Está desconocida hoy. La noto especialmente feliz y contenta. Feliz de estar en Asturias, supongo. No para de darle a la sin hueso, reír, gesticular y toquetear a los invitados. Por lo menos parece estar alegre y hasta lanza besos con la mano y todo. No doy crédito a las fotos que veo.
A esa plaza le deberían poner unos árboles. Casi me muero derretido ahí el pasado verano. Por poco no lo cuento. El paseo por Avilés me encantó y el cachopo estaba de vicio pero de ese sol abrasador en aquella plaza no me olvido en la vida, vamos.