Los Romanov

TENGO ENTENDIDO QUE CUANDO DUCKY Y EL DUQUE DE HESSE SE SEPARARON, Y SE DIVORCIARON, ESTO CAYO MAL A LA ZARINA, ADEMAS FUE EL PRIMER DIVORCIO REAL ES VERDAD? Y QUE SE DIVORCIARON PORQUE LA REINA VICTORIA MURIO EN 1901, POCO DESPUES ELLOS SE SEPARARIAN FORMALMENTE. ES UNA HISTORIA INTERESANTE.
 
Su padre era Alfredo Sajonia Coburgo Gotha Duque de Edimburgo , el segundo hijo nada más y nada menos que la reina Victoria y Alberto su marido,

arhani 1 pequeña correciòn:
El padre de Melita era (y la wiki tambièn lo dice) cuarto hijo de Victoria y Alberto, el segundo fue Alfredo Ernesto Alberto (Bertie) que sucediò a la Reina Victoria en el trono
y que es bisabuelo de la actual soberana de Gran Bretaña.
 
gracias por la corrección monsieur, a mi me falto aclarar que era el segundo hijo varón de la reina victoria antes estaban victoria emperatriz de alemania y alicia madre de luis de hesse y de alejandra.

Jennie lo que leí fue que efectivamente esperaron hasta que había muerto la reina Victoria ella no hubiera aceptado en su familia un divorcio y menos entre sus nietos, me parece que hubo otros divorcios como el de eulalia de borbon y antonio de orleans por la misma época. Parece que fue todo un escandalo y claro que a la zarina le cayó como bomba era su hermano y además Victoria Melita no era de sus personas favoritas.
 
A continuación les presentamos una edición mas del ciclo: Los líderes políticos y el arte culinario. Hoy les hablaremos de Gregorio Rasputin.

El 16 de diciembre de 1916, en Petrogrado, en el Palacio de Yusupov esperaban a Gregorio Rasputin. Esperaban para asesinar a este campesino siberiano que se había convertido en el favorito de la familia del zar. Sus asesinos habían preparado para la llegada de Rasputin un agasajo letal.

El dueño de casa, el príncipe Felix Yusupov, entregó al doctor Lazavert cianuro, veneno con que el galeno rellenó todos los pasteles con crema rosada, sin tocar los que estaban con crema de chocolate. Añadieron también veneno a la copita de vino. Poco después llegó Rasputin y comenzó a agasajarse. La sorpresa de los complotadores no tenía límite debido a que las dos copas de vino con veneno y los pasteles con crema rosada consumida no habían surtido efecto alguno. Los asesinos que habían decidido salvar la monarquía de las perversidades de Rasputin tuvieron que disparar al anacoreta, pero tampoco las balas pudieron acabar con la vida del robusto campesino de la provincia de Tobolsk. Finalmente, a Rasputin ya sin aliento lo arrojaron a un orificio abierto en el hielo del río Neva. Por lo demás, la muerte de Rasputin no salvó la monarquía de Rusia, pues meses mas tarde se convertía en patrimonio de la historia.

En lo que respecta a Rasputin mismo. Hasta ahora no existe consenso sobre lo que representaba el sujeto. En cambio la cultura pop explota la imagen de Rasputin ampliamente, poniendo el acento en el aspecto sexual de su historia. Los apetitos del viejo monje por el s*x* femenino era la comidilla del vulgo. Pero, ¿cuáles eran las pasiones de Rasputin en las comidas? Quienes lo conocían recordaban que nunca comía carne, dulces ni pasteles. La interrogante es si estaban enterados de ello los asesinos de Rasputin, que rellenaron con veneno las exquisiteces que le ofrecieron. Lo explican señalando que Rasputin se distinguía por la hospitalidad y que gustaba agasajar generosamente a sus invitados con pasteles, lo que probablemente dio motivo a los rumores de que a él mismo le gustaban esas golosinas.

En realidad, los platos favoritos del favorito del zar eran las patatas y las verduras que le traían sus admiradoras. En lo que respecta a la carne, afirman que no le gustaba no tanto por sus convicciones (aunque existe la opinión de que dejó de ingerir carne después de una peregrinación al Monasterio de Vierjotursk, en 1903), sino debido a sus malos dientes.

A la mesa de Rasputin se reunían las personas mas diversas, y cada visitante prácticamente consideraba su deber llevar algo comestible. Llegaban con mucho caviar, pescado caro, por el que se entusiasmó en la capital, frutas y pan fresco. Además, en la mesa había siempre patatas, repollo escabechado y pan negro. Y nunca faltaba un enorme samovar de agua hervida.

Según testimonios, Rasputin era todo un ejemplo de incultura en la mesa. Muy raras veces usaba el tenedor y el cuchillo y solía repartir los alimentos con la mano entre sus admiradoras. Muy a menudo, quedaban enredados restos de alimentos en su espesa barba, lo que naturalmente ofrecía un espectáculo desagradable. Y sin embargo no disminuía el número de los que deseaban encontrarse al lado de Rasputin, un favorito, en apariencia omnipotente de la familia del zar. Rasputin arrojaba a veces trozos de pan negro a la escudilla con sopa de pescado, para luego retirarlos con la mano y repartirlos entre sus invitados, los que lo ingerían con sumo placer. En la mesa había siempre un montón de pan negro seco, que encantaba a Rasputin con sal. Estos bizcochos de Rasputin tenían gran popularidad en Petersburgo: quien recibía uno de manos del monje viejo no se lo servía, sino que lo llevaba a casa y lo guardaba como una reliquia.

Demás está señalar que a Rasputin le gustaban las juergas, por las que era conocido en muchos restaurantes de la capital, a los que solía llegar escoltado por damas y señores de la alta sociedad. Rasputin no le sacaba el quite a los tragos, pero antes que la vodka prefería los vinos madera y de Oporto. A estos vinos dulces se acostumbró en los monasterios, donde los consumía en gran cantidad. Se dice que, durante la I Guerra Mundial. Rasputin era abastecido de vino de las bodegas del zar. Muchos conocían de la pasión de Rasputin por el vino madera, que al almuerzo podía beber unos cuantos litros, y no es casual que este mosto envenenaran también sus asesinos…

Fuente: la voz de Rusia.
 
Mira que leì en una enciclopedia, que la noche de su muerte Rasputìn acudiò aseado y vestido elegantemente, tardò en morir ya que ni los pastelillos envenenados surtìan efecto.
Apenas evidenciò 1 sìntoma de ahogo tras beber una copa de madeira, pero se recuperò
su hora final llega cuando cerca de las 2 a.m. se le encuentra dormido y Yusupov decide acribillarlo y lo deja moribundo, Rasputìn se priende del cuello de su victimario y le dice: malo, muchacho, malo.
 
hola monsieur yo leí en el libro que publicó el principe félix que le administraron veneno en el vino, que le dispararon y no se moría, después que lo golperon y lo echaron a un río, cuando vieron la causa de su muerte fue que había muerto ahogado . Dios que hombre :a42:
 
Decadencia y honores a la familia Romanov

Ellos fueron las primeras víctimas de la revolución rusa. Sólo hasta que cayó el comunismo y se supo el verdadero destino de los Romanov fue hecha la corrección histórica en torno a lo cometido por los bolcheviques.

AGOSTO, 2005. Cuando se asumen responsabilidades como obligación hereditaria ello trae consigo un desempeño lamentable. Una cosa es engolosinarse con el poder, intoxicarse con el ansia de expedir decretos, y otra, verse obligado a administrar ese poder. La combinación es letal, y ha tenido resultados funestos al curso de la historia.

Esta descripción encaja perfectamente con el Zar Nicolás II, hombre bienintencionado pero un tanto ingenuo, elementos ambos que no ayudan en mucho para gobernar una monarquía. Algo que también disgustaba al soberano era ver gente en harapos, algo que, en una cabeza donde dominara el sentido común, avergonzaría a quien hiciera esa observación y al mismo tiempo gobernara un país. Pero en la mente del Zar --y prácticamente todos los reyes absolutistas europeos-- la pobreza era vista no como reflejo de una situación social sino como una falta de respeto y ética hacia la Corona: dicho de otro modo, los mendigos eran culpables por mostrarse así ante el Zar.

(Aquí cabe una necesaria digresión en torno a las familias reales: exhibir joyas, pieles caras y un boato exacerbado no implicaba que los soberanos fueran limpios; podían ser iguales o peores que los harapientos pues demostrar riqueza material importaba más que el baño, algo que, históricamente está corroborado, eran enemigos jurados, ya no digamos del aseo bucal, el de los pies o el de las axilas. Sus atuendos reales solían albergar chinches, pulgas y aun ratas. Dicho esto, continuemos).

Una mentira ampliamente difundida por los jerarcas soviéticos afirmaba que antes de la revolución Rusia era un país feudal sumido en al miseria. La verdad es que, como en México, Colombia o Brasil actualmente, existía una Rusia intelectual, la que nos dio a Chéjov, a Tchaikovsky, Tolstoi (todas ellas grandes glorias apreciadas hasta hoy) y la Rusia caciquil donde no existían los derechos laborales. Otra falsedad propalada decía que aquella miseria era producto del capitalismo cuando en verdad la revolución industrial estaba a punto de llegar a Rusia al iniciar la revolución rusa.

La Rusia que le tocó gobernar a Nicolás II estaba plagada de estos cacicazgos, producto de décadas en que recibieron tierras como favores políticos o, para mantener apaciguado al pueblo; sin estos caciques, la unidad de tan gigantesco país habría resultado imposible. Ciertamente los latifundios habían empobrecido a un pueblo de por sí menesteroso, de modo que, sin duda, existía un terreno fértil para la propagación de ideas a favor de cambios radicales.

La gran tragedia de Nicolás II prefirió seguir viviendo en su mundo propio. Ante esto debemos ubicarnos y remarcar que ningún monarca pensaría en abdicar ni mucho menos que lo destronaran; después de todo llegaron ahí "por la voluntad divina". Cuando el Zar optó por dejar las cosas como estaban insospechadamente estaban marcando el final de los Romanov pues ya resultaba inevitable el estado de cosas que al estallar iban a inclinarse hacia un lado. Nicolás II optó por la pasividad y perdió.

La pasividad, por supuesto, eran los cambios, pues conforme avanzaban las ideas revolucionarias, al mismo tiempo aumentaba la represión zarista. Pero Nicolás II carecía en lo absoluto de tacto y destreza políticas; prácticamente fue devorado por sus ministros, subalternos e inclusive por el celebérrimo Rasputín, un hechicero semicharlatán quien, según algunos historiadores, llevaba una amistad más que íntima con la Zarina y aun con consentimiento tácito del soberano, quien ya había perdido todo interés en ella.

Durante los años de Nicolás II y dada su inmovilidad, la corrupción y el burocratismo se agudizaron en Rusia, todo esto azuzado por la insensibilidad de la monarquía cuando desestimó el resentimiento y la urgente necesidad de cambiar las estructuras sociales, lo cual equivale a decir que la una inmejorable ayuda que recibieron los bolcheviques provino de la insensibilidad por parte de la monarquía zarista.

A principios de 1917 se multiplicaron los disturbios en San Petesburgo y Moscú, las dos principales ciudades rusas. Hacia poco que el famoso monje Rasputín había sido asesinado y ello parecía haber precipitado la mala suerte de Nicolás II. Rasputín era un protegido de la Zarina de modo que su ausencia le fue mermando el ánimo. Mientras tanto Vladimir Ilich Lenín regresaba de su estancia en Europa Occidental. El Zar planeaba pedir ayuda a sus aliados pero al final nada ocurrió: Alemania, celosa de un país que se perfilaba como potencia mundial, simplemente desoyó al soberano; además la guerra que había iniciado en 1914 tenía al país sumido en la quiebra.

Tampoco de Inglaterra había buenas noticias: durante el reinado de la reina Victoria las relaciones con Rusia habían sido inmejorables, no sólo por los lazos sanguíneos --Victoria y la Zarina eran primas-- sino también por los incipientes intercambios comerciales. Pero la muerte de Victoria había enfriado los lazos entre ambos países. Ante tal situación, carente de experiencia militar y capaz de creer cualquier cosa que le dijeran sus subalternos, Nicolás II se quedó solo hasta que en noviembre (octubre en el antiguo calendario ruso) los bolcheviques obtuvieron la victoria.

El Zar y su familia trataron de huir cuando ya era muy tarde. Fueron apresados por los revolucionarios y aunque al principio se pensaba que al Zar le sería permitido exiliarse, todo indica que Lenín no pensó siquiera en esa posibilidad; fueron enviados a una casa de campo en Ekaterimburgo mientras "se decidía" su destino. Finalmente, en la noche del 18 de julio de 1918 se selló la suerte de los Romanov.

Alrededor de la una de la mañana el Zar y sus hijos fueron despertados y llevados al sótano de la casa. Ahí, un general de aspecto tenebroso apellidado Yurovsky entró al recinto mientras afuera un auto encendía el motor a toda marcha. Yurovsky leyó un documento pero el ruido no permitía oír nada. Cuando Nicolás II le pidió que hablara en voz más alta el militar sacó un arma y disparó a quemarropa contra el Zar quien cayó fulminado. Enseguida los demás miembros de la tropa vaciaron sus cartuchos contra el resto de la familia, el doctor de la familia y una especie de inseparable valet.

¿Por qué razón Lenín rompió el acuerdo de respetar la vida del Zar? Durante los años en que existió al URSS se especulaba que, en el exilio, los Romanov ganarían gran simpatía mientras que, muertos, ayudarían a "la causa" pues refrendarían la necesidad de aniquilar a las monarquías para sustituirlas por dictaduras del proletariado. Con todo y lo macabro de ese razonamiento, funcionó: al conocerse la muerte de los zares la comunidad intelectual de Europa apantallada por los bolcheviques estalló en júbilo ¿No significaba aquello el inicio de un mundo más justo, más libre y donde todos tenían el derecho a ser escuchados?

La historia de la revolución rusa está llena de asombrosas ironías. Centrémonos sólo en dos por el momento: que los bolcheviques odiaban a los zares pero no tanto a sus riquezas. Lenín se quedó con un Rolls Royce que había pertenecido al Zar, y si bien en los primeros años los palacios fueron utilizados para alojar a miles de desposeídos, a los pocos años aquellos hermosos ideales quedaron sepultados por el terror del estalinismo; y otra ironía fue que Stalin "el Padrecito de todos los Pueblos" y quien había borrado al zarismo de la tierra, admiraba sombremanera a Pedro el Grande (algo que, curiosamente, sólo se supo tras la muerte del dictador, en 1953).

Y si bien el asesinato de los Romanov había servido para apuntalar la influencia de la Unión Soviética entre los intelectuales y los sindicatos de Occidente, lo cierto es que la memoria de la familia real y su horrenda suerte crecían entre los adversarios del gobierno soviético. Durante varias décadas persistió el rumor de que Anastasia, una hija del Zar, había sobrevivido a la masacre de Ekaterinburgo (hasta su muerte, en 1984, una tal Ana Anderson aseguraba ser Anastasia) mientras en Moscú los jerarcas aseguraban que de la familia real y sus cuerpos "no quedaba nada".

La caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior desaparición de la URSS demostrarían lo contrario al ser abiertos los archivos de la KGB y su antecesora NKVD e inclusive la Policía Zarista. Durante todo ese tiempo el gobierno soviético había acumulado cerros de información en torno a los Romanov, una obsesión que inició en tiempos de Stalin (y pobre de aquél que desoyera los deseos del "Hombre de la Georgia Soviética") y continuó con Brezhnev hasta que el mismo Gorbachov alguna vez consideró rehabilitar la memoria del Zar como forma de armar un muy soviético "pan y circo".

Marx había hablado del fantasma del comunismo que recorría Europa; pero desde su ejecución hasta 1991, el fantasma del zar había recorrido los pasillos del Kremlin. No se duda que ello haya tenido algo --o mucho-- que ver con la paranoia de Stalin (otros documentos de la KGB indicaban que el dictador "creía haber visto al Zar" en los pasillos del Kremlin, algo que indudablemente llevó su desconfianza hasta el paroxismo).

En 1992 inició una serie de excavaciones para hallar los restos de Nicolás II y su familia. Finalmente fueron encontrados y sometidos a pruebas de ADN para certificar su origen. Todos fueron positivos, incluidos el de la princesa Anastasia y el doctor Botkin, quien acompañó a los Romanov al matadero. Con ello empezaba a rectificarse la injusticia histórica con la familia real rusa.

El gobierno de Boris Yeltsin y la Iglesia Ortodoxa acordaron inhumar los restos con los debidos honores mientras afuera de la catedral algunos manifestantes con banderas de la hoz y el martillo protestaban silenciosamente.

Colofón

La indolencia del Zar Nicolás II fue un importante catalizador para que estallara la revolución rusa. es evidente que nadie pudo prever los horrores del estalinismo y la vigilancia sistemática de la NKVD Y KGB que convertirían en meros párvulos a los elementos de la Policía Secreta del Zar. Al igual que el absolutismo de los Luises, el soberano veía en las protestas callejeras y la agitación desafíos fáciles de apagar con un poco de represión. Su escasa pericia política le impidió interpretar las señales de descontento: después de todo ¿no eran los Romanov los representantes de Dios en la tierra y se les debía obediencia ciega?
 
El encuentro con los zares y gran salto a la fama de sanador milagroso:





Para la ocasión aparece como siempre, su aspecto desaliñado, llama con total confianza "bátiushka (papá)" al Zar Nicolás y "mátiushka (mamá) a Alejandra, emperatriz de Rusia. Nada más verla detecta que ella es un manojo de nervios y que Nicolás es un hombre blando que parece pequeño al lado de su esposa.


Comenta con los zares su técnica para ayudar a la gente. Reza mientras piensa fervientemente en la persona desdichada a la que debe ayudar, sin saber el motivo, el señor le ilumina para dar respuestas a la persona que necesita la ayuda. Alejandra queda impactada pero Nicolás sigue reticente. La Zarina escribe en su diario "He conocido a un hombre de Dios, Grígori, de la provincia de Tobolsk".


Grígori pre-dijo el nacimiento del zar, y sin equivocarse, nueve meses después, nació el pequeño Alexei.


Once meses después del nacimiento del zarévich, Rasputín es invitado por segunda vez a tomar el té al palacio imperial. Nada más llegar, Grígori comenta la enfermedad del bebé (hemofilia) como si la conociera de toda la vida, los zares no comprenden como Rasputín conoce la enfermedad, la explicación es sencilla, ocho meses después del nacimiento del bebé recibió una carta de la princesa Militza que revela el secreto tan celosamente guardado.

Para asombro de los zares, aquel rústico campesino, curandero dicen, pide rezar junto a la cuna del niño. Rasputín al contrario que otros que intentaron curar al niño, no se acerca demasiado, ni le impone las manos, ni si quiera le toca, solo le observa y le mira con ternura, se arrodilla en la cabecera, agacha la cabeza, y reza con todo su espíritu, los padres del niño se emocionan. Nicolás escribe a su primer ministro (Stolipyn), su hija menor había sufrido hace poco un accidente grave:



"Este hombre de Dios causó una profunda impresión en la Zarina y en mi. En lugar de cinco minutos, nuestra conversación duró más de una hora. Tiene un enorme interés en conocernos y bendecir con el icono a vuestra hija herida"



La familia Stolipyn lleva meses sufriendo por su pequeña. Haciendo caso a la recomendación del Zar, invitan a Grígori. Al igual que con Alexei, Rasputín se coloca arrodillado junto a la cama de la niña y reza con total concentración, al día siguiente la niña milagrosamente ha dormido plácidamente y ya no grita de dolor. La noticia se expande como la pólvora por todo San Petersburgo.


Además de creer ciegamente en sus poderes como sanador, los zares creen que Rasputín es vidente por saber de antemano la enfermedad del pequeño Alexei.
 
Al final se decretó que la causa real de la muerte de Rasputín fue que murió congelado en las frías agua del Neva, creo que fue ahí donde lo tiraron.
Le hicieron de todo: acribillarlo, envenenarlo, estrangularlo, dispararlo, existe una caricatura de la época donde Rasputín acude al médico con sus mil heridas y vivito y coleando.
 

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