El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
07/05/2016
SI LEVANTARA LA CABEZA FEDERICO...
UNA ESPECTACULAR NOTICIA
MI (NO) ENTREVISTA CON EL REY GUSTAVO
POR BOCA DE LA REINA
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El segundo motivo: haber designado el legado de Federico García Lorca como bien cultural. Independientemente de que La Caixa no pueda ejecutar la garantía, haciéndose con el legado que podía pasar a la Fundación Caixa, es evitar ser vendido al extranjero. Como se hizo con el de García Márquez, que sus herederos negociaron con la Universidad de Texas, por 2,2 millones de dólares. ¿Intentaba Laura una operación similar para tapar los agujeros de la Fundación que ella preside? Al menos, “gestiones” hicieron ante Sotheby’s. ¿Con qué fin? La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada algo tendrán que decir. Y, sobre todo, regularizar esa vergonzosa deuda con La Caixa “a punto de ser solucionada” (mi estimado compañero y miembro del Patronato, Augusto Delkader dixit). Pero según un portavoz de La Caixa, a las tres de la tarde del pasado jueves, la entidad bancaria catalana todavía no tenía noticias de ello. Hay que reconocer no ser de recibo que la callada por respuesta haya sido, hasta ahora, la tónica de los responsables de la Fundación que lleva el nombre de mi paisano, sobre cuyos restos mortales, desaparecidos desde su fusilamiento en 1936, puede que haya, próximamente, una espectacular noticia.
Esta mi semana ha sido la del rey Carlos Gustavo de Suecia. Todo el país le ha celebrado su 70 cumpleaños. Con tal motivo se han reunido en Estocolmo reyes de toda Europa. Incluso los eméritos de España, Juan Carlos y Sofía. No se les había visto desde hacía más de siete meses y hacía dos años que no viajaban juntos. La presencia del matrimonio en la capital sueca ha puesto de manifiesto, en las pocas horas que estuvieron allí, la nula relación existente entre ellos. Ni se hablaron ni se miraron. Sólo estuvieron para cumplir. Pero no deseaban estar juntos ni una hora más.
Aquí, ahora y hoy, lo que quiero recordar a los lectores, otra vez, y por este motivo, el día que tuve la oportunidad de “entrevistar” al simpático rey Carlos Gustavo, un soberano que ha reconocido, públicamente, y con toda humildad, en una entrevista de televisión estos días, que “los periodistas se burlan de mí y así es muy difícil hacer un buen trabajo. Hago todo lo que puedo, de acuerdo con mi capacidad y mis posibilidades. No deberían hacerlo”.
Ello es el resultado de un gran drama, la dislexia, que padecen tanto el soberano como sus hijos, reconocida públicamente, en una comparecencia en televisión de la reina Silvia, en noviembre de 1997. Este columnista pudo comprobar los efectos de este trastorno, en marzo de 1983, en el trascurso de una entrevista, con motivo del primer viaje que los reyes de Suecia iban a realizar a los pocos días a España. Nunca olvidaré aquel encuentro en el Palacio Real de Estocolmo. A lo largo de la audiencia, el soberano fue incapaz de responder ni a una sola de mis preguntas. Fue la reina Silvia, con su propia voz, quien interpretó los angustiosos y prolongados silencios de su esposo: “El rey dice... el rey cree... el rey piensa...”. Aquel encuentro sólo venía a confirmar lo que se conocía: esa incapacidad, no de expresarse, sino de encontrar las palabras exactas. En este caso, digamos, que estamos hablando de una dislexia más o menos acusada. Lo que ocurre es que, en el caso del soberano sueco, su grado es preocupante hasta el punto de haber llegado, incluso, a estampar su firma en documentos oficiales de forma incompleta.

MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
07/05/2016
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El segundo motivo: haber designado el legado de Federico García Lorca como bien cultural. Independientemente de que La Caixa no pueda ejecutar la garantía, haciéndose con el legado que podía pasar a la Fundación Caixa, es evitar ser vendido al extranjero. Como se hizo con el de García Márquez, que sus herederos negociaron con la Universidad de Texas, por 2,2 millones de dólares. ¿Intentaba Laura una operación similar para tapar los agujeros de la Fundación que ella preside? Al menos, “gestiones” hicieron ante Sotheby’s. ¿Con qué fin? La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada algo tendrán que decir. Y, sobre todo, regularizar esa vergonzosa deuda con La Caixa “a punto de ser solucionada” (mi estimado compañero y miembro del Patronato, Augusto Delkader dixit). Pero según un portavoz de La Caixa, a las tres de la tarde del pasado jueves, la entidad bancaria catalana todavía no tenía noticias de ello. Hay que reconocer no ser de recibo que la callada por respuesta haya sido, hasta ahora, la tónica de los responsables de la Fundación que lleva el nombre de mi paisano, sobre cuyos restos mortales, desaparecidos desde su fusilamiento en 1936, puede que haya, próximamente, una espectacular noticia.
Esta mi semana ha sido la del rey Carlos Gustavo de Suecia. Todo el país le ha celebrado su 70 cumpleaños. Con tal motivo se han reunido en Estocolmo reyes de toda Europa. Incluso los eméritos de España, Juan Carlos y Sofía. No se les había visto desde hacía más de siete meses y hacía dos años que no viajaban juntos. La presencia del matrimonio en la capital sueca ha puesto de manifiesto, en las pocas horas que estuvieron allí, la nula relación existente entre ellos. Ni se hablaron ni se miraron. Sólo estuvieron para cumplir. Pero no deseaban estar juntos ni una hora más.
Aquí, ahora y hoy, lo que quiero recordar a los lectores, otra vez, y por este motivo, el día que tuve la oportunidad de “entrevistar” al simpático rey Carlos Gustavo, un soberano que ha reconocido, públicamente, y con toda humildad, en una entrevista de televisión estos días, que “los periodistas se burlan de mí y así es muy difícil hacer un buen trabajo. Hago todo lo que puedo, de acuerdo con mi capacidad y mis posibilidades. No deberían hacerlo”.
Ello es el resultado de un gran drama, la dislexia, que padecen tanto el soberano como sus hijos, reconocida públicamente, en una comparecencia en televisión de la reina Silvia, en noviembre de 1997. Este columnista pudo comprobar los efectos de este trastorno, en marzo de 1983, en el trascurso de una entrevista, con motivo del primer viaje que los reyes de Suecia iban a realizar a los pocos días a España. Nunca olvidaré aquel encuentro en el Palacio Real de Estocolmo. A lo largo de la audiencia, el soberano fue incapaz de responder ni a una sola de mis preguntas. Fue la reina Silvia, con su propia voz, quien interpretó los angustiosos y prolongados silencios de su esposo: “El rey dice... el rey cree... el rey piensa...”. Aquel encuentro sólo venía a confirmar lo que se conocía: esa incapacidad, no de expresarse, sino de encontrar las palabras exactas. En este caso, digamos, que estamos hablando de una dislexia más o menos acusada. Lo que ocurre es que, en el caso del soberano sueco, su grado es preocupante hasta el punto de haber llegado, incluso, a estampar su firma en documentos oficiales de forma incompleta.