Felipe VI viaja a Colombia para la toma de posesión de Gustavo Petro. Agosto 2022

Estado
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Si vamos al por ahí no saludaríamos al presidente de Italia, ( los romanos nos conquistaron), ni a la tita Isabel ( cuántos muertos tenemos por culpa de los ingleses?) ni a Macrón por el mismo motivo, ni que decir tiene a los árabes que estuvieron en España y que para más inri el Juancar los tiene como amigos y está viviendo allí.

De la HISTORIA parece que solo queremos recordar lo que interesa cuando interesa.
Ni que ver tiene una cosa con la otra.

La espada es un símbolo, hija mía.
 

Los encontronazos de Felipe VI con gobernantes latinoamericanos se han acelerado en los últimos cuatro años​

Los presidentes de México, Chile, Nicaragua y Perú se han manifestado contra el rey español, que llegó a asegurar en Puerto Rico que la conquista de América Latina permitió llevar "el concepto de derechos humanos" al continente.​

Los encontronazos de Felipe VI con gobernantes latinoamericanos se han acelerado en los últimos cuatro años​

Los presidentes de México, Chile, Nicaragua y Perú se han manifestado contra el rey español, que llegó a asegurar en Puerto Rico que la conquista de América Latina permitió llevar "el concepto de derechos humanos" al continente.​



El rey Felipe VI a su llegada a la base aérea militar de Catam, en Bogota, para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente del país, Gustavo Petro. AFP/Daniel Muñoz
El rey Felipe VI a su llegada a la base aérea militar de Catam, en Bogota, para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente del país, Gustavo Petro. — Daniel Muñoz / AFP

A CORUÑA
09/08/2022 21:35 ACTUALIZADO: 11/08/2022 23:38
JUAN OLIVER
Felipe VI ha sido el representante de la Casa Real española en las tomas de posesión de nuevos mandatarios de Latinoamérica y el Caribe desde 1996, cuando aún era príncipe de Asturias. Como jefe del Estado sigue acudiendo a ellas, aunque en los últimos años se han incrementado y acelerado los encontronazos con los gobernantes de izquierda de varios países.

Entre el indignado "¿Por qué no te callas?" de su padre, Juan Carlos I, a Hugo Chávez en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica celebrada en Santiago de Chile en 2007, y la polémica por permanecer sentado ante el paso y exposición de la espada de Simón Bolívar en la toma de posesión del colombiano Gustavo Petro el pasado domingo en Bogotá, han pasado quince años. Pero muchos líderes de esos Estados siguen acusando al rey español de mantener una actitud irreverente y en ocasiones hiriente con sus símbolos, más propia de un conquistador que de un socio respetuoso con la voluntad popular de sus socios internacionales.



La espada de Bolívar, quien lideró la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, es un símbolo de hermandad anticolonial en América Latina. Diarios españoles de derechas como El Mundo y La Razón sostienen la tesis de que el rey no tenía que levantarse porque no estaba previsto en el libreto de protocolo, aunque sin aportar pruebas ni fuentes oficiales que sustenten ese argumento.
  • La espada de Bolívar en el acto de investidura de Gustavo Petro como presidente de Colombia. En Bogotá, a 7 de agosto de 2022.
    ¿Qué es la espada de Bolívar y cuál es su historia?
    PÚBLICO


Público se ha dirigido a la Casa Real para conocer si el monarca fue informado de que se iba a rendir homenaje a la espada en la toma de posesión de Petro, y para saber si Zarzuela había recibido alguna queja o indicación al respecto del Gobierno español o de algún otro Estado. Al cierre de esta edición, los servicios de comunicación del Palacio de la Zarzuela no habían respondido.

A la espera de que la Casa Real aclare si Felipe VI permaneció sentando porque desconocía el protocolo o si, conociéndolo, decidió no levantarse al paso de la espada -de los jefes de Estado que acudieron a la toma de posesión de Petro fue el único que no lo hizo-, cabe recordar las polémicas de los últimos años.

2019. Silencio en respuesta a la carta de López Obrador​

9/8/22 El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el pasado 21 de julio.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el pasado 21 de julio. — Luis Barron / eyepix via ZUMA Pres / DPA / EUROPA PRESS
El 25 de marzo de 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta a Felipe VI con motivo del 500 aniversario de la conquista de México. En la misiva, fundamentada en textos históricos y en la que se dirige respetuosamente al rey como "Su Majestad", le recordaba que la conquista "se realizó mediante innumerables crímenes y atropellos" y que durante la etapa colonial "se vulneraron derechos individuales y colectivos que con una mirada contemporánea deben asumirse como atentados a los principios que rigen a ambas naciones". Por eso, le pedía "que el Estado español admita su responsabilidad histórica por esas ofensas y ofrezca las disculpas o resarcimientos políticos que convengan". López Obrador también envió una carta similar al papa Francisco, quien sí pidió perdón por los crímenes y abusos de la Iglesia Católica -"pecados", en su versión-. La respuesta de Felipe VI, por contra, fue el silencio.
  • El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias con el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique.
    Podemos carga contra los ministros del PSOE por minimizar el gesto de Felipe VI ante la espada de Bolívar en Colombia
    PÚBLICO

2021. "España llevó los derechos humanos a América Latina"​

9/8/22 Estatua de Ponce de León, conquistador de Puerto Rico, derribada el día que Felipe VI llegó a la ciudad en enero de 2021.
Estatua de Ponce de León, conquistador de Puerto Rico, derribada el día que Felipe VI llegó a la ciudad en enero de 2021. — EFE
Felipe VI nunca contestó a la carta que el presidente de México. Pero casi dos años después, en una visita oficial a Puerto Rico para celebrar el 500 aniversario de su capital, San Juan, en enero de 2021, pronunció un polémico discurso en el que llegó a asegurar que España llevó a América Latina "la bases del derecho internacional y la concepción de los derechos humanos". Bartolomé de las Casas estimó en 1552 en su Brevísima relación de la destrucción de Indias que sólo en los primeros cien años desde la llegada de Colón se había exterminado a entre 20 y 25 millones de indígenas sobre una población de cien millones de personas. El día en que Felipe VI llegó a San Juan, fue derribada la estatua que homenajea en la plaza de San José de esa ciudad a Juan Ponce de León, conquistador de Puerto Rico y Florida.

2021. Pedro Castillo y los "felipillos"​

Pedro Castillo.
Pedro Castillo. — EPA/Presidency of Peru / EFE
El presidente de Perú, Pedro Castillo, se refirió expresamente durante su discurso de investidura al pasado colonial de España y a los crímenes cometidos contra la población indígena latinoamericana. "Durante cuatro milenios y medio, nuestros antepasados encontraron maneras de resolver sus problemas y de convivir en armonía con la rica naturaleza que la providencia les ofrecía". Y esto "fue así hasta que llegaron los hombres de Castilla, que con la ayuda de múltiples felipillos y aprovechando un momento de caos y desunión, lograron conquistar al estado que hasta ese momento dominaba gran parte de los Andes centrales". Felipillo fue el intérprete que acompañó a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro en la conquista de los territorios que hoy corresponden a Chile y Perú, pero la referencia fue tomada como una ofensa directa a Felipe VI, que asistía a la toma de posesión de Castillo.

2021. Daniel Ortega: reyes de España, "ladrones y asesinos"​

Un hombre pasa junto a un cartel electoral de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Managua.
Un hombre pasa junto a un cartel electoral de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Managua. — REUTERS
En noviembre del año pasado, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, arremetió contra el "colonialismo español" y calificó de "ladrones y asesinos" a "los reyes españoles". "No entienden que estos pueblos tienen la conciencia y la convicción. Dejaron de ser colonia de Europa hace mucho tiempo. Estamos librando las batallas porque ellos siguen actuando y comportándose como colonizadores", afirmó en la precampaña de las elecciones del 2022, que ganó el Frente Sandinista pero que no fueron reconocidas como limpias y democráticas por buena parte de la comunidad internacional.
  • 08/08/2022-El rey Felipe VI a su llegada este domingo al Palacio de San Carlos, en Bogotá, para asistir a la investidura de Gustavo como presidente de Colombia.
    El ala socialista del Gobierno considera "un detalle sin trascendencia" que Felipe VI no se levantara ante la espada de Bolívar
    PÚBLICO

2022. Boric, indignado con el retraso de Felipe VI​

9/8/22 El presidente de Chile, Gabriel Boric, en su toma de posesión en abril pasado.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, en su toma de posesión en abril pasado. — Joge Villegas / Xinhua news / Contactophoto / EUROPA PRESS
El pasado julio, el presidente de Chile, Gabril Boric se mostró indignado en una entrevista en una televisión del país en la que calificó de "inaceptable" que su toma de posesión, celebrada en marzo pasado, hubiera tenido que retrasarse porque Felipe VI, al parecer no había llegado a la hora. "Me pareció bien inaceptable que se atrasara la ceremonia porque el rey de España se había atrasado. Pero bueno, son cosas que pasan. Uno tiene que respetar, por cierto, los protocolos establecidos", dijo. La Casa Real negó que la responsabilidad correspondiera a España y la atribuyó al dispositivo de seguridad montado por Chile.

No vale para el puesto. Actúa como un engreído absolutista que no sabe que una cosa es la diplomacia protocolaria y otra cosa es lo que piense en su ámbito privado, y no puede trasladar ese ámbito privado a la actividad diplomática, que es para lo que se le paga a él, a su cónyuge, a sus hijas, a su padre, a su madre, a sus colaterales...etc etc etc.

Monarquía fuera ya...
 
Por supuesto que no se sabe, y no simplifico. Simplemente hago alusión a que estamos muy afectados por prejuicios y suponemos en función de esos preconceptos.
Claro, claro: es que hay mucho prejuicio, todo es un gran prejuicio. Seguro que a nadie se le pasa por la imaginación que los podemitas viven pendientes del rey para atacarle a la mínima, incluso no tengan en absoluto razón, como es en esta ocasión. Y con el moro de Marruecos lo mismo, ese no se ofende por nada y quienes pensamos lo contrario es que tenemos prejuicios.

Hay una cosa que se llama aprender: si 20 veces se repite lo mismo, a la 21 lo normal es que se vuelva a repetir lo que previamente se ha repetido antes 20 veces. Pensar lo esperable no es prejuicio, es no ser tontos, y decirlo tampoco es prejuicio, es no ser falsos.

Esto me recuerda a un comentario de un muchacho que leí ayer en un foro: estaba buscando vivienda para comprarla y pidió consejos sobre las diversas zonas del lugar que le interesaba; decía que valoraba vivir tranquilo y que por favor le indicaran las zonas con menos "chusmilla", porque no conocía la ciudad. Enseguida salió el ofendidito de turno a llamarle racista. Contestó que no, que para nada era racista, pero había tenido la desdicha de vivir en una zona con gente chunga y que sabía de qué hablaba, que él solo quería vivir tranquilo, con vecinos trabajadores normales y que por eso preguntaba...y yo me pregunto: quien se ofendió tanto como para meterse donde quiere vivir la gente, ¿de verdad sería capaz de comprarse una vivienda sin cuestionarse el tipo de vecindad porque eso es "racismo y prejuicios"?, ¿o sí que lo tiene en cuenta pero luego va afeando por ahí en otros la misma actitud que él tiene?, Sí esto es así, ¿no se llama esto falsedad?

¿En serio alguien iba a dejar escapar en el concurso un millón de euros porque la respuesta que sabe que es la correcta, lo mismo es un poquillo "prejuiciosa"?

Reflexiones para el fin de semana, primis 😃:unsure:
 

Populismo hostil hacia España​

Es una costumbre que el rey asista como autoridad invitada, en representación de España, a los actos de investidura de los presidentes hispanoamericanos. Lo hace mandatado y refrendado por el Gobierno, que debió ser más previsor y haber anticipado los posibles ataques al jefe del Estado.

Porque hay precedentes recientes de sobra que hubieran permitido prever que un populista latinoamericano como Petro tuviera pensado exhibir alguna muestra de su ideología anticolonialista.

El presidente mejicano, Andrés Manuel López Obrador, ha cargado repetidamente en los últimos años contra la Corona española, exigiendo a Felipe VI disculparse por las "atrocidades" cometidas contra los pueblos indígenas.

Su homólogo peruano, Pedro Castillo, acusó a la monarquía española, con Felipe VI presente, de ser la responsable de "tres siglos de explotación" del país.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tildó de "ladrones y asesinos" a los reyes de España.

Y, más recientemente, el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, también le hizo un feo a Felipe VI, acusándole públicamente de haber "atrasado" la ceremonia de investidura por haber llegado tarde al acto.

Mejor levantarse​

Es natural que el rey quiera defender el legado español en Hispanoamérica cuando estima que está siendo insultado. Pero debió ser más cauto y anticipar el terremoto diplomático que su gesto iba a provocar. Hubiera resultado mucho menos conflictivo levantarse con naturalidad al paso de un emblema de profunda carga simbólica. Porque, a lo sumo, sólo habría soliviantado a los sectores de la derecha más carpetovetónica.

Lo quiera o no el rey, las naciones hispanoamericanas se asientan sobre el mito fundador de la independencia de la monarquía española. Al fin y al cabo, Felipe VI ya ha visitado muchos otros despachos y palacios presidenciales ornamentados con imágenes de Bolívar.

Con este gesto, el monarca sólo ha conseguido granjearse la animadversión de la extrema izquierda en España y en Latinoamérica. Un espectro ideológico que, por lo demás, no pierde ocasión de instrumentalizar patéticamente la más nimia anécdota para cargar contra la institución monárquica.

Es inevitable que la memoria nos traiga la imagen del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos durante el desfile de las Fuerzas Armadas de 2004. Como entonces, el representante del Estado español debió entender que se trata sólo de una parafernalia ritual cuya transgresión genera mayores problemas de los que ahorra.

Además, si Felipe VI se hubiera levantado al paso de la espada nadie lo habría interpretado como su asentimiento a la connotación simbólica del emblema. Tan sólo se habría leído como una mera señal de cortesía y deferencia hacia la ceremonialidad colombiana. Y no, como ahora, como un desplante grosero.

La deriva institucional y el extremismo político en el que los nuevos líderes hispanoamericanos han sumido al continente aconsejan la máxima prudencia diplomática de los representantes españoles. También, dejar a un lado las tiranteces culturales para construir una esfera de influencia iberoamericana a la que España debe dar la máxima prioridad.

 
Tenemos diferentes culturas y un idioma casi igual. Podemos nació de un proyecto Sudamericano que lideraba Chávez en Venezuela -no al revés. Muerto Chávez Podemos miró al entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa. Y Podemos se hizo fuerte en España hasta que Latino América dio un giro hacia la derecha y Pablo Iglesias se quedó solo volviendo a su trinchera en el periodismo.

Los gobiernos hispanoamericanos ante políticas económicas de derechas que solo trajeron endeudamiento y pobreza dan un giro
hacia la izquierda más radical y Pablo Iglesias ya no es fuerte. Qué pena Pablito, Latino América ya no te sirve.

Del resto ya no merece la pena hablar. En cuanto a mí, no iré a Europa a pedir ayudas sociales a España pues no desciendo de españoles. Si acaso, de ir a Europa tendré dos países a los que podría pedir ayudas sociales pero en realidad no las necesito pues mi país de nacimiento ya me las está dando.
 

EDITORIAL EL RUGIDO DEL LEÓN​

El dilema de Felipe VI: malos vientos para España en América Latina​

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.




Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.





Populismo hostil hacia España​

Es una costumbre que el rey asista como autoridad invitada, en representación de España, a los actos de investidura de los presidentes hispanoamericanos. Lo hace mandatado y refrendado por el Gobierno, que debió ser más previsor y haber anticipado los posibles ataques al jefe del Estado.

Porque hay precedentes recientes de sobra que hubieran permitido prever que un populista latinoamericano como Petro tuviera pensado exhibir alguna muestra de su ideología anticolonialista.

El presidente mejicano, Andrés Manuel López Obrador, ha cargado repetidamente en los últimos años contra la Corona española, exigiendo a Felipe VI disculparse por las "atrocidades" cometidas contra los pueblos indígenas.
Su homólogo peruano, Pedro Castillo, acusó a la monarquía española, con Felipe VI presente, de ser la responsable de "tres siglos de explotación" del país.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tildó de "ladrones y asesinos" a los reyes de España.

Y, más recientemente, el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, también le hizo un feo a Felipe VI, acusándole públicamente de haber "atrasado" la ceremonia de investidura por haber llegado tarde al acto.

Mejor levantarse​

Es natural que el rey quiera defender el legado español en Hispanoamérica cuando estima que está siendo insultado. Pero debió ser más cauto y anticipar el terremoto diplomático que su gesto iba a provocar. Hubiera resultado mucho menos conflictivo levantarse con naturalidad al paso de un emblema de profunda carga simbólica. Porque, a lo sumo, sólo habría soliviantado a los sectores de la derecha más carpetovetónica.

Lo quiera o no el rey, las naciones hispanoamericanas se asientan sobre el mito fundador de la independencia de la monarquía española. Al fin y al cabo, Felipe VI ya ha visitado muchos otros despachos y palacios presidenciales ornamentados con imágenes de Bolívar.
Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.


Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.




Es inevitable que la memoria nos traiga la imagen del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos durante el desfile de las Fuerzas Armadas de 2004. Como entonces, el representante del Estado español debió entender que se trata sólo de una parafernalia ritual cuya transgresión genera mayores problemas de los que ahorra.

Además, si Felipe VI se hubiera levantado al paso de la espada nadie lo habría interpretado como su asentimiento a la connotación simbólica del emblema. Tan sólo se habría leído como una mera señal de cortesía y deferencia hacia la ceremonialidad colombiana. Y no, como ahora, como un desplante grosero.

La deriva institucional y el extremismo político en el que los nuevos líderes hispanoamericanos han sumido al continente aconsejan la máxima prudencia diplomática de los representantes españoles. También, dejar a un lado las tiranteces culturales para construir una esfera de influencia iberoamericana a la que España debe dar la máxima prioridad.

 
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EDITORIAL EL RUGIDO DEL LEÓN​

El dilema de Felipe VI: malos vientos para España en América Latina​

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.




Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.





Populismo hostil hacia España​

Es una costumbre que el rey asista como autoridad invitada, en representación de España, a los actos de investidura de los presidentes hispanoamericanos. Lo hace mandatado y refrendado por el Gobierno, que debió ser más previsor y haber anticipado los posibles ataques al jefe del Estado.

Porque hay precedentes recientes de sobra que hubieran permitido prever que un populista latinoamericano como Petro tuviera pensado exhibir alguna muestra de su ideología anticolonialista.

El presidente mejicano, Andrés Manuel López Obrador, ha cargado repetidamente en los últimos años contra la Corona española, exigiendo a Felipe VI disculparse por las "atrocidades" cometidas contra los pueblos indígenas.
Su homólogo peruano, Pedro Castillo, acusó a la monarquía española, con Felipe VI presente, de ser la responsable de "tres siglos de explotación" del país.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tildó de "ladrones y asesinos" a los reyes de España.

Y, más recientemente, el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, también le hizo un feo a Felipe VI, acusándole públicamente de haber "atrasado" la ceremonia de investidura por haber llegado tarde al acto.

Mejor levantarse​

Es natural que el rey quiera defender el legado español en Hispanoamérica cuando estima que está siendo insultado. Pero debió ser más cauto y anticipar el terremoto diplomático que su gesto iba a provocar. Hubiera resultado mucho menos conflictivo levantarse con naturalidad al paso de un emblema de profunda carga simbólica. Porque, a lo sumo, sólo habría soliviantado a los sectores de la derecha más carpetovetónica.

Lo quiera o no el rey, las naciones hispanoamericanas se asientan sobre el mito fundador de la independencia de la monarquía española. Al fin y al cabo, Felipe VI ya ha visitado muchos otros despachos y palacios presidenciales ornamentados con imágenes de Bolívar.
Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.


Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.




Es inevitable que la memoria nos traiga la imagen del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos durante el desfile de las Fuerzas Armadas de 2004. Como entonces, el representante del Estado español debió entender que se trata sólo de una parafernalia ritual cuya transgresión genera mayores problemas de los que ahorra.

Además, si Felipe VI se hubiera levantado al paso de la espada nadie lo habría interpretado como su asentimiento a la connotación simbólica del emblema. Tan sólo se habría leído como una mera señal de cortesía y deferencia hacia la ceremonialidad colombiana. Y no, como ahora, como un desplante grosero.

La deriva institucional y el extremismo político en el que los nuevos líderes hispanoamericanos han sumido al continente aconsejan la máxima prudencia diplomática de los representantes españoles. También, dejar a un lado las tiranteces culturales para construir una esfera de influencia iberoamericana a la que España debe dar la máxima prioridad.

Me fastidia lo de "sólo habría soliviantado a la derecha más carpetovetónica".
Alguien dirá: "será porque te identificas con ella".
Bueno, es que aunque así fuera: ya cansa el dar por sentado que "a la derecha carpetovetónica" total que más da molestarla.
Lo que hay que evitar a toda costa es ofender an Nuevo Orden Mundial, que incluye aceptación Leyenda Negra etc.
Que el artículo no está tan mal, pero ahí no lo veo acertado.
Pero bueno - algo off topic
 

EDITORIAL EL RUGIDO DEL LEÓN​

El dilema de Felipe VI: malos vientos para España en América Latina​

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.




Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.

Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.





Populismo hostil hacia España​

Es una costumbre que el rey asista como autoridad invitada, en representación de España, a los actos de investidura de los presidentes hispanoamericanos. Lo hace mandatado y refrendado por el Gobierno, que debió ser más previsor y haber anticipado los posibles ataques al jefe del Estado.

Porque hay precedentes recientes de sobra que hubieran permitido prever que un populista latinoamericano como Petro tuviera pensado exhibir alguna muestra de su ideología anticolonialista.

El presidente mejicano, Andrés Manuel López Obrador, ha cargado repetidamente en los últimos años contra la Corona española, exigiendo a Felipe VI disculparse por las "atrocidades" cometidas contra los pueblos indígenas.
Su homólogo peruano, Pedro Castillo, acusó a la monarquía española, con Felipe VI presente, de ser la responsable de "tres siglos de explotación" del país.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, tildó de "ladrones y asesinos" a los reyes de España.

Y, más recientemente, el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, también le hizo un feo a Felipe VI, acusándole públicamente de haber "atrasado" la ceremonia de investidura por haber llegado tarde al acto.

Mejor levantarse​

Es natural que el rey quiera defender el legado español en Hispanoamérica cuando estima que está siendo insultado. Pero debió ser más cauto y anticipar el terremoto diplomático que su gesto iba a provocar. Hubiera resultado mucho menos conflictivo levantarse con naturalidad al paso de un emblema de profunda carga simbólica. Porque, a lo sumo, sólo habría soliviantado a los sectores de la derecha más carpetovetónica.

Lo quiera o no el rey, las naciones hispanoamericanas se asientan sobre el mito fundador de la independencia de la monarquía española. Al fin y al cabo, Felipe VI ya ha visitado muchos otros despachos y palacios presidenciales ornamentados con imágenes de Bolívar.
Los dilemas morales lo son porque no consisten en una elección de un bien sobre un mal, sino en la ponderación de dos resultados indeseables entre los que uno debe elegir el mal menor. Esto es lo que tendría que haber considerado el rey Felipe VI antes de decidir no levantarse al paso de la espada de Simón Bolívar ayer en Bogotá.

El gesto del monarca en la toma de posesión del presidente colombiano generó una polémica de alcance internacional. Porque al ser el único jefe de Estado que se mantuvo sentado después de que Gustavo Petro mandara traer la espada del "libertador", muchos interpretaron la sentada como una falta de respeto a un emblema sentimental clave para muchos hispanoamericanos.


Es evidente que el gesto de Petro responde a una provocación. Una a la que no cedió su antecesor en el cargo, que se negó a conceder el permiso para sacar la insignia de la Casa de Nariño. Provocación que se enmarca en el clima de hostilidad que ha impulsado la nueva ola del populismo de extrema izquierda hacia el pasado imperial de España en el continente. Un indigenismo hispanófobo al que se ha sumado, incluso, el papa Francisco con su retórica anticolonialista.


Y es cierto también que la espada del que fuera el líder más carismático de la guerra de independencia contra España no es un símbolo oficial, por lo que Felipe VI no incumplió el protocolo al quedarse sentado.

Sin embargo, de lo que se trata aquí es de cortesía diplomática y no tanto de corrección protocolaria. Y más teniendo en cuenta que el rey sabía a que clase de acto acudía. Por eso, la decisión menos mala habría sido levantarse.




Es inevitable que la memoria nos traiga la imagen del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero sentado al paso de la bandera de Estados Unidos durante el desfile de las Fuerzas Armadas de 2004. Como entonces, el representante del Estado español debió entender que se trata sólo de una parafernalia ritual cuya transgresión genera mayores problemas de los que ahorra.

Además, si Felipe VI se hubiera levantado al paso de la espada nadie lo habría interpretado como su asentimiento a la connotación simbólica del emblema. Tan sólo se habría leído como una mera señal de cortesía y deferencia hacia la ceremonialidad colombiana. Y no, como ahora, como un desplante grosero.

La deriva institucional y el extremismo político en el que los nuevos líderes hispanoamericanos han sumido al continente aconsejan la máxima prudencia diplomática de los representantes españoles. También, dejar a un lado las tiranteces culturales para construir una esfera de influencia iberoamericana a la que España debe dar la máxima prioridad.

Hizo bien Felipe vi, ya está bien de agachar la oreja ante tanta estupidez.
No son capaces de poner sus respectivos países en prosperidad,
mirando las calles o pueblos más lejanos de España para darse uno cuenta de las miles y miles de personas que huyen de esos países.
Nadie deja su país si en este tiene trabajo, sanidad, etc.
Estos políticos populistas latinos son un lastre para sus pueblos.
Bien por Felipe.
 
Hizo bien Felipe vi, ya está bien de agachar la oreja ante tanta estupidez.
No son capaces de poner sus respectivos países en prosperidad,
mirando las calles o pueblos más lejanos de España para darse uno cuenta de las miles y miles de personas que huyen de esos países.
Nadie deja su país si en este tiene trabajo, sanidad, etc.
Estos políticos populistas latinos son un lastre para sus pueblos.
Bien por Felipe.
Me permito disentir, porque hubiera sido un gesto de respeto hacia el pasado, no hacia el presente/futuro.
Me parece más sanadora la actitud de los ingleses, haciéndose cargo (aunque sea en los discursos) de los horrores de la conquista, de la destrucción de las culturas locales, las matanzas.
Repito: un gesto de conciliación por lo pasado.
Creo que quedó como un soberbio ignorante.
 
Estado
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