El pollo rey y el gallo viejo

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El pollo rey y el gallo viejo
Personaje del año

OPINIÓN
RAÚL DEL POZO

31 DIC. 2018 02:06
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El Rey Felipe VI conversa con su padre Don Juan Carlos durante un acto conmemorativo de la Constitución SERGIO G. VALERO


UN DÍA DE LOS AÑOS 90 me llamaron de Zarzuela diciendo que me iba a recibir el Rey Juan Carlos. Cogí un taxi y me presenté en La Zarzuela. Esperé en una sala de madera hasta que me pasaron adonde esperaba el Monarca. Durante unos minutos viví una situación absurda. Me habían dicho que al Rey no se le debe preguntar ni decirle la verdad, y yo no hablaba, ni Juan Carlos tampoco. Sospeché que él había olvidado para qué me habían citado. Pronunciamos monosílabos confusos sobre el tiempo, sobre restaurantes y sobre Madrid, hasta que pensé que había que decir algo fuerte para llamar la atención de Su Majestad. Le dije de sopetón: "Señor, se ha dicho estos días que se había fugado a Suiza con Lady Di". Y el Rey, sin pensarlo dos veces, contestó: "Si Lady Di no tiene culo. La he visto en Marivent en bikini y te lo digo como macho: no tiene culo".

A partir de este momento la conversación fue disparatada, indiscreta, sorprendente, pero cuando terminamos de hablar y yo me iba, el Rey debió recordar por qué estaba yo allí y dijo con energía: "Cuando tengas que hablar algo relativo a mi hijo, el Príncipe de Asturias, llámame para confirmar la noticia aunque sean las dos de la mañana. Yo ya me he ganado el reinado, pero mi hijo tiene que ganárselo".

Al Rey lo que le preocupaba era el futuro de la institución tan expuesta a las abdicaciones, los exilios y las restauraciones. Recordé mientras salía de palacio que unos días antes yo había escrito que Felipe de Borbón estaba enamorado de Eva Sannum y había amenazado a sus padres advirtiéndoles de que era capaz de renunciar a sus derechos dinásticos si no le dejaban casarse con la modelo. Nunca olvidé aquel recado de Juan Carlos I y tampoco nunca creí aquello que escribió el guardaespaldas de Lady Di sobre el intento de Juan Carlos de seducirla ni las palabras de Diana de Gales diciendo que el Rey de España era un sobón.

Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia


Siempre tuve presente aquella advertencia sobre su hijo y el inmenso cariño con que lo mencionó, y sobre todo lo tuve en cuenta cuando se ha sabido que la relación entre los dos ha pasado por momentos difíciles. En la historia de los reyes de Shakespeare suelen estallar celos y hasta guerras entre príncipes y bastardos, reinas y favoritas, y sobre todo, entre padres e hijos cuando está en juego la corona. Quizás hubo celos, complicados con el complejo de Edipo y el amor a la madre Doña Sofía, entre el pollo y el gallo viejo destronado. Dice Sancho, "el rey es mi gallo", pero cuando hay dos en el mismo corral se disputan el palo más alto del gallinero y se convierten en basiliscos, porque los dos simbolizan la arrogancia y la majestad.

Hubo incomunicación y recelo, errores de protocolo, necesidades de Estado y de apariencia y se intentó quitar de en medio, de las fotos y los fastos, al Rey cesado cuando en la calle se gritaba: "Hay que tumbar el régimen del 78", "no hay dos sin tres, República otra vez". Esta vez a la Monarquía-nómada, itinerante, se la querían cargar los nacional-populistas y la izquierda comunista que fue el gran apoyo de Juan Carlos en la Transición. Era un mal momento para desencuentros y disgustos entre padre e hijo. Los estúpidos áulicos siguieron desairando a Juan Carlos impidiéndole que fuera a veranear a Mallorca con la familia o borrándole del aniversario de la democracia. Luego, por fin, le dieron su sitio en la ceremonia del aniversario de la Constitución.

Motero, piloto de combate, golfo, ha sufrido accidentes en cacerías o practicando el esquí. Ha tenido cientos de amantes. Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia, uno de los pocos reyes buenos de la Historia, un estadista heterodoxo y castizo, inteligente y cautivador. Y sobre todo, siempre ha amado a su hijo y ha trabajado por el futuro de esta institución. Me cuentan que está feliz. Va a las cacerías y sólo tira a pluma, ha abandonado las monterías y ya no mata elefantes. "La relación con su hijo es magnífica aunque le preocupen el futuro de la Monarquía y la inestabilidad de España. Cree que Felipe VI lo está haciendo muy bien
 
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UN DÍA DE LOS AÑOS 90 me llamaron de Zarzuela diciendo que me iba a recibir el Rey Juan Carlos. Cogí un taxi y me presenté en La Zarzuela. Esperé en una sala de madera hasta que me pasaron adonde esperaba el Monarca. Durante unos minutos viví una situación absurda. Me habían dicho que al Rey no se le debe preguntar ni decirle la verdad, y yo no hablaba, ni Juan Carlos tampoco. Sospeché que él había olvidado para qué me habían citado. Pronunciamos monosílabos confusos sobre el tiempo, sobre restaurantes y sobre Madrid, hasta que pensé que había que decir algo fuerte para llamar la atención de Su Majestad. Le dije de sopetón: "Señor, se ha dicho estos días que se había fugado a Suiza con Lady Di". Y el Rey, sin pensarlo dos veces, contestó: "Si Lady Di no tiene culo. La he visto en Marivent en bikini y te lo digo como macho: no tiene culo".

A partir de este momento la conversación fue disparatada, indiscreta, sorprendente, pero cuando terminamos de hablar y yo me iba, el Rey debió recordar por qué estaba yo allí y dijo con energía: "Cuando tengas que hablar algo relativo a mi hijo, el Príncipe de Asturias, llámame para confirmar la noticia aunque sean las dos de la mañana. Yo ya me he ganado el reinado, pero mi hijo tiene que ganárselo".

Al Rey lo que le preocupaba era el futuro de la institución tan expuesta a las abdicaciones, los exilios y las restauraciones. Recordé mientras salía de palacio que unos días antes yo había escrito que Felipe de Borbón estaba enamorado de Eva Sannum y había amenazado a sus padres advirtiéndoles de que era capaz de renunciar a sus derechos dinásticos si no le dejaban casarse con la modelo. Nunca olvidé aquel recado de Juan Carlos I y tampoco nunca creí aquello que escribió el guardaespaldas de Lady Di sobre el intento de Juan Carlos de seducirla ni las palabras de Diana de Gales diciendo que el Rey de España era un sobón.

Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia


Siempre tuve presente aquella advertencia sobre su hijo y el inmenso cariño con que lo mencionó, y sobre todo lo tuve en cuenta cuando se ha sabido que la relación entre los dos ha pasado por momentos difíciles. En la historia de los reyes de Shakespeare suelen estallar celos y hasta guerras entre príncipes y bastardos, reinas y favoritas, y sobre todo, entre padres e hijos cuando está en juego la corona. Quizás hubo celos, complicados con el complejo de Edipo y el amor a la madre Doña Sofía, entre el pollo y el gallo viejo destronado. Dice Sancho, "el rey es mi gallo", pero cuando hay dos en el mismo corral se disputan el palo más alto del gallinero y se convierten en basiliscos, porque los dos simbolizan la arrogancia y la majestad.

Hubo incomunicación y recelo, errores de protocolo, necesidades de Estado y de apariencia y se intentó quitar de en medio, de las fotos y los fastos, al Rey cesado cuando en la calle se gritaba: "Hay que tumbar el régimen del 78", "no hay dos sin tres, República otra vez". Esta vez a la Monarquía-nómada, itinerante, se la querían cargar los nacional-populistas y la izquierda comunista que fue el gran apoyo de Juan Carlos en la Transición. Era un mal momento para desencuentros y disgustos entre padre e hijo. Los estúpidos áulicos siguieron desairando a Juan Carlos impidiéndole que fuera a veranear a Mallorca con la familia o borrándole del aniversario de la democracia. Luego, por fin, le dieron su sitio en la ceremonia del aniversario de la Constitución.

Motero, piloto de combate, golfo, ha sufrido accidentes en cacerías o practicando el esquí. Ha tenido cientos de amantes. Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia, uno de los pocos reyes buenos de la Historia, un estadista heterodoxo y castizo, inteligente y cautivador. Y sobre todo, siempre ha amado a su hijo y ha trabajado por el futuro de esta institución. Me cuentan que está feliz. Va a las cacerías y sólo tira a pluma, ha abandonado las monterías y ya no mata elefantes. "La relación con su hijo es magnífica aunque le preocupen el futuro de la Monarquía y la inestabilidad de España. Cree que Felipe VI lo está haciendo muy bien

Por favor,
donde se ha publicado este escrito, ¿podrias ponet el link?.
Gracias.
 
Siempre me ha gustado Raul del Pozo.
Su forma de escribir me gusta.
Es un hombre muy bien informado.
No inventa. No tiene que inventar, pues tiene información.
Escribe poco sobre la monarquía, una pena pues sabe mucho.
Reunir información y talento no es corriente.

De todas formas, lo tengo por buena persona. Tiene talento, tiene informción y es buena persona.
Por tanto, en este preciso momento que atraviesa el pais, no es ocasión de hablar de algunas cosas.
Un periodista con buena intención y con talento, sabe cual es el momento de guardarse cotilleos.
 
Joder con el nene. Ya echaba ordagos con 18 añitos. O me voy con ésta o renuncio a mis derechos. Esta actitud irresponsable se corresponde con la que debe mantener el Jefe del Estado español?
Pobre España.
 
(Mas lavadora)
A tener muy en cuenta todo lo que dice el autor y más aún sabiendo que no es para nada, nada, nada, cortesano. Siempre ha ido por libre y me ha gustado su valentía de no casarse con nadie.
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UN DÍA DE LOS AÑOS 90 me llamaron de Zarzuela diciendo que me iba a recibir el Rey Juan Carlos. Cogí un taxi y me presenté en La Zarzuela. Esperé en una sala de madera hasta que me pasaron adonde esperaba el Monarca. Durante unos minutos viví una situación absurda. Me habían dicho que al Rey no se le debe preguntar ni decirle la verdad, y yo no hablaba, ni Juan Carlos tampoco. Sospeché que él había olvidado para qué me habían citado. Pronunciamos monosílabos confusos sobre el tiempo, sobre restaurantes y sobre Madrid, hasta que pensé que había que decir algo fuerte para llamar la atención de Su Majestad. Le dije de sopetón: "Señor, se ha dicho estos días que se había fugado a Suiza con Lady Di". Y el Rey, sin pensarlo dos veces, contestó: "Si Lady Di no tiene culo. La he visto en Marivent en bikini y te lo digo como macho: no tiene culo".

A partir de este momento la conversación fue disparatada, indiscreta, sorprendente, pero cuando terminamos de hablar y yo me iba, el Rey debió recordar por qué estaba yo allí y dijo con energía: "Cuando tengas que hablar algo relativo a mi hijo, el Príncipe de Asturias, llámame para confirmar la noticia aunque sean las dos de la mañana. Yo ya me he ganado el reinado, pero mi hijo tiene que ganárselo".

Al Rey lo que le preocupaba era el futuro de la institución tan expuesta a las abdicaciones, los exilios y las restauraciones. Recordé mientras salía de palacio que unos días antes yo había escrito que Felipe de Borbón estaba enamorado de Eva Sannum y había amenazado a sus padres advirtiéndoles de que era capaz de renunciar a sus derechos dinásticos si no le dejaban casarse con la modelo. Nunca olvidé aquel recado de Juan Carlos I y tampoco nunca creí aquello que escribió el guardaespaldas de Lady Di sobre el intento de Juan Carlos de seducirla ni las palabras de Diana de Gales diciendo que el Rey de España era un sobón.

Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia


Siempre tuve presente aquella advertencia sobre su hijo y el inmenso cariño con que lo mencionó, y sobre todo lo tuve en cuenta cuando se ha sabido que la relación entre los dos ha pasado por momentos difíciles. En la historia de los reyes de Shakespeare suelen estallar celos y hasta guerras entre príncipes y bastardos, reinas y favoritas, y sobre todo, entre padres e hijos cuando está en juego la corona. Quizás hubo celos, complicados con el complejo de Edipo y el amor a la madre Doña Sofía, entre el pollo y el gallo viejo destronado. Dice Sancho, "el rey es mi gallo", pero cuando hay dos en el mismo corral se disputan el palo más alto del gallinero y se convierten en basiliscos, porque los dos simbolizan la arrogancia y la majestad.

Hubo incomunicación y recelo, errores de protocolo, necesidades de Estado y de apariencia y se intentó quitar de en medio, de las fotos y los fastos, al Rey cesado cuando en la calle se gritaba: "Hay que tumbar el régimen del 78", "no hay dos sin tres, República otra vez". Esta vez a la Monarquía-nómada, itinerante, se la querían cargar los nacional-populistas y la izquierda comunista que fue el gran apoyo de Juan Carlos en la Transición. Era un mal momento para desencuentros y disgustos entre padre e hijo. Los estúpidos áulicos siguieron desairando a Juan Carlos impidiéndole que fuera a veranear a Mallorca con la familia o borrándole del aniversario de la democracia. Luego, por fin, le dieron su sitio en la ceremonia del aniversario de la Constitución.

Motero, piloto de combate, golfo, ha sufrido accidentes en cacerías o practicando el esquí. Ha tenido cientos de amantes. Lo han destronado por su mala conducta, pero Juan Carlos sigue siendo la referencia universal de nuestra democracia, uno de los pocos reyes buenos de la Historia, un estadista heterodoxo y castizo, inteligente y cautivador. Y sobre todo, siempre ha amado a su hijo y ha trabajado por el futuro de esta institución. Me cuentan que está feliz. Va a las cacerías y sólo tira a pluma, ha abandonado las monterías y ya no mata elefantes. "La relación con su hijo es magnífica aunque le preocupen el futuro de la Monarquía y la inestabilidad de España. Cree que Felipe VI lo está haciendo muy bien
 
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