Con H de Humor

Buenas tardes, amiga @pilou12 , es común en la Piel de Toro, de tiempo inmemorial, hacer chistes y "chascarrillos" sobre los paisanos de una ciudad o más exactamente de una región, suelen tener "mala baba" y entran dentro como una subtrama del genero de la "picaresca" tan propia a nuestras latitudes, con un "buque insignia" como el texto del Lazarillo de Tormes, de autor anónimo y datado en el 1554. Con posterioridad los grandes del Siglo de Oro, como Calderón de la Barca, Góngora o López de Vega perpetuaron esa línea. Y que tiene su epicentro en el anual Festival de Teatro de Almagro. El ingenio hispano y la natural tendencia patria "a hacer leña del árbol caído", completan el círculo, que no hay que sacar de contexto ni politizarlo; al fin y al cabo chistes son y al final....."la risa por barrios, y a todos llega"...
Hay chistes de "gallegos", "andaluces", "mañicos", etc. con lo cual a todas las "merindades" llegan sus "gracejos".
Un abrazo, Serendi
¿Qué chistes hay en el Lazarillo o en Góngora? :hungover:
El material para ensamblar el primero es latino. El segundo bebe de lo popular o crea un nuevo lenguaje para contar fábulas. Me parece que has errado el tiro. Mejor mira "facecias"; ahí sí tienes lo que buscas.
 
¿Qué chistes hay en el Lazarillo o en Góngora? :hungover:
El material para ensamblar el primero es latino. El segundo bebe de lo popular o crea un nuevo lenguaje para contar fábulas. Me parece que has errado el tiro. Mejor mira "facecias"; ahí sí tienes lo que buscas.

Texto del Lazarillo de Tormes, entresacado del Tratado Segundo:

Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la misma avaricia, como he contado. No digo más, sino que toda la lacería del mundo estaba encerrada en éste: no sé si de su cosecha era o lo había anejado con el hábito de clerecía.

Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque. Y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado y tornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran; que me parece a mí que, aunque de ello no me aprovechara, con la vista de ello me consolara.

Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa. De éstas tenía yo de ración una para cada cuatro días, y, cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopeto y con gran continencia la desataba y me la daba diciendo:

-Toma y vuélvela luego, y no hagáis sino golosinar.
 

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