Las chicas de oro: risas enlatadas, nostalgia y tarta de queso

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Las chicas de oro: risas enlatadas, nostalgia y tarta de queso​

Casi cuatro décadas después de su estreno, las siete temporadas de la serie llegan este miércoles a Disney+. ¿Conseguirán Dorothy, Blanche, Rose y Sophia seducir a las nuevas generaciones?​


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EVA GÜIMIL
12 ENE 2022 - 03:17 CET

En Cansada y enferma, el capítulo doble con el que comienza la quinta temporada de Las chicas de oro, Dorothy reúne en un restaurante a su madre y sus amigas para festejar que la enfermedad que padece tenga nombre: fatiga crónica. Tras peregrinar por consultas de médicos que, minimizando o ignorando su sufrimiento, le sugerían que tuviese citas, fuese de crucero o se tiñese el pelo, un especialista había diagnosticado su afección. Ni siquiera la curaba, simplemente validaba su dolencia: no estaba loca; estaba enferma. Una vivencia tan triste como cotidiana en la que muchas mujeres pudieron —pueden— reconocerse. Cuando el camarero pregunta qué celebran, Sophia aligera el tono de la secuencia con una línea que nos devuelve el espíritu jocoso de la serie: “Que mi hija ha sabido que padece una enfermedad debilitante”.

Esa trama, basada en la experiencia personal de la creadora de la serie, Susan Harris, deja claras dos cosas: la importancia de las mujeres en la sala de guion y la extraordinaria variedad del material que se trataba en la serie. Un material que probablemente no era el esperado por la NBC cuando se planteó incorporar a su parrilla una comedia sobre “mujeres mayores”. El equipo de guionistas al que llegó la idea no tardó en descubrir que con “mayores” la cadena se refería a 40 años y que el proyecto era una especie de Cómo casarse con un millonario que sustituía los sofisticados ambientes neoyorquinos por la soleada piscifactoría de jubilados adinerados que es Miami. El guion que entregaron Paul Junger Witt, Tony Thomas y Harris fue mucho más revolucionario: tres sexagenarias compartiendo casa y confidencias adelantándose tres décadas al cohousing.

Si a la NBC se le pasó por la cabeza que vejez podía ser sinónimo de aburrimiento, esa idea se desvaneció tras un piloto que congregó a 25 millones de espectadores y enamoró por igual a público y crítica. La química entre Bea Arthur, Rue McClanahan, Betty White y Estelle Getty resultaba imbatible y las convirtió en los rostros más populares y premiados de la pantalla.

Dorothy, Blanche, Rose y Sophia cautivaron a público de todas las edades gracias a un humor inteligente y vivencias intergeneracionales. Eran viudas, divorciadas, madres e incluso abuelas, pero la serie no pivotaba sobre ello. No vivían sus vidas a través de sus hijos ni esperaban anhelantes la visita de los nietos. “Lo que le dijimos a Estados Unidos fue que la vida no había terminado solo porque tienes un nido vacío, estás divorciada o tu cónyuge falleció. Puedes crear una nueva familia y vivir otra vida” sentenció Tony Thomas en 2019.

Las protagonistas, como cualquier mujer de cualquier edad, tenían problemas domésticos y laborales; se enamoraban, lidiaban con sus ex y mantenían relaciones sexuales. Y todo lo vertebraba una amistad inquebrantable basada en un cariño a veces un tanto peculiar. “¿Qué fue lo primero que pensaste de mí?”, le pregunta en una ocasión Blanche a Rose. “Que eras una put* y que llevabas mucho maquillaje. Pero me equivoqué, no llevas mucho maquillaje”.

A lo largo de sus 177 capítulos, además de para la fatiga crónica hubo espacio para el VIH, la menopausia, el acoso sexual, el su***dio, la adicción a los analgésicos o la homosexualidad. De hecho, su episodio más laureado, ¿Verdad que es romántico?, contaba la historia de Jean, una amiga lesbiana de Dorothy que se enamoraba de Rose. En 1986, durante la puritana era Reagan, fue una trama rompedora para una comedia familiar. Si el s*x* tras la menopausia ocupaba un papel ínfimo en la televisión de los ochenta, el amor homosexual en la tercera edad no ocupaba ninguno. “Nunca se trató solo de bromas”, contó Paul Junger Witt a Vulture, “esos episodios significaban mucho para nosotros porque abordamos temas serios que debían tratarse a nivel nacional y era una forma segura de que las personas los vieran, escucharan y asimilaran”.

La naturalidad con la que bromeaban sobre todo fue uno de los factores que provocó que la audiencia se mantuviese fiel hasta el final. Tras siete temporadas de éxito, Bea Arthur decidió abandonar la serie y Las chicas de oro se despidió como una pieza fundamental de la cultura audiovisual del siglo XX y una de esas ficciones que hay que esgrimir cuando alguien afirma que las mujeres no son divertidas o se justifica el humor misógino, homófobo o racista bajo el escudo del “eran otros tiempos”.

Casi cuatro décadas después de su estreno y convertida en un fenómeno pop, era una de las grandes carencias de la abrumadora oferta de las plataformas. Este miércoles, por fin, desembarcará al completo en Disney+ y es lícito preguntarse si los espectadores que no vivieron el fenómeno en los ochenta conectarán con las batallitas sicilianas de Sophia, los ardores sureños de Blanche, las miradas soslayadas de Dorothy y las peroratas sobre festivales de arenques malabaristas del St. Olaf de Rose. Pero como si hay algo tan atemporal como compartir una porción de tarta con las personas que quieres es el humor inteligente, la respuesta solo puede ser: sí.
 

Las chicas de oro: risas enlatadas, nostalgia y tarta de queso​

Casi cuatro décadas después de su estreno, las siete temporadas de la serie llegan este miércoles a Disney+. ¿Conseguirán Dorothy, Blanche, Rose y Sophia seducir a las nuevas generaciones?​


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EVA GÜIMIL
12 ENE 2022 - 03:17 CET

En Cansada y enferma, el capítulo doble con el que comienza la quinta temporada de Las chicas de oro, Dorothy reúne en un restaurante a su madre y sus amigas para festejar que la enfermedad que padece tenga nombre: fatiga crónica. Tras peregrinar por consultas de médicos que, minimizando o ignorando su sufrimiento, le sugerían que tuviese citas, fuese de crucero o se tiñese el pelo, un especialista había diagnosticado su afección. Ni siquiera la curaba, simplemente validaba su dolencia: no estaba loca; estaba enferma. Una vivencia tan triste como cotidiana en la que muchas mujeres pudieron —pueden— reconocerse. Cuando el camarero pregunta qué celebran, Sophia aligera el tono de la secuencia con una línea que nos devuelve el espíritu jocoso de la serie: “Que mi hija ha sabido que padece una enfermedad debilitante”.

Esa trama, basada en la experiencia personal de la creadora de la serie, Susan Harris, deja claras dos cosas: la importancia de las mujeres en la sala de guion y la extraordinaria variedad del material que se trataba en la serie. Un material que probablemente no era el esperado por la NBC cuando se planteó incorporar a su parrilla una comedia sobre “mujeres mayores”. El equipo de guionistas al que llegó la idea no tardó en descubrir que con “mayores” la cadena se refería a 40 años y que el proyecto era una especie de Cómo casarse con un millonario que sustituía los sofisticados ambientes neoyorquinos por la soleada piscifactoría de jubilados adinerados que es Miami. El guion que entregaron Paul Junger Witt, Tony Thomas y Harris fue mucho más revolucionario: tres sexagenarias compartiendo casa y confidencias adelantándose tres décadas al cohousing.

Si a la NBC se le pasó por la cabeza que vejez podía ser sinónimo de aburrimiento, esa idea se desvaneció tras un piloto que congregó a 25 millones de espectadores y enamoró por igual a público y crítica. La química entre Bea Arthur, Rue McClanahan, Betty White y Estelle Getty resultaba imbatible y las convirtió en los rostros más populares y premiados de la pantalla.

Dorothy, Blanche, Rose y Sophia cautivaron a público de todas las edades gracias a un humor inteligente y vivencias intergeneracionales. Eran viudas, divorciadas, madres e incluso abuelas, pero la serie no pivotaba sobre ello. No vivían sus vidas a través de sus hijos ni esperaban anhelantes la visita de los nietos. “Lo que le dijimos a Estados Unidos fue que la vida no había terminado solo porque tienes un nido vacío, estás divorciada o tu cónyuge falleció. Puedes crear una nueva familia y vivir otra vida” sentenció Tony Thomas en 2019.

Las protagonistas, como cualquier mujer de cualquier edad, tenían problemas domésticos y laborales; se enamoraban, lidiaban con sus ex y mantenían relaciones sexuales. Y todo lo vertebraba una amistad inquebrantable basada en un cariño a veces un tanto peculiar. “¿Qué fue lo primero que pensaste de mí?”, le pregunta en una ocasión Blanche a Rose. “Que eras una p*ta y que llevabas mucho maquillaje. Pero me equivoqué, no llevas mucho maquillaje”.

A lo largo de sus 177 capítulos, además de para la fatiga crónica hubo espacio para el VIH, la menopausia, el acoso sexual, el su***dio, la adicción a los analgésicos o la homosexualidad. De hecho, su episodio más laureado, ¿Verdad que es romántico?, contaba la historia de Jean, una amiga lesbiana de Dorothy que se enamoraba de Rose. En 1986, durante la puritana era Reagan, fue una trama rompedora para una comedia familiar. Si el s*x* tras la menopausia ocupaba un papel ínfimo en la televisión de los ochenta, el amor homosexual en la tercera edad no ocupaba ninguno. “Nunca se trató solo de bromas”, contó Paul Junger Witt a Vulture, “esos episodios significaban mucho para nosotros porque abordamos temas serios que debían tratarse a nivel nacional y era una forma segura de que las personas los vieran, escucharan y asimilaran”.

La naturalidad con la que bromeaban sobre todo fue uno de los factores que provocó que la audiencia se mantuviese fiel hasta el final. Tras siete temporadas de éxito, Bea Arthur decidió abandonar la serie y Las chicas de oro se despidió como una pieza fundamental de la cultura audiovisual del siglo XX y una de esas ficciones que hay que esgrimir cuando alguien afirma que las mujeres no son divertidas o se justifica el humor misógino, homófobo o racista bajo el escudo del “eran otros tiempos”.

Casi cuatro décadas después de su estreno y convertida en un fenómeno pop, era una de las grandes carencias de la abrumadora oferta de las plataformas. Este miércoles, por fin, desembarcará al completo en Disney+ y es lícito preguntarse si los espectadores que no vivieron el fenómeno en los ochenta conectarán con las batallitas sicilianas de Sophia, los ardores sureños de Blanche, las miradas soslayadas de Dorothy y las peroratas sobre festivales de arenques malabaristas del St. Olaf de Rose. Pero como si hay algo tan atemporal como compartir una porción de tarta con las personas que quieres es el humor inteligente, la respuesta solo puede ser: sí.
Gracias por la información¡¡
Una de las mejores series que he visto, maravillosa. Pues mis hijos tienen Disney+ , hasta ahora no he visto nada de la plataforma, pero me temo que les voy a robar ancho de banda jejejejeje porque voy a volver a ver la serie enterita.
Hay que avisar a @Beltane del acontecimiento.
 
Gracias por la información¡¡
Una de las mejores series que he visto, maravillosa. Pues mis hijos tienen Disney+ , hasta ahora no he visto nada de la plataforma, pero me temo que les voy a robar ancho de banda jejejejeje porque voy a volver a ver la serie enterita.
Hay que avisar a @Beltane del acontecimiento.
Hace poco renovaron bastante la plataforma, en el catálogo ya hay muchas series y pelis para adultos.
 
Gracias por la información¡¡
Una de las mejores series que he visto, maravillosa. Pues mis hijos tienen Disney+ , hasta ahora no he visto nada de la plataforma, pero me temo que les voy a robar ancho de banda jejejejeje porque voy a volver a ver la serie enterita.
Hay que avisar a @Beltane del acontecimiento.


Gracias por el aviso.
La serie era maravillosa "¡Tesooooroooo!", esas tartas a media noche por favor. Que mujeres elegantes.
Pero no tengo Disney +, ya la podrían reponer en otro canal en abierto. En Disney + no tienen el target para esta serie.
 
Gracias por el aviso.
La serie era maravillosa "¡Tesooooroooo!", esas tartas a media noche por favor. Que mujeres elegantes.
Pero no tengo Disney +, ya la podrían reponer en otro canal en abierto. En Disney + no tienen el target para esta serie.
He esperado años a que la repusieran en canal abierto y nada. Una de las mejores series de la historia.
Siento que no puedas verla.
 
Yo no vi esta serie en su momento, estoy viéndola ahora y me está encantando, es una maravilla. Me encantan las cuatro protagonistas, es que no puedo elegir entre ninguna.
 

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