Letizia, la reina perfecta

Registrado
24 Jun 2016
Mensajes
10.338
Calificaciones
134.237

Letizia, la reina perfecta

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla como la heredera de una milenaria dinastía


RUBÉN AMÓN
21 JUL 2017 - 00:00 CEST

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla no ya como una reina, sino como la heredera de una milenaria dinastía. Delgada, hierática, de tez albina. Y como escribía Valle Inclán en Sonata de Estío,consciente del desdén patricio de los criollos.

No se refería a ella, obviamente, pero el pasaje ilustra la disciplina mental y corporal con que Letizia ha conseguido que el consorte parezca el rey titular. Ocurre con Rania en el reino de Jordania, pero no puede decirse que Abdalá II, a diferencia de Felipe VI, parezca precisamente un monarca esbelto ni distinguido.

Por eso tiene más mérito la metamorfosis de Letizia. Ninguna reina de Europa eleva la barbilla mejor que ella. Ninguna plebeya se habría sofisticado tanto para lucirse ingrávida, a cámara lenta, en la gran alfombra roja de Londres. Que era una pasarela.

No podría sospecharse que fue becaria en el periódico La Nueva España ni podría reconocerse el menor atisbo de su antiguo vasallaje, pero semejante bagaje patrimonial y biográfico representa una ventaja para la reina: viene del otro lado, conoce el otro lado.

Y, por idénticos motivos, sabe lo que esperamos los españoles y los espectadores. Es decir, la abdicación de cualquier liturgia opulenta —un buen ejemplo fue la comunión colegial de Leonor— y una telegenia profesional que Letizia estimula para mirar a la cámara como si la sedujera y robar el plano con sus guantes blancos.

Imaginamos que debe frustrarle el silencio y el papel gregario que delimitan su cargo, sus funciones, pero Letizia ha logrado sofisticar su imagen etérea para romper en añicos el florero y ocupar en solitario la portada del Times. Es la meta reina. Su presencia da que hablar como un remedio al mutismo protocolario y como una reivindicación. Le ocurría a Jackie Kennedy con el presidente. Y le ocurrió a Victoria Beckahm con Beck hasta que decidió ella quedarse con el cetro.

Lo hemos comprobado en Londres con ocasión de la visita de Estado a Reino Unido. Necesita Letizia un vestuario enciclopédico, una vitalidad escénica, teatral, casi como una réplica a la imagen inmutable de la reina Sofía. Por eso cambia de aspecto y de peinado. A Letizia no habría forma de fijarla en un sello ni de acuñarla en una moneda. Y esa personalidad, y esa tenacidad, no sé si hacen de ella una mujer feliz, pero sí la convierten en una reina perfecta.

La prensa británica la ha tratado como tal. Le ha reconocido el mérito de haber superado el desafío que suponía contrastarse y reconocerse delante de la reina de todas las reinas. Que es Isabel II y que ocupa un peldaño superior porque presume de su noción metafísica y porque ha demostrado que la mejor manera de estar cerca del pueblo es alejarse de él con el boato, la liturgia, la dimensión sagrada.

https://elpais.com/elpais/2017/07/20/opinion/1500572069_456559.html
 
Última edición por un moderador:
Leed entrelíneas, queridas coticompis, le están diciendo altiva, soberbia, sobrada, mal educada que después de tantos años no sabe ni entiende cuál es su lugar, le gusta mangonear y ser el eterno centro de atención, y que está callada porque cuando abre la boca la caga, que está frustrada por lo limitado de su papel de florero y por eso se salta las trancas como cabra loca tirando al campo de donde salió

También le recuerdan y le restriegan sus orígenes porque aunque viene "del otro lado" se le han subido los humos a la cabeza y se cree más blue blood que la misma The Queen

Para terminar le recuerdan que más que humana parece muñeca de cera con tanto plástico metido en el cuerpo, que solo sabe posar y poner cara de intensa en vez de atender a los actos a los que asiste
 
Leed entrelíneas, queridas coticompis, le están diciendo altiva, soberbia, sobrada, mal educada que después de tantos años no sabe ni entiende cuál es su lugar, le gusta mangonear y ser el eterno centro de atención, y que está callada porque cuando abre la boca la caga, que está frustrada por lo limitado de su papel de florero y por eso se salta las trancas como cabra loca tirando al campo de donde salió

También le recuerdan y le restriegan sus orígenes porque aunque viene "del otro lado" se le han subido los humos a la cabeza y se cree más blue blood que la misma The Queen

Para terminar le recuerdan que más que humana parece muñeca de cera con tanto plástico metido en el cuerpo, que solo sabe posar y poner cara de intensa en vez de atender a los actos a los que asiste
Totalmente de acuerdo, de forma muy sutil y correcta la ponen a caer de un burro sin faltar a la verdad ni una sola vez, me parece un artículo sencillamente genial. Chapeau para Rubén Amón.
 
Leed entrelíneas, queridas coticompis, le están diciendo altiva, soberbia, sobrada, mal educada que después de tantos años no sabe ni entiende cuál es su lugar, le gusta mangonear y ser el eterno centro de atención, y que está callada porque cuando abre la boca la caga, que está frustrada por lo limitado de su papel de florero y por eso se salta las trancas como cabra loca tirando al campo de donde salió

También le recuerdan y le restriegan sus orígenes porque aunque viene "del otro lado" se le han subido los humos a la cabeza y se cree más blue blood que la misma The Queen

Para terminar le recuerdan que más que humana parece muñeca de cera con tanto plástico metido en el cuerpo, que solo sabe posar y poner cara de intensa en vez de atender a los actos a los que asiste
No lo creo,El País hace mucho tiempo que decidió quitarle el puesto al ABC como periódico monarquico de cabecera, no olvidar aquel memorable artículo Leonor, niña y princesa...:confused:
 
https://elpais.com/elpais/2017/07/20/opinion/1500572069_456559.html

Letizia, la reina perfecta

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla como la heredera de una milenaria dinastía


RUBÉN AMÓN
21 JUL 2017 - 00:00 CEST

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla no ya como una reina, sino como la heredera de una milenaria dinastía. Delgada, hierática, de tez albina. Y como escribía Valle Inclán en Sonata de Estío,consciente del desdén patricio de los criollos.

No se refería a ella, obviamente, pero el pasaje ilustra la disciplina mental y corporal con que Letizia ha conseguido que el consorte parezca el rey titular. Ocurre con Rania en el reino de Jordania, pero no puede decirse que Abdalá II, a diferencia de Felipe VI, parezca precisamente un monarca esbelto ni distinguido.

Por eso tiene más mérito la metamorfosis de Letizia. Ninguna reina de Europa eleva la barbilla mejor que ella. Ninguna plebeya se habría sofisticado tanto para lucirse ingrávida, a cámara lenta, en la gran alfombra roja de Londres. Que era una pasarela.

No podría sospecharse que fue becaria en el periódico La Nueva España ni podría reconocerse el menor atisbo de su antiguo vasallaje, pero semejante bagaje patrimonial y biográfico representa una ventaja para la reina: viene del otro lado, conoce el otro lado.

Y, por idénticos motivos, sabe lo que esperamos los españoles y los espectadores. Es decir, la abdicación de cualquier liturgia opulenta —un buen ejemplo fue la comunión colegial de Leonor— y una telegenia profesional que Letizia estimula para mirar a la cámara como si la sedujera y robar el plano con sus guantes blancos.

Imaginamos que debe frustrarle el silencio y el papel gregario que delimitan su cargo, sus funciones, pero Letizia ha logrado sofisticar su imagen etérea para romper en añicos el florero y ocupar en solitario la portada del Times. Es la meta reina. Su presencia da que hablar como un remedio al mutismo protocolario y como una reivindicación. Le ocurría a Jackie Kennedy con el presidente. Y le ocurrió a Victoria Beckahm con Beck hasta que decidió ella quedarse con el cetro.

Lo hemos comprobado en Londres con ocasión de la visita de Estado a Reino Unido. Necesita Letizia un vestuario enciclopédico, una vitalidad escénica, teatral, casi como una réplica a la imagen inmutable de la reina Sofía. Por eso cambia de aspecto y de peinado. A Letizia no habría forma de fijarla en un sello ni de acuñarla en una moneda. Y esa personalidad, y esa tenacidad, no sé si hacen de ella una mujer feliz, pero sí la convierten en una reina perfecta.

La prensa británica la ha tratado como tal. Le ha reconocido el mérito de haber superado el desafío que suponía contrastarse y reconocerse delante de la reina de todas las reinas. Que es Isabel II y que ocupa un peldaño superior porque presume de su noción metafísica y porque ha demostrado que la mejor manera de estar cerca del pueblo es alejarse de él con el boato, la liturgia, la dimensión sagrada.

Coincido con @gabriela (y @kasikasi), así que le regalo al autor un lameculillos para que pueda ejercer su lameculismo cómodamente, en formato polo/paleta, en lugar de arrodilarse y joderse cervicales y lumbares

lameculillos (2).jpg
 
https://elpais.com/elpais/2017/07/20/opinion/1500572069_456559.html

Letizia, la reina perfecta

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla como la heredera de una milenaria dinastía


RUBÉN AMÓN
21 JUL 2017 - 00:00 CEST

Impresiona que el perfeccionismo de Letizia haya llegado al extremo de consolidarla no ya como una reina, sino como la heredera de una milenaria dinastía. Delgada, hierática, de tez albina. Y como escribía Valle Inclán en Sonata de Estío,consciente del desdén patricio de los criollos.

No se refería a ella, obviamente, pero el pasaje ilustra la disciplina mental y corporal con que Letizia ha conseguido que el consorte parezca el rey titular. Ocurre con Rania en el reino de Jordania, pero no puede decirse que Abdalá II, a diferencia de Felipe VI, parezca precisamente un monarca esbelto ni distinguido.

Por eso tiene más mérito la metamorfosis de Letizia. Ninguna reina de Europa eleva la barbilla mejor que ella. Ninguna plebeya se habría sofisticado tanto para lucirse ingrávida, a cámara lenta, en la gran alfombra roja de Londres. Que era una pasarela.

No podría sospecharse que fue becaria en el periódico La Nueva España ni podría reconocerse el menor atisbo de su antiguo vasallaje, pero semejante bagaje patrimonial y biográfico representa una ventaja para la reina: viene del otro lado, conoce el otro lado.

Y, por idénticos motivos, sabe lo que esperamos los españoles y los espectadores. Es decir, la abdicación de cualquier liturgia opulenta —un buen ejemplo fue la comunión colegial de Leonor— y una telegenia profesional que Letizia estimula para mirar a la cámara como si la sedujera y robar el plano con sus guantes blancos.

Imaginamos que debe frustrarle el silencio y el papel gregario que delimitan su cargo, sus funciones, pero Letizia ha logrado sofisticar su imagen etérea para romper en añicos el florero y ocupar en solitario la portada del Times. Es la meta reina. Su presencia da que hablar como un remedio al mutismo protocolario y como una reivindicación. Le ocurría a Jackie Kennedy con el presidente. Y le ocurrió a Victoria Beckahm con Beck hasta que decidió ella quedarse con el cetro.

Lo hemos comprobado en Londres con ocasión de la visita de Estado a Reino Unido. Necesita Letizia un vestuario enciclopédico, una vitalidad escénica, teatral, casi como una réplica a la imagen inmutable de la reina Sofía. Por eso cambia de aspecto y de peinado. A Letizia no habría forma de fijarla en un sello ni de acuñarla en una moneda. Y esa personalidad, y esa tenacidad, no sé si hacen de ella una mujer feliz, pero sí la convierten en una reina perfecta.

La prensa británica la ha tratado como tal. Le ha reconocido el mérito de haber superado el desafío que suponía contrastarse y reconocerse delante de la reina de todas las reinas. Que es Isabel II y que ocupa un peldaño superior porque presume de su noción metafísica y porque ha demostrado que la mejor manera de estar cerca del pueblo es alejarse de él con el boato, la liturgia, la dimensión sagrada.
@Janine buenos días compi.
Ja, Ja, Ja, Ja, Ja, Ja.

¿A cuanto el kilogramo de letras?
¿A cuanto el emborronar folios?
¿A cuanto el "servicio adeudado"?
¿A cuanto el "servicio por hacer?.

Espaldas dobladas
cual genuflexión en el templo,
agradecidos estómagos
"de pucheros y sopas" calientes,
que no con "ondas"

El "carrito" de los helados,
el "teatrito" soso y marchito,
¿quién lo paga?
mírate y el espejo te lo dirá
y te lo recordará.

Cada vez que subo a superficie,
veo las serpientes desatadas
buscando veranos calientes
y crédulos lectores.

Nada nuevo bajo el Sol.

Buen día a cotis, visitantes y Staff; a todos por igual y en orden aleatorio, pero con el mismo peso.
Il vostro Serendi.
Un "recogepelotas" en el fondo abisal.
 
Última edición:

Temas Similares

12 13 14
Respuestas
167
Visitas
7K
Back