El Mundo Orbyt.
LA VIDA DE LOS OTROS
EMILIA LANDALUCE
06/05/2017
EL ‘JUANCARLISMO’ REIVINDICA LAS OBRAS DEL REY EMÉRITO
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La marcha del Rey Juan Carlos significó la quiebra del viejo orden. Eso, viejo, no quiere decir nada malo aunque algunos como el sociólogo Jaime Miquel lo haya bautizado muy acertadamente como la España de los putos amos. El juancarlismo nostálgico trata de rescatar la figura del anterior jefe de Estado más allá de los corrillos mediáticos que sólo le relacionan con faldas, negocios y mangoneo. En realidad nada fuera de lo común. Me lo decía hace unos días Sally Bedell Smith a propósito de su biografía del príncipe Carlos de Inglaterra: Antes de él, los príncipes de Gales sólo se dedicaban a la caza, las mujeres, las apuestas...
Un libro sin embargo pretende rescatar los logros de Don Juan Carlos. En Rey de la Democracia (Galaxia Gutenberg) José Luis García Delgado, editor del proyecto, ha tratado de subrayar el protagonismo del ex soberano en el tránsito de la Dictadura a la Democracia (lo de siempre), en la estabilidad del país y sobre todo en “la internacionalización de nuestro tejido empresarial” [Claro…]. El plantel de defensores no puede ser más solvente desde el punto de vista del establishment cultural: Victoria Camps, Francesc de Carreras, Javier Gomá, Juan Francisco Fuentes, Santos Juliá, José-Carlos Mainer, Charles Powell, Fernando Puell… Y un epílogo de Mario Vargas Llosa en el que glosa la figura del joven Rey que se rebeló contra el sistema, el Franquismo, que estaba destinado a salvar. Quizás el capítulo más interesante (por delicado) sea el de Camps. Para la filósofa el soberano tuvo la valentía de abdicar “mostrando con ello una sensibilidad de que pocos miembros de las clases dirigentes pueden enorgullecerse” cuando la institución monárquica se vio dañada por el “contaminado ambiente” de la falta de calidad democrática. Ya lo decía un ex jefe de la Casa Real. Nada había sido tan pernicioso para la corona como la instrucción, con las consecuentes filtraciones y juicios populares, del caso Nóos.
Es comprensible la relativa nostalgia con la que Don Juan Carlos vive el retiro. Las competiciones de vela, como esas cacerías (poquísimas que tampoco está para dar muchos tiros) a las que aún dicen que asiste, no son sino una excusa para el jujaneo, expresión algo macarra pero efectiva. Le seguiremos viendo en restaurantes clásicos, en las regatas y por supuesto en los toros.
Hace tres días toreó en La Maestranza la rejoneadora francesa Léa Vicens. Le tocó el mejor toro de la tarde pero no tuvo suerte en los aceros. En un programa de TV comentó las muchas vicisitudes a las que se enfrentó para tomar la alternativa. Un día conoció a Ángel y Rafael Peralta en la plaza de Nímes, en donde trabajaba de caballista. Un par de meses después ya estaba en El Rocío, la finca de la familia en la Puebla del Río (Sevilla).
En Iberlibro venden las memorias de Conchita Cintron, que por cierto enseñó a rejonear a Cayetana de Alba. Son bastante delirantes. A ella, hija de un potentado de origen puertorriqueño asentado en Lima, sólo le hizo falta un día de huelga de hambre para que su padre le dejara torear. Después se vendría a España. Entonces no se permitía la presencia de mujeres en el ruedo. Empoderamiento.
LA VIDA DE LOS OTROS
EMILIA LANDALUCE
06/05/2017
EL ‘JUANCARLISMO’ REIVINDICA LAS OBRAS DEL REY EMÉRITO
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La marcha del Rey Juan Carlos significó la quiebra del viejo orden. Eso, viejo, no quiere decir nada malo aunque algunos como el sociólogo Jaime Miquel lo haya bautizado muy acertadamente como la España de los putos amos. El juancarlismo nostálgico trata de rescatar la figura del anterior jefe de Estado más allá de los corrillos mediáticos que sólo le relacionan con faldas, negocios y mangoneo. En realidad nada fuera de lo común. Me lo decía hace unos días Sally Bedell Smith a propósito de su biografía del príncipe Carlos de Inglaterra: Antes de él, los príncipes de Gales sólo se dedicaban a la caza, las mujeres, las apuestas...
Un libro sin embargo pretende rescatar los logros de Don Juan Carlos. En Rey de la Democracia (Galaxia Gutenberg) José Luis García Delgado, editor del proyecto, ha tratado de subrayar el protagonismo del ex soberano en el tránsito de la Dictadura a la Democracia (lo de siempre), en la estabilidad del país y sobre todo en “la internacionalización de nuestro tejido empresarial” [Claro…]. El plantel de defensores no puede ser más solvente desde el punto de vista del establishment cultural: Victoria Camps, Francesc de Carreras, Javier Gomá, Juan Francisco Fuentes, Santos Juliá, José-Carlos Mainer, Charles Powell, Fernando Puell… Y un epílogo de Mario Vargas Llosa en el que glosa la figura del joven Rey que se rebeló contra el sistema, el Franquismo, que estaba destinado a salvar. Quizás el capítulo más interesante (por delicado) sea el de Camps. Para la filósofa el soberano tuvo la valentía de abdicar “mostrando con ello una sensibilidad de que pocos miembros de las clases dirigentes pueden enorgullecerse” cuando la institución monárquica se vio dañada por el “contaminado ambiente” de la falta de calidad democrática. Ya lo decía un ex jefe de la Casa Real. Nada había sido tan pernicioso para la corona como la instrucción, con las consecuentes filtraciones y juicios populares, del caso Nóos.
Es comprensible la relativa nostalgia con la que Don Juan Carlos vive el retiro. Las competiciones de vela, como esas cacerías (poquísimas que tampoco está para dar muchos tiros) a las que aún dicen que asiste, no son sino una excusa para el jujaneo, expresión algo macarra pero efectiva. Le seguiremos viendo en restaurantes clásicos, en las regatas y por supuesto en los toros.
Hace tres días toreó en La Maestranza la rejoneadora francesa Léa Vicens. Le tocó el mejor toro de la tarde pero no tuvo suerte en los aceros. En un programa de TV comentó las muchas vicisitudes a las que se enfrentó para tomar la alternativa. Un día conoció a Ángel y Rafael Peralta en la plaza de Nímes, en donde trabajaba de caballista. Un par de meses después ya estaba en El Rocío, la finca de la familia en la Puebla del Río (Sevilla).
En Iberlibro venden las memorias de Conchita Cintron, que por cierto enseñó a rejonear a Cayetana de Alba. Son bastante delirantes. A ella, hija de un potentado de origen puertorriqueño asentado en Lima, sólo le hizo falta un día de huelga de hambre para que su padre le dejara torear. Después se vendría a España. Entonces no se permitía la presencia de mujeres en el ruedo. Empoderamiento.