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Reabre al público la sala de lectura Labrouste de la antigua sede de la Biblioteca Nacional de Francia
Es famosa por sus altas cúpulas, la delgadez de sus columnas que dan al espacio una sensación de enorme ligereza y el flujo de luz que distribuyen sus vidrieras. Construida entre 1860 y 1868 por Henri Labrouste, la sala de lectura Labrouste, situada en la antigua sede de la Biblioteca Nacional francesa (París), ha reabierto sus puertas al público tras una restauración de diez años que ha dado como resultado un espacio en el que la limpieza, los colores claros y la amplitud de las instalaciones invitan a perderse por sus recovecos.
La sala Labrouste tras ser restaurada
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EXPERIENCIAS
09·02·2017
Reabre al público la sala de lectura Labrouste de la antigua sede de la Biblioteca Nacional de Francia
Es famosa por sus altas cúpulas, la delgadez de sus columnas que dan al espacio una sensación de enorme ligereza y el flujo de luz que distribuyen sus vidrieras. Construida entre 1860 y 1868 por Henri Labrouste, la sala de lectura Labrouste, situada en la antigua sede de la Biblioteca Nacional francesa (París), ha reabierto sus puertas al público tras una restauración de diez años que ha dado como resultado un espacio en el que la limpieza, los colores claros y la amplitud de las instalaciones invitan a perderse por sus recovecos.
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Actualidad
La sala Labrouste tras ser restaurada© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
Tiempo de lectura 4 minutos
En el siglo XIX, Labrouste recibió dos directrices muy claras a la hora de diseñar la sala de lectura que llevaría su nombre. En primer lugar, los lectores debían consultar los documentos escogidos, que les eran traídos por los trabajadores del almacén, siempre bajo la atenta vigilancia de los conservadores. En segundo lugar, solo se podría utilizar luz natural en el espacio. Teniendo eso siempre en cuenta, el arquitecto dotó a la sala de nueve cúpulas de las que dependía la difusión de la luz de manera uniforme, apoyadas sobre arcos de hierro que, a su vez, descansaban sobre 16 columnas de 30 centímetros de diámetro y 10 metros de altura. La ligereza hecha edificio.
No olvidó ningún detalle: elementos decorativos destinados a reflejar la luz, reposapiés calefactores, cómodos sillones… Explica Jean-François Lagneau, arquitecto en jefe de monumentos históricos y responsable de la rehabilitación de los espacios clasificados y de la sala Labrouste, que la restauración ha respetado la construcción original, introduciendo únicamente elementos relacionados con las exigencias de los nuevos tiempos, véase renovación en la electricidad y en aspectos relacionados con la seguridad. El resto del trabajo podría asimilarse a una gran labor de limpieza que ha permitido recuperar los colores vivos que mostraba la estancia en sus orígenes. Tras la obra, la sala Labrouste alberga, entre libros y revistas de historia del arte y de la arqueología, los 1,7 millones de documentos del Instituto Nacional de Historia del Arte, así como 400 plazas de lectura.
Alberga 1,7 millones de documentos y 400 puestos de lectura© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
Puede que la cuna histórica de la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), a la que los parisinos conocen popularmente por el nombre de Richelieu por el nombre que lleva una de las calles que la rodean, ya no albergue el grueso del patrimonio literario del país, que ahora descansa en la nueva sede. Sin embargo, sigue siendo el hogar de una parte importante de sus manuscritos, mapas y planos, sellos y fotografías, monedas y medallas y toda una serie de antigüedades, entre los que se encuentran grandes tesoros culturales de Francia. Hablamos concretamente de 20 millones de documentos, a los que se suman los 1,7 millones del INHA y los 150.000 de la Ecole Nationale des Chartes (ENC), según datos de la BNF.
La construcción de la sede Richelieu comenzó en el siglo XVII, por lo que existía un desfase entre las instalaciones y las necesidades que se espera satisfaga un establecimiento así en la actualidad. Su antigüedad, la obsolescencia en aspectos técnicos y de seguridad, el déficit en las condiciones para atender al público, trabajar y conservar las colecciones motivaron su remodelación, explican en la web de Bruno Gaudin Architectes, el estudio que ha ejecutado la renovación, junto con la arquitecta Virginie Brégal.
La ligereza hecha arquitectura© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
https://www.traveler.es/experiencia...-lectura-biblioteca-nacional-de-francia/10178
Es famosa por sus altas cúpulas, la delgadez de sus columnas que dan al espacio una sensación de enorme ligereza y el flujo de luz que distribuyen sus vidrieras. Construida entre 1860 y 1868 por Henri Labrouste, la sala de lectura Labrouste, situada en la antigua sede de la Biblioteca Nacional francesa (París), ha reabierto sus puertas al público tras una restauración de diez años que ha dado como resultado un espacio en el que la limpieza, los colores claros y la amplitud de las instalaciones invitan a perderse por sus recovecos.
La sala Labrouste tras ser restaurada
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09·02·2017
Reabre al público la sala de lectura Labrouste de la antigua sede de la Biblioteca Nacional de Francia
Es famosa por sus altas cúpulas, la delgadez de sus columnas que dan al espacio una sensación de enorme ligereza y el flujo de luz que distribuyen sus vidrieras. Construida entre 1860 y 1868 por Henri Labrouste, la sala de lectura Labrouste, situada en la antigua sede de la Biblioteca Nacional francesa (París), ha reabierto sus puertas al público tras una restauración de diez años que ha dado como resultado un espacio en el que la limpieza, los colores claros y la amplitud de las instalaciones invitan a perderse por sus recovecos.
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La sala Labrouste tras ser restaurada© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
Tiempo de lectura 4 minutos
En el siglo XIX, Labrouste recibió dos directrices muy claras a la hora de diseñar la sala de lectura que llevaría su nombre. En primer lugar, los lectores debían consultar los documentos escogidos, que les eran traídos por los trabajadores del almacén, siempre bajo la atenta vigilancia de los conservadores. En segundo lugar, solo se podría utilizar luz natural en el espacio. Teniendo eso siempre en cuenta, el arquitecto dotó a la sala de nueve cúpulas de las que dependía la difusión de la luz de manera uniforme, apoyadas sobre arcos de hierro que, a su vez, descansaban sobre 16 columnas de 30 centímetros de diámetro y 10 metros de altura. La ligereza hecha edificio.
No olvidó ningún detalle: elementos decorativos destinados a reflejar la luz, reposapiés calefactores, cómodos sillones… Explica Jean-François Lagneau, arquitecto en jefe de monumentos históricos y responsable de la rehabilitación de los espacios clasificados y de la sala Labrouste, que la restauración ha respetado la construcción original, introduciendo únicamente elementos relacionados con las exigencias de los nuevos tiempos, véase renovación en la electricidad y en aspectos relacionados con la seguridad. El resto del trabajo podría asimilarse a una gran labor de limpieza que ha permitido recuperar los colores vivos que mostraba la estancia en sus orígenes. Tras la obra, la sala Labrouste alberga, entre libros y revistas de historia del arte y de la arqueología, los 1,7 millones de documentos del Instituto Nacional de Historia del Arte, así como 400 plazas de lectura.
Alberga 1,7 millones de documentos y 400 puestos de lectura© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
Puede que la cuna histórica de la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), a la que los parisinos conocen popularmente por el nombre de Richelieu por el nombre que lleva una de las calles que la rodean, ya no albergue el grueso del patrimonio literario del país, que ahora descansa en la nueva sede. Sin embargo, sigue siendo el hogar de una parte importante de sus manuscritos, mapas y planos, sellos y fotografías, monedas y medallas y toda una serie de antigüedades, entre los que se encuentran grandes tesoros culturales de Francia. Hablamos concretamente de 20 millones de documentos, a los que se suman los 1,7 millones del INHA y los 150.000 de la Ecole Nationale des Chartes (ENC), según datos de la BNF.
La construcción de la sede Richelieu comenzó en el siglo XVII, por lo que existía un desfase entre las instalaciones y las necesidades que se espera satisfaga un establecimiento así en la actualidad. Su antigüedad, la obsolescencia en aspectos técnicos y de seguridad, el déficit en las condiciones para atender al público, trabajar y conservar las colecciones motivaron su remodelación, explican en la web de Bruno Gaudin Architectes, el estudio que ha ejecutado la renovación, junto con la arquitecta Virginie Brégal.
La ligereza hecha arquitectura© © JC Ballot/BnF/Oppic/Inha/Enc
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