Evangelio del Día

Lecturas del Miercoles Santo
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Miércoles, 8 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de IsaIas (50,4-9a):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios

Salmo
Sal 68,8-10.21-22.31.33-34

R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio segun san Mateo (26,14-25):

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor
 
Guía católica de supervivencia para el coronavirus (2): El arte de morir preparado
Por
RORATE CÆLI
-
08/04/2020


Guía de supervivencia católica. Segunda parte. El arte de morir preparado: una muerte buena y católica

Bona mors: una muerte buena y dichosa. Un concepto muy católico.

¿Hay que suponer que entre los católicos ha de cundir el pánico de una pandemia? Sólo si no están preparados para su muerte, pero han de evitar estar así. Cuando la mayoría de los católicos, por desgracia, no suelen estar preparados para su propia muerte, los momentos como el presente (incluso si se dejan llevar por las características del pánico en masa que impulsan los medios) son muy útiles a los fieles para concentrarse en la necesidad de preparar sus almas para la muerte.
En este sentido, momentos como el presente son una bendición. Mientras la muerte suele pillarnos por sorpresa (aunque, como católicos, debemos rezar para que no sea el caso), cuando tenemos entre nosotros un nuevo patógeno peligroso, no podemos decir razonablemente ante el Juez Formidable que “es que no sabíamos”. Sabíamos y sabemos, y ¿qué mejor tiempo para estar listos para una buena muerte?

La Primera Parte de la Guía de Supervivencia del diácono Nick Donnelly (que volvemos a subir aquí) está dedicada a la carga de una vida sin un acceso regular a los sacramentos (especialmente la Penitencia y la Sagrada Eucaristía); esta segunda parte está dedicada a la preparación para una buena muerte.

***
El arte de morir bien (Ars moriendi) y oraciones para una buena muerte (Bona mors)
Por el Rev. Diácono Nick Donnelly
La epidemia del coronavirus COVID-19 ha puesto para muchos de nosotros la perspectiva de la muerte en un enfoque mucho más agudo. La ilusión de que viviremos hasta la ancianidad, que hacía a la muerte parecer una amenaza lejana, se ha rasgado dejándonos frente a la verdad de nuestra mortalidad. Algunos de nosotros podríamos sufrir una enfermedad crítica al contraer el COVID-19 e incluso complicaciones que amenacen nuestra vida. Los estrictos protocolos de cuarentena para parar la transmisión del virus y proteger a los trabajadores sanitarios significan que, muy probablemente, nos veremos privados del cuidado pastoral de nuestros sacerdotes en el lecho de muerte. Es esta una perspectiva que, con razón, nos preocupa a muchos en el momento presente. Podemos sentir una profunda ansiedad [por el temor de] vernos abandonados a soportar las tribulaciones de morir sin nuestros padres espirituales.
En estas circunstancias, la familiaridad y la práctica de dos devociones tradicionales nos ayudarán a enfrentarnos a la muerte con mayor paz mental, calma y compostura, y nos permitirán prepararnos a morir con esperanza cristiana. Estas dos devociones tradicionales son el Ars moriendi y la Bona mors, el arte de morir y las oraciones para una buena muerte. Incluso siendo jóvenes y sanos, a todos nos beneficiarían estas dos devociones, que nos ayudan a vivir la vida desde la perspectiva de la vida eterna.
Cristo resucitado transforma la muerte
La muerte es la consecuencia funesta del pecado de nuestros primeros padres, que expresa “la ira y la indignación de Dios” (Gen 2:17; cf. Decreto sobre el pecado original del Concilio de Trento, 1) La muerte es también la siniestra manifestación de nuestra cautividad del demonio, que “tiene el poder de la muerte” (Heb 2:14). Como explicaba san Agustín:
“Por lo que debemos decir que los primeros hombres fueron, en efecto, creados de tal modo que, si no hubieran pecado, no habrían experimentado ningún tipo de muerte; pero que, habiéndose vuelto pecadores, fueron de tal modo castigados que todo lo que surgiera de su raza sería también castigado con la misma muerte. Porque nada podría nacer de ellos sino lo que ellos mismos fueron. Su naturaleza se deterioró en proporción al tamaño de la condenación de su pecado, de modo que lo que existía como castigo en los que pecaron primero, pasó a ser una consecuencia natural en sus hijos”. (San Agustín, La ciudad de Dios, libro XIII, cap. 1).
Sólo por estas razones es comprensible que los individuos tengan un temor natural a la muerte, incluso si no son conscientes del origen sobrenatural de este temor. Según se acerque la muerte, todos tendremos que luchar contra este temor innato que, sin el fortalecimiento de la fe cristiana y la vida sacramental, puede ser aplastante.
La Resurrección de Nuestro Señor lo cambia todo. Como dice santo Tomás de Aquino, la Resurrección es “el principio y parangón de todas las cosas buenas” (ST III, q. 53, a. 1, ad 3). “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11:25).
A través de la humanidad que asumió el Hijo de Dios, Cristo cargó, por su muerte en la Cruz, el castigo de la ira y la indignación de Dios y liberó a la Humanidad del cautiverio del poder de muerte del demonio:
“La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?… ¡Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por Nuestro Señor Jesucristo!” (1 Cor 15:54-44, 57).
Es de la conquista de Nuestro Señor sobre la muerte y de su derrota de Satanás de donde se deriva al poder de transfigurar nuestra experiencia de la muerte que tienen el arte de morir bien y las oraciones para una buena muerte. Roban a la muerte su aguijón al llevarnos a una participación bautismal más profunda en su muerte y resurrección (Rom 6:4).
El arte de morir bien
En su famoso libro meditación sobre el arte de morir bien, san Roberto Belarmino S.J. empieza por exponer la esperanza cristiana fundamental, que energiza esta devoción: aunque la muerte no puede ser considerada un bien en sí misma pues se origina del pecado, Dios en su providencial sabiduría la ha “condimentado de modo que muchas bendiciones se originan de la muerte”. La mayor de las bendiciones es que puede convertirse en la puerta de la prisión de esta vida terrenal al Reino de Dios. Por ello, el punto de partida de Belarmino para el arte de morir bien es que, por la gracia de Cristo, “al hombre bueno, la muerte no le parece horrible sino dulce; no terrible, sino agradable”. Esta actitud ante la muerte la ejemplifica san Pablo cuando escribe: “pues, para mí, la vida es Cristo y morir, una ganancia” (Fil 1:21).
El profesor Eamon Duffy, en su fecundo libro sobre el catolicismo prerreformista de Inglaterra, expone el propósito y los elementos de los manuales medievales que guiaron a los sacerdotes en la preparación a la muerte de los que estaban mortalmente enfermos. Estas prácticas pastorales formaban la estructura y el contenido del Ars moriendi e incluían los siguiente elementos:
Primero. El sacerdote presentaba a los moribundos el crucifijo, que sostenía ante sus rostros para asegurarles que “en la imagen podían adorar a su redentor y tener presente su Pasión, que sufrió por sus pecados” (Desnudar los altares, p.314). La mística inglesa Juliana de Norwich describió el efecto de esta presentación del crucifijo mientras yacía gravemente enferma: “El párroco puso la cruz ante mi cara y dijo ‘Hija, te he traído la imagen de tu Salvador. Mírala y consuélate en ella, con reverencia al que murió por ti y por mí’ “ (Juliana de Norwich, Revelaciones, p. 128).
Segundo. El Ars moriendi hacía énfasis en el consuelo que se puede obtener al meditar con Cristo crucificado usando una meditación popular de san Bernardo. Esta meditación describía a Jesús en la cruz con sus brazos extendidos, la cabeza inclinada, para abrazar y besar al pecador. La herida de su costado, expuesta para revelar su amor ardiente. Su origen era una visión mística de san Bernardo, durante la cual vio a Cristo crucificado inclinarse desde la cruz para abrazarle y sostenerle. La compasión de Cristo crucificado hacia el pecador era un tema común en los escritos de san Bernardo:
“El mundo rabia, la carne es pesada y el demonio acecha en las trampas, pero yo no caigo, pues mis pies están plantados en la roca firme. Puedo haber pecado gravemente. Mi conciencia estará afligida, pero no estará agitada porque me acordaré de las heridas del Señor: fue herido por nuestras iniquidades. ¿Qué pecado hay tan mortífero que no pueda ser perdonado por la muerte de Cristo? Y así, si recuerdo este fuerte y efectivo remedio, nunca más me puede aterrar la malignidad del pecado” (Sermo 61, 3-5).
Tercero. En este contexto de la muerte del Señor en la cruz por nuestros pecados y de su compasión por los pecadores, el sacerdote cuestionaba al moribundo para incitarle a un espíritu de sincero arrepentimiento, el del que confía solamente en los sufrimientos redentores de Cristo. Como escribió san Agustín: “Por muy inocente que haya sido tu vida, ningún cristiano debería aventurarse a morir en ningún otro estado que el de penitente” (citado por el obispo Richard Challoner en su Jardín del alma). Eamon Duffy explica que el objetivo de esta interrogación era traer a los moribundos al conocimiento de su condición, aunque les turbara y asustara, porque era mejor molestar al moribundo con un temor y miedo saludables que permitirles caer en la condenación. El propósito de esto era evocar en el moribundo una declaración de fe en Cristo y verdadero arrepentimiento de sus pecados.
Cuarto. Tal declaración de fe y arrepentimiento fortalecería al moribundo para soportar el asalto final del demonio:
“El lecho de muerte es el centro de una lucha épica por el alma del cristiano, en la que el demonio usa toda su fuerza para que el alma dé la espalda a Cristo y a su cruz para el aborrecimiento o para la confianza propios. Contra estas tentaciones, la cruz y los ejércitos de los redimidos formaban para asistir al cristiano que moría. El dormitorio se convertía en un campo de batalla abarrotado, centrado en las últimas agonías del hombre o de la mujer de la cama” (Duffy, p.37).
Seguir el principio de que estar avisado es estar armado, el Ars moriendipreparaba al alma cristiana a identificar y resistir cinco tentaciones del demonio en el momento de la muerte:

  1. La tentación contra la fe. En el último momento, el cristiano que muere será tentado de apostasía, contra la que debe rezar para obtener la virtud de la fe y firmemente renovar su fe bautismal.
  2. La tentación de la desesperación. El demonio tienta al moribundo para que desespere del perdón de Dios, presentándole los pecados mortales como imperdonables, a lo que debe oponerse la oración por la virtud de la esperanza en el perdón de Dios.
  3. La tentación de la impaciencia enojada. El moribundo se ve tentado a rechazar la voluntad de Dios, que permite que sufra la enfermedad y la muerte, expresada por medio de la impaciencia y la frustración con la situación propia y contra los que le cuidan. Ha de afrontarla con la práctica deliberada de la paciencia, la contención y la caridad.
  4. La tentación del orgullo. Al verse frente al declive de su fuerza y la pérdida de control, el demonio tienta al moribundo a agarrarse desesperadamente a un falso sentido de seguridad, centrándose en los logros pasados y el estatus social. En vez de sumirse en esta ilusión, el cristiano debe abrazar la afirmación sincera de los propios pecados y cultivar la humildad, expresada como la total confianza en Dios.
  5. La tentación de un apego avaricioso a las personas y a las posesiones. Según se afronta la extrema pobreza de estar muerto, el demonio nos tentará a agarrarnos a nuestros conocidos y posesiones. Para contrarrestar esta ilusión, el moribundo debe buscar el desapego, aceptando desnudarse de sus facultades y seguridades familiares, abandonándose a Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23:46).
Quinto. El Ars moriendi fortificaba y animaba a los cristianos a prestar batalla al demonio al afirmarlos en la presencia activa y la asistencia directa de los ángeles y de los santos. Les recordaba que estaban en la compañía de grandes pecadores que se convirtieron para hacerse grandes santos, como san Pedro, santa María Magdalena, san Dimas el buen ladrón y san Pablo. En su poema épico El sueño de Geroncio, san John Henry Newman retrata vívidamente el papel que juega nuestro ángel de la guarda en la hora de la muerte, asistiendo al alma en el juicio de Dios y protegiéndola de los asaltos finales de los demonios.
Sexto. La familia y los amigos tenían un papel importante en el momento en que expiraba la persona, al rezar en alto las oraciones para encomendarle. Como se indica en las rúbricas de las oraciones por los moribundos que contiene el misal romano tradicional:
“Cuando se acerque el momento de la muerte, todos los que están cerca del lecho de muerte deben rezar con gran sinceridad y de rodillas. Si el moribundo puede, debe decir: ‘Jesús, Jesús, Jesús’. Si no puede, alguno que esté cerca o el mismo sacerdote debe hacerlo con voz clara”.
Un Ars moriendi para la epidemia del COVID-19
Ante la perspectiva de estar en cuarentena en el hospital y privados de la asistencia de nuestros sacerdotes y familia a la hora de la muerte, es prudente practicar el arte de morir bien como una devoción frecuente. Lo que sigue está basado en la práctica tradicional, adaptada a las circunstancias actuales:

  1. Mira un crucifijo, o evoca uno con la imaginación, y adora a tu redentor. Rememora la pasión que sufrió por tus pecados.
  2. Medita sobre la compasión de tu Salvador hacia ti como pecador. Imagina a Jesús en la cruz con los brazos extendidos, la cabeza inclinada, que te abraza y te sostiene, ayudándote a mirar tus pecados.
  3. Comienza un examen general de tu conciencia, pidiendo al Espíritu Santo que te descubra los pecados de tu vida. Pide la gracia del arrepentimiento sincero, sin hacer excusas o racionalizaciones de las acciones pecaminosas y confiando únicamente en los sufrimientos redentores de Cristo. Si eres consciente de algún pecado mortal o serio, pide la gracia de hacer un acto de contrición perfecta, que te absolverá de esos pecados incluso en la ausencia de un sacerdote (bajo ciertas condiciones).
  4. Prevé que sufrirás el asalto final del demonio al morir. Pide gracia como sigue:
Contra la apostasía, reza por obtener la virtud de la fe y reafirma tu fe bautismal.
Contra la desesperación por los pecados, reza por obtener la virtud de la esperanza en el perdón de Dios.
Contra el enojo por morir, reza para obtener la virtud de la caridad para practicar la paciencia.
Para no agarrarte al orgullo, reza por obtener la humildad y la total confianza en Dios.
Para no apegarte a esta vida, reza por obtener el desapego y el abandono en la voluntad de Dios.
En el momento de la tentación, di también siempre “¡Jesús mío, misericordia! ¡María, socórreme!”

  1. Ora para obtener la asistencia de tu ángel de la guarda y la comunión de los santos, especialmente san Pedro, santa María Magdalena, san Dimas el buen ladrón y san Pablo.
  2. Si no puedes recibir el viático por la ausencia de sacerdote, haz una comunión espiritual por medio de un deseo ardiente de recibir la Sagrada Comunión.
  3. En el momento de la muerte reza en alto o en tu corazón “Jesús, Jesús, Jesús” o “Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”.
Oraciones para una buena muerte
Era antaño una práctica devocional popular entre los católicos rezar por una buena muerte en un tiempo en que la muerte repentina e inesperada era una realidad común en la vida diaria. En el siglo XVII los jesuitas, con aprobación papal, fundaron la confraternidad de la Bona mors para “preparar a sus miembros, mediante una vida bien regulada, a morir en paz con Dios”. Richard Challoner, el eminente obispo inglés de los Tiempos Penales[1], incluyó en su devocionario El jardín del alma las Letanías para una Buena Muerte, compuestas por “una joven que a los diez años de edad se convirtió a la fe católica y murió a los dieciocho en olor de santidad”.
San José, patrón de la buena muerte
Un elemento esencial de estas devociones es la veneración de san José como patrón de la buena muerte. Esta asociación de san José con la hora de la muerte se remonta a un texto devocional del siglo V, La vida de José el carpintero, que imagina a san José, temiendo una muerte inminente, siendo confortado por Jesús. José le dice a Jesús:
“¡Salve, mi muy querido hijo! Es cierto que la agonía y el miedo a la muerte ya me rodean, pero tan pronto oí tu voz, mi alma descansó. ¡Oh, Jesús de Nazaret! ¡Jesús, mi Salvador! ¡Jesús, el liberador de mi alma! ¡Jesús, mi protector! ¡Jesús! ¡Oh, el más dulce nombre en mis labios y en los de todos los que lo aman! Soy tu siervo. En este día te reverencio con toda humildad y ante tu rostro derramo mis lágrimas. Eres mi Dios enteramente”.
Desde el siglo V, una representación popular de la muerte de san José nos lo muestra abrazado por Jesús y María, la perfecta imagen de una muerte dichosa. San Alfonso Mª de Ligorio presenta la muerte de san José como el ideal de la muerte cristiana:
“Y por la asistencia que Jesús y María os dieron en la muerte, os pido me protejáis de un modo especial en la hora de mi muerte, de modo que al morir, protegido por vos, en compañía de Jesús y María, pueda agradeceros en el Cielo y en vuestra compañía alabar a mi Dios por toda la eternidad. Amén”.
San Francisco Silas S.J. observaba que “no hay lecho de muerte que jamás pudiera estar mejor asistido por testigos que fueran más consoladores”.
Varios papas han promovido la veneración de san José como patrón de la buena muerte. En su oración a san José, el papa León XIII escribió: “Escudadnos siempre bajo vuestro patronato para que, siguiendo vuestro ejemplo y fortalecidos por vuestra ayuda, vivamos una vida santa, tengamos una buena muerte y obtengamos la eterna alegría del Cielo. Amén”. El papa Benedicto XV animaba a los fieles a invocar a san José los miércoles como patrón de la buena muerte. Instó a todos los obispos del mundo para que promovieran su devoción:
“Particularmente, puesto que se le considera el protector más efectivo de los moribundos, ya que murió asistido por Jesús y María, será disposición de los pastores sagrados introducir y patrocinar, con todo el prestigio de su autoridad, las oraciones devotas que se han instituido para invocar a san José por los agonizantes, como “de la buena muerte”, o “del tránsito de san José por los agonizantes de cada día”.
San José, terror de los demonios
A la luz del asalto final del demonio en el lecho de muerte, también es sensato invocar a san José, “terror de los demonios”, como es descrito en su letanía. Favorecido por Dios con virtudes y gracias para proteger al Hijo de Dios y a la Santísima Virgen María, san José justamente aterroriza al demonio y a sus hordas. Como padre adoptivo de Jesús, a cuya autoridad Jesús estuvo sujeto (Lc 2:51) y como casto esposo de la Madre de Dios, san José ocupa un lugar especial en el Cielo. El P. Antony Patrigani escribe sobre el lugar especial de san José en el Cielo en Manual de devoción práctica al glorioso patriarca san José (1885):
“Lucifer lo sabe y, por ello, con miedo y temblando se acerca a la cama de un agonizante que durante su vida haya sido un verdadero siervo de san José. Sabe que nuestro divino Salvador, para premiar a este gran santo por haberle salvado de la espada de Herodes y de una muerte temporal, le ha dado el privilegio especial de conservar a los moribundos, que durante su vida le tomaron como protector, del poder del demonio y de la muerte eterna… Pueden estar seguros de encontrar bajo sus alas la mejor seguridad contra las artes de Satanás en esa tremenda crisis, en que su furia se alza al punto más alto ante la perspectiva de que su presa se le escape para siempre.”
Una Bona mors para la epidemia del COVID-19
Mientras aún hay tiempo, haz de estas oraciones para una muerte dichosa una práctica diaria para que, si contrajeras el coronavirus COVID-19 y desarrollaras complicaciones serias que amenazaran tu vida, se hayan convertido ya en parte de tu vida diaria de oración. De este modo, puedes confiar en que, a través de la protección y la intercesión de san José, vencerás las tentaciones finales del del demonio y se te dará la gracia de una buena muerte.

  1. Haz un acto de consagración a san José
Oh, amado san José, me consagro en tu honor y me entrego a ti, para que seas siempre mi padre, mi protector y mi guía en el camino de la salvación. Obténme una mayor pureza de corazón y un amor ferviente de la vida interior. Que, según tu ejemplo, haga yo todas mis acciones para mayor gloria de Dios, en unión con el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Oh, glorioso san José, ora por mí para que pueda compartir la paz y la alegría de tu santa muerte. Amén.
  1. Reza frecuentemente esta oración a san José para una buena muerte
Oh, glorioso san José, mirad que os escojo hoy como mi especial patrón en la vida y en la hora de mi muerte. Conservad y aumentad para mí el espíritu de oración y fervor en servicio de Dios. Alejad de mí cualquier clase de pecado; obtenedme que mi muerte no me llegue desprevenido, sino que tenga tiempo de confesar mis pecados sacramentalmente y de lamentarlos con un perfecto entendimiento y la más sincera y perfecta contrición, para que pueda expirar mi alma en las manos de Jesús y María. Amén.
  1. Reza la oración universal por los agonizantes de san Luis Guanella
Glorioso san José, padre adoptivo del Hijo de Dios y verdadero esposo de la Santísima virgen María, ruega por nosotros y por nuestros hermanos que agonizan en este día (o en esta noche).
Para concluir, en circunstancias normales, sería de sabios hacer del arte para morir bien y de las oraciones para la buena muerte una práctica frecuente, porque cada uno de nosotros habrá de afrontar la hora de la muerte. Pero en estas circunstancias extraordinarias de la epidemia de COVID-19, es incluso más necesario tomar estas devociones para prepararnos ante la posibilidad de que nos hallemos en el lecho de muerte sin la asistencia de sacerdote ni familia. Si hemos de afrontar una muerte así, podemos asegurarnos la protección de san José y la consoladora presencia de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen María. Hagamos nuestra esta oración del padre Pío:
“Se hace tarde y se acerca la muerte, temo la oscuridad, la tentación, la sequedad, la cruz, las penas. ¡Oh, cuánto te necesito, mi Jesús, en esta noche de exilio! Quédate conmigo, Señor, porque a la hora de mi muerte quiero permanecer unido a ti, si no por la Comunión, al menos por la gracia y el amor”.
Artículo original: https://rorate-caeli.blogspot.com/2020/03/catholic-survival-guide-second-part-art.html traducido por Natalia Martín
[1] Leyes impuestas en Irlanda durante el siglo XVII para forzar la adscripción de los católicos a la reformada Iglesia de Irlanda (Church of Ireland). N de la T.

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RORATE CÆLI
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Edición en español del prestigioso blog tradicionalista internacional RORATE CÆLI especializado en noticias y opinión católica. Por política editorial no se permiten comentarios en los artículos
 
Perdonad el retraso...

Lecturas del Jueves Santo
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Jueves, 9 de abril de 2020
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12.1-8.11-14):

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta al Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18

R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,23-26):

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios
Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
 
Lecturas del Viernes Santo
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Viernes, 10 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios
Salmo


Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25

R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.

Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

Evangelio
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Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio
 
Lecturas del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
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Domingo, 12 de abril de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

EN aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Palabra de Dios
Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

HERMANOS:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

Palabra de Dios

Secuencia
Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Evangelio
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Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
 
Lecturas del Lunes de la Octava de Pascua
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Lunes, 13 de abril de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14.22-33):

EL día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros sabéis, a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y provisto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a el:
“Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”.
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo he derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».

Palabra de Dios

Salmo
Sal 15,1b-2a y 5.7-8 9-10.11

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
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a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):

EN aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio
 
Lecturas de hoy Martes de la Octava de Pascua
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Hoy, martes, 14 de abril de 2020
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):

EL día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios
Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20.22

R/. La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esteran su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Secuencia
(Opcional)

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Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
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unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

EN aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio de hoy
 
Lecturas de hoy Miercoles de la Octava de Pascua
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Hoy, miércoles, 15 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Secuencia
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propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy
 
Lecturas de hoy Jueves de la Octava de Pascua
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Hoy, jueves, 16 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):

EN aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios Jo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que Jo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».

Palabra de Dios

Salmo
Sal 8,2a.5.6-7.8-9

R/. Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!


Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

EN aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy
 
Lecturas de hoy Viernes de la Octava de Pascua
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Hoy, viernes, 17 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,1-12):

EN aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Más, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Palabra de Dios

Salmo
Sal 117,1-2.4.22-24.25-27a

R/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

EN aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy
 
Lecturas de hoy Sábado de la Octava de Pascua
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Hoy, sábado, 18 de abril de 2020

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4,13-21):

EN aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo:
«¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre».
Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido.

Palabra de Dios

Salmo
Salmo responsorial Sal 117,1.14-15.16-18.19-21

R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos R/.

«La diestra del Señor es poderosa.
La diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,9-15):

JESÚS, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio de hoy
 

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