Asesinatos impactantes

La masacre de la escuela de Beslán
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1 de septiembre de 2004
A las 09:30, hora local (GMT+3), de la mañana del primer día de las clases de otoño, un grupo islamista de unas 30 personas armadas llegó en camiones e irrumpió en el Colegio de Enseñanza Media Número Uno de Beslán (Osetia del Norte, Rusia), cuyos alumnos tienen entre 7 y 18 años. La mayoría de los atacantes llevaba pasamontañas negros y unos cuantos llevaban cinturones explosivos. Tras un tiroteo con la policía en el que murieron cinco agentes, los atacantes se apoderaron del edificio, tomando como rehenes a 1.181 personas, la mayoría menores. Unos cincuenta rehenes consiguieron huir en el ataque inicial. Hubo confusión sobre el número de rehenes que había en el colegio: el gobierno sostenía que había algo más de 350, pero otras fuentes elevaban ese número a 1500. Más tarde, se oyeron varios disparos provenientes del edificio, que algunos pensaron que eran para intimidar a las fuerzas de seguidad rusas. Más tarde se reveló que los atacantes habían matado a veinte hombres adultos tomados como rehenes y habían tirado sus cuerpos fuera del edificio ese mismo día.

Uno de los atacantes detonó su cinturón explosivo, al parecer por error. Nadie más resultó herido.

Se montó un cordón de seguridad alrededor del colegio, formado por policías rusos y fuerzas del ejercitos, grupos antiterroristas, etc. Los atacantes trasladaron a los rehenes al gimnasio escolar el primer día, minaron el edificio con artefactos explosivos improvisados y los rodearon con trampas explosivas. Para impedir los intentos de rescate, amenazaron con matar a cincuenta rehenes por cada uno de sus miembros muerto por la policía, matar a veinte por cada herido y volar la escuela en caso de ataque de las fuerzas rusas. El gobierno ruso dijo al principio que no haría uso de la fuerza para rescatar a los rehenes, y tuvieron lugar negociaciones para una resolución pacífica los dos primeros días, dirigidas por Leonid Roshal, un pediatra cuya presencia habían reclamado los secuestradores. Roshal había contribuido a negociar la salida de niños en el ataque al teatro de Moscú en 2002 de 2002. Sin embargo, un testigo señaló en la corte que los negociadores rusos confundieron a Roshal con Valdimir Rushailo, un oficial de seguridad ruso.

Por petición de Rusia, tuvo lugar una reunión especial en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en la tarde del 1 de septiembre, en la que los miembros del consejo pidieron la "liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes del ataque terrorista".

2 de septiembre
El 2 de septiembre, las negociaciones entre Roshal y los secuestradores fracasaron, y éstos se negaron incluso a permitir la entrada de comida, agua y medicamentos para los rehenes, o a retirar los cadáveres del colegio.7

Las condiciones de vida dentro del colegio empeoraron con rapidez. Muchos rehenes, especialmente los niños, se quitaron la camisa y otras prendas de vestir para aliviar el insoportable calor que hacía dentro del edificio.

Por la tarde, 11 enfermeras y 15 niños pequeños fueron liberados por los secuestradores tras unas negociaciones con el ex presidente ingusetio Ruslán Aushe. El periódico Los Angeles Times escribió que a algunas de las madres con varios hijos se las obligó a elegir a uno de ellos, dejando a los otros. Aproximadamente a las 15:30, se produjeron en un lapso de unos diez minutos dos explosiones que resultaron provenir de granadas disparadas por los secuestradores aparentemente con la intención de mantener a las fuerzas de seguridad lejos del edificio.

3 de septiembre
Por la tarde los secuestradores aceptaron la entrada de un equipo médico para que retiraran los cadáveres del exterior del colegio. El equipo empezó a aproximarse a la escuela, pero en unos segundos, sobre las 13:04, los secuestradores abrieron fuego y se oyeron dos fuertes explosiones. Dos trabajadores del equipo médico murieron y los demás se pusieron a cubierto. Parte del gimnasio se hundió, lo que permitió huir a un grupo de unos treinta rehenes, pero los secuestradores les dispararon; algunos de los fugitivos murieron.

El consejero presidencial Aslambek Aslajanov declaró más tarde que la causa del tiroteo y del posterior asalto fue una explosión repentina. Uno de los rehenes informó que una de las bombas estaba sujetada precariamente mediante cinta aislante y que se había caído, provocando la explosión.

En un relato contradictorio, un trabajador anónimo del Ministerio de Situaciones de Emergencia, dijo que el tiroteo empezó antes de que su camión llegara al punto de recogida. No pudo identificar si el tiroteo lo iniciaron los padres armados de los rehenes o los secuestradores. Los periodistas y el trabajador oyeron crecer el estruendo de las armas automáticas antes de que se produjeran las explosiones.

Estos dos relatos pueden reconcilarse. Ruslan Asherev una primera explosión al tropezar con un cable; como consecuencia, civiles armados, algunos de ellos al parecer padres de los rehenes, empezaron a disparar; el tiroteo hizo creer a los secuestradores que el colegio iba a ser asaltado, a pesar de las garantías dadas por los negociadores de lo contrario; entonces supuestamente anunciaron «De acuerdo, se acabó, llegó la hora de hacer estallar las bombas», lo que tuvo como consecuencia que se diera la orden de asaltar el edificio.

Parece ser que en ese momento, las fuerzas especiales rusas activaron su plan de acción inmediato de asaltar el colegio para rescatar a los que quedaron en el interior. Estalló una batalla caótica mientras las fuerzas especiales intentaban entrar en la escuela al tiempo que protegían la huida de los rehenes. La contundencia de la intervención fue enorme; además de las fuerzas especiales, también participó el ejército regular y tropas del Ministerio de Interior, así como helicópteros de combate y, por lo menos, un tanque. Muchos civiles también se unieron a la batalla portando sus propias armas. Parece muy probable que algunos de los muertos lo fueran a causa del denominado fuego amigo

Los secuestradores provocaron más explosiones, destruyendo totalmente el gimnasio e incendiando buena parte del edificio, mientras los comandos de las fuerzas especiales perforaban las paredes para permitir la huida a los rehenes. Aproximadamente a las 15:00, dos horas después de que se iniciara el asalto, las tropas rusas declararon que tenían bajo control casi todo el colegio. Sin embargo, la lucha seguía y tres terroristas fueron localizados en el sótano con varios rehenes. Fueron abatidos aunque antes asesinaron a los rehenes.

Fallecieron 334 personas (186 de ellos niños) y hubo más de 700 heridos.
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Ni se os ocurra buscar lo de la masacre de Beslan en imágenes de Google (Imágenes muy fuertes)

Ah, si, el "heroíco" rescate de Putin. Los secuestradores pensando que con niños el animal no se atrevería. Y el "rescate" del teatro, otro en el que por que no te rescate Putin prefieres pillar el sindrome de Estocolmo. O los marineros del submarino nuclear ¡a ahogarse antes de que un extranjero se acercase a descubrir los secretos militares del batistafo, ala, a morir ahogados... O la periodista envenenada... Pero ¡es Putin! El, como Harry el Sucio, no negocia...
 
A sangre fria

La matanza que inspiró la novela de Truman Capote.

Dos tipos entran en casa de una familia de granjeros y, sin más, se los cargan.

Truman Capote se enamoró de uno de los asesinos, al que acompañó hasta el pié de la horca.​
 
El asesinato de Clara Garcia

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Reconstrucción del asesinato cometido por Iria y Raquel en el descampado de El Barrero, San Fernando (Cádiz). Iria, sentada y con coleta, muestra a los investigadores y al juez lo ocurrido con la ayuda de una figurante. Raquel aparece de frente y con sudadera
Clara García Casado vivía en San Fernando (Cádiz) y tenía 16 años ese 26 de mayo del tan señalado año 2000. Tenía, también, un novio: Manuel Alejandro. Tenía, además, un buen grupo de amigos y amigas, entre las que había dos, Raquel e Iria, a las que no veía desde hacía tiempo. Ya se sabe, la vida, tener novio, conocer a otros amigos, gustos diferentes… Pero la amistad seguía ahí, perduraba, y ahora las iba a volver a ver. Ese mismo día. Dejaría a Manuel antes de la cena para encontrarse con ellas porque Iria la había llamado para echar unas risas recordando sus correrías en común y salir juntas de nuevo… ¿Quieres saber lo qué pasó después?

Clara estaba entusiasmada. A Manuel le parecía que ese día no tenía otra conversación. Se había estado riendo de las veces en que había practicado la Ouija con ellas. Clara también le dijo a Manuel que le preocupaba Raquel porque tenía que repetir curso.

Así que Clara se fue a su casa y Manuel se marchó preocupado cuando la dejó porque no le gustaban mucho sus amigas. Pensaba que eran una mala influencia para Clara. Eran raras, todo el mundo lo decía. Vestían siempre de negro, eran fanáticas del espiritismo y habían tallado en sus pupitres del Instituto una tabla Ouija.

A las 21:30, Clara llamó a Manuel y le confirmó que salía hacia su cita con sus antiguas amigas. Le dijo también que iban a ir a un descampado conocido como “El Barrero”. Hacia allí iban Clara y Raquel cuando su amigo Gorka las vio con una litrona de cerveza y muy contentas ir hacia el encuentro de Iria que las estaba esperando en el lugar de la cita, esa fue la última vez que se vio a Clara con vida.

Hacia las tres de la mañana los padres de Clara se ponen en contacto vía telefónica con Manuel preguntando por Clara. Cara no estaba en casa y tampoco con Manuel, y es aquí donde empieza la pesadilla…

Apasionadas por el ocultismo y la brujería, Iria y su amiga Raquel Carlés Torrejón habían reconstruido con las cartas del tarot el crimen que iban a cometer aquel 26 de mayo en el descampado del Barrero. En su casa la policía encontró la carta que representa a la doncella desplomada bajo la carta de la luna junto la carta de la torre… Como una burda dramatización esotérica del brutal asesinato de Clara García Casado que murió a la luz de la luna y a la sombra de la torre del cuartel de infantería de San Fernando tan solo porque dos amigas adolescentes querían saber que se sentía al matar…

Se habían afanado en prepararlo todo: el escenario del crimen, el arma homicida y las excusas, pero el profundo corte que una de ellas tenía en uno de sus brazos fue determinante para que los policías se convencieran de que Iria y Raquel, de 16 y 17 años, mentían y podían estar involucradas en la muerte de Clara. Hasta que los agentes vincularon la herida con el forcejeo que se produjo durante el apuñalamiento, la coartada fabricada por las dos chicas en la noche del crimen anterior a su interrogatorio no presentó fisuras.

Los investigadores creen que Iria recibió en el antebrazo un navajazo que iba dirigido a la víctima. En otra muestra de sangre fría inaudita, fuentes cercanas a las pesquisas aseguran que horas después del suceso la joven se autolesionó en la misma zona del brazo con un cristal para justificar la lesión. El relato de los hechos que habían elaborado en el domicilio de Iria casi tres horas después de que asestaran 18 puñaladas a su ex compañera de clase y de la que habían sido buenas amigas en el pasado funcionó inicialmente. Las coartadas estaban manuscritas por Iria en unas cuartillas que la policía halló entre los cajones de su habitación. En sus primeras declaraciones ante la policía antes de ser detenidas defendieron su historia ficticia. Después, ambas se autoinculparon.

Los hechos reales y los inventados comienzan a distanciarse hacia las 21.00 horas. Según la versión pergeñada por las jóvenes, antes de encontrarse con Clara compraron una litrona de cerveza en un establecimiento próximo al descampado de El Barrero, en San Fernando, donde ocurrieron los hechos. En su coartada aseguran que se vieron con la víctima hacia las 21 horas y que 15 minutos después, ésta y Raquel discutieron. Según su versión, la chica asesinada dejó el lugar poco antes de las 21.30 horas.

En realidad, se calcula que a esa hora estaban supuestamente perpetrando el macabro asesinato. Así lo confirma uno de los testigos: el soldado que hacía guardia en una garita del Observatorio de la Marina y que declaró haber escuchado “jaleo” a esa hora. Fuentes de la investigación añaden que el soldado oyó decir a una chica: “¿Qué me habéis traído aquí, para matarme?”. No vio nada pero alertó al oficial de guardia, quien restó importancia al suceso.

En las cuartillas las jóvenes habían escrito que se quedaron en El Barrero hasta las 23.00 horas con el objeto de “pillar” hachís para una amiga; que después se marcharon hacia la zona de copas para buscar a unos conocidos que celebraban un cumpleaños. Pero lo que parece cierto es que entre las 22.00 y las 23.00 horas acudieron a sus casas para cambiarse de ropa. Los trajes sucios se los llevaron a casa de Iria, donde la policía los encontró al día siguiente lavados y tendidos pero con restos de sangre. La navaja la dejaron clavada en una maceta en casa de Raquel.

Una vez que creían eliminadas las pruebas fueron a buscar a los amigos de fiesta. No los encontraron pero tomaron copas por su cuenta. La policía cree que esa parte de la versión es cierta: bebieron, pero después de haber segado la vida de Clara. Cuando regresaron a casa de Iria escribieron sobre el papel las explicaciones y las justificaciones que ofrecerían a la policía en el caso de ser interrogadas, una labor que se prolongó algo más allá de las 0.30 horas, cuando, en teoría, se habían ido a dormir.

Al mediodía siguiente, cuando ya había sido hallado el cadáver a las 14.00 horas, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de San Fernando, el padre de Clara clavó su mirada en los ojos de Raquel y le espetó: “¿Qué le has hecho a mi hija?”, a lo que la chica, que aún no estaba detenida, respondió: “Yo no he sido”. La madre de la niña asesinada fue más allá y cogió a Iria por los pelos en un ataque de rabia. La madrugada se había llevado por delante las coartadas inventadas.

Los inspectores de homicidios querían cerciorarse, siguiendo la pista gallega, de que aquel crimen incomprensible no tuviese ninguna conexión, a través de Iria, con alguna secta o culto satánico gallego que pudiese estar conectado con aquel asesinato absurdo. Pero no existía tal conexión. No había ninguna explicación ritual, ni esotérica, ni sectaria que ayudase a comprender aquel brutal asesinato. Y eso es lo que lo hace más horrible…

Matar es un placer

Las brujas de San Fernando”, como han pasado a la historia criminal española Iria Suarez y Raquel Carlés, llevaban meses fantaseando con la idea de matar. En diciembre de 1999 Iria había escrito a Raquel: “¿Quieres matar? Lo haremos, sólo dime a quien…”. En abril del año 2000 Jose Rabadán, otro joven de 16 años aficionado al ocultismo, asesino a toda su familia con una espada samurái. El “asesino de la katana” se convirtió en un icono para las brujas de San Fernando que, según me confirmaron los policías, habían escrito varias cartas al joven y tenían incluso el teléfono de la prisión donde se encontraba recluido. Fue el detonante para ejecutar su fantasía homicida. Si el pudo hacerlo, nosotras también… Y lo hicieron.

Se puede hacer un minucioso recorrido por todo el proceso, pero no se encontrará nada más que el hecho. Sólo unos meses antes, las tres -Clara, Raquel e Iria- lloraban abrazadas ante el tablón que anunciaba que Raquel tendría que repetir curso. Unos meses después Clara, la que no paraba de dibujar unicornios y fabular con magia blanca, se separaba de Iria y Raquel, que alardeaban de su magia negra, para irse con un chaval atractivo y deportista. Se iniciaba un proceso que se abre cada primavera en las muchachas. Juegos de amor. La perversidad de las asesinas también era un juego. Un juego psicótico.

A la hora del juicio había poco que dilucidar. Los testimonios demostraron cómo esa noche Iria y Raquel organizaron todo para matar. Llevaban un tiempo dándole vueltas a la cabeza. Iria llegó a decirle a Raquel unos días antes: “¿Quieres que mate a ésta? Mataré por ti”. Estaban sus lecturas, los cuentos retorcidos que encontraron en su ordenador y que ella había escrito, según quienes los han leído, con notable estilo literario. En sus apuntes se lee: “Me he sentido muy alegre de saber que tengo a alguien que me protege. Al llegar a casa tuve que salir a comprar a la tienda, era como si alguien me abrazara en ese momento. Me siento acogida. En el cuarto hay algo o alguien, no esta vacío y me reconforta”. Estaba hablando de Demon, su demonio de guardia. Demon era una gran fabulación en una vida fabulada, la vida de una adolescente obsesionada por la muerte, por la otra frontera.

La ley dice que entender esa frontera tiene una edad. 18 años. Si Raquel hubiera obedecido a Iria sólo doce meses más tarde, estaría aún en prisión. Doce meses después, con un curriculum académico descorazonador, con una vida familiar que coqueteaba con el abismo, con un complejo de fealdad inasumible, quizá también habría matado. Según los testimonios que se han podido recoger en el centro de Carabanchel en el que estuvo recluida, Raquel entró en una situación de shock. Sus 17 años, y no 18, le dieron otra oportunidad.

Iria y Raquel se enfrentaban a una pena de 25 años de prisión y gracias a la nueva Ley se quedó en ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada, el máximo que se podía aplicar.

Hoy en día Iria es psicóloga y Raquel Celadora.
 
Ah, si, el "heroíco" rescate de Putin. Los secuestradores pensando que con niños el animal no se atrevería. Y el "rescate" del teatro, otro en el que por que no te rescate Putin prefieres pillar el sindrome de Estocolmo. O los marineros del submarino nuclear ¡a ahogarse antes de que un extranjero se acercase a descubrir los secretos militares del batistafo, ala, a morir ahogados... O la periodista envenenada... Pero ¡es Putin! El, como Harry el Sucio, no negocia...
Fue una chapuza increible pero como siempre, pagan justos por pecadores.
 
El asesinato de Clara Garcia

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Reconstrucción del asesinato cometido por Iria y Raquel en el descampado de El Barrero, San Fernando (Cádiz). Iria, sentada y con coleta, muestra a los investigadores y al juez lo ocurrido con la ayuda de una figurante. Raquel aparece de frente y con sudadera
Clara García Casado vivía en San Fernando (Cádiz) y tenía 16 años ese 26 de mayo del tan señalado año 2000. Tenía, también, un novio: Manuel Alejandro. Tenía, además, un buen grupo de amigos y amigas, entre las que había dos, Raquel e Iria, a las que no veía desde hacía tiempo. Ya se sabe, la vida, tener novio, conocer a otros amigos, gustos diferentes… Pero la amistad seguía ahí, perduraba, y ahora las iba a volver a ver. Ese mismo día. Dejaría a Manuel antes de la cena para encontrarse con ellas porque Iria la había llamado para echar unas risas recordando sus correrías en común y salir juntas de nuevo… ¿Quieres saber lo qué pasó después?

Clara estaba entusiasmada. A Manuel le parecía que ese día no tenía otra conversación. Se había estado riendo de las veces en que había practicado la Ouija con ellas. Clara también le dijo a Manuel que le preocupaba Raquel porque tenía que repetir curso.

Así que Clara se fue a su casa y Manuel se marchó preocupado cuando la dejó porque no le gustaban mucho sus amigas. Pensaba que eran una mala influencia para Clara. Eran raras, todo el mundo lo decía. Vestían siempre de negro, eran fanáticas del espiritismo y habían tallado en sus pupitres del Instituto una tabla Ouija.

A las 21:30, Clara llamó a Manuel y le confirmó que salía hacia su cita con sus antiguas amigas. Le dijo también que iban a ir a un descampado conocido como “El Barrero”. Hacia allí iban Clara y Raquel cuando su amigo Gorka las vio con una litrona de cerveza y muy contentas ir hacia el encuentro de Iria que las estaba esperando en el lugar de la cita, esa fue la última vez que se vio a Clara con vida.

Hacia las tres de la mañana los padres de Clara se ponen en contacto vía telefónica con Manuel preguntando por Clara. Cara no estaba en casa y tampoco con Manuel, y es aquí donde empieza la pesadilla…

Apasionadas por el ocultismo y la brujería, Iria y su amiga Raquel Carlés Torrejón habían reconstruido con las cartas del tarot el crimen que iban a cometer aquel 26 de mayo en el descampado del Barrero. En su casa la policía encontró la carta que representa a la doncella desplomada bajo la carta de la luna junto la carta de la torre… Como una burda dramatización esotérica del brutal asesinato de Clara García Casado que murió a la luz de la luna y a la sombra de la torre del cuartel de infantería de San Fernando tan solo porque dos amigas adolescentes querían saber que se sentía al matar…

Se habían afanado en prepararlo todo: el escenario del crimen, el arma homicida y las excusas, pero el profundo corte que una de ellas tenía en uno de sus brazos fue determinante para que los policías se convencieran de que Iria y Raquel, de 16 y 17 años, mentían y podían estar involucradas en la muerte de Clara. Hasta que los agentes vincularon la herida con el forcejeo que se produjo durante el apuñalamiento, la coartada fabricada por las dos chicas en la noche del crimen anterior a su interrogatorio no presentó fisuras.

Los investigadores creen que Iria recibió en el antebrazo un navajazo que iba dirigido a la víctima. En otra muestra de sangre fría inaudita, fuentes cercanas a las pesquisas aseguran que horas después del suceso la joven se autolesionó en la misma zona del brazo con un cristal para justificar la lesión. El relato de los hechos que habían elaborado en el domicilio de Iria casi tres horas después de que asestaran 18 puñaladas a su ex compañera de clase y de la que habían sido buenas amigas en el pasado funcionó inicialmente. Las coartadas estaban manuscritas por Iria en unas cuartillas que la policía halló entre los cajones de su habitación. En sus primeras declaraciones ante la policía antes de ser detenidas defendieron su historia ficticia. Después, ambas se autoinculparon.

Los hechos reales y los inventados comienzan a distanciarse hacia las 21.00 horas. Según la versión pergeñada por las jóvenes, antes de encontrarse con Clara compraron una litrona de cerveza en un establecimiento próximo al descampado de El Barrero, en San Fernando, donde ocurrieron los hechos. En su coartada aseguran que se vieron con la víctima hacia las 21 horas y que 15 minutos después, ésta y Raquel discutieron. Según su versión, la chica asesinada dejó el lugar poco antes de las 21.30 horas.

En realidad, se calcula que a esa hora estaban supuestamente perpetrando el macabro asesinato. Así lo confirma uno de los testigos: el soldado que hacía guardia en una garita del Observatorio de la Marina y que declaró haber escuchado “jaleo” a esa hora. Fuentes de la investigación añaden que el soldado oyó decir a una chica: “¿Qué me habéis traído aquí, para matarme?”. No vio nada pero alertó al oficial de guardia, quien restó importancia al suceso.

En las cuartillas las jóvenes habían escrito que se quedaron en El Barrero hasta las 23.00 horas con el objeto de “pillar” hachís para una amiga; que después se marcharon hacia la zona de copas para buscar a unos conocidos que celebraban un cumpleaños. Pero lo que parece cierto es que entre las 22.00 y las 23.00 horas acudieron a sus casas para cambiarse de ropa. Los trajes sucios se los llevaron a casa de Iria, donde la policía los encontró al día siguiente lavados y tendidos pero con restos de sangre. La navaja la dejaron clavada en una maceta en casa de Raquel.

Una vez que creían eliminadas las pruebas fueron a buscar a los amigos de fiesta. No los encontraron pero tomaron copas por su cuenta. La policía cree que esa parte de la versión es cierta: bebieron, pero después de haber segado la vida de Clara. Cuando regresaron a casa de Iria escribieron sobre el papel las explicaciones y las justificaciones que ofrecerían a la policía en el caso de ser interrogadas, una labor que se prolongó algo más allá de las 0.30 horas, cuando, en teoría, se habían ido a dormir.

Al mediodía siguiente, cuando ya había sido hallado el cadáver a las 14.00 horas, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía de San Fernando, el padre de Clara clavó su mirada en los ojos de Raquel y le espetó: “¿Qué le has hecho a mi hija?”, a lo que la chica, que aún no estaba detenida, respondió: “Yo no he sido”. La madre de la niña asesinada fue más allá y cogió a Iria por los pelos en un ataque de rabia. La madrugada se había llevado por delante las coartadas inventadas.

Los inspectores de homicidios querían cerciorarse, siguiendo la pista gallega, de que aquel crimen incomprensible no tuviese ninguna conexión, a través de Iria, con alguna secta o culto satánico gallego que pudiese estar conectado con aquel asesinato absurdo. Pero no existía tal conexión. No había ninguna explicación ritual, ni esotérica, ni sectaria que ayudase a comprender aquel brutal asesinato. Y eso es lo que lo hace más horrible…

Matar es un placer

Las brujas de San Fernando”, como han pasado a la historia criminal española Iria Suarez y Raquel Carlés, llevaban meses fantaseando con la idea de matar. En diciembre de 1999 Iria había escrito a Raquel: “¿Quieres matar? Lo haremos, sólo dime a quien…”. En abril del año 2000 Jose Rabadán, otro joven de 16 años aficionado al ocultismo, asesino a toda su familia con una espada samurái. El “asesino de la katana” se convirtió en un icono para las brujas de San Fernando que, según me confirmaron los policías, habían escrito varias cartas al joven y tenían incluso el teléfono de la prisión donde se encontraba recluido. Fue el detonante para ejecutar su fantasía homicida. Si el pudo hacerlo, nosotras también… Y lo hicieron.

Se puede hacer un minucioso recorrido por todo el proceso, pero no se encontrará nada más que el hecho. Sólo unos meses antes, las tres -Clara, Raquel e Iria- lloraban abrazadas ante el tablón que anunciaba que Raquel tendría que repetir curso. Unos meses después Clara, la que no paraba de dibujar unicornios y fabular con magia blanca, se separaba de Iria y Raquel, que alardeaban de su magia negra, para irse con un chaval atractivo y deportista. Se iniciaba un proceso que se abre cada primavera en las muchachas. Juegos de amor. La perversidad de las asesinas también era un juego. Un juego psicótico.

A la hora del juicio había poco que dilucidar. Los testimonios demostraron cómo esa noche Iria y Raquel organizaron todo para matar. Llevaban un tiempo dándole vueltas a la cabeza. Iria llegó a decirle a Raquel unos días antes: “¿Quieres que mate a ésta? Mataré por ti”. Estaban sus lecturas, los cuentos retorcidos que encontraron en su ordenador y que ella había escrito, según quienes los han leído, con notable estilo literario. En sus apuntes se lee: “Me he sentido muy alegre de saber que tengo a alguien que me protege. Al llegar a casa tuve que salir a comprar a la tienda, era como si alguien me abrazara en ese momento. Me siento acogida. En el cuarto hay algo o alguien, no esta vacío y me reconforta”. Estaba hablando de Demon, su demonio de guardia. Demon era una gran fabulación en una vida fabulada, la vida de una adolescente obsesionada por la muerte, por la otra frontera.

La ley dice que entender esa frontera tiene una edad. 18 años. Si Raquel hubiera obedecido a Iria sólo doce meses más tarde, estaría aún en prisión. Doce meses después, con un curriculum académico descorazonador, con una vida familiar que coqueteaba con el abismo, con un complejo de fealdad inasumible, quizá también habría matado. Según los testimonios que se han podido recoger en el centro de Carabanchel en el que estuvo recluida, Raquel entró en una situación de shock. Sus 17 años, y no 18, le dieron otra oportunidad.

Iria y Raquel se enfrentaban a una pena de 25 años de prisión y gracias a la nueva Ley se quedó en ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada, el máximo que se podía aplicar.

Hoy en día Iria es psicóloga y Raquel Celadora.

Y dicen que los japoneses son retorcidos...

Lo digo porque este caso me recordó a la novela de Yukio Mishima "El marino que perdió la gracia del mar". Adolescentes sin valores con ganas de emociones fuertes. Temblando te deja la novela, como la mano del chico que servia el té...

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Y dicen que los japoneses son retorcidos...

Lo digo porque este caso me recordó a la novela de Yukio Mishima "El marino que perdió la gracia del mar". Adolescentes sin valores con ganas de emociones fuertes. Temblando te deja la novela, como la mano del chico que servia el té...

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La tengo en el ereader, y sabes? Llevo meses pensando si la leo o no! Me da miedo meterle mano! Lo hago? Me lo recomiendas?

Creo que seres "sin emociones" hay en todas partes, eso es verdad.

Hay un caso que me conmocionó, y como tengo mala memoria no consigo encontrarlo, creo que era un asesino en serie, japonés.
Me impactó porque quiero recordar que se le atrapó a raíz de que la desaparición se hiciera mediática en Occidente. Era europea, la chica.
La policía japonesa no hizo prácticamente nada. Una extranjera desaparecida? Ni caso.
Alguien recuerda este crimen?
El era un hombre ya maduro, creo que doctor.
 
Última edición:
H


La tengo en el ereader, y sabes? Llevo meses pensando si la leo o no! Me da miedo meterle mano! Lo hago? Me lo recomiendas?

Creo que seres "sin emociones" hay en todas partes, eso es verdad.

Hay un caso que me conmocionó, y como tengo mala memoria no consigo encontrarlo, creo que era un asesino en serie, japonés.
Me impactó porque quiero recordar que se le atrapó a raíz de que la desaparición se hiciera mediática en Occidente. Era europea, la chica.
La policía japonesa no hizo prácticamente nada. Una extranjera desaparecida? Ni caso.
Alguien recuerda este crimen?
El era un hombre ya maduro, creo que doctor.

Del caso que citas no recuerdo nada. Pero el libro, aunque potente, lo recomiendo porque Mishima es un escritor impresionante, y aunque no me gustan las novelas sobre crímenes, ésta te llega al fondo...

En plan romántico, te recomiendo también "El rumor del oleaje". Puro romanticismo sin mal por ninguna parte.
 
Lo de Clara García me ha recordado a otro caso que hubo en el pueblo de unos familiares, creo recordar que incluso salio en 4º milenio.

AVISO A LECTORES SENSIBLES ES BASTANTE CRUEL Y ESPELUZNANTE

El atroz ‘exorcismo’ de Almansa
La historia de hoy nos lleva hasta el año 1990. A la calle de Valencia número cuatro de la localidad albacetense de Almansa. Antes de seguir y comenzar la historia me gustaría avisar a los lectores que este caso es un poco peculiar dada su frialdad, sus horribles hechos y su gran brutalidad, y que puede dañar la sensibilidad de algunas personas. Una vez dicho esto, comenzamos nuestra historia.

Nos remontamos a septiembre de 1990, Almansa. Esta localidad es famosa por sus habitantes curanderos, ya que muchos de ellos tenían un gran prestigio en los alrededores. Rosa González es unos de estos casos: aparentemente es una mujer normal, una sanadora de la zona con muy buena reputación. Sin embargo lo que esta fachada esconde es una de las mayores atrocidades conocidas en España. Bajo el manto de curandera y mujer tranquila y serena está una mujer esquizofrénica y una fanática religiosa.

SESIONES ESPIRITUALES.


Fotografía de Rosa Gonzálvez

Un día como cualquiera, su vecina Mª Ángeles, acude con sus dos hijos (Mercedes y Daniel de tan solo 5 y 6 años) a casa de esta curandera. Los niños se encuentran en mal estado y tras una revisión de

Rosa comienza a afirmar que los niños llevan el demonio dentro y que hay que expulsar a dicho ser. Para conseguir tal acto, la curandera empieza a meter los dedos en las bocas de los niños hasta que les hace vomitar, asegurando así que el demonio ha sido expulsado. Durante este acto, Martín Toledo, un joven de veintiocho años y padres de las dos criaturas entra en la vivienda. Asustado y tras un forcejeo con las mujeres coge a los niños y corre a pedir ayuda al cuartelillo de la Guardia Civil.

Al día siguiente la curandera junto a Mª Ángeles, su hermana Mercedes y dos vecinas más realizan un ritual religioso de voces y rezos para expulsar a los malos espíritus de su vivienda. Ese mismo día, a media noche, el marido de Rosa entra en su casa y encuentra la escena más macabra de su vida. Su mujer y las dos hermanas Mª Ángeles y Mercedes estaban realizando otra sesión espiritista más violenta que la anterior: estaban encerradas en una habitación bailando desnudas, en trance y cubiertas por sus propias heces y vómitos. Las mujeres al ver al hombre lo golpearon y le ordenador limpiar toda la habitación.

COMIENZA EL EXORCISMO.

Mientras el marido de Rosa resistía a los golpes de las mujeres, la curandera acude a la habitación de su hija. Se llamaba Rosi y tenía 11 años. La madre la despierta sin motivo y la desnuda tumbándola en el suelo. La niña, como es lógico, comienza a tiritar de frio. Mª Ángeles al ver la reacción de la niña dice a su madre: “si vais a quitarle el mal hacedlo ya porque la niña no está bien”. La respuesta de Rosa al ver a Mª Ángeles tan excitada fue pensar que el demonio estaba dentro de ella. Agarrándola comenzó a darle patadas en el estomago hasta que la mujer comenzó a sangrar por la boca.

A continuación, Rosa comenzó a golpear a su hija gritando que el mal estaba en ella. El padre de la niña acude a sus gritos de dolor pero es agredido de nuevo y sale de la casa a buscar ayuda. Mientras tanto, las mujeres cogen a la niña y se encierran en otra habitación la cual atracan, dando comienzo el exorcismo de la pequeña.

EL RITUAL.

La madre de Rosi, con toda seguridad de que el mal estaba dentro de su hija, le abre las piernas y le introduce las manos por la vagina. Poco a poco primero le introduce un dedo, luego dos, y así sucesivamente hasta que le introduce las dos manos enteras desgarrándola por completo. Tras unos minutos de insufrible dolor y una pequeña exploración de la madre, de repente le arranca los ovarios y le saca poco a poco los intestinos mientras grita “sal cabrón”. La niña sufre un shock hipovolémico hasta que muere después del dolor.

A las nueve de la mañana del día siguiente Jesús y Ana González (marido y hermana de la curandera) consiguen tirar la puerta abajo y entran en la habitación. Tras ver la escena el hombre huye despavorido a llamar a las autoridades. Mientras en la habitación las “curanderas” se abalanzan sobre Ana para quitarle los ojos. Afirmaban que ella era la clave para poder revivir a la niña. Tras recibir una brutal paliza, Ana termina con una contusión retiniana en cada ojo. Las tres mujeres se dan cuenta entonces de lo que han hecho y huyen sin éxito tras ser detenidas.


Recorte de prensa de La Tribuna de Albacete

SIN CONDENA.

Tras dos años, en febrero de 1992, la Audiencia Provincial de Albacete resuelve la sentencia: las tres mujeres quedan absueltas. Rosa y Mª Ángeles fueron ingresadas en un psiquiátrico. Se libraron de asesinato por la eximente de enajenación mental. Mercedes, sin embargo, fue totalmente absuelta por no poder probar su participación activa en los hechos. También tuvieron que pagar una multa de 45,000€ a Ana María González por las lesiones causadas. Actualmente, las tres acusadas están en libertad.

Aquí tenéis un articulo mas detallado
http://www.abc.es/historia/abci-exorcismo-espanola-destripo-hija-satanica-201605100123_noticia.html
 
Última edición por un moderador:
Fue una chapuza increible pero como siempre, pagan justos por pecadores.

Chapuza... no sé, será por parte de los secuestradores, porque Putin tenia claro que iba a liberar la escuela (el edificio) aunque fuera metiendo un tanque y quien estuviese en medio, se siente... recuerda a los padres pidiendo a las fuerzas que iban a asaltar la escuela que no lo hiciesen, y nada... Putin les tenia ganas a los chechenos esos...
 
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