QUEEN

Historias
A 50 años de la formación de Queen: exuberancia, descontrol y grandes canciones
En mayo de 1970, la banda Smile se quedó sin cantante. Un joven de 24 años se ofrecíó para el puesto. Brian May y Roger Taylor lo aceptaron de inmediato. Freddie Mercury propuso el nuevo nombre del grupo. Las dificultades para grabar el primer disco. La llegada del éxito. Los hits . Las históricas presentaciones en vivo

Por Matías Bauso
17 de mayo de 2020




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Members Brian May, Roger Taylor, Freddie Mercury and John Deacon of band Queen pose in this undated picture obtained by Reuters on January 17, 2020. Courtesy of Queen Productions LTD/via REUTERS THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. MANDATORY CREDIT. NO RESALES. NO ARCHIVES.

A mediados de mayo de 1970, hace cincuenta años, la pequeña banda inglesa empezaba de nuevo. No habían tenido demasiada suerte todavía, pero ellos creían que tenían tiempo. El bajista y cantante Tim Staffell se bajaba del grupo. El guitarrista, Brian May, y el baterista Roger Taylor seguían adelante. Conseguir quien cantara no les resultó difícil. El reemplazante lo tenían frente a ellos. Freddie Bulsara, el compañero de cuarto de Staffell, iba a cada uno de sus shows y ya les había pedido una oportunidad. Freddie se moría por cantar en Smile pero Brian May se negaba. “El cantante es Tim”, repetía (años después diría: “Tim era nuestro Sting. Pero un Sting sin ego alguno”). Aunque, ante la deserción de Staffell y la evidencia de lo que Freddie podía hacer frente a un micrófono, debió cambiar de parecer.

Con un nuevo cantante, y en busca de un bajista, la banda era otra y por lo tanto necesitaba también un nuevo nombre. Freddie fue el que hizo la propuesta. Queen, dijo. Al ver el gesto receloso de los otros, se apresuró a justificar su elección. “Es un nombre que tiene que ver con la realeza, es universal, contundente, musical, inmediato y, principalmente suena espléndido”, dijo. Roger Taylor contó que al principio creyó que era una broma, que la connotación gay era demasiado evidente. Pero Freddie expuso sus argumentos seductoramente y los convenció. Fue la primera de muchas batallas que ganaría.

Freddie cambió su apellido original por Mercury. Le pareció que era más acorde a una estrella. Algo que él siempre tuvo la convicción que llegaría a ser. Una compañera de estudios, Audrey Maiden, contó que a los veinte años en cada formulario que llenaba, cuando le preguntaban la profesión, Freddie escribía músico. “No importa si no es verdad todavía, muy pronto lo será”, decía él.


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Queen Live at the Odeon, London, 1975 (The Grosby Group)



Roger Taylor tocaba en diferentes grupos desde los 15 años. Brian May había tenido un módico suceso con su primer grupo, 1984, antes de conformar Smile. Mientras tanto estudiaba astronomía en el Imperial College. Cuando la banda con nombre orwelliano se disolvió, May hizo lo que se hacía en esos tiempos. Puso un aviso en una revista musical anunciando que buscaba baterista. Y el que apareció fue Roger Taylor.

La madre de Roger Taylor le consiguió una fecha a la flamante banda para tocar en un evento para la Cruz Roja. Win Taylor hasta pagó dos avisos en el diario local. Pero lo hizo con el viejo nombre del grupo, Smile. Ensayaron casi un mes, se acopló Mike Grose como bajista, y el 27 de junio de 1970 Queen tocó por primera vez en público. La primera canción que se escuchó, sostienen algunos de los testigos, fue Stone Cold Crazy, que recién grabaron en su tercer álbum, Sheer Heart Attack. En ese tiempo el repertorio estaba integrado por canciones de Smile, algunas propias y varios covers (en especial del rock de los primeros tiempos: Little Richard y Elvis). Freddie Mercury demostró esa noche que tenía un carisma especial. Más allá de algunos pifies técnicos y varias inconsistencias, su presencia escénica era llamativa. No había nacido para pasar inadvertido. “Fue la primera vez que cantó con nosotros. Pero parecía que había nacido sobre un escenario. Cantaba bien, claro. Pero lo sorprendente era todo lo otro. Era mucho más que un cantante. Era un performer” rememoró Roger Taylor.

El grupo empezó a tocar casi todos los fines de semana. Las actuaciones, siempre para públicos no demasiado nutridos, eran cada vez más asiduas. Cambiaron el bajista; se sumó Barry Mitchell que sería reemplazado en marzo de 1971 por John Deacon. Queen llegaba a su formación definitiva. Aunque el camino hasta el debut discográfico fue largo.

“Nos costó mucho hacernos un lugar. Más de dos años para conseguir contrato discográfico. Había muchos grupos tratando de hacerse notar en esos años, peleándola como nosotros. Después costó, también, que nos aceptaran, que nos tomaran en serio. Fue duro, pero nosotros teníamos confianza y todas esas vicisitudes nos hicieron más fuerte como grupo” contó Brian May.

Tardaron dos años en grabar su primer disco cuyo título era sólo el nombre de la banda. La tapa, toda una declaración de principios. Un seguidor iluminando a Freddie en escena, algo de humo, el gesto teatral, los brazos levantados y el micrófono de pie en una mano. Una imagen exuberante para que nadie se sorprendiera con lo que iba a encontrar. O, tal vez, una profecía de lo que sería su carrera.


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8th September 1976: British rock group Queen at Les Ambassadeurs, where they were presented with silver, gold and platinum discs for sales in excess of one million of their hit single 'Bohemian Rhapsody'. The band are, from left to right, John Deacon, Freddie Mercury (Frederick Bulsara, 1946 - 1991), Roger Taylor and Brian May. (Photo by Keystone/Getty Images)

La propuesta escénica de Queen era innovadora y contundente. Sus shows fueron cada vez pareciéndose más a su líder. Las presentaciones no eran teatrales, eran mucho más que eso. Larger than life decían los ingleses. Eran operísticas. Apostaban a la grandilocuencia, al impacto. Eran pretenciosas, épicas, magníficas, excesivas.

Con el tercer LP llegó el primer éxito. Killer Queen subió en los charts. Habían logrado hacerse notar. La propuesta siempre fue ambiciosa y con poder. Para el cuarto disco llegó la consagración. Una Noche en la Ópera fue un suceso extraordinario. Sin lugar a dudas, lo que consiguió instalar definitivamente a la banda fue Rapsodia Bohemia, un tema que representaba al grupo de una manera cabal. Ambición, ideas, exuberancia, personalidad. No aceptaron sacar el tema como single editado y acortado. Ese debía ser el sencillo de promoción y debía durar más de seis minutos. Los ejecutivos de la discográfica consideraban un su***dio editarlo. “¿Qué radio va a pasar una canción de 6 minutos?” preguntaban. La respuesta: todas y durante más de cuarenta años. Mamma ohhh ohhh, Galileo, Scaramouche, ópera, solo de guitarra imbatible, balada, historia de un asesinato, ausencia de estribillo, sobregrabaciones: una canción inmortal.


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Queen en Argentina, año 1981. Hubo fuertes operativos policiales para custodiar a la banda

A partir de ese momento nadie pudo parar a Queen. Disco tras disco el éxito se repetía. Un día en las carreras, Jazz, Live Killers, The Game. Cada álbum tenía al menos dos grandes hits. Los shows cada vez eran más contundentes. Convertidos en artistas globales, en 1978 la discográfica organizó una gran presentación de su disco Jazz, el que contiene entre otras Fat Bottomed Girls y Don´t stop me now. Invitó a más de 400 periodistas de todo el mundo a Nueva Orleans. Presenciarían un recital y luego habría una gran fiesta. Luego del show, los invitados llegaron al enorme salón en el que ocurriría la presentación del disco. Los atendían hombres y mujeres semidesnudos con bandejas repletas de ostras y champagne. La fiesta fue subiendo el tono y culminó de madrugada convertida en una multitudinaria bacanal.

Queen es la segunda banda inglesa de mayor venta de la historia y previo al boom que provocó la película Bohemian Rhapsody el año pasado, el séptimo artista más vendedor de la música moderna. La película puede haberlos subir un escalón más en ese ranking. El éxito comercial es evidente, sin embargo conquistar a la crítica especializada les costó muchísimo más que al público. Hasta se podría decir que nunca lo consiguieron. En Estados Unidos, la crítica nunca los tuvo entre sus favoritos. Ni siquiera los consideró. Cada crítica de sus lanzamientos eran demoledores; un concurso de frases ingeniosas devastadoras que repelían la propuesta del grupo británico. El pastiche de estilos, lo difícil de encuadrar de su música, la búsqueda de efectividad y, también, por qué no, lo desparejo de sus álbumes, hizo que las reseñas de sus discos y sus shows fueron negativas. La Rolling Stone llego a decir que Queen fue la primera banda verdaderamente fascista. Acusaban a Mercury de ser un Jagger clase B. Al público poco le importó.


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Singer Freddie Mercury (1946 - 1991) and guitarist Brian May of British rock band Queen in concert at Wembley Stadium, July 1986. (Photo by Dave Hogan/Getty Images)

¿Cuál era el género de Queen? Incursionaron en el Heavy Metal, en el vaudeville, el pop, lo operística, la balada, el glam y una decena de estilos más. A veces intentaban hacerlo todo a la vez. Bordeaban la frontera de lo bizarro pero (casi) siempre superaban el desafío a fuerza de talento, desparpajo y una demencial confianza en sí mismos. El encanto de lo excesivo representado en la magnética figura de su cantante. Pero no sólo se trató de la inmensidad escénica de Mercury, la ductilidad de May, la potencia de Taylor o la solidez de Deacon. Queen creó canciones perfectas a lo largo de más de quince años. Quien se quede en lo bombástico y en el exceso se está perdiendo lo más importante.

En los ochenta sus trabajos discográficos fueron menos sólidos que los de la década anterior aunque en cada uno había, al menos, una canción destinada a convertirse en clásico. Por ejemplo, si la gran mayoría coincide en que Hot Space es un disco (muy) flojo, también es cierto que la canción que lo salva es nada menos que Under Pressure, esa gema en colaboración con David Bowie. En el grupo todos componían y eso nutría el acervo de canciones de manera diferente a lo que sucede en otras bandas. Como contraste es en esa década en que sus presentaciones en vivo son cada vez más virtuosas y exitosas. El público de cada uno de sus conciertos se convertía en el coro más grande del mundo. Había juego de luces, un sonido de una potencia infernal, escenografía, cambios de vestuario, diseño de escenario, lenguas de fuego. Era un espectáculo que conducía un showman único, un encantador de multitudes.

La banda detrás del performer no desaparecía ni pasaba desapercibida. Era una tormenta perfecta que no sólo apoyaba a esa otra fuerza de la naturaleza que era Freddie; también lo impulsaba.


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Members Brian May, Roger Taylor, Freddie Mercury and John Deacon of band Queen pose in this undated picture obtained by Reuters on January 17, 2020. Courtesy of Queen Productions LTD/via REUTERS THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. MANDATORY CREDIT. NO RESALES. NO ARCHIVES.

Uno de las cumbres de sus presentaciones en vivo fue la ya célebre presentación de 1985 en el Live Aid. Poco más de un cuarto de hora que subyugó y terminó de cimentar el mito. Bob Geldof, el organizador del evento benéfico televisado globalmente, encontró la razón que explica que Freddie haya brillado de tal manera esa tarde: “Fue el escenario perfecto para Freddie, la medida exacta para él: el mundo entero”.

Hay artistas que logran que una imagen se convierte en icónica. ¿Cómo debe vestirse (o disfrazarse) quién quera imitar o emular al frontman de Queen? Las opciones son innumerables. ¿El jean celeste claro y la musculosa del Live Aid? ¿O la campera de cuero amarilla con el traje blanco con largas tiras laterales de varios colores con las botitas de boxeador? ¿O con ajustados pantalones blancos y una suntuosa capa de terciopelo? ¿O tal vez con ese vestuario con reminiscencias bondage de fines de los setenta, principios de los ochenta, con mínimos pantalones negros de cuero, con el torso desnudo y tiradores? ¿O tal vez con el catsuit de lycra negro con un escote que llegaba hasta el ombligo? Decenas de looks. Ninguno para pasar inadvertido. Originales, estentóreos, inolvidables, recordándonos siempre que él era una estrella y que todo se trataba de un show, un gran show.

Luego llegó la enfermedad de Freddie Mercury. Innuendo con The Show must go on es el último disco que grabaron. Freddie murió de sida en 1991. En 1995 aparecía otro disco con inéditos y outtakes. Pero la leyenda ya estaba escrita. Sus discos de grandes éxitos (tienen tres y no hay ningún tema de relleno; el nombre se puede interpretar literalmente: todas las canciones incluidas son grandes éxitos) se siguen vendiendo y escuchando hasta la actualidad. El grupo se convirtió en leyenda y sus temas en himnos que pasan de generación en generación porque ellos, esos cuatro músicos reales (de la realeza del rock), qué duda cabe, siguen siendo los campeones.

 
WE WILL LICK YOU
Rockers Queen featured on new set of Royal Mail stamps
  • James Somper
  • 23 Jun 2020, 0:01
ROCKERS Queen will be joining Her Majesty the Queen on UK postage stamps.
They are only the third band to get the honour after The Beatles and Pink Floyd. The stamps will go on sale July 9.
Queen feature on a new set of Royal Mail stamps
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Queen feature on a new set of Royal Mail stamps
Queen are only the third band to get the honour after The Beatles  and Pink Floyd
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Queen are only the third band to get the honour after The Beatles and Pink Floyd
Album covers will be on eight stamps - Queen II, 1974; Sheer Heart Attack, 1974; A Night At The Opera, 1975; News Of The World, 1977; The Game, 1980; Greatest Hits, 1981; The Works, 1984; and Innuendo, 1991.
The miniature-sheet has images of Freddie Mercury at Wembley Stadium, 1986; Roger Taylor at Hyde Park, 1976; John Deacon at Hammersmith Odeon, 1975; and Brian May in Budapest, 1986.




Drummer Roger Taylor said: "Wow - stamps featuring our albums. What an honour. We must be really part of the furniture now."
Brian May added: "Since we four precocious boys started out on our quest 50 years ago, our lives have been devoted to making our impossible dream come true.

Roger Taylor said: 'What an honour. We must be really part of the furniture now'
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Roger Taylor said: 'What an honour. We must be really part of the furniture now'
Bassist John Deacon pictured at Hammersmith Odeon in 1975
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Bassist John Deacon pictured at Hammersmith Odeon in 1975




"Sometimes it's strange to wake up and realise the position in which we are now held - we have become a national institution, and nothing brings this home more than this incredible tribute from Royal Mail.|
Philip Parker, of Royal Mail, said: "With their truly original, theatrical sound and effortless ability to mix musical styles, Queen are rock royalty.
"We pay tribute to one of the most loved bands of all time with these stunning stamps."
Brian May said: 'We have become a national institution, and nothing brings this home more than this incredible tribute from Royal Mail'
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Brian May said: 'We have become a national institution, and nothing brings this home more than this incredible tribute from Royal Mail'
Philip Parker, of Royal Mail, said: 'We pay tribute to one of the most loved bands of all time with these stunning stamps'
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Philip Parker, of Royal Mail, said: 'We pay tribute to one of the most loved bands of all time with these stunning stamps'
 
A 35 años del Live Aid: 50 súper estrellas de rock, luchas de egos y grandes papelones
El 13 de julio de 1985 se realizó el primer megafestival de rock, con sede en Londres y Filadelfia, cuyo fin fue recaudar fondos para la lucha contra el hambre en Etiopía. La idea de Bob Geldof. El baile de Bono con una chica de 15, que marcó el show. La mala noche de Madonna. Queen como los reyes absolutos. Tanta fue la repercusión que a partir de ese momento en esta fecha se celebra El Día del Rock & Roll
Por Matías Bauso
13 de Julio de 2020



Queen en el Live Aid de 1985: Freddie Mercury, John Deacon y Brian May en el concierto en Wembley, Londres. (Foto: Shutterstock)
Queen en el Live Aid de 1985: Freddie Mercury, John Deacon y Brian May en el concierto en Wembley, Londres. (Foto: Shutterstock)

Dieciséis horas. Dos estadios. Más de 50 superestrellas del rock. 1.500 millones de espectadores. Cientos de millones de dólares de recaudación. Más de 150 países conectados. 16 horas de televisación ininterrumpida. Un músico que (casi) alcanza la canonización. Carreras que despegan hacia el estrellato. Otras que se desmoronan inevitablemente. Algunos rechazos inexplicables. Varias reuniones históricas. Una, la más deseada, que no ocurre. Y cientos de grandes historias.

Hace 35 años tuvo lugar Live Aid, el megafestival de rock con sede en Londres y en Filadelfia, cuyo fin fue recaudar fondos para la lucha contra el hambre en Etiopía. Tanta fue la repercusión de esos conciertos, tan peculiar fue la aglomeración única de artistas, que a partir de ese momento, el 13 de julio pasó a ser El Día del Rock & Roll.

Más allá de etiquetas y de celebraciones convencionales, lo ocurrido en esa jornada tuvo muchas aristas que, por motivos encomiables y de los otros, la convierten en memorable.


Bob Geldof era el líder de The Boomtown Rats, un grupo de rock que había tenido un gran éxito con el tema I Don’t Like Mondays; también había protagonizado Pink Floyd’s The Wall. Una noche de 1984 mientras veía televisión con su novia Paula Yates un informe de la BBC cambió su vida. Hablaba del hambre en Etiopía. Llamó a su amigo Midge Ure, vocalista del grupo Ultravox y le propuso escribir una canción, convocar grandes figuras para la grabación y donar las regalías recaudadas para paliar el hambre en ese lejano país.

La idea, aunque hoy suene trillada, era novedosa en ese entonces. Y hasta algo audaz. El rock no tenía desarrolladas prácticas solidarias. Nadie quería quedar como débil en el mundo del descontrol. La práctica era el cinismo. El resultado del entusiasmo de Geldof fue Do they know is Christmas?, un single que fue un gran suceso y que contó con la participación de importantes figuras musicales británicas: Sting, Bono, Phil Collins, Boy George, George Michael y decenas de personajes más.

El single llegó al número uno en la navidad de 1984. El modelo fue copiado muy pocos meses después en Estados Unidos. Michael Jackson y Lionel Ritchie escribieron We are the world y junto a Quincy Jones aprovecharon su poder de convocatoria y la noche de los Grammy para meter en un estudio a glorias tales como Springsteen, Dylan, Stevie Wonder, Paul Simon, Ray Charles, Billy Joel y muchos más.

Bob Geldof, inspirador de USA for Africa. En la imagen, junto a la princesa Diana y al príncipe Carlos en Wembley (Foto: REUTERS/Rob Taggart)
Bob Geldof, inspirador de USA for Africa. En la imagen, junto a la princesa Diana y al príncipe Carlos en Wembley (Foto: REUTERS/Rob Taggart)

Esa noche Quincy Jones le presentó a su elenco único al inspirador de USA for Africa: Bob Geldolf. Bob tomó un micrófono y descerrajó un furibundo discurso sobre el hambre en África, brindó cifras escalofriantes e instó a la acción. Cuando terminó lo aplaudieron. Unas pocas horas después volvió a tomar el micrófono sin que nadie se lo diera. A los gritos empezó a quejarse por el lujoso catering que estaban consumiendo. Contó que cuando grabaron en Inglaterra, él mismo fue hasta una casa de comida rápida a conseguir comida para todos. En medio de sus insultantes palabras alguien lo interrumpió para aclararle que el catering había sido donado por una empresa. Bob, esa noche, no volvió a dirigirse a los demás a través del micrófono.

Ambos singles recaudaron varias decenas de millones de dólares. Geldof creyó que todavía podía hacerse más. En marzo de 1985 se reunió con Harvey Goldsmith, el más importante promotor británico de rock. Le propuso realizar un recital simultáneo en dos continentes con las mayores atracciones del mundo de la música. Goldsmith trató de desalentarlo. Le dijo que era imposible juntar a tanta gente, que la coordinación entre Estados Unidos y Europa iba a resultar muy dificultosa, que la ingeniería de producción exigía muchísimo tiempo, tal vez años. Geldof asintió con la cabeza y cuando Goldsmith terminó de hablar, le dijo: “Creo que el 13 de julio es una buena fecha. Ya averigüé que Wembley está libre”. Esa misma tarde una discográfica le cedió una oficina y Geldof comenzó a trabajar.

Lo primero que hizo fue contactar a Bill Graham, el mítico promotor musical norteamericano. Él sería el hombre clave al otro lado del Atlántico. La experiencia y los contactos de Graham allanarían el camino.

Bill Graham, otro hombre clave en el Live Aid (Foto: Mark Sarfati)
Bill Graham, otro hombre clave en el Live Aid (Foto: Mark Sarfati)

El éxito de los singles benéficos había ablandado a algunas figuras que meses antes se habrían opuesto a participar en algo así. El prestigio de los nombres involucrados empujaba a otros a unirse. Pero nadie quería pasarse de la raya. Su negocio, en parte, consistía en seguir siendo “chicos malos”. El rock todavía no tenía desarrollado el músculo de la solidaridad. Si bien no era el primer show benéfico (el precursor fue el Concierto por Bangladesh de George Harrison), la movida era riesgosa.

Geldof utilizó un recurso, obvio y antiguo, pero de gran eficacia. A cada gran nombre que contactaba le aseguraba que otros ya habían aceptado y remataba la propuesta con una pregunta: “¿Vos te vas a quedar afuera?”. Así a Sting le dijo que Elton John y Billy Joel ya habían aceptado pero cuando se comunicó con Elton le informó que los dos primeros que se habían subido al show habían sido Sting y Billy Joel.

Por pueril que parezca, el mismo método funcionó con las cadenas televisivas. NBC y CBS desecharon la propuesta. ABC era la última opción. Al iniciar esa reunión Geldof explicó que no iba a poder dar una respuesta definitiva porque se había comprometido con NBC a comunicarle cualquier oferta superior. Esa especie de chantaje emocional funcionó a la perfección.

Tanto fue así que los organizadores pasaron del temor a no tener números lo suficientemente importantes a tener que rechazar las propuestas de participación de artistas con enorme convocatoria. Esa era una situación delicada. Pero no solo para no debilitar egos sino porque los productores debían seguir en el negocio y estaban desairando a grupos capaces de llenar grandes estadios.

Una multitud copó el emblemático estadio de Londres (Foto: Alan Davidson / Shutterstock)
Una multitud copó el emblemático estadio de Londres (Foto: Alan Davidson / Shutterstock)

El otro gran inconveniente en la parte artística era el de congeniar todos esos egos desmesurados, que soportaran tener solo una pequeña parte de la atención y que entendieran que solo un número podía cerrar la programación en cada estadio.

A días de anunciar el elenco surgió un inconveniente inesperado. Acusaciones de racismo. Esas imputaciones siempre son graves pero mucho más cuando el evento está destinado a África. Muchos artistas negros adujeron que ellos no habían sido invitados. Otros como Stevie Wonder desistieron porque, según dicen que dijo, “no quiero ser el negro de tu película”. Michael Jackson y Prince (tampoco participó de Usa for Africa) se bajaron por distintos motivos. Y otros como los Four Tops, Tina Turner, dos de los Temptations y Billy Ocean se sumaron después.

Desde el punto de vista técnico los shows también representaban un gran desafío. Organizar dos estadios, el fluir de los artistas en escena de manera incesante, las conexiones internacionales, la logística de traslado, la recaudación en cada país involucrado.

Geldof sabía que la recaudación se vería incrementada si no dejaban de lado ningún aspecto del negocio. La primera ley fue ahorrar en cada aspecto de la organización y conseguir todo tipo de donaciones. Oficinas, pasajes aéreos, catering, equipos.

El show de Queen en el Live Aid fue uno de los momentos más destacados en la historia de la emblemática banda (Foto: Alan Davidson / Shutterstock)
El show de Queen en el Live Aid fue uno de los momentos más destacados en la historia de la emblemática banda (Foto: Alan Davidson / Shutterstock)

Una tarde amenazó con despedir a todo el equipo norteamericano de producción porque le llegó una cuenta de 15 mil dólares por placas conmemorativas de agradecimiento. Luego de los gritos esa factura bajo a 5 mil dólares. El presupuesto original bajó de 20 millones a 4 gracias a donaciones, ahorros y presiones.

La recaudación constaría de cuatro grandes rubros. La venta de las casi 200 mil entradas que se agotaron apenas salieron a la venta, los derechos televisivos vendidos a 150 países, el merchandising, el sponsoreo de grandes compañías globales y lo que se pudiera juntar en los teletones. Geldof pretendía que en cada país importante de Europa, Asia y América simultáneamente a los shows hubiera centros en los que se recibieran donaciones de dinero. En algunos países esa idea fue fácil de instalar. En otros muy complicada. Hasta que tuvo que amenazar con retirarles los derechos de transmisión si no organizaban los teletones. Hubo 22 de ellos alrededor del mundo.

La parte más difícil fue, de toda manera, el de equilibrar los egos desmesurados de los artistas. El orden de aparición era un tema sensible. Lo mismo determinar quién podía tocar con toda su banda y quién lo haría como solista (dicen que Billy Joel no fue parte por ese motivo: solo le ofrecieron cantar con su piano de acompañamiento; no parece una propuesta descabellada tratándose de El Hombre del Piano). Quiénes cerraban en cada estadio fue más sencillo de determinar. El peso de Paul McCartney y de Bob Dylan se impusieron solos. Nadie pudo oponerse.

Por una cuestión de husos horarios todo empezó en Londres. Status Quo, Paul Weller y The Style Council, Geldof con los Boomtown Rats, su amigo Ure con Ultravox fueron los primeros en aparecer.



El show de Status Quo
Desde ese momento una sucesión impresionante de shows que se extendió por 16 horas. Algunas carreras encontraron la consagración definitiva ante ese público descomunal, el más grande de la historia hasta el momento. Ni la final del Mundial 82 ni los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 habían llegado a los 1500 millones de espectadores de esa jornada. Otros despegaron. Y unos cuantos colapsaron y hundieron su futuro tras unos malos diez minutos ante los ojos del mundo.

Cada tanto se conectaba con algún país del mundo en el que un número local presentaba una canción. La Unión Soviética, Japón, Noruega. Australia mostró al mundo la contundencia de Inxs (ese fue el primer contacto, aunque remoto, entre Geldof y Michael Hutchence). Otros países como Austria, Alemania, Yugoslavia prefirieron presentar ensambles con sus principales artistas haciendo una canción benéfica. Holanda optó por algo más sencillo y seguro. Retransmitió una actuación de B.B.King que ese día se presentaba en Ámsterdam.

La apertura en Estados Unidos fue sorpresiva y guarda una de las mejores historias de esa jornada. Un chico de 18 años, con rulos, una armónica colgada en el cuello y una guitarra se paró frente al micrófono y cantó un cover de Dylan y una canción propia con una letra con conciencia social. Antes se presentó a la multitud como Bernard Watson.

Su nombre real era David Weinstein. Un día escuchó en la radio que se iba a realizar el concierto en Filadelfia y consideró que él era el adecuado para abrirlo. Sus antecedentes eran nulos. Pero eso no le pareció que fuera importante. Se instaló en el estacionamiento del estadio JFK y durmió allí durante varios días. Pretendía cruzarse con Graham y convencerlo. Pero antes de dar con el promotor lo encontraron algunos periodistas que al día siguiente publicaron su historia en un recuadro de la sección de espectáculos del diario local, como una curiosidad más. A media mañana, Bill Graham mandó un emisario a hablar con el chico que le entregó un cassette para que conocieran su música. Diez minutos después Graham bajó al estacionamiento con una gran bandeja con comida para Bernard. Y le dijo: “Alimentate que tenés que estar bien para el sábado parece que vas a abrir el show. ¿O acaso pretendés ser el numero de cierre?”.

Y así fue, el 13 de julio Bernard Watson fue el primero en subir al escenario norteamericano del Live Aid.
Después de él, entró Jack Nicholson que leyó un discurso (“Nunca estuve tan nervioso en mi vida. Suerte que llevé anotado lo que quería decir. No estoy acostumbrado a estar ante tanta gente”, dijo). Joan Baez cantó a continuación.

Una de las grandes atracciones de los shows de Filadelfia eran las reuniones de grupos disueltos hacía años. Crosby, Stills, Nash and Young, Black Sabbath, Duran Duran pero muy especialmente Led Zeppelin. Muy posiblemente ese fuera el momento más esperado del show.

El grupo se negó a anunciarse como tal. Fueron Page, Plant y Jones. Sin John Bonham ellos no podían ser Led Zeppelin. Para la batería llamaron a Tony Thompson que había tocado en el grupo Chic. También se les sumaría Phil Collins. Doble batería para reemplazar a Bonham. No parecía una buena idea teniendo en cuenta que casi no habían ensayado. La actuación fue un desastre.

Page estaba en pésimo estado, Plant tuvo problemas de voz mientras John Paul Jones trataba de mantener la estructura de pie con su bajo
a pesar de las desavenencias evidentes entre los dos bateristas que recién se conocieron sobre el escenario. Al público no pareció importarle: se conformaban con ver a Led Zeppelin otra vez en vivo. Pero a ellos sí porque se opusieron a que, años después, su actuación fuera incluida en el DVD del evento.

Phil Collins tuvo un día agitado. Fue el único en tocar en los dos lugares. Primero lo hizo en Londres. Mostró algún éxito solista, se unió a Sting y Brandford Marsalis en un set y apenas bajó del escenario una moto lo llevó al aeropuerto. Tres horas en el Concorde (en las que aprovechó para ensayar las canciones de Zeppelin) y otra vez subir al escenario pero en otro continente. Un récord bobo, pero récord al fin.

Elton John
mostró su contundencia escénica con Don’t go breaking my heart y con su dúo que después alcanzaría celebridad con George Michael, Bowie deslumbró con Heroes, The Who mostró su contundencia y desborde habitual, Mark Knopfler y Dire Straits en la cumbre de su éxito también gustaron. Pero en Wembley hubo dos grupos que se robaron la jornada.

Elton John y su piano durante el show (Foto: Reuters)
Elton John y su piano durante el show (Foto: Reuters)

El primero fue U2. Todavía no eran grandes celebridades globales y esa actuación fue el espaldarazo que necesitaron. Fueron solo dos temas. Sunday Bloody Sunday enardeció al público. La segunda canción fue Bad. En medio de la ejecución Bono comenzó a hacer señas a la gente de seguridad. Alguien interpretó que quería que dejaran pasar a una de las chicas del público. Pero Bono seguía gesticulando. Como no lo entendían bajó del escenario, se acercó al lugar y señaló a una chica de 15 años que la estaba pasando mal, a punto de ser asfixiada por la presión de la multitud. Mientras tanto la banda seguía repitiendo la misma parte de la canción. Bono la abrazó paternalmente, le dio un beso, bailó brevemente con ella y volvió al escenario para terminar con una versión de más de 10 minutos de Bad. No tuvieron tiempo para tocar la tercera canción programada. Pero no importó. Ya nadie olvidaría a U2 y su cantante. Un gesto humano en medio de un paisaje sobrenatural.

David Bowie deslumbró a todos con su show (Foto: Grosby Group)
David Bowie deslumbró a todos con su show (Foto: Grosby Group)

Pero quienes ganaron la hipotética contienda de habilidades, sin duda, fueron los Queen. El show de menos de veinte minutos fue inolvidable. Hits, impacto, presencia escénica, medley de temas, juego con el público, despliegue, contundencia. Una actuación inolvidable (es la que recrea milimétricamente la película Rapsodia Bohemia en su parte final) que convirtió a Queen en el mejor grupo en vivo de su tiempo. El gran momento del grupo había pasado; la prensa, en especial la norteamericana, no los trataba bien, pero nada de eso pesó. Freddy Mercury y sus compañeros aprovecharon su oportunidad y brindaron un momento inolvidable.






Queen interpretó "Bohemian Rhapsody" en el Live Aid 1985

En Estados Unidos también hubo grandes shows de Tom Petty, Run DMC, The Beach Boys (con un Brian Wilson extrañamente rozagante), Santana y un Eric Clapton que logró relanzar una carrera que venía alicaída. Una recatada Madonna no tuvo una buena noche.

Cada show cerró con un ensamble de figuras haciendo la canción benéfica de ese lado del Atlántico, Do they know is Christmas? y We are the world.







Las figuras entonaron "Do they know it's Christmas?"

Hubo grandes ausencias también. Una de las más notables fue la de los Rolling Stones aunque Mick Jagger, Richards y Ron Wood estuvieron en el escenario de Filadelfia. Pero por separado. Jagger cantó algunos éxitos (perdón: canciones) solistas, Miss You y conformó un volcánico dúo con Tina Turner (iba a hacer dúplex con Bowie para Dancing in the Street pero se suspendió por problemas técnicos). Keith Richards y Ron Wood acompañaron el cierre de Bob Dylan. La falta de ensayo y un Dylan al menos disperso (la mitad de los 80 no fue una buena época para él) hizo que la presentación no fuera memorable.

Bob Dylan, otra de las grandes estrellas de la velada (Foto: AFP / Micelotta FRANK)
Bob Dylan, otra de las grandes estrellas de la velada (Foto: AFP / Micelotta FRANK)

La otra ausencia por más que parezca increíble fue la de los Beatles. O al menos así lo hizo creer Geldof que dejó correr el rumor que juntaría a los tres sobrevivientes con Julian Lennon. Pero no se trató más que de un rumor. Muchos sostienen que la ausencia de George Harrison y de Julian Lennon en la velada se debió a su enojo con el organizador.

El balance del concierto fue positivo. Por primera vez tantas estrellas se juntaban por una buena causa. Las actuaciones fueron desparejas con algunos evidentes puntos altos. El saldo más importante fue, más allá del dinero recaudado, el de demostrar que las estrellas de rock podían trabajar para causas nobles y que el mensaje sobre el drama en el continente africano se instaló con contundencia en la sociedad; gobiernos y grandes empresas empezaron a ser conscientes de la necesidad de actuar. El Live Aid abrió nuevos caminos y expandió un mensaje.

Tiempo después hubo denuncias de que los fondos recaudados fueron utilizados en Etiopía para comprar armas y para dirimir conflictos internos del país. Geldof salió a desmentir la cuestión y a defender su labor. Veinte años más tarde Geldof organizó el Band Aid, otro megaconcierto con fines benéficos. En el camino fue nombrado Caballero de la Corona y nominado varias veces al Premio Nobel de la Paz.

Cada tanto el cantante se queja amargamente de que sus labores filantrópicas opacaron su carrera como músico, que el público ya no pudo ver más de él que ese aspecto y se invisibilizó su producción artística. Dijo, textualmente: “De no ser por el Live Aid yo hoy sería como Sting o Paul Weller”. Parece una (gran) exageración.

 
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