Biografìa-Obra: Bécquer, Benedetti, Borges, Camus, Cortázar, Faulkner, Galeano , G.Lorca, G.Márquez, Joyce, Kafka, Lessing , Mann, Orwell, Proust, etc

Claribel Alegría

Rito inccumplido

A mi madre

Dicen que la muerte es solitaria
que nos morimos solos
aunque estemos rodeados de aquellos que nos aman
pero tú me llamaste
y yo no estuve:
no te cerré los ojos
no te besé la frente
no te ayudé a pasar
al otro lado
estuve lejos
lejos de ti que me alumbraste
me nutriste
educaste mis alas.
No cumplí con el rito
estuve lejos
lejos
y ese es el sollozo que me arrebata en olas
en cúpulas
en grutas
y no puede salir
y me persigue en sueños
y me ahoga.
Perdóname/libérame
necesito aullar
batir tambores
un golpe en la cerviz
un estallido
para arrancar de cuajo este sollozo
y no invocarte más
en desolados
versos.

https://literariedad.co/2018/01/25/siete-poemas-de-claribel-alegria/
 
377e25996b23750118eb8b3b744686de.png
 
  • RIMA IX
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.

Gustavo Adolfo Bécquer
 
La intimidad de un cronopio: así era Julio Cortázar, según sus amigos
En entrevista con Infobae Cultura, el músico Juan Carlos “Tata” Cedrón, el cineasta Manuel Antín y el novelista y Premio Cervantes Sergio Ramírez, así como su biógrafo, Mario Goloboff, recuerdan anécdotas desconocidas del gran autor argentino, a 35 años de su muerte

upload_2019-2-11_1-36-21.jpeg

“Tata” Cedrón, Cortázar y Edgardo Cantón (Foto: Pepe Fernández)



Julio Cortázar
falleció el 12 de febrero de 1984, a los 69 años, y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse junto a su última esposa Carol Dunlop. El autor de Rayuela marcó a varias generaciones de lectores, a la vez que dejó una huella indeleble entre sus amistades.

Un amigo músico, un amigo cineasta y un amigo escritor evocan para Infobae Cultura al autor argentino con anécdotas sobre una ruidosa noche parisina en casa de la familia Cedrón, una novela prestada que perdió en un hotel vienés y su observación de una escoba viajera en un avión nicaragüense.

"Julio fue un dulce, un tierno, un sencillo, un campechano", asegura el músico "Tata" Cedrón, quien lo conoció en la década del '70. "Nunca lo vi como 'Julio Cortázar', para nosotros ahora es Julio Cortázar", aclara.

"Fue una relación que yo no he podido olvidar, por cierto, más allá de su fama", indica Manuel Antín, el director de cine que llevó varios cuentos del emblemático autor a la pantalla grande en los '60. "Yo nunca pensé que lo filmaba, sino que había encontrado mi otro yo literario", explica.


El Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez destaca de Cortázar "su desenfado, la falta de formalidad que tuvo siempre en sus actos, lejos de la retórica en su expresión pública, pero muy alejado también de toda formalidad en su expresión privada, muy lleno de humor".

La "época latinoamericana" del escritor en la capital francesa es la más fecunda tanto en amistades como en adquisición de la realidad, analiza Mario Goloboff. "Él conoce el mundo a partir de los '50, sale de Argentina creyendo que va a encontrarse con un mundo hecho y se encuentra con una Europa de posguerra y se vuelve Cortázar en París".

Las costuras rotas de la realidad

Cortázar respaldó con fervor la revolución sandinista que triunfó en 1979. "Me acompañó dos veces, que yo recuerde. Una, al acto de nacionalización de las minas en la costa del Caribe y otra, para inaugurar una serie de proyectos de entrega de tierra de la reforma agraria en el departamento de Rivas", dice Ramírez.

El ex vicepresidente nicaragüense (1985-1990) relata telefónicamente desde Managua un episodio que pinta a la figura del "boom" de la literatura latinoamericana: "Fuimos al acto de nacionalización de las minas en Siuna en un avión militar, un CASA español, de bancas transversales. Cuando veníamos de regreso él me pasó en un pedazo de papel de estraza de una bolsa de mareo una nota escrita a lápiz, que decía algo así como 'Sergio, nunca terminaré de agradecerte la oportunidad que me has dado de viajar en un avión con una escoba. Para que no lo dudes, la escoba va al lado de donde está sentada Carol'".

upload_2019-2-11_1-38-0.jpeg
Sergio Ramírez y Julio Cortázar, años 70
"Es un detalle muy cortazariano, que yo no había notado", apunta Ramírez, de 76 años. "Todavía conservo ese pedazo de bolsa aquí en mi estudio, en un marquito. Era ese tipo de observación cortazariana que busca las costuras rotas de la realidad, cuando la realidad se aparta de sí misma y entra a la irrealidad, a lo que es extraño, a lo que no es común, que es una forma suya de la literatura; al narrar la situación muy normal, de repente uno se resbala en una especie de trampa y ya entra como en el caso de Alicia a otro mundo".

Lucas, sus amigos

"(…) Una noche con los Cedrón es una especie de resumen sudamericano que explica y justifica la estupefacta admiración con que los europeos asisten a su música, a su literatura, a su pintura y a su cine o teatro", escribió Cortázar en su relato "Lucas, sus amigos", que integra el libro Un tal Lucas (1979).

"Esa era mi casa, ahí cuenta todo. Que llegó, que era un quilombo, un ruido bárbaro. Que no hacía falta saber qué piso era porque había tal despelote gritando todos nosotros a la argentina, cuando los franceses hablan todo despacito, no molestan a nadie", evoca el líder del Cuarteto Cedrón. En esa reunión, que "fue verdad", estaban también Juan Gelman y un inglés que colaboraba en las denuncias de lo que sucedía por entonces en la Argentina.

"Hicimos una polenta, mi hermano Alberto le metió un camembert, quedó buenísimo. Aconsejo esa receta", indica el "Tata", de 79 años, desde su casa en un pasaje de Villa Santa Rita, mientras hace aparecer fotos y libros que reflejan su vínculo fraterno con Cortázar.

upload_2019-2-11_1-38-31.jpeg
Cortázar y el “Tata” Cedrón, setiembre de 1979 (Foto: Pepe Fernández)
El músico de tango rememora: "Cuando Cortázar nos dio el libro, Margarita, que era mi mujer, le dijo 'me hiciste quedar como una roñosa, Julio, que están todos los repasadores sucios'. Mirá la confianza que teníamos. 'Son licencias poéticas, Margarita', dijo. Ésta es mi amistad con Julio".

"Hablo muy porteño de otra época", reflexiona además el "Tata". "Por eso Cortázar me quería mucho y me quería ver. Me dijo una vez 'vos hablás como yo hablaba y nunca más oí hablar así'; entonces quería hablar conmigo de esa manera".

De Los venerables todos a Rayuela

Antín recuerda que luego de que vieran juntos su película Los venerables todos (1962) –que se exhibió en el Festival de Cannes pero nunca se estrenó comercialmente-, Cortázar quiso leer la novela homónima porque tenía algunas dudas y él le prestó el original. "Se la olvidó en un hotel de Viena y yo mi primera novela la perdí para siempre", relata a Infobae el cineasta, de 92 años.

Tiempo después "me envió con un amigo en común los diálogos de 'Circe', una cinta magnética y los originales de Rayuela. Yo lo primero que hice, como es natural, fue leer la novela", apunta Antin y la califica de "maravilla". "El motivo por el que me mandaba a mí los originales era para que se los llevara a 'Paco' Porrúa, el editor de Sudamericana, porque yo lo conocía".

upload_2019-2-11_1-38-53.jpeg
Julio Cortázar (Foto: Télam)
Entonces Antín le escribió en broma: "Julio, vos me perdiste una novela, yo le voy a llevar esta novela a Porrúa como mía, no como tuya, y me cobro la que me perdiste". El cineasta explica: "Ese era el tipo de relación que teníamos nosotros, muy afectuosa, muy amistosa, muy respetuosa. Todo esto ocurrió mientras él estuvo en matrimonio con Aurora Bernárdez".

En la cinta magnética que Cortázar le grabó a Antín, comenta lo "extraño" que le resulta escribir para la pantalla grande: "Por momentos es un poco como si estuviera manejando un auto con los ojos vendados. Me faltan mis propias descripciones, mi propia manera de situar la cosa. Es complicado, al mismo tiempo es muy fascinante".

Afinidades del perseguidor

Cortázar nació en Bruselas en 1914 y cuatro años después su familia regresó a la Argentina. En 1951 fijó su residencia en París, donde desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua española. Goloboff, autor de Leer Cortázar: la biografía, considera: "Tuvo pocos amigos íntimos y no muy conocidos. Más allá de sus amistades públicas, creo que sus amigos reales, profundos, no figuran para nada en la literatura, y otros lo fueron por momentos".

Goloboff entrevistó para la biografía a varias amistades de larga data de Cortázar, como los artistas plásticos Eduardo Jonquières, Luis Tomasello y Julio Silva. Y recuerda que este último "era un pintor en ciernes cuando llegó a París y le golpeó la puerta del departamento al escritor. Le dijo 'vos sos Cortázar y yo vengo de la Argentina y te quiero conocer'. Y terminaron siendo muy amigos".

Cortázar "no era un tipo fácil para la amistad" y "obraba por afinidades", indica. "Por eso tuvo amigos músicos, amigos pintores. Con Tomasello, Silva y Jonquières llegó a un grado de amistad muy alto. Con un crítico musical muy importante en la Argentina, Jorge D'Urbano, también", señala el narrador, poeta y ensayista.

El biógrafo, que trató a Cortázar una media docena de veces, la primera en 1978 con motivo de la Semana Latinoamericana en la Universidad de Toulouse, rememora la impresión que le dejó, "un poco diferente a la que tiene la gente. Me pareció bastante hermético, bastante cerrado, contenido, muy controlado y muy discreto, muy fino. Cordial, pero muy reservado. Vaya a saber si es por la época o por su carácter fundamental. Porque era un tipo jodón, como dicen sus amigos, y digamos que ha quedado su fama, pero a mí me parece que en determinadas ocasiones. En su vida personal no lo era tanto".

upload_2019-2-11_1-39-17.jpeg
“Leer Cortázar: la biografía”, de Goloboff
Goloboff niega que el escritor y traductor haya cultivado amistades con otros representantes del "boom", porque para él "la literatura no era lo mismo que para un García Márquez, un Vargas Llosa". La concebía como "un oficio estético-artístico de búsqueda de la perfección y de la belleza. Por eso digo que era un perseguidor y que cuando le salía bien algún ensayo, pasaba a otro, cosa muy rara de encontrar en un artista".

¿Y cómo se refleja la amistad en la obra cortazariana? El biógrafo manifiesta que "siempre hay grupos, figuras que forman los grupos o grupos que forman las figuras", como el Club de la Serpiente o los vagos que se juntan en un café. "Además es una manera de decir que no hay amistad persona a persona con ninguno. Eso aparece en toda su literatura, en Rayuela, en 62/Modelo para armar y en Los premios hay ciertos subgrupos, y en El perseguidor".

Conociendo a un tal Cortázar

Cedrón viajó en 1972 a Francia y Paco Urondo, amigo en común de ambos, le encargó que fuera "a pedirle algunas cosas como militante" a Cortázar. "Y así fue la primera vez que lo vi. No como fanático, sino como compañero". Y también recuerda: "Ahí le canté unas canciones. Me vino a ver él después, tocamos con el Cuarteto en un lugar que se llamaba La Gaîté de Montparnasse".

El guitarrista, compositor y cantor se radicó en París en 1974 y su amistad con Cortázar se intensificó. "Un día le di la famosa 'Canción sin verano'", rememora, para luego aclarar: "No es que yo hice una música sobre un poema de Julio, él hizo un poema sobre la música mía".

El "Tata" también le puso su voz al álbum Trottoirs de Buenos Aires (Veredas de Buenos Aires, 1980), con poemas de Cortázar, musicalizados por Edgardo Cantón. "Cortázar me dijo 'si ves que hay que cambiar algo, cambialo'. 'No, no', me fui al mazo. Pero en realidad ahora me doy cuenta de que algunas palabras no estaban bien puestas", afirma. Y entona de "Veredas de Buenos Aires": "Y a ella le gustó que la quisiéramos", para después corregir: "Y a ella le gustó que la quisieran". "Juliooooo", exclama y ríe con picardía.

upload_2019-2-11_1-39-43.jpeg
“Tata” Cedrón, Cortázar y Edgardo Cantón en 1979 (Foto: Pepe Fernández)
En la evocación de sus lazos con el autor de Historias de cronopios y de famas se van enhebrando muchos nombres, como los de Gelman, el cantante Paco Ibáñez y el bandoneonista Juan José Mosalini. El "Tata" muestra además con orgullo una edición francesa de La raíz del ombú, que Cortázar y Alberto Cedrón ("un pintorazo enorme") realizaron a cuatro manos. "¿Te imaginás la relación creativa que tenemos nosotros, los Cedrones, con Julio? Es muy fuerte", dice.

Por momentos, los ojos del músico brillan al recordar al amigo que "estuvo presente en muchas cosas", como cuando murió su hermano Jorge, el cineasta (director de Operación Masacre). Para llevar sus restos "de la morgue al cementerio de Montparnasse en el autito negro, venía mi hermano con el cajón, venía yo y venía Julio".

Amistad entre cartas y películas

Antín mantuvo con el autor de Bestiario "no solamente una larga amistad, sino una larga producción de películas". "Hice tres películas sobre cuatro cuentos de Cortázar. En verdad mi relación con él terminó cuando él comenzó su trabajo político. Creo que el trabajo político se comió al escritor", apunta el cineasta de La cifra impar (1962), Circe (1964) e Intimidad de los parques (1965, sobre "Continuidad de los parques" y "El ídolo de las Cícladas").

El debut cinematográfico de Antín, La cifra impar, se basó en el relato "Cartas de mamá", de Cortázar, que lo había deslumbrado. "En esa época Cortázar todavía no era Cortázar, era un escritor casi desconocido en la Argentina", rememora el rector de la Universidad del Cine (FUC). "Él me autorizó a filmar la película con toda generosidad y libertad".

upload_2019-2-11_1-40-12.jpeg
Manuel Antin y Julio Cortázar, años 60
El primer encuentro entre ambos ocurrió durante la filmación de esa película en la Place de Furstenberg, de París: "De repente se apoyaron dos pies junto a mí, yo estaba en cámara baja, tirado en el suelo. Levanté la vista y vi a ese gigante del cual me hice amigo a partir de entonces".

Ambos miraron La cifra impar en el microcine de un laboratorio. Después de una determinada escena, evoca Antín haciendo gala de su memoria fecunda, "Cortázar me dio un manotazo en el hombro y me dijo 'pibe, entendí mi cuento". Eso de pibe, a esta altura de la vida, parece una ironía, pero es lo que él dijo. Yo era el pibe y él era el señor".

Y recuerda también: "Nos hemos peleado mucho, porque él me propuso películas que yo me negué a hacer. En esa época Cortázar no tenía una imagen de Julio Cortázar, era un escritor semidesconocido y por lo tanto aceptaba la voluntad del director de cine, que es Dios".

"Nos peleamos alguna vez con Intimidad de los parques. Él no quería que yo la filmara en Perú (…) En realidad tenía razón, porque la película es muy mala", dice, y cuenta que además la altura le arruinó gran parte del material que había rodado.

upload_2019-2-11_1-40-31.jpeg
Julio Cortázar
"Yo he sido fiel con los textos de Cortázar, salvo en ese detalle de la filmación en Macchu Picchu. Tanto Circe como La cifra impar fueron una obra en común, una obra conjunta, hecha recíproca y respetuosamente como coautores. Yo fui siempre fiel a él, él siempre fue comprensivo conmigo", agrega.

Antín reunió su correspondencia con Cortázar entre 1961 y 1975 en el libro Cartas de cine. En ese intercambio epistolar "se nota no solamente su manera de ser y su pasión por el cine, sino su afecto hacia mí y su disciplina de autor frente al director de cine, tanto en las discusiones como en las cosas en que estábamos de acuerdo", reflexiona.

Amistad de Solentiname a París

La amistad de Ramírez con Cortázar se remonta a 1976, cuando él vivía en Costa Rica y el autor de Rayuela dictó un ciclo de conferencias en San José. También estaba otro nicaragüense, Ernesto Cardenal, que invitó al argentino a visitar la comunidad que había fundado en el archipiélago de Solentiname y Cortázar aceptó. "Yo lo acompañé a ese viaje, pasamos un fin de semana en Solentiname", rememora el escritor.

"(…) Colmábamos la demasiado colmable capacidad de una avioneta Piper Aztec, cuyo nombre será siempre un enigma para mí pero que volaba entre hipos y borborigmos ominosos mientras el rubio piloto sintonizaba unos calipsos contrarrestantes y parecía por completo indiferente a mi noción de que el azteca nos llevaba derecho a la pirámide del sacrificio", escribió luego Cortázar en el cuento "Apocalipisis en Solentiname" (Alguien que anda por ahí, 1977).

"Ese año fue de una relación muy intensa que cimentó esta amistad", relata el autor de Estás en Nicaragua y Adiós muchachos. Antes de tratar a Cortázar, Ramírez ya había leído sus cuentos y luego las novelas Los premios y Rayuela, a la que caracteriza como "la Biblia" de su generación.

upload_2019-2-11_1-40-57.jpeg
Cortázar y su gato
"Lo conocí muy gozosamente por tanto en esas circunstancias para entrar en el tercer Cortázar", dice el Premio Cervantes 2017. Así descubrió a "un hombre sencillo, amable con todos. Nunca estableció distancias con nadie". También realza "esta inocencia que tenía frente al mundo y eso incluye al mundo político".

Además "siempre tenía algún resbaladero para irse por el lado del humor, de la risa, en todas las circunstancias, un humor muy fino, muy agudo. Siempre un hombre lleno de una gran inocencia, siempre encontré muy poca malicia en Julio para ver el mundo", señala.

Despedir al cronopio

"Cortázar era un supermilitante, no era peronista, al contrario, gorilón pero bien, bueno, era Cortázar", apunta Cedrón. "Lo último que discutí con él fue sobre eso, la última vez que lo vi a Julio, en un concierto de Miguel Ángel Estrella. Discutiendo que en el peronismo había cierto tipo de gente interesante, los laburantes peronistas".

"Yo sabía que andaba mal y él me lo certificó después. Le digo 'che, Julio, tengo unas cuantas melodías, ¿por qué no hacemos con las melodías una especie de cuento?'. Y me dice 'no, Tata, estoy mal'. Le digo 'no, dale, dale'. Dice 'yo cuanto mucho te puedo hacer una, si querés'. A mí me dio pudor, nunca quise especular con él ni con nadie. Y entonces no le di nada y ahí, al tiempo, murió".

"Cuando muere lo acompañé por supuesto en Montparnasse. No había nadie de la embajada, mejor, pa' qué", señala. Y mientras mira una foto de su amigo, el músico desliza: "Me da pena como si fuese un hermano mío. Y era joven".

upload_2019-2-11_1-41-21.jpeg
“Tata” Cedrón, Cortázar y Edgardo Cantón en el Metro de Louvre (Foto: Pepe Fernández)
Ramírez recuerda que vio a Cortázar por última vez a fines de 1983: "Regresó todavía a Nicaragua después de la muerte de Carol, ya enfermo. Por supuesto no hablamos de su enfermedad, pero él sabía que estaba herido de muerte. Nos despedimos aquí en Managua, en mi casa, cenamos juntos. Uno después puede traspolar y decir 'esa fue la despedida en un ambiente triste', pero no. Fue una reunión normal, yo no pensaba que era la última vez que iba a verlo. Hablamos de que nos veríamos a lo mejor en París".

Antín conserva cuidadosamente los recuerdos de su relación con Cortázar. Como la última carta que el escritor le envió desde París en 1975: la tiene enmarcada en su oficina en la Universidad del Cine en San Telmo.

La descuelga de la pared y lee conmovido en voz alta: "Te dije que te mandaba sólo unas líneas, y ya ves la lata; pero es que me alegra reanudar contacto con vos, y ojalá vengas a Europa y podamos vernos antes de mucho tiempo; inútil agregar que después de mi trabajo político, no seré yo quien vaya a Buenos Aires por el momento; como decía un español, no es que le tenga miedo a las balas, pero sí a la velocidad con que vienen". La firma del escritor, borroneada por el paso de los años, se adivina apenas bajo las letras mecanografiadas.

El "Tata" no duda: "Me di cuenta de que el amor que le tienen los argentinos a Cortázar es enorme, muy bienvenido y verdadero, no es cholulo. Es lo más grande que le puede pasar a un artista". Tres décadas y media después, el espíritu del gran cronopio sigue latiendo entre sus lectores y amigos.

https://www.infobae.com/america/cul...opio-asi-era-julio-cortazar-segun-sus-amigos/
 
Reportaje para guardar

A 35 años de la muerte de Julio Cortázar: el texto original y completo de su última entrevista con Clarín
En diciembre de 1983, en su última visita a Buenos Aires, el escritor dialogó extensamente con Clarín sobre la guerra de Malvinas, la vuelta de la democracia, el peronismo, los derechos humanos, el machismo y su literatura, entre otros temas. Falleció dos meses después, el 12 de febrero de 1984.




El siguiente es el texto original completo del reportaje publicado en la edición impresa de diario Clarín del 3 de diciembre de 1983.




-Sus visitas ya se están convirtiendo en hitos de la historia argentina: 1973,... Obviamente, eso no es casual.

-Empecemos por decir que yo no elegí esas fechas sino que fueron las circunstancias -fundamentalmente negativas- las que determinaron eso. Mi llegada hace 10 años fue deliberada, había estado en Chile cuando el triunfo de la Unidad Popular y, luego de un tiempo, pude llegar en el momento de la elección de Cámpora, un momento muy favorable porque tuve la impresión de que el triunfo de Cámpora podría abrir una esperanza como la que tenemos ahora con respecto a Alfonsín.

-Usted quiso participar en ese proceso.

-Naturalmente, sentí que era mi obligación estar ahí, con esos muchachos mucho más jóvenes que yo, aprender de ellos y transmitirles la poca experiencia que pudiera tener de otras cosas. Les prometí que volvería en setiembre u octubre de ese año para quedarme un buen tiempo y hacer un trabajo cultural, que es lo único que yo sé hacer. Bueno, lo que pasó es que me volví a Europa para preparar ese viaje y Perón vino desde Madrid, se cayó al suelo el proyecto de un año de presidencia mínima de Cámpora, que hubiera dado tiempo a estructurar algo sólido y entramos en la etapa que ya conocemos.

rypMqYh7g_1200x0.jpg

Poco antes de morir, Cortázar visitó por última vez Buenos Aires (Dani Yako)

-Recuerdo que usted denunció haber sido amenazado de muerte.

-Ese mismo año yo recibí las primeras amenazas de muerte allá, en París. Eso significó que me quedase un poco a la expectativa para ver lo que sucedía. Desgraciadamente, lo que sucedió se fue agravando cada vez más y culminó con el golpe de Videla. A partir de allí me convertí en algo que nunca había aceptado ser: un exiliado. Y lo hice porque sabía perfectamente que si volvía aquí no iba a salir vivo. Yo escribí demasiados artículos contra la Junta Militar como para que me lo perdonasen.



“Me convertí en un exiliado porque sabía perfectamente que si volvía aquí no iba a salir vivo”.

Julio Cortázar
-Desde esa perspectiva, ¿cómo evalúa usted el triunfo de Alfonsín y la derrota del peronismo? ¿Ese exilio al que alude le ayudó a entender más el proceso que vivió nuestro país en estos años o dificultó esa evaluación?

-Puede ser por ignorancia personal, por descolocación y distancias, pero nada de lo que sucede a la Argentina me parece a mí claro. Y leyendo los diarios -ahora aquí, o allá, en Francia-, me doy cuenta de que ustedes, de alguna manera, comparten ese criterio. No se tiene una sensación de claridad. Creo que entramos en un momento de clarificación. La claridad, espero, está al final de esa clarificación. En este momento, "las aguas bajan turbias". Yo no me puedo olvidar de que mientras estoy caminando por la calle, aquí -usted sabe cómo me gusta Buenos Aires, que está igual, tan lindo como siempre, con sus olores y veredas rotas, los mismos sonidos y voces-, me meto en algún café, veo las caras de los compatriotas y me pregunto: ¿Y cuántos de éstos no serán torturadores que andan sueltos? ¿Y cuántos de éstos no serán miembros de grupos paramilitares que han contribuido para que 30.000 argentinos desaparezcan o mueran? Bueno, esa es la parte turbia, la parte que el tiempo, la historia y la Justicia tendrán que ir esclareciendo... Por el momento, las cosas no justificarían un entusiasmo de tipo histérico.

JB6WlastV_1200x0__1.jpg

Julio Cortázar durante su última visita a Buenos Aires antes de morir (Dani Yako)

Raúl Alfonsín, la guerra de Malvinas y el peronismo
-¿Cuál es la imagen que usted tenía del presidente electo allá, en Europa?

-Siempre la vi positivamente. Porque me gustó la conducta de Alfonsín en los malos años. Me gustó su manera de hacer frente a las cosas, siempre con gran dignidad, Me gustó mucho que, en el momento de la guerra de las Malvinas, que desató una cantidad de sentimientos turbios en muchos lados, él no se plegara a esas actitudes...

-Tengo entendido que usted adhirió desde París a la recuperación de las islas Malvinas…

-Bueno, vamos a ponernos de acuerdo respecto de eso. Claro que la viví; lo que rechacé de plano, frente a la opinión de muchos compatriotas, fue que eso pudiera llevar a una adhesión a la Junta en cuanto a ejecutora de la toma de las Malvinas. Yo no les reconocí en absoluto autoridad moral para hacer eso. Y bien lo demostró su conducta durante la guerra. Como muy bien dijo Jorge Luis Borges, el Ejército Argentino "es muy eficaz para matar compatriotas pero muy ineficaz para matar extranjeros".

-Aquí hubo una gran adhesión popular a la recuperación de las islas...

-Lo sé. Lo que faltó fue la serenidad y la reflexión suficiente para decirse que la recuperación histórica estaba muy bien -la soberanía sobre las islas es para nosotros indiscutible- pero en el fondo respondía a una maniobra política más que a otra cosa. A falta de un mundial de fútbol, entonces se tomó Malvinas. Se buscó otro tipo de distracción.

-Volvamos a Alfonsín...

-En Europa muchos coinciden en que es un hombre de ideas claras, equilibrado, que responde un poco al ideal del político democrático tal como lo pueden ver un francés, un español o un italiano. Eso me inspira confianza a mí y coincide, además, con mi punto de vista personal.

-¿Usted se considera antiperonista?

-No, no. Lo que me considero es profundamente crítico de varias cosas que hay en el peronismo. Lo primero es la fuerza tremenda de su ala derecha en la cual sabemos muy bien se muestran un montón de personajes de los cuales lo menos que se puede decir es que son turbios... Por el contrario, cuando el ala progresista del peronismo tiene alguna oportunidad de entrar en juego, lo hace de una manera que a mí me parece positiva, como fue en el momento de la elección de Cámpora. De manera que no es ningún antiperonismo. Además, yo no olvidaré nunca, a pesar de mis reservas con respecto a Perón como político, no me puedo olvidar nunca de que el pueblo peronista ha sido el primer gran movimiento popular argentino. Ha sido la primera vez en que la totalidad de un pueblo se ha levantado contra una oligarquía que -y eso dígalo- en la medida en que sigue existiendo en el país, hará, por ejemplo, todo lo que pueda ahora para tratar de intervenir al máximo en este próximo gobierno.

pJdp2Lb53_1200x0__1.jpg

Retrato de Julio Cortázar durante su última visita a Buenos Aires, en diciembre de 1983 (Dani Yako)

-Hace unas semanas, usted declaró que si el próximo gobierno democrático hacía una mala gestión, los militares podrían salir a la calle seis meses después de las elecciones...

-Fue una declaración telefónica inmediatamente después del triunfo de Alfonsín... Mi frase era un poco esquemática... Decir seis meses es un poco absurdo. En realidad, era una manera de reflejar la idea general de esa situación. Pero no he cambiado de punto de vista. Tengo la impresión de que, en este momento, los civiles argentinos tienen una oportunidad única de iniciar un proceso democrático estable y duradero sin peligro de golpes caprichosos. Creo además que tal vez es la última. Porque si el gobierno de Alfonsín se encontrara con una oposición ciega y negativa y empezasen las querellas, eso podría favorecer el retorno de los militares.

Los derechos humanos
-Usted ha realizado una larga militancia en los últimos años en lo que hace al tema de los derechos humanos. ¿Le parece un tema prioritario entre los reclamos que sacuden al pueblo argentino, un tema trascendental para el equilibrio democrático de los próximos años?

-Lo creo trascendental y prioritario. No es que ignore los problemas económicos que enfrenta la masa obrera argentina, todos los problemas cotidianos que son también prioritarios. Pero creo que el problema de los derechos humanos es fundamental porque va al fondo de los problemas, es una cuestión de ética, una cuestión moral. Y si lo que buscamos todos es un retorno a la democracia, una democracia que no esté sustentada en una ética -compartida por todo un pueblo, no la ética de los dirigentes- está condenada a la mediocridad, al fracaso. Hablo como un intelectual, pero como un intelectual que, al mismo tiempo, tiene conciencia de los problemas del pueblo. Conseguir el "puchero" sin una conciencia política clara es simplemente sobrevivir, vegetar.

-¿Cuál era la perspectiva desde Europa sobre este tema?

-Se supone que ha habido aquí un cierto grado de ignorancia -por lo menos eso es lo que alegan algunos- y también que nosotros habíamos más sobre los desaparecidos. Bueno, en este momento en que eso va a ser del dominio público, eso planteará a fondo la cuestión de los derechos humanos, hará tomar conciencia de la terrible tragedia, la noción del derecho instintivo que tiene toda persona a la dignidad y la vida. Espero que este gobierno inculque en el pueblo un grado de conciencia sobre eso.

-Usted se ha declarado en varias oportunidades "ciudadano de Latinoamérica" y considera que los nacionalismos son negativos. ¿Cuáles son las contradicciones -a su juicio- más importantes que afrontan estos países latinoamericanos?

-La realidad de los países del hemisferio sur no es uniforme. En cada país latinoamericano los matices son tan grandes que las comparaciones uniformes son un fracaso. Como es un fracaso la tentativa de exportar un movimiento revolucionario o de aplicar el modelo A en el país B. En la Argentina, el neocolonialismo económico por parte de Estados Unidos es un problema preocupante que condiciona el orden interno. La complicidad de las clases dirigentes locales con Estados Unidos es evidente.

HEcFzYbaA_1200x0__1.jpg

Julio Cortázar durante su última visita a Buenos Aires, en diciembre de 1983 (Dani Yako).

-En algún momento usted hizo una distinción entre lo que era su exilio personal y su exilio cultural del país. ¿Cómo lo afectó esa condición?

-De ese doble exilio que sentí a partir del '73, el más grave era el exilio cultural. Porque el personal era el que me concernía a mí. Pero lo que me pareció desde un principio terrible para el país fue lo que yo llamé el exilio cultural: todo el trabajo que podían hacer los científicos, los artistas, los creadores en los países donde estaban exiliados era un trabajo perdido para el pueblo argentino en ese momento. Si eso se prolonga en el tiempo puede ser fatal para el destino de un país.

-¿Considera que debe aclarar algo más sobre esa polémica que se desató cuando usted dijo que en la Argentina se había producido "un genocidio cultural"?

-Se creó un conflicto un poco artificial. Mi expresión era, desde luego, exagerada porque supongo que la noción de "genocidio" supone la destrucción de todo un pueblo. No se trataba de eso. Hice esa declaración en un tiempo en que desaparecieron trágicamente en un muy corto lapso tres figuras fundamentales de nuestra literatura: Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti. Los tres, además, profundamente amigos míos. Usted tiene que comprender el estado de ánimo con que yo juzgaba la acción de la Junta Militar. A lo que se sumaban las noticias aterradoras sobre la censura en los medios de difusión y en todos los órdenes. Usé esa palabra y muchas personas se ofendieron porque, claro, están los que no fueron víctimas. Pero no hay que olvidarse de que estos 10 años han sido 10 años de autocensura para cualquier intelectual argentino que estaba aquí. Retiro la mención de "genocidio", pero la noción general la sigo manteniendo. Casi nadie aquí ha podido conocer 20 artículos escritos por mí en los últimos años sobre la situación en el país. ¿Dígame usted si eso, como exilio cultural, no es pavoroso? Y cito solo mi caso, soy un ejemplo entre tantos otros. Piense además en la legión de científicos que debieron irse y trabajar en el extranjero.

-¿Cuál cree que es el rol que deben jugar actualmente los intelectuales en América latina?

-Volvamos a la ética. El problema de todo intelectual es un problema de responsabilidad. Frente a sus lectores, o sea su pueblo. Y ese problema de responsabilidad, si no es ético, ¿qué es? Es una cuestión de opciones: está el tipo que se queda en su "torre de marfil" y sigue escribiendo sonetos -perfectamente en su derecho-, pero no es un hombre que asume una responsabilidad de tipo histórico.

-Volvemos al viejo problema: ¿en qué medida esas urgencias históricas deben condicionar la creación, por ejemplo literaria?

-Hay peligros muy grandes y yo los sentí. El problema de crear una convergencia equilibrada entre la vocación de escritor y hacer una literatura lo más exigente, lo más bella posible, y el sentimiento de responsabilidad que lleva a transmitir también un mensaje del tipo político o ideológico. Es muy difícil porque son elementos heterogéneos que, en general, se molestan mutuamente. El que le da total prioridad al mensaje político suele escribir obras muy mediocres. El realismo socialista en la URSS es un ejemplo total. Contrariamente, la persona que solo se preocupa de transmitir un mensaje literario pues está pasando al lado de problemas frente a los cuales tiene responsabilidad, ya que, de alguna manera, tiene la confianza de sus lectores.

-Su militancia política incidió, desde luego, en su tarea creativa…

-Usted sabe muy bien que el tema que podemos llamar político se ha ido infiltrando e insinuando en una parte de lo que yo he escrito. Esa preocupación por los problemas latinoamericanos ha ido ocupando un espacio en mi trabajo y lo va a seguir ocupando.

-La responsabilidad a la que aludía recién respecto del lector, ¿supone que usted piensa en él cuando escribe?

-Yo contesto por mí. Jamás he escrito una línea pensando en el lector que la va a leer. Tengo conciencia de que no escribo para guardar mis papeles en un cajón sino para que se publiquen y lleguen a un lector. Pero en la operación literaria yo estoy solo conmigo mismo y esa obra. No, no voy a establecer una definición para lectores populares, cultos, etcétera.

“Jamás he escrito una línea pensando en el lector que la va a leer. En la operación literaria estoy solo conmigo mismo y esa obra”.

Julio Cortázar
-En su novela Rayuela el narrador hablaba de los lectores-cómplices...

-Eso era un llamado al eventual lector del libro para que no cayera en una actitud pasiva de lectura que es muy frecuente. La mayoría de la gente se deja hipnotizar por lo que está leyendo pero abandona su propia personalidad durante el tiempo de lectura. Yo deseaba que el lector colaborase aunque sea tirando el libro por la ventana. Afortunadamente fue así: Rayuela fue un libro que levantó mucho polvo. En lo que me equivoqué -y ya le he pedido disculpas a muchas mujeres- fue en ese concepto de lector-hembra, un lector pasivo. Me lo criticaron con mucha razón pues aceptaba la noción de pasividad, tan típica de nuestro machismo latinoamericano.

dgKCLKVqJ_720x0__1.jpg

Detalle de la primera edición de "Rayuela", la gran novela de Julio Cortázar (EFE/ David Fernández)

-Este año se cumplieron dos décadas de la aparición de Rayuela, una obra reveladora y revolucionaria en el contexto de las letras de este continente...

-Cuando yo escribí Rayuela estaba totalmente alejado de las inquietudes políticas. Es un libro centrado en la metafísica y profundamente literario. Creo que el libro contenía cierto fermento de tipo intelectual, como para crear el interés que suscitó sobre todo en los jóvenes. Interés que compruebo que se sigue manteniendo: las generaciones jóvenes se sienten muy atraídas por ese libro, acaso porque encuentran ahí una serie de preguntas, de cuestionamientos, que son típicas y normales -afortunadamente- en la juventud.

-El personaje, ElAceitunoMisogino, parece como el gran interrogador enfrentado a problemas metafísicos…

-Que además no se pone en maestro y no da respuestas porque no las tiene. Tiene todas las respuestas el mundo pero las respuestas las anda buscando.

-Teniendo en cuenta que muchos Identificaron a ese personaje con el autor, ¿se podría decir que usted sigue ahora en la misma tesitura?

-Sí, claro. Yo sigo ahora, con matices diferentes, busco respuestas de tipo histórico. Me pregunto, por ejemplo, ¿qué va a pasar con la Argentina? En aquella época no se me hubiera ocurrido eso. Yo hubiera pensado: ¿qué va a pasar con la humanidad?

-¿Ese salto entre la metafísica y la realidad fue muy desgarrante para usted?

-No. Se operó de una manera muy natural, sin ningún desgarramiento y le diré que incluso me alegro de que me haya sucedido así, luego de tener una formación intelectual sólida. Con esa cultura, me asomé a los procesos históricos. Eso me ayudó a elegir lo que creo verdadero.

-En Deshoras, su último libro de cuentos, hay quizás una escritura más descarnada, más certera que, por otro lado, recoge la realidad muy argentina y latinoamericana… ¿Es acaso un reflejo de la evolución personal que usted reconoce?

-Sí. A propósito de la escritura, coincido con usted. Tengo la impresión de que estoy escribiendo más seco, más sucintamente y eso puede molestarles a algunos lectores. Un estilo más fluido, más abierto. Tal vez sea una cuestión de edad o de sentimiento de que ya me va quedando poco tiempo. Cuando escribo un cuento, me veo centrando lo más posible en la situación. Más que pintar un cuadro impresionista, trato de pintar un dibujo con los de Durero: la línea precisa y basta. Posiblemente hay pérdidas en eso, pero hay que ser honesto con uno mismo.

-¿Usted cree que ya escribió el libro con el que sueña todo narrador?

-No, no. Yo sueño ahora con una novela pero justamente la historia no me deja ahora escribirla, porque el tiempo que me paso entre aviones y hoteles para las tareas que me imponen y me impongo -¡hay que ver lo que me ha hecho trabajar la Junta Militar argentina!-, eso deja cada vez menos tiempo para la literatura. Tanto, que el año que viene me tomaré mi “año sabático”, voy a tratar de tener tiempo, me voy a negar a muchas cosas -no voy a negar las cosas básicas- y voy a viajar menos.

-En su creación literaria, el erotismo, lo fantástico, el absurdo o el humor jugaron un papel importante. ¿Qué valor le asigna usted a esos elementos y cómo logra conciliarlos con lo que podrían ser denominadas “preocupaciones sociales y políticas”?

-Yo los sigo creyendo fundamentales. Todavía somos muchos los escritores y lectores que, sin darnos cuenta, sin saberlo conscientemente, seguimos de alguna manera condicionados por una ética en donde un cierto concepto de religión, de la moral puritana, siguen actuando, creando barreras en la libertad y la expresión de todo lo que hace la naturaleza humana y que es de una diversidad y de una riqueza enorme. Desde un principio he sostenido que si el ideal último de toda nuestra lucha política es llegar a un plano democrático que a su vez facilite el plano revolucionario -sin darle a esto un sentido específico-, si la personalidad humana no adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su camino. La revolución no se hace con abejas u hormigas, se hace con hombres. Si los hombres siguen defendiendo posiciones cerradas y sectarias sobre lo que es inmoral o moral, lo que es bueno o malo, en primer lugar no son revolucionarios. Para mí, son contrarrevolucionarios. Y es una batalla que hay que librar desde dentro de una lucha liberadora. Por ejemplo, el machismo es una de las lacras en América Latina. Nadie se da cuenta que es machista hasta que alguien lo pone contra la pared y descubre eso.

“El machismo es una de las lacras en América Latina. Nadie se da cuenta que es machista hasta que alguien lo pone contra la pared y descubre eso”.

Julio Cortázar
-¿Se le cuestionó esa concepción del acto creador y, por qué no, de la realidad?

-Algunos me han dicho: vos das una idea juguetona de la revolución, una idea lúdica. Pero por supuesto que sí, si no doy esa idea nunca habrá un proceso liberador que valga la pena. La revolución hay que hacerla en serio porque los juegos son en serio. Nadie es más serio que un niño cuando juega.

-Si el nihilismo fue una de las características de ese gran personaje que fue el ElAceitunoMisogino de Rayuela -porteño, culto, solitario y romántico en cuanto este supone un permanente cuestionamiento a los valores vigentes-, ¿se puede hablar hoy de un esperanzado Julio Cortázar?

-Ese nihilismo fue sustituido por una actitud mucho más esperanzada y mucho más optimista históricamente hablando. Si en este libro que quiero escribir ahora hubiese un personaje análogo al de ElAceitunoMisogino, sería absolutamente lo opuesto. Sería un hombre concentrado en la búsqueda concreta de determinadas soluciones. Lo que me parece importante -de todas maneras- es que ese hombre conservaría todas las “adquisiciones” que nacieron de esa primera etapa.

-¿Cuáles son preocupaciones inmediatas?

-Tengo que ir a Nicaragua próximamente -es la octava vez que viajo a ese país- y querría, sí, puntualizar aquí la verdadera situación por la que está atravesando ese país. Si quiero hablar del tema es porque estoy profundamente angustiado. Tengo la impresión que la coalición orquestada por EE.UU. en contra de Nicaragua, quiere poner el pie sobre ese pequeño país en forma inminente. Los nicaragüenses se liberaron pero es una liberación que en estos momentos les está costando una amenaza permanente.

La señora Kirkpatrick habla ahora de establecer la democracia agitando la bandera antisoviética. Están haciendo lo mismo que hicieron con Cuba cuando, tras el bloqueo, la obligaron a alinearse en el bloque socialista. Eso, ningún norteamericano lo va a decir si lo sabe. Lo que quieren los norteamericanos es recuperar ¨el gran patio trasero¨ que son las naciones latinoamericanas. Esa es la verdad profunda de la cosa, ¡qué democracia ni democracia! Después de que los sandinistas echaron a Somoza, EE.UU. no puede aceptarlo. Hay una frase famosa del viejo Roosevelt que sintetiza siniestramente eso: "Somoza era un hijo de mala madre… pero era nuestro hijo de mala madre". Aquí hubo una mala información que presentó al proceso sandinista como una aventura de guerrilleros, cosa totalmente falsa. Me parece importante que surjan movimientos de solidaridad con el proceso de Nicaragua, es también contra los países que buscan su liberación, incluso la Argentina. La noción de "patio trasero" llega hasta Tierra del Fuego.

C.E.

https://www.clarin.com/cultura/35-a...zar-ultima-entrevista-clarin_0_wWBGmr1Ec.html
 
Sale en marzo

La Real Academia prepara una súper edición de Rayuela, la gran novela de Julio Cortázar
Publicada en 1963, planteó una enorme innovación. Ahora publicarán, con el texto, el cuaderno donde fue bocetando el libro. Y los artículos que le dedicaron grandes como Vargas Llosa, García Márquez y Adolfo Bioy Casares.

rJgaoFn7g_930x525.jpg

Julio Cortázar. Un escritor que buscó los límites.



"¿Encontraría a la maga?"


Con esa frase, reconocible por tantísimos, empieza Rayuela, la novela que Julio Cortázar publicó en 1963, que ya es un clásico de las letras argentinas y que por eso tendrá una edición homenaje en marzo, cuando llegue al país el Congreso de la Lengua.

Un poquito más: Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Era 1963, dijimos: en febrero la dictadura de José María Guido volvería a prohibir que se pronunciara el nombre del "tirano prófugo" y en octubre Arturo Illia ganaría la presidencia, con el peronismo proscripto, a comienzos de junio moría el Papa Juan XXIII y a mitad de ese mes la primera cosmonauta, Valentina Tereshkova, salía para el espacio.


Y el 28 de junio se publicaba Rayuela. Su autor, el argentino Julio Cortázar, hacía años que vivía en París. "Contranovela" la llamaba Cortázar. Era una apuesta audaz: se podía leer como cualquier libro, un capítulo detrás de otro -del 1 al 56- o siguiendo un orden que el autor establecía en una tabla al principio del libro y que arrancaba en el 73. Era otro libro.

H1Ow4Q1El_720x0.jpg

Julio Cortázar, por Sábat.




Por eso, Cortázar hablaba de un "lector cómplice". Lo contrario de eso, decía, era la pasividad del "lector hembra". Veinte años más tarde criticó esta denominación, en una entrevista con el diario El País: "Yo creo que Rayuela es un libro machista (...) Es el momento de hacer la verdadera autocrítica, porque cuando empecé a recibir una correspondencia muy nutrida con respecto a Rayuela, descubrí que una gran mayoría de lectores eran mujeres, y eran mujeres que habían leído Rayuela con un gran sentido crítico, atacándola o apoyándola o aprobándola pero de ninguna manera en una actitud pasiva, con una actitud de "lector hembra": es decir, que eran lectoras pero no tenían nada de hembras en el sentido peyorativo que el macho tradicional le da a la palabra hembra".

Como homenaje a este libro fragmentario y desafiante, el VII Congreso Internacional de la Lengua Española, que se hará en Córdoba en marzo, la Real Academia Española (RAE), la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), la Academia Argentina de Letras (AAL) y la editorial Alfaguara publican una edición de la novela en la que recuperan lo que escribieron sobre Rayuela

Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares y Carlos Fuentes, quienes fueron contemporáneos de Julio Cortázar.



También incluye trabajos de los escritores Mario Vargas Llosa y Sergio Ramírez, y de los críticos Julio Ortega, Andrés Amorós, Eduardo Romano y Graciela Montaldo.

El propio Cortázar dijo sobre su novela: "A mí se me ocurrió —y sé muy bien que era una cosa difícil, realmente muy muy difícil—, intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera en primer lugar diferentes opciones. Lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro".

La edición conmemorativa recupera, por primera vez desde 1983, la reproducción facsimilar del Cuaderno de bitácora, la libreta en la que Cortázar fue anotando ideas, escenas y personajes de la novela durante el proceso de escritura. Así se puede seguir el proceso creativo del gran cronopio de la literatura argentina.


https://www.clarin.com/cultura/real...a-gran-novela-julio-cortazar_0_yeOGdMX4g.html
 
  • RIMA LXII
Primero es un albor trémulo y vago,
raya de inquieta luz que corta el mar;
luego chispea y crece y se dilata
en ardiente explosión de claridad.

La brilladora lumbre es la alegría,
la temerosa sombra es el pesar.
¡Ay! En la oscura noche de mi alma,
¿cuándo amanecerá?
Gustavo Adolfo Bécquer
 
  • RIMA LXVII
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y, a su beso de lumbre,
brillar las olas y encenderse el aire!

¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume aspirar hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!

Qué hermoso es cuando hay sueño,
dormir bien... y roncar como un sochantre
y comer... y engordar... ¡y qué desgracia
que esto sólo no baste!.

Gustavo Adolfo Bécquer
 
La huella de García Márquez en México: sus lugares favoritos, sus amigos y su obra
En 1961 el colombiano decidió visitar a su compatriota el escritor Alvaro Mutis, que vivía al norte de México. Aunque pensaba quedarse solo unos días, a partir de entonces fijó allí su residencia oficial y vivió por más de cinco décadas. También es México el país en donde murió, el 17 de abril de 2014

14 de abril de 2019
Por Kayleigh Bistrain Alcázar

gabriel-garc%C3%ADa-m%C3%A1rquez-%C3%A1lvaro-mutis.jpg

El escritor colombiano fue un asistente recurrente a la Feria Internacional del libro en Guadalajara. Aquí, en una foto de 2007, con su amigo Álvaro Mutis. (Foto: Cuartoscuro)
Llegó en tren a México desde Estados Unidos para visitar a su amigo el escritor Álvaro Mutis (1923-2013). El plan de Gabriel García Márquez era pasar unos días en el país, pero su estancia se prolongó por 53 años.

Al premio Nobel le gustaba decir que su llegada al país coincidió con el día que se suicidó el escritor Ernest Hemingway, el 2 de julio de 1961, aunque para algunos de sus biógrafos su arribo ocurrió una semana antes.

A mediados del siglo XX, México era referencia para América Latina. Alguna vez Mutis dijo que tanto para García Márquez como para él, México fue un "refugio creador, un país cuya gente y cultura son una fuente de inspiración".


Gabriel_Garcia_Marquez-cuartoscuro.jpg

Gabo murió en su casa del Pedregal en Ciudad de México (Foto: Cuartoscuro)
Durante el medio siglo que el escritor colombiano vivió en la Ciudad de México cultivó amistades con personajes mexicanos notables, el primero y más cercano fue Carlos Fuentes, con quien tuvo una amistad hasta el fallecimiento del autor de La muerte de Artemio Cruz. Los autores José Emilio Pacheco y Juan Vicente Melo fueron otras de sus amistades.

Otro de los personajes cercanos a "Gabo" era el empresario mexicano Carlos Slim Helú, el hombre más rico de América Latina.

Sus amigos y su huella

El legado del escritor en su faceta como periodista se puede encontrar en hemerotecas. En sus primeros años en la capital mexicana vivía con carencias económicas, por eso tuvo que aceptar el cargo de director en la revista La Familia, una publicación dirigida a mujeres casadas.

Su gusto por el cine lo llevó a escribir junto a Carlos Fuentes la adaptación cinematográfica del cuento "El gallo de oro" de Juan Rulfo. Incluso tuvo un breve papel en la película mexicana En este pueblo no hay ladrones, de 1965, que está basada en el cuento homónimo de su autoría.

IMG_4623.jpg

García Márquez encontró en México un país en el que encontró inspiración y un amplio grupo de amigos (Foto: Cuartoscuro)
El drama tiene algunos nombres relevantes de la vida cultural de la época, como que el guión sea de Emilio García Riera y en el reparto hayan participado Luis Buñuel, los escritores Juan Rulfo y Carlos Monsiváis, el director de cine Arturo Ripstein, la pintora surrealista Leonora Carrington y el artista gráfico José Luis Cuevas.

El colombiano y la Ciudad de México cambiaron juntos, como él mismo dijo después de recibir el premio Nobel. De noche le gustaba ir al Bar Siqueiros, que se encuentra debajo del Teatro Polyforum y murió en su casa de la lujosa zona del Pedregal, al sur de la capital, el 17 de abril de 2014.

Dos de sus restaurantes favoritos estaban en el centro de la ciudad, uno era el Bellinghausen, que se encuentra en la colonia Juárez, ahí leía o se citaba con amigos; el otro era el café La Habana, aún hoy en la esquina de Bucareli con la calle Morelos.

El país que lo acogió fue el escenario de conferencias recordadas, como la que pronunció en agosto de 1986 en Ixtapa, México, por el 41 aniversario del estallido de la bomba nuclear de Hiroshima. Esas palabras fueron muestra de algunas de las preocupaciones del escritor, como el armamento nuclear, y de su activismo.

Cuando adquirió fama y su economía se lo permitió, alternó sus estancias con Francia, España, Cuba y Colombia, pero hasta el día de su muerte la Ciudad de México siempre fue el lugar de su residencia oficial.
https://www.infobae.com/cultura/201...uella-imborrable-de-garcia-marquez-en-mexico/
 
Back