Ese día, un hombre se presenta en la comandancia de la Guardia Civil. Se trata de Paco El Cacho, una suerte de alcalde no electo de Las Negras (349 habitantes censados). El dueño de «medio pueblo»: de una inmobiliaria, de 40 apartamentos y, precisamente, del supermercado. «Yo simplemente puse en conocimiento de ellos una situación muy clara que había tenido con ella y que no me había dado buena espina», dice.El Cacho pone unos tomates a un cliente -él mismo regenta el súper- y retoma el relato: «Yo suelo dar cambio de monedas y billetes a muchos locales, que me piden ayuda cuando se quedan sin metálico. Una tarde, casi cuando cerraba, estando sentado aquí donde me ves, llega ella, que tenía entonces su bar, el Black ese, y me pide que le cambie unos 200 euros en varios billetes grandes por pequeños. Total, que me da cuatro o cinco billetes de 50 euros, los cojo y... Le tuve que decir que saliera de mi local y no volviera a entrar nunca más. Eran más falsos que un duro de madera. Se dio la vuelta y ni rechistó. Lo sabía perfectamente. Cuando el niño desapareció, a la tarde siguiente, me fui a la Guardia Civil y se lo conté. Y les dije: 'Tirad de ahí, que a ver qué sale'».