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Yo reconozco que, de mis primeros viajes, también me traía tazas, hace 15-20 años. Tazas que al final me daba pena usar y terminaban como lapiceros o para guardar cosas inútiles que luego nunca encontraba. No está mal, es un recuerdo bonito, ¿pero traer dos iguales? Me los imagino por la mañana: ¿hoy nos tomamos el café en Londres o en Portugal? Un poco patético todo.