El complicado asalto a los cielos de Susana Díaz
| Publicado: 16/3/2017 09:12
Sebastián Martín *
Cuentan las malas lenguas que fue la presidenta andaluza la que, en las últimas primarias del Partido Socialista, tocó a rebato para que los afiliados más leales diesen a José Antonio Pérez Tapias los avales que le faltaban para poder presentarse. Había que evitar un duelo frontal con Eduardo Madina que pusiese al descubierto la debilidad del ignoto candidato oficial, un tal Pedro Sánchez, apenas conocido por su brevísima tesis doctoral, publicada a cuatro manos, en la que celebraba las bondades del libre mercado. De introducir a Pérez Tapias en la carrera, era probable que la candidatura de Madina se debilitase por el flanco izquierdista, más identificado con el discurso inequívoco del filósofo sevillano.
Así ocurrió. Desde entonces ha llovido mucho y los acontecimientos ulteriores han demostrado que en la política real, si se quiere sobrevivir en las alturas, hay que adaptarse a la coyuntura hasta el punto de la autonegación. Eso ha ocurrido con Madina, que ha saltado del progresismo independiente al centrismo integrista que presta base al liderazgo de Susana; pero también con Sánchez, quien ha dejado de ser azote del independentismo y del populismo de izquierdas para abrazar hasta la plurinacionalidad.
Solo hay una cosa que no ha cambiado en las nuevas primarias. También en ellas nos encontraremos con un tercero en discordia. Pero esta vez no está nada claro a cuál de ambos candidatos podrá beneficiar. El significado político de Patxi López resulta, en efecto, mucho más ambiguo que el que tuvo en su momento Pérez Tapias. En un principio, gracias a su posición de relativa equidistancia durante la consumación del golpe, pudo parecer que se erigía en figura defensora de la militancia frente a los dirigentes usurpadores. La acogida que han dispensado a Sánchez en varios actos multitudinarios, y la insistencia en situarse en un punto intermedio entre “la derecha” y el “populismo” de Podemos, le han devuelto, sin embargo, al redil de la oficialidad, del que acaso nunca había salido. De confirmarse esta última posición, los votos que Patxi López puede obtener saldrán probablemente de federaciones no andaluzas, de entre aquellos militantes centristas que perciben a Sánchez como una presencia disgregadora, pero que de ninguna forma pueden identificarse con los modos de Susana.
Es decir, saldrán del mismo semillero centrista, y nostálgico del bipartidismo, del que Susana obtendrá sus apoyos. Por eso no cabe descartar una retirada anticipada de López que evite la aglutinación en torno a un solo candidato de los críticos con el oficialismo. O alguna forma de pacto que permita computar los apoyos de sus dos candidatos. Pues lo que la dirigencia del partido persigue, se dificulta considerablemente con una colisión entre ellos.
Su pretensión no es otra que reconciliar el poder de hecho con el poder de derecho en la organización interna del partido, haciendo borrón y cuenta nueva, para poder mirar hacia el futuro, como ahora se dice cuando se quieren eximir responsabilidades. Quien hasta ahora ha jugado a la gobernación indirecta de su formación, aspira a liderarla a rostro descubierto. Quienes hoy lo gestionan ilegítimamente, quieren que sea la propia militancia la que blanquee las consecuencias de su operación.
Y es que lo acontecido en la cúpula socialista en vísperas de la investidura de Rajoy tuvo la envergadura de un golpe en toda regla. Demasiado poco se insiste en ello. Hacia fuera del partido, gracias a la decapitación de Sánchez, se logró neutralizar el sentido de varios millones de votos emitidos en oposición directa al PP. Hacia dentro, se verificó un movimiento contrario a la propia legalidad estatutaria de la formación socialista, instalando una gestora carente de legitimidad y con una sola competencia lícita: poner en marcha el procedimiento para elegir una nueva ejecutiva.
Que se haya extralimitado en sus funciones, que pese a su origen ilegítimo perdure en su actividad, tomando decisiones que afectan al partido y hasta a la gobernación de la sociedad, no muestra sino la triste evidencia de que, demasiadas veces, es la fuerza desnuda la que engendra las prácticas que terminan aceptándose como válidas. Para que eso no ocurriese se necesitaría una ciudadanía vigilante, rebelde y constantemente movilizada, capaz de oponerse sin desmayo a los actos de usurpación. Pero eso es pedir demasiada conciencia, excesivo compromiso, en un tiempo donde la prioridad fundamental ha pasado a ser la mera supervivencia personal.
De todo ello será un índice cristalino la votación de los militantes en las primarias socialistas. Con sus papeletas van a poder mostrar cuánto de rebeldía queda viva tras meses de gestora tratando de normalizar la ilegalidad. También van a poder clarificar qué camino escogen ante las tres contradicciones que hienden al partido: la económica, la política y la nacional. De un lado, figura la opción encarnada por Susana, la de la confianza en la economía de mercado, el anhelo de regreso a la razón de Estado bipartita y la resolución unitaria del contencioso catalán. De otro, está la opción representada, solo por imperativo de las circunstancias, por Pedro Sánchez, que quiere recobrar derechos sociales y protección laboral, abrirse a transformar el país con la cooperación de fuerzas nacionalistas e izquierdistas, con el desalojo institucional de la derecha como objetivo preferente, y resolver en términos federales, o incluso plurinacionales, el problema territorial.
Entre los ya pocos militantes del PSOE, es probable que la salida mayoritaria sea la primera. Pero su proporción podrá verse mermada, precisamente, por estar encabezada por Susana Díaz, que cuenta con una dificultad insuperable: su discurso, sus métodos, su estilo, genuinamente populacheros y de apparatchik, no resultan extrapolables al conjunto del Estado. Lo que goza de éxito (relativo y declinante) en Andalucía, no tiene por qué ser eficaz en los demás territorios del país. Estaríamos ante una simpática ironía de la historia si, al final, la complexión irreductiblemente pluralista de España termina desvaneciendo las ambiciones de quien obstinadamente la ha venido negando. ¿Cómo? Con un rechazo generalizado a su candidatura por parte de las federaciones socialistas no andaluzas.
Ahora bien, la condición orgánica de estas primarias reduce el riesgo de que una proyección pública excesiva termine abrasando a la aspirante andaluza. Se tratará de una disputa interna de escasa visibilidad, donde los resortes internos del aparato, de la elaboración de censos a la activación de feudos, van a jugar un papel mucho más decisivo que la imagen construida en debates televisados. La federación de Andalucía continuará, además, preponderando. Pero esta es tanto la baza como la debilidad de Susana.
Y es que los actos públicos de Sánchez han demostrado que la militancia socialista andaluza está lejos de plegarse mansamente a los designios de su presidenta. Caracteriza a esta base social una bipolaridad interesante, que convierte en inciertos los resultados futuros: de un lado, es la militancia más profundamente integrada en una administración patrimonializada por su partido, pero, de otro, es la más marcadamente izquierdista, republicana y anticonservadora de toda la que dispone la formación.
Con el corazón dividido entre los principios socialistas y el ‘carguito’ probablemente sea la sección andaluza la que termine decantando la balanza, pero no logrará resolver el problema de fondo que debería ventilarse en estas primarias. Como me trasladaba un conocido profesor, bien al tanto de las interioridades del partido, no hay en el PSOE a día de hoy, ni habrá tras la elección del nuevo secretario general, un liderazgo con autoridad política capaz de generar el asentimiento mayoritario indispensable para sanar la división y superar las actuales contradicciones que desangran a nuestra socialdemocracia.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2017/03/16/el-complicado-asalto-a-los-cielos-de-susana-diaz/9944
Una traidora no debiera ser referente para llegar a ser secretaria general.
Un cobarde que por salvar su cocido se ha plegado a la gestora ilegítima y a sus postulados tampoco.
| Publicado: 16/3/2017 09:12
Sebastián Martín *
Cuentan las malas lenguas que fue la presidenta andaluza la que, en las últimas primarias del Partido Socialista, tocó a rebato para que los afiliados más leales diesen a José Antonio Pérez Tapias los avales que le faltaban para poder presentarse. Había que evitar un duelo frontal con Eduardo Madina que pusiese al descubierto la debilidad del ignoto candidato oficial, un tal Pedro Sánchez, apenas conocido por su brevísima tesis doctoral, publicada a cuatro manos, en la que celebraba las bondades del libre mercado. De introducir a Pérez Tapias en la carrera, era probable que la candidatura de Madina se debilitase por el flanco izquierdista, más identificado con el discurso inequívoco del filósofo sevillano.
Así ocurrió. Desde entonces ha llovido mucho y los acontecimientos ulteriores han demostrado que en la política real, si se quiere sobrevivir en las alturas, hay que adaptarse a la coyuntura hasta el punto de la autonegación. Eso ha ocurrido con Madina, que ha saltado del progresismo independiente al centrismo integrista que presta base al liderazgo de Susana; pero también con Sánchez, quien ha dejado de ser azote del independentismo y del populismo de izquierdas para abrazar hasta la plurinacionalidad.
Solo hay una cosa que no ha cambiado en las nuevas primarias. También en ellas nos encontraremos con un tercero en discordia. Pero esta vez no está nada claro a cuál de ambos candidatos podrá beneficiar. El significado político de Patxi López resulta, en efecto, mucho más ambiguo que el que tuvo en su momento Pérez Tapias. En un principio, gracias a su posición de relativa equidistancia durante la consumación del golpe, pudo parecer que se erigía en figura defensora de la militancia frente a los dirigentes usurpadores. La acogida que han dispensado a Sánchez en varios actos multitudinarios, y la insistencia en situarse en un punto intermedio entre “la derecha” y el “populismo” de Podemos, le han devuelto, sin embargo, al redil de la oficialidad, del que acaso nunca había salido. De confirmarse esta última posición, los votos que Patxi López puede obtener saldrán probablemente de federaciones no andaluzas, de entre aquellos militantes centristas que perciben a Sánchez como una presencia disgregadora, pero que de ninguna forma pueden identificarse con los modos de Susana.
Es decir, saldrán del mismo semillero centrista, y nostálgico del bipartidismo, del que Susana obtendrá sus apoyos. Por eso no cabe descartar una retirada anticipada de López que evite la aglutinación en torno a un solo candidato de los críticos con el oficialismo. O alguna forma de pacto que permita computar los apoyos de sus dos candidatos. Pues lo que la dirigencia del partido persigue, se dificulta considerablemente con una colisión entre ellos.
Su pretensión no es otra que reconciliar el poder de hecho con el poder de derecho en la organización interna del partido, haciendo borrón y cuenta nueva, para poder mirar hacia el futuro, como ahora se dice cuando se quieren eximir responsabilidades. Quien hasta ahora ha jugado a la gobernación indirecta de su formación, aspira a liderarla a rostro descubierto. Quienes hoy lo gestionan ilegítimamente, quieren que sea la propia militancia la que blanquee las consecuencias de su operación.
Y es que lo acontecido en la cúpula socialista en vísperas de la investidura de Rajoy tuvo la envergadura de un golpe en toda regla. Demasiado poco se insiste en ello. Hacia fuera del partido, gracias a la decapitación de Sánchez, se logró neutralizar el sentido de varios millones de votos emitidos en oposición directa al PP. Hacia dentro, se verificó un movimiento contrario a la propia legalidad estatutaria de la formación socialista, instalando una gestora carente de legitimidad y con una sola competencia lícita: poner en marcha el procedimiento para elegir una nueva ejecutiva.
Que se haya extralimitado en sus funciones, que pese a su origen ilegítimo perdure en su actividad, tomando decisiones que afectan al partido y hasta a la gobernación de la sociedad, no muestra sino la triste evidencia de que, demasiadas veces, es la fuerza desnuda la que engendra las prácticas que terminan aceptándose como válidas. Para que eso no ocurriese se necesitaría una ciudadanía vigilante, rebelde y constantemente movilizada, capaz de oponerse sin desmayo a los actos de usurpación. Pero eso es pedir demasiada conciencia, excesivo compromiso, en un tiempo donde la prioridad fundamental ha pasado a ser la mera supervivencia personal.
De todo ello será un índice cristalino la votación de los militantes en las primarias socialistas. Con sus papeletas van a poder mostrar cuánto de rebeldía queda viva tras meses de gestora tratando de normalizar la ilegalidad. También van a poder clarificar qué camino escogen ante las tres contradicciones que hienden al partido: la económica, la política y la nacional. De un lado, figura la opción encarnada por Susana, la de la confianza en la economía de mercado, el anhelo de regreso a la razón de Estado bipartita y la resolución unitaria del contencioso catalán. De otro, está la opción representada, solo por imperativo de las circunstancias, por Pedro Sánchez, que quiere recobrar derechos sociales y protección laboral, abrirse a transformar el país con la cooperación de fuerzas nacionalistas e izquierdistas, con el desalojo institucional de la derecha como objetivo preferente, y resolver en términos federales, o incluso plurinacionales, el problema territorial.
Entre los ya pocos militantes del PSOE, es probable que la salida mayoritaria sea la primera. Pero su proporción podrá verse mermada, precisamente, por estar encabezada por Susana Díaz, que cuenta con una dificultad insuperable: su discurso, sus métodos, su estilo, genuinamente populacheros y de apparatchik, no resultan extrapolables al conjunto del Estado. Lo que goza de éxito (relativo y declinante) en Andalucía, no tiene por qué ser eficaz en los demás territorios del país. Estaríamos ante una simpática ironía de la historia si, al final, la complexión irreductiblemente pluralista de España termina desvaneciendo las ambiciones de quien obstinadamente la ha venido negando. ¿Cómo? Con un rechazo generalizado a su candidatura por parte de las federaciones socialistas no andaluzas.
Ahora bien, la condición orgánica de estas primarias reduce el riesgo de que una proyección pública excesiva termine abrasando a la aspirante andaluza. Se tratará de una disputa interna de escasa visibilidad, donde los resortes internos del aparato, de la elaboración de censos a la activación de feudos, van a jugar un papel mucho más decisivo que la imagen construida en debates televisados. La federación de Andalucía continuará, además, preponderando. Pero esta es tanto la baza como la debilidad de Susana.
Y es que los actos públicos de Sánchez han demostrado que la militancia socialista andaluza está lejos de plegarse mansamente a los designios de su presidenta. Caracteriza a esta base social una bipolaridad interesante, que convierte en inciertos los resultados futuros: de un lado, es la militancia más profundamente integrada en una administración patrimonializada por su partido, pero, de otro, es la más marcadamente izquierdista, republicana y anticonservadora de toda la que dispone la formación.
Con el corazón dividido entre los principios socialistas y el ‘carguito’ probablemente sea la sección andaluza la que termine decantando la balanza, pero no logrará resolver el problema de fondo que debería ventilarse en estas primarias. Como me trasladaba un conocido profesor, bien al tanto de las interioridades del partido, no hay en el PSOE a día de hoy, ni habrá tras la elección del nuevo secretario general, un liderazgo con autoridad política capaz de generar el asentimiento mayoritario indispensable para sanar la división y superar las actuales contradicciones que desangran a nuestra socialdemocracia.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2017/03/16/el-complicado-asalto-a-los-cielos-de-susana-diaz/9944
Una traidora no debiera ser referente para llegar a ser secretaria general.
Un cobarde que por salvar su cocido se ha plegado a la gestora ilegítima y a sus postulados tampoco.
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