MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
20/02/2021
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Tres mujeres con este nombre pueden ser el resumen de muchos recuerdos simultáneos, la quintaesencia combinada de muchos pensamientos contrarios y diferentes. Como diferentes son las vidas de Isabel Sartorius, Isabel Preysler e Isabel Peñafiel. Las tres con diferente suerte. La más importante en mis sentimientos y en el permanente recuerdo, Isabel, mi hija, a la que relaciono estos días con Isabel Sartorius, que es noticia por su ruptura sentimental con César Alierta y que, como nos hemos referido al hablar de las isabeles, genéricamente hablando, “prefiere continuar sola su camino. ¿No ha recibido del hombre que amaba algo similar a lo que ella daba? Isabel, a quien yo estimo mucho –y no sólo porque también se llama como mi hija–, a diferencia de la otra Isabel, Preysler, no ha sido afortunada en amores. Su relación con Felipe de Borbón la marcó profundamente. Porque, digan lo que digan, aquel noviazgo contó con la aprobación de la Familia Real. Los primeros nueve meses lograron vivir su amor con relativa tranquilidad. Pero en marzo de 1990 la prensa comenzó a tomar partido. Y a Isabel lo que le sobró por aquel entonces fue carácter. ¿También en su relación fallida con César Alierta? Se llegó a decir que maltrataba al príncipe y Doña Sofía no le perdonó jamás aquel comportamiento con su muy amadísimo hijo. Mi relación con Isabel se conserva en el armario de Carmen, mi mujer, el bolso que me regaló en el transcurso de un almuerzo en un restaurante próximo a su casa. El primero de ellos se lo entregó, personalmente, a Letizia. Procedían de la colección que no con mucha suerte creó con la ayuda financiera de su novio Fernando Ballvé, de Campofrio, que le avaló con 200.000 euros para que pudiera seguir con el sueño de ser diseñadora. Pero la desgracia volvió a cebarse con ella. No sólo porque el negocio de los bolsos fue una ruina, sino porque se le murió el hombre que, sin duda, la hubiera hecho feliz. Isabel Sartorius, a diferencia de mi hija, supo salir del sórdido mundo en el que vivía por culpa de la adicción de su madre –que también se llamaba Isabel, Isabel Zorraquín y del Corral–, a la cocaína, utilizándola de correo. Aquella terrible experiencia dejó su mundo interior hecho trizas. Como el mío cuando supe que aquella Isabel de mi vida, tan amada, tan entrañable, tan tierna y tan inteligente estaba enganchada a una adicción que le costó la vida. De las tres Isabeles, sólo Isabel Preysler ha logrado mantenerse sin romperse ni mancharse, cuando tantas cosas han pasado por su vida y no siempre buenas. Isabel ha llegado a ser y sigue siendo la mujer, la dama, la señora más importante de España a nivel mediático. Por encima del tiempo. El pasado jueves cumplió 70 espléndidos años. Isabel entró en mi vida el 29 de enero de 1971, día que se casaba con 19 años con mi amigo, hoy compadre, Julio Iglesias. Era la primera vez que se enfrentaba a la popularidad. Fue su bautizo ante los focos. Aunque ese día no fue el más feliz de su vida sino el más desgraciado: se casaba embarazada. ¡Nunca, nunca! olvidaré a aquella novia. Sus lágrimas no eran de amor, ni de emoción, ni de alegría sino de tristeza y de angustia. Aunque en aquella desconcertante y triste boda sólo ella y Julio sabían los motivos, le siguieron tiempos de plena felicidad. Y como el prototipo de la Isabel a la que nos hemos referido al comienzo de esta crónica, ella se entregó totalmente desempañando con fidelidad y honestidad su papel de esposa romántica y cariñosa. Hasta que, al igual que Isabel Sartorius, posiblemente porque no recibía lo que esperaba, prefirió continuar su camino, aunque, a diferencia de ésta, que lo hace en solitario, ella, acompañada del marqués de Griñón, a quien siguió Miguel Boyer y Mario Vargas Llosa, el actual. “Si volviera a vivir, haría lo mismo. No porque piense que todo lo he hecho bien sino porque estoy convencida de que volvería a cometer incluso las mismas equivocaciones”, ha confesado en ¡Hola!, su revista, con motivo de su 70 cumpleaños. ¡Felicidades, querida Isabel!
Gracias al tremendo error, que lo fue, de mi amiga Pilar Eyre, el Rey Juan Carlos se ha humanizado, descendiendo por vez primera del Olimpo, para dignarse a coger el teléfono a todo dios que le llamaba, interesándose por su salud (...) Cierto es que no contaba gran cosa. “Estoy como un oso ... Hago dos horas de gimnasia al día y me encuentro muy bien” (...) Están retirando su nombre de plazas y calles. Esto pasa por permitir en su día que lo pusieran (...) Lo más positivo de Leonor en el internado de Gales es que estará lejos de la perniciosa influencia de su madre, como, en su día, la del enmadrado Felipe en Canadá (...) Dicen que la nueva casa tiene nada menos que 11 cuartos de baño. Mucho más que Villameona. ¡Menudo hortera es este hombre tatuado de la cabeza a los pies! (...) Ya se lo dije en el Teatro Real de Madrid. “Tenías que haberte quedado en Barcelona”. Pero lo suyo era la Corte (...) Al autor de ‘Un rey en la adversidad’ le resulta coherente que a la Consorte Real le parezca bien el triste exilio del Real suegro porque actúa como madre y como reina. Le parece bien porque nunca le ha podido ver (...) ¿Ha sido Alfonsín la garganta profunda? (...) El gran restaurador y figura de la televisión, Alberto Chicote, tiene una pasión desconocida. Es un magnífico pintor de miniaturas. Su Nefertiti es un prodigio de color.
JAIME PEÑAFIEL
20/02/2021
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ISABEL, EL NOMBRE QUE TANTO AMO
TRES MUJERES
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Tres mujeres con este nombre pueden ser el resumen de muchos recuerdos simultáneos, la quintaesencia combinada de muchos pensamientos contrarios y diferentes. Como diferentes son las vidas de Isabel Sartorius, Isabel Preysler e Isabel Peñafiel. Las tres con diferente suerte. La más importante en mis sentimientos y en el permanente recuerdo, Isabel, mi hija, a la que relaciono estos días con Isabel Sartorius, que es noticia por su ruptura sentimental con César Alierta y que, como nos hemos referido al hablar de las isabeles, genéricamente hablando, “prefiere continuar sola su camino. ¿No ha recibido del hombre que amaba algo similar a lo que ella daba? Isabel, a quien yo estimo mucho –y no sólo porque también se llama como mi hija–, a diferencia de la otra Isabel, Preysler, no ha sido afortunada en amores. Su relación con Felipe de Borbón la marcó profundamente. Porque, digan lo que digan, aquel noviazgo contó con la aprobación de la Familia Real. Los primeros nueve meses lograron vivir su amor con relativa tranquilidad. Pero en marzo de 1990 la prensa comenzó a tomar partido. Y a Isabel lo que le sobró por aquel entonces fue carácter. ¿También en su relación fallida con César Alierta? Se llegó a decir que maltrataba al príncipe y Doña Sofía no le perdonó jamás aquel comportamiento con su muy amadísimo hijo. Mi relación con Isabel se conserva en el armario de Carmen, mi mujer, el bolso que me regaló en el transcurso de un almuerzo en un restaurante próximo a su casa. El primero de ellos se lo entregó, personalmente, a Letizia. Procedían de la colección que no con mucha suerte creó con la ayuda financiera de su novio Fernando Ballvé, de Campofrio, que le avaló con 200.000 euros para que pudiera seguir con el sueño de ser diseñadora. Pero la desgracia volvió a cebarse con ella. No sólo porque el negocio de los bolsos fue una ruina, sino porque se le murió el hombre que, sin duda, la hubiera hecho feliz. Isabel Sartorius, a diferencia de mi hija, supo salir del sórdido mundo en el que vivía por culpa de la adicción de su madre –que también se llamaba Isabel, Isabel Zorraquín y del Corral–, a la cocaína, utilizándola de correo. Aquella terrible experiencia dejó su mundo interior hecho trizas. Como el mío cuando supe que aquella Isabel de mi vida, tan amada, tan entrañable, tan tierna y tan inteligente estaba enganchada a una adicción que le costó la vida. De las tres Isabeles, sólo Isabel Preysler ha logrado mantenerse sin romperse ni mancharse, cuando tantas cosas han pasado por su vida y no siempre buenas. Isabel ha llegado a ser y sigue siendo la mujer, la dama, la señora más importante de España a nivel mediático. Por encima del tiempo. El pasado jueves cumplió 70 espléndidos años. Isabel entró en mi vida el 29 de enero de 1971, día que se casaba con 19 años con mi amigo, hoy compadre, Julio Iglesias. Era la primera vez que se enfrentaba a la popularidad. Fue su bautizo ante los focos. Aunque ese día no fue el más feliz de su vida sino el más desgraciado: se casaba embarazada. ¡Nunca, nunca! olvidaré a aquella novia. Sus lágrimas no eran de amor, ni de emoción, ni de alegría sino de tristeza y de angustia. Aunque en aquella desconcertante y triste boda sólo ella y Julio sabían los motivos, le siguieron tiempos de plena felicidad. Y como el prototipo de la Isabel a la que nos hemos referido al comienzo de esta crónica, ella se entregó totalmente desempañando con fidelidad y honestidad su papel de esposa romántica y cariñosa. Hasta que, al igual que Isabel Sartorius, posiblemente porque no recibía lo que esperaba, prefirió continuar su camino, aunque, a diferencia de ésta, que lo hace en solitario, ella, acompañada del marqués de Griñón, a quien siguió Miguel Boyer y Mario Vargas Llosa, el actual. “Si volviera a vivir, haría lo mismo. No porque piense que todo lo he hecho bien sino porque estoy convencida de que volvería a cometer incluso las mismas equivocaciones”, ha confesado en ¡Hola!, su revista, con motivo de su 70 cumpleaños. ¡Felicidades, querida Isabel!
Gracias al tremendo error, que lo fue, de mi amiga Pilar Eyre, el Rey Juan Carlos se ha humanizado, descendiendo por vez primera del Olimpo, para dignarse a coger el teléfono a todo dios que le llamaba, interesándose por su salud (...) Cierto es que no contaba gran cosa. “Estoy como un oso ... Hago dos horas de gimnasia al día y me encuentro muy bien” (...) Están retirando su nombre de plazas y calles. Esto pasa por permitir en su día que lo pusieran (...) Lo más positivo de Leonor en el internado de Gales es que estará lejos de la perniciosa influencia de su madre, como, en su día, la del enmadrado Felipe en Canadá (...) Dicen que la nueva casa tiene nada menos que 11 cuartos de baño. Mucho más que Villameona. ¡Menudo hortera es este hombre tatuado de la cabeza a los pies! (...) Ya se lo dije en el Teatro Real de Madrid. “Tenías que haberte quedado en Barcelona”. Pero lo suyo era la Corte (...) Al autor de ‘Un rey en la adversidad’ le resulta coherente que a la Consorte Real le parezca bien el triste exilio del Real suegro porque actúa como madre y como reina. Le parece bien porque nunca le ha podido ver (...) ¿Ha sido Alfonsín la garganta profunda? (...) El gran restaurador y figura de la televisión, Alberto Chicote, tiene una pasión desconocida. Es un magnífico pintor de miniaturas. Su Nefertiti es un prodigio de color.