09.01 Letizia: Visita a la sede central de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida

Trabajadoras denuncian los métodos de APRAMP para sacar a mujeres de la trata https://www.pikaramagazine.com/2021...s-de-apramp-para-sacar-a-mujeres-de-la-trata/

Una treintena de denuncias en redes sociales cuestionan los métodos de la reconocida asociación. Hemos hablado con tres de las exempleadas.
Texto: Beatriz Hernández Pino
Imagen: Señora Milton


13/10/2021
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La comida justa. Los pisos cerrados con llave. La ropa cuanto menos provocativa mejor. Las bragas heredadas. El maquillaje prohibido. El contacto con la familia restringido a unos minutos a la semana. Estas son algunas de historias que cuentan antiguas trabajadoras de la asociación APRAMP (siglas de Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida) sobre la situación en la que vienen mujeres sobrevivientes de redes de trata con fines de explotación sexual en los pisos en los que las acoge la organización. Y no solo eso, también narran que sus propios contratos de trabajo eran temporales, que se renovaban anualmente, que pocas duraban más de dos años, y que sus jornadas de trabajo eran de más de 12 horas, con cambios de turnos imprevistos, con degradación de la categoría profesional y con menosprecio hacia sus conocimientos y propuestas.
Hace casi cinco meses que algunas de las trabajadoras y extrabajadoras de APRAMP denunciaron tanto la situación en la que se vive en los pisos de acogida así como su situación laboral. Lo hicieron a través del perfil de Instagram Alegría Red Social, donde hay más de 30 testimonios que coincidían. Algunas ni se conocían entre ellas, pero casi todas estaban de acuerdo: APRAMP no era lo que decía ser.

Tres de estas extrabajadoras se han atrevido a hablar después de las primeras denuncias y de las primeras amenazas por parte de la directiva de la asociación. “Hubo un par de despidos sin causa justificada”, comenta Enara, quien trabajó en uno de los pisos de acogida en Madrid. Además cuentan que los contratos firmados después del escándalo mediático, a los que Pikara Magazine ha tenido acceso, incluyeron una cláusula de confidencialidad. De hecho, muchas de las empleadas se han echado para atrás a la hora de hablar y denunciar públicamente la situación ante el miedo de no volver a conseguir trabajo en el tercer sector, un ámbito bastante cerrado y donde APRAMP cuenta con una gran relevancia. Por eso, se mantiene el anonimato de las tres fuentes consultadas para este reportaje y se usan nombres inventados. Y es que las fuentes cuentan que la asociación infunde una cultura del miedo y desarrolla círculos de dominación. APRAMP, a quien se ha contactado para contrastar la historia y conocer su versión. “Mantener una política de fomento y respeto de los derechos humanos es la base del trabajo de APRAMP”, explican desde la organización a este medio.

El contexto​

España es el tercer país del mundo en el que más prostit*ción consume, solo por detrás de Tailandia y Puerto Rico, según datos de Naciones Unidas. Lo que deriva en que haya poderosas redes de trata de personas con fines de explotación sexual a lo largo de todo el país; se calcula que anualmente mueven unos 37 millones de euros. Con la Covid-19 el negocio de la trata y la prostit*ción no ha parado, según recoge la investigación ‘‘Business can’t stop.’ Women engaged in prostitution during the COVID-19 pandemic in southern Spain: A qualitative study’ (‘Los negocios no pueden parar’. Mujeres que se dedicaron a la prostit*ción durante la pandemia de COVID-19 en el sur de España: un estudio cualitativo), publicado por la revista ScinceDirect. Sin embargo, la identificación y actuación de organismos dedicados a la denuncia del delito de trata se ha complicado y la situación de las mujeres se ha convertido en más invisible y clandestina que antes.
Cuando la Policía o la Guardia Civil entran en un club o en un piso particular y desarticulan una red de trata de personas, suele ser una asociación la que luego se hace cargo de esas mujeres. En España este servicio está tercerizado por el Estado. APRAMP es una de las asociaciones de reinserción y atención a las mujeres prostituidas más importante del país, y tiene sedes en Madrid, Murcia, Almería, Salamanca, Badajoz y Asturias.

Las mediadoras​

Uno de los puntos fuertes de APRAMP son las mediadoras interculturales, porque es la organización que más tiene. Esta figura es crucial para la articulación del proceso, sobre todo en los servicios de información y orientación. Son mujeres que han estado explotadas en redes de trata y ahora se dedican a ayudar a otras y ofrecerles apoyo; de hecho, son primordiales porque son ellas las que ejemplifican que se puede salir de la prostit*ción esclava. Además, teniendo en cuenta que gran parte de las acogidas son migrantes, la conexión lingüística y cultural es fundamental para que confíen en la asociación y así salir de las redes de trata. Las mediadoras son trabajadoras de APRAMP que, ante la treintena de denuncias en redes sociales, se posicionaron en defensa de la asociación.
Sofía cuenta que en una ocasión presenció cómo una de las mediadoras era humillada por la directiva de APRAMP. Asegura que la llamaron gorda y la dijeron que se peinara bien (llevaba trenzas afro). Ante determinadas situaciones que Sofía presenció decidió redactó un protocolo muy concreto que no fue valorado. “Para APRAMP casi todo lo que hacen las trabajadoras está mal”, añade. Al unísono las tres trabajadoras con las que ha hablado Pikara Magazine admiten que hay muy poco reconocimiento al trabajo desempeñado.
Las unidades móviles de la organización recorren las zonas donde se ejerce la prostit*ción en distintas ciudades buscando a mujeres que se encuentren en situación de trata con fines de explotación sexual. Durante esos recorridos, a veces las mujeres identificadas quedan incomunicadas, porque las ponen en fila y las quitan los móviles, que tienen que dejar en una caja de zapatos, cuenta Sofía. Desde APRAMP explican que se les ofrece el uso de dispositivos institucionales.

Las usuarias​

Las extrabajadoras describen un contexto en el que las usuarias tienen miedo a Rocío Mora, responsable de la asociación. Incluso, dicen, la llaman madame, o mamá, nombre habitual que reciben las mujeres que organizan los encuentros sexuales en los clubs. Todo ello en un ambiente en el que las mujeres necesitan ser queridas y viven con el miedo a dejar de serlo. El temor no es infundado, según las exempleadas, porque cuenta que la directiva de APRAMP las manipula a veces para que cumplan con las normas: “Hoy ya no te quiero porque te has portado mal”.
Según la última memoria publicada en la página web, en la plantilla de la organización no constan ni dos psicólogas contratadas para toda la asociación; en concreto, el dato era de 1,8. “Mejor no digas que eres psicóloga, aquí no les gustan las psicólogas”, le dijeron a una trabajadora cuando empezó su relación laboral con la asociación. Al principio no lo entendía, ¿cómo podía ser que que no les gustasen las psicólogas? Luego comprendió que, como las trabajadoras duran tan poco en la asociación, es fácil que las mujeres se sientan traicionadas. Además, no tienen derecho a la confidencialidad porque todo lo que cuentan acaba sabiéndolo parte de la directiva, según el relato de las extrabajadoras. Salir de las redes de trata es una situación delicada y traumática. “En APRAMP no se les atiende adecuadamente”, afirma Sofía. APRAMP, por su parte, señala a este medio que el número de profesionales no permite valorar los sistemas de atención psicológica. En el último año aseguran haber facilitado 3.000 horas anuales de atención psicológica.
En el año 2020 hubo 119 mujeres y 3 menores en los pisos de acogida de la asociación. En su mayoría mujeres migrantes de América Latina, África y Europa del Este, según los propios datos de la organización. A cambio de testificar en el proceso judicial contra las redes de trata, las supervivientes tienen dos opciones: pueden retornar a su país y el Estado español les paga el billete de vuelta, u optar a una residencia temporal por situación de vulnerabilidad. Es decir, pueden regularizar su situación migratoria por tres años. Dependiendo de su país de procedencia, este proceso puede durar tres meses (como en el caso de países latinoamericanos) o varios años. Una parte clave de la intervención de la organización se articula precisamente para facilitar que recuperen su documentación así como su regularización administrativa. Muchas aguantan lo que sea con tal de quedarse en España.
Entonces pasan a figurar como testigos protegidos. Es por ello que desde la directiva de APRAMP se justifican las prácticas de “seguridad y convivencia” sobre las supervivientes: al entrar se les quita la documentación —las que están documentadas— y el móvil, la puerta se cierra con llave y los minutos que hablan con sus familiares son escuchados por las trabajadoras, según los relatos recabados. “En ningún caso deben ser catalogadas como prácticas de control”, aseguran desde APRAMP a Pikara Magazine, insistiendo en que es responsabilidad de la institución salvaguardar la seguridad de las mujeres rescatadas. Algunas no soportan todo lo que conlleva el proceso y no lo finalizan.
Los pisos de acogida son cedidos por las comunidades autónomas o por ayuntamientos. Suelen vivir cinco personas en cada piso, en habitaciones compartidas. No pueden tener nada personal en estas casas, ni un dibujo, ni una foto. “En los pisos era como si no viviera nadie, como si no fuera un hogar”, asegura Enara.

Otra de las prácticas denunciadas es el poco respeto a las culturas de origen de las usuarias de los pisos. Las trabajadoras cuentan cómo a las africanas no les dejan llevar peluca, cuando es costumbre arraigada para ellas, o que los menús para las comidas son íntegramente españoles. Desde APRAMP defienden que esto se hace como parte del programa para mejorar la integración en el país. Y aseguran que se tiene un escrupuloso respeto a la idiosincrasia de las personas protegidas en los centros, sin perder de vista que a menudo, en algunos contextos, en nombre de la cultura, la religión y las tradiciones, se violan derechos de las mujeres. La realidad que narran las entrevistadas es que, además de la pérdida de independencia, porque carecen de autonomía hasta para hacerse la comida, las cantidades escasean. “Había que hacer la compra para 15 días para cinco personas. Muy a menudo faltaba comida y las educadoras comprábamos más con nuestro dinero”, añade Enara.
Sofía, por su parte, afirma que “decir que se infantiliza a las chicas es muy light”. Cuentan las extrabajadoras que a las usuarias las visten como quieren desde la asociación, que cualquier cosa por poco provocativa que sea no se la pueden poner, y que hasta las bragas se reutilizan.
APRAMP defiende no niegan la sexualidad de las mujeres y que buscan evitar que las mujeres que fueron explotadas sean tratadas como objetos sexuales a través del maquillaje o de la ropa provocativa, por ejemplo. Por eso inciden en que el proceso de recuperación de las víctimas pasa por contrarrestar la estrategia del proxenetismo que busca convertir a la mujer prostituida en una representación estereotipada de consumo sexual. La ruptura con la cosificación y la hipersexualización a las que son expuestas las mujeres rescatadas implica un proceso de ruptura con esos parámetros.

Las trabajadoras​

Olivia trabajó dos años y medio en la sede de una ciudad andaluza. Tras empezar como voluntaria acabó como coordinadora. Entonces descubrió el secretismo que había entre las compañeras y el control que se ejercía sobre ellas. “No nos podíamos llevar bien, [a las jefas] no les gustaba”, recuerda. A escondidas se solían intercambiar los móviles para hablar. Sofía trabajó en una de las sedes centrales de Madrid y confirma todo lo que Olivia narra: “No podíamos comer en la oficina porque no les gustaba el olor a comida”. El comedor, dicen, solo estaba disponible para el equipo directivo. Además, recuerdan que tenían que pagar un extra por usar el microondas y el papel higiénico de la oficina e incluso llevar sus propios bolis y cuadernos.
La sensación de las extrabajadoras es que todo lo que hacían o proponían estaba mal. “Por eso todo el mundo se va y acaban cogiendo a gente sin experiencia”, dice Sofía mientras relata sus primeros días en APRAMP y la escasa formación recibida en cuanto a protocolos y procedimientos específicos.
Los contratos, cuentan, suelen empezar en enero y terminar en diciembre, lo que impide que acumulen algún tipo de antigüedad. Además las categorías profesionales eran rebajadas. Por ejemplo, aunque seas graduada universitaria es fácil que trabajes como auxiliar, sin tener si quiera una persona titular “a la que auxiliar”.
Las tres fuentes consultadas concuerdan en que trabajar en APRAMP les generó ansiedad. Olivia relata cómo sufrió un ataque, cuando nunca antes le había pasado nada parecido. “Ni siquiera me llamaron para ver qué había pasado”, comenta. También sufrió de bulliying por parte de una de sus compañeras. Después de muchas situaciones de estrés y trabajo no reconocido, no se ha atrevido a denunciar antes la situación que vivió.

La asociación​

La Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida se fundó en 1984 por la trabajadora social Rocío Nieto. Hoy la responsable es su hija, Rocío Mora Nieto. La asociación se presentó como una opción real y pionera en España de reinserción de las mujeres que ejercían la prostit*ción de manera obligada. El objetivo era ayudarlas a escapar de las redes de explotación sexual y darles una alternativa, creando oportunidades laborales. Es decir, cambiar la realidad de las condiciones de violencia, pobreza y vulnerabilidad que perpetúan la explotación de las mujeres. Ahí es, por ejemplo, donde surgió la idea de hacer su conocido taller de costura, algo que ellas sabían hacer y servía para sensibilizar.
“Esta asociación está basada en un buenismo mediático”, dice Sofía. asintiendo junto a sus compañeras para responder a la pregunta de si hay un cierto trasfondo de asistencialismo paternalista y beneficencia en APRAMP. Sofía también hace inciso en la identidad patriarcal de la asociación a pesar de presumir de su enfoque de derechos humanos con perspectiva de género.
En las últimas cuentas publicadas, la asociación declara que les fueron concedidos más de 3,5 millones de euros en subvenciones por diferentes administraciones públicas. Entre ellas se encuentran las Naciones Unidas, distintos ministerios, consejerías sociales de las varias comunidades autónomas, además de algunas diputaciones provinciales y ayuntamientos. También fundaciones y otras entidades privadas colaboran con la asociación. Las que fueron trabajadoras lamentan que no se fiscalicen las prácticas de organismos que reciben dinero público.
“Puede ser que al principio sus intenciones fueran buenas. Pero ante la desidia y la falta de control de las autoridades, llegó un momento que se dieron cuenta que no hacía falta hacer bien su trabajo. Era suficiente con salir en los medios”, apunta Enara. Y las extrabajadoras relatan algunas colaboraciones de la asociación que han tenido mucho eco mediático, como la que hicieron con IKEA, o cuando la reina Letizia llevó un vestido cosido en los talleres de APRAMP, o cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos concedió a Rocío Mora Nieto el premio a la acción contra la esclavitud moderna.
 
El look es lo que menos importa

Lo que importa ha dado visibilidad a todas esas desgraciadas mujeres que caen en las redes de prostit*ción e intentar salir y buscarse un trabajo digno

Gracias letizia por un día de dar visibilidad a todas estad mujeres
Hoy hubiera dado incluso más visibilidad si se hubiera acercado a charlar con tantas mujeres que siguen aún en la calle prostituyéndose y ejercen a escasos metros de donde ha estado (Montera/Ballesta/ Desengaño etc)
Otra vez será, hoy no llevaba calcetines y hacía mucho frío 🤷‍♀️🤷‍♀
 
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