Se contagia mucho, pero que mucho.
Llevo 30 horas sin parar de darle vueltas de dónde pude contagiarme yo, y no doy con la tecla.
Granada no es zona digamos "zero".
Mi casa está blindada con lejía, hasta a la cerradura le dábamos al entrar y salir con un spray que me hice de 100 ml de lejía y resto de agua.
No tengo vecinos, no comparto ascensor. Mi trabajo a 5 minutos donde nunca me crucé con nadie y ya dentro a puerta cerrada, con seguridad y guantes. La limpiadora se ha metido unos tutes la mujer de verdad encomiables para que nada fallara en esta cadena de "cuidar unos de otros". Desde nuestro par de guantes nuevos cada día sobre la mesa, los geles desinfectantes siempre llenos. El cubo con agua y lejía, como ya os conté, en el archivo histórico. Ahí es donde me lavaba las manos directamente con los guantes puestos cada vez que soltaba un tomo para coger otro.
Correo sí recibimos, y documentos diarios que nos trae Seur, y hasta al chico protegíamos, al tener esto doble puerta de cristal nos avisaba por tf, le abríamos electrónicamente, dejaba el paquete entre puertas y se iba.
A comprar he ido una sola vez, y llevé mascarilla y guantes que también metí en lejía en cuanto llegué. Ropa a la lavadora, ducha, en fin. Ese supermercado es un Carrefour Express, de barrio, donde los precios están pelín subiditos y compra poca gente. No estaba abarrotado ni mucho menos.
La compra pues igual que vosotras. Lleno el fregadero con la proporción 1/10 de lejía y agua y ahí voy metiendo latas, verduras, frutas y todo lo mojable. Ni lo secaba, lo dejaba escurrir (menos fruta y verdura que he enjuagado a base de bien, claro) y a volar.
No consigo encontrar dónde metí la pata.
Y es que el sentimiento de culpa que arrastro es considerable, por los que me llevaron, por los que me han atendido, por los que me han traído, por mi marido, por compañeros de trabajo, muchos con hijos inmunodeprimidos.
Me siento fatal, pero fatal.
Llevo 30 horas sin parar de darle vueltas de dónde pude contagiarme yo, y no doy con la tecla.
Granada no es zona digamos "zero".
Mi casa está blindada con lejía, hasta a la cerradura le dábamos al entrar y salir con un spray que me hice de 100 ml de lejía y resto de agua.
No tengo vecinos, no comparto ascensor. Mi trabajo a 5 minutos donde nunca me crucé con nadie y ya dentro a puerta cerrada, con seguridad y guantes. La limpiadora se ha metido unos tutes la mujer de verdad encomiables para que nada fallara en esta cadena de "cuidar unos de otros". Desde nuestro par de guantes nuevos cada día sobre la mesa, los geles desinfectantes siempre llenos. El cubo con agua y lejía, como ya os conté, en el archivo histórico. Ahí es donde me lavaba las manos directamente con los guantes puestos cada vez que soltaba un tomo para coger otro.
Correo sí recibimos, y documentos diarios que nos trae Seur, y hasta al chico protegíamos, al tener esto doble puerta de cristal nos avisaba por tf, le abríamos electrónicamente, dejaba el paquete entre puertas y se iba.
A comprar he ido una sola vez, y llevé mascarilla y guantes que también metí en lejía en cuanto llegué. Ropa a la lavadora, ducha, en fin. Ese supermercado es un Carrefour Express, de barrio, donde los precios están pelín subiditos y compra poca gente. No estaba abarrotado ni mucho menos.
La compra pues igual que vosotras. Lleno el fregadero con la proporción 1/10 de lejía y agua y ahí voy metiendo latas, verduras, frutas y todo lo mojable. Ni lo secaba, lo dejaba escurrir (menos fruta y verdura que he enjuagado a base de bien, claro) y a volar.
No consigo encontrar dónde metí la pata.
Y es que el sentimiento de culpa que arrastro es considerable, por los que me llevaron, por los que me han atendido, por los que me han traído, por mi marido, por compañeros de trabajo, muchos con hijos inmunodeprimidos.
Me siento fatal, pero fatal.
