- Registrado
- 20 Sep 2019
- Mensajes
- 9.383
- Calificaciones
- 43.318
Lo que cuentas no tiene que ver con mi comentario, con independencia de que lo que dices no me parece mal. Es una pena y por eso estas desgracias , cuando las comenten personas carentes de capacidad por su enfermedad , son declaradas irresponsables penalmente, aunque si tienen responsabilidad civil, no lo digo yo, lo dice la ley.Yo entiendo la indignación, el rechazo y laa ganas de apedrear a este chaval , yo misma ALUCINÉ la primera vez que la leí hasta que llegué a la parte de brote psicótico.
Tú, prima, dices, (aunque no personalizo en ti): los padres no tienen culpa de nada.
¿Y el chaval tiene culpa?
Lo que ha hecho es terrible pero ¿quiso hacerlo? ¿Alguien en su sano juicio arranca los ojos a un ser humano tan pichi? (Que no sé ni quiero saber cómo hizo)
Hace años a mi hermano le di un ataque epiléptico (no es epiléptico, fue ese ataque puntual) y mientras volvía en sí y yo estaba enfrente para tenerlo controlado y que no se hiciera daño me miró con una cara de ODIO muy muy heavy, yo pensé de hecho que me iba a pegar un puñetazo (y me hubiera reventado la mandíbula fijo), una forma de mirar con él rígido y el puño por ahí que me dio miedo. Curiosamente, no se acuerda ni de cuando entró en el hospital, ni de la silla de ruedas, ni de lo que hablamos mientras esperábamos la ambulancia. Si me hubiera pegado ese puñetazo con cara de odio no hubiera sido él sino sabeDiosqué que estaba cruzando su cerebro en ese momento.
Hace años un chico esquizofrénico tiró a las vías del metro a una chica que tuvo que ser amputada de una pierna (él decía que oía voces). La chica, en una entrevista que vi, dijo que no le perdonaba. Yo la entiendo. Yo tampoco perdonaría porque la "ruina" y las consecuencias las vives tú. Pero quizá con el tiempo aceptes que el traspiés de un enfermo (igual que de uno al que le da un mareo y te atropella o de otro que de queda dormido al volante y te deja en silla de ruedas) te ha tocado a ti y no haya que darle más vueltas. Sin perdonar pero aceptar, como aceptas la muerte de un familiar fumador o un incendio que te deja en la calle.