Haters de Sálvame - Parte II

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AMBICIONES Y REFLEXIONES



CAPÍTULO 1


Un poquito de confianza



Soy Belén Esteban —María Belén
Esteban Menéndez en el carné de identidad— y todo el mundo me conoce.

Me llaman «la princesa del pueblo», y en España se me ha visto mil veces por
televisión y en las revistas del corazón.

Llevo más de quince años saliendo en todas partes, contando mi vida al detalle y teniendo que defenderme de las historias que me han ido pasando desde que soy famosa.

Nunca pensé que pudiera escribir un libro con todo eso. Cuando me lo pidieron, casi les mando a tomar por…

—¡¿Pero qué decís? ¿Yo un libro…?

¿Estáis locos o qué?!

Me lo han propuesto muchas veces.He sido siempre muy reacia, pero ahora
no me parecía tanta locura. Este era el momento, durante estos siete meses que han sido de plena dedicación para mí misma. Siete meses que me han servido para reflexionar y hacer balance de toda mi vida. Es más, me hizo mucha ilusión.

La verdad es que estoy en un momento importante y muy especial. He superado cosas muy duras y por eso ahora me siento tranquila y tengo un optimismo tremendo. Además, ahora puedo decir que este libro me ha servido como terapia.

Después de todo, me queda mucha vida por delante, mucho que
hacer y que disfrutar. Y, sobre todas las cosas, tengo una hija maravillosa que me absorbe todo el tiempo y que acapara todo mi cariño.

Cuando echo la vista a atrás, veo que lo malo que he sufrido ya es agua pasada y que he salido viva de una guerra en la que pude perder muchas cosas, sobre todo la dignidad como persona. Pero las balas ni me han rozado, y no solo he salido viva de la guerra, sino también vencedora.

Le he echado mucho coraje al asunto, por no decir otra cosa que suena peor, y aunque luego leerás cómo no me corto un pelo escribiendo como hablo,por ahora quiero ser más comedida y ganar un poquito de confianza. Creo que la mía es una historia de superación —

Boris insiste en que es de supervivencia— que puede que sí sea digna de contar.

Por lo menos para que la gente sepa cuál es mi verdad, porque aquí cada uno ha contado la suya a su manera.

Así que desde el primer momento sabía que, si yo hablaba para el libro, tenía que hacerlo como siempre, sin contarme ni un pelo, diciendo muy clarito lo que
siento y lo que pienso.

Claro que este libro no lo he hecho sola. Habría sido incapaz, porque tengo los estudios justitos para andar por la vida.

Mi amigo Boris Izaguirre ha sido quien me ha ayudado a sacarlo adelante,porque me ha sabido escuchar durante las entrevistas. En el tiempo que hemos estado juntos hablando me ha hecho casi desnudarme y sacar todo lo que llevaba dentro.

Dice que solo me ha ayudado a poner las piezas para hacer el puzle de mi vida, que suena muy bonito, pero la verdad es que sin su comprensión no habría hablado tanto y de tantas cosas.

Y creo que sí, que esta que cuento es una historia de ambiciones y de reflexiones. Porque he reflexionado mucho sobre lo que me ha pasado, para intentar encontrarle un sentido y una salida al laberinto en que me encontré
de golpe cuando solo era una chica de barrio, una cría jovencita e inocentona.

Pero también el mío es un caso de ambiciones, las que tengo en lo más profundo de mi ser para superarme, para tener una vida tranquila y digna con los míos.

Y sobre todas las demás, la ambición de buscar lo mejor para mi hija Andrea, para defenderla con uñas y dientes, para que crezca tranquila y al margen de estos jaleos y para que pueda convertirse en una mujer preparada y libre.

Reconozco que me ha sentado bien contar todo esto, más que nada para recapacitar y darme cuenta perfectamente de lo que ha sido mi vida hasta ahora y saber dónde estoy en este momento. Como un antes y un después.

Porque a mis años ya he vivido de todo, de lo bueno y de lo malo. Hay mucha gente que ha querido hacerme daño durante este tiempo, pero no lo han
conseguido nunca. Soy una tía fuerte, o he aprendido a serlo. Claro que también tengo mis debilidades, como el resto del mundo, pero las circunstancias, esas movidas por las que he pasado, me han enseñado mucho de la vida y de las personas.

Y, aunque ahora sea famosa, sigo siendo una chica de barrio, de San Blas. De un barrio de Madrid de gente normal y trabajadora.

Pero no me engaño: si estoy donde estoy es, primero, por haber contado mi
vida en público y, segundo, porque algo tendré que le gusta a la gente. Pase lo
que pase y esté donde esté, siempre he sido yo misma. No he fingido nunca ni
he ido por la vida de otra cosa que de Belén Esteban.

Y digo yo que será por eso por lo que siempre me he sentido superquerida.

Por supuesto que también habrá gente a la que no le guste, e incluso que me tenga manía, que con eso ya cuento.

Pero son los menos. La mayoría me quiere y me aprecia muchísimo. Y una
de las cosas que más valoran de mí es la sinceridad. Porque jamás me he
preparado un guion cuando he ido a hablar a la tele o con algún periodista.

Siempre me he puesto muy nerviosa antes de empezar, pero cuando llega el
momento de sentarme ante todos, pienso: «Pero, vamos a ver, Belén. ¿Por qué te vas a poner nerviosa si solo tienes que decir lo que sientes?».

Y como digo lo que siento, siempre voy con la verdad por delante. Por lo
menos con la mía…

Salvo en la última etapa, que reconozco que en algún momento he mentido por Fran, mi exmarido.

¿Que me he equivocado muchas veces? ¡Pues claro que sí! ¿O es que los demás nunca lo han hecho? Yo también tengo derecho, porque no soy perfecta.

Lo que pasa es que si yo me equivoco en algo, como me conoce todo el mundo y los periodistas están pendientes de lo que hago, tengo que pagar un precio muy alto.

Y es horrible, porque cuando pasa algo así, me toca estar dos o tres meses
dando explicaciones en televisión.

Pero la verdad es que yo solo hablo de mi vida, no de la de los demás.

Siempre he tenido que ir justificando lo que he hecho y lo que he dejado de
hacer. Pero, repito, solo hablo de mi vida, que parece que a tanta gente le
interesa.

Por eso no creo que sea justo que me veten en alguna entrevista,porque yo no lo he hecho con nadie, y tampoco me he prestado a hacer entrevistas estándar o pactadas. Ese no es mi estilo ni lo será nunca.

No escondo nada porque siempre tengo muy presente de dónde vengo, la
manera en que me he criado y todas las vivencias que he tenido desde que era
pequeña.

Quizá, a algunas personas esas cosas no les parezcan importantes, o no quieren que se sepan.

Pues resulta que ahora hay por ahí muchos nuevos ricos que toda su p*ta vida no han sido más que unos muertos de hambre y, de repente, se quieren olvidar de dónde vienen.

Ganan cuatro duros, se compran un piso y un coche nuevo, salen en las
revistas en una fiesta petarda y ya se creen que son los marqueses de Ardales.

Y encima miran por encima del hombro, los gilipollas… Vaya, ya ves cómo me
pongo cuando gano un poquito de confianza.



CAPÍTULO 2


Una chica de barrio



A mí no se me olvida nunca de dónde
vengo, ni me olvido de mi gente, ni de mi barrio, ni de mis vecinas… No me
avergüenzo de reconocerlo, porque tampoco me puedo inventar una vida que
no he tenido ni ha existido.

Eso de «la princesa del pueblo» es un título que me ha dado la gente con el
tiempo. Pero entiendo que ha sido porque es lo que muchos sienten al verme y porque saben que todo lo que les digo es verdad, que no oculto nada.

Lo único que hago es ser yo misma, sin
disfraces ni postureo. Y lo transmito de
la forma en que lo he vivido y como lo siento. Tiene que ser así porque es de mi propia vida de lo que hablo.

Por eso no me molesta el «título»,pero creo que, en cualquier caso,corresponde a mis seguidores el que quieran llamarme así. Yo no me puedo creer ser princesa. Porque siempre lo digo, ¡y con mucho orgullo!, que vengo de una familia de currantes.

Y que me crié en un pisito de un barrio obrero de Madrid.

Mi padre, Francisco, era pintor, de los de brocha gorda. Y mi madre,Carmen, trabajaba de limpiadora en el colegio de monjas donde luego yo estudié y en unas galerías comerciales.

Todo el día con la fregona p’arriba y p’abajo. Pero eran felices, éramos
felices. Al fin y al cabo, tenían trabajo,su trabajo, por duro y jodido que fuera.

Y, aunque no nos sobraba, con lo que curraban los dos y con mucho esfuerzo,
en casa teníamos lo suficiente para ir tirando y salir adelante; ellos y sus tres
hijos.

Tengo muchas cosas que agradecerles a mis padres, porque en casa podríamos ser casi pobres y tener carencias en lo material, pero nunca las tuvimos en lo espiritual.

Por eso estábamos tan unidos: ellos, mis dos hermanos, que se llaman Juan Pedro y Francisco José, y yo. Y hasta con los vecinos, que eran también como de la familia, porque en ese barrio todo el mundo se ayudaba. Allí solo había
buena gente, sencilla y trabajadora.

Como mi madre era la limpiadora del colegio, me aceptaron en él como alumna. A mí no me incomodaba su trabajo, ¿por qué iba a molestarme?

Nadie me trataba de manera distinta por eso. Y si era mejor o peor estudiante no tenía nada que ver con lo que ella hacía.

Creo que es muy importante pensar así,sin complejos. Eres lo que eres y, a lo
mejor, aceptando este tipo de cosas consigues mucho más en la vida. No es
que tuviera esto claro desde niña, pero sabía muy bien quién era mi familia,
quién era yo y que no debía sentirme mal por ello.

Las monjas del colegio siempre nos trataron a mi madre y a mí con un cariño
especial. A veces iban al mercado de San Pascual a pedir comida para
repartirla entre las familias más necesitadas —yo creo que aún no
existían las ONG— y muchas veces también nos la daban a nosotros.

Había épocas en que a mis padres les faltaba dinero y mi madre solía
empeñar sus joyas para poder darnos algún regalo el día de Reyes. Yo
siempre la acompañaba a la casa de empeños y aún recuerdo, después de
tantos años, aquel lugar.

Estaba en un cuarto piso, era como una especie de almacén, y allí solo había mujeres. Mi madre las señalaba y me decía:

—Mira, Belén, esas son las pesadoras de oro.

Y yo le contestaba:

—Que no, mamá, que son las que ayudan a los Reyes Magos.

Como siempre coincidían estas visitas con las fechas navideñas, me
había hecho a la idea de que a lo que íbamos de verdad era a encargar los
regalos a Melchor, Gaspar y Baltasar,porque a los pocos días siempre
llegaban paquetes a casa.

Un año íbamos de camino para empeñar un collar y nos encontramos un anillo con un brillante.Este también se quedó en la casa de empeños. Aquí estuvo más claro que nunca que los Reyes Magos no venían de Oriente.

No me importa contar esto porque mi madre decía que para eso estaban las
joyas cuando hacía falta. Y repetía siempre la misma cantinela:

—Benditos mis bienes que de mis males me sacan.

Creo que por eso tengo ahora una relación muy especial con las joyas. Sé
que sirven para lucirlas, pero también son una forma de invertir un dinero que
ayuda a salir de apuros. Lo aprendí de mi madre, que ha sido y sigue siendo
muy importante para mí.

Ella sabe todo lo que me pasa, incluso casi más que yo misma. Y aunque ahora se ha ido a vivir a Benidorm y nos vemos menos, siempre sigue estando a mi lado cuando la necesito.

Y qué decir de mi padre, tan bueno.Yo era su ojito derecho y él también el
mío. Todo el mundo sabe lo que le echo de menos. Nos queríamos mucho y
moría por mí.

Una de las cosas que recuerdo de mi separación de Jesulín de
Ubrique, el torero, es que mi padre reaccionó fatal cuando se lo conté.

Siempre me decía que no me metiera tanto con él en las entrevistas, porque le
adoraba. Y este afecto sé que era mutuo.

Cuando mi padre murió, Jesús apareció en el tanatorio. Llegó en coche
a las cuatro de la mañana y no paró de llorar el tiempo que estuvo allí. Para mí
fue como si descubriera el cariño que sentía realmente por mi padre.

Es curioso, pero cuando recuerdo ese momento también tengo presente que, repentinamente, Jesús, delante de toda la familia y en un momento tan
duro, me pidió explicaciones de por qué no había ido a verle al hospital después
del accidente tan grave que tuvo.

Era como si me dijera: «Yo, aquí,despidiendo a tu padre, y tú no te preocupaste por mí cuando estuve tan mal». Yo me quedé flipada, y entonces,
sin cortarme ni un pelo, igual que él, y delante de todos, le dije la verdad:

—Porque tu padre no me dejó

 
Dice la enana que ella no conocía la vida de Madrid, que solo conocía la de Andalucia,


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