Los Romanov

La Noche Blanca De San Petersburgo
Reseña del Libro por:geniodevilna Autores: GRECIA; MIGUEL DE Summary rating: 3 stars (6 Puntuación) Visitas : 860 palabras:900




Para la mayoría del público en general, evocar el apellido Romanov es incitar a la imaginación a trasladarse a la Rusia de la revolución (1.917), que desembocó en el asesinato del Zar Nicolás II y de la familia imperial (1.918) a manos de las hordas revolucionarias bolcheviques, ávidas de venganza, en Yekaterinburgo. Sin embargo, el apellido Romanov tiene mucha historia a sus espaldas, y ese hecho es sólo uno más dentro de la extensa reseña que ha dejado a los historiadores, como una simple pincelada o anécdota dentro de su dilatada existencia. Y es que no en vano los Romanov gobernaron el duro, beligerante, temible y siempre fascinante imperio soviético desde el siglo XVI hasta el primer cuarto del siglo XX. A lo largo de esos más de 400 años de ser, sentirse y saberse una de las más importantes y poderosas familias existentes sobre la faz de la Tierra, muchas han sido las intrigas urdidas al amparo de esa dinastía: asesinatos, infidelidades, justicias e injusticias, hechos heroicos y actos cobardes eran lo común, lo normal entre semejante extirpe. Pese a todo, pocos acontecimientos habrá dado a la Historia dicha saga tan inquietante, interesante y a la vez, llamativo y atrayente, como el que se muestra en el libro de Miguel de Grecia titulado La Noche Blanca De San Petersburgo. El intento de ocultar, a los ojos del mundo y de posteriores generaciones, la existencia de uno de los miembros de esa familia. Un miembro que, nunca mejor dicho y aprovechando la sabiduría y léxico populares, era la oveja negra de los Romanov. ¿Quién fue ese personaje que tan obsesivamente quisieron hacer desaparecer a ojos de la Historia? Pues fue nada más y nada menos que su Alteza Imperial el Gran Duque Nicolás Konstantinovich de Rusia, Gran Cordón de la Orden de San Andrés, de la Orden de Santa Ana, de la Orden de San Vladimiro, de la Orden del Águila Blanca de Polonia, Coronel en Jefe del Regimiento de Volynski, de los Guardias de Izmailowsky, Jefe del 4º Batallón de los Guardias de la Familia Imperial y Jefe del 84º Regimiento de Infantería Shirvan. Los acontecimientos que llevaron a ese olvido exigido y caprichoso de la Historia son muchos, aunque siempre hay uno que rebosa el vaso de la paciencia y desencadena los males. No obstante, hay que referirse a un cúmulo de circunstancias. Una infancia marcada por un accidente que le dejó secuelas, por una educación severa y despiadada a cargo de un odioso maestro, junto con una adolescencia no menos complicada, se apuntan como origen del complicado carácter y extraño comportamiento de Nicolás. Su excesivo libertinaje, sus excesos con las mujeres de vida alegre, sus actos de un talante poco menos que dudoso, y sus ideas políticas contrarias al propio imperio fueron el detonante, entre otras muchas, de que el 11 de Diciembre de 1874 Alejandro II firmase el principio del fin del Gran Duque Nicolás. Habían pasado 24 años desde su nacimiento (1850). La vida de palacio no volvería a ser igual... para nadie. La Noche Blanca De San Petersburgo es una obra excepcionalmente rica e interesante que engancha nada más adentrarse en sus dominios. Sería difícil catalogarla debido a la multitud de matices que se encierran en ella. Por una parte es una investigación histórica sumamente conseguida, donde se demuestra el trabajo de campo en el que su autor se ha debido ver inmerso. Lugares, fechas, nombres, fotografías, personajes... todo lujo de detalles que demuestran y corroboran la existencia de este personaje, denostado y olvidado, pero que dejó constancia de su existencia real. Al mismo tiempo, Miguel de Grecia ha sabido conducir la historia como una novelización de acontecimientos, mezclando la dura investigación con el más riguroso buen gusto y buena pluma a la hora de contarnos, de forma amena, la vida de lujos, de excesos y la caída en desgracia de semejante individuo. Es, a todas luces, un trabajo excepcional sobre un personaje excepcional. Adentrarse en esta obra supondrá al lector verse inmerso en un mundo ciertamente desconocido, el de una nobleza libertina y no habituada a la imagen de la que disponemos de ella, con el aliciente de ser sobre un personaje que soliviantó a las más altas esferas del todopoderoso imperio soviético y, para más expectación, elaborada por uno de sus descendientes. ¿Qué libro podría aspirar a más? Desde Comentarios de Libros creemos que es un libro sin tiempo, totalmente recomendable y saludable de leer. Nos descubrirá un individuo (El Gran Duque Nicolás) y su entorno (la familia imperial, la nobleza, los palacios, las fiestas suntuosas, el lujo, el poder...) que merece la pena ser conocido. Es una historia llena de aventura. La de un hombre que, más por sus errores que por otra cosa, pagó muy caro sus excesos. Y la Historia, fiel testigo y excepcional narrador, nos ha dejado constancia.


Fuente: La Noche Blanca De San Petersburgo
 
San Basilio está de fiesta

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La catedral de San Basilio, ícono de Moscú, cumple 450 años
Situada en uno de los extremos de la Plaza Roja de Moscú, es uno de los mayores atractivos de esa ciudad y patrimonio de la Humanidad, según la Unesco.


Por: Elpais.com.co | EFEMartes, Julio 12, 2011 - 10:00 a.m.Temas:Internacional
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La catedral de San Basilio fue consagrada solemnemente el 12 de julio de 1561 una vez terminada su construcción que duró cinco años.Foto: Elpais.com.co | AP
Rusia celebra hoy 12 de julio el 450 aniversario de la Catedral de la Intercesión de la Virgen en el Montículo, más conocida como San Basilio, cuyas cúpulas acebolladas son la tarjeta de visita del país.

La catedral, situada en uno de los extremos la Plaza Roja en Moscú, es actualmente una filial del Museo Histórico de Moscú y sigue acogiendo servicios eclesiásticos ortodoxos.

Una de las joyas más representativas y llamativas de la historia y arquitectura rusa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la catedral fue consagrada solemnemente el 12 de julio de 1561 una vez terminada su construcción que duró cinco años.

El proyecto, envuelto en numerosas leyendas, fue ordenado por el zar Iván el Terrible para glorificar su victoria sobre el Kanato de Kazán.

Una de las leyendas dice que la catedral es una copia de una mezquita en Kazán, que fue destruida por Iván el Terrible, enfadado por la resistencia que ofrecieron los habitantes de la hoy capital tártara a las tropas del zar.

Se cree que entonces las cúpulas de aquella mezquita derrumbada fueron trasladadas a Moscú y simbolizaron la victoria del zar sobre Kazán.

Otra leyenda dice que el zar dejó ciego al arquitecto de la catedral, Póstnik Yákovlev, nada más terminada la construcción de la obra, para que no construyese nada que superara en belleza a la catedral.

Por otro lado, los que refutan esa leyenda se basan en que posteriormente Yákovlev construyó otros complejos arquitectónicos, por ejemplo, el Kremlin de Kazán, cosa que, de ser ciego, no habría hecho nunca.

El destino de la catedral es un paradigma de los dramáticos giros de la historia rusa, cuando las obras de arte eran destruidas por capricho de los nuevos gobernantes, quienes consideraban que esas ya no se correspondían con la nueva realidad.

De hecho, la catedral estuvo a punto de ser borrada del mapa en varias ocasiones a lo largo de los últimos 450 años.

Por ejemplo, durante la invasión de Napoleón, quien al darse cuenta de que nadie le iba a entregar las llaves del Kremlin ya que los rusos habían abandonado y supuestamente incendiado la ciudad, tuvo que dejar Moscú y, frustrado, dispuso destruir la catedral.

Pero, al parecer, las tropas franceses llevaban prisa y no pudieron acabar con el complejo.

En otra ocasión, ya en el siglo XX, uno de los colaboradores más fieles a Iósif Stalin, Lázar Kaganóvich, le propuso al dictador soviético que diera la orden de destruir la iglesia, al igual que a muchas otras que fueron derrumbadas por el régimen ateÍsta soviético.

Dicen que a la hora de tratar de persuadir a Stalin de que la catedral impedía pasar a las tropas durante los desfiles militares en la Plaza Roja, Kaganóvich mostró una maqueta de la plaza y arrebató las pequeñas torres del complejo.

Stalin, dice la leyenda, quedó perplejo al instante y luego le espetó: "¡Que vuelvas a colocarlas ahora mismo!".

Pese a que la ideología bolchevique se manifestaba en contra de la religión como "un vestigio del pasado" de la burguesía zarista, fue en el siglo XX cuando más trabajos de reparación y mantenimiento se hicieron en la catedral.

Ni las ambiciones de uno de los conquistadores más grandes de la historia ni tampoco los prejuicios de uno de los regímenes más sangrientos, la URSS, pudieron condenar al olvido esa parte del corazón de Mosc
 
La dinastía Romanov, que ostentó el poder supremo sobre los territorios rusos hasta la Revolución de Febrero de 1917, ascendió al trono en el año 1613, con la coronación de primer Romanov, Miguel I.

La familia comenzó a ganar influencia tras la muerte de Iván IV El Terrible, fallecido ese mismo año, tras lo cual una asamblea de nobles eligió como sucesor al sobrino nieto de éste, con el cual se inició la dinastía.

Hubo sucesivos conflictos tras la muerte de alguno de los sucesores de Miguel I, de manera que la dinastía Romanov quedó durante algunos períodos relegada a un segundo plano. Como es el caso, por ejemplo, de la época de reinado de Pedro I El Grande, uno de los zares más relevantes de la historia de Rusia.

Pedro I accedió al trono en el año 1584, tras imponerse sobre los demás candidatos (sus hermanastros, nietos de Miguel I) Su reinado se caracteriza por el expansión territorial y la modernización de Rusia y la fundación de San Petersburgo. Cambió, además, la ley de sucesión, mediante la cual, a partir de ese momento, todo monarca sería libre de elegir a su sucesor. Fue el primero en adoptar el título de Zar de todas las Rusias”. Al morir el zar sin haber elegido sucesor, fue ascendida al trono su esposa, Catalina I, en 1725.

Con la muerte de Catalina I, la soberanía vuelve a pasar a manos de los Romanov, con su nieto Pedro II y su sobrina Ana Ivanovna.

El último Romanov en el trono de Rusia fue el zar Nicolás II, un hombre que no reunía las cualidades idóneas para regir el reino, debido a su débil personalidad, sobre todo. No estaba preparado para gobernar un tan amplio estado, lleno de cambios tras la muerte de su padre.

Nicolás contrajo matrimonio con la princesa Von Hesse (convertida en la zarina Alejandra), nieta de la reina Victoria de Inglaterra, con quien tuvo cinco hijos: las Grandes Duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia y el Zarevich (literalmente, Hijo del Zar, título que se le aplicaba únicamente al primogénito varón) Alexis.

A pesar de todo, el reinado de Nicolás II no comenzó todo lo bien como se había esperado. La llegada oficial de la futura zarina tuvo lugar durante el funeral de Alejandro III (padre de Nicolás), lo cual dio lugar a múltiples comentarios entre la población (“Ella llega detrás de un ataúd, ella traerá mala suerte”)

Aún así, el gobierno comenzó bastante bien, aunque poco a poco fue degenerando. Nueve años después de la ascensión al trono de Nicolás II, en enero de 1905, tuvo lugar la sangrienta matanza conocida como Domingo Rojo o Domingo Sangriento, momento en el cual los soldados imperiales masacraron por completo a una multitud de obreros (la cifra asciende a unos ciento veinte mil) en huelga por sus malas condiciones de trabajo, frente al Palacio de Invierno.

Para intentar apaciguar al pueblo, el zar introdujo una constitución y creó un parlamento, la Duma, donde se verían representados los ciudadanos, pero fue una medida bastante pobre y que además llegó con retraso. Los rusos, no contentos con esta nueva medida, continuaron con disturbios y protestas. Durante el estallido de la Primer Guerra Mundial, la situación se agravó más. Al principio se consideraba un honor que el soldado ruso combatiese contra Alemania, pero paulatinamente las opiniones fueron cambiado a medida que el número de bajas aumentaban de manera desmesurada.

Con la llegada del invierno del año 1917, los bolcheviques tenían bajo su control Moscú y San Petersburgo, habiéndose alzado entre los demás grupos revolucionarios; pronto establecieron un gobierno. En un inicio se plantearon exiliar a la familia real rusa a Inglaterra, pero finalmente estos fueron recluidos en el sótano de la casa Ipatiev. El zar Nicolás abdicó en marzo de ese mismo año, tras la Revolución de Febrero.

La mañana del 17 de julio de 1918, los soviets que los mantenían cautivos, temerosos de que el ejército blanco (fiel al zar y a su familia) tratase de liberarlos, fueron brutalmente asesinados el zar, la zarina, y sus cinco descendientes, junto con cuatro criados de la familia, sin piedad alguna, y posiblemente bajo la orden de mutilar y esconder los cadáveres a fin de que no fuesen reconocidos, como confirmaron las marcas y quemaduras en los huesos hallados en una fosa en Yekaterimburgo, en 1991, y que correspondían al zar y a la zarina, a tres de sus hijas y a los cuatro sirvientes.

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(Anastasia Romanov, de quien se especuló que habría podido escapar a la matanza)

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Se especuló con la idea de que Anastasia, la hija mejor, y el zarevich Alexis hubiesen sobrevivido, pero unos años más tarde, en julio de 2007, se excavó una nueva fosa, situada a unos escasos setenta metros de la primera, donde se exhumaron dos cadáveres: los de los hijos menores de la familia Romanov.

Cayó esa noche una de las más longevas dinastías del poder ruso.

“Ningún miembro de la familiar sobrevivió a la ejecución en la madrugada del 17 de julio de 1918.”
 
Aniversario de la ejecución de los Romanov

El 16 de julio se cumple el aniversario del fusilamiento de la dinastía Romanov en Ekaterimburgo por los bolcheviques


El zar y toda su familia fueron fusilados en la media noche del 16 al 17 de julio de 1918 por los bolcheviques. Un acto que convirtió a Nicolas II y a la dinastía Romanov en mártires para millones de personas, además de ser causa de la aparición de cientos de farsantes y vividores haciendose pasar por parientes de los asesinados. Pero antes de llegar a esta situación, el Zar Nicolas II cometió una serie de errores que terminó pagando muy caro.

Su padre, el Zar Alejandro, de talante liberal, fue asesinado por un revolucionario ruso, lo que terminó de convencer al joven Nicolás de que la mano dura era completamente necesaria. A principios del siglo XX, el inmenso Imperio ruso era tremendamente anacrónico. En una Europa donde el sufragio universal se extendía, Rusia destacaba como una autocracia tremendamente atrasada.

Solo la derrota de Rusia en 1905 con Japón y la posterior revolución obligaron al zar a abrir la mano y convocar un Parlamento o Duma, para al menos granjearse el apoyo de la alta burguesía, con una pantomima de régimen constitucional: hasta esto era demasiado par él y terminó anulando el Parlamento en cuanto pudo.

En este contexto, la decisión de entrar en guerra en 1914 contra Alemania y Austria-Hungría para apoyar a Serbia, no pudo ser más desafortunada. El atraso ruso pesó en la lucha contra la tecnológicamente muy superior Alemania, y causó una serie de derrotas humillantes. El Zar, persona muy limitada en inteligencia, cesó al ministro de Defesa y asumió directamente el mando de las tropas, con lo cual a partir de ahora, podían achacarse directamente a él.

La Zarina Alejandra no le iba a la zaga, completamente dominada por su fanatismo religioso y por el aventurero Rasputín. La influencia que ejercía sobre ella le valió el odio del pueblo ruso.

La dramática situación del frente y de la retaguardia terminan provocando la revolución en febrero de 1917. Para salvar la Monarquía, Nicolas II abdica en su hermano Miguel, que se quita el problema de encima renunciando al trono. El 16 de marzo de 1917, Rusia se convierte en una República.

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El Gobierno ruso era un gobierno liberal presidido por Kerensky, que prepara el exilio de los Romanov a Gran Bretaña. La cobardía del rey de Inglaterra Jorge V, que temía el contagio revolucionario, frustró la huída de la familia imperial, lo que a largo plazo causó su sentencia de muerte.

Kerensky, que quiere librarse del Zar, lo manda por una ironía del destino al lugar donde este había estado enviando a sus enemigos: a Siberia.

El tranquilo exilio se frustró con la revolución de octubre, que dió todo el poder a los soviets. Al empezar la guerra civil entre los Blancos y los Rojos, los primeros avanzan por Siberia. Los bolcheviques no pueden dejar que rescaten a la familia imperial rusa y Lenin ordena su traslado. Cuando llegan a Ekaterimburgo son detenidos por el Soviet de los Urales el 30 de abril de 1918. Son encerrados en una casa, vigilados por la Checa.

Fue, según la versión oficial bolchevique, el avance de los ejércitos blancos lo que provocó el fusilamiento de los Romanov; pues el Soviet de los Urales, asustado ante la posibilidad de que cayeran en manos enemigas decidió por su cuenta esta solución.

La diferencia entre esta ejecución (en secreto y alcanzando a niños, servidores y criados) y la de Luis XVI (que se hizo con un juicio público y solo alcanzó a los reyes) provocó una oleada de indignación tal que el régimen soviético siempre sostuvo que el gobierno revoucionario nunca tuvo nada que ver.

Pusieron tanto cuidado en borrar las huellas, que siempre hubo la sospecha de que algún miembro de la familia imperial, podía quedar vivo, lo que provocó la aparición legiones de estafadores.

Tras la caída del comunismo, se produjo una revitalización del pasado zarista, en el que se vieron envueltos los restos de la familia imperial. Finalmente en 2007, se localizaron los restos que faltaban, los del Zarévich y la Duquesa María.
 
Los Romanov, una dinastía que no muere
Por Narciso Binayán Carmona
Lunes 06 de abril de 1998 | Publicado en edición impresa

En pleno invierno, el 21 de febrero de 1613, la Asamblea Nacional de Rusia eligió como zar al jovencito Miguel Romanov. Con esta decisión se intentó poner fin a los quince años de guerra y anarquía que siguieron a la extinción de la rama reinante de la casa de Rurik, en el trono desde hacía 700 años. En ese tiempo aparecieron tres impostores que afirmaron ser el príncipe Dimitri, hijo de Iván el Terrible, degollado en 1591, en la niñez. En ese caos, los polacos ocuparon Moscú. En un ambiente de exaltado patriotismo, la capital fue liberada por un motín popular y se eligió a Miguel.
No quería aceptar la corona y se lo amenazó con el castigo divino si no colaboraba con su patria y asumía su responsabilidad. Su padre había sido enviado a un monasterio como "hombre peligroso", ya que era primo hermano del último zar dinástico, hijo de su tía Anastasia Romanova. Fue coronado en julio. Su padre fue después patriarca.
En 1917, su descendiente Nicolás II abdicó por él y por su hijo, en medio de la revolución, y al año siguiente fue asesinado en Iekaterinonburgo con toda su familia. Su hermano Miguel había "desaparecido" un mes antes.
Poéticamente se ha recordado siempre que Miguel I estaba en el monasterio de Paatiev cuando fue electo y que Nicolás fue asesinado en la casa del comerciante Ipatiev, uniendo así el principio y el fin de su dinastía. Pero, ¿terminó?
La continuidad
Cierto es que todos los grandes duques y príncipes de la familia caídos en manos comunistas fueron asesinados. Gorki trató en vano de salvar al gran duque Nicolás, ilustre historiador y de ideas muy democráticas. Lenin le contestó: "La revolución no necesita historiadores".
Algunos creyeron, ingenuamente, poder quedarse sin peligro y entre ellos, el gran duque Cirilo, primo hermano del zar, que al comenzar la revolución se puso a las órdenes del nuevo gobierno. Huyó poco antes del golpe bolchevique, se instaló en Bretaña y se autotituló "guardián del trono" y luego emperador. En 1938 lo sucedió su hijo Vladimir, nacido en el exilio, pero que alcanzó a visitar Rusia a la caída del régimen. Muerto en 1992, lo sucedió en las pretensiones su hija María I, nacida en 1953.
Pero su derecho al trono está viciado en origen. Es cierto que, después del gran duque Miguel, su abuelo Cirilo era el siguiente en el orden de sucesión, pero perdió esa calidad por ley en 1905 al casarse contra la voluntad de Nicolás II.Con ello, violó la legislación imperial, por cuanto: su esposa no era ortodoxa, condición imprescindible; era divorciada; era su prima hermana (y del zar), grado de parentesco en que la Iglesia Ortodoxa prohíbe el matrimonio, y por último no tenía el permiso del zar, también requisito imprescindible; más aún, tenía el rechazo expreso del monarca. La ley de Nicolás II incluyó en el castigo a su posterioridad que perdía así calidad dinástica.
Cirilo, que no había cometido ningún delito punible, volvió a su patria y Nicolás II, hombre de rectitud y bondad, dictó una nueva ley en 1906 perdonándolo y restaurándolo en sus derechos dinásticos.Ello, sin embargo, no estaba previsto en la ley respectiva. Nicolás II habría podido modificarla e incluir la posibilidad de perdón como legalmente posible, pero no lo hizo. Por tal razón, la segunda ley devolvió sus títulos y rango al gran duque Cirilo y a su posteridad, aunque no sus derechos al trono porque ya los había perdido.
"Muchos Romanov eligen boicotear toda cuestión legal después de 1917 prefiriendo un líder antes que un cabeza de dinastía".De hecho, Cirilo y Vladimiro actuaron como tales.Incluso Hitler llegó a proponer al segundo que volviera a Rusia con la idea eventual de usarlo para su plan de conquista.El príncipe rechazó ese papel de emperador títere.
Si estos grandes duques no heredan la corona, ¿a quién le toca? Técnicamente, a la gran duquesa Vera (Vera I), nacida en Pavlovsk en 1906, que tenía 11 años cuando la revolución.Esta princesa, soltera, no reclama nada y, tras pasar toda su vida en el destierro, debe de ser la última Romanov nacida en Rusia. Eso sí, alcanzó a ver la caída de la tiranía.
Por otra parte, además de ellos existen numerosos miembros de la familia Romanov, pero todos han contraído matrimonios desiguales y ello los excluye automáticamente, con su descendencia, de la sucesión al trono. Incluso la propia María I está en ese caso, pues de acuerdo con la ley su madre, princesa Bagration, es considerada "no igual".Es totalmente injusto, pues los Bagration son la dinastía más vieja de toda la cristiandad (reyes de Georgia), pero técnicamente es así.
De esta forma, el heredero más directo al trono ruso es el destronado rey Constantino II de Grecia como bisnieto de la gran duquesa Olga (1851-1926), nieta del zar Nicolás I.
Aparte de ello, la opinión monárquica está dividida y se expresa toda clase de variables, incluso la "reconvocatoria" a la asamblea de 1613, idea totalmente utópica.
"Temo que las posibilidades reales, prácticas, de la monarquía (especialmente legítima) son mínimas en Rusia.Pero Rusia es impredecible" (1).
 
El Zar

Nicolay Aleksándrovich nació en San Petersburgo en 1868. Hijo mayor del Zar Alejandro III y miembro de la casta real los Románov quienes venían gobernando Rusia desde 1613. Su linaje emparentaba con la mayoría de las Casas reales europeas de la época.

El Zarovich Nicolás recibió una esplendida educación cimentada en los rígidos cánones de la corte rusa que incluyó grandes viajes al exterior que le llevaron a conocer Inglaterra, Japón e India. En Japón, siendo el primer no creyente en visitar un templo, recibió un atentado con sable pero la oportuna intervención de su primo, el Príncipe Jorge de Grecia que alcanzó a parar un segundo golpe de espada con su bastón, le salvó la vida. Esta fue la razón para su profundo odio hacia Japón que tendría desastrosos resultados durante su gobierno.

Su visita a Inglaterra fue particularmente importante ya que le impresionó una visita que hizo a la Casa de los Comunes donde conoció un sistema democrático, sin embargo se negó a ceder el más mínimo de sus derechos como gobernante autócrata, influencia heredada de su padre.

Si bien fue un hombre en extremo educado, fue muy poco preparado para el manejo de gobierno, pues poco interés mostró en las ciencias de gobernar prefiriendo reunirse con sus amigos en los cafés de San Petersburgo.

Nicky fue un hombre bueno, suave, muy educado y amable. Estas cualidades no eran bien vistas por su padre, el Zar Alejandro III ya que del zarovich se esperaría grandes y muy complejas decisiones al gobernar la nación rusa.

Conoció a Alix de Hesse durante el matrimonio de su tío Seguei (hermano de su padre) con Elizabeth de Hesse, hermana mayor de Alix. En 1894 se comprometieron, accediendo Alix convertirse a la religión Ortodoxa.

Casado fue un excelente padre y marido. Había logrado un matrimonio por amor y no política. Sin embargo su gestión de gobierno no fue acertado. Su tradicional suavidad y caballerosidad fueron explotados por malos concejos de su familia. Su educación autocrática le impidió permitir mayores libertades a la nación.

La Zarina

La hermosa Princesa Alix (Alicia en alemán) Victoria Eleonora Luisa Beatriz de Hesse fue la cuarta hija del Gran Duque alemán, Ludwig de Hesse y Alicia de Inglaterra. Esta última era la hija menor de la Reina Victoria. Muy joven murió su madre por lo cual fue a vivir en la Corte Inglesa al lado de su abuela, convirtiéndose en su nieta favorita. A pesar de mantener grandes amistades y parientes en Alemania, heredó de la Reina Victoria su aversión por lo alemán, prefiriendo en todo lo Inglés.

A los 17 años hizo una prolongada visita a Rusia, en la residencia de su hermana Elisabeth, casada con el Gran Duque Serguei Alexandrovich, hermano del Zar, Alejandro III. Siendo una joven muy hermosa, fue el centro de banquetes, bailes, recepciones, tomando una parte muy activa en la vida cortesana. Se le consideró la pareja ideal para el Zarevich, Nicolay Aleksándrovich Románov, heredero al trono. Para sorpresa de todos, Alicia regresó a Inglaterra sin que el asunto se hubiese tocado.

Casada con el Zarovich un mes después de la muerte del Zar Alejandro III, acompañó a Nicky durante el cortejo fúnebre, hecho que fue considerado de mala suerte por sus futuros súbditos, "Nos llega caminando tras un féretro". Su matrimonio la obligó a tomar la religión Ortodoxa cambiando su nombre a Alexandra Feodorovna. La futura zarina era una mujer en extremo tímida y retraída cuando no estaba entre su circulo intimo de amistades. Esta timidez fue interpretada por los rusos como antipatía y desprecio de la soberana para con el pueblo y desconfiaron de ella siempre.

Grigori Raspútin

Nacido en el pueblo de Pokrovskoie en 1869, Grigori, el hijo de Efim Novi ("el recién llegado"), la mayoría del campesinado ruso en esa época no usaba apellido, se levantó como casi todos los pobres labradores de las estériles tierras siberianas. Igual a sus conciudadanos se mantenía mediante el robo y engaño pero destacándose por su ingenio. No tardó en ganarse la fama de un libertino desenfrenado. Así se le comenzó a conocer como Raspútin, una corrupción de la palabra rasputnik o hombre depravado y corrupto.

La vida en estas poblaciones se ganaba ofreciendo a los viajeros servicio de caballos, coches y guías, así que un día Raspútin condujo un sacerdote al monasterio de Verkhoturie. Durante el viaje, el sacerdote se sorprendió de los dones naturales de Grigori, un campesino de inmenso magnetismo y poder d fascinación. Le convenció de confesar sus pecados y le exhortó para consagrar tal vitalidad, tan mal empleada, en el servicio a Dios. Tan impresionado quedó Grigori, que renunció a su vida licenciosa, permaneciendo en el Monasterio un buen periodo. Así comenzó a visitar los santos sitios cercanos.

Al regresar a su villa natal era un hombre irreconocible. Se le veía ir de villa en villa anunciando la palabra de Dios y recitando largos pasajes de los libros sagrados, que conocía de memoria. Pronto se le reconocía como un profeta. Su gran magnetismo indujo a los ciudadanos, muy religiosos e ignorantes en aquella época, a considerarlo un "hacedor de milagros", por su capacidad de sanación mediante la oración y las manos.

Su reputación creció y pronto sus servicios fueron solicitados en lugares muy distantes a su natal villa. Precedido por su reputación, sus andanzas pronto le llevaron a San Petersburgo donde en 1905 fue recibido por el Obispo Teofanes quien vio en él señales de profunda humildad, piedad genuina y divina inspiración. Gracias al Obispo ingresó al circulo de los más devotos de las clases elitistas cuyo refinamiento los hizo supersticiosos y muy susceptibles al magnetismo de la piedad rustica de Grigori, un verdadero santo del pueblo. No tardó Raspútin en tener una gran autoridad sobre su nueva feligresía. Su presencia se hizo usual en los salones de de la alta aristocracia de San Petersburgo. Su palabra pronto llego a oídos de la Zarina Alexandra y de la mano de Anna Viruboba, una de sus damas de compañía, amiga y confidente, llegó a la Corte Rusa con una recomendación del Obispo Teomanes.

Grigori consideró que su vertiginosa fama estaba ya bien asentada y volvió a su vida licenciosa olvidando todas sus cautelas anteriores.

1905

La desastrosa compañía en la guerra contra Japón, tras la derrota, trajo un inconformismo grande en toda la población en toda la nación. El fondo era la autocracia del Zar para quien ceder sus derechos como único gobernante era un imposible, su educación no lo concebía.

Así nace un levantamiento espontaneo que los historiadores han llamado "la primera revolución rusa". El levantamiento fue aplastado violentamente pero abrió el camino para reformas mediante el Duma. Inicialmente había sido concebido como órgano consultivo. En un manifiesto de mes de octubre, el Zar aceptó introducir algunas libertades civiles, sin embargo fueron tantos los limitantes impuestos al Duma, que éste terminó siendo de poco beneficio.

La Primera Guerra Mundial

Las múltiples alianzas que las naciones europeas habían hecho con el fin de estabilizar las fuerzas de la región, generan una guerra de vastas consecuencias. Es asesinado en Sarajevo el Archiduque Francisco Ferdinando de Austria, heredero al trono del Imperio Austrohúngaro. El crimen cometido por un serbio llamado Gavrilo Princip, miembro de una asociación nacionalista llamada "Joven Bosnia" del grupo "Mano Negra", quienes apoyaban la unificación de Bosnia con Serbia, es tomado como una ofensa imperdonable por los austriacos quienes de inmediato declaran la guerra contra Serbia. El tradicional e incondicional aliado austriaco, Alemania se une a ellos obligando a Rusia, aliada de los Serbios tomar igual posición a favor de sus amigos. Con ella ingresan también Inglaterra y Francia desatándose la I Guerra Mundial.

A pesar de los esfuerzo de "Nicky" con su primo el Kaiser, de evitar la guerra, esta se desató. Una vez la guerra entró en la etapa de las trincheras, las bajas rusas fueron millonarias. El zar consideró su deber colocarse al frente de sus ejércitos y dejó el gobierno en manos de su esposa, la Zarina, quien influenciada por Raspútin. Le permite todos sus excesos. Los rumores corren y se les acusa de actos indecentes. Raspútin seguro de la consolidación de su poder sobre la Zarina se desafora. Los ofendidos rusos por fin ponen fin a tanta ignominia y le asesinan. El odio contra la Zarina crece. Su nacionalidad alemana (a pesar de siempre favorecer Inglaterra), no le es perdonada por sus súbditos, quienes la ven como una enemiga más en la guerra.

El inconformismo crece y Nicolás lejos en el frente poco puede hacer para impedirlo. La autoridad se derrumba y San Petersburgo caen en manos de inconformes y soldados amotinados. En febrero de 1917, con un invierno especialmente crudo, el pueblo se amotina y rompe vitrinas y puertas para acceder a los comestibles de las tiendas. El ejército responde con sus armas pero también muy desmotivado termina levantándose contra la Zarina. El Duma trata de crear un gobierno provisional pero son más fuertes los revolucionarios y en marzo el Zar Nicolás II es obligado en abdicar.

La familia real es detenida por órdenes del Gobierno Provisional y recluida en Palacio, pero en octubre al triunfar los bolcheviques sus condiciones son más austeras y estrictas.

El Ejército Blanco, un movimiento contrarrevolucionario toma la fuerza necesaria para llevar a una guerra civil. Los bolcheviques temerosos que de los Románov pudiesen ser liberados por los "blancos", los trasladan a Ekaterinburgo, ciudad favorable a los bolcheviques, donde son recluidos en la Casa Ipatiev.

El 17 de julio de 1918, los Románov son despertados por sus captores y con el médico y tres sirvientes llevados a un cuarto del primer piso donde fueron fusilados a las 2:33 AM.
 
EL CASO TARAKANOVA: un crimen de Estado
Posteado por: retratosdelahistoria el 19 nov En: Misterios - 6 comentarios

París, 1772

Turbio asunto el de la Princesa Tarakanova que sacude los cimientos del trono de la emperatriz rusa Catalina II "la Grande" a lo largo de dos años, pero no el único aunque si el menos conocido de todos.
En 1772, aparece en París una hermosa y misteriosa mujer que se presenta entonces en sociedad con el nombre y el título de Aly Emetey, princesa Vlodomir. De ella nada se sabe apenas, solo que afirma no haber conocido a sus padres, que fue raptada en Alemania y luego enviada a Persia. Siempre según esta mujer aparecida de la nada, en Ispahan, un príncipe le revela su identidad noble y la convence para que regrese a Europa a fin de conquistar su destino.
Rodeada de personajes sospechosos e intrigantes, lleva una vida extremadamente lujosa en París, Londres y Berlín, lugares donde se encargará de propagar el rumor de que ella es la hija de la difunta emperatriz Isabel I de Rusia, muerta diez años atrás (en 1762) y de su favorito cosaco con el que se casó en secreto, el conde Alexis Razumovski.


retrato de Elisabeth I Petrovna, Emperatriz de Rusia (1709-1762), realizado en mosaico esmaltado

Su hermosura y gran atractivo seducen y conquistan a un gran número de personalidades que acabarán por unirse a su causa, entre ellos el conde polaco Oginsky y el conde francés de Rochefort-Valcourt, ambos perdidamente enamorados de ésta.

Sorprendentemente, y a causa de un sonado escándalo, la princesa Vlodomir abandona Francia para instalarse en Alemania, donde conoce al príncipe de Limburg-Stirum, el cual se enamora y le propone en vano unirse a él en matrimonio.

Intrigante o mujer de legítimas razones, su objetivo es nada menos el de pretender abiertamente al trono de todas las Rusias. Afirma con vehemencia que es hija de la difunta emperatriz Isabel I y del conde cosaco Alexis Razumovski -su esposo morganático desde 1750-, y de cuyo matrimonio habrían nacido dos hijos (niño y niña) según algunos, a los que se les impusieron los títulos de príncipe y princesa de Tarakanov. La emperatriz Isabel, supuesta madre de la pretendiente, está muerta desde 1762, y su marido morganático Alexis Razumovski se reunió con ella en 1771... y ella se hace llamar Tarakanova, aunque en verdad adoptó ese título después de hacerse pasar por la señorita Franck o la señorita Scholl.

Sea como fuere, la supuesta princesa Tarakanova cuenta con numerosos partidarios prestos a ayudarla por odio a la zarina reinante Catalina II, y tiene la suerte de encontrarse en una situación que le favorece, puesto que desde 1773 un campesino llamado Pugatchev provoca levantamientos populares en las provincias y suscita el entusiasmo de muchas ciudades rusas al pretender ser nada menos que Pedro III, el asesinado esposo de Catalina II. Semejante asunto desestabiliza seriamente el gobierno de la emperatriz y, en ese ambiente de júbilo que rodea el ascenso del impostor, una mujer joven que se declara hija de la zarina Isabel tiene todas las posibilidades de ser creída. A contar también con los magnates polacos exiliados desde la partición del reino de Polonia en 1772 que, por legítimos resentimientos, intrigan contra Rusia y ven en la princesa Tarakanova, un excelente medio para destituir a Catalina II, a la cual odian profundamente por gobernar con mano de hierro una parte del territorio polaco. Mejor que urdir un asesinato a través del cual se desacreditarían ante el resto de Europa, optan por apoyar a una pretendiente al trono ruso. Uno de esos magnates polacos, el principe Carlos de Radziwill, será encargado de entrar en contacto con la Tarakanova...


Catalina II "la Grande", Emperatriz de Rusia (1729-1796)

Las Intrigas, 1774

A principios del año 1774, la supuesta pretendiente Tarakanova se traslada a Venecia, en cuyos aristocráticos salones es tratada como una personalidad de gran importancia, por no decir como si fuera una auténtica zarina rusa.
Desde el principio bien informada sobre la célebre "impostora Tarakanova", Catalina II acaba por perder paciencia ante semejante afrenta y decide hacerla traer a Rusia por cualquier medio. Empezará entonces a anudar, con el conde Alexis Orlov (Aleksei Orlov), los hilos de una trama ingeniosa para que la Tarakanova se meta en la boca del "lobo" y caiga en sus redes. Orlov es entonces comandante de la flota rusa en el Mediterráneo.


retrato del Conde Aleksei Grigorievich Orlov (1737-1808)

Alexis Orlov se encargará entonces de hacer correr el rumor de que ha caído en desgracia en San Petersburgo. La pretendiente, al oír la noticia y siempre en busca de nuevos y más numerosos apoyos, le envía entonces una misiva donde le relata sus orígenes imperiales...
La princesa Tarakanova ha enviado un correo al conde Orlov, comandante de la Flota Rusa en el Mediterráneo, tras enterarse de que éste ha caído en desgracia en San Petersburgo. En aquella carta, la Tarakanova le relata sus orígenes imperiales y le deja entrever que, si Orlov, persona non grata en Rusia, le ofrece su apoyo (que no es poco, sabiendo la influencia de los hermanos Orlov en San Petersburgo) en sus pretensiones de reclamar su herencia imperial, ella a cambio, le colmará de honores y prebendas. La pretendiente ha caído en la trampa de Orlov y Catalina II, y de una manera tan ingénua que sorprende...
Dado que la flota rusa se encuentra anclada en el puerto de Livorno y la supuesta princesa en Pisa, Orlov le propone que se conozcan. Fijan entonces un lugar neutro para una cita. En el momento del encuentro, el asunto adquiere proporciones de un flechazo recíproco; el conde parece caer rendido ante las hermosas prendas de la pretendiente. Orlov jurará defender y apoyar su causa, ofreciéndole el trono de Catalina II y, ni corto ni perezoso, con el corazón ardiente de pasión por ella, le pide su mano. Sorprendentemente, la Tarakanova parece estar enamorada del conde, y accede gustosamente a contraer matrimonio con él, del mismo modo en que da su visto bueno para que la unión se celebre días más tarde en el buque de Orlov, es decir, en territorio ruso. Todo parece ir a pedir de boca... pero, es demasiado bonito para que sea real.

Apenas sube la princesa Tarakanova, vestida de novia con sus mejores galas, a bordo del buque insignia, el encantador y ardiente semblante de enamorado del conde Orlov se torna en una mueca cruel que, con sequedad, ordena que la arresten en nombre de Su Majestad Imperial Catalina II. Apresada por los soldados, es encerrada en un camarote y Orlov, que ya lo tenía todo minuciosamente planeado, ordena levar anclas y fijar rumbo a San Petersburgo.

La prisionera de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo

La princesa Tarakanova es llevada pues, hasta la desembocadura del Neva y de allí trasladada en bote, bajo una fuerte escolta, a la fortaleza de San Pedro y San Pablo, erigida en medio del río que divide la capital de los zares desde Pedro I "el Grande", de manos del conde Orlov y siguiendo al dedillo las instrucciones dictadas por la propia emperatriz Catalina.
Encarcelada en una lúgubre celda de la fortaleza de San Petersburgo, Catalina II nombrará al Canciller Imperial, Príncipe Dimitri Galitzin (o Golitsyn), para presidir los interrogatorios de la prisionera, con el fin de sonsacarle toda la verdad. Pero la Tarakanova no hará más que darle la misma versión de los hechos, hechos que siempre sostuvo desde que se declaró hija de la difunta zarina Isabel I y del conde Razumovski. Vive en la vana esperanza de que, al final, sus carceleros la liberarán convencidos de su buena fe. Se equivoca. Su obstinación en repetir una y otra vez la misma historia le resultará nefasta. Como los interrogatorios no aportan pruebas concluyentes y no convencen a la emperatriz, ésta ordena que sea encerrada de por vida en la fortaleza. Su confinamiento es casi un emparedamiento: su celda, húmeda y lúgubre, con apenas luz exterior, contribuyen lentamente al empeoramiento de su estado de salud, y se declara la tuberculosis pocos meses después.


Representación pictórica de la Princesa Yelizaveta Alekseyevna Tarakanova (c.1745-1775) en su celda inundada de la fortaleza de los Santos Pedro y Pablo, por la crecida del Neva; cuadro de Constantin Flavitsky, fechado en 1864

Ante tamaña crueldad, el propio Galitzin, conmovido por las horrendas condiciones de la Tarakanova, pide a Catalina II que suavice la pena de la prisionera, dando cuenta de que, si sigue así, morirá. La soberana se negará y la misteriosa princesa Tarakanova muere finalmente el 4 de diciembre de 1775, escupiendo su sangre.

Los diversos informes entregados a Catalina II, en base a los interrogatorios, no harán más que repetir la misma versión, una y otra vez, de la prisionera sobre su verdadera identidad: sostiene ser la hija de Isabel I. Otros informes, éstos proporcionados por espías, darán otras versiones sobre la Tarakanova: uno afirmando que sería la supuesta hija del dueño de un cabaret de Praga, otro que lo sería de un panadero alemán, e incluso una judía polaca. Ninguna de esas hipótesis parece probable. Como no se puede excluír que los hijos secretos de la fallecida emperatriz Isabel con Razumovski, hayan existido, nadie puede hoy día afirmar que la Tarakanova no haya sido quien pretenda ser. Si se diera en efecto el caso, entonces Catalina II habría dejado morir expresamente a la legítima heredera del trono de Pedro I "el Grande".

Siempre quedará la duda...
 

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