El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Un libro de Oliver Sacks

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El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Un libro de Oliver Sacks

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero es un fascinante libro de Oliver Sacks.
Es un libro antiguo (1985) pero en esencia totalmente actual y de entretenidísima lectura. Oliver Sacks es un neurólogo autor de varios libros de éxito.
El objetivo de Sacks y el gran valor del libro es contar las historias de sus pacientes. Con ello nos lleva más allá de la ciencia al sobrecogedor mundo de la mente de los enfermos mentales con los que trata.

Tales historiales son una forma de historia natural... pero nada nos cuentan del individuo y de su historia; nada transmiten de la persona y de la experiencia de la persona, mientras afronta su enfermedad y lucha por sobrevivir a ella. En un historial clínico riguroso no hay «sujeto»; los historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida («hembra albina trisómica de 21»), que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento; sólo así tendremos un «quién» además de un «qué», un individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad... en relación con el reconocimiento médico físico.
El libro cuenta 24 historias de pacientes, cada cual más sugestiva, agrupadas en 4 partes llamadas Pérdidas, Excesos, Arrebatos y El mundo de los simples.

El caso que da nombre al libro habla de un hombre con prosopagnosia, incapaz de reconocer caras:
Pareció también decidir que la visita había terminado y empezó a mirar en torno buscando el sombrero. Extendió la mano y cogió a su esposa por la cabeza intentando ponérsela. ¡Parecía haber confundido a su mujer con un sombrero! Ella daba la impresión de estar habituada a aquellos percances.
En El hombre que se cayó de la cama, el paciente no reconoce su propia pierna:
Evidentemente una de las enfermeras que debía tener un sentido del humor un tanto macabro se había introducido subrepticiamente en la Sala de Disección, había sacado de allí una pierna y luego se la había metido a él en la cama para gastarle una broma cuando estaba aún completamente dormido. Esta explicación le tranquilizó mucho; pero considerando que una broma es una broma y que aquélla se pasaba ya un poco de la raya, lanzó fuera de la cama aquella pierna condenada. Pero, y en este punto perdió ya el tono coloquial y se puso de pronto a temblar, se puso pálido, cuando la tiró de la cama, sin explicarse cómo, cayó él también detrás de ella... y ahora la tenía unida al cuerpo.
—¡Mírela! —chilló, con una expresión de repugnancia—. ¿Ha visto usted alguna vez algo tan horrible, tan espantoso? Yo creí que un cadáver estaba muerto y se acabó. ¡Pero esto es misterioso! Y no sé... es espeluznante... ¡Parece como si la tuviera pegada!
La asió con las dos manos, con una violencia extraordinaria e intentó arrancársela del cuerpo y al no poder, se puso a aporrearla en un arrebato de cólera.
—¡Calma! —dije—. ¡Tranquilícese! ¡No se ponga así! No debe aporrear esa pierna de ese modo.
—¿Y por qué no? —preguntó irritado, agresivo.
—Porque esa pierna es suya —contesté—. ¿Es que no reconoce usted
su propia pierna?
Me miró con una expresión en la que había estupefacción, incredulidad, terror y curiosidad a la vez, todo ello mezclado con una especie de recelo jocoso.
En Reminiscencia nos habla de una mujer a la que sus ataques epilépticos la devolvían al pasado.
La señora O'C., cuando mejoró, y se recuperó del ataque, tuvo un período de tristeza y de miedo. «La puerta se está cerrando», decía. «Estoy perdiéndolo todo de nuevo. » Y realmente lo perdió, a mediados de abril cesaron las súbitas irrupciones de sensaciones y música y escenas de infancia, sus súbitos «arrebatos» epilépticos que la llevaban al mundo de la temprana infancia, que eran sin lugar a dudas «reminiscencias», y auténticas,
Asesinato cuenta la historia de Donald que cometió un asesinato del que no recordaba nada. Hasta que tuvo un accidente de bici en el que se golpeó la cabeza.
Se le interrogó con las debidas precauciones, con el mayor cuidado para evitar cualquier insinuación o sugerencia... y pronto se hizo evidente que se trataba de «reminiscencia» auténtica, aunque incontrolable. Conocía ya hasta los detalles más nimios del asesinato, todos los detalles revelados por el examen forense, pero que no se habían revelado en el juicio... ni a él.
Todo lo que antes había estado, o parecía, perdido u olvidado (incluso con hipnosis o con una inyección de amital) era recuperado y recuperable ahora. Más aun, era incontrolable; y aún más, completamente insoportable. Donald intentó suicidarse por dos veces en la unidad neuroquirúrgica y hubo que administrarle tranquilizantes fuertes y controlarle por la fuerza.Los gemelos versa sobre dos hermanos que habían estado internados en instituciones desde los siete años, diagnosticados diversamente como autistas, psicóticos o gravemente retardados. Tenían una sorprendente habilidad numérica.

Volví al pabellón al día siguiente, llevaba conmigo el valioso libro de números primos. Les encontré encerrados en su comunión numérica, como la vez anterior, pero ésta, sin decir nada, me uní tranquilamente a ellos. Al principio mostraron un cierto recelo, pero al ver que no los interrumpía reanudaron su «juego» de primos de seis cifras. Al cabo de unos minutos decidí incorporarme al juego, aventuré un número, un primo de ocho cifras. Se giraron los dos hacia mí, luego se quedaron de pronto silenciosos e inmóviles, con una expresión de concentración profunda y puede que de asombro. Hubo una larga pausa (jamás los había visto hacer una pausa tan larga, debió durar medio minuto o más) y luego súbita y simultáneamente sonrieron los dos.
Habían visto de pronto, tras un proceso interno incomprensible, que mi número de ocho cifras era un número primo... y esto les produjo claramente una gran alegría

Y así un gran número de historias donde cada afección neurológica es la base de una inquietante y singular experiencia vital. Un libro que no tiene desperdicio.
http://sinapsis-aom.blogspot.com/2012/02/el-hombre-que-confundio-su-mujer-con-un.html
 
Me encantó este libro, aunque da impresión ver qué cosas tan tremendas pueden pasar cuando falla la almendra. Lo recomiendo muchísimo, hace la porra de años que lo leí y al ver este hilo me han vuelto a entrar ganas de releer. Gracias por traerlo :love::love::love:
 
Se considera una enfermedad rara aquella que aproximadamente incide sobre una de cada dos mil personas, que en algunos casos puede llegar incluso a reducirse a una cada cien mil personas. Atendiendo a las cifras puede parecer una cuestión baladí la de las enfermedades raras, pero teniendo en cuenta que existen entre cinco y ocho mil enfermedades de este tipo podría hablarse de millones de afectados en todo el mundo. En muchas ocasiones, el interés que puedan generar estas enfermedades, insólitas, exóticas o incurables, no se debe tanto a la búsqueda de una posible cura, como a la información que aportan sobre el propio ser humano.

Si ya de por sí la investigación se encuentra en un terreno difícil, todo se complica aún más dentro del ámbito de la psiquiatría, donde paciente y enfermedad permanecen tan unidos que en esencia son lo mismo, como demuestra uno de los pacientes, que llega a temer que sin los síntomas de su dolencia quedaría reducido a la nada. Pero si la neurología cerebral parece un camino complicado, lo es más aún cuando se trata del hemisferio derecho, porque como el propio Sacks reconoce «la historia toda de la neurología y la neuropsicología puede considerarse una historia de la investigación del hemisferio izquierdo». Si bien el hemisferio izquierdo es lo característicamente humano, mucho más complejo y especializado y sus unos síntomas son más evidentes, el hemisferio derecho aunque más difuso esconde los secretos de la relación del ser con la realidad. El mayor problema para conocer el hemisferio derecho es que los pacientes en muchos casos no son conscientes de sus síntomas y es casi imposible acercarse a su estado interior.

Este es el marco en el que se encuadra el libro de Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, que es un granito más a la investigación del hemisferio derecho del cerebro. La neurología que propugna Sacks, la del hemisferio derecho, defiende el estudio de pacientes antes que de enfermedades. No existe un patrón determinado de patología, sino que son las circunstancias concretas de cada paciente, su historial clínico, el que determina los síntomas y las posible soluciones. Más que de cura habría que decir que los pacientes aprender a convivir y a sobrellevar los síntomas de sus enfermedades, en los casos más evidentes incluso a disimularlos. Lo importante ante todo es observar cómo el organismo reacciona en lo que Ivy McKenzie llama la «lucha por preservar la identidad».

Oliver Sacks organiza este caos clínico en cuatro partes que titula de la siguiente forma: «Pérdidas», «Excesos», «Arrebatos», «El mundo de los simples». De esta manera, cada patología aparece agrupada con otras semejantes, dependiendo del funcionamiento de los síntomas. El caso más relevante del libro, aunque no el más sorprendente, es el que da título al volumen: «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero». La elección de este caso como título para el compendio se debe a que Sacks considera que cuestiona las bases de la neurología tradicional, puesto que en este caso la lesión cerebral hace que el individuo quede reducido a lo abstracto, a lo categorial. Incapaz de reconocer lo concreto, el doctor P. no sólo no conseguía reconocer las caras o los objetos más simples, cuyos elementos percibía como un conjunto de elementos sueltos incapaces de unirse en un todo, sino que se hallaba perdido en un mundo de abstracciones sin vida. Su forma de reconstruir el mundo se basaba en las relaciones esquemáticas, de la misma forma en que puede hacerlo un ordenador. Así por ejemplo, aunque jugando al ajedrez podía ser invencible, al mismo tiempo confundía a su mujer con un sombrero.

A lo largo del libro aparecen casos no menos raros que el que le da título: como el del hombre que pierde la memoria en un momento determinado de su vida (recordando perfectamente lo anterior y olvidando lo posterior en cuestión de segundos), el del hombre que caminaba y permanecía inclinado sin darse cuenta de ello, el de la mujer que no podía ver nada de lo que había a su izquierda, o el de la mujer que había perdido la percepción de su propio cuerpo y se sentía «desencarnada» (con la consiguiente pérdida del control del movimiento y la coordinación). A los casos de miembros fantasmas hay que añadir la casuística contraria: el paciente que no reconoce su propia pierna y la ve como un repugnante trozo de carne añadido.

En el apartado de «Excesos» destaca fundamentalmente el síndrome de Tourette, una patología caracterizada por el exceso de energía nerviosa, lo que lleva a una profusión de extraños movimientos, tics, muecas, ruidos, poses, maldiciones, espasmos, insultos, etc. También es sorprendente el caso de la paciente que tenía neurosífilis o «enfermedad de Cupido», que le llevó a disfrutar de una segunda juventud en el sentido más literal de la palabra a sus ochenta y ocho años.

Uno de los casos más prodigiosos del libro es el de los Gemelos, dos seres grotescos, desproporcionados y autistas, con una memoria digna del Funes borgiano y una capacidad matemática única, que más allá del cálculo era capaz de vislumbrar mentalmente los números y casi establecía una relación fraternal con ellos. Los Gemelos son representativos de los llamados sabios idiotas, extraños pacientes que pueden presentar un retraso total o parcial y que compensan con alguna cualidad que se ve potenciada.

Aunque la prosa de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero es densa y abunda en reflexiones científicas el interés que despierta la casuística de los síntomas hace que la obra se deje leer no sin cierto agrado aunque exija un mínimo de esfuerzo y de concentración. Sacks suele dividir los casos en dos partes: la anécdota y las conclusiones. Éstas últimas aparecen al final y en añadidos que hace en postdata, ya que al tratarse de una recopilación de artículos publicados en revistas ha ampliado su información a partir del conocimiento de nuevos casos. Más allá de lo puramente anecdótico, el acercamiento que Sacks propone a las enfermedades, novedoso en la época en que escribe el libro, es hoy en día comúnmente aceptado: no es posible hacer neurología cerebral sin tener en cuenta las características y circunstancias peculiares de cada paciente. La neurología debe tratar antes que enfermedades pacientes.
http://lapiedradesisifo.com/2007/07...ó-a-su-mujer-con-un-sombrero-de-oliver-sacks/
 

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