Faltas de respeto de Letizia y Leonor a la Reina Sofia - Malas relaciones entre Letizia y Sofia.

Cenicienta era la madrastra
06/04/2018 Redaccion Destacados, España 0

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Una familia desestructurada y patética. /Foto: elmundo.es.
Enrique de Diego.

Un íntimo amigo de Felipe de Borbón me contó que el entonces Príncipe de Asturias consideraba que todo el mundo en España era feliz. Había llegado a tal conclusión a través de la experiencia cotidiana de que, desde su más tierna infancia, desde que se levantaba hasta que se acostaba, todo el mundo con el que se cruzaba le saludaba con una sonrisa: “Alteza…” Ese amigo íntimo me enseñó las fotos de un cumpleaños de Felipe en Zarzuela, en el que actuaban, para amenizar la fiesta, Cruz y Raya, que en ese momento estaban en la cresta de la ola y con fuerte presencia en TVE.

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La relación entre Prado del Rey y Zarzuela, pues la vecindad hace el roce, ha sido fluida, lasciva e incestuosa. De allí salió Bárbara Rey para pasar por la alcoba del emérito y otras muchas, porque la bonanza televisiva y el catre regio han estado estrechamente ligados. Y, de tal palo tal astilla, Felipe de Borbón terminó enamorándose de la chica del telediario. Un amor catódico.

Esto de la monarquía tiene la ventaja publicitaria de las princesas en busca del príncipe azul en cuyo imaginario destaca Cenicienta. Hete aquí que Letizia Ortiz Rocasolano fue presentada como la Cenicienta española tocada por la varita mágica de Felipe, quien la sacaba de su pequeño piso para llevarla en volandas hasta el casoplón de Zarzuela, rodeándola de abalorios, joyas, ropa de marca y suntuosos privilegios. A cambio, Letizia aportaba modernidad. Letizia era la encarnación de una Cenicienta postmoderna y progresista; atea, republicana, feminista, rockera y fan de Joaquín Sabina. Estaba divorciada de su profesor del Ramiro de Maeztu, en Méjico había dejado bien alto el pabellón de la promiscuidad, no había pasado desapercibida hasta posar desnuda para la carátula de un disco de Maná, había abortado, sin que se sepa quién era el padre, y un cúmulo de hechos y circunstancias que, en otros tiempos menos permisivos, hubieran jugado en contra augurando un matrimonio infeliz y tormentoso, pero que en estos tiempos de relativismo jugaban a su favor.

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La nueva Cenicienta desde el primer momento mostró impulsividad incontrolada, rasgos paranoides, un carácter de mil demonios, adicción al botox, espontaneidad desbordada entrando a trompicones en el delicuescente terreno de la mala educación y aires de perdona vidas. Pero todo eso, a lo que se ve, era el aire fresco de la modernidad. Vamos, la última persona que cualquier familia estructurada quisiera como nuera, pero eso no eran más que prejuicios anticuados, que Felipe de Borbón era “el preparado”, había pasado por academias militares, por la Universidad de Georgetown y nadie mejor que él para elegir lo mejor de lo mejor.

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Paloma Rocasolano. /Foto: hola.com.
Cenicienta, encantada de haberse conocido, empoderada, convencida de que el éxito mundano era la consecuencia de su errática conducta y de sus licenciosas costumbres, llegó pronto a la convicción de que no debía cambiar nada, sino que eran los demás quienes habían de modificar sus conductas y de que su príncipe azul era un calzonazos, que no sabía ni leer, y que la familia de su esposo eran una pandilla de degenerados y corruptos que ponían en peligro el futuro de la institución monárquica, así que se dispuso a cambiar de dinastía, de la Borbón a la Ortiz Rocasolano, con un tsunami de modernidad.

Así que este cuento, cuando la monarquía debía dar por responsabilidad una imagen de estabilidad y unidad, ha degenerado en una pesadilla y en una pelea de egos, siendo el de Letizia inmenso, y nos hemos encontrado con la sorpresa de que Cenicienta era la madrastra disfrazada y que todo el cuento ha sido reescrito y ya no se atisba ningún final feliz.

http://ramblalibre.com/2018/04/06/cenicienta-era-la-madrastra/
AMÉN.
 
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