Coronavirus

PANDILLA DE INEPTOS, GESTIÓN NEFASTA , TODO LES QUEDA GRANDE , MEDIDAS INSUFICIENTES , mientras muchos ciudadanos jugándose el tipo todos los días.

PEOR IMPOSIBLE !





Un enfermero se prepara para la llegada de los pacientes en el hospital temporal de Ifema en Madrid./REUTERS




Un enfermero se prepara para la llegada de los pacientes en el hospital temporal de Ifema en Madrid. / REUTERS







La decisión del Gobierno de centralizar la compra RETRASA UNA SEMANA

la llegada de material



MELCHOR SÁIZ-PARDO y ÁLVARO SOTO8

La confiscación en las aduanas y la lentitud del Ejecutivo en los mercados vendedores dejan sin equipos a los profesionales.


MELCHOR SÁIZ-PARDO y ÁLVARO SOTOMadridLunes, 23 marzo 2020, 00:34


Una cadena de errores del Gobierno ha retrasado la llegada del material sanitario básico que necesitan los profesionales para enfrentarse en primera línea al coronavirus. Mascarillas, guantes, equipos de protección individual (EPI) y geles desinfectantes podrían haber estado desde hace una semana y en cantidades importantes en los centros sanitarios si el Ejecutivo de Pedro Sánchez hubiera tomado decisiones diferentes desde el 9 de marzo, el día en que el país comenzó a concienciarse de que el coronavirus era un asunto realmente serio.

La equivocación más importante y más dañina ocurrió el 10 de marzo, cuando el Gobierno aprobó un real decreto para centralizar la compra de bienes sanitarios. Lo que a primera vista parecía una decisión lógica (unificar los encargos para acceder a grandes cantidades más rápido y a mejor precio) ha sido en la práctica un desastre. Comunidades autónomas, hospitales y empresas privadas, que ya se habían movilizado buscando material, principalmente en el mercado chino, frenaron en seco sus pedidos, más todavía a partir del 14 de marzo, cuando el Ejecutivo incluyó en el decreto del estado de alarma la posibilidad de requisar todo el material sanitario que hubiera en España (en los últimos días, se han confiscado mascarillas, gafas y guantes en aduanas y empresas).

«Yo estaba en contacto con multitud de entidades españolas de todo tipo, incluyendo comunidades autónomas, para enviarles material sanitario, pero todo se paró a raíz del anuncio de que el Gobierno podía confiscar, porque empezó a haber dudas de que el material llegase a quien lo compraba», asegura un proveedor de accesorios con base en China. Y es que nadie quería adquirir un bien que luego se quedaría el Gobierno, y que lo repartiría sin pensar en quién lo había comprado. Además, en un principio, se confiaba en que el Ministerio de Sanidad abastecería a todos porque se daba por hecho que se movería con habilidad en los mercados internacionales para hacerse con los bienes sanitarios esenciales.

Pero eso tampoco sucedió. Empresarios acostumbrados a exportar desde China a España coinciden en señalar que el Ejecutivo ha pecado de «bisoñez» y de «lentitud», y eso «siendo benévolos». «No han sabido qué tecla tocar y con quién contactar», asegura una fuente que se dedica a gestionar la fabricación, el diseño y el desarrollo de productos que acaban en España. «Aquí somos unos 300 españoles y la mayoría nos dedicamos a lo mismo, llevar productos a España. Si a mí el lunes me hubieran pedido 10 millones de mascarillas, el viernes las habrían tenido en Madrid. Hay muchas formas de conseguir el material, hay centenares de fábricas que pueden hacerlo, incluso el Gobierno español puede alquilar una factoría durante un tiempo para producir lo que quiera», cuenta este ingeniero, que recuerda haber recibido un pedido de 20 millones de mascarillas procedente de Corea del Sur.

«Si un lunes me piden 10 millones de mascarillas, el viernes están en Madrid», dice un ingeniero que trabaja en China
«Si hubiera llegado el mismo pedido de España, le habría dado máxima prioridad, lo habría puesto por delante de cualquier otro. Pero no me ha llegado», asevera. «He visto salir grandes 'stocks' hacia otros países, pero nunca hacia España», lamenta este profesional, que pone un ejemplo de buen funcionamiento, Inditex: «Ellos tienen sus 'partners' aquí y son los mejores en mover un producto de un lado a otro del mundo. Pero el Gobierno tiene otros resortes que podría utilizar, como su buena relación con el Gobierno chino». Pese a todo, otro español, Ángel Díaz Bárcena, gerente de la empresa Serendipia Design, que tiene su sede operativa en Shenzhen, una ciudad de 12 millones de habitantes situada a 27 kilómetros al norte de Hong Kong, pide aprender de los errores y mirar hacia delante: «Todavía estamos a tiempo de que contacten con nosotros instituciones que necesiten material, hay formas de encontrar mecanismos».

«Se podrían haber hecho las cosas de otra manera», se entristece una persona con casi tres décadas de experiencia en la relación entre los dos países, y con contactos de alto nivel, que apela a la gran relación entre ambos gobiernos para haber intentado tomar decisiones más audaces. «El Rey, que agradeció al dueño de Alibaba que enviara 500.000 mascarillas, ya ha demostrado que el trato personal es muy importante. Por ejemplo, si hubieran hecho una gran compra, España podía fletar aviones de Iberia que transportaran el material y Xi Jinping no habría puesto ningún impedimento para que aterrizaran en Pekín. No se hizo».

Sostiene esta fuente que, ante la crisis sanitaria, «el Gobierno central tenía que haber dejado trabajar a las comunidades autónomas, que ya habían adelantado los encargos». Sin poder dar más detalles para preservar su anonimato, cuenta que hace solo una semana pudo haber accedido a un gran número de bienes sanitarios muy preciados en estos momentos y lo hizo público a través de sus redes sociales, pero nadie se interesó y ahora se encuentra con que países como Alemania o Italia ya están por delante de España. «Aun así, todavía ahora puedo mover un millón de mascarillas en cinco minutos, o centenares de EPI, que ahora valen en las fábricas entre 8 y 30 euros. Pero tiene que haber voluntad», subraya esta fuente, que también fue 'víctima' del tercer error grave que se le puede achacar al Gobierno en esta crisis: «Unas amigas chinas me enviaron cien mascarillas en una maleta. En la aduana de Barajas me las requisaron. Eso fue una salvajada».


Problemas en Barajas


El 90% del material sanitario que está llegando a España lo hace a través de los aviones, principalmente por Barajas, y la gestión del servicio aduanero del aeropuerto madrileño está siendo muy cuestionada. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acusó el jueves al Gobierno de bloquear en Barajas el material médico que había comprado su región. «Necesitamos 14 millones de mascarillas y no ha llegado ni una, absolutamente nada para los hospitales; estamos trabajando ya a mínimos», clamó. Sólo el hospital de La Paz de Madrid necesita 30.000 mascarillas diarias. Otros Gobiernos autonómicos denunciaron lo mismo.

Un médico denuncia que «se está haciendo acopio de material, pero no está llegando a los profesionales»


El ministro de Sanidad negó la acusación, pero fuentes del Servicio de Vigilancia Aduanera reconocen que entre el lunes y el miércoles muchos bienes sanitarios que habían sido comprados previamente por las comunidades autónomas permanecieron en el aeropuerto confiscados. «Hubo problemas con los cargamentos, no salieron a su destino», admiten, aunque el gran drama fue otro: multitud de envíos con mascarillas, batas y más productos que estaba previsto que llegaran a partir del lunes 16 habían sido cancelados y ni siquiera habían salido de China, después de que las comunidades los hubieran anulado. Cuando el día 19 el ministro Salvador Illa rectificó y dijo que las regiones y otros agentes sanitarios podían comprar material «si así lo estimaban oportuno», ya era demasiado tarde: con contadas excepciones, como la de Andalucía, que tomó la iniciativa y compró 2,4 millones de mascarillas en China, todas las adquisiciones previas estaban abortadas. Para las fábricas chinas, eso no fue un problema. Vendieron el material a Bélgica y Holanda, sobre todo, y cuando las comunidades lo volvieron a reclamar, les mandaron a la casilla de salida: tenían que hablar otra vez con las fábricas del país asiático. Ayer, el Ministerio de Sanidad repartió 1,6 millones de mascarillas entre las comunidades.



La mitad de los hospitalizados por coronavirus tiene más de 70 años pero pocos llegan a la UCI
La mitad de los hospitalizados por coronavirus tiene más de 70 años pero pocos llegan a la UCI
DOMÉNICO CHIAPPE


Mientras todo lo anterior ocurre, los profesionales sanitarios se baten en el frente contra el coronavirus sin los medios de protección esenciales. Según los datos del ministerio, ayer había 3.475 sanitarios contagiados, el 12% de los positivos en España. «La limitación de los productos sanitarios obliga al Gobierno a una total transparencia a la hora de explicar cómo se está haciendo el reparto y a informar de dónde está el material requisado y donado», cuenta un médico.

Este especialista ve cómo sus colegas entran a tratar a los pacientes con equipos insuficientes. «Creemos que se está haciendo acopio de material, pero no se está distribuyendo ni llegando a los profesionales. Y a las empresas a las que se les había requisado o habían donado mascarillas y guantes para sus empleados no se les está dando retorno de qué han hecho con ese material», subraya este doctor, que reclama a los políticos transparencia y coherencia en la información: «Como ejemplo, no es de recibo ver que ellos anuncian que han dado positivo en la prueba estando asintomáticos mientras nosotros mandamos a casa a los pacientes sin poder hacérsela siguiendo sus protocolos».


Ayuso, a Sánchez: «¿Me asegura que no bloqueará el avión?»


La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, adelantó ayer que el Gobierno regional ha contratado un avión cargado con material sanitario que partirá desde China, con destino a la capital en ayuda de los hospitales madrileños para afrontar las «carencias» por la crisis del coronavirus. «¿Puede asegurarme que no bloqueará el pedido con material de la Comunidad de Madrid preparado en Shanghái?», preguntó Díaz Ayuso al presidente del Gobierno, Pedro Sánche
z.


 
En China y en lo que no es China. En Europa también hemos tenido enfermedades causadas por el consumo de animales.

No creo que ninguno hayamos vivido nada como esto...
Las peores epidemias de la era moderna han venido de China.
Lo que hacen en los llamados "mercados húmedos"...son aberraciones que en ningún país de Europa se puede ver porque no está permitido,al menos, en la Europa occidental,en la otra no tengo ni idea porque no viven de forma tan civilizada y democrática...
Pero si,se debe controlar
todas las prácticas alimenticias que puedan suponer un peligro para la salud,aunque no sea de este nivel.
 
Trabajadores en primera línea contra la pandemia


Celadoras, limpiadoras y cajeras siguen trabajando día a día para prestar unos servicios mínimos en tiempos de confinamiento por el virus



Gonzalo Sánchez | València 23.03.2020 | 04:15
Trabajadores en primera línea contra la pandemia

Trabajadores en primera línea contra la pandemia
Su trabajo no tiene la épica del bombero, el respeto del policía ni la buena consideración del doctor. Son los trabajadores que pasan bajo el radar en nuestro día a día. Incluso a veces pecamos de mirarlos por encima del hombro. Casi nunca reciben halagos por hacer su trabajo, mas bien todo lo contrario. Pero aunque no nos demos cuenta, ahí están, siempre al pie del cañón. Porque son necesarios. El confinamiento de gran parte de la sociedad debido al coronavirus ha servido para sacar a relucir a todas aquellas personas que aguantan el suelo que pisamos. Limpiadoras, celadores, o cajeras, siguen doblando la espalda día a día, sin descanso, a veces sin parar a comer o con jornadas de doce horas, para que nosotros podamos estar tranquilos en casa, y con un buen cargamento de papel del culo.
Así lo asegura Rosi Briones, una de las limpiadoras del Hospital de la Fe encargada de desinfectar las habitaciones de los positivos por coronavirus. «Cuando sale el médico entro yo a limpiar. Y hasta que no acabo no puede entrar otro paciente para que le curen».



A las seis y media de la mañana ya está en el hospital; se informa de los positivos, se calza su Equipo de Protección Individual (guantes, mono, mascarilla, gafas) y acompañada de algunos trapos y desinfectante entra a trabajar, literalmente, en contacto con el virus. Según asegura, el estrés es muy alto, al igual que la concentración cada vez que se coloca el traje, pendiente de no saltarse ninguno de los pasos y acabar contagiada. Cuenta que tanto ella como sus compañeras están muy concienciadas, y que algunos pacientes de coronavirus le dan las gracias. «Es satisfactorio porque hay muchos trabajadores en el hospital que no son sanitarios pero que son igual de relevantes. En esta emergencia nos necesitamos todos. Es emocionante que reconozcan nuestro trabajo porque no suele suceder muy a menudo», se congratula.
Los aplausos como combustible
Otro caso de trabajadora cuya labor es fundamental es el de Emilia, celadora del Hospital General. Se dedica a trasladar pacientes de un lado a otro, una tarea dura, sobre todo a sus casi 60 años. «Al cabo del día doy más de 30.000 pasos, es una labor poco valorada y es difícil. Además, con los trajes que llevamos se suda un montón y se empañan las gafas», reconoce.
Otro caso similar es el de Jesús Marín, también celador en el mismo hospital, con una jornada laboral de doce horas. También cuenta que supera ampliamente los 30.000 pasos al día. Unos dieciocho kilómetros andando. Según comenta, el mayor reto estos días está siendo a nivel mental. «El trabajo ya estamos acostumbrados a hacerlo, también en casos de epidemias. Pero nos influye mucho más a nivel psicológico porque no sabemos quién puede tener el virus y quién no. El día a día se vive con esa psicosis».
Rafael Llopis, también celador, asegura que los aplausos desde los balcones que espontáneamente ha organizado la ciudadanía cada día a las ocho de la tarde actúan como combustible para ellos: «Es algo que llena. Nosotros, en general, vemos que la gente se está concienciando y esto es un impulso muy grande para los momentos en los que estamos cansados o enfadados. Porque esto es normal en situaciones de crisis. Estamos haciendo un trabajo duro y no se coge igual sin ese reconocimiento».


En la línea de cajas


M. T (que no quiere dar su nombre por temor a represalias de la empresa) es cajera. Pero estos días también está siendo psicóloga y trabajadora al 200 %. «El viernes pasado fue una locura. La cola daba la vuelta al super por dentro. Las cajeras no pudimos hacer nuestra pausa para merendar hasta las nueve y muchas estaban mareadas porque no habían comido», apunta. Además, según señala, está viendo de primera mano los efectos del coronavirus más allá de la emergencia sanitaria, los que vendrán cuando todo pase. «Hay clientes que se ponen a llorar por el ambiente que se respira, por dónde estamos llegando, y nosotras somos las que estamos en primera línea. Gente que se está quedando sin trabajo, que ves como están totalmente derrumbados. Y aún así tenemos que hacer frente a nuestra jornada, intentar hacerlo lo mejor posible, y tratar al cliente con más cuidado, y con empatía», explica.
Ana Sanz, trabajadora de almacén en Carrefour, es otro ejemplo de pieza fundamental. Porque entra a trabajar cada día a las cinco y media de la mañana para descargar los suministros de los camiones. Pasa así toda la mañana. Pero el trabajo duro no parece corresponderse con medidas sanitarias adecuadas por parte de la empresa. Según señala, las trabajadoras de distribución llevan casi una semana con la misma mascarilla de papel de un solo uso. En la línea de caja, según señala M.T., «tienes que pedir permiso para todo. Estos días no puedes ni ir al baño, tienes que solicitarlo y con suerte en media hora o cuarenta y cinco minutos te dejarán ir».
Pese a todo, Sanz asegura que lo peor de esta situación es el miedo al contagio, sobre todo en un empleo como el suyo, donde les es imposible no saltarse las medidas de seguridad. «Intentamos al máximo que el cliente no se acerque, pero en nuestro trabajo es inevitable que a veces no se pueda guardar la distancia del metro que se tiene que guardar porque tenemos que controlar el carro», explica.
Aunque aseguran estar muy concienciadas con esta situación de crisis, señalan que su situación laboral es límite y reclaman medidas sanitarias y laborales para protegerse de esta epidemia. «No somos máquinas, tenemos necesidades. Igual que teníamos necesidades para salir a merendar o ir al aseo. No nos podéis tener en cajas sin salir al aseo y sin ir a comer, incluso estando mareadas. Somos personas aunque haya mucho trabajo que no entendemos. Nos hemos quedado incondicionalmente después del trabajo, y hemos ido antes de nuestro horario, porque somos un equipo y nos ayudamos entre nosotras, y entendemos que todas nos necesitábamos. Incondicionalmente lo hemos hecho. Ahora queremos que se nos tenga en cuenta», reivindica M.T.


 
PANDILLA DE INEPTOS, GESTIÓN NEFASTA , TODO LES QUEDA GRANDE , MEDIDAS INSUFICIENTES , mientras muchos ciudadanos jugándose el tipo todos los días.

PEOR IMPOSIBLE !





Un enfermero se prepara para la llegada de los pacientes en el hospital temporal de Ifema en Madrid./REUTERS




Un enfermero se prepara para la llegada de los pacientes en el hospital temporal de Ifema en Madrid. / REUTERS




La decisión del Gobierno de centralizar la compra RETRASA UNA SEMANA
la llegada de material



MELCHOR SÁIZ-PARDO y ÁLVARO SOTO8

La confiscación en las aduanas y la lentitud del Ejecutivo en los mercados vendedores dejan sin equipos a los profesionales.


MELCHOR SÁIZ-PARDO y ÁLVARO SOTOMadridLunes, 23 marzo 2020, 00:34


Una cadena de errores del Gobierno ha retrasado la llegada del material sanitario básico que necesitan los profesionales para enfrentarse en primera línea al coronavirus. Mascarillas, guantes, equipos de protección individual (EPI) y geles desinfectantes podrían haber estado desde hace una semana y en cantidades importantes en los centros sanitarios si el Ejecutivo de Pedro Sánchez hubiera tomado decisiones diferentes desde el 9 de marzo, el día en que el país comenzó a concienciarse de que el coronavirus era un asunto realmente serio.

La equivocación más importante y más dañina ocurrió el 10 de marzo, cuando el Gobierno aprobó un real decreto para centralizar la compra de bienes sanitarios. Lo que a primera vista parecía una decisión lógica (unificar los encargos para acceder a grandes cantidades más rápido y a mejor precio) ha sido en la práctica un desastre. Comunidades autónomas, hospitales y empresas privadas, que ya se habían movilizado buscando material, principalmente en el mercado chino, frenaron en seco sus pedidos, más todavía a partir del 14 de marzo, cuando el Ejecutivo incluyó en el decreto del estado de alarma la posibilidad de requisar todo el material sanitario que hubiera en España (en los últimos días, se han confiscado mascarillas, gafas y guantes en aduanas y empresas).

«Yo estaba en contacto con multitud de entidades españolas de todo tipo, incluyendo comunidades autónomas, para enviarles material sanitario, pero todo se paró a raíz del anuncio de que el Gobierno podía confiscar, porque empezó a haber dudas de que el material llegase a quien lo compraba», asegura un proveedor de accesorios con base en China. Y es que nadie quería adquirir un bien que luego se quedaría el Gobierno, y que lo repartiría sin pensar en quién lo había comprado. Además, en un principio, se confiaba en que el Ministerio de Sanidad abastecería a todos porque se daba por hecho que se movería con habilidad en los mercados internacionales para hacerse con los bienes sanitarios esenciales.

Pero eso tampoco sucedió. Empresarios acostumbrados a exportar desde China a España coinciden en señalar que el Ejecutivo ha pecado de «bisoñez» y de «lentitud», y eso «siendo benévolos». «No han sabido qué tecla tocar y con quién contactar», asegura una fuente que se dedica a gestionar la fabricación, el diseño y el desarrollo de productos que acaban en España. «Aquí somos unos 300 españoles y la mayoría nos dedicamos a lo mismo, llevar productos a España. Si a mí el lunes me hubieran pedido 10 millones de mascarillas, el viernes las habrían tenido en Madrid. Hay muchas formas de conseguir el material, hay centenares de fábricas que pueden hacerlo, incluso el Gobierno español puede alquilar una factoría durante un tiempo para producir lo que quiera», cuenta este ingeniero, que recuerda haber recibido un pedido de 20 millones de mascarillas procedente de Corea del Sur.

«Si un lunes me piden 10 millones de mascarillas, el viernes están en Madrid», dice un ingeniero que trabaja en China
«Si hubiera llegado el mismo pedido de España, le habría dado máxima prioridad, lo habría puesto por delante de cualquier otro. Pero no me ha llegado», asevera. «He visto salir grandes 'stocks' hacia otros países, pero nunca hacia España», lamenta este profesional, que pone un ejemplo de buen funcionamiento, Inditex: «Ellos tienen sus 'partners' aquí y son los mejores en mover un producto de un lado a otro del mundo. Pero el Gobierno tiene otros resortes que podría utilizar, como su buena relación con el Gobierno chino». Pese a todo, otro español, Ángel Díaz Bárcena, gerente de la empresa Serendipia Design, que tiene su sede operativa en Shenzhen, una ciudad de 12 millones de habitantes situada a 27 kilómetros al norte de Hong Kong, pide aprender de los errores y mirar hacia delante: «Todavía estamos a tiempo de que contacten con nosotros instituciones que necesiten material, hay formas de encontrar mecanismos».

«Se podrían haber hecho las cosas de otra manera», se entristece una persona con casi tres décadas de experiencia en la relación entre los dos países, y con contactos de alto nivel, que apela a la gran relación entre ambos gobiernos para haber intentado tomar decisiones más audaces. «El Rey, que agradeció al dueño de Alibaba que enviara 500.000 mascarillas, ya ha demostrado que el trato personal es muy importante. Por ejemplo, si hubieran hecho una gran compra, España podía fletar aviones de Iberia que transportaran el material y Xi Jinping no habría puesto ningún impedimento para que aterrizaran en Pekín. No se hizo».

Sostiene esta fuente que, ante la crisis sanitaria, «el Gobierno central tenía que haber dejado trabajar a las comunidades autónomas, que ya habían adelantado los encargos». Sin poder dar más detalles para preservar su anonimato, cuenta que hace solo una semana pudo haber accedido a un gran número de bienes sanitarios muy preciados en estos momentos y lo hizo público a través de sus redes sociales, pero nadie se interesó y ahora se encuentra con que países como Alemania o Italia ya están por delante de España. «Aun así, todavía ahora puedo mover un millón de mascarillas en cinco minutos, o centenares de EPI, que ahora valen en las fábricas entre 8 y 30 euros. Pero tiene que haber voluntad», subraya esta fuente, que también fue 'víctima' del tercer error grave que se le puede achacar al Gobierno en esta crisis: «Unas amigas chinas me enviaron cien mascarillas en una maleta. En la aduana de Barajas me las requisaron. Eso fue una salvajada».


Problemas en Barajas


El 90% del material sanitario que está llegando a España lo hace a través de los aviones, principalmente por Barajas, y la gestión del servicio aduanero del aeropuerto madrileño está siendo muy cuestionada. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acusó el jueves al Gobierno de bloquear en Barajas el material médico que había comprado su región. «Necesitamos 14 millones de mascarillas y no ha llegado ni una, absolutamente nada para los hospitales; estamos trabajando ya a mínimos», clamó. Sólo el hospital de La Paz de Madrid necesita 30.000 mascarillas diarias. Otros Gobiernos autonómicos denunciaron lo mismo.

Un médico denuncia que «se está haciendo acopio de material, pero no está llegando a los profesionales»


El ministro de Sanidad negó la acusación, pero fuentes del Servicio de Vigilancia Aduanera reconocen que entre el lunes y el miércoles muchos bienes sanitarios que habían sido comprados previamente por las comunidades autónomas permanecieron en el aeropuerto confiscados. «Hubo problemas con los cargamentos, no salieron a su destino», admiten, aunque el gran drama fue otro: multitud de envíos con mascarillas, batas y más productos que estaba previsto que llegaran a partir del lunes 16 habían sido cancelados y ni siquiera habían salido de China, después de que las comunidades los hubieran anulado. Cuando el día 19 el ministro Salvador Illa rectificó y dijo que las regiones y otros agentes sanitarios podían comprar material «si así lo estimaban oportuno», ya era demasiado tarde: con contadas excepciones, como la de Andalucía, que tomó la iniciativa y compró 2,4 millones de mascarillas en China, todas las adquisiciones previas estaban abortadas. Para las fábricas chinas, eso no fue un problema. Vendieron el material a Bélgica y Holanda, sobre todo, y cuando las comunidades lo volvieron a reclamar, les mandaron a la casilla de salida: tenían que hablar otra vez con las fábricas del país asiático. Ayer, el Ministerio de Sanidad repartió 1,6 millones de mascarillas entre las comunidades.



La mitad de los hospitalizados por coronavirus tiene más de 70 años pero pocos llegan a la UCI
La mitad de los hospitalizados por coronavirus tiene más de 70 años pero pocos llegan a la UCI
DOMÉNICO CHIAPPE


Mientras todo lo anterior ocurre, los profesionales sanitarios se baten en el frente contra el coronavirus sin los medios de protección esenciales. Según los datos del ministerio, ayer había 3.475 sanitarios contagiados, el 12% de los positivos en España. «La limitación de los productos sanitarios obliga al Gobierno a una total transparencia a la hora de explicar cómo se está haciendo el reparto y a informar de dónde está el material requisado y donado», cuenta un médico.

Este especialista ve cómo sus colegas entran a tratar a los pacientes con equipos insuficientes. «Creemos que se está haciendo acopio de material, pero no se está distribuyendo ni llegando a los profesionales. Y a las empresas a las que se les había requisado o habían donado mascarillas y guantes para sus empleados no se les está dando retorno de qué han hecho con ese material», subraya este doctor, que reclama a los políticos transparencia y coherencia en la información: «Como ejemplo, no es de recibo ver que ellos anuncian que han dado positivo en la prueba estando asintomáticos mientras nosotros mandamos a casa a los pacientes sin poder hacérsela siguiendo sus protocolos».


Ayuso, a Sánchez: «¿Me asegura que no bloqueará el avión?»


La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, adelantó ayer que el Gobierno regional ha contratado un avión cargado con material sanitario que partirá desde China, con destino a la capital en ayuda de los hospitales madrileños para afrontar las «carencias» por la crisis del coronavirus. «¿Puede asegurarme que no bloqueará el pedido con material de la Comunidad de Madrid preparado en Shanghái?», preguntó Díaz Ayuso al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.


A Galicia no ha mandado NADA el muy hijo de put*! NADA!
Está el SERGAS aguantando con mascarillas que tenían, pero no les queda más que para un día.
Dice que mandó 117.000 mascarillas y desde la alerta, o sea cuando el memo este decidió centralizar las compras, han llegado sólo 27.000. Cada día en Galicia se usa el triple de esa cifra. Ya casi no quedan test. No ha mandado.
De verdad, es que me está dando una rabía terrible esto, y supongo que el resto de comunidades estarán igual de desatendidas, pero es que de verdad, parece que somos el último mono siempre.
Está la gente trabajando en unas condiciones de presión de la ostia y encima sin medios. De verdad, qué ganas de llorar. Es que tengo una rabia que no veas. Qué vergüenza, qué vergüenza...
 
4 págs de entrevista al virólogo que está guiando a Alemania, Christian Drosten...
no digáis que no tenéis tiempo... :p

Ver el archivo adjunto 1372087



Este es el virólogo de la Charité al que me he referido en muchas ocasiones. Lo he escuchado en varias ocasiones pues ha sido el encargado oficioso de informar en Alemania.
Además está el Robert-Koch-Institut. Su página también está en inglés.
Para mí han sido los dos referentes para informarme, aconsejada por un conocido médico.
 
Aún por encima, el muy hijop*ta no da la información de estadística que tienen, y están a ciegas y sin un modelo.

Edito, que estoy tan cabreada que ya no se ni en que escribo. Que es una desgracia de tío, que parece que lo hace adrede, que ya no se que pensar y que me cago en!

Otra petición de las comunidades al Gobierno central es que se comparta información. Galicia ha reclamado al presidente Sánchez que facilite los datos científicos de las curvas de previsión de afección que tendrán las comunidades para poder hacer planificaciones fiables de utilización de material y la disposición de camas uci en función del cálculo de aquejados que pueda haber: «No he obtenido respuesta, entiendo que ninguna comunidad la tuvo. Al menos contrastada por parte de los científicos. Por eso hemos encargado a profesionales y al Sergas que marquen la curva epidemiológica de Galicia, y cuando la tengamos, la haremos pública».

 
También en el interior del Gobierno lo peor está por llegar


Publicado el 23 de marzo de 2020 - 00: 04

Victoria Prego



Victoria Pregovictoria.prego@elindependiente.com@VictoriaPrego

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el líder de Podemos, Pablo Iglesias EFE

La crisis total que está produciendo en nuestro país la lucha contra el coronavirus nos trae aparejada y de rondón una batalla interna en el seno del Consejo de Ministros que se está librando por parte de Pablo Iglesias y que tiene ribetes de lamentable y vergonzoso ridículo en la medida en que el líder de Podemos no soporta no formar parte del núcleo del mismísimo cogollo formado por los cuatro ministros que se ha responsabilizado de coordinar y de centralizar todas las acciones que se adopten contra esta pandemia que nos está costando muchas vidas y que nos va a costar aún muchas más.

Ese afán de estar en la primera fila de lo que él entiende como una exhibición de poder personal, sin darse cuenta, por pura soberbia y su irredento y ciego afán de protagonismo, de que esa exposición pública les puede costar a todos los ministros y a su presidente -y seguramente les costará- pagar el muy alto precio que le van a pasar al cobro los españoles en cuanto la amenaza haya quedado atrás. Ese afán de Iglesias está dando pie a novedades tan risibles y al mismo tiempo tan inaceptables como su aparición el jueves pasado.

Ese día tuvo que aparecer el ministro de Sanidad, Salvador Illa, para explicarnos que había decidido transferir al vicepresidente segundo la coordinación de todo lo relacionado con los asuntos sociales. La comparecencia de Illa en ese momento no tuvo más finalidad que la de presentar en sociedad a Pablo Iglesias, que por fin, y después de haber sido el responsable de la prolongación de las siete interminables horas del Consejo de Ministros del martes anterior, una buena parte de la cuales se destinó a resolver la presión del señor Iglesias para que él mismo o alguno de los suyos se metiera en el sanedrín de la crisis, podía asomar la gaita en el atril de los «elegidos».

Pablo Iglesias nos colocó un mitin propio de una campaña electoral y no una información de pura gestión de su departamento
Pero cometió el primer gran error cuando, con una ignorancia fruto de su falta de experiencia y de su afán por destacar, nos colocó un mitin propio de una campaña electoral y no una información de pura gestión de su departamento, que era lo que correspondía en esas circunstancias. Nos colocó su ideología y sus apelaciones demagógicas a cómo había que enfrentar esta crisis y nos describió el modelo económico que se tendría que imponer necesariamente cuando hubiéramos conseguido salir de ella. Y lo hizo sin el menor ápice de duda, lo cual estuvo totalmente fuera de lugar.

Una cosa impresentable pero que dio la medida de su visión del problema. Es evidente que lo considera una oportunidad para imponer su modelo de sociedad a la menor oportunidad que se le presente. En esa comparecencia demostró no solo no haber entendido la dimensión de la amenaza sino tampoco el papel que se espera que cumplan quienes tienen la responsabilidad de hacerle frente y vencerla.

A todo eso el señor Iglesias añadió una inadmisible excusa de defensa de la libertad de expresión para no condenar sino, al contrario, amparar la cacerolada que su propio partido había convocado para la hora en que el Rey se dirigía a la nación para alentarla a resistir el ataque del coronavirus. Eso sin contar el pésimo ejemplo que ha dado al quebrantar, por dos veces públicamente y otras dos veces en reuniones ministeriales reducidas , la cuarentena a la que estaba obligado desde el momento en que su pareja está diagnosticada como infectada por el virus.

El presidente es imprescindible porque sobre él recae toda la responsabilidad de las decisiones pero el señor Iglesias resulta prescindible
Se dirá en su descargo que ésa es también la circunstancia en que está el presidente del Gobierno. Es verdad, pero hay una gran diferencia entre él y Pedro Sánchez y es que la presencia del presidente es imprescindible porque sobre él recae toda la responsabilidad de las decisiones que se adopten en el equipo de gestión de la crisis y el señor Iglesias resulta prescindible, tanto que en un primer momento ni siquiera se contó con él y solo ha aparecido públicamente tras el atril de los responsables por sus presiones para hacerse presente ante el público.

De todo esto se sigue que existe una clara diferencia en las estrategias de cada uno de los partidos políticos que componen este Gobierno de coalición. Diferencia que sería explicable en las vísperas de una convocatoria electoral pero que resulta insólita y extremadamente preocupante a apenas tres meses de haberse constituido el equipo gubernamental.

Eso significa que, presionados por su falta de visibilidad en estas circunstancias, los ministros de Podemos van a intentar desmarcarse de todas las decisiones difíciles y electoralmente perjudiciales para el partido que este Gobierno se va a ver obligado a tomar en los próximos meses, sino años. En una palabra, que van a intentar hacer la guerra por su lado en cuanto comprueben que nos les sale a cuenta electoral asumir según qué aspectos amargos de la tarea de gobernar. Y de ésos va a haber muchos de ahora en adelante.

Es mucha la distancia ideológica que separa el Partido Socialista, incluso al Partido Socialista de Pedro Sánchez, del viejo partido comunista y no digamos ya del leninismo en el que se ha formado Pablo Iglesias y que compone las bases de su identidad política. El pacto firmado a todo correr dos días después de las elecciones entre el líder del PSOE y el de Unidas Podemos fue un pacto de estricta conveniencia coyuntural dictado por el resultado electoral. La pérdida de votos y de escaños del PSOE empujaba a Sánchez a abrazarse a un socio tan necesitado como él.

La necesidad, y no la de la proximidad ideológica, fue la razón de un pacto al que ya se le están abriendo las costuras
Y ese socio era, en su opinión que yo considero profundamente equivocada, otro gran castigado en escaños y en votos de las elecciones. Un Pablo Iglesias que en ese abrazo de perdedores vio la oportunidad de alcanzar el sueño de su vida política: llegar a formar parte del gobierno de España. Ésa, la de la necesidad y no la de la proximidad ideológica, fue la razón de un pacto al que ya se le están abriendo las costuras, y eso que no hemos hecho más que empezar a recorrer el camino de las desgracias no sólo en lo que se refiere a las víctimas mortales sino a las víctimas laborales y económicas, un recuento que está todavía por venir.

En esa batalla, de la que el Gobierno -éste o cualquier otro que se hubiera tenido que enfrentar a una crisis de semejante envergadura- no puede salir más que dañado, el señor Pablo Iglesias va a intentar hacer política por su cuenta. En un principio por un procedimiento al que su partido es extraordinariamente aficionado y que ha practicado insistentemente estos días: el de filtrar a los medios de comunicación las propuestas que hacen los ministros de su partido y el de apropiarse de otras que han sido aprobadas en el Consejo y que ellos dicen haber «arrancado» a los ministros socialistas.

Eso es algo que está irritando enormemente a éstos y que ha producido ya un distanciamiento y una desconfianza que se inició cuando se produjo el debate en torno a la ley de libertad sexual que los de Podemos se empeñaron en que fuera aprobada antes del 8-M a pesar de que carecía del mínimo rigor técnico exigible en un proyecto de ley salido de la mesa del Consejo de Ministros. Distanciamiento y desconfianza que se ha acrecentado con motivo de la crisis del coronavirus y el modo en que la parte podemita ha utilizado a los medios de comunicación para poner en valor, frente al resto del Gobierno, sus iniciativas tanto si eran ciertas como si las filtraban «adornadas».

Pero más adelante, cuando la crisis del virus haya pasado y quede el desolador paisaje después de la batalla a la vista del público, los reproches y las acusaciones a este Gobierno por haber reaccionado tarde y mal a la amenaza -y ahí va a entrar de lleno la irresponsabilidad de haber alentado, consciente de que el riesgo ya existía en España, las concentraciones en toda España de cientos de miles de personas en el Día Internacional de la Mujer- cuando los reproceas y las acusaciones cerquen a este Gobierno, los de Pablo Iglesias intentarán desmarcarse de las críticas a base de exhibir públicamente sus propuestas de medidas que tendrán, inevitablemente, el sello del populismo más crudo pero que serán compradas por una parte de la población, sobre todo por la más golpeada.

De modo que no se puede augurar a esta coalición, consumada aprisa y corriendo, un futuro tranquilizador para los intereses y las necesidades de los españoles. Y aquí hay que repetir lo que el presidente Sánchez nos dice una y otra vez respecto a la crisis que padecemos hoy. También en lo que respecta a la coordinación y a las diferencias fundamentales en el seno del Gobierno, cuando no en los enfrentamientos internos, lo peor está aún por llegar.

 
Francia envía enfermos graves a Alemania, Suiza y Luxemburgo
EFE - París
22/03/2020 - 20:50h
Francia envía enfermos graves a Alemania, Suiza y Luxemburgo

El director general de Sanidad, Jérôme Salomon. EFE
Francia ha registrado ya 16.018 casos confirmados de coronavirus y 674 muertos y ha decidido enviar a enfermos graves a Alemania, Suiza y Luxemburgo para descongestionar hospitales locales, informaron este domingo las autoridades francesas.
"La resistencia también es cuestión de solidaridad. Esta se organiza a nivel europeo e internacional. Agradezco calurosamente que Luxemburgo, Suiza y Alemania van a permitir en las próximas horas la acogida de varios enfermos graves que necesitan ayuda respiratoria", dijo el director general de Sanidad, Jérôme Salomon.


 
A menos de un metro, sin mascarillas y con casos de coronavirus: miles de teleoperadores siguen yendo cada día a trabajar
Los sindicatos denuncian la situación y piden el cierre inmediato de las instalaciones
Un callcenter de Madrid, la semana pasada.
Un callcenter de Madrid, la semana pasada.CEDIDA POR LOS TRABAJADORES
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MANUEL VIEJO
Madrid - 22 MAR 2020 - 21:23CET
Recuero Francos, de 52 años, lleva cinco años trabajando en Konecta, una de las compañías líderes en España en el sector de centros de telefonía de atención al cliente, conocidos popularmente como call center. Una industria que aglutina a más de 100.000 trabajadores en toda España. De ellos, casi la mitad trabajan en Madrid. El pasado lunes 15 de marzo, Francos acudió a su puesto de trabajo en el polígono de Alcobendas. Dice que estos días ha estado respondiendo a las dudas y preguntas de los miles de madrileños que han llamado al 900 102 112. El teléfono gratuito de información sobre el coronavirus que ha puesto a disposición de los ciudadanos la Comunidad de Madrid. El viernes 20 de marzo, cinco días después, no pisó las oficinas. Ahora está en casa, con 38,5 de fiebre, tos y una voz ronca y tomada. Ya ha recibido la visita de un médico: “No te podemos hacer la prueba, pero tienes todos los síntomas de coronavirus. Quédate en casa. No salgas. Los hospitales están saturados”.

Durante estos cinco días, este madrileño ha insistido a la empresa Konecta en que las condiciones laborales no eran las más apropiadas para seguir trabajando. “No tenemos guantes ni mascarillas, los auriculares que tenemos para atender las llamadas de los ciudadanos no son individuales. Los compartimos y los tenemos que limpiar nosotros mismos como podemos. Solo tenemos un bote de gel y otro de alcohol para todos”, cuenta. “Los coordinadores estamos expuestos todo el rato al coronavirus porque los trabajadores nos levantan la mano para pedir ayuda y tenemos que ir a socorrerles. Es lógico. La mayoría de los nuevos contratos desconoce cómo funciona el sistema operativo. ¿Por qué no podemos trabajar desde casa?”, se queja. Según el informe de Recursos Humanos al que ha tenido acceso EL PAÍS, la empresa cuenta con seis casos positivos de Covid-19 por toda España —cuatro de ellos en Madrid— y más de 58 empleados están en cuarentena.

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Ahora, tras la denuncia de varios trabajadores a los sindicatos y jefes, los directores de la empresa han optado por establecer una distancia de dos metros entre los trabajadores. Con una condición: en lugar de avisarles con antelación, todos los empleados acuden al centro de trabajo y allí se van ocupando los puestos por orden de llegada. “Hay gente que llega allí en metro y luego se vuelve a su casa porque ya no tiene sitio. Es un sinsentido”, dice. “Están exponiéndonos continuamente y les da exactamente igual”.




No es un caso aislado. Ocurre también el Grupo Unísono, otra empresa con más de 2.300 trabajadores en la capital. “El lunes 16 el centro estaba a pleno rendimiento”, cuenta Julio Fuentes, delegado sindical. “La distancia era inferior a un metro. ¿Hay teletrabajo? Sí, pero insuficiente. Los trabajadores siguen yendo. Un call center es un auténtico foco de infección. No paran de llamarnos trabajadores con dramas familiares”.
Emergia tiene a más de 1.500 trabajadores en el polígono de La Gavia. “Las únicas medidas que han tomado ha sido comprarnos botes de gel y toallitas”, cuenta la delegada sindical Gabriela Morata. “El personal va con miedo a trabajar. Hemos intentado que paralicen la actividad, pero no hacen caso. Más del 72% de la plantilla está yendo a trabajar. ¡No están haciendo nada!”.
“Se ha organizado muy mal el teletrabajo. Tuvimos una reunión el día antes de que cerraran los colegios y nos dijeron que contratáramos cuidadoras para los niños”, cuenta Ardiel Aguado, delegado sindical de la empresa Digitex, que tiene contratados a 700 trabajadores en una nave de la Avenida de Manoteras. “Tenemos a compañeros en cuarentena. No dejan irnos a casa porque hay clientes que no lo permiten, como las empresas subcontratadas de Movistar o La Caixa. No hay geles. No hay limpieza en la empresa. No podemos correr este riesgo”.
El Grupo GSS cuenta con más de 1.300 trabajadores en una nave de Vallecas. “A principios de la semana íbamos todos y ahora estaremos unos 400. Estamos pidiendo teletrabajo desde el 13 de marzo y aquí seguimos”, cuenta la delegada sindical Susana Viedma. El jueves les comunicaron seis casos confirmados de coronavirus. “¡Somos 600 en una sala y estamos a medio metro cada uno! Cualquiera puede estar infectado”. La empresa ha puesto un tablón blanco de porexpan para separar los ordenadores.
El jueves, varios agentes de la policía se presentaron en otro rincón de Madrid. La empresa Konecta cuenta en la calle de San Romualdo con otro bloque de edificios donde trabajan diariamente más de 1.000 trabajadores, en turnos de 30 horas a la semana, por un salario de 892 euros al mes. “El miércoles se dio la orden de cierre, pero el centro sigue abierto”, cuenta el delegado sindical Santiago Alonso. “Mis sindicalistas me llaman llorando todos los días. Hay gente que está mala y sigue yendo a trabajar. ¿Cómo puede ser?”.
Un trabajador de la empresa Konecta, que prefiere no decir su nombre por temor a represalias, cuenta que, cada día, siguen acudiendo cientos de empleados a trabajar. “La distancia de más de un metro entre nosotros se ha empezado a hacer desde el miércoles, pero no siempre se cumple. Hasta aquí venimos cientos de trabajadores a diario. No tenemos guantes ni mascarillas y comparten los cascos que usan para atender a los clientes. Solo tenemos gel y a veces ni eso”, relata. Su labor es contestar a los clientes del Banco Santander, Open Bank o Mutua Madrileña. ¿Siguen recibiendo llamadas de clientes bancarios durante estos días? “Sí, la gente se aburre en su casa. Nos llaman para tonterías. La mayoría quiere que le digamos el saldo que tienen en su cuenta. No tiene ningún sentido”.
Este periódico se ha puesto en contacto varias veces con la empresa Konecta, pero no ha recibido ningún tipo de respuesta. La Consejería de Empleo de la Comunidad de Madrid recibió un informe el pasado miércoles. La sucesión de los hechos fue la siguiente: el comité de empresa denunció la situación de los cientos y cientos de trabajadores de Konecta a la Inspección de Trabajo, que depende del Ministerio de Empleo. Los inspectores del ministerio se presentaron en las instalaciones y confirmaron los hechos: “Hay que suspender la actividad”, dijeron. Por eso, este jueves se presentaron allí varios agentes de la policía para suspender la actividad, sin éxito.
¿Qué sucedió? Fuentes de la consejería de Empleo dicen que, tras la declaración del Estado de alarma, debe ser el Ministerio de Sanidad quien ordene el cierre. “Si los trabajadores siguen yendo a trabajar, tienen que volver a denunciar porque ahora todo depende del Ministerio de Sanidad”. Mientras tanto, el coordinador de Konecta Recuero Francos sigue aislado en casa y con fiebre: “Hoy tengo entre 37,7 y 38,5”.


 
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