Familia Coquetes/Coquetelandia

Ultimamente todo el mundo tiene ansiedad... Yo creo q confunden el sentirse encerrado y ver como. Esta el pais con ansiedad... Michas instamamis se han sumado al. Carro de la ansiedad
Yo he sufrido este verano pasado ansiedad y es lo peor del mundo... Ahora en este confinamiento hay días que estoy agobiada y la situación me supera, pero dista muchiiiiiiiisimo de la ansiedad que tenía este verano. Supongo que las que hablan de "tengo ansiedad" tipo Vero nunca han tenido ansiedad durante un periodo largo en su vida, porque entonces lo dirían menos... Es algo muy desagradable y no es estar agobiada simplemente.
 
50 Sombras más Oscuras de Sky.


Mi hermano entra en la habitación, sin anunciar ni nada. ¡Joder! Me podría haber pillado en un momento incómodo, pero afortunadamente no es así. Me encuentro tumbado en la cama, distrayéndome leyendo un rato.

Aún así, tendré que hablar con mis padres acerca de su falta de modales. ¿Dónde los ha adquirido? ¿En una cochiquera?

Le dedico una furiosa mirada de reproche, cuando se planta a mi lado.

  • Venga, levanta y vístete- me pide.
  • ¿Por qué?- pregunto confuso.
Trato de hacer memoria, recordando cualquier plan que tuviéramos y del que me haya olvidado. Pero estoy seguro de que no teníamos ninguno.

Se cruza de brazos, impaciente.

  • No pienso permitir que te quedes en casa con el día que hace, desperdiciándolo.
Se aproxima a mi armario, abriéndolo, emitiendo instantáneamente un sonido de disgusto.

- Illo, está claro que además de la belleza, me quedé con el estilo. ¿Puedes ser más aburrido? Tengo que llevarte de compras- proclama, mientras pasa varias prendas de un lado a otro, rechazándolas.
Rebusca entre las prendas, lanzándome una camiseta y pantalones cortos.

  • Vístete. Te doy quince minutos. Cuando pasen vendré a por ti y te arrastraré estés o no vestido. Tú sabrás si quieres pasar vergüenza.
Me niego. Pataleo negándome a ello, pero Paco me ignora, saliendo de la habitación.

Suspiro, comenzando a vestirme. No hay nada que hacer cuando se le mete algo en mente.





Nos detenemos junto a mi pizzería favorita, algo que me anima un poco. Tal vez al final tal vez la salida no resulte estar tan mal.

Entramos y un grupo de gente nos saluda. Me tenso al instante. Pensaba que estaríamos solos. Hago un barrido visual entre los ocupantes de una mesa en concreto, y trago saliva ante uno de ellos. Ella está aquí. La Diosa Morena de la fiesta en la piscina.

Los ojos de Velcro Trumpete brillan luminosos, y su maravillosa sonrisa hace que mi corazón lata desbocado, cuando me mira y nuestras miradas se cruzan. A pesar de la distancia que mantenemos, puedo sentir la maravillosa electricidad subyacente entre nosotros.

Está preciosa. Su cabello castaño, luce rizado. El vestido negro que viste, se adapta a su magnífico cuerpo, y resalta el tono dorado de su piel. Se ha maquillado demasiado para mi gusto, pero no me importa. Luce bellísimo igualmente.

Oh señor, la cabeza me da vueltas.

Mi hermano me propina un codazo, devolviéndome a la realidad. Mierda; me he quedado paralizado como un idiota observándola.

Tomamos asiento y dejo de existir para Paco, que solo tiene ojos para Elena. Ojos, mimos y cuchicheos. ¡Hay que joderse la suerte que tienen algunos!

Me uno a la conversación general y no tardo en animarme. Hablo de mí. Del grado universitario me planteo hacer; de mis deportes favoritos; de mi afición por escribir...

Me percato de que Velcro no me quita la mirada, prestando atención a todo lo que digo. Me callo de golpe, temiendo haber estado hablando más de la cuenta, monopolizando la conversación. La ignoro, aborchonado ante la posibilidad de haber hecho el mayor de los ridículos frente a ella.

  • ¿Pedimos ya?- pregunto un instante después, incapaz de permanecer ni un segundo más bajo su intenso escrutinio sin hacer nada.
Necesito alejarme y relajarme, o comenzaré a bullir como una tetera.

Aliviado, hay un murmullo de aprobación general a mi proposición de pedir la comida. Me ofrezco a hacer el pedido. Así qué tras apuntar lo que vamos a comer y recibir el dinero para pagar, me encamino a la zona de pedidos y preparación, dónde espero pacientemente mi turno.

Tal vez por primera vez en mi vida, ruego por dentro que tarden el máximo tiempo posible en atenderme, para alargar el momento de tener que regresar.

Está a punto de ser mi turno, cuando la siento llegar, antes de que llegue. ¿Qué narices? Mi cuerpo cobra vida y un delicioso escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Cierro los ojos, cuando su perfume me envuelve, clavándose en mi memoria.

  • Javivi, ¿verdad?- me pregunta al llegar a mi lado.
Asiento al cabo de unos segundos observándola.
Por todos los Dioses. Quedo subyugado y atrapado bajo sus grandes ojos oscuros. Me cuesta un mundo no alargar la mano y posarla sobre la suave piel de su mejilla, ahí dónde unos lunares dibujan una constelación.

Me obligo a espabilar, o tomará la torpeza social que me provoca su presencia, por estupidez.

  • ¿El tuyo era...?
  • Velcro. Velcro Trumpete.
Asiento conforme.

  • Hola, ¿qué van a pedir?- pregunta sonriente la persona que atiende los pedidos.
Giro el rostro en su dirección, fulminándola con la mirada, por atreverse a interrumpir nuestro precioso momento.

  • Venia a decirte que hemos decidido cambiar el jamón de la segunda pizza, por champiñones.
  • De acuerdo.
Me dedica una sonrisa que me derrite, cuando se dispone a marcharse. Tiro de ella, agarrando su brazo, evitando que choque con otro comensal que pasa en ese momento con la bandeja con su pizza. Nuestros cuerpos chocan, y las respiraciones se agitan. Puedo apreciar el sonido de nuestros corazones desbocados, a través de las prendas que vestimos y el sonido ambiente. Velcro centra su mirada allí donde mi mano une nuestras pieles, entreabriendo los labios sorprendida como yo por la corriente de electricidad que ha recorrido nuestros cuerpos cuando hemos unido nuestras pieles. Me observa, parpadeando confusa y yo solo puedo pensar en poner fin a la distancia que hay entre nuestros rostro, uniendo nuestros labios como llevo deseando hacer desde hace días.

  • Gracias- susurra Velcro.
  • No se me merecen- digo a mi vez.
  • Eh, ¿pensáis pedir o qué?- inquiere la persona que se encuentra detrás, en la fila.
Quiero darle una lección al caraculo por molestar, pero me contengo por Velcro. Quiero que tenga la mejor impresión de mí.

Cuando se marcha finalmente de vuelta a la mesa, paso una mano por el rostro, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible, poniendo fin a esta tortura.





  • Podríamos dar una vuelta por el centro comercial- proponen.
  • Síiiii- chilla emocionada Velcro, dando una serie de saltitos en el asiento-. Pero antes tengo que pasar por casa un momento.
Le pido las llaves del coche a Paco. Tenemos un pequeño rifirrafe a susurros, que acabo ganando. Sé que le preocupa que sólo hace unas semanas que tenga el carnet de conducir, pero nada me arruinará el momento.

  • Yo no voy a ir, lo siento. Pero puedo acercarte a casa, Velcro- indico.
Comienzo a sudar nervioso, esperando su respuesta, apretando esperanzado las llaves contra mi palma.

  • ¡Ah, claro! ¡Me encantaría!- acepta, haciéndome sentir desfallecer.
Su acompañante, el chico que ha permanecido sentado durante la merienda a su lado, le susurra algo no pareciendo muy contento. Pero Velcro le ignora, cogiendo su minúsculo bolso de donde lo ha colgado.

  • ¿Vamos?- me pregunta.
Asiento, saliendo juntos al exterior, tras abrirle la puerta caballerosamente.

Por primera vez, me arrepiento de mi propuesta, cuando nos acercamos al coche. Velcro es una persona rica y con clase, que estoy seguro que no está acostumbrada a montarse en viejas tartanas como la nuestra.

Pongo música y me concentro en conducir, tratando de ignorar la tensión que no tarda en preñar el ambiente. Pero por más que lo intento, no puedo dejar de sentir cómo la mirada de Velcro se posa en mí, acariciando mis terminaciones nerviosas.





  • Hemos llegado- anuncia Velcro.
Quedo impresionado ante la magnificencia del chalet ante el que nos hemos detenido.

Un nivel de riqueza así, escapa a mi compresión y posibilidades. Desolado, comprendo con crudeza, que Velcro está fuera de mi alcance. Jamás podré estar a su altura. Nunca seré suficiente para ella.

  • ¿Quieres que te espere y te acerque al Centro Comercial?- le pregunto.
Estoy tenso. Agarro con fuerza el volante y me niego a mirarla.

  • Oh, no te preocupes. Me acercará mami. Me dijo que quería ir a dar una vuelta.
  • Muy bien. Entonces... adiós, supongo- me despido.
  • ¿Ocurre algo, Javivi?- inquiere ante mi actitud.
Tras unos segundos, reúno la fortaleza para mirarla al fin. Su expresión es de cautela y tensión.

  • Me gustaría seguir conociéndote Velcro, pero no va a poder ser- logro articular, a pesar del nudo que siento en la garganta.
  • A mí también me gustaría seguir conociéndote, ¿por qué dices eso?
Me contempla, incitándome con su expresión y la energía que desprende a besarla, pero no lo hago, aunque me muera por hacerlo.

A lo que no me niego, es a alargar la mano, dándome el placer de acariciar su rostro, ya que es la última vez que nos veremos. Velcro cierra los ojos, apoyando la cara contra mi palma.

  • No soy un hombre para ti. Jamás podré hacerte feliz. Créeme, es lo mejor.
Sus ojos se abren desmesuradamente.

  • ¡Porqué dices eso! ¡Qué sabrás, si no lo intentas!- me reprocha.
  • Adiós, Velcro.
Quiero poner fin a la situación, para poder marcharme a casa a lamerme las heridas.

Niega con la cabeza, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas contenidas.

  • Adiós, Javivi.
Abre la puerta, saliendo del coche dando un portazo, apresurándose en entrar en casa.

Apoyo la frente contra el volante, maldiciendo mi suerte, antes de poner el coche en marcha emprendiendo el camino de regreso a casa.
JAVIVI JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAJAKA
 
PeAsso TeSstAko que se nos ha marcado el rey de las novelas negras. Mother of my heart.
SKY is the new Gustavo Adolfo Bécquer.
Creo que ha tomado mucha InsPO y malamente-tra-trá, del romanticismo español.
Da RISA. Es muy malo. Mucho. Es el Bécquer de los veinteduros. El máSsiMo representante del infra-romantisicmo de copia y pega. ?

Ver el archivo adjunto 1386203

APRENDE, querido:

"Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!"
Una vez más, escribe y ni sabe lo que pone.
Abrazar sin importar a quién??
Qué me estás contando havi???
Eso ni es un texto queda bien. Que es raro y da hasta cosa.

No.... yo cuando salga de mi casa no me voy a liar a dar abrazos a desconocidos. Ni ahora ni nunca..jajjajajajjaja

Este havi.. con sus cosicas...

Al fin me ha salido el tema, primas! No veía ni mensajes ni tema. Resulta que lo tenía ignorado y no sabía jajaj

Prima @Era Coquete mucho ánimo!!
 
50 Sombras más Oscuras de Sky.


Mi hermano entra en la habitación, sin anunciar ni nada. ¡Joder! Me podría haber pillado en un momento incómodo, pero afortunadamente no es así. Me encuentro tumbado en la cama, distrayéndome leyendo un rato.

Aún así, tendré que hablar con mis padres acerca de su falta de modales. ¿Dónde los ha adquirido? ¿En una cochiquera?

Le dedico una furiosa mirada de reproche, cuando se planta a mi lado.

  • Venga, levanta y vístete- me pide.
  • ¿Por qué?- pregunto confuso.
Trato de hacer memoria, recordando cualquier plan que tuviéramos y del que me haya olvidado. Pero estoy seguro de que no teníamos ninguno.

Se cruza de brazos, impaciente.

  • No pienso permitir que te quedes en casa con el día que hace, desperdiciándolo.
Se aproxima a mi armario, abriéndolo, emitiendo instantáneamente un sonido de disgusto.

- Illo, está claro que además de la belleza, me quedé con el estilo. ¿Puedes ser más aburrido? Tengo que llevarte de compras- proclama, mientras pasa varias prendas de un lado a otro, rechazándolas.
Rebusca entre las prendas, lanzándome una camiseta y pantalones cortos.

  • Vístete. Te doy quince minutos. Cuando pasen vendré a por ti y te arrastraré estés o no vestido. Tú sabrás si quieres pasar vergüenza.
Me niego. Pataleo negándome a ello, pero Paco me ignora, saliendo de la habitación.

Suspiro, comenzando a vestirme. No hay nada que hacer cuando se le mete algo en mente.





Nos detenemos junto a mi pizzería favorita, algo que me anima un poco. Tal vez al final tal vez la salida no resulte estar tan mal.

Entramos y un grupo de gente nos saluda. Me tenso al instante. Pensaba que estaríamos solos. Hago un barrido visual entre los ocupantes de una mesa en concreto, y trago saliva ante uno de ellos. Ella está aquí. La Diosa Morena de la fiesta en la piscina.

Los ojos de Velcro Trumpete brillan luminosos, y su maravillosa sonrisa hace que mi corazón lata desbocado, cuando me mira y nuestras miradas se cruzan. A pesar de la distancia que mantenemos, puedo sentir la maravillosa electricidad subyacente entre nosotros.

Está preciosa. Su cabello castaño, luce rizado. El vestido negro que viste, se adapta a su magnífico cuerpo, y resalta el tono dorado de su piel. Se ha maquillado demasiado para mi gusto, pero no me importa. Luce bellísimo igualmente.

Oh señor, la cabeza me da vueltas.

Mi hermano me propina un codazo, devolviéndome a la realidad. Mierda; me he quedado paralizado como un idiota observándola.

Tomamos asiento y dejo de existir para Paco, que solo tiene ojos para Elena. Ojos, mimos y cuchicheos. ¡Hay que joderse la suerte que tienen algunos!

Me uno a la conversación general y no tardo en animarme. Hablo de mí. Del grado universitario me planteo hacer; de mis deportes favoritos; de mi afición por escribir...

Me percato de que Velcro no me quita la mirada, prestando atención a todo lo que digo. Me callo de golpe, temiendo haber estado hablando más de la cuenta, monopolizando la conversación. La ignoro, aborchonado ante la posibilidad de haber hecho el mayor de los ridículos frente a ella.

  • ¿Pedimos ya?- pregunto un instante después, incapaz de permanecer ni un segundo más bajo su intenso escrutinio sin hacer nada.
Necesito alejarme y relajarme, o comenzaré a bullir como una tetera.

Aliviado, hay un murmullo de aprobación general a mi proposición de pedir la comida. Me ofrezco a hacer el pedido. Así qué tras apuntar lo que vamos a comer y recibir el dinero para pagar, me encamino a la zona de pedidos y preparación, dónde espero pacientemente mi turno.

Tal vez por primera vez en mi vida, ruego por dentro que tarden el máximo tiempo posible en atenderme, para alargar el momento de tener que regresar.

Está a punto de ser mi turno, cuando la siento llegar, antes de que llegue. ¿Qué narices? Mi cuerpo cobra vida y un delicioso escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Cierro los ojos, cuando su perfume me envuelve, clavándose en mi memoria.

  • Javivi, ¿verdad?- me pregunta al llegar a mi lado.
Asiento al cabo de unos segundos observándola.
Por todos los Dioses. Quedo subyugado y atrapado bajo sus grandes ojos oscuros. Me cuesta un mundo no alargar la mano y posarla sobre la suave piel de su mejilla, ahí dónde unos lunares dibujan una constelación.

Me obligo a espabilar, o tomará la torpeza social que me provoca su presencia, por estupidez.

  • ¿El tuyo era...?
  • Velcro. Velcro Trumpete.
Asiento conforme.

  • Hola, ¿qué van a pedir?- pregunta sonriente la persona que atiende los pedidos.
Giro el rostro en su dirección, fulminándola con la mirada, por atreverse a interrumpir nuestro precioso momento.

  • Venia a decirte que hemos decidido cambiar el jamón de la segunda pizza, por champiñones.
  • De acuerdo.
Me dedica una sonrisa que me derrite, cuando se dispone a marcharse. Tiro de ella, agarrando su brazo, evitando que choque con otro comensal que pasa en ese momento con la bandeja con su pizza. Nuestros cuerpos chocan, y las respiraciones se agitan. Puedo apreciar el sonido de nuestros corazones desbocados, a través de las prendas que vestimos y el sonido ambiente. Velcro centra su mirada allí donde mi mano une nuestras pieles, entreabriendo los labios sorprendida como yo por la corriente de electricidad que ha recorrido nuestros cuerpos cuando hemos unido nuestras pieles. Me observa, parpadeando confusa y yo solo puedo pensar en poner fin a la distancia que hay entre nuestros rostro, uniendo nuestros labios como llevo deseando hacer desde hace días.

  • Gracias- susurra Velcro.
  • No se me merecen- digo a mi vez.
  • Eh, ¿pensáis pedir o qué?- inquiere la persona que se encuentra detrás, en la fila.
Quiero darle una lección al caraculo por molestar, pero me contengo por Velcro. Quiero que tenga la mejor impresión de mí.

Cuando se marcha finalmente de vuelta a la mesa, paso una mano por el rostro, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible, poniendo fin a esta tortura.





  • Podríamos dar una vuelta por el centro comercial- proponen.
  • Síiiii- chilla emocionada Velcro, dando una serie de saltitos en el asiento-. Pero antes tengo que pasar por casa un momento.
Le pido las llaves del coche a Paco. Tenemos un pequeño rifirrafe a susurros, que acabo ganando. Sé que le preocupa que sólo hace unas semanas que tenga el carnet de conducir, pero nada me arruinará el momento.

  • Yo no voy a ir, lo siento. Pero puedo acercarte a casa, Velcro- indico.
Comienzo a sudar nervioso, esperando su respuesta, apretando esperanzado las llaves contra mi palma.

  • ¡Ah, claro! ¡Me encantaría!- acepta, haciéndome sentir desfallecer.
Su acompañante, el chico que ha permanecido sentado durante la merienda a su lado, le susurra algo no pareciendo muy contento. Pero Velcro le ignora, cogiendo su minúsculo bolso de donde lo ha colgado.

  • ¿Vamos?- me pregunta.
Asiento, saliendo juntos al exterior, tras abrirle la puerta caballerosamente.

Por primera vez, me arrepiento de mi propuesta, cuando nos acercamos al coche. Velcro es una persona rica y con clase, que estoy seguro que no está acostumbrada a montarse en viejas tartanas como la nuestra.

Pongo música y me concentro en conducir, tratando de ignorar la tensión que no tarda en preñar el ambiente. Pero por más que lo intento, no puedo dejar de sentir cómo la mirada de Velcro se posa en mí, acariciando mis terminaciones nerviosas.





  • Hemos llegado- anuncia Velcro.
Quedo impresionado ante la magnificencia del chalet ante el que nos hemos detenido.

Un nivel de riqueza así, escapa a mi compresión y posibilidades. Desolado, comprendo con crudeza, que Velcro está fuera de mi alcance. Jamás podré estar a su altura. Nunca seré suficiente para ella.

  • ¿Quieres que te espere y te acerque al Centro Comercial?- le pregunto.
Estoy tenso. Agarro con fuerza el volante y me niego a mirarla.

  • Oh, no te preocupes. Me acercará mami. Me dijo que quería ir a dar una vuelta.
  • Muy bien. Entonces... adiós, supongo- me despido.
  • ¿Ocurre algo, Javivi?- inquiere ante mi actitud.
Tras unos segundos, reúno la fortaleza para mirarla al fin. Su expresión es de cautela y tensión.

  • Me gustaría seguir conociéndote Velcro, pero no va a poder ser- logro articular, a pesar del nudo que siento en la garganta.
  • A mí también me gustaría seguir conociéndote, ¿por qué dices eso?
Me contempla, incitándome con su expresión y la energía que desprende a besarla, pero no lo hago, aunque me muera por hacerlo.

A lo que no me niego, es a alargar la mano, dándome el placer de acariciar su rostro, ya que es la última vez que nos veremos. Velcro cierra los ojos, apoyando la cara contra mi palma.

  • No soy un hombre para ti. Jamás podré hacerte feliz. Créeme, es lo mejor.
Sus ojos se abren desmesuradamente.

  • ¡Porqué dices eso! ¡Qué sabrás, si no lo intentas!- me reprocha.
  • Adiós, Velcro.
Quiero poner fin a la situación, para poder marcharme a casa a lamerme las heridas.

Niega con la cabeza, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas contenidas.

  • Adiós, Javivi.
Abre la puerta, saliendo del coche dando un portazo, apresurándose en entrar en casa.

Apoyo la frente contra el volante, maldiciendo mi suerte, antes de poner el coche en marcha emprendiendo el camino de regreso a casa.
Jajajajajajajajaajjajajajajajajja

Me encantó la referencia al besseller supremo "la cordura"
 
50 Sombras más Oscuras de Sky.


Mi hermano entra en la habitación, sin anunciar ni nada. ¡Joder! Me podría haber pillado en un momento incómodo, pero afortunadamente no es así. Me encuentro tumbado en la cama, distrayéndome leyendo un rato.

Aún así, tendré que hablar con mis padres acerca de su falta de modales. ¿Dónde los ha adquirido? ¿En una cochiquera?

Le dedico una furiosa mirada de reproche, cuando se planta a mi lado.

  • Venga, levanta y vístete- me pide.
  • ¿Por qué?- pregunto confuso.
Trato de hacer memoria, recordando cualquier plan que tuviéramos y del que me haya olvidado. Pero estoy seguro de que no teníamos ninguno.

Se cruza de brazos, impaciente.

  • No pienso permitir que te quedes en casa con el día que hace, desperdiciándolo.
Se aproxima a mi armario, abriéndolo, emitiendo instantáneamente un sonido de disgusto.

- Illo, está claro que además de la belleza, me quedé con el estilo. ¿Puedes ser más aburrido? Tengo que llevarte de compras- proclama, mientras pasa varias prendas de un lado a otro, rechazándolas.
Rebusca entre las prendas, lanzándome una camiseta y pantalones cortos.

  • Vístete. Te doy quince minutos. Cuando pasen vendré a por ti y te arrastraré estés o no vestido. Tú sabrás si quieres pasar vergüenza.
Me niego. Pataleo negándome a ello, pero Paco me ignora, saliendo de la habitación.

Suspiro, comenzando a vestirme. No hay nada que hacer cuando se le mete algo en mente.





Nos detenemos junto a mi pizzería favorita, algo que me anima un poco. Tal vez al final tal vez la salida no resulte estar tan mal.

Entramos y un grupo de gente nos saluda. Me tenso al instante. Pensaba que estaríamos solos. Hago un barrido visual entre los ocupantes de una mesa en concreto, y trago saliva ante uno de ellos. Ella está aquí. La Diosa Morena de la fiesta en la piscina.

Los ojos de Velcro Trumpete brillan luminosos, y su maravillosa sonrisa hace que mi corazón lata desbocado, cuando me mira y nuestras miradas se cruzan. A pesar de la distancia que mantenemos, puedo sentir la maravillosa electricidad subyacente entre nosotros.

Está preciosa. Su cabello castaño, luce rizado. El vestido negro que viste, se adapta a su magnífico cuerpo, y resalta el tono dorado de su piel. Se ha maquillado demasiado para mi gusto, pero no me importa. Luce bellísimo igualmente.

Oh señor, la cabeza me da vueltas.

Mi hermano me propina un codazo, devolviéndome a la realidad. Mierda; me he quedado paralizado como un idiota observándola.

Tomamos asiento y dejo de existir para Paco, que solo tiene ojos para Elena. Ojos, mimos y cuchicheos. ¡Hay que joderse la suerte que tienen algunos!

Me uno a la conversación general y no tardo en animarme. Hablo de mí. Del grado universitario me planteo hacer; de mis deportes favoritos; de mi afición por escribir...

Me percato de que Velcro no me quita la mirada, prestando atención a todo lo que digo. Me callo de golpe, temiendo haber estado hablando más de la cuenta, monopolizando la conversación. La ignoro, aborchonado ante la posibilidad de haber hecho el mayor de los ridículos frente a ella.

  • ¿Pedimos ya?- pregunto un instante después, incapaz de permanecer ni un segundo más bajo su intenso escrutinio sin hacer nada.
Necesito alejarme y relajarme, o comenzaré a bullir como una tetera.

Aliviado, hay un murmullo de aprobación general a mi proposición de pedir la comida. Me ofrezco a hacer el pedido. Así qué tras apuntar lo que vamos a comer y recibir el dinero para pagar, me encamino a la zona de pedidos y preparación, dónde espero pacientemente mi turno.

Tal vez por primera vez en mi vida, ruego por dentro que tarden el máximo tiempo posible en atenderme, para alargar el momento de tener que regresar.

Está a punto de ser mi turno, cuando la siento llegar, antes de que llegue. ¿Qué narices? Mi cuerpo cobra vida y un delicioso escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Cierro los ojos, cuando su perfume me envuelve, clavándose en mi memoria.

  • Javivi, ¿verdad?- me pregunta al llegar a mi lado.
Asiento al cabo de unos segundos observándola.
Por todos los Dioses. Quedo subyugado y atrapado bajo sus grandes ojos oscuros. Me cuesta un mundo no alargar la mano y posarla sobre la suave piel de su mejilla, ahí dónde unos lunares dibujan una constelación.

Me obligo a espabilar, o tomará la torpeza social que me provoca su presencia, por estupidez.

  • ¿El tuyo era...?
  • Velcro. Velcro Trumpete.
Asiento conforme.

  • Hola, ¿qué van a pedir?- pregunta sonriente la persona que atiende los pedidos.
Giro el rostro en su dirección, fulminándola con la mirada, por atreverse a interrumpir nuestro precioso momento.

  • Venia a decirte que hemos decidido cambiar el jamón de la segunda pizza, por champiñones.
  • De acuerdo.
Me dedica una sonrisa que me derrite, cuando se dispone a marcharse. Tiro de ella, agarrando su brazo, evitando que choque con otro comensal que pasa en ese momento con la bandeja con su pizza. Nuestros cuerpos chocan, y las respiraciones se agitan. Puedo apreciar el sonido de nuestros corazones desbocados, a través de las prendas que vestimos y el sonido ambiente. Velcro centra su mirada allí donde mi mano une nuestras pieles, entreabriendo los labios sorprendida como yo por la corriente de electricidad que ha recorrido nuestros cuerpos cuando hemos unido nuestras pieles. Me observa, parpadeando confusa y yo solo puedo pensar en poner fin a la distancia que hay entre nuestros rostro, uniendo nuestros labios como llevo deseando hacer desde hace días.

  • Gracias- susurra Velcro.
  • No se me merecen- digo a mi vez.
  • Eh, ¿pensáis pedir o qué?- inquiere la persona que se encuentra detrás, en la fila.
Quiero darle una lección al caraculo por molestar, pero me contengo por Velcro. Quiero que tenga la mejor impresión de mí.

Cuando se marcha finalmente de vuelta a la mesa, paso una mano por el rostro, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible, poniendo fin a esta tortura.





  • Podríamos dar una vuelta por el centro comercial- proponen.
  • Síiiii- chilla emocionada Velcro, dando una serie de saltitos en el asiento-. Pero antes tengo que pasar por casa un momento.
Le pido las llaves del coche a Paco. Tenemos un pequeño rifirrafe a susurros, que acabo ganando. Sé que le preocupa que sólo hace unas semanas que tenga el carnet de conducir, pero nada me arruinará el momento.

  • Yo no voy a ir, lo siento. Pero puedo acercarte a casa, Velcro- indico.
Comienzo a sudar nervioso, esperando su respuesta, apretando esperanzado las llaves contra mi palma.

  • ¡Ah, claro! ¡Me encantaría!- acepta, haciéndome sentir desfallecer.
Su acompañante, el chico que ha permanecido sentado durante la merienda a su lado, le susurra algo no pareciendo muy contento. Pero Velcro le ignora, cogiendo su minúsculo bolso de donde lo ha colgado.

  • ¿Vamos?- me pregunta.
Asiento, saliendo juntos al exterior, tras abrirle la puerta caballerosamente.

Por primera vez, me arrepiento de mi propuesta, cuando nos acercamos al coche. Velcro es una persona rica y con clase, que estoy seguro que no está acostumbrada a montarse en viejas tartanas como la nuestra.

Pongo música y me concentro en conducir, tratando de ignorar la tensión que no tarda en preñar el ambiente. Pero por más que lo intento, no puedo dejar de sentir cómo la mirada de Velcro se posa en mí, acariciando mis terminaciones nerviosas.





  • Hemos llegado- anuncia Velcro.
Quedo impresionado ante la magnificencia del chalet ante el que nos hemos detenido.

Un nivel de riqueza así, escapa a mi compresión y posibilidades. Desolado, comprendo con crudeza, que Velcro está fuera de mi alcance. Jamás podré estar a su altura. Nunca seré suficiente para ella.

  • ¿Quieres que te espere y te acerque al Centro Comercial?- le pregunto.
Estoy tenso. Agarro con fuerza el volante y me niego a mirarla.

  • Oh, no te preocupes. Me acercará mami. Me dijo que quería ir a dar una vuelta.
  • Muy bien. Entonces... adiós, supongo- me despido.
  • ¿Ocurre algo, Javivi?- inquiere ante mi actitud.
Tras unos segundos, reúno la fortaleza para mirarla al fin. Su expresión es de cautela y tensión.

  • Me gustaría seguir conociéndote Velcro, pero no va a poder ser- logro articular, a pesar del nudo que siento en la garganta.
  • A mí también me gustaría seguir conociéndote, ¿por qué dices eso?
Me contempla, incitándome con su expresión y la energía que desprende a besarla, pero no lo hago, aunque me muera por hacerlo.

A lo que no me niego, es a alargar la mano, dándome el placer de acariciar su rostro, ya que es la última vez que nos veremos. Velcro cierra los ojos, apoyando la cara contra mi palma.

  • No soy un hombre para ti. Jamás podré hacerte feliz. Créeme, es lo mejor.
Sus ojos se abren desmesuradamente.

  • ¡Porqué dices eso! ¡Qué sabrás, si no lo intentas!- me reprocha.
  • Adiós, Velcro.
Quiero poner fin a la situación, para poder marcharme a casa a lamerme las heridas.

Niega con la cabeza, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas contenidas.

  • Adiós, Javivi.
Abre la puerta, saliendo del coche dando un portazo, apresurándose en entrar en casa.

Apoyo la frente contra el volante, maldiciendo mi suerte, antes de poner el coche en marcha emprendiendo el camino de regreso a casa.
Touché, primi! ?????? y ya aprovecho para decirte que ojalá estés mejor, que esto, tarde o temprano, pasará.

Por cierto, ya quisiera el SKY escribir la mínima parte de lo bien que tú lo haces!
 
Touché, primi! ?????? y ya aprovecho para decirte que ojalá estés mejor, que esto, tarde o temprano, pasará.

Por cierto, ya quisiera el SKY escribir la mínima parte de lo bien que tú lo haces!

Bueno, trato de estar positiva y no comerme mucho el tarro con las cosas. Que mi peludilla preciosa esté bien después del susto que me dio, me ha quitado un peso de encima. Se junto todo, pero la vida sigue, y recrearse en lo negativo es una pérdida de energía y tiempo brutales.
Uff. Pues se me han colado varias faltas ??‍♀️ Lo escribo en la pausa que tenemos, entre las prisas y que al iPad le encanta darle su toque, hay varias erratas. O sea pido perdón ???
 
50 Sombras más Oscuras de Sky.


Mi hermano entra en la habitación, sin anunciar ni nada. ¡Joder! Me podría haber pillado en un momento incómodo, pero afortunadamente no es así. Me encuentro tumbado en la cama, distrayéndome leyendo un rato.

Aún así, tendré que hablar con mis padres acerca de su falta de modales. ¿Dónde los ha adquirido? ¿En una cochiquera?

Le dedico una furiosa mirada de reproche, cuando se planta a mi lado.

  • Venga, levanta y vístete- me pide.
  • ¿Por qué?- pregunto confuso.
Trato de hacer memoria, recordando cualquier plan que tuviéramos y del que me haya olvidado. Pero estoy seguro de que no teníamos ninguno.

Se cruza de brazos, impaciente.

  • No pienso permitir que te quedes en casa con el día que hace, desperdiciándolo.
Se aproxima a mi armario, abriéndolo, emitiendo instantáneamente un sonido de disgusto.

- Illo, está claro que además de la belleza, me quedé con el estilo. ¿Puedes ser más aburrido? Tengo que llevarte de compras- proclama, mientras pasa varias prendas de un lado a otro, rechazándolas.
Rebusca entre las prendas, lanzándome una camiseta y pantalones cortos.

  • Vístete. Te doy quince minutos. Cuando pasen vendré a por ti y te arrastraré estés o no vestido. Tú sabrás si quieres pasar vergüenza.
Me niego. Pataleo negándome a ello, pero Paco me ignora, saliendo de la habitación.

Suspiro, comenzando a vestirme. No hay nada que hacer cuando se le mete algo en mente.





Nos detenemos junto a mi pizzería favorita, algo que me anima un poco. Tal vez al final tal vez la salida no resulte estar tan mal.

Entramos y un grupo de gente nos saluda. Me tenso al instante. Pensaba que estaríamos solos. Hago un barrido visual entre los ocupantes de una mesa en concreto, y trago saliva ante uno de ellos. Ella está aquí. La Diosa Morena de la fiesta en la piscina.

Los ojos de Velcro Trumpete brillan luminosos, y su maravillosa sonrisa hace que mi corazón lata desbocado, cuando me mira y nuestras miradas se cruzan. A pesar de la distancia que mantenemos, puedo sentir la maravillosa electricidad subyacente entre nosotros.

Está preciosa. Su cabello castaño, luce rizado. El vestido negro que viste, se adapta a su magnífico cuerpo, y resalta el tono dorado de su piel. Se ha maquillado demasiado para mi gusto, pero no me importa. Luce bellísimo igualmente.

Oh señor, la cabeza me da vueltas.

Mi hermano me propina un codazo, devolviéndome a la realidad. Mierda; me he quedado paralizado como un idiota observándola.

Tomamos asiento y dejo de existir para Paco, que solo tiene ojos para Elena. Ojos, mimos y cuchicheos. ¡Hay que joderse la suerte que tienen algunos!

Me uno a la conversación general y no tardo en animarme. Hablo de mí. Del grado universitario me planteo hacer; de mis deportes favoritos; de mi afición por escribir...

Me percato de que Velcro no me quita la mirada, prestando atención a todo lo que digo. Me callo de golpe, temiendo haber estado hablando más de la cuenta, monopolizando la conversación. La ignoro, aborchonado ante la posibilidad de haber hecho el mayor de los ridículos frente a ella.

  • ¿Pedimos ya?- pregunto un instante después, incapaz de permanecer ni un segundo más bajo su intenso escrutinio sin hacer nada.
Necesito alejarme y relajarme, o comenzaré a bullir como una tetera.

Aliviado, hay un murmullo de aprobación general a mi proposición de pedir la comida. Me ofrezco a hacer el pedido. Así qué tras apuntar lo que vamos a comer y recibir el dinero para pagar, me encamino a la zona de pedidos y preparación, dónde espero pacientemente mi turno.

Tal vez por primera vez en mi vida, ruego por dentro que tarden el máximo tiempo posible en atenderme, para alargar el momento de tener que regresar.

Está a punto de ser mi turno, cuando la siento llegar, antes de que llegue. ¿Qué narices? Mi cuerpo cobra vida y un delicioso escalofrío me recorre de la cabeza a los pies. Cierro los ojos, cuando su perfume me envuelve, clavándose en mi memoria.

  • Javivi, ¿verdad?- me pregunta al llegar a mi lado.
Asiento al cabo de unos segundos observándola.
Por todos los Dioses. Quedo subyugado y atrapado bajo sus grandes ojos oscuros. Me cuesta un mundo no alargar la mano y posarla sobre la suave piel de su mejilla, ahí dónde unos lunares dibujan una constelación.

Me obligo a espabilar, o tomará la torpeza social que me provoca su presencia, por estupidez.

  • ¿El tuyo era...?
  • Velcro. Velcro Trumpete.
Asiento conforme.

  • Hola, ¿qué van a pedir?- pregunta sonriente la persona que atiende los pedidos.
Giro el rostro en su dirección, fulminándola con la mirada, por atreverse a interrumpir nuestro precioso momento.

  • Venia a decirte que hemos decidido cambiar el jamón de la segunda pizza, por champiñones.
  • De acuerdo.
Me dedica una sonrisa que me derrite, cuando se dispone a marcharse. Tiro de ella, agarrando su brazo, evitando que choque con otro comensal que pasa en ese momento con la bandeja con su pizza. Nuestros cuerpos chocan, y las respiraciones se agitan. Puedo apreciar el sonido de nuestros corazones desbocados, a través de las prendas que vestimos y el sonido ambiente. Velcro centra su mirada allí donde mi mano une nuestras pieles, entreabriendo los labios sorprendida como yo por la corriente de electricidad que ha recorrido nuestros cuerpos cuando hemos unido nuestras pieles. Me observa, parpadeando confusa y yo solo puedo pensar en poner fin a la distancia que hay entre nuestros rostro, uniendo nuestros labios como llevo deseando hacer desde hace días.

  • Gracias- susurra Velcro.
  • No se me merecen- digo a mi vez.
  • Eh, ¿pensáis pedir o qué?- inquiere la persona que se encuentra detrás, en la fila.
Quiero darle una lección al caraculo por molestar, pero me contengo por Velcro. Quiero que tenga la mejor impresión de mí.

Cuando se marcha finalmente de vuelta a la mesa, paso una mano por el rostro, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible, poniendo fin a esta tortura.





  • Podríamos dar una vuelta por el centro comercial- proponen.
  • Síiiii- chilla emocionada Velcro, dando una serie de saltitos en el asiento-. Pero antes tengo que pasar por casa un momento.
Le pido las llaves del coche a Paco. Tenemos un pequeño rifirrafe a susurros, que acabo ganando. Sé que le preocupa que sólo hace unas semanas que tenga el carnet de conducir, pero nada me arruinará el momento.

  • Yo no voy a ir, lo siento. Pero puedo acercarte a casa, Velcro- indico.
Comienzo a sudar nervioso, esperando su respuesta, apretando esperanzado las llaves contra mi palma.

  • ¡Ah, claro! ¡Me encantaría!- acepta, haciéndome sentir desfallecer.
Su acompañante, el chico que ha permanecido sentado durante la merienda a su lado, le susurra algo no pareciendo muy contento. Pero Velcro le ignora, cogiendo su minúsculo bolso de donde lo ha colgado.

  • ¿Vamos?- me pregunta.
Asiento, saliendo juntos al exterior, tras abrirle la puerta caballerosamente.

Por primera vez, me arrepiento de mi propuesta, cuando nos acercamos al coche. Velcro es una persona rica y con clase, que estoy seguro que no está acostumbrada a montarse en viejas tartanas como la nuestra.

Pongo música y me concentro en conducir, tratando de ignorar la tensión que no tarda en preñar el ambiente. Pero por más que lo intento, no puedo dejar de sentir cómo la mirada de Velcro se posa en mí, acariciando mis terminaciones nerviosas.





  • Hemos llegado- anuncia Velcro.
Quedo impresionado ante la magnificencia del chalet ante el que nos hemos detenido.

Un nivel de riqueza así, escapa a mi compresión y posibilidades. Desolado, comprendo con crudeza, que Velcro está fuera de mi alcance. Jamás podré estar a su altura. Nunca seré suficiente para ella.

  • ¿Quieres que te espere y te acerque al Centro Comercial?- le pregunto.
Estoy tenso. Agarro con fuerza el volante y me niego a mirarla.

  • Oh, no te preocupes. Me acercará mami. Me dijo que quería ir a dar una vuelta.
  • Muy bien. Entonces... adiós, supongo- me despido.
  • ¿Ocurre algo, Javivi?- inquiere ante mi actitud.
Tras unos segundos, reúno la fortaleza para mirarla al fin. Su expresión es de cautela y tensión.

  • Me gustaría seguir conociéndote Velcro, pero no va a poder ser- logro articular, a pesar del nudo que siento en la garganta.
  • A mí también me gustaría seguir conociéndote, ¿por qué dices eso?
Me contempla, incitándome con su expresión y la energía que desprende a besarla, pero no lo hago, aunque me muera por hacerlo.

A lo que no me niego, es a alargar la mano, dándome el placer de acariciar su rostro, ya que es la última vez que nos veremos. Velcro cierra los ojos, apoyando la cara contra mi palma.

  • No soy un hombre para ti. Jamás podré hacerte feliz. Créeme, es lo mejor.
Sus ojos se abren desmesuradamente.

  • ¡Porqué dices eso! ¡Qué sabrás, si no lo intentas!- me reprocha.
  • Adiós, Velcro.
Quiero poner fin a la situación, para poder marcharme a casa a lamerme las heridas.

Niega con la cabeza, con los ojos brillantes a causa de las lágrimas contenidas.

  • Adiós, Javivi.
Abre la puerta, saliendo del coche dando un portazo, apresurándose en entrar en casa.

Apoyo la frente contra el volante, maldiciendo mi suerte, antes de poner el coche en marcha emprendiendo el camino de regreso a casa.
Bravisima pri!
Me parto cada vez que leo ese "Javivi".. sq lo escucho en la voz de Velcro totalmente.
Seguro que hasta ellos se echan unas risas leyendolo ?
 
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