Me ha gustado más, en efecto. La postura que adoptan los autores a la hora de hacer el libro es ir dando saltos en el tiempo. Por ejemplo, un episodio del año 81 narrado por los autores, con los datos disponibles, y a continuación salto a 2016, año de la entrevista a Javier Anastasio, con preguntas al mismo. Y así una y otra vez, poniendo atención los autores en tocar todos los temas trascendentes. Ahí aparecen condensados todos los temas que he venido tocando todos estos meses, desde informes de Romero Tamaral , hasta los indicios que había contra el administrador e incluso contra los hermanos. Lógicamente, al tener ya un relato que se ha repetido a sí mismo hasta la saciedad, Javier Anastasio no lo va a cambiar ahora, cuando tiene mujer e hijos a los que prometió que no fue culpable, eso se comprende, pero se observa que los autores no tienen por qué comulgar necesariamente con sus palabras. Quiero decir, que cuando el tema planteado en la entrevista novelada toca la posible implicación de Javier, éste simplemente sigue su guión habitual de "yo llevé a Rafi allí y posteriormente me deshice de la bolsa con la pistola y herramientas". Ahí simplemente hay que poner el tema en cuarentena y seguir leyendo, porque tiene mucha miga el libro, y los autores no lanzan acusaciones contra nadie, pero queda insinuada la implicación de los hermanos y del administrador. Así como la del propio Javier, pues los periodistas, que tienen con él mucha confianza, hablan sin tapujos y a veces le dicen cosas como "me vas a perdonar, pero esto es duro de creer", etc.., y él contesta algo así como "ya, pero es la verdad", y así varias veces.
De la lectura recuerdo particularmente interesante la prueba de introducir el brazo en la puerta en el año 84 con Javier de actor, y presentes policía , forenses y Fiscal, así como el dictamen forense al respecto. Resulta que , como apunté hace tiempo, dieron la prueba como no concluyente, no negativa ni mucho menos. Javier tenía cerca del codo dos cicatrices alargadas, una por fuera y otra por dentro del antebrazo, una por quemadura y otra por rozadura cortante con una superficie irregular. De las dos dijeron los forenses que eran de más de un año de antigüedad. La mano llegaba a girar la llave, pero a donde no llegaba era a poder introducir el brazo hasta las marcas de dichas cicatrices. Pero este ejercicio dependía exclusivamente de Javier, al que le decían "ahora intente vd introducir el brazo todo lo que pueda". Lógicamente no iba a hacerlo, porque es algo que dependía de su habilidad para saber dejar allí encajado el antebrazo. Y por eso dieron la prueba como inconcluyente. Pero vamos, que ni la situación era la misma que en la madrugada del crimen, ni la voluntad de Javier tampoco. Además, el día del crimen, estaba bebido y seguramente también fumado, y así introdujo el brazo hasta herirse y quemarse, cosa que con los funcionarios delante no tenía ni la menor intención de forzar. El brazo que había que meter no podía ser otro que el izquierdo, y ahí estaban las dos cicatrices tres años y pico después.
Parece interesante. Sin duda lo leeré. Gracias.