Alfonso Ussía pide a Felipe VI que revoque títulos del Conde de Godó

Apoyando una República lo suyo es que él mismo renuncie ¿no?

Los títulos, además, cada dia tienen menos caché.

Inciso: cada dia me convence más el sistema británico de conceder el título de Sir o de Dame sin posibilidad de herencia. Lo luce quién lo ha merecido sirviendo al reino y los descendientes, a buscarse la vie
 
¿Sobreviviría sin subvención?
El chiste de La Vanguardia

La Vanguardia ha sido alternativamente y en cada tiempo lo que tenía que ser para seguir a la dulce sombra del poder. Si quieren llamarnos idiotas por jugar a la contra en Intereconomía, lo entenderemos como un elogio.

Que un catalán no entienda un chiste no es precisamente carne de titular, viniendo a ser el consabido perro que muerde a un hombre, y para los redactores de La Vanguardia aclaro que esto también es un chiste.

La Vanguardia ha aprovechado una frase de un ‘sketch’ del programa de humor de Intereconomía ‘Gracias por nada’ para dedicar a nuestro Grupo dos artículos, una atención que apreciamos en lo que vale. Desgraciadamente, y aprovechando que el Llobregat pasa por Cornellá, al redactor de La Vanguardia ex española se le ha ido la mano en la crítica de estos escasos segundos para atizar a modo a nuestra empresa sin venir a cuento.

Pero si malo es explicar un chiste, cosa peor es tratar de justificarlo, cosa que, naturalmente, no pensamos hacer: vivir en un tiempo en que parece reservarse toda la indignación retórica para las ‘bombas’ enteramente ficticias, verbales y bienhumoradas mientras se extrema la comprensión hacia los autores de las bombas reales -o atropellos masivos como el de las Ramblas- es ya bastante deplorable sin necesidad de que lo fomentemos nosotros.

Sostiene el despectivo y desmadejado artículo que “Intereconomía fue durante su etapa en la TDT el portavoz de la derecha española. Sus radicales opiniones generaron multitud de antipatía por parte de diversos sectores de la sociedad que vieron en éstos el recuerdo y espíritu de épocas pasadas”.

Si algún televidente vio ‘épocas pasadas’ en Interecomía debió de ser sin duda en “el recuerdo”. Para ver “el espíritu de épocas pasadas” en La Vanguardia, en cambio, basta con visitar la hemeroteca, donde el lector quedará abrumado por un fervor por el Movimiento Nacional que no por casualidad le convirtió en el diario más leído de los últimos años del franquismo y el favorito del mismísimo general.

El nostálgico no podrá encontrar en Intereconomía, ay, nada que vaya más allá de 1995, ya madura la democracia. Puede, en cambio, solazarse a placer en los archivos de La Vanguardia con titulares de portada tan significativos como ‘Franco, Caudillo Victorioso’, o ‘Barcelona para la España invicta de Franco’.

Aunque no entendemos demasiado bien qué pueda significar “multitud de antipatía” -la inmersión, que causa estragos-, ni cómo es posible que la antipatía venga en multitudes, sí es cierto que no hemos torcido verdades o escamoteado principios para caer bien, mientras que en el caso del decano de la prensa española propiedad del Conde de Godó -Grande de algún país ahora innombrable- sí es cierto que ha hecho denodados esfuerzos por caer en gracia a quienes podían favorecerles, sin que parezca haberles costado gran cosa pasar de la camisa azul, artificialmente envejecida para la ocasión, a la barretina separatista.

Y es que con todo lo anterior no pretendemos insinuar que La Vanguardia sea franquista. Ni siquiera creemos que lo haya sido, que alguna disculpa tendría el caso. Estamos convencidos, y aportamos como prueba su curiosa evolución, de que La Vanguardia nunca ha creído en otra cosa que en el poder, exactamente al contrario que Intereconomía, empresa a la que le han caído palos de todos los lados por esa nefasta manía de mantener unos principios.

La Vanguardia es el equivalente en papel de estos tipos que siempre caen de pie, de los que pueden preguntar con seriedad en cualquier elección “quiénes hemos ganado”. La Vanguardia ha sido alternativamente y en cada tiempo lo que tenía que ser para seguir a la dulce sombra del poder. Si quieren llamarnos idiotas por jugar a la contra en Intereconomía, lo entenderemos como un elogio. Somos así, no tenemos remedio.

Continúa el desconcertante artículo afirmando que “el grupo mediático ha ido incrementando su deuda con Hacienda. Tanto que, según la última lista de morosos publicada por el organismo que dirige Cristóbal Montoro, Intereconomía TV S.L. e Intereconomía Corporación S.A. debe 13 millones de euros al fisco”.

Y es cierto, aunque esa cifra resulta una nimiedad ridícula en comparación con los impuestos que lleva pagados.

No nos duelen prendas en reconocer que el suyo es un modelo de negocio muy superior; que complacer al poder es más astuto que oponerte a sus desmanes; que buscar el interés del lector y ganarse su atención es más estúpido que conseguir que haya un ejemplar de tu cabecera en cada asiento de los trenes de cercanías, así se usen para suplir otro material en la eventualidad de que los lavabos no vengan adecuadamente equipados.

Es una bendición y una tranquilidad, en plena crisis del papel, dormir a pierna suelta sabiendo que no necesitas lectores porque una Generalitad bondadosa va a comprarte lo que imprimas en suscripciones y a suplir los huecos con subvenciones, a cambio de un detallito tan nimio como prostituir la labor periodística, algo a lo que, al fin, están sobradamente acostumbrados en sus más de 130 años de vida loca, hasta el punto de publicar un editorial compartido por toda la prensa del régimen. Pluralidad informativa, creo que lo llaman.

Ahí están los números: en 2015, la Generalitat entonces presidida por Artur Mas gastó casi 250.000 euros del sufrido contribuyente a adquirir suscripciones de La Vanguardia, lo que queda muy bien, aunque engañoso, en los datos de difusión de la OJD. Y esto por el módico precio de apoyar la campaña en favor de la independencia de Cataluña.

El decano de la prensa vendió en quiosco ese año 35.478, pero su difusión en OJD fue de 129.073. ¿No es maravilloso?

Hagamos un ejercicio de imaginación… Vayamos al 2 de octubre. El espectáculo de Puigdemont & Company ha terminado. Los catalanes – los ciudadanos, nos sus políticos golpistas- no están para bromas y las elecciones autonómicas otorgan la mayoría a eso que hemos dado en llamar bloque constitucionalista. Nuestros gobernantes, sí, vienen con un master en lo que a dilapidar dinero público se refiere, pero quisiéramos creer que, de los muchos euros repartidos en impuestos, ese bloque no destinaría ninguno a alimentar a las bestias mediáticas del juego que ha llevado a España al borde del abismo. Periodismo sin subvención… ¿estarán preparados los Vanguardia, TV3, Rac1 y Avui para hacer los deberes sin la ayuda de papá?

Tener que batirnos el cobre cada día sin red de seguridad y rodeados de miradas hostiles, debemos confesarlo, es cansado; ser libre, lo reconocemos, no es lo más rentable del mundo, sobre todo comparado al destino del perro fiel que se lleva los mejores huesos de mano del amo; contar la verdad tal como la vemos, es cierto, no obtiene igual aplauso que decirle al emperador desnudo qué traje tan elegante lleva.Puede, incluso, generarnos “multitud de antipatía” de quienes tienen en sus manos ponernos las cosas muy difíciles.

Pero uno duerme mejor y puede mirarse al espejo sin avergonzarse. Y que un medio que ha vivido y vive de reírle las gracias al poder del momento nos mire por encima del hombro, la verdad, es un chiste tan obvio que entiende incluso un catalán.

https://gaceta.es/opinion/chiste-la-vanguardia-20170925-2214/
 
Una pregunta inocente....¿Para que sirve un Conde en nuestros días?
En el pasado no se si eran los que ayudaban a limpiar a los Reyes, pero hoy ¿para que sirven?
 
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