Pues os cuento la anécdota del peor vuelo que he pasado en mi vida. Fue el 1 de enero de 2012 desde Panamá a Madrid. Yo venía de pasar la navidad con mis padres que por aquella época vivían allí, en una ciudad cerca de la frontera con Costa Rica. El caso es que para yo llegar a mi vuelo a Madrid desde Ciudad de Panamá, tenía que coger otro vuelo desde donde vivían mis padres muy temprano, y luego tenía como 10 horas de escala en Panamá. Os podéis imaginar, 31 de diciembre, te acuestas tarde y además, allí es costumbre de estar toda la noche tirando fuegos artificiales, yo me tenía que levantar como a las 5 de la mañana... en resumidas cuentas, dormí 0 minutos. Al día siguiente cogí mi vuelo hasta Ciudad de Panamá y vagabundeé por el aeropuerto durante las 8 h (zona de facturación, ya que el check-in no se abría hasta 2 horas antes del vuelo). Si conocéis ese aeropuerto, al menos por entonces, no había absolutamente nada en la zona de facturación, y estaba tan cansada, que no tenía ganas de coger un taxi para ir a otro lado. En fin, finalmente facturo la maleta y sin más problemas voy hasta el embarque del vuelo, deseando llegar a mi asiento y caer ko (a esas alturas, yo llevaba como 36 horas despierta). Me fijo durante el embarque que hay lo que parece ser una excursión de chavales de unos 15-16 años, bastante ruidosos, me temo lo peor.
Por supuesto, cuando llego a mi asiento estoy absolutamente rodeada de todos los chavales, que llevan equipajes de mano inmensos que no caben en los compartimentos superiores (muy mal Iberia por dejarles pasarlos) y se dedican a colocarlos en el pasillo. Sí, sí, en el pasillo. Las azafatas están ya desesperadas y no hemos ni despegado, diciéndoles que si no les caben arriba, tienen que meterlos debajo del asiento, pero que obviamente en el pasillo no pueden estar. Música a todo volumen, chicos subidos en los asientos, voces... Miro a mi alrededor y veo una pareja mayor que los mira aterrados. Despegamos y todos con sus teléfonos móviles, uno incluso hablando por él. La azafata se empieza a enfadar de verdad y a darles voces a ellos y a sus profesores acompañantes y empieza a requisar móviles. Lloros, gritos, quejas...
El vuelo comienza y es un absoluto infierno. No paran de hacer ruido. El personal de Iberia empieza a amenazar a los profesores, que se disculpan profusamente, pero son absolutamente incapaces de imponer su autoridad. Una hora después del despegue el resto del pasaje comienza a quejarse. La tripulación intenta recolocar a la gente en otros asientos, pero el vuelo está prácticamente al 100% y hay poco donde elegir. La pareja mayor ruega a la azafata que los lleven a Business, que pagan lo que haga falta. Sale el capitán cuando volamos sobre Cuba y amenaza a los profesores que si en 10 minutos no está todo en orden, da la vuelta y les hará corresponsables a ellos. El pasaje empieza a amenazar y a enfrentarse a los chavales, que están pasando el momento de su vida riéndose de todo el mundo. Finalmente y tras las amenazas del Capitán, los ánimos se calman un poco. Pero el grupo de chavales sigue liándola durante el viaje. Cuando llega la cena montan tremendo escándalo para que les lleven la comida kosher que tenían reservada (se me olvidaba, era un grupo de un colegio judío que iba a Tel Aviv haciendo escala en Madrid), y tras repartir las bandejas, empiezan a devolverlas tal cual, a pesar de los ruegos de la azafata de pedirles que esperen que cuando terminen de repartir bandejas se las recogen. Vuelcan las bandejas en los asientos, el suelo...
Finalmente y tras 12 horas de infierno llegamos a Madrid (yo ya no sé cuánto llevo sin dormir a esas alturas) y la única alegría que tengo es que al bajar del avión estaba la Guardia Civil esperando a los chicos y sus profesores. Por lo que oí, tenían un autobús reservado para dar una vuelta por Madrid ya que tenían muchas horas de escala, y parece ser que los planes se les truncaron. El peor vuelo de mi vida, según lo recuerdo me hierve la sangre.
Por supuesto, cuando llego a mi asiento estoy absolutamente rodeada de todos los chavales, que llevan equipajes de mano inmensos que no caben en los compartimentos superiores (muy mal Iberia por dejarles pasarlos) y se dedican a colocarlos en el pasillo. Sí, sí, en el pasillo. Las azafatas están ya desesperadas y no hemos ni despegado, diciéndoles que si no les caben arriba, tienen que meterlos debajo del asiento, pero que obviamente en el pasillo no pueden estar. Música a todo volumen, chicos subidos en los asientos, voces... Miro a mi alrededor y veo una pareja mayor que los mira aterrados. Despegamos y todos con sus teléfonos móviles, uno incluso hablando por él. La azafata se empieza a enfadar de verdad y a darles voces a ellos y a sus profesores acompañantes y empieza a requisar móviles. Lloros, gritos, quejas...
El vuelo comienza y es un absoluto infierno. No paran de hacer ruido. El personal de Iberia empieza a amenazar a los profesores, que se disculpan profusamente, pero son absolutamente incapaces de imponer su autoridad. Una hora después del despegue el resto del pasaje comienza a quejarse. La tripulación intenta recolocar a la gente en otros asientos, pero el vuelo está prácticamente al 100% y hay poco donde elegir. La pareja mayor ruega a la azafata que los lleven a Business, que pagan lo que haga falta. Sale el capitán cuando volamos sobre Cuba y amenaza a los profesores que si en 10 minutos no está todo en orden, da la vuelta y les hará corresponsables a ellos. El pasaje empieza a amenazar y a enfrentarse a los chavales, que están pasando el momento de su vida riéndose de todo el mundo. Finalmente y tras las amenazas del Capitán, los ánimos se calman un poco. Pero el grupo de chavales sigue liándola durante el viaje. Cuando llega la cena montan tremendo escándalo para que les lleven la comida kosher que tenían reservada (se me olvidaba, era un grupo de un colegio judío que iba a Tel Aviv haciendo escala en Madrid), y tras repartir las bandejas, empiezan a devolverlas tal cual, a pesar de los ruegos de la azafata de pedirles que esperen que cuando terminen de repartir bandejas se las recogen. Vuelcan las bandejas en los asientos, el suelo...
Finalmente y tras 12 horas de infierno llegamos a Madrid (yo ya no sé cuánto llevo sin dormir a esas alturas) y la única alegría que tengo es que al bajar del avión estaba la Guardia Civil esperando a los chicos y sus profesores. Por lo que oí, tenían un autobús reservado para dar una vuelta por Madrid ya que tenían muchas horas de escala, y parece ser que los planes se les truncaron. El peor vuelo de mi vida, según lo recuerdo me hierve la sangre.