La pesadilla de Charlène de Mónaco continúa: Carolina de Mónaco la quiere fuera de la Casa Real

Las comparaciones no sirven para mucho. Carolina tampoco tiene que ser amiga de ella sino es de su estilo.

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Educación, hobbies, responsabilidades y fe: todo lo que separa a Carolina de Mónaco y la princesa Charlène​

Dos mujeres completamente opuestas conviven en Mónaco: la princesa Charlène y Carolina de Hannover.​

La princesa Charlène de Mónaco, Alberto de Mónaco y Carolina de Hannover./gtres

La princesa Charlène de Mónaco, Alberto de Mónaco y Carolina de Hannover. / GTRES
SILVIA VIVASLunes, 10 octubre 2022, 09:42

Si algo tienen en común Carolina de Mónaco y la princesa Charlène es que ambas pueden hacer un campeonato sobre cómo mantener la actitud de «princesa distante» en público y quedar empatadas. Y hasta ahí llegarían las similitudes entre ambas, todo lo demás las separa.

El baño de frialdad y distancia que ambas mujeres lucen en público lo han aprendido a golpe de desgracias: la muerte prematura de su madre y su esposo en el caso de Carolina; su lucha contra los rumores y la enfermedad en el de Charlène.

Pero aparte de por su hieratismo a Carolina de Hannover y Charlène de Mónaco se las podría considerar opuestas. Por ejemplo, Charlène llegó al principado discretamente y sin hablar francés, Carolina de Mónaco, obviamente, siempre estuvo allí posando para los fotógrafos desde su nacimiento.

Charlène poseía el encanto de la chica sana y ajena al artificio, el ejercicio era su único hobby conocido (a pesar de que la prensa en Sudáfrica la consideraban «una rubia con cerebro») y se notaba que sentía un destacado rechazo a cualquier tipo de sofisticación.

Ni sus modales, ni su origen (con un episodio como refugiada), ni su actitud empalagosa con el príncipe Alberto (al que llamó en su primer discurso oficial en francés «el príncipe de mi corazón»), ni su incapacidad para acertar con el dress code cuadraban con la copia de Grace Kelly que todo el mundo esperaba como esposa del príncipe Alberto.

Por su parte Carolina de Mónaco, esa cuyo hijo mayor hubiera heredado el principado de no haber existido Charlène y sus mellizos, era el epítome de la perfección principesca. Más princesa incluso que todos los príncipes monegascos por obra y gracia de su matrimonio con Ernesto de Hannover. El contraste entre ambas mujeres no había hecho más que empezar.

Charlène y Carolina de Mónaco, dos princesas opuestas en todo​

Se dice que Charlène intentó huir de la única boda que ha tenido en su vida, la que la unió hace una década a Alberto de Mónaco. Carolina de Mónaco no ha rehuido jamás un matrimonio: hasta tres veces ha dado ya el «sí quiero».

En los compromisos de ambas también se nota la distancia. La princesa Charlène ha desempeñado con altibajos sus compromisos oficiales. Desde 2012 está al frente (junto a sus hermanos y cuñadas) de la Fundación Princesa Charlène. Sus actividades tienen lugar mayoritariamente en África y están centradas en la ayuda a la infancia.
Para ampliar sus labores (que no sus apariciones públicas) recientemente Alberto de Mónaco la ha nombrado presidenta de otra asociación: la Sociedad para la Protección de Animales que se está construyendo en Peille.
Por su parte Carolina de Mónaco no hay nada que no haya hecho o dirigido en el principado. Ha sido presidenta del Festival de las Artes, de los Ballets de Montecarlo, de la Fundación Princesa-Gracia, de la Escuela de Danza, de la Academia de Música-Fundación Príncipe Rainiero III y de los premios literarios monegascos.

Además es embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO y ha sido galardonada por Francia como comandante de la orden de las Artes y las Letras. Y, por supuesto, el alma del famosísimo Baile de la Rosa, su do de pecho social anual.

Las aficiones de las dos mujeres fuertes de Mónaco también son opuestos. Con tan solo 16 años Carolina de Mónaco ya estaba interesada en la cultura y la moda y se hace íntima de quién sería su mejor amigo y diseñador de cabecera, Karl Lagerfeld. Juntos compartieron pasarelas, anécdotas, sentido del humor y el gusto por la música clásica y la literatura.

Por su parte Charlène de Mónaco es la princesa europea que más invierte en moda (más de 100.000 euros se gastó en 2020) pero no ha trascendido que disfrute de front rows ni pasarelas. Tampoco su listado de amigos: su familia es su única compañera y sus hijos su afición.

Charlène y Carolina de Mónaco enfrentadas hasta en la religión​

Su más reciente exhibición de a qué dedica el tiempo libre la esposa de Alberto de Mónaco son sus propias confesiones sobre lo importante que es la fe en su vida. Este mismo año ha visitado al Papa.

Las relaciones de Carolina de Mónaco con el Vaticano son más distantes. Si bien nació católica (al contrario que Charlène, que se convirtió al catolicismo para poder casarse con Alberto), los rifirrafes que ha mantenido con la Santa Sede son famosos. El peor de ellos tuvo lugar con su divorcio de su primer marido, Philippe Junot, y su boda con Casiraghi.

En los años 80 esta decisión de Carolina de unirse a Stefano Casiraghi en un matrimonio civil (y tener tres hijos de esa unión) sin esperar al beneplácito de la Santa Sede a esa unión supuso todo un escándalo. A ojos de Roma su enlace con Casiraghi era un «vulgar concubinato» y todos sus hijos eran considerados ilegítimos, nacidos fuera del matrimonio.

Hasta 1992 el Vaticano no concedió la anulación de su primer matrimonio a la princesa y hasta 1993 el Papa no firmó el acta que convirtió a sus tres hijos en legítimos. Para entonces Carolina de Mónaco ya era una viuda de 33 años. Desde entonces no ha vuelto a volver los ojos hacia al Vaticano aunque se considera una católica practicante.

Como ella misma declaró en una entrevista a ¡Hola!: « La religión ha sido sustituida por los medios. Antes la religión dictaba las nociones de bien y de mal. Temblábamos ante el sacerdote, el confesor o los padres. Ahora, a la gente le importa un comino eso. Tienden a temblar ante la idea de que su acción será mal vista por la prensa o por la televisión».
 
Vaya sarta de chorradas, Caroline ni pincha ni corta es Albert el jefe de estado y es él quien toma las decisiones relativas al principado.
Además ¿de cuándo es ese artículo?, me ha parecido ver que de mayo, ya ha llovido desde entonces, cuando no hay noticias se inventan y ya esta.
 
Hola, primas
Pues, en mi opinión, la opinión de Carolina sobra.
Alberto se casó con Charlene y Charlene con él, así que es primero asunto de ellos (otra cosa es que pidan ayuda u opinión a Carolina)
Es lo que tienen estas cosas anacrónicas que son las monarquías, que surge algo tan disparatado como que Charlene sea la imagen de Mónaco y que Carolina sea un cero a la izquiera, que es lo que hace mucho debería ser.
Por mi parte, le deseo toda la suerte del mundo a Charlene. No debe ser fácil su vida. Imagino, eso sí, que Estefanía está de su lado.
Si esta mamarrachada fuese verdad habría que decirle a Caroline que se meta en sus asuntos que, desde luego, no es la regencia del principado, como mucho ha sido un bonito florero, nada más., y ya ni eso. Ni ha negociado ni firmado nada porque no era ni es su cometido. Primero su padre y después su hermano han sido los responsables de las gestiones diplomáticas y burocráticas del principado.
 
Vaya sarta de chorradas, Caroline ni pincha ni corta es Albert el jefe de estado y es él quien toma las decisiones relativas al principado.
Además ¿de cuándo es ese artículo?, me ha parecido ver que de mayo, ya ha llovido desde entonces, cuando no hay noticias se inventan y ya esta.
100% de acuerdo con tu comentario. Un recocido de tonterías.
 
Vaya sarta de chorradas, Caroline ni pincha ni corta es Albert el jefe de estado y es él quien toma las decisiones relativas al principado.
Además ¿de cuándo es ese artículo?, me ha parecido ver que de mayo, ya ha llovido desde entonces, cuando no hay noticias se inventan y ya esta.
El artículo li subí al hilo en la fecha en que salió
 
Ahora dicen que el rumor fue en el día de su boda. No creo que se lleven tan mal, solo un poco.

El día de la boda hubo un error de protocolo y pusieron a la izquierda del novio a la madre de Charlene en vez de a Carolina. El protocolo dictaminaba que, en el banquete, a la derecha de la novia debía sentarse su padre (como así hizo) y a la izquierda del novio la mujer más relevante del principado, Carolina de Mónaco. Pero en vez de la primogénita de Grace Kelly y Rainieiro ese asiento fue ocupado por Lynette Humberstone Wittstock, la madre de Charlène.

El escritor Philippe Delorme, que ha publicado varios libros sobre los Grimaldi, afirmó en Madame Figaro que mucha gente pensó que estaba asistiendo a un matrimonio arreglado, como una Grace kelly 2
«Él eligió una esposa que se parecía a su madre, y Charlène claramente se sintió muy incómoda en este papel de Grace Kelly que querían que interpretara», afirma este autor. Entre los que estaban molestos por el intento de pulir a la nadadora e intentar convertirla en una versión descafeinada y reinante de la princesa Gracia estaría la princesa Carolina.

Cuándo y cómo nació el rumor de que Carolina de Mónaco y la princesa Charlène se odiaban (spoiler: el día de su boda)​

Carolina de Mónaco y la princesa Charlène parecen no tener la mejor de las relaciones y ahora sabemos cuándo se confirmó (de forma pública) su enemistad.​

Carolina de Mónaco, su hermano el príncipe Alberto y la princesa Charlène en una edición antigua del Baile de la Rosa./getty images

Carolina de Mónaco, su hermano el príncipe Alberto y la princesa Charlène en una edición antigua del Baile de la Rosa. / GETTY IMAGES
SILVIA VIVAS Jueves, 27 octubre 2022, 14:11
La tan cacareada enemistad entre Carolina de Mónaco y la princesa Charlène podría ser el «invent» del siglo en el mundo del cotilleo royal o una realidad jamás confirmada por los implicados, pero algo sí hay de cierto en toda esta historia: contra más detalles se conocen de las interacciones entre estas dos cuñadas de la realeza más huele todo a chamusquina.
Educación, hobbies, responsabilidades y fe: todo lo que separa a Carolina de Mónaco y la princesa Charlène
La última piedra de la leyenda del duelo Grimaldi-Wittstock la ha colocado, paradójicamente, alguien nada sospechoso de querer entrar en polémicas: Françoise Dumas, que es algo así como la mujer que maneja los hilos de todas las fiestas de postín que se celebran en Francia y Mónaco, la boda de Alberto II y Charlène incluida.

Cómo era la relación de Charlène y Carolina de Mónaco antes de la boda​

Aunque ahora nos parezca imposible de reconciliar esa imagen con las que se producen en la actualidad en los eventos monegascos, hubo un tiempo en el que Charlène y Carolina se fotografiaban juntas, sonrientes e incluso con alguna copa de más.

Un hecho tranquilizador para Alberto de Mónaco, que siempre tuvo «miedo» sobre cómo tratarían sus hermanas a la persona que escogiera para liderar a su lado el principado. Y donde dice «hermanas» en realidad habla de Carolina de Mónaco, la perfecta primera dama no oficial del principado, la primogénita que sabía manejar todos los hilos de palacio desde la muerte de Grace Kelly y la que controlaba al dedillo (y aprobaba o no) los idilios de sus hermanos menores.

En ese marco pocos podían reconciliar a la glamourosa Carolina de Hannover, más princesa que su propio hermano, con la muy plebeya, atlética y fuera de lugar Charlène Wittstock. Pero la magia entre cuñadas sobrevivió a los largos años de noviazgo entre Alberto y Charlène. Eso sí, hasta que se fijó la fecha de la boda.

Qué sucedió en la boda de Alberto de Mónaco y Charlène que lo cambió todo​

No sabemos si tras coincidir juntas en tantas ocasiones Carolina advirtió las dificultades que Charlène tenía para adaptarse al principado y concluyó que su hermano pequeño se había equivocado al elegir, pero que las relaciones entre ambas mujeres llegaron gélidas al día de su boda fue algo evidente para todo el mundo.

El escritor Philippe Delorme, que ha publicado varios libros sobre los Grimaldi, afirmó en la edición francesa de Madame Figaro que, efectivamente, mucha gente no vio en aquella ceremonia una historia de amor sino que aquel 1 de julio de 2011 pensó que estaba asistiendo a un matrimonio arreglado.
«Él eligió una esposa que se parecía a su madre, y Charlène claramente se sintió muy incómoda en este papel de Grace Kelly que querían que interpretara», afirma este autor. Entre los que estaban molestos por el intento de pulir a la nadadora e intentar convertirla en una versión descafeinada y reinante de la princesa Gracia estaría la princesa Carolina.


El detalle definitivo que marcaría el pistoletazo de salida de esa desaprobación tuvo lugar el mismo día de la boda de la pareja. Tanto la ceremonia religiosa como la recepción posterior en la Ópera de Montecarlo fueron organizadas por Françoise Dumas.
El protocolo dictaminaba que, en el banquete, a la derecha de la novia debía sentarse su padre (como así hizo) y a la izquierda del novio la mujer más relevante del principado, Carolina de Mónaco. Pero en vez de la primogénita de Grace Kelly y Rainieiro ese asiento fue ocupado por Lynette Humberstone Wittstock, la madre de Charlène.

Ahora, una década más tarde, la organizadora del banquete, François Dumas entona un sentido mea culpa por ese error garrafal de protocolo. Pero en su día el detalle de Carolina de Mónaco «depuesta» por la suegra de su hermano no pasó desapercibido y dio el pistoletazo de salida a los rumores de la rivalidad entre las dos princesas.

Si el error fue o no de la organizadora del evento poco importa. El hecho es que ni Carolina de Mónaco ni el chambelán de su hermano ni el jefe de protocolo monegasco quisieron enmendar el error y la princesa prefirió no sentarse junto a su hermano, su cuñada y el resto de los Wittstock. Los cambió por el rey Alberto de Bélgica y el Gran Duque de Luxemburgo.

El tiempo alimentaría la leyenda de esta mala relación a golpe de ausencias, (como las de Charlène del Baile de la Rosa que organiza Carolina de Mónaco) y desplantes en medios, (como el famoso «Mónaco es un lugar poblado de tiburones y víboras» que dijo Charlène en la prensa y todo el mundo interpretó como una pulla a Carolina).

El último encuentro de las dos princesas más importantes de Mónaco fue una perfecta iconografía del desencuentro que escenificaron hace ya 10 años. Ambas fueron al mismo evento y se colocaron en los extremos más distantes de la sala, enfrentadas. No sabemos qué dictaba el protocolo en esta ocasión.
 
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