Jaime Peñafiel cumple 90 años.

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11/06/2022

PEÑAFIEL CUMPLE 90: “SIEMPRE MIRO LAS ESQUELAS. DE 80 MUEREN MUCHOS; DE 90, POCOS...”​


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JAIME PEÑAFIEL (GRANADA, 1932) CUMPLE 90 años y tiene nuevo libro. Alto y claro (Grijalbo, 2022). Vive en un barrio con colegios mayores, conventos y gatos. Desde el salón, asomado a la Casa de Campo, Madrid reluce en el apogeo del mediodía. Julio Iglesias fue su padrino ante el altar. Ha cubierto decenas de bodas y funerales reales. Estuvo en la Guerra de los Seis Días. Publicó las fotografías de Franco entubado. Amigo de presidentes, actores, científicos, magnates, princesas, entrevistó al duque de Edimburgo, que odiaba a los periodistas. Su casa es un museo. Su carrera tiene aroma a fin de época. Taconazo de un tiempo de insiders censados en unas redacciones mitológicas. Emperador del cuore, reina nuestro Guermantes ibérico. Todo lo sabe y de casi todo cuenta la mitad de lo que ha visto u oído.
PREGUNTA.- Noventa años…
RESPUESTA.- Una edad muy jodida. Miro siempre las esquelas del ABC. De ochenta mueren muchos. Con noventa, muy pocos.
P.- Cuesta mucho llegar.
R.- Por si acaso intento no sufrir. Sufrir envejece.
P.- ¿Más secretos?
R.- Llevo una vida espartana. Sólo como una vez cada 24 horas. Camino siete kilómetros todos los días.
P.- Y publica. Mucho.
R.- Lo malo no es escribir. Eso es un oficio. Lo malo es intentar no repetirse.
P.- Pues no para.
R.- Setenta años de vida profesional. Ni un día sin trabajo. La columna me cuesta porque no es literaria. No hablo de mi gato o mi familia. Busco noticias. Hago reporterismo.
P.- ¿Lo literario es el recurso fácil?
R.- Hombre, quizá en esta columna hable de mí, de mi cumpleaños. Llegar a los noventa tiene coj*nes. Aunque ya estuve muerto.
P.- Cuénteme.
R.- Un covid terrible. El médico le dijo a Carmen que me dejara ir. No era una muerte dolorosa. Era dulce. Hice balance.
P.- ¿Y?
R.- Estaba en paz. Una tarde le pedí a Carmen que dejase abierta la ventana, que me iría con el día.
P.- No cumplió.
R.- Pues no. Aunque no creas que temo a la muerte. Sólo cambias de escenario.
P.- ¿Aquello de que los cínicos no sirven para este oficio?
R.- Los cínicos sirven. Mucho. Por ejemplo, disimulamos la opinión que tenemos de la persona a la que entrevistamos. El periodista necesita un punto de cinismo.
P.- ¿La cercanía causa problemas?
R.- La cercanía con el poder es problemática para el periodista. Debes estar vigilante. Al poder hay que mantenerlo a distancia.
P.- A menudo repite que vale más por lo que calla que por lo que cuenta. ¿Es un farol?
R.- Todos callamos. Los periodistas debemos ser leales con las confidencias. Por ejemplo con el Rey Juan Carlos, con el que he tenido mucha relación.
P.- Ha sido muy crítico con la institución, mejor dicho, con algunos de sus miembros.
R.- Pero nunca traicioné las confidencias íntimas. Sé lo que puedo contar. Nadie se ha disgustado conmigo por eso.
P.- ¿Cómo llega al periodismo?
R.- Mi abuelo era magistrado y quería que fuera abogado. Mi padre, ingeniero, también. Estudié Derecho en Granada. Perdí cinco años. Yo quería ser escritor. Qué tontería ¿no?
P.- Hombre…
R.- Todo porque en la biblioteca de mi abuelo, una gran biblioteca, leí El filo de la navaja, de Somerset Maugham, donde el protagonista, Larry, es un escritor que se marcha a las minas del Ruhr. Hice lo mismo.
P.- ¡Minero!
R.- Dos años. Ayudante de picador. A 700 metros de profundidad. ¡A pesar de mi claustrofobia terrible, que hasta me cuestan los ascensores! Hubo una explosión de grisú, en una mina próxima. Murieron 14 mineros. Mi padre creyó que se volvía loco. Fue una experiencia muy dura.
P.- ¿No le sirvió de nada?
R.- Lo pasé muy mal. ¿Gané algo? No lo sé. Quizá respetar más a la gente que trabaja y que sufre.
P.- ¿Cómo era su padre?
R.- Un santo. Jamás me levantó la voz. Y eso que yo, con 14 años, me vine a Madrid.
P.- ¿Con 14?
R.- Me escapé de casa. Quería ver el zoo. Los leones, ¿sabes? Me escapé haciendo autoestop. En Madrid dormí en una pensión. Al despertar me esperaban unos señores. La Policía. Me llevaron a la Dirección General de Seguridad. Después, a la estación. Me dejaron con una pareja de la Guardia Civil. Hicimos trasbordo en Moreda, donde me pusieron a otra pareja. Así seguimos hasta Granada, donde esperaba mi padre. No dijo nada. Lo único, que en mi habitación, sobre la mesa, había dejado un recorte de La Codorniz. Una viñeta que decía El hijo pródigo.
P.- ¿La recuerda?
R.- Había un niño, abrazado por sus padres. Junto a un plato de huevos fritos que le habían puesto. Eso fue todo.
P.- ¿Su padre le llegó a ver de periodista?
R.- Murió antes. Lo mío no es genético: mis padres murieron jóvenes.
P.- ¿Reconoce el oficio en la era de internet y las redes sociales? ¿Hemos mejorado o empeorado?
R.- El oficio no sé, pero el país ha ido a peor. Tenemos el peor presidente de la historia. Peor que Zapatero, que era tonto. Sánchez es malo. Lo peor de lo peor. Va de cínico. Siempre rodeado de un harén, de aduladores.
P.- ¿Le seguirá funcionando?
R.- Estoy deseando que se marche. Espero que sea antes de que me muera. Si no no podré disfrutarlo. Claro que... al menos no lo veré.
P.- ¿Un buscavidas?
R.- Solamente se quiere él.
P.- ¿Le gustaría ser presidente de una república?
R.- Felipe VI cree que Sánchez va a por él. No. Sánchez va contra la institución. Quiere ser jefe de Estado y presidente de la República. Tiempo al tiempo.
P.- ¿Qué es la prensa del corazón? R.- No lo sé. Hay prensa de opinión y la hay de evasión.
P.- Visto así...
R.- Hola no te permitía opinar. Eso me salvó de ser señalado cuando cubrí las cacerías de Franco. Fui siempre como reportero.
P.- ¿De qué hablaba Franco?
R.- Podría escribir miles de páginas de mis conversaciones con Franco... Un libro en blanco.
P.- ¿Nunca hablaba?
R.- Te miraba como miras a un perro. Con aquella mirada fría. Menos una vez, que me preguntó algo terrible.
P.- ¿Qué?
R.- “Peñafiel, ¿Usted cree que mi fotógrafo es masón?”.
P.- ¿Quién era?
R.- Su fotógrafo desde Salamanca, José Campúa. También hacía la cobertura de El Pardo para la revista Hola.
P.- Menudo susto.
R.- Franco tenía un obsesión tremenda con los judíos y los masones.
P.- ¿Qué le respondió?
R.- Me quedé boquiabierto. Menos mal que alguien le reclamó. Algo de las escopetas. “Excelencia”.
P.- Menos mal, sí.
R.- Lo habían visto en Estoril. Haciendo fotos al Conde de Barcelona. Para Franco, todo el que iba a Estoril era masón. No volví a las cacerías.
P.- Las fotos del hospital.
R.- Me las vendió un colaborador de Franco. Amenazó con suicidarse si decía su nombre.
P.- ¿Cómo reaccionó su editor?
R.- Antonio Asensio. Me dijo que que me harían daño. Pero las publicamos. Aunque tenía razón. Necesité guardaespaldas. Hasta Felipe González, mi amigo, me las reprochó. “¿Tú hubieras publicado unas fotos así de tu padre?” Pero mi padre no era jefe de Estado.
P.- Le denunció el marqués de Villaverde.
R.- Era muy chulo. Llegamos al Supremo. Y el presidente del Tribunal, Villaverde, dígame, ¿qué opinión tiene del procesado? Ah, magnífica, estupenda. Un gran señor. Gran periodista. El juez se mosqueó. Me había acusado de ladrón. Ah, no, no, dijo Villaverde, Si él no las ha robado, pero lo denuncié para qué diga quién ha sido. Estuvo a punto de procesarle por falsa denuncia.
P.- Estuvo en el viaje de Pablo VI a Tierra Santa.
R.- El primer Papa que abandonaba el Vaticano.
P.- ¿La coronación de Bokassa?
R.- Había un plato nacional de carne, quizá de escolares asesinados. Fue lo más surrealista que he visto. Con un estadio lleno, en un trono de oro, coronado como Napoleón. Giscard le montó el tinglado a cambio de diamantes.
P.- ¿Qué le debe España a Juan Carlos?
R.- La democracia.
P.- El exilio de Juan Carlos.
R.- Lo echaron. Señor, le dijo Jaime Alfonsín, jefe de la Casa Real, de orden de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, tiene que abandonar esta casa y este país.
P.- ¿Y no será que el Perú se jode mucho antes?. ¿Aproximadamente con la salida de Sabino Fernández Campos?
R.- Fue el hombre más leal que ha habido en la Zarzuela. Sabino le decía la verdad. Pero claro, el hombre leal es muy incómodo.
P.- Y leal en momentos muy duros.
R.- El 23 F, a las cuatro de la mañana, cuando Milans del Bosch seguía con los tanques en la calle, Juan Carlos se echa a llorar y le dice a Sabino, ¿Te habrás equivocado? Y Sabino respondió: “Señor, si me he equivocado mis compañeros me fusilarán al amanecer”.
P.- Para acabar, ¿vio a los leones?
R.- Sí, y a un oso en su jaula.
 

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