Coronavirus

Lo de las máscaras de Decathlon es uno de esos giros que nunca vimos venir. El verano pasado estaba en el Racó de Calpe (es una playa muy buena para buceo, hay un paseo ecológico), salía todo el mundo del agua con las máscaras puestas y yo me partía, parecía que nos estaban invadiendo los extraterrestres. Que esa cosa tan ridícula (y nada útil para bucear porque se pegan a la cara, hacen ventosa y duele la cabeza) vaya a salvar vidas me parece el pico del surrealismo.
 

Con los datos de contagios que está habiendo y cómo van creciendo de forma inexorable sin bajar y casi en proporción geométrica, las cosas apuntan al 11M. Casualmente, la ciudad que mayor número de manifestantes tuvo con 120.000 fue Madrid, con más del doble de manifestantes que la segunda Barcelona con 50.000 (y eso con datos de los gobiernos civiles porque si atendemos a los de los organizadores, serían muchos más) y nada más hay que ver que van en cabeza en personas infectadas. Y de hecho, los políticos que estuvieron allí, se contagiaron.

Negar la evidencia no conduce a nada, más allá de las responsabilidades que pueda haber.
 
Yo anoche con la honda pena tuve que llamar a la policía y denunciar el alboroto que arman mis vecinos mientras fornican...aquello parecía un espectáculo para adultos entre gemidos, palabrotas y promesas de venirse por parte del maromo mexicano y el sigue y no pares de la chica española (ella ya es madurita y él debe tener unos 10 años menos que la mujer)...escuché a dos policías sonar a la puerta de ellos a eso de la 1h00 am y los pillaron en plena faena. Saldría el mexicano tapado con una toalla como carpa de circo a atender a los agentes policiales jeje...espero les haya servido de lección y esta tarde que salí con mi perra vi a la mujer y de lejos me saludó con su mano...menuda cara tiene de salir del edificio cuando todos sabemos la que monta cuando le mueven los bajos...
 
La realidad de las residencias contra el Covid-19: "Apagamos la televisión porque se piensan que van a fallecer todos"
 
Las marcas de los EPIs en los rostros de tres sanitarias españolas.


Las marcas de los EPIs en los rostros de tres sanitarias españolas. CEDIDAS

SOCIEDAD

Estas son las caras de los sanitarios tras 10 horas: "Es el resultado de apagar un incendio sin manguera"

Los EPIs, ajustados en las caras de los profesionales durante horas, les rasgan los pómulos e incluso les traspasan el tabique nasal.


Son los rostros del dolor. El dolor de una mascarilla que rasga los pómulos, de unas gafas de aislamiento que traspasan el tabique nasal y dejan marca. Equipos de protección individual (EPIs) que ahogan, agobian, te hacen sudar e incluso a veces ni siquiera te dejan ver o respirar. Estos tres rostros, enrojecidos y con heridas, representan a los miles de sanitarios que se están dejando la piel, literalmente, para salvar la vida de todos los españoles, contagiados de Covid-19, en los hospitales. Reutilizando todos sus medios de protección durante varias semanas porque no tienen más. Doblando turnos porque no hay más personal y al borde del colapso. Y que, sin embargo, solo piden una cosa: que te quedes en casa y les ayudes a salvar vidas.

Quédate en casa, mientras te quedas allí, estás salvando vidas. Nunca hubo algo tan sencillo, ya estamos otros para llenarnos de cicatrices", escribe la enfermera Jone Voneka, en el centro de la imagen. Ella trabaja casi sin descanso para atender enfermos de coronavirus en un hospital del País Vasco y admite sentir cada día más "pena y frustración" viendo cómo aumentan los casos positivos —España suma más de 40.000 contagiados— y su centro no tiene siquiera como respirar.




Algo que también le cuesta a ella misma después de estar diez horas trabajando con un mismo EPI en Urgencias. "No hay suficientes equipos, usamos las mismas mascarillas durante una semana y te hacen polvo. Y si tienes algún problema, lo siento, te aguantas", relata. Para que, mientras tanto, "haya aún gente por la calle sin respetar el confinamiento, paseándose y recreándose. Todo el personal está luchando contra todo pronóstico para hacer frente a la situación, que nos inunda y ahoga; así que, por favor, quédate en casa", insiste esta sanitaria.

"No somos héroes"
Una enfermera del Hospital Infanta Sofía muestra las marcas de su cara por los EPIs.


Una enfermera del Hospital Infanta Sofía muestra las marcas de su cara por los EPIs.
Para Luisi Tenorio, su rostro, lleno de señales por la mascarilla desechable
que posiblemente habrá usado varios días, es el resultado de enfrentarse a una guerra sin chaleco antibalas, de apagar un incendio sin traje y sin manguera. En definitiva, de cuidar sin que te cuiden.

"No, no somos héroes, es nuestro trabajo, nuestra vocación. Somos personas que cuidamos de personas. Así que ayúdame a cuidarte, quédate en casa. Yo salgo por ti", cuenta esta enfermera del Hospital Infanta Sofía, en Madrid.

A María Jesús, sin embargo, su rostro no es lo que más le preocupa cuando termina su turno de noche de diez horas. Sino el miedo. "Cuando salgo, la primera palabra que me viene a la mente es miedo, sin dudarlo".

Esta sanitaria, que pueden ver en la imagen que ilustra este reportaje con las gafas de aislamiento colocadas, asegura que las enfermeras, sobre todo, tienen miedo. "Miedo de contagiarnos y a su vez contagiar a nuestros seres queridos. Miedo a enfrentarnos a medidas sin protección suficientes. A que se prolongue en el tiempo y tardemos mucho en ver a nuestras familias porque nosotros también estamos en aislamiento", relata esta profesional.

Un aislamiento que lo único que le permite a María Jesús es ir a trabajar cada día y enfrentarse al virus, que ya se ha cobrado la vida de más de 2.500 personas en nuestro país. "Ojalá todo el mundo sea consciente y haga las cosas bien", concluye.

"No nos detendrán"

Macarena exhibe las señales que le han dejado las gafas y mascarillas.


Macarena exhibe las señales que le han dejado las gafas y mascarillas.
"No nos detendrán, pero por favor quedaros en casa, aunque solo sea por nosotros", pide Macarena, una auxiliar de enfermería que trabaja en el Hospital Miguel Servet, en Zaragoza. Lo hace publicando una imagen. La de su rostro, tan solo una hora después de haberse colocado un EPI para, como dice ella, "luchar contra el bicho". Tiene marcas en los pómulos y el entrecejo enrojecido por la presión de las gafas.

Las señales del rostro de Nazaret, otra enfermera que comparte su foto con este periódico, en cambio, son mucho más duras. "Con marcas de guerra y sin las armas necesarias", escribe en la instantánea que ha compartido en su red social hace escasas horas.

El periodista Eduardo Mendoza también publicó hace unos días en Twitter una imagen de su hija, enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario La Paz, uno de los centros más azotados por la crisis sanitaria que vive el país. Con una foto del rostro enrojecido de su vástaga, escribía: "Es su cara después de horas con el traje EPI. Está cansada. Pero, solo piensa en descansar para volver a currar. Y como ella, miles de profesionales sanitarios. Quedaros en casa".

Pero si alguien reflejó la más dura realidad que viven los sanitarios, fue la enfermera que hace unos días se grabó en su coche. Impotente. Llorando. Tras acabar su turno en un hospital madrileño. "Esta es la cara que se te queda después de llevar diez horas el equipo de protección y encima tengo que dar gracias porque me han dejado un equipo para las 10 horas. Así que hazlo por quien te de la gana, por ti, por tu familia, pero quédate en tu casa. No aproveches para salir todos los días a la calle porque te dejen en determinadas situaciones. Esto esta empezando y viene algo muy gordo, no hay respiradores, no hay personal, no hay EPIs y sales de trabajar con esta cara y con lágrimas. Así que por favor, quédate en tu casa, tú que puedes".

Captura del video grabado por la sanitaria,  que se hizo viral.

Captura del video grabado por la sanitaria, que se hizo viral.




 
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