocinado está crudo y, por tanto, es poco saludable. El jamón, además, provoca aprensión en muchas culturas en las que el cerdo es un alimento prohibido (prohibición religiosa con un origen antropológico ya que la carne de cerdo se conserva mal en países desérticos, pudiendo provocar triquinosis). Añadan a esto que en el primer mundo se escandalizan de que en nuestros mercados de abastos de toda la vida la comida tenga ojos: cuando nuestras abuelas hacían la compra querían ver el animal entero, no solo para evitar que les dieran gato por liebre en el sentido más literal de la expresión, sino también porque en los ojos del animal se podía saber si era fresco o no. Pero en esos países civilizados y asépticos la industria alimentaria garantiza la frescura y la conservación de alimentos, con lo que cuando uno llega al mercado la comida se encuentra ya cortada y envasada. Para los ciudadanos de por allí, el animal entero en el mercado es una asquerosidad porque deja de ser comida para convertirse en lo que es: un animal muerto. Por si fuera poco, comemos animales que son muy populares como mascotas en otros rincones del mundo. A un brasileño, por ejemplo, la idea de comer conejo le puede provocar unas arcadas similares a las que sentimos al pensar que en el sudeste asiático comen perro y gato asados.

Así que nuestra gastronomía no es ni más nutritiva ni más sana ni más sabrosa ni se prepara mejor ni sus ingredientes son más apetitosos. En todo caso, como ya hemos repetido, lo es para nosotros mismos. ¿Deberíamos entonces cambiar el «se» impersonal de la susodicha frase por la primera persona del singular? ¿Como en España yo no como en ningún sitio? Seamos sinceros: tampoco podemos decirlo. Porque usted y yo sabemos que hay diez, veinte, cien lugares en el mundo a los que, si pudiéramos, nos iríamos hoy mismo a cenar y a chuparnos los dedos: una pizza al horno en Nápoles, un bacalao en Oporto, una tarta Sacher en Viena, un goulash en Budapest, un asado en Buenos Aires, una parrillada de pescado con piña en Río de Janeiro, un sushi fresco en Tokyo, un phở en Hanói, un pad thai en Bangkok, un pollo tandoori en Nueva Delhi… Y no es necesario seguir porque ahora mismo a usted se le están pasando por la cabeza otros tantos. ¿Verdad?

Ya saben: la próxima vez que salgamos de viaje, no perdamos el tiempo buscando restaurantes españoles o acudiendo a los lugares céntricos para turistas. Adentrémonos un poco más en las callejuelas adyacentes, consultemos guías de viaje, foros de internet, vayamos a la oficina de turismo o, mejor aún, preguntemos a alguien que tengamos a mano. Aunque sea el conductor. Si es posible, consigamos que nos inviten a una casa a comer la comida de allí. La de verdad. Pero no lo hagamos por ser más listos que nadie sino porque la mayoría de las veces, cuando somos suficientemente valientes como para probar algo desconocido, nos damos cuenta de que no sabíamos lo que nos estábamos perdiendo.
http://www.jotdown.es/2017/02/espana-se-come-muchos-sitios/
 
Excelente artículo.
Lo gracioso?
"Como en Argentina no se come en ningún lugar..." frase archiconocida, y por lo que se ve, ha sido copiada de ustedes.
Cierto que cada uno con sus costumbres se siente más seguro.
Gracias.
 
Última edición:
Yo le pregunté a un piloto de Iberia, que es un sibarita, que le encanta la cocina y que ha estado en todos los continentes, cuál era el país dónde mejor ha comido. Pensaba que me iba a decir Francia, Grecia o algo así. Pero no. Me dijo sin dudarlo que en Perú. La verdad es que no tengo ni idea porque nunca he estado en Perú.
 
Yo le pregunté a un piloto de Iberia, que es un sibarita, que le encanta la cocina y que ha estado en todos los continentes, cuál era el país dónde mejor ha comido. Pensaba que me iba a decir Francia, Grecia o algo así. Pero no. Me dijo sin dudarlo que en Perú. La verdad es que no tengo ni idea porque nunca he estado en Perú.

Le entiendo, me encanta cocinar y me encanta conocer la gastronomía de otros países, pienso que cada país tiene platos maravillosos, aunque unos tengan más variedad o dificultad.

La cocina peruana está considerada entre las mejores del mundo y de hecho hay cocineros en Perú muy reputados, aquí en Madrid de donde soy yo hay restaurantes peruanos que tienen mucho nivel, a mi me gusta la cocina peruana.
 
En España, hablo de restaurantes (no hablo de los encumbrados) sino de los restaurantes a los que vamos la gente de a pie, se come cada vez peor, y cada vez más caro.

Mención aparte merecen los supermercados españoles, comida mala, cara, y poquísima variedad.

Pero, seguimos repitiendo como borregos soberbios que somos que como en España no se come en ningún sitio, sin querernos dar cuenta de que en muchísimos países de Europa y del mundo nos dan hoy en día cien mil vueltas en el tema de la comida, en cuanto a precio, calidad y variedad.

España a la cola también en esto. Las cosas han cambiado y muy muy a peor.
 
La última tontería que se les ha ocurrido a los "cocineros de autor" es registrar los derechos de autor de los platos. Vamos, que ahora vienen todos estos pedantes que hacen espumas, veloutés, reducciones, deshidrataciones y que las cobran a millón a decir que nadie puede hacer lo que ellos hacen.
Pues me parece muy bien, pero en consecuencia, que no vuelvan a comer nunca ellos una tortilla de patata ni un cocido ni una croqueta ni unos huevos rellenos ni una ensalada ilustrada, que a saber quién las habrá inventado. Vamos, que ni se les ocurra comer unas lentejas como las que hacía su santa madre porque voy y los denuncio.
 
En España, hablo de restaurantes (no hablo de los encumbrados) sino de los restaurantes a los que vamos la gente de a pie, se come cada vez peor, y cada vez más caro.

Mención aparte merecen los supermercados españoles, comida mala, cara, y poquísima variedad.

Pero, seguimos repitiendo como borregos soberbios que somos que como en España no se come en ningún sitio, sin querernos dar cuenta de que en muchísimos países de Europa y del mundo nos dan hoy en día cien mil vueltas en el tema de la comida, en cuanto a precio, calidad y variedad.

España a la cola también en esto. Las cosas han cambiado y muy muy a peor.

Eso estuve yo hablándolo el otro día. En mi ciudad (que presume de una materia prima espectacular totalmente desaprovechada con una cocina típica exquisita y sana), comer bien, abundante, limpio, barato y con un buen servicio se está convirtiendo en misión imposible. Aquí antes cualquier bar te servía un buen plato combinado de por ejemplo merluza fresca, pez espada o una buena carne ibérica con un sabor y una presentación increíble y solía costarte entre los 6 y 8 euros. Y ya de raciones ni os cuento, platos de chocos fritos, acedias, salmonetes, sardinas asadas... frescos, en su punto, buena cantidad y sobre unos 9 euros. No era difícil encontrar platos de nuestros guisos típicos. Los bares aunque fueran más cutres de decoración tenían más higiene y unos camareros bastante profesionales. Hasta hace unos 5 o 6 años, comer en cualquier bar de mi ciudad era sinónimo de comer muy rico, bueno y sin gastarte demasiado. Ahora cualquier bar es una porquería, incluso "los buenos": cartas llenas de tapas escasas basadas en patatas fritas congeladas (bravas, con queso, etc.), ensaladilla de gambas que realmente es puré de patata con mayonesa, croquetas, flamenquines, pavías... congelados de marca blanca, albóndigas de lata, montaditos de relleno escaso con pan de ayer, etc. y las raciones tres chocos o boquerones descabezados refrigerados y refritos tres veces. Y como te de por pedir algún plato combinado de pescado o carne (cada vez más complicado de encontrar) encima de que te vale caro te lo traen o crudo o quemado, con una guarnición de patatas fritas congeladas frías y como mucho un puñado de ensalada 4 estaciones de bolsa del Carrefour. A lo mejor el local es monísimo, pero es habitual ver los cubiertos, platos y vasos grasientos y sin estar limpios del todo y los camareros... de vergüenza, o son unos pasotas que sólo atienden bien a sus colegas o se pasan de confianzas. Por otro lado los restaurantes "de lujo" de estos lares están sustituyendo las buenas carnes, pescados o guisos típicos a la espuma de cagada de pato con reducción de aguacate. Por lo tanto, si te quieres comer una buena carne ibérica, pescado de la zona o un plato típico es ya una misión imposible, al menos en la capital. Llevo ya más de un año en el que rara vez salgo contenta de comer fuera por aquí.

La gran diferencia la vi en estas pasadas vacaciones en Portugal, en cualquier sitio y por los mismos precios de mi ciudad se comía de lujo: abundante, ingredientes de primera (marisco, pescados, ausencia de casi total de precocinados y patatas fritas congeladas en cantidades industriales), rico y con un servicio sobresaliente.

Hemos retrocedido a nivel de hostelería importantemente.
 
Eso estuve yo hablándolo el otro día. En mi ciudad (que presume de una materia prima espectacular totalmente desaprovechada con una cocina típica exquisita y sana), comer bien, abundante, limpio, barato y con un buen servicio se está convirtiendo en misión imposible. Aquí antes cualquier bar te servía un buen plato combinado de por ejemplo merluza fresca, pez espada o una buena carne ibérica con un sabor y una presentación increíble y solía costarte entre los 6 y 8 euros. Y ya de raciones ni os cuento, platos de chocos fritos, acedias, salmonetes, sardinas asadas... frescos, en su punto, buena cantidad y sobre unos 9 euros. No era difícil encontrar platos de nuestros guisos típicos. Los bares aunque fueran más cutres de decoración tenían más higiene y unos camareros bastante profesionales. Hasta hace unos 5 o 6 años, comer en cualquier bar de mi ciudad era sinónimo de comer muy rico, bueno y sin gastarte demasiado. Ahora cualquier bar es una porquería, incluso "los buenos": cartas llenas de tapas escasas basadas en patatas fritas congeladas (bravas, con queso, etc.), ensaladilla de gambas que realmente es puré de patata con mayonesa, croquetas, flamenquines, pavías... congelados de marca blanca, albóndigas de lata, montaditos de relleno escaso con pan de ayer, etc. y las raciones tres chocos o boquerones descabezados refrigerados y refritos tres veces. Y como te de por pedir algún plato combinado de pescado o carne (cada vez más complicado de encontrar) encima de que te vale caro te lo traen o crudo o quemado, con una guarnición de patatas fritas congeladas frías y como mucho un puñado de ensalada 4 estaciones de bolsa del Carrefour. A lo mejor el local es monísimo, pero es habitual ver los cubiertos, platos y vasos grasientos y sin estar limpios del todo y los camareros... de vergüenza, o son unos pasotas que sólo atienden bien a sus colegas o se pasan de confianzas. Por otro lado los restaurantes "de lujo" de estos lares están sustituyendo las buenas carnes, pescados o guisos típicos a la espuma de cagada de pato con reducción de aguacate. Por lo tanto, si te quieres comer una buena carne ibérica, pescado de la zona o un plato típico es ya una misión imposible, al menos en la capital. Llevo ya más de un año en el que rara vez salgo contenta de comer fuera por aquí.

La gran diferencia la vi en estas pasadas vacaciones en Portugal, en cualquier sitio y por los mismos precios de mi ciudad se comía de lujo: abundante, ingredientes de primera (marisco, pescados, ausencia de casi total de precocinados y patatas fritas congeladas en cantidades industriales), rico y con un servicio sobresaliente.

Hemos retrocedido a nivel de hostelería importantemente.


Suscribo cien por cien todo lo que dices.

También lo de la comida en Portugal.....y añado, en Francia, en Holanda, en Alemania....países donde he estado en los últimos dos años......
 
@Serendi excelente Hilo.
Yo opino que en España se come igual de bien que en muchos paises del mundo
Como bien dice tu articulo, los platos de la comida española estan influenciados de las diversas culturas , que pasaron por España.
Por lo tanto si partimos de ese echo, los platos tradicionales, italianos, arabes son parte de la base de nuestras recetas

Yo creo... que quien dice, como en España no se come en ningun sitio
Es por que seran los tipicos turistas, que van a hoteles y comen ensaladas y en lugares que no tengan platos tipicos del pais que visitan

Por que, como decir que en Usa por ejemplo ,no podemos deleitarnos con una rebanada de pan artesano ,untado en una sabrosa mermelada ecologica?
Para degustar de tan rico desayuno, basta con ir al mercado de Filadelfia y comprar esos productos que venden en el mercado los amish
Y si tienes el placer de ser invitada por una familia amish mmm que platos de verduras y pures tan sencillos
y postres tan buenos.
Quien puede decir que la Musaka griega , no es un plato delicioso?
Para conocer un pais , tenemos que descalzarnos de nuestros zapatos , probar platos tipicos tradicionales
No los restaurantes , que sirven platos (como yo los llamo platos sin herencia )
Es verdad que a mi algunos platos de algunos paises no me terminan de gustar , por la cantidad de especias o por utilizar mucho el picante, pero no por ello digo que se come peor que en España.
De echo me gustan esos platos , tanto que los he preparado yo misma en mi casa reduciendo la cantidad de especias
 
Yo le pregunté a un piloto de Iberia, que es un sibarita, que le encanta la cocina y que ha estado en todos los continentes, cuál era el país dónde mejor ha comido. Pensaba que me iba a decir Francia, Grecia o algo así. Pero no. Me dijo sin dudarlo que en Perú. La verdad es que no tengo ni idea porque nunca he estado en Perú.
Pues yo en Peru he estado millones de veces...y me encanta la gastronomia...pero que todo tenga en general tanto arroz...y patata...a mi personalmente cuando llevo muchos dias me aburre...Me quedo con muchisimos platos causa,aji de Gallina, Olluco, Lomo, Jalea, Rocoto...Ocopa...Pero utilizan muchas especias y condimentos...Como aji amarillo, aji panca, ajinomoto...etc..Sin embargo los dulces en Peru no me gustan en general...Yo como sabor verdadero y poco condimentado de la comida me quedo con la nuestra (con la buena...porque ultimamente tambien hay mucha tralla)...pero eso va a gustos...Por ejemplo la comida Tailandesa es deliciosa...y la mexicana buena....buff tambien esta buenisima...Cosas riquisimas hay en todas partes...Pero cuando me como una buena tortilla, una Paella de las que te quita el sentido, o unas croquetas...se para el mundo y me olvido de todas las demas cocinas...porque aunque viva afuera..ese ratito me transporta a casa...a la familia...a mis origenes...y soy muy feliz durante ese ratito...
 
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