La España de Franco

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con tu permiso, o no ;), abro el articulo y lo cuelgo.
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Franco pronuncia un discurso durante la ceremonia de inauguración del Valle de los Caídos en 1959.
El saqueo de Franco (y los Franco)
La propaganda oficial cultivó el mito de un Generalísimo austero y alejado del dinero. La realidad es muy diferente. El dictador multiplicó su fortuna gracias a la victoria del bando nacional y a cuarenta años de operaciones financieras más bien turbias

  • JONATHAN MARTÍNEZ

29 MARZO, 2019
El 30 de agosto de 2017, 19 activistas del BNG franquearon los muros del pazo coruñés de Meirás, accedieron a la Torre da Quimera y desplegaron una pancarta en la que se podía leer “Franquismo nunca máis”. Un año más tarde, el juzgado de Betanzos los llamó a declarar. La Fundación Francisco Franco y la propia familia del dictador reclamaban 13 años de prisión por supuestos delitos de violación de morada con intimidación, atentado contra el honor, daños y odio. Lo cierto es que la ocupación del pazo y el proceso judicial pusieron en el centro del debate el dudoso patrimonio de los Franco. De hecho, aquella protesta sirvió para recordar que el Pazo de Meirás había sido adquirido en 1938 mediante recaudaciones forzosas y sustracciones de los salarios. En plena guerra civil, en un clima de represalia contra cualquier forma de disidencia, la Junta Provincial pro Pazo del Caudillo se paseó casa por casa en busca de “aportaciones voluntarias”.

Se cumplen 80 años del fin de la Guerra Civil y ninguno de los sucesivos gobiernos que han pasado por La Moncloa han sido capaces de poner en cuestión el origen de la fortuna de los Franco. El litigio de Meirás es un caso más dentro de una larga nómina de empresas y posesiones inmuebles que solo pudieron ser adquiridas mediante la extorsión y la fuerza. La Transición, que acaba de cumplir cuarenta años, no solo extendió un manto de impunidad sobre los crímenes franquistas. También blindó las fortunas de su clase dirigente. Mientras tanto, Chile ha emprendido un movimiento para recuperar el patrimonio expoliado durante el régimen militar. En junio de 2018, la Corte Suprema mandó decomisar bienes y propiedades de Augusto Pinochet por un valor de 1,6 millones de dólares. El escándalo estaba servido desde que en 2004 se conoció que el dictador había mantenido al menos 127 cuentas bancarias en el extranjero. Se calcula que el patrimonio oculto en el Banco Riggs ascendía a 27 millones de dólares.

El rápido enriquecimiento de Francisco Franco comienza con un salario que se fijó en 50.000 pesetas mensuales al finalizar la guerra y que fue ascendiendo con el paso de los años. Los últimos documentos revelan que en 1975 el dictador ingresaba 600.000 pesetas como Jefe de Estado y un sobresueldo de 154.710 pesetas como Capitán General y Generalísimo de los Ejércitos. Su nómina era unas veinte veces superior a la de un funcionario. En cualquier caso, Franco ya disponía de un generoso estipendio durante la Segunda República. En 1935, el joven oficial cobraba 2.430 pesetas mensuales como jefe del Estado Mayor Central del Ejército. El salario equivaldría a 5.262 euros de nuestros días. Sin embargo, la mayoría de las riquezas de la familia Franco no tienen que ver con ingresos regulares sino con apropiaciones, donaciones y maniobras que en un sistema democrático hubieran terminado en los tribunales.

Es difícil cuantificar el patrimonio de la familia Franco. El periodista Mariano Sánchez Soler, autor de Los Franco S.A., recuerda que las estimaciones rondan los 120 millones de euros. Sin embargo, otras hipótesis más atrevidas apuntan a 600 millones. Hablamos de un extensa red de fincas y sociedades mercantiles. Buena parte de sus ganancias tienen que ver con la explotación de su patrimonio inmobiliario. Fincas que fueron arrebatadas durante la dictadura terminaron adquiriendo con los años un valor disparatado. Gracias a la venta de sus propiedades, la familia ha ido disponiendo de liquidez cada vez que lo ha necesitado. El año pasado, los Franco sacaron al mercado el Pazo de Meirás por 8 millones de euros. En A Coruña aún mantienen en propiedad la Casa Cornide, un lujoso palacete que fue de titularidad pública y que pasó a las manos del Caudillo gracias a una red de corrupción urdida durante la dictadura. Así lo demuestran los investigadores Carlos Babío y Manuel Pérez Lorenzo en su obra Meirás. Un pazo. Un caudillo. Un expolio.

Poco después de que una inmobiliaria de lujo ofertara el Pazo de Meirás, la finca asturiana de La Piniella salió a la venta por cinco millones de euros. Aún es posible consultar en la web de Idealista el anuncio del palacete donde el dictador se retiraba a pescar salmones. Entre todas las operaciones especulativas protagonizadas por el clan Franco, hay una especialmente significativa. En 1951, el Caudillo adquirió por 13 millones de pesetas una finca de 9,8 millones de metros cuadrados en Arroyomolinos, Madrid. En julio de 2000, lo herederos firmaron un acuerdo con el alcalde del municipio, el popular Juan Verlarde, que permitió recalificar 3,3 millones de metros cuadrados para la construcción de 2.700 viviendas, un centro comercial y dos polígonos industriales. La maniobra podría haber reportado a la familia alrededor de 35 millones de euros. Para entonces, los Franco ya habían amortizado muchas otras propiedades. En 1988, por ejemplo, se embolsaron 320 millones de pesetas por el Palacio del Canto del Pico de Torrelodones, una finca que el conde de las Almenas había donado al dictador en 1937.

La propaganda oficial cultivó el mito de un Generalísimo austero y alejado del dinero. La realidad es muy diferente. Francisco Franco multiplicó su fortuna gracias a la victoria del bando nacional y a cuarenta años de operaciones financieras más bien turbias. En 1940, una vez acabada la guerra, el Caudillo ingresó 7,5 millones de pesetas por la venta de 600 toneladas de café donadas por el dictador brasileño Getúlio Vargas. El historiador Ángel Viñas, autor de La otra cara del Caudillo, entiende la operación como una maniobra de lucro privado a partir de un producto que había sido destinado a la población civil. La cantidad ingresada es elevadísima en una época de carestía como la posguerra, cuando el café era un valioso material de contrabando. En las cuentas de Franco aparece otro ingreso llamativo. Durante un tiempo indeterminado, la Compañía Telefónica Nacional entregó al Generalísimo un donativo mensual de 10.000 pesetas. El equivalente a unos 11.000 euros. La fortuna del tirano sumaba en 1940 una cifra equiparable a 400 millones de euros de nuestros días. Entre otras corruptelas, una porción de los donativos destinados al bando sublevado habían terminado en sus bolsillos.

El 29 de diciembre de 2017, moría en su casa del barrio de Salamanca de Madrid la hija única del dictador. Carmen Franco, viuda del marqués de Villaverde, dejaba siete hijos y veinticinco entradas en el Registro de la Propiedad. Hasta antes de morir, había sido la administradora única de Fiolasa, que por entonces contaba con un activo superior a los 20 millones de euros. Los siete nietos de Franco han sabido sacar partido de su ventaja. “He vivido toda mi vida sin trabajar”, decía en Telecinco Carmen Martínez-Bordiú. Francis Franco, por su parte, participa en una veintena de sociedades. Por ahí están otras empresas como Caspe, Promociones del Suroeste o Arroyo de La Moraleja. El año pasado, la sociedad Cauce fue condenada a pagar dos millones de euros Hacienda. También el año pasado se conoció que la mercantil Montecopel se había acogido a la amnistía fiscal de Montoro para regularizar 7,5 millones. En los órganos de dirección de Sargo Consulting se repiten hasta siete veces los apellidos Franco y Martínez Bordiú. Una por cada hermano. Existe un inmenso holding familiar que nació en el palacio de El Pardo y que engorda todavía hoy gracias a las rentas de una guerra ganada.

El pasado mes de febrero, la justicia avaló que la familia Franco siga reteniendo dos estatuas del Pórtico de Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Las dos figuras del Mestre Mateo habían desaparecido de la casa consistorial durante una visita del Generalísimo a la ciudad en 1954. A pesar del contratiempo, el Ayuntamiento de Santiago no quiere darse por vencido. La batalla continúa también en Meirás, donde el historiador Carlos Babío se expone a un juicio por calumnias contra los herederos del dictador. El expolio de la familia Franco sigue siendo, todavía hoy, una de las heridas mal cerradas de una Transición tejida a medida de los vencedores. Al margen del combate legal, han existido en los últimos años algunos hallazgos documentales que al menos ha permitido desmontar algunos mitos. Ni Franco fue un gobernante austero ni su familia se enriqueció de forma lícita.



 
que diferencia entre los descendientes de los golpistas, genocidas, asesinos y traidores de la patria españoles ( Franco y Cia) y los descendientes de los nazis, que también la liaron una bien gorda pero lo bien que han sabido manejar ese pasado tan oscuro de su historia.

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Peter Harf, portavoz de la empresa familiar de los Reimann.

MUNDO
La segunda familia más rica de Alemania dona 11 millones de euros tras conocer su pasado nazi
Los Reinmann ha descubierto la relación de la empresa familiar, JAB Holding Company, con el nazismo tras solicitar a un historiador que lo investigase.
27 marzo, 2019 09:56
Redacción | Agencias
Una de las familias más ricas de Alemania va a donar once millones de dólares (unos 9,7 millones de euros) a fines benéficos tras descubrir la intensidad de los lazos de sus antecesores con el régimen nazi, que emplearon reos como mano de obra forzada, informan este lunes medios alemanes.

https://www.elespanol.com/mundo/201...illones-euros-conocer-pasado/386461565_0.html
 
Una persona centrada en el pasado tiene muy mal pronóstico.

Un pueblo que se centra en el pasado bloquea sus posibilidades de futuro.

Un lider que propicia esos procesos claramente patológicos de fijación al pasado es un oportunista político, pero sus efectos perversos van mucho más allá transformándolo en un saboteador, un enemigo del pueblo, un bloqueador de las fuerzas de futuro.
¿Hablas de Casasdo o Abascal?
 
Nuestra historia presente tiene sus cimientos, en el pasado que nos ha construido hasta el día de hoy.No se puede olvidar nuestro pasado por que es un buen referente, para no cometer errores pasados.Olvidar algo tan importantes.como si no fuera importante nos obliga a repetir siempre los mismos tropiezos en las mismas piedras.La cultura viene de culturizarse,de un aprendizaje para evolucionar hacia un futuro siempre mejorando el presente,si esto no se tiene en cuenta siempre estaremos siglo tras siglo en el mismo sitio y en desventaja con la marcha y evolución del mundo.
No hay nada más terrible y retrogrado, que una guerra civil entre los ciudadanos,el odió que se inculca a través de poderes interesados.Es una torpeza que siempre pagamos con un coste excesivo e irrecuperable.Estamos llegando a rebosar la botella y que en cualquier momento empiece a rebosar.Estoy hasta las narices de estas dos Españas cainitas,que solo saben guerrear entre ellos dejando que los provocadores de todos aplaudan hasta con las orejas.
 
Urkullu asiste al acto organizado con ocasión del aniversario del Bombardeo de Durango en recuerdo de las víctimas


El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha participado este domingo en Durango en el acto organizado con ocasión del aniversario del Bombardeo de esta localidad vizcaína de 1937, que causó, un 31 de marzo como hoy, 336 muertos y cientos de heridos, y en el que se ha recordado a las víctimas de la Guerra Civil.

EUROPA PRESS - BILBAO
31/03/2019 - 14:43h
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Al mismo han acudido también la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui, la alcaldesa de Durango, Aitziber Idigoras, el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, así como dirigentes políticos de PNV y PSE, como Itxaso Atutxa o Idoia Mendia.

La conmemoración ha tenido lugar en el Parque Benita Uribarrena y ha consistido en una ofrenda floral, minuto de silencio, y un aurresku de honor. En la misma, la alcaldesa de Durango, Aitziber Idigoras, ha manifestado que "aquel 31 de marzo se pretendió enterrar nuestra Villa, nuestras vecinas y vecinos, nuestras casas y edificios para siempre bajo más de 200 bombas". "También se pretendía enterrar las esperanzas, los sueños, las vivencias, los derechos, la libertad y el futuro de todo un pueblo", ha añadido.

Asimismo, ha denunciado que entre las víctimas "había civiles alejados del frente de guerra, personas refugiadas, niñas y niños, amamas, aitites, monjas, sacerdotes, gudaris, milicianos, de izquierdas, de derechas... las bombas no distinguían, las bombas no distinguen".

https://www.eldiario.es/politica/Urkullu-organizado-aniversario-Bombardeo-Durango_0_883661873.html
 
que diferencia entre los descendientes de los golpistas, genocidas, asesinos y traidores de la patria españoles ( Franco y Cia) y los descendientes de los nazis, que también la liaron una bien gorda pero lo bien que han sabido manejar ese pasado tan oscuro de su historia.

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Peter Harf, portavoz de la empresa familiar de los Reimann.

MUNDO
La segunda familia más rica de Alemania dona 11 millones de euros tras conocer su pasado nazi
Los Reinmann ha descubierto la relación de la empresa familiar, JAB Holding Company, con el nazismo tras solicitar a un historiador que lo investigase.
27 marzo, 2019 09:56
Redacción | Agencias
Una de las familias más ricas de Alemania va a donar once millones de dólares (unos 9,7 millones de euros) a fines benéficos tras descubrir la intensidad de los lazos de sus antecesores con el régimen nazi, que emplearon reos como mano de obra forzada, informan este lunes medios alemanes.

https://www.elespanol.com/mundo/201...illones-euros-conocer-pasado/386461565_0.html


Es lo que tiene recibir una educación democrática y renegar de las atrocidades que hayan podido cometer tus antepasados,
 
mas sobre el bombardeo de Durango.
No cuelgo las fotos por si alguien no quiere ver gente asesinada. En el link que pego sí que se pueden ver.
http://mugalari.info/2019/03/31/los...s-bombardearon-hoy-82-anos-al-pueblo-durango/

…y los golpistas españoles ‘católicos’, alemanes nazis y fascistas italianos bombardearon hoy hace 82 años al pueblo de Durango
Publicado el 31/03/2019

· Dos curas que celebraban misa y más de una docena de monjas perecieron hoy hace 82 años en el ataque aéreo fascista de la villa vizcaina que acabó con el 5% de la población

El quinto mandamiento de quienes abrazan la religión cristiana es No matarás. Este domingo se cumplen 82 tristes años del bombardeo aliado en el que tres estados antidemocráticos masacraron la villa de Durango: la España militar golpista de 1936, la Italia fascista y la Alemania nazi. “Las fuerzas aéreas atacarán sin consideración de la población civil”, dejó ordenado con saña el coronel Vigón, tras firmar su compañero Franco las operaciones el 21 de marzo de 1937.




De ese irracional modo, con 281 bombas y numerosos cazas ítalos ametrallando, asesinaron a, al menos, 336 personas de todas las edades. Ejecutaron a habitantes de los dos bandos de la Guerra Civil. Los proyectiles no hicieron distinción entre molistas y republicanos. Es más, como el propio jefe del estado mayor de la Legión Cóndor, el nazi Wolfram von Richthofen recogió en su diario, “es como si las bombas hubiese buscado precisamente las iglesias”. Y así lo fue y en un instante sagrado: a la hora de comulgar. También fueron destruidas 285 casas.

En las iglesias, perdieron la vida numerosos fieles católicos y también sacerdotes y monjas. Es el caso del asturiano Carlos Morilla en la parroquia de Santa María de Uribarri, de Rafael Villalabeitia en San José Jesuitak y de más de una decena de agustinas en la iglesia Santa Susana del convento Santa Rita. Otros religiosos también fueron protagonistas aquellos días por diferentes curiosidades. Así lo narran el investigador iurretarra Jon Irazabal Agirre- y el responsable del Archivo Municipal de Durango, José Ángel Orobio-Urrutia. Ambos citan a curas de la villa vizcaina como Miguel de Unamuno -no confundir con el famoso literato bilbaino-, José Echeandía o José Dañobeitia.


‘Ertzañas’ con el cura Carlos Morilla en la bombardeada Santa María de Durango. Sabino Arana Fundazioa, Archivo Municipal de Durango y Gerediaga Elkartea

Poco se ha escrito sobre esta comunidad religiosa bombardeada precisamente por el bando que lanzó un órdago a la legítima Segunda República y que se postulaba como “cristiano, apostólico y romano”. Carlos Morilla Carreño ha sido el más conocido. Incluso en prensa internacional se le citaba como el sacerdote que murió bajo las bombas mientras alzaba la forma sagrada en Santa María de Uribarri.

Lo que no citaban es que llegó a Durango gracias a su hermano Guillermo Morilla que, como aporta Orobio-Urrutia, era el “notario” del municipio y miembro del partido Izquierda Republicana. “Llegó a representar a Bizkaia en actos de Madrid”, subraya Irazabal quien detalla que “vino a Durango por tranquilidad. Los curas en Asturias no lo tenían fácil”. La localidad vizcaina en 1936 era carlista con Adolfo Uribasterra como alcalde con un equipo de ocho concejales en el Ayuntamiento. El resto eran 3 ediles del PNV y dos del Frente Popular.




“En un documental que hicimos en Gerediaga -habla Irazabal- grabamos al monaguillo que quedó sepultado entre los escombros junto al cura, Rafael Cuevas. Decía que tras el bombardeo rezaron un rosario juntos hasta que el sacerdote dejó de hablar”. El Gobierno vasco editó una revista con una imagen de aquel monaguillo como portada.

El gobierno franquista de Durango, más adelante, elaboró un informe sobre Guillermo Morilla en el que le citaba como Presidente del Comité de Durango afecto al Frente Popular que en Bilbao ocupó un alto cargo. Hacían referencia a que había sido designado asesor jurídico de la Consejería de Abastecimiento y Comercio de Ramón Aldasoro. “Orientador de todos los partidos políticos izquierdistas de la villa; director de todo movimiento antifascista y no se hacía nada sin contar previamente con él. De una conducta muy mala políticamente y muy peligroso hacia el Glorioso Movimiento Nacional”, detallan documentos del Archivo Municipal de Durango.

La figura de Rafael Villalabeitia Maurolagoitia, muerto en la iglesia de San José, está sin estudiar. Se sabe que fue sepultado en el panteón de los jesuitas de Durango, restos de 27 religiosos que estos días se han exhumado y reposan ahora en Loiola. Algunas fuentes, por su parte, aseguran que no quedaban religiosos ignacianos tras ser expulsados por la República en 1932.




Consultado al respecto, el superior de la comunidad de Durango, Koldo Katxo, confirma que “sí era jesuita. Tras la expulsión, algunos fueron acogidos por las clarisas, es decir, se quedaron aquí de forma clandestina. Villalabeitia fue uno de ellos”. Katxo apostilla que en una lista de fallecidos del bombardeo leyó que se citaba “además a un hermano jesuita”. Aunque ya no queda constancia de ello en el cementerio de Durango, la fecha de enterramiento de Villalabeitia “era incorrecta”, recuerda Irazabal.

Otro cura recordado del bombardeo es José Dañobeitia. Fue quien procedió a recuperar las formas sagradas y cálices tras el bombardeo. Una fotografía muestra cómo algunos hombres las custodiaban a la altura de la actual biblioteca municipal de Komentukalea. “Don José fue a por las formas y le pararon los pies porque iba vestido de civil debido a que era capellán militar, y solo los curas podían tocarlas. Al presentarse pudo hacerlo. Había acudido a Jesuitas a ver qué era de sus hombres porque el templo era también cuartel entonces”, matiza Irazabal.




Orobio-Urrutia agrega a la lista al cura durangués Miguel de Unamuno, capellán de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Tavira. “El segundo apellido aparece en algunos lugares como Ereñaga y en otros como Erleaga”, detalla. Del bando golpista, fue fusilado por los republicamos el 4 de enero de 1937 en Larrinaga, Bilbao.



José Echeandía era carlista y párroco de Santa Ana de Durango, encarcelado el día 24 de julio de 1936 y puesto en libertad en abril de 1937. Escribió y publicó el libro ‘La persecución roja en el País Vasco, memorias de un excautivo’. “Se arrepintió de editarlo e intentó hacer desaparecer todos los ejemplares. Hacía la revista Tavira“, explica el archivero. Irazabal coincide con él. “Sí, ejemplar que veía lo compraba y lo quemaba”.




Otra curiosidad relacionada con la comunidad eclesiástica fue que el 31 de marzo los alumnos del colegio de Maristas acudieron al centro y las puertas estaban cerradas. Testimonios como el de Alberto Barreña lamentaban que los religiosos hubieran sido avisados del bombardeo y los niños quedaron desprotegidos.




Las religiosas de Santa Rita también conocieron la muerte. El rotativo Eguna comunicaba “la muerte de monjas agustinas de Santa Susana con plomo y echas pedazos, entre polvo, sin pies, sin manos. Sus inmaculados cuerpos llenos de sangre. Un total de doce monjas y su ayudante. El resto, vivas y heridas”.




La duranguesa Paula Azcárate vivió con estas agustinas y aporta su testimonio vivo: “Dicen que en el bombardeo murieron 13 monjas, con la muchacha, Mari Bergara, pero no, fueron 17. Algunas por la tarde cuando escapaban. Las bombas cayeron en el convento sobre la zona de las monjas. Los gudaris allí acuartelados se libraron”, concluye.
 
Así cayó Valencia en manos de Franco


Hace 80 años las tropas militares franquistas ocuparon la capital del Turia

Empezó el período más sombrío de represión que vivió la ciudad en todo el siglo XX

“El modelo del Estado franquista se instauró en el País Valenciano mediante una inmediata, brutal, furibunda y contundente represión”, sostiene el historiador Ricard Camil Torres

Lucas Marco - Valencia
30/03/2019 - 22:18h
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Desfile de las tropas franquistas en la plaza del Ayuntamiento el 31 de marzo de 1939 FINEZAS (BIBLIOTECA VALENCIANA)

El escultor Tonico Ballester levantó la mirada el 29 de marzo de 1939 para observar los aviones franquistas que, por primera vez, lanzaban octavillas en vez de bombas sobre Valencia. Era la señal.

—Vi soldados de la República desperdigados por el paseo de la Alameda, acostados en los bancos, tumbados por tierra, sin saber qué hacer, silenciosos, tristes, heridos —escribió el escultor, hermano de la artista Manuela Ballester y cuñado de Josep Renau—. Me parecieron una viva metáfora de la agonía de la República.

Los soldados republicanos retornados del frente de combate vagaban por la ciudad meditando aterrorizados si abandonaban todo y huían desde el puerto de Alicante a un indeterminado exilio. Fueron “horas de tristes pensamientos, incertidumbre y desesperación”, rememoró el escultor.

Por aquellas mismas calles también caminaba el joven militar republicano Eduardo Bartrina antes de recluirse en su casa y ser detenido días después, señalado por un antiguo compañero de escuela falangista. “Aquellos pocos días (...) fueron de auténtico pánico aunque tratase de disimularlo. Aún hubo algún soldado despistadillo que me hizo un saludo militar”, dice Bartrina en su testimonio publicado en 1996 en Cuadernos Republicanos. Para Tonico Ballester, “ya sólo se planteaban problemas de tipo individual, pues no funcionaba ningún elemento de gobierno o mando militar; con los ejércitos a la deriva, cada cual depende de sí mismo”.

El irremediable derrumbamiento de los frentes de guerra propició escenas de caos e improvisación. “En los últimos días de la guerra se produjo una descomposición total de la retaguardia republicana valenciana. Las estampas más impactantes fueron la desaparición de los poderes municipales y de las autoridades militares, quienes normalmente huyeron primero en vehículos y, en contraposición a esto, la desbandada masiva de soldados a pie de regreso a sus casas”, explica en su despacho de la Facultad de Historia de la Universitat de València la joven investigadora Mélanie Ibáñez.

Durante aquella jornada salieron de sus escondites los miembros de la Quinta Columna que prepararon la entrada a la ciudad de las tropas regulares franquistas. El falangista valenciano Luis Molero Massa, junto con los jefes de escuadra y los enlaces de centuria, esperaba en su casa desde la noche anterior las órdenes de los dirigentes Luis Gutiérrez Santamarina y Manuel Blasco Pamplona, que se habían fugado dos días antes de la sala de detenidos del Hospital Provincial.

“Desde mi casa presenciábamos el paso de los grupos de milicianos que volvían abandonando el frente y el caminar raudo de los coches de los directivos que huían hacia Alicante con la esperanza de embarcar camino del extranjero”, escribió aquel mismo año en unas memorias editadas por Falange, uno de cuyos raros ejemplares se encuentra en la Biblioteca Valenciana.

Cuando llegó la orden —“Valencia es nuestra. Todos a la calle. ¡Arriba España!”— Molero y sus camaradas callejearon la ciudad en un camión gritando a pleno pulmón “¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!” y sustituyeron la bandera tricolor por la rojigualda en la Capitanía General de la plaza de Tetuán. El quintacolumnista de Falange recordaba la “emoción sublime con la que vestí, por primera vez, la camisa azul”.

Enfrente de la Capitanía, desde un pequeño ventanal del entresuelo de lo que hoy es el edificio de la Fundación Bancaja, el joven Eduardo Bartrina observaba junto a su superior en el Ejército republicano las primeras camisas azules que desfilaban por la que fue capital de la República entre noviembre de 1936 y octubre de 1937.

—Quedamos horrorizados —dice Bartrina— cuando en aquel momento vimos venir a un teniente de nuestra agrupación que estaba de baja en Valencia por enfermedad. Delante de él, que iba como nosotros de uniforme y con pistola al cinto, un camión con muchachas que vestían la falda negra y la blusa azul de la Falange, increpándole.

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El quintacolumnista y agente de la Brigada Político Social Antonio Cano / Archivo Ministerio del Interior

A mediodía, los militares sublevados ocuparon Sagunto y se hicieron con el control del puerto y de las instalaciones de la industria siderúrgica. “Recuerdo el recorrido triunfal hasta Sagunto de nuestro camión y el encuentro en este pueblo con la avanzadilla de las tropas nacionales, mandadas por un capitán amigo, al que abracé llorando”, dice Luis Molero Massa en su libro La horda en el Levante feliz.

Otro de los quintacolumnistas que salió a las calles aquellos días de “radiante primavera valenciana” fue el agente Antonio Cano González, que vivía clandestinamente en Valencia junto a su hermano falangista y su hermana monja tras ser expulsado de la Policía republicana. Los informes que constan en su expediente del Archivo del Ministerio del Interior aseveran que el futuro jefe de la Brigada Político Social formó parte de “los grupos que restablecieron el orden y coadyuvaron” a preparar la entrada de las tropas franquistas en Valencia.

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Falleras y falangistas brazo en alto durante el 'desfile de la Victoria'

Así, a las nueves de la mañana del jueves 30 de marzo, se hizo cargo oficialmente de la ciudad la Columna de Orden Público y Ocupación del coronel Aymat. Casi al mismo tiempo tomó posesión de la Audiencia el coronel auditor Pedro Fernández Valladares, “acompañado de los 86 tenientes que cubrirían los distintos juzgados provinciales”, explica Vicente Abad en Valencia, marzo de 1939, un libro descatalogado del Ayuntamiento. Los falangistas advertían en Radio Valencia a la población civil que no circulara por las calles “más que para casos estrictamente necesarios”.

A las tres de la tarde, las tropas sublevadas contra la legalidad democrática de la II República —conformadas por la Bandera Valenciana de Falange, el Batallón de Arapiles de la 57 Brigada y el Tercer Tabor de Regulares de Ceuta— entraron en la ciudad desde el paseo de la Alameda y la calle Sagunto. “Reina un orden absoluto”, destacaba la prensa falangista. La filóloga María Moliner observó la escena, junto a su marido y sus hijos, desde el balcón de su casa en el entresuelo del número 22 de la Gran Vía Marqués del Turia. “Nada bueno podían esperar quienes habían creído en el proyecto cultural de la República”, advierte su biógrafa Inmaculada de la Fuente en El exilio interior. La vida de María Moliner (Turner, 2018).

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Tanques franquistas desfilan por la plaza del Ayuntamiento de Valencia / EFE

En la actual plaza del Ayuntamiento, aún nombrada en la prensa franquista por la denominación republicana de plaza de Castelar, desfiló la columna motorizada, compuesta por la Guardia Civil y los Servicios de Orden Público. Diez minutos después aparecieron los generales Aranda y Martín Alonso, a los que un grupo de mujeres entregó un ramo de flores. Las nuevas autoridades se asomaron al balcón principal del consistorio y fueron vitoreadas, ante la mirada de la Virgen de los Desamparados. Aquella mañana el día era “espléndido”, asegura el diario falangista Imperio. Sobre las once, desfiló la Falange femenina y media hora más tarde entraron a la ciudad las Divisiones 56, 58 y 63, la vanguardia de las tropas franquistas de Galicia que habían deshecho las líneas defensivas del Ejército republicano.

En ese preciso instante, el dramaturgo Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura, empezó a interpretar su mejor papel teatral, con el que salvaría el pellejo en la posguerra. Apareció en el balcón del Ayuntamiento y saludó con el brazo en alto y lágrimas en los ojos al General Aranda. Así narraba la prensa franquista la patética escena: “Lloraba emocionado y se abrazaba al victorioso General Aranda, explicando en un gesto significativo cómo había sido víctima de la horda marxista y explotado inicuamente”. Benavente, que había sido cofundador en 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, le dijo a Aranda: “ya sabe mi general: me obligaron”.

El bando firmado por el general Orgaz aquel mismo día sometía a la jurisdicción militar “todos los delitos cometidos a partir del 18 de julio de 1936, sea cualquiera su naturaleza, cuya tramitación e instrucción se ajustará al procedimiento sumarísimo de urgencia”. Se abría así el aciago desfile de republicanos valencianos ante los Consejos de Guerra Permanentes, inaugurado el 2 de abril con la condena a muerte de 20 personas.

“El modelo del Estado franquista se instauró en el País Valenciano, al igual que en el resto del Estado, mediante una inmediata, brutal, furibunda y contundente represión”, escribe el historiador Ricard Camil Torres. Con la entrada de las tropas, el Estado de Guerra fue automáticamente declarado y, aunque la guerra terminó oficialmente el 1 de abril, continuó vigente hasta 1948.

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Fichas de republicanos perseguidos por los aparatos represivos franquistas / Archivo Intermedio Militar de Valencia

Las cifras que han aportado los historiadores ilustran cómo se inició la fúnebre posguerra en la ciudad caída a manos del franquimo. “El 30 de marzo había en la cárcel Modelo, con una capacidad para 500 presos, 235. El 1 de abril sumaban 15.210 y aún en 1941 eran más de 10.000”, explica el profesor Ramiro Reig en València (1808-1991) en trànsit a la gran ciutat (Biblioteca Valenciana, 2007).

“Desde el inicio de la entrada de las tropas, automáticamente empiezan a pedir información al archivo de la hemeroteca municipal para localizar a gente significada políticamente a través de la prensa. Piden informes sobre determinadas personas de las cuales tenían noticias y descubren a otras implicadas en el bando republicano”, explica por teléfono la historiadora Vicenta Verdugo, coautora de la guía Mujeres y represión franquista (UV, 2017).

Según cuenta, lo primero que hicieron las nuevas autoridades fue recluir en la Plaza de Toros a miles de republicanos atrapados en Valencia para después redistribuirlos en Sant Miquel dels Reis, la prisión militar de Monteolivete (situada donde está hoy en día el Museo Fallero), las Torres de Quart o el campo de concentración de Portaceli en la sierra Calderona, entre otros lugares. En los primeros cuatro años de posguerra, 35.000 presos políticos pasarán por la cárcel Modelo y 2.700 mujeres republicanas serán encarceladas en el Convento de Santa Clara y en la Prisión Provincial de Mujeres, según los cálculos de Vicenta Verdugo y de la profesora Ana Aguado.

En la Modelo, entre chinches y otros parásitos, acabó el joven Eduardo Bartrina: “en aquellos primeros días los falangistas, vestidos de uniforme, campaban a sus anchas por las galerías de la prisión; ellos se llevaron de nuestra celda a un joven de mi edad, con muy malos modos, y nunca supimos más de él”.



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El dictador Francisco Franco en Valencia



La fisonomía urbana de Valencia pronto cambió. “En pocos días desaparecieron los escudos republicanos que colgaban en la Lonja cuando ésta se convirtió en el Parlamento, o en el paraninfo de la Universidad de Valencia”, cuentan los divulgadores Lucila Aragó, José María Azkárraga y Juan Salazar, tres de los mejores conocedores de la transformación urbana de la urbe en las décadas de 1930 y 1940. "Así, cuando el 3 de mayo Franco visita la ciudad, las calles están limpias de República”, añaden. Valencia quedaba, como evocó la joven poetisa Angelina Gatell, con “su tiempo resignado y tanta sangre /brotando con violencia y estruendo /del desamparo de las tapias”.

Al llegar a la ciudad, un mes después de su ocupación, las campanas retumbaron para saludar al general Francisco Franco. En su discurso de aquel día, el dictador advirtió a los valencianos que el régimen “arrollará a quien vacile porque está amasado con la sangre de los muertos”. Inauguró así la que fue, según el fallecido historiador Ramiro Reig, la etapa “más triste, oscura y despreciable” de la historia de Valencia.

Hoy se cumplen 80 años de aquella catástrofe.
https://www.eldiario.es/cv/Valencia-franquismo-posguerra-represion-Franco_0_883312049.html

30/03/2019 - 22:18h

La familia de mi suegro escapó de allí. Me ha contado muchas veces su periplo escapando de los lugares de guerra. Siempre me ha dicho que debido a que la familia era republicana y tenía que andar de un sitio para otro no aprendió a leer y escribir como un niño de su edad. Lo hizo cuando terminó la guerra...a una edad en que la mayoría de los niños ya sabían leer y escribir.
 
La España secuestrada: asesinatos, campos de concentración, expropiaciones, penales de presos, robo de bebés y torturas
El 1 de abril de 1939 se consumó la victoria de Francisco Franco. La paz, sin embargo, nunca llegaría. 80 años después ningún responsable de la dictadura ha tenido que responder ante la justicia por sus crímenes.


ALEJANDRO TORRÚS

31 MARZO, 2019

1 de abril de 1939. La radio anuncia que “cautivo y desarmado el Ejército rojo” las “tropas nacionales” han alcanzado sus “últimos objetivos militares”. “La guerra ha terminado”, decía la voz de Fernando Fernández de Córdova que resonaba en las ondas . Terminaban las batallas, sí, pero no llegaba la paz. El Ejército franquista había alcanzado sus objetivos militares, pero su plan no había concluido. España iniciaba un largo secuestro de manos de unos militares y falangistas que, apoyados por la Iglesia católica, quisieron imponer por la fuerza, el exterminio y el miedo una única manera de entender España: la suya.

El final de la Guerra Civil española no supuso el final de la represión. Fue, más bien, un nuevo inicio. El general Franco ya había dejado claro que el objetivo de la sublevación no solo era la conquista del poder. “En una guerra civil, es preferible una ocupación sistemática de territorio, acompañada por una limpieza necesaria, a un rápida derrota de los ejércitos enemigos que deje al país infectado de adversarios“. No es casualidad, por tanto, que entre el 1 de abril de 1939 y 1942 se produjeran la mitad de las ejecuciones del franquismo.

El concepto era limpiar. Limpiar España de marxistas. De rojos. De nacionalistas. De anarquistas. De sindicalistas. De feministas. De maestros y maestras comprometidos. De intelectuales. Limpiar España de todos los que no compartían o fueran reticentes a la idea de la España imperial, católica, apostólica, jerárquica y tradicional. Y no faltaron muertes ni asesinatos. “La matanza se extendió también a quienes habían podido recibir la influencias de sus ideas: los miembros de un sindicato, los que no iban a misa, los sospechosos de votar al Frente Popular, las mujeres que habían obtenido el sufragio y el derecho al divorcio…”, detalla el historiador Paul Preston en su obra El Holocausto español. Si los golpistas encarnaban los valores y principios de la España eterna, los defensores de la República se convirtieron en la Anti-España y tenían que ser erradicados.

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El jefe de Estado español, Francisco Franco, preside el primer desfile de la victoria después del final de la Guerra Civil Española en Madrid, el 19 de mayo de 1939, mientras que los miembros de la Guardia Civil y la Guardia Morisca están bajo la tribuna. Durante esta ceremonia, Francisco Franco está acompañado por oficiales militares, el Gran Visir del Jalifa de Tetuán, y los Generales Aranda y Saliquet.
AFP
A día de hoy todavía es imposible conocer con exactitud la cifra exacta de asesinados y asesinadas por los franquistas. Paul Preston asegura que la cifra “más fidedigna” de muertes a manos de militares rebeldes lejos del campo de batalla asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra real superara los 150.000 muertos. Por su parte, la obraVerdugos impunes (Pasado & Presente) recoge la siguiente aproximación: 160.000 víctimas mortales entre 1936 y 1945; más de 2.000 fosas comunes y por encima de los 100.000 desaparecidos; 600.000 procesados por tribunales militares (sin contar a los ejecutados); alrededor de 20.000 presos políticos allá por 1940; 150.000 exiliados permanentes…

Un reciente informe encargado por el Gobierno de Pedro Sánchez refleja que entre abril de 1939 y enero de 1940 había medio millón de personas en campos de concentración, 90.000 en batallones de trabajadores y 47.000 en batallones disciplinarios. Solo entre 1940 y 1957, el total de jornadas trabajadas por presos en ferrocarriles asciende a 4,7 millones.

El dato que sí se conoce es el número de responsables franquistas que, una vez terminada la dictadura, tuvo que dar explicaciones ante la Justicia por los crímenes anteriormente mencionados. Ninguno. Cero. Nadie. Impunidad absoluta. El Congreso de los Diputados aprobó en 1977 la conocida Ley de Amnistía que, en la práctica, ha funcionado como una ley de punto final. Todos los crímenes quedaban perdonados y las víctimas, condenadas a recordar en silencio. Eran los tiempos de la Transición, en los que el exministro franquista Manuel Fraga, que participó en la represión, fundaba un partido político y, de repente, se convertía en demócrata.

Nadie pudo decir, sin embargo, que el afán asesino de los golpistas del 18 de julio fuera desconocido. Muchos de ellos no lo ocultaron. “Es necesario propagar una atmósfera de terror. Tenemos que crear una impresión de dominación… cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”, decía el general Molaantes del golpe de Estado. Otro de los cabecillas de la sublevación, el general Yagüe, era igualmente contundente: “Al que resista ya sabéis: a la cárcel o al paredón, lo mismo da. Nosotros nos hemos propuesto redimiros y os redimiremos queráis o no queráis”.

No obstante, nadie fue tan claro como Gonzalo de Aguilera, oficial de prensa del general Franco: “Tenemos que matar, matar y matar (…) Las masas no son mejores que los animales y no se puede esperar que nos contagien del virus del bolchevismo. Después de todo, las ratas y los piojos son portadores de la peste. ¿Comprende ahora lo que queremos decir al hablar de regeneración de España? Nuestro programa es terminar con un tercio de la población masculina de España“.

Pero la represión franquista no estaba basada únicamente en el exterminio y asesinato. De hecho, este era solo un elemento más. El historiador y catedrático de instituto Francisco Moreno Gómez califica esta primera etapa represora como “la matanza fundacional” y después desarrolla el concepto de “multirrepresión” para que el lector pueda comprender hasta qué punto se extendió el terror en todo el país. “Esta idea viene a insistir en que el franquismo no trató sólo de destruir físicamente a la anti-España, sino sobre todo se trató de la persecución de la mitad de un país después”, explica.

Esta multirrepresión incluye campos de concentración, penales de presos, encarcelamientos masivos, señalamientos públicos, paseos, expolio de bienes, robo de bebés, exilio y hambre, mucha hambre. El objetivo era privar a los republicanos de su dignidad humana y reducirlos a simples guiñapos o despojos. “Hablo a la población reclusa: tenéis que saber que un preso es la diezmillonésima parte de una mierda“, decía el director de la cárcel Modelo de Barcelona a los presos en 1941.

“La multirrepresión comprende la eliminación de los derechos generales, las posibilidades de supervivencia, el derecho a la alimentación, el derecho al trabajo, la libertad, echarlos a las cárceles, privarlos de la patria y echarlos al exilio, eliminar los derechos de los padres sobre los hijos, cercar por todas partes a los vencidos y matarles la esperanza. La limpieza y el exterminio en España fue esto: exclusión, no sólo física, sino de todo orden, de la mitad de la población, por sus ideas políticas y definición social”, señala Gómez.

Una vez más, es imposible conocer con precisión los datos exactos de este tipo de represión. Por contra, como antes, sí que es posible conocer el número de responsables que han sido juzgados por ello: ninguno. La obra Los campos de concentración de Franco, publicada recientemente por el investigador y periodista Carlos Hernández, recopila hasta 296 campos de concentración en la España franquista por los que pasaron entre 700.000 y un millón de españoles. El principal objetivo de estos campos de concentración era, además de infundir terror, clasificar a la población.

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Prisioneros haciendo el saludo fascista en el campo de Concentración de Irún en Guipúzcoa (BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA)
Los responsables de los campos crearon una suerte de tres categorías: “asesinos y forajidos o enemigos de la patria española”, que debían ser fusilados o condenados a largas penas; los “bellacos engañados”, que podían ser “reeducados mediante el sometimiento, la humillación, el miedo y los trabajos forzados”; y, por último, los “simples hermanos”, considerados ‘afectos’ al Movimiento y que eran liberados o incorporados a las filas del Ejército franquista.

“Los cautivos eran sometidos a un proceso de deshumanización. Despojados de sus pertenencias más personales, la mayor parte de las veces eran rapados al cero e incorporados a una masa impersonal que se movía a toque de corneta y a golpe de porra. Las condiciones infrahumanas en el campo les degradaban psicológicamente desde el primer momento”, escribe Carlos Hernández.

Pero el campo de concentración, para muchos de sus presos, era solo una primera estancia. Después vendrían las cárceles, los batallones de trabajadores esclavos, los penales… Penales como el de Bustarviejo, una pequeña localidad del norte de Madrid, o como los otros nueve destacamentos penales que el franquismo instaló en el tramo comprendido entre las localidades madrileñas de Chamartín y Garganta de los Montes para la construcción de una línea ferroviaria entre Madrid y Burgos.

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Penal de Bustarviejo
La fundamentación teórica de este sistema de redención de penas por trabajo estaba basado en los conceptos católicos de pecado, expiación de la culpa y perdón, que sustituían los conceptos de delito, pena y amnistía. “A través de la redención el prisionero salía del estatus de rojo antiespañol y se acercaba a la salida del espacio físico de la cárcel recobrando el espíritu nacional perdido”, explicó a Público el investigador y arqueólogo Arqueólogo Álvaro Falquina, que señalaba que la propia arquitectura de los espacios penales, como el de Bustarviejo, tenía la función de eliminar la “identidad política republicana” y “crear una nueva conciencia de sujetos validos para el régimen franquista”.

El de Bustarviejo fue un penal más en un país repleto. Tampoco se conoce con exactitud el número de penales que hubo por todo el país con presos políticos trabajando en ellos. No todos los presos republicanos fueron enviados a estos lugares. Otros muchos continuaron en prisión muriéndose, literalmente, de hambre y de enfermedades. Como Miguel Hernández. Un hambre y unas condiciones que buscaban deshumanizar a las víctimas. A ellas, y a sus familias, que fuera luchaban por la supervivencia con su nombre incluido en listas negras que les prohibían el trabajo.

Y es que la represión franquista no puede entenderse sin su parte económica. Si los familiares de las víctimas del lado franquista gozaban de puestos reservados en la Administración y diferentes prevendas para adquirir un buen status socioeconómico, las víctimas republicanas veían cómo lo poco que habían conseguido acumular durante años de trabajo desaparecía de un plumazo. Tras la derrota republicana, quedaron anulados nada más y nada menos que 13.251 millones de pesetas de dinero republicano, más otros 10.365 millones en depósitos bancarios.

La pobreza represiva consistía en algo mucho mayor que la eliminación del dinero republicano. Comenzaba con la usurpación total de bienes, bien a través del expolio directo, de expedientes de incautación de bienes o de la Ley de responsabilidades políticas, y continuaba con la exclusión laboral absoluta, que expulsaba a los vencidos del trabajo público, de las oposiciones o de cualquier tipo de concesión. Asimismo, continuaron vigentes durante años una especie de listas negras por las que se negaba el trabajo al jornalero local que consideraban que no había acatado los principios del nacionalcatolicismo.

La represión de género
La represión franquista y el secuestro de todo un país no puede entenderse sin la represión que ejerció contra las mujeres. Muchas fueron rapadas al cero para censurar su ‘libertinaje’ y purgadas con aceite de ricino para depurar su “alma tóxica”, otras miles de mujeres fueron exhibidas por las calles y plazas del país durante los años de guerra civil y posguerra. Nadie ha tenido que declarar por ello ante la Justicia.

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Mujeres rapadas durante la posguerra
El castigo del franquismo sobre las mujeres fue doble. Por “rojas” y por “liberadas”. La dictadura exigió a las mujeres un exceso de virtud que encarnara un modelo de decencia y castidad que limpiara la degradación moral republicana. Sobre ellas recayó la responsabilidad de “regenerar la patria”. Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia, exilio, silencio o uniformidad.

“La forma de castigar al hombre era el exterminio. Se fusilaba a gran parte de los hombres de una población. Con la mujer se buscaron castigos más ejemplares. En lugar de ir a por todas, se castigaban a unas pocas de manera pública. La exposición pública del rapado o del ricino marcaba a las mujeres por vida. Un método devastador y efectivo”, explicó a Público Raquel Osborne, doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.

A esta represión se sumó el robo de bebés en las cárceles franquistas desde el inicio de la Guerra Civil, un robo de bebés que se mantuvo como política de Estado hasta finales de la década de los 40. Mujeres que no eran dignas para criar a sus hijos, que eran entregados a familias de bien. El cuerpo y la mente de la mujer se convirtió, de hecho, en una política de Estado. “La mujer debía ser una especie ‘superwoman’ capaz de hacerlo todo: cuidar a los hijos, atender al marido, llevar la casa, ser buena cristiana y conocer la doctrina franquista”, analiza la investigadora María Rosón.

Para crear esta mujer “dócil y casta” al servicio del varón y de la patria, la Sección Femenina de Falange, dirigida por Pilar Primo de Rivera hasta su fin en 1977, recibió el encargo oficial de formar a las mujeres españolas en todos los campos de actuación convirtiéndose en la única organización institucional dedicada a las mujeres durante la dictadura.

A partir de 1948
El estado de guerra continuó vigente hasta 1948. La represión descendió, pero la paz tampoco llegó. El sistema represivo mutó. España se vistió como “democracia orgánica”, el capitalismo entró con el Plan de Estabilización y hasta un presidente de Estados Unidos visitó el país. Pero el secuestro continuaba. España no era libre. España era lo que los franquistas querían que fuera. “Hay muchos estudios que analizan la represión de los primeros años de la dictadura. Nosotros lo que hacemos en la obra es realizar un análisis conjunto del franquismo para demostrar que la dictadura desarrolló una violencia organizada y sistemática desde el Estado contra la oposición, que debe entenderse como todos aquellos que lucharon por los derechos y libertades frente a la dictadura, que duró todo el tiempo que duró la dictadura”, explica a Público José Babiano, coautor de la obra Verdugos impunes.

Así, los historiadores José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier Tébar muestran en Verdugos impunes cómo la dictadura mutó sus métodos represivos, pero no dejó de perseguir al opositor y violar los derechos humanos de la población. Por ejemplo, entre 1940 y 1963 funcionó el Tribunal especial contra la masonería y el comunismo y a partir de ese año, 1963, estuvo operativo el Tribunal de Orden Público, que juzgó a más de 50.000 personas, de las que un 70% eran trabajadores.

Además, desde 1948 hasta 1975 las autoridades franquistas declararon hasta en 11 ocasiones el estado de excepciónpara hacer frente a las movilizaciones obreras y estudiantiles. Algunos de los datos son escalofriantes. Solamente en 1974, un año antes de la muerte del dictador, 25.000 trabajadores habían sido suspendidos de empleo y sueldo por sus ideas políticas, mientras que un número aún desconocido había sido despedido.

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Un hombre muestra una foto de una víctima del franquismo. EFE/Paco Campos
Pero hay más. Hubo mucho más. Las torturas y malos tratos en comisarías contra estudiantes y activistas detenidos eran sistemáticas. Los luchadores por la democracia recibían el mismo trato en las comisarías de Sevilla, Barcelona o Madrid. No eran policías aislados que torturaban, era un sistema torturador dentro de un régimen dictatorial que también hizo uso de la pena de muerte hasta en los últimos meses de vida del dictador. También hubo muertos de esas que calificaron como ‘accidentales’. Las fuerzas del Orden Público mataron a huelguistas y manifestantes en, por ejemplo, Erandio en 1969, Granada en 1970, Madrid en 1971, en Ferrol y Barcelona en 1972.

Las víctimas de estas torturas policiales han acudido en los últimos años a los juzgados buscando justicia. Han acudido incluso a Argentina. Han señalado con nombre y apellidos a sus represores. Han detallado el trato que recibieron. Algunos de los acusados, como el expolicía de la Brigada Político y Social franquista Antonio González Pacheco y el guardia Civil Jesús Muñecas fueron incluso imputados en Argentina. Pero la Justicia española lo negó todo. Negó extraditar y negó juzgar. Los represores son libres y muchos de ellos cuentan con bonus en sus pensiones por los servicios prestados.

El olvido como colofón
El colofón a todo ese sistema represivo se instaló a partir de la década de los 60 cuando muchos cargos franquistas entendieron que el futuro no toleraría los crímenes del pasado. Muchos archivos locales de Falange, de ayuntamientos y diputaciones fueron desapareciendo. Otros, permanecen cerrados. La Transición apuntaló el silencio, que no olvido, de una etapa que nadie quería recuperar.

Así se llega a este aniversario. 80 años del final de la Guerra Civil, 80 años del inicio del secuestro a un país. 80 años y nunca, jamás, un responsable de la dictadura franquista ha tenido que responder de sus crímenes ante un tribunal. En la actualidad, la Justicia de Argentina mantiene abierta la única causa penal que investiga la dictadura franquista en todo el mundo. Sin embargo, la causa avanza poco. La propia jueza María Servini ha denunciado “los palos en las ruedas” que le ponen desde España.

Mientras tanto, víctimas y ayuntamientos del cambio han acudido en los últimos años a la Justicia para interponer querellas por los crímenes de la dictadura. La respuesta de los tribunales ha sido la misma: los delitos están prescritos, no pueden ser considerados crímenes de lesa humanidad y, en cualquier caso, estarían amnistiados por la mencionada Ley de Amnistía de 1977. Así fue en todos los casos menos en alguna excepción.

En las últimas semanas, varios juzgados han admitido a trámite la querella del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid por crímenes del franquismo contra vecinos de la localidad; otra querella contra el torturador Antonio González Pacheco; y, otra más, contra varios policías de la Brigada Político y Social en València. Esta estrategia de interponer querellas ante los juzgados españoles fue iniciada años atrás por el abogado Carlos Slepoy, que también consiguió justicia para las víctimas de las dictaduras argentina y chilena. Slepoy falleció en 2017, pero queda para el recuerdo una de sus frases de optimismo: “No os preocupéis. Las batallas por los derechos humanos siempre se ganan”.

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Paqui Maqueda posa sosteniendo una foto que muestra a su bisabuelo Juan Rodríguez Tirado (L) asesinado a tiros por un pelotón de fusilamiento de la época de Franco durante la guerra civil española. AFP

https://temas.publico.es/80-anivers...s-penales-de-presos-robo-de-bebes-y-torturas/
 
La Guerra Civil española termina en la memoria y en los libros
Hoy se cumplen ocho décadas del final de un conflicto bélico que ha hecho correr ríos de tinta
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Memoria y libros son el final del acontecimiento histórico con el que más se identifica a España en todo el siglo XX: la Guerra Civil. Su estallido, para empezar, sacudió la Europa de los años 30, convirtiendo el territorio español en el escenario del choque entre las grandes potencias de la época, con especial presencia tanto de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler como de la URSS de Stalin, que después se enfrentarían a gran escala en la II Guerra Mundial. Además, tras su conclusión el 1 de abril de 1939, hace justo hoy ochenta años, se abrió una de las etapas más oscuras en la historia de España reciente, marcada por la represión y la dictadura de Franco y un lento desarrollo social y político del país al margen del resto de democracias del continente. Una anomalía de la Europa occidental que no se solventó hasta la restauración de la monarquía parlamentaria, las primeras elecciones democráticas y la entrada de España en la Unión Europea.

Pero la Guerra Civil y la dictadura dejaron cicatrices, y por eso han marcado la vida y la cultura españolas, así como la percepción que hay sobre el país más allá de sus fronteras. En consecuencia, el conflicto se convirtió en materia de ensayos, escenario de novelas y películas, y también objeto de investigación de historiadores, convirtiéndose en el hecho histórico que más ha influido en nuestro pasado reciente. Tantos volúmenes que no queda más remedio que quitar la razón a quienes afirman que no existe suficiente memoria del conflicto. La hay.

Bajo el fuego
Los primeros relatos sobre la Guerra Civil nacen en plena guerra, como la recopilación de cuentos «A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España», publicado en 1937 en Chile y Estados Unidos. Su autor, el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales,estuvo olvidado por el canon literario español hasta hace un par de décadas y hoy su libro se considera uno de los relatos más fieles, pese a haberse escrito bajo el fragor de la lucha. No fue el único, porque en aquellos años aparecieron otros clásicos literarios sobre la guerra, como «La esperanza», de André Malraux; «Madrid, de corte a checa», de Agustín de Foxá; y «Por quién doblan las campanas», de Ernest Hemingway, prueba del impacto internacional de la guerra de España.



Este fue el inicio de una larga tradición literaria sobre el conflicto, que se enriquecería con clásicos que se editaron en el exilio, como la trilogía «La forja de un rebelde», de Arturo Barea; pero también dentro de España, como «Los cipreses creen en Dios», de José María Gironella, punto de partida de una trilogía que pudo sortear la censura. La estela llega hasta nuestros días, con éxitos en pleno siglo XXI como «Soldados de Salamina», de Javier Cercas.

Desde la historia, las primeras aportaciones alejadas de visiones parciales las ofrecieron los hispanistas, como Stanley G. Payne, con su estudio sobre el fascismo; Gabriel Jackson, con su análisis sobre la República y la guerra; y Hugh Thomas, con el que quizás sea la mayor aportación del hispanismo británico al conflicto, a la que se suma Paul Preston, gran biógrafo de Franco.

Por su parte, los historiadores españoles realizan una aportación capital en los últimos 50 años, de la mano de Manuel Tuñón de Lara, Javier Tusell, Juan Pablo Fusi, Santos Juliá y Enrique Moradiellos, quien ganó el Nacional de Historia en 2017 con un brevísimo manual sobre la Guerra Civil. 80 años de memoria y libros.

A modo de inventario
En el 80 aniversario del final de la guerra proponemos una colección básica de libros:

«A sangre y fuego»

Hace veinticinco años, muy pocos habían oído hablar de Manuel Chaves Nogales. Hoy, su conjunto de relatos es el gran clásico de la literatura de la Guerra Civil. El periodista sevillano, fiel a la República que defendió hasta que todo estaba perdido y se marchó al exilio, traza un retrato alejado de extremismos que se revela como una radiografía del conflicto bélico, en una colección de historias en las que se alternan la represión caciquil en el campo andaluz o el Madrid de las checas.

«Falange: Historia del fascismo español»

El estadounidense Stanley G. Payne arrancó su inmensa bibliografía sobre el conflicto en los años sesenta con todo un clásico sobre el fascismo español, sobre el que volvería después en otros libros que abordaban el fenómeno también en otros países, como «El fascismo». «Falange. Historia del fascismo español», publicada por Ruedo Ibérico en París en 1965.

«Franco. Caudillo de España»

Paul Preston escribió en 1993 la biografía definitiva de Francisco Franco, responsable del golpe militar que terminaría con la República y dictador durante cuarenta años. Presenta una imagen desmitificadora de Franco, mostrándolo como un cruel dictador, admirador de Hitler y Mussolini, militarista conservador y muy hábil al manejar los resortes del poder.

«La Guerra Civil española»

Publicada en los años 60, no llegó a ver la luz en España hasta 1976. Es la mayor aportación del hispanismo británico a la historiografía de la Guerra Civil. Con este libro Hugh Thomas no sólo se hizo un nombre como historiador, sino que planteó una obra rigurosa, esclarecedora del conflicto y del contexto internacional. Suma un estilo poderoso y ameno. Un clásico imprescindible.

«Soldados de Salamina»

Javier Cercas logró en 2001 algo que parecía imposible: una novela que mostraba una visión renovada sobre el conflicto, que planteaba nuevas preguntas y aportaba inéditas conclusiones. «Soldados de Salamina» dejaba atrás novelas acortonadas y maniqueas en un estilo documental, sobre el miliciano que tras apuntar con su fusil a Rafael Sanchez Mazas -uno de los fundadores de Falange- lo deja escapar.

La memoria es notablemente más completa si sumamos la bibliografía reciente, busquen y lean también los libros deEnrique Moadiellos, Juan Pablo Fusi, Ian Gibson, Ángel Viñas, Pedro Corral, José A. Rojo o Arturo Pérez Reverte...
https://www.abc.es/cultura/libros/a...na-memoria-y-libros-201903312039_noticia.html
 
ESPAÑA SECUESTRADA80 AÑOS DEL FIN DE LA GUERRA CIVILIr a la portada del especial
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Juan Carlos I, a la izquierda, con Franco, en el centro de la imagen, en una foto histórica. EFE.
Conexión Roma: el papel de los Borbones en la Guerra Civil
Se cumplen los 80 años del fin de la Guerra Civil española y el nombre de la dinastía que tomó el relevo a Franco tiende a aparecer en los márgenes, en los límites del largo episodio de guerra y dictadura que protagonizó el militar golpista. Pero ocho décadas dan para desempolvar muchos datos. P
VIOLETA MUÑOZ

30 MARZO, 2019

“Un grupo de monárquicos, junto a carlistas y tradicionalistas, comenzaron a conspirar contra la II República desde el mismo momento de su proclamación y nunca dejaron de hacerlo hasta que ocurrió el 18 de julio”. Se cumplen los 80 años del fin de la Guerra Civil española y el nombre de la dinastía que tomó el relevo a Franco tiende a aparecer en los márgenes, en los límites del largo episodio de guerra y dictadura que protagonizó el militar golpista. Pero ocho décadas dan para desempolvar muchos datos. Por ejemplo, los que demostraron las contundentes donaciones de Alfonso XIII a la causa franquista, los contactos del círculo monárquico para tejer lazos y comprar armas al régimen de Mussolini o las relaciones para influir en las decisiones del eje de aliados mediante altos contactos en Reino Unido.

La profesora titular de la Universidad Carlos III de Madrid Matilde Eiroa San Francisco, cuyas palabras abren el artículo, explica que en 1931, solo un mes antes de proclamarse la II República, el Círculo Monárquico Independiente ya mantenía reuniones para coordinar su estrategia en los próximos años. “Participaron activamente el periódico ABC y Juan Ignacio Luca de Tena”. Recuerda que fue el corresponsal de ABC Luis Bolín quien más tarde alquiló el avión Dragon Rapide que trasladó a Franco desde Canarias al norte de África, desde donde partió el golpe de Estado cinco años después.

En esos años, los monárquicos contactaron con la Italia fascista de Mussolini para adquirir armamento y material de guerra. Y desde ese momento el país vecino pasó a ser el gran aliado contra el bando republicano. “Monárquicos destacados viajaron a Italia para gestiones vinculadas al derrocamiento de la República y fueron los promotores de contratos con empresas italianas para la compra de pertrechos bélicos en una cantidad más adecuada a la preparación de un golpe de estado y de una guerra que a una simple compra de material de defensa”, añade Eiroa.

Este punto fue avalado por la la aportación del historiador Ángel Viñas en la obra colectiva Los Mitos del 18 de julio. Documentó cómo los monárquicos de Calvo Sotelo compraron, el 1 de abril de 1936, suministro de material de guerra por una cantidad equivalente hoy a unos 339 millones de euros. En las mismas páginas, subraya que el general Mola ya contemplaba los contactos con los italianos de cara al golpe y que tanto la cúpula monárquica como la carlista debieron avalar las negociaciones en Roma con Mussolini.

¿Fue clave el apoyo de los Borbones y el sector monárquico en el éxito del levantamiento? Según Eiroa, sin su respaldo económico y las gestiones para comprar armas, “el levantamiento se habría producido porque otros grupos también participaron en la conspiración y gestación del golpe, pero indudablemente habría sido más difícil”. Coincide con Viñas, que subraya que “sin los monárquicos alfonsinos (partidarios de Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I) y sus aportaciones operativas, la dinámica preparatoria de la sublevación quizá no hubiera podido contar con la preprogramación de la ayuda militar fascista”.

El padre de Juan Carlos I
Las buenas relaciones con la cúspide militar del régimen del Duce allanaron el camino a hacia la guerra, y una vez en la contienda, los monárquicos apoyan abiertamente el levantamiento y colaboran de forma activa en el ejército franquista. “No sólo en el plano militar, también realizaron tareas en el cuerpo diplomático, entregaron bienes y dinero y organizaron actos de propaganda en apoyo del ejército rebelde”. La historiadora recuerda que Alfonso XIII, desde Roma, hizoimportantes donaciones de dinero a los rebeldes de Franco.

Su hijo, Juan de Borbón, era entonces un veinteañero e intentó por dos veces que el Caudillo le admitiese en su ejército, aunque el dictador se negó. En general, lo que vino después fue “un apoyo continuado tanto de Alfonso XIII como de los monárquicos, la aristocracia que tanto confió en Franco y con quien colaboró hasta su victoria”, explica Eiroa.

Durante el conflicto, algunos monárquicos también fueron nombrados representantes de Franco en el exterior y gestionaron apoyos, financiación, propaganda en medios de comunicación, acciones de comunicación como conferencias en círculos monárquicos, reparto de folletos, y tareas de boicot económico, explica Eiroa. “Donde tuvieron mayor éxito fue en Gran Bretaña, un país clave en las relaciones internacionales de la época, al que muchas potencias medias seguían en sus decisiones. Allí estaba como embajador nombrado por Franco Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, duque de Alba, unido con Alfonso XIII en una estrecha amistad. El duque tuvo una enorme capacidad de actuación en Londres ante el gobierno y fue uno de los más exitosos en su gestión contra la República”, destaca la historiadora.

“Los monárquicos están en el golpe, están con la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), don Juan de Borbón se presenta en Burgos pidiendo llevar un buque de la Armada para defender a España del peligro del comunismo… Ha habido un discurso intentando separar y blanquear a los Borbones, negando su implicación, cuando no fue así”, expone el doctor en Historia Contemporánea Sergio Gálvez Biesca.

La profesora de la Carlos III recuerda, no obstante, que las relaciones entre ellos los Borbones y Franco no fueron tan estrechas como cabría esperar de a sus acciones comunes en contra la República desde el momento en que quedó claro que el interés del Caudillo no era reinstaurar la monarquía sino “la construcción de una dictadura, de un Estado totalitario, como él mismo declaró públicamente, de características similares a la Alemania nazi y a la Italia fascista”.

Eiroa también pone en contexto los conceptos políticos en una época de democracias en experimentación: “En aquellos años el poder de la nobleza, de las clases altas y privilegiadas era determinante, a pesar de que en los parlamentos de la Restauración (1871-1923) habían tenido que compartir escaños con las clases medias y populares”. Explica que el hecho de perder su estatus ante la llegada la República, anunciada “para todos los trabajadores”, activó el temor de estas clases a que llegara el momento de perder sus propiedades o de compartirlas. “La monarquía y la nobleza han sido siempre muy conservadoras y clasistas, acostumbradas, en cierto modo, a manejar el país como si fuera suyo, y en algunas zonas latifundistas casi era verdad. Estos son algunos motivos que les llevaron a conspirar contra la República desde el primer día de su existencia”, explica.

En mitad del desengaño monárquico con Franco llegó a haber conversaciones con líderes republicanos en el exilio, pero aquel episodio acabó en fracaso y con una crisis interna en el PSOE, recuerda Eiroa. Fue en 1948 y se le llamó el Pacto de San Juan de la Luz, entre socialistas y la Confederación de Fuerzas Monárquicas en el pueblo francés del mismo nombre. Había acabado la II Guerra Mundial y la dictadura preocupaba a las Naciones Unidas. Pero el flirteo para pactar una denuncia del régimen franquista ante la comunidad internacional nunca obtuvo resultados.

Según la Fundación Pablo Iglesias, los monárquicos rehuyeron firmarlo oficialmente y tres años más tarde Juan de Borbón “envía una carta a Franco en la que niega categóricamente todo tipo de connivencia con cualquier fuerza política fuera del Movimiento Nacional”. Según este archivo, en 1951 se formaliza la ruptura del Pacto de San Juan de Luz, meses antes del 18º Congreso socialista.

No obstante, la decepción de Alfonso XIII y la monarquía borbónica con Franco se saldó plenamente con la designación de su nieto, Juan Carlos I, como sucesor del Caudillo. La alianza de la familia real con el dictador llevó al actual rey emérito a jurar los principios del Movimiento Nacional en 1975, en la ceremonia de proclamación del rey de España en las Cortes. “Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional”. Franco había muerto dos días antes y en el discurso de Juan Carlos I hubo grandes palabras para él: “Una figura excepcional entra en la Historia”.

Años antes, y ante una televisión suiza, Juan Carlos de Borbón, el nieto de Alfonso XIII, se refirió a Franco como “un ejemplo viviente por su desempeño patriótico al servicio de España” y dijo tener por él “gran afecto y admiración”.

Edulcorar la historia
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El rey jura las Leyes Fundamentales el 22 de noviembre de 1975. En una segunda fila se ve a Alfonso Armada. Foto: Luis Millán / EFE
“Los Borbones estuvieron sistemáticamente implicados en todas las regresiones democráticas desde 1814 hasta el franquismo.Siempre han estado al lado de la reacción, de las reformas conservadoras”. Sobre cómo desde entonces se ha tratado de desvincular la historia reciente de los Borbones de aquellos episodios de guerra y dictadura, -aunque los intereses de la dinastía difiriesen de los de Franco-, el experto cree que parte de culpa la tiene una historiografía conservadora situada en un discurso amable y conciliador con la monarquía. “Porque es muy difícil justificar qué tienen que ver los Borbones con la democracia en el siglo XXI”, critica.

“Los historiadores monárquicos o conservadores cada vez lo tienen más difícil ante una evidencia de pura calidad democrática y también por la caída del relato de la Transición modélica. Ese modelo icónico en el que el rey había jugado de árbitro, tras las nuevas evidencias y documentación descubierta, sabemos que la opción de Juan Carlos fue la de la supervivencia de la propia monarquía”.

Gálvez explica que tras 40 años de dictadura el campo historiográfico sale de un largo invierno franquista donde los puestos más relevantes en la investigación y enseñanza estaban copados por conservadores e incluso nombres relacionados con el franquismo. “Hasta que no llegaron renovaciones generacionales y hemos podido acceder a determinada documentación no hemos empezado a cuestionar y confrontar abiertamente y críticamente ese relato edulcorado, no solo ya de la Transición sino también de la figura de Juan Carlos I”.

Además, denuncia las dificultades que aún hoy encuentran los historiadores para acceder a la documentación de la Casa Real: “No sabemos qué hay o qué no, es una falta de transparencia enorme siendo la Casa del Rey una institución pública”.

Son de sobra conocidas las presiones que tradicionalmente ha ejercido la Casa Real de Juan Carlos I sobre publicaciones críticas con la monarquía. “Compañeros que han escrito trabajos y que directamente la Casa Real ha llamado a la editorial”, cuenta el doctor en Historia. “Esto ahora se puede decir libremente, pero ha habido muchas presiones para intentar que no salieran datos que no cuadraban con esa imagen idílica de la monarquía encabezada por Juan Carlos I y ahora Felipe VI”. El experto cree que sobre este tema sigue habiendo una historiografía mayoritariamente conservadora “que nunca ha cuestionado el papel de la monarquía, que no ha hecho de instrumento crítico, porque la Historia tiene una finalidad crítica que es cuestionar cómo están las cosas”.
 
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