12 películas, 12 trajes

Diez 'dandies' de ayer y hoy: de David Niven a Eddie Redmayne
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0.11.2017 – 05:00 H.
Si quedara un solo dandi vivo en todo el planeta moriría nada más despertar, pues debemos suponer que si vive es que está dormido. Ningún dandi verdadero soportaría nuestra necedad, nuestra torpeza, nuestra fealdad mal disimulada con afeites de marca. El mundo globalizado ha llevado el horror burgués contra el que clamaron Baudelaire y Oscar Wilde a tal cénit, que dudo mucho que alguien de esa condición anímica rebelde, la del dandi, haya sobrevivido.

Porque hay dandies de lo meramente estético, y dandies de lo estético y lo ético. Y los padres fundadores de la estirpe pertenecían a la versión más seria del concepto del dandismo, la concepción que le da a esa idea una dimensión metafísica. El dandi no es sólo alguien elegante o refinado, ni es tampoco un mar*ca que no se atreve a salir del armario, como insinuaban nuestros diccionarios que confundían al dandi con el petimetre o el lechuguino. Sino un rebelde que rechaza la sociedad en la que vive, y que la desafía de muchas maneras.

Pero ¿puede haber dandies en este siglo XXI, y cómo sería ese dandi hoy, cómo se definiría? De entrada yo me atrevería a concluir que un mundo como el nuestro no deja hueco para representantes de ese concepto en su forma más radical.

Durante el siglo XX hubo, sobre todo en el universo rock, reencarnaciones numerosas y sucesivas del dandismo. Primero con los mods británicos, cabalgando sus vespas con traje de bancario y chaquetón impermeable con cuello de piel de imitación. Más tarde vinieron la escandalosa elegancia de Bryan Ferry y su grupo Roxy Music, y también David Bowie y sus imaginativas renovaciones visuales. Por otro lado, ¿qué fueron los rockeros glam sino dandis histerizados por la fealdad del mundo?

Los mejores fueron ingleses, con esa forma natural de la distinción, ese esnobismo estilizado y sin arrogancia que caracterizó a David Niven. Era un hombre que por un lado resultaba pura percha, todo le sentaba bien. Y si hubo alguna vez un dandi americano, esa contradicción de términos, habrá que acordarse de Cary Grant, tan señor también él, tan perfecto. Y es que ante la invasión de elegancia globalizada, o vistes de Armani o cambias de escala de valores y, en lugar de subir peldaños, y regresas al grunge, como hace mi querido Ray Loriga. 

 
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