Moción de censura a Rajoy. Pedro Sanchez es el nuevo presidente del Gobierno

Y sobretodo repartiendo los 500 millones extras del PNV al resto de CCAA
Al final es más de lo mismo, si los quieres repartir ahora, haberlo hecho antes. La política es eso, hoy esta comunidad necesita tal inversión en función de los apoyos que necesite. No me gusta. Pero son todos iguales.
 
Espero que los ajustes que haga el PP, los haga con sentido de Estado, de beneficiar a los españoles y no como revancha al PSOE aunque este se lo merezca.

Si es quitando sólo lo del PNV desde aquí les aplaudo.

Nosotros los españoles no nos merecemos que como guinda del pastel ahora se hagan ajusten como revancha. Esto no es un partido de tenis ni el patio del colegio, es nuestro país y nuestro futuro.
 
Nosotros los españoles no nos merecemos que como guinda del pastel ahora se hagan ajusten como revancha. Esto no es un partido de tenis ni el patio del colegio, es nuestro país y nuestro futuro.
540 millones para que las 2 millones de vascos puedan irse de cuchipanda la Y vasca ni esta conectada con Francia ni con Madrid ni zaragoza
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Primeros problemillas pa formar gobierno??

Jordi Sevilla rechaza ser ministro de Sánchez por la situación política inestable
El exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla no se sentará en la mesa del próximo Consejo de Ministros. Colaborador cercano al nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, Sevilla se convirtió en su gurú económico en la primera etapa del madrileño al frente del PSOE. Su perfil económico encaja a la perfección con lo que busca Sánchez, con el fin de sumar en votaciones claves -como el del techo de gasto- a Ciudadanos.

A Jordi Sevilla es uno de los que le ha sonado el móvil en las últimas horas para recibir la oferta del nuevo presidente del Gobierno, con el fin de que se ocupe del ministerio de Economía. Pero el ex ministro ha rechazado la oferta de Sánchez, a causa de la inestabilidad política, la hostilidad parlamentaria y el temor a que vaya a ser una legislatura más corta de lo previsto, según cuentan a OKDIARIO fuentes del militante socialista.

Fuentes del PSOE reconocen que Sevilla no es el único que ha rechazado la posibilidad de sentarse en la mesa del Consejo de Ministros. El miedo a dejar otra ocupación para ser ministro durante solo unos meses, es lo que echa atrás a algunos de los nombres que el presidente del Gobierno quería integrar en su gabinete.
 
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Pedro Sánchez ofrece a Josep Borrell el Ministerio de Exteriores

Pero es sr no estaba jubilao???
Bueno, me queda la esperanza de que decline la oferta :)
 
Rajoy, el tapado y la pitonisa
Publicado por Natalia Junquera
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Mariano Rajoy. Foto: Cordon Press.
El día que comenzó el debate de la moción de censura que iba a echar a Mariano Rajoy de la Moncloa supimos, gracias a El Progreso de Lugo, que una vidente, echadora de cartas, trabajaba también de juez de vigilancia penitenciaria. La noticia pasó injustamente desapercibida entre la dimisión por nada del hombre al que mejor le sientan los abrigos y el inminente despido por todo del presidente del Gobierno, pero demuestra la excentricidad de un país en el que cada vez es más difícil distinguir entre la realidad y los titulares de El Mundo Today. España tiene una capacidad pasmosa para producir personajes inverosímiles. Y Galicia especialmente. Allí, cerca de Finisterre, o sea, del fin del mundo, es donde se guardan las patentes más originales.

Por ejemplo, Mariano Rajoy. No se parece a nadie más, solo a ese personaje al que ha sido extremadamente fiel los últimos sesenta y tres años. Un gallego deliberado, porque sus padres, que vivían en otro sitio cuando se quedaron embarazados, se desplazaron expresamente a Galicia para dar a luz al niño que, de momento, nació en Santiago, aunque iba a ser un señor de Pontevedra.

Hablaría en un idioma propio, con palabras que nadie más que él utilizaría («chisgarabís», «aprovechategui»…) porque no sabrían cómo. Nos haría revisar libros de historia para poder entender sus símiles —«los toros de Guisando»—. Sería un amante de los trabalenguas: «Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde»; «Tenemos que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas porque lo que no van a hacer nunca las máquinas es fabricar máquinas a su vez»… No entendería su propia letra y, a veces, se haría un lío: «Los españoles son muy españoles y mucho españoles…», «Somos sentimientos y tenemos seres humanos…». Inventaría una nueva disciplina deportiva: caminar rápido antes del mitin. Preferiría que su hijo fuera del PSOE antes que culé. No se perdería un partido de Rafa. Llamaría al rival político para interesarse por un familiar enfermo, o al periodista para disculparse cuando había sido desagradable en una respuesta. Sería el rey de la retranca. «El único animal que avanza sin moverse», en palabras de Felipe González. El gran subestimado, el terco superviviente.

Sus trabalenguas, sus trajes anticuados, sus lapsus, su puro, su pasividad… La caricatura del presidente indolente se dibujaba sola. Tuvo que resucitar muchas veces para que el resto comprendiéramos que era solo eso, una caricatura, y que, aunque en ocasiones pareciera un chiste, era Rajoy quien reía siempre el último.

Antes del viernes, fue diputado autonómico con veintiséis años, director general de Relaciones Institucionales de la Xunta con veintisiete y presidente de la Diputación de Pontevedra con treinta y uno. Una carambola pudo haberlo cambiado todo: hubo una rebelión de consejeros del Gobierno gallego, que se fueron, y los ojos del poder se fijaron en aquel joven que parecía alérgico a las intrigas de partido. Le nombraron vicepresidente de la Xunta. Probó casi todos los puestos que se pueden ocupar en política.

Antes del viernes, sobrevivió a un grave accidente de coche cuando tenía veinticuatro años, muy poco después de convertirse en el registrador de la propiedad más joven de España. También salió ileso de un helicóptero que cayó al suelo como un pájaro muerto. Eso, físicamente. En su carrera política demostró una resistencia aún mayor a los golpes. En otros lugares que no son España, otros señores que no se llaman Mariano Rajoy habrían dimitido cuando se supo que no eran «hilillos de plastilina», sino una de las mayores catástrofes medioambientales; cuando se descubrieron los mensajes de ánimo a un delincuente con cuentas en Suiza; o cuando tuvo que declarar ante un juez por la entonces todavía presunta financiación ilegal de su partido. Aquí no. Aquí Rajoy aguantaba, dejaba que se rieran de él, que le criticaran, que se desgañitaran exigiéndole su salida. Y ganaba siempre. Todas las veces.

Antes del viernes, se abrasaron cuantos intentaron quemarle, cocinados a fuego lento, sin enterarse. Parecía que Rajoy no actuaba, que se dejaba llevar, pero en esa apatía aparente había cálculo y método. Decidió que todos los incendios, tarde o temprano, terminan extinguiéndose, y durante mucho tiempo le obedecieron el agua y el viento. Los enemigos tienen enemigos, que tienen enemigos, que a su vez tienen enemigos, se decía. Cuántas veces le bastó con dejar simplemente que se mataran entre ellos. Sin mancharse. Desde la orilla, contemplando los cadáveres que pasaban flotando por el río.

Antes del viernes, enterró a pesos pesados del partido. A veces mediante el abrazo mariano, una técnica particularísima, muy personal, consistente en sostener al moribundo o moribunda con toda la vehemencia posible para, a continuación, sin que el desahuciado supiera cómo ni por qué, dejarlo caer sin mirar atrás.

Antes del viernes, mató también al padre, el que se arrepintió casi al minuto de nombrarle sucesor —después de que su primera opción, Rodrigo Rato, le dijera que no— y nunca se esforzó en disimularlo. También él tuvo que retirarse, resignado, a despotricar desde una montaña lejana, con un altavoz cada vez menos potente, pero habiendo dejado tras de sí un campo poblado de minas.

Antes del viernes, concretamente nueve días antes, Mariano Rajoy se despertó en la Moncloa aliviado por primera vez en mucho tiempo; el apoyo del PNV a los presupuestos le daba dos años más en el Gobierno. Así, por lo menos, lo entendió todo el mundo y así quedó impreso en las portadas de todos los periódicos.

Y llegó el viernes.

El día que tuvo que hacer las maletas para dormir en una cama distinta tras ser apeado de palacio con los votos del PNV. Es imposible saber qué se le pasó por la cabeza cuando esa noche se quitó los calcetines y los zapatos de presidente del Gobierno. Los rajóylogos se han estrellado muchas veces intentando adivinar sus pensamientos. Pero debió de ser algo muy parecido a la incredulidad. Los difuntos no caminan, no hablan, no presentan mociones de censura. Él había visto el funeral de Sánchez. Los dos: cuando dimitió como secretario general del PSOE y cuando renunció a su acta de diputado. ¿Cuántas veces hay que matar a los muertos?, debió de preguntarse.

1687 folios explicando cómo el partido en el Gobierno, el que recauda los impuestos, tenía una caja B es una razón contundente para despedir a un presidente. Pero lo que ha apartado a Rajoy de la Moncloa no es solo la grave sentencia de la trama Gürtel, sino un «acontecimiento histórico en nuestro planeta», que diría Leire Pajín: la improbable coincidencia de dos antihéroes con idéntico afán y habilidad para la supervivencia.

Y eso fue, precisamente, lo que Rajoy, el rey de los tiempos, no había previsto. Había otro, un tapado, tan resistente como él.

Incapaz de asumir que iba a ser desalojado por un fantasma, Rajoy se fue a comer y decidió no volver al hemiciclo el día que los representantes de doce millones de votantes argumentaban su apoyo a la moción de censura. Su fiel escudera, Soraya Sáenz de Santamaría, posó el bolso en el escaño vacío, en un intento, quizá, de disimular la ausencia, aunque solo contribuyera a manifestarla. Aquel bolso tronaba de forma escandalosa, como las sirenas de la policía o las ambulancias, y esa tarde cumplió la misma función que los faros en la costa o las chinchetas del mapa, señalar la zona de interés: el protagonista no estaba.

Las cámaras localizaron las coordenadas del presidente, que recuperaba su peor costumbre, el plasma, pero sin plasma siquiera. Mientras los grupos que apoyaban la moción de censura se dirigían al bolso, los periodistas rodearon el restaurante como policías en un atraco con rehenes. No sabemos si alguien negociaba con Rajoy para que saliera, pero el líder del PP se entregó finalmente pasadas las diez de la noche. Dentro había quedado pagada la cuenta de la última cena, regada con whisky.

A la mañana siguiente, en el último minuto, el señor de Pontevedra ocupó su plaza. Pidió la palabra. Se despidió con emoción y humildad de sus votantes, felicitó al nuevo presidente, y recorrió, con elegancia, una distancia descomunal para estrechar la mano del hombre que acababa de arrebatarle el Gobierno de España.

Fin de la cita

http://www.jotdown.es/2018/06/rajoy-el-tapado-y-la-pitonisa/
 
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