Carolina Herrera y Miguel Báez 'El Litri' han decidido separarse

Yo sí sé y no va por ahí la cosa...:)

De hecho, un conocido crítico taurino homosexual (José Antonio del Moral, alias "La Lirio") estuvo enamorado durante años de Ponce y el pobre hombre sufrió mucho por no verse correspondido. Un crítico rival dedicó a la historia un par de artículos que han quedado para los anales de las maldades taurinas.

"La Lirio" : La mari**na que ve a los toreros , con otro ojo.
'Somos Lirios, somos rosas, somos lindas mariposas...'


Alfonso Navalón.
Publicado en Tribuna en el 2002

Le hubiera gustado ser la maja vestida de Goya y ponerse una bata de faralaes y una peineta con mantilla de blonda para irse en un coche de caballos a ver los toros a la Real Maestranza. Pero la genética lo traicionó y nació mocito y serrano en las cercanías de Madrid. Además tenía aspecto de berebere, morenazo, con labios carnosos y nada esbelto.

Quiso ser arquitecto y estuvo diez o doce años en un Colegio Mayor de Madrid, tratando infructuosamente de aprobar el examen de ingreso. Pero ya digo que tenía problemas con su s*x* y una profesión donde el cartabón y la escuadra son fundamentales, no iba a admitirlo sin tener ni siquiera la regla. Así que asumió su frustración alargando lo indecible su supuesta vida estudiantil, más que nada por el goce de convivir con apuestos jovencitos del Colegio Mayor.

Dada su filiación falangista consiguió que lo nombraran 'jefe de estudios', invocando el nombre de José Antonio y gracias al amparo del Sindicato Español Universitario se buscó ese modus vivendi que le valía cama y comida. Y así se fue haciendo mozo viejo y quedándose paulatinamente calvo, al tiempo que echaba una oronda barriguita y se hacía ostensiblemente ancho de caderas. Lo de las caderas y el culote sandunguero no le preocupaba mayormente. Lo que la sacaba de quicio era la calvicie porque no podría cumplir el sueño de su vida de ir con peineta a La Real Maestranza de Sevilla.

A todo esto, el personal no barruntaba que perdía aceite por un tubo. Era discreto, no daba escándalos y si pasaba algo, de puertas adentro, no había motivos para habladurías. Eso sí, cada vez que veía torear a Antonio Ordóñez se le abrían las carnes. Pero ya digo que era de origen pueblerino y no le resultaba fácil entrar en la corte de adoradores del ídolo rondeño. Así que fundó una peña taurina universitaria dentro del Colegio Mayor y organizó conferencias a tutiplén que era una astuta forma de justificar intelectualmente su mínimo salario como 'jefe de estudios'. Por la tribuna de aquel colegio desfiló la flor y nata de la crítica taurina de Madrid.

Invariablemente, al final de todos los actos se proyectaba un vídeo con las faenas más gloriosas de Antonio Ordóñez y así el mocito serrano de los labios morunos y el culo jacarandoso fue ganando prestigio como aficionado serio, cuando la gente poco entendida era de El Cordobés. Y como para escribir tampoco le exigían la regla, y como hasta un pobre diablo como Vicente Zabala juntaba palabras en periódicos importantes, se lanzó a la aventura de hacerse cronista y así tener más fácil el acceso al círculo de íntimos de Antonio Ordóñez. Su sueño era verlo vestirse de torero. Y sobre todo desnudarse. Así que, con el pan seguro en el colegio, se lió a escribir de gratis en revistillas y hablar en emisoras de medio pelo para hacerse un hombre. Y mucha política. Sin renunciar a sus principios ultraderechistas, buscó cobijo junto a los ricos y los banqueros y sobre todo a los sexualmente afines que suelen formar una piña influyente.¡Fijaos cómo están ahora las televisiones!

Y empezó a ir a las ferias con un gran sentido de trabajarse la hospitalidad y ahorrar las facturas del hotel. Pacientemente se fue creando una 'red de paradores' privadísimos. En casi todas las capitales encontraba a algún ambiguo adinerado que le daba cobijo. En honor a la verdad hay que destacar dos excepciones notables. En Bilbao recibió el apoyo de una señora millonaria, esposa de un banquero que para tenerla entretenida le regaló una ganadería de origen Atanasio [Dolores Aguirre Ybarra]. Quede claro que el magnate del Bilbao-Vizcaya está libre de toda sospecha en el terreno de los equívocos viriles. Tampoco en Salamanca su 'posadero' tiene nada que ver con las contracciones del esfínter. Porque nuestro cronista pasa la feria en el palacete montaraz del ganadero consorte más horrorosamente feo que cabe imaginar. Con deciros que los niños de La Fuente de San Esteban y de Martín del Río huyen despavoridos cuando lo ven, ya podéis estar seguros que no puede ser blanco de ningún atrevido con puntillas.

Así llegó a la corte de Antonio Ordóñez. Antes de seguir quiero aclarar que fui íntimo de Antonio Ordóñez y fuimos juntos a muchos sitios el último año que estuvo retirado. Incluso viví varios días en su finca de 'Valcargado'. Puedo aseguraros que era un tío de arriba abajo. Pero como todos los artistas tenía sus rarezas. Antonio sabía el atractivo que ejercía sobre los maricones y le gustaba jugar con ellos, darles celos y echarlos a reñir. Era una corte de aristócratas, capitaneada por un marqués de Valladolid y un conde navarro, amén de otro prócer francés al que le cabía la Torre Eiffel por donde imagináis. Cómo sería el pitorreo que se traía Ordóñez con aquella pandilla que hasta se llegó a mosquear su suegro el Dominguín viejo, el torero de Quismondo, padre de la santa de Carmina, la paciente esposa de Antonio y no menos paciente madre de la Carmina actual. Lo llamó un día para pedirle explicaciones. Ordóñez se partía de risa ante las sospechas del suegro: "¿No pensarás que soy mariquita?". Y el señor Domingo Dominguín le contestó con una frase que se hizo famosa en todo el toreo: "No serás mari**n, ¡pero te los pasas más cerca que a los toros!"... Y a esta pandilla de adoradores llegó con la moral recrecida el soñador de crítico.

Le habían dado sitio entre aquel jardín. Y vio hecho realidad el sueño de su vida: ver desnudarse a su ídolo. Ordóñez, que no aguantaba a nadie a su lado cuando se estaba vistiendo de torero, en cambio disfrutaba sacándolos de quicio cuando lo esperaban a la salida del baño. Antonio salía solemnemente envuelto en una toalla y al llegar a la silla donde tenía ordenada la ropa de calle, dejaba caer lentamente la toalla al suelo mostrando unos instantes su cuerpo faraónico cosido a cornadas ante la atónita contemplación de sus adoratrices, que lo devoraban con los ojos. Un día me dijo que si quería asistir al espectáculo. "Tú que eres tan observador ni te puedes imaginar lo que es eso".

Aquella tarde hizo un alarde en mi honor para darle más suspense de lo normal. Después de abandonar la toalla, en vez de empezar a vestirse como siempre, se recreó dando un paseo en pelotas hasta la mesilla para encender un cigarro. Luego se sentó en la cama, charló con todos de lo a gusto que había estado con el segundo de la corrida y hasta se levantó para dibujar un natural con sus vergüenzas al aire. Más silencio que en misa. Aquello era algo indescriptible. Luego me dijo que durante la temporada no usaba su coche para nada. Unos días viajaba en el Mercedes de Ardales y otro en el del Conde de La Unión. Ya podréis imaginaros que el primero que llegaba a la habitación para gozar con el numerito de la toalla era el frustrado arquitecto que no aprobó porque no tenía la regla.

Retirado el rondeño, nuestro personajillo se hizo seguidor de Paquirri, cuyo estilo era contrapuesto al de su ídolo. Pero así estaba más cerca de sus devociones. Luego pegó un 'rabotazo' y se convirtió en protector y adorador de Fernando Cepeda. Una noche en Sevilla, después de una buena tarde del torero de las pestañas largas, se reunió a cenar con otro cronista de ojos verdes y un concejal de Madrid también rarito de andares. No comentaron la faena de su torero, como sería lógico. Proclamaron en su delirio que Cepeda era único. Que no se podía comparar con ningún otro porque "tiene las piernas de Antonio Ordóñez y los ojos de Ava Gadner"... A todo esto un malévolo cronista taurino de Madrid, que antes había hecho crítica de teatro en 'El Mundo', le dedicó un artículo a nuestro personaje relacionando sus 'características personales' con su apasionada forma de escribir sobre los toreros. Porque es curioso que mientras se deshacía en alabanzas y piropos con los diestros apuestos, mostrábase hiriente y durísimo con los poco agraciados o de maneras vulgares. El cronista de 'El Mundo' le puso a nuestro personaje (iba a escribir hombre ¡huy!) el remoquete de 'La Lirio' y ya nadie volvió a mentarlo por su nombre más moral. Se quedó con lo de La Lirio para los restos.

Pero La Lirio se reía de todos, porque gracias a la protección de la millonaria señora banquera de Bilbao consiguió hacerse cronista de un importante periódico de la capital vasca. Y se pegaba la vuelta a España escribiendo crónicas en las ferias que eran de su agrado. Y como es ingenioso y ya he dicho que se ahorraba los hoteles y viajaba en coche ajeno casi siempre, al cabo del año juntaba una fortunita.
Hace poco en Valencia un antiguo concejal bilbaíno que es consejero de la plaza y al que llaman 'Averías' fue con Manolo Chopera a ver a Espartaco y se encontró a La Lirio desolado y sin trabajo. Lo habían echado del periódico y confesó que entre pitos y flautas se levantaba ¡seis millones! de pesetas todas las temporadas. Lo que no ganaba el fenicio Molés en 'Pueblo', ni el palabrero Fernández, en Radio Valladolid.

El caso es que esa forma de escribir de La Lirio, que tan pronto perdía los pantalones ante la faena de un torero de su agrado como despotricaba contra el público por concederle orejas a uno que no le gustaba, fue creando un clima de malestar entre la mayoría de los lectores del periódico de Bilbao y los consejeros empezaron a sopesar la conveniencia de quitarle la firma y darle puerta. Además olvidó su debido acatamiento a la señora millonaria y ganadera, a cuyos toros, lejos de cantar con el obligado entusiasmo, se atrevió incluso a sacarles defectos, olvidando la mano que le daba el pan.

La gota que colmó el vaso del malestar de la empresa periodística fue su última intervención en la fiesta de entrega de premios taurinos del hotel Ercilla de Bilbao. Ahora La Lirio se ha hecho seguidor de Enrique Ponce como torero excelso y sin mácula. Se explica porque Enrique es un chaval majete. Dudo mucho que Ponce haga el numerito de la toalla, ni que tenga el sarcasmo de Antonio Ordóñez. Pero La Lirio lo sigue con fidelidad perruna. El caso es que don Agustín González Bueno, como responsable del espectáculo (y sabe Dios con qué intenciones) ofreció los micrófonos a La Lirio. Así que viose allí con todo Bilbao a sus pies, creyóse que era la reina de la fiesta y empezó a desvariar en un discurso larguísimo que tuvo la virtud de exasperar a todo el personal. Y en vez de cortar a la vista de los pitos, murmullos y abucheos, se desahogó censurando la falta de exigencia y seriedad del público bilbaíno. Y allí fue donde decidieron echarlo del periódico.

Personalmente gocé durante mucho tiempo de su admiración, proclamándose lector fervoroso de mis crónicas. Luego, como quiera que atacaba a algunos de sus ídolos, mostróse hostil hasta que armado de valor me declaró la guerra abierta. Un día, en el hotel Colón de Sevilla, nos enzarzamos en una agria discusión. Y servidor con su natural prudencia cortó por lo sano: "Mira, morala de la morería, la diferencia entre nosotros es que yo veo a los toreros con los ojos de la cara y tú los miras con el ojo del culo"... Y rompimos relaciones hasta hoy.

Creo que ha sido una pérdida irreparable para la literatura taurina. Un personaje así resultaba de lo más vistoso en las ferias, aunque no se pudiera poner peineta por la calvicie. Y ahora tendremos que llorar su ausencia cantando la vieja copla marinera: "La Lirio, La Lirio tiene/ tiene una pena La Lirio/ y se le han puesto los ojos/ moraítos del martirio"...
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LA LIRIO PIERDE EL FAVOR DE PONCE.
POR: ALFONSO NAVALON

Y culpa a Victoriano Valencia

"La Lirio ", también conocido por "La Morala" es una vieja put* del taurinismo de alcantarilla. Uno de esos raros ejemplares que se sale del trinque tradicional. Pertenece a la especie de aduladores y soplagaitas pero no va buscando las pesetillas del sobre a cambio de echarle piropos al torero y ponerlo mejor que estuvo en la plaza.

La Lirio solo busca cariño porque el es solo un señoriíto de pueblo con unas rentitas que le permiten ir de feria en feria. Llegó a cronista después de fracasar innumerables veces en el ingreso de la Escuela de Arquitectos y recorría con el dinero justito alojándose en las casas de otras mariconas., porque estaba muy bien relacionado con la burguesía de la pluma y el aceite perdido por el esfínter. Soñaba con estar al lado de una figura y vivir el apasionante mundo de su entorno participando en las intrigas de alcoba.

Así su primer ídolo fue Antonio Ordóñez y rápidamente pasó a engrosar la corte de maricones ricos que idolatraban al rondeño. No está probado que Ordóñez fuera mari**n y creo que es una infamia ese bulo divulgado por la televisión basura afirmando que Carmina pilló en la cama a su padre y a su marido. Lo que pasa es que Ordóñez disfrutaba provocando celos y haciendo maldades a sus adoratrices. Al Marqués de Árdales y al Conde de la Unión los traía de cabeza. Usaba el mercedes del marqués mientras el conde esperaba a que viajara con el suyo. Un dia en Pamplona quedo con Árdales y lo dejo plantado, marchándose con el conde por la puerta trasera del hotel Yoldi. ¡Como lloraba Jimi!

Como todas estas travesuras eran de dominio publico, cuando se casó con la hermana de los Dominguines, su suegro, el lince del Sr. Domingo de Quismondo lo llamó al orden: " Tu dirás que no eres mari**n…pero te los pasas más cerca que los toros"

"La Lirio", también conocida como "la Morala", se pasó al sequito de Paquirri cuando se retiró Ordóñez. Siendo Paquirri un torero bastote completamente distinto a su suegro, no era lógico que le gustara a sus partidarios. Pero a "La Lirio" sólo le gustaban los ojos verdes y junto al atlético banderillero vivió la gran tragedia de su vida. Soñaba con ir a La Maestranza en un coche de caballos y sentarse en una barrera con peineta y mantilla blanca de blonda.

Pero como era completamente calvo no podía ponerse la peineta y durante toda su vida arrastró esa pena, penita, pena. Al morir Paquirri se apuntó a la reducida corte de Fernando Cepeda, junto a José Carlos Arévalo y Gómez Ángulo, un extraño taurino metido a Delegado Nacional de Deportes. Una de las raras veces que Cepeda cortó una oreja en Sevilla se juntaron a celebrarlo los tres susodichos y brindaron por la personalidad única de éste torero, porque tiene las piernas de Antonio Ordóñez y los ojos como Ava Gadner, "anda jodete".

Últimamente bebía los vientos de Enrique Ponce, enamorado de su pálido rostro, de su esbelta figura y de la delgadez de sus dedos de artista. Logró formar parte del consejo privado del de Chivas y lo acompañaba en las entregas de premios donde en su condición de cronista de cámara siempre le daban un sitio para presentar el discurso laudatorio. Así paso varios años pegadito a la sombra del asombroso artista que para cortar una oreja necesita antes escuchar uno o varios avisos.

Un día apareció la figura oronda y discurseante de Victoriano Valencia apropiándose de la dirección del torero y dando de lado a "La Lirio", que pasa largas temporadas llorando por los rincones. Mayormente le dolía en su alma no poder estar presente en la habitación del torero cuando salía de la ducha y dejaba al aire su apolínea desnudez al quitarse la toalla. Realmente fue una canallada privar a "La Lirio" de esa imagen grabada en su memoria enamorada para practicar el onanismo en la soledad de su cuarto. Sería interesante saber la cantidad de Paj*s que se hizo a la salud de la pálida piel del torero.

Ahora llora su desgracia en soledad. Victoriano no lo deja arrimar al torero, pero La Lirio, incapaz de enfadarse con un hombre, le echa las culpas a Palomita Cuevas, diciendo que tiene dominado a su marido. Y ahora dice La Lirio que Ponce ya no se llama Ponce que es "Enrique Cuevas".

Así está el toreo amigos. No todo van a ser sangujuelas depredadoras como el avaro del Prostituto Fenicio. Hay almas más elevadas que desprecian el dinero de los toreros y sólo buscan su cariño. Como de estas cosas no suelen escribir los lameculos de las figuras, tengo que ser yo quien divulgue este secreto a voces.

Me enternece la historia de nuestra Lirio (también conocido como La Morala), una mari**na vieja a la que el déspota de Victoriano ha robado el amor de su vida. Su último gran amor, el último viaje al erotismo torero. Porque aunque os parezca mentira nunca le gustó José Tomas, demasiado pueblerino para sus exquisitas ensoñaciones.
Conclusión Final: Entre Moles y José Antonio del Moral, me quedo con éste. Por lo menos Del Moral no es una sanguijuela de los toreros. Simplemente los adora.

Que gusto de verte por aquí de nueva cuenta.
 
Bueno no se ibas a los bajos de la discoteca, no hay famoso de la época que no tenga un vídeo muy molón de lo que hacía en Stdio 54, iba hasta Trump!
Lo q no me cuadran son las fechas....q edad tendria esa mujer cuando iba a las fiestas de Studio54? Era menor de edad?
El matrimonio con el Litri lo vi mas como «algo q se tiene q hacer» un tema social q estar entusiasmada con su pareja. Tenian algo en comun,aparte de sus hijos?
 
Te juro por Snoopy que Studio 54 era una disco molona, molona. De Satanismo, nada.
A fines de los 80 cuando la conoci yo, que aun estaba abierta, lo que tenian eran unas "noches pa bailar salsa" los domingos y los jueves buenisimas :)

Pero a fines de los 80 ya no tenía los mismos dueños y el ambiente había cambiado mucho comparado con el que tuvo de 1977 a 1980, que fue su época de auge. Satánicos no eran en esa época, pero sí muy dados al s*x* libre y a drogas como la cocaína y la heroína. Eran tiempos donde no se conocía el sida, así que en Studio pasaba de todo como en el resto de discotecas. Luego llegó el Sida y el ambiente cambió. De hecho, Steve Rubell, uno de los dueños de su época de esplendor, murió de sida en plenos 80.
 
Lo q no me cuadran son las fechas....q edad tendria esa mujer cuando iba a las fiestas de Studio54? Era menor de edad?
El matrimonio con el Litri lo vi mas como «algo q se tiene q hacer» un tema social q estar entusiasmada con su pareja. Tenian algo en comun,aparte de sus hijos?

Los que iban a las fiestas de Studio 54 eran los padres. Carolina Adriana era niña cuando Studio tuvo su esplendor. Studio 54 estuvo abierto en los 90 y los 2000 pero más como centro de espectáculos que como discoteca.
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Creo recordar que en una entrevista Carolina Jr dijo que ella había ido a Studio 54, en la época buena.

Entonces era la Drew Barrymore de la alta sociedad y la llevaban con 8 o 9 añitos a las fiestas. Ella nació en el 71/72. Pudo haber ido de adolescente emancipada al Studio 54 de fines de los 80, pero ése ya no era la Sodoma y Gomorra que había sido en el 80. Aunque como en toda discoteca se conseguirá y se verá de todo. Para mí lo dice para hacerse la interesante. A ella no le tocó por edad la época en que iban Warhol, Bianca Jagger, Diana Ross y Jack Nicholson.
 
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