El artículo de Maruja Torres refleja muy bien que el "playboy" era el producto de una época. En unos tiempos en los que casi nadie viajaba ser "viajado", haber estudiado en algún internado suizo y conocer el casino de Biarritz bastaban para convertirse en "un hombre de mundo". Un pijo ocioso, convertido en héroe romántico por las fantasías de Corín Tellado o Agatha Christie.
Pero ese mundo ya no es tan lejano. Hoy en día todo el mundo viaja y cualquier constructor de pueblo o concejal corrupto va a a esquiar o juega al golf. O se mete rayos UVA y está moreno en enero.
Para mi Junot todavía representaba el encanto de la belle epoque, aunque sea por los pelos. Como Julio Iglesias, se salvaba por minutos de la caducidad. En los últimos 70 tipos así todavía colaban. Quince años después, un tipo como Lecquio ya es claramente un anacronismo, un fantasma del pasado.
Pero ese mundo ya no es tan lejano. Hoy en día todo el mundo viaja y cualquier constructor de pueblo o concejal corrupto va a a esquiar o juega al golf. O se mete rayos UVA y está moreno en enero.
Para mi Junot todavía representaba el encanto de la belle epoque, aunque sea por los pelos. Como Julio Iglesias, se salvaba por minutos de la caducidad. En los últimos 70 tipos así todavía colaban. Quince años después, un tipo como Lecquio ya es claramente un anacronismo, un fantasma del pasado.
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