Evangelio del Día

Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (21 dic.)
  • San Pedro Canisio
  • San_Michea_picto.jpg

    San Miqueas AT

  • Primera Lectura
  • Cantar de los Cantares 2,8-14.

    ¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.
    Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.
    Habla mi amado, y me dice: "¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
    Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
    Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
    La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
    Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante". Coro
  • Evangelio según San Lucas 1,39-45.

    María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
    Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
    Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
    exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
    ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
    Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
    Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

    Comentario del día : Orígenes
    • «María se puso, rápidamente, en camino hacia un pueblo de la montaña de Judea»
      «¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, » (Ct 2,8). En principio, Cristo no se dio a conocer a la Iglesia si no por su voz. Comenzó dejando oír su voz por mediación de los profetas; sin dejarse ver, se hizo comprender. Su voz estaba en los mensajes que le anunciaban, y a lo largo de todo este tiempo, la Iglesia-Esposa reunida desde los orígenes del mundo, tan sólo la comprendía. Pero llegó un día en que ella le vio con sus propios ojos y dijo: « ¡Que llega mi amado, saltando sobre los montes!»... Y cada alma, si el amor del Verbo de Dios la abraza...,se siente feliz y consolada cuando percibe la presencia del Esposo, cuando se encuentra delante de las difíciles palabras de la Ley y de los profetas. A medida que se aproxima a su pensamiento para iluminar su fe, le ve brincar por los montes y colinas..., y puede muy bien decir: «¡Oíd, que llega mi amado!»... Ciertamente, el Esposo ha prometido a su Esposa, es decir, a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Pero eso no le impide decir también que se va a tomar posesión de su Reino (Lc 19,12); entonces, de nuevo, a medianoche, se oye el grito: «Mirad, que llega el Esposo» (Mt 25,6). Una veces, pues, el Esposo se hace presente y enseña, otras se hace el ausente y se le desea... Así es que, cuando el alma busca comprender y no lo alcanza, para ella el Verbo de Dios está ausente. Pero cuando encuentra al que busca, le experimenta presente sin duda ninguna y la ilumina con su luz.... Si queremos, pues, ver al Verbo de Dios, al Esposo del alma, «brincando por los collados», escuchemos primeramente su voz, y le podremos ver.


 
ADELANTE LA FE
Adviento: Santidad y Contrarrevolución
20/12/18 8:03 AMpor César Félix Sánchez



Estamos entrando al momento más penitencial del Adviento. Recordemos que, aunque lo hayan olvidado algunas emperifolladas parroquias, llenas de árboles de navidad con lucecitas incluso en el altar desde inicio del mes, el Adviento es un tiempo de penitencia, expiación y expectación.

El Adviento es un compendio de la vida del homo viator, especialmente en esta época, en que, como diría el papa san Pío X en E Supremi (1903), parece que «ya habita en este mundo el hijo de la perdición de quien habla el Apóstol». El tiempo litúrgico que solemniza la espera de la Primera Venida nos prepara y edifica para el tiempo histórico que prepara la Segunda

Una bellísima manifestación de esto es el himno Rorate Caeli, del Oficio Divino durante estos días, especialmente esta estrofa:

Ne irascáris Dómine,

ne ultra memíneris iniquitátis:

ecce cívitas Sáncti fácta est desérta:

Síon desérta fácta est, Jerúsalem desoláta est:

dómus sanctificatiónis túæ et glóriæ túæ,

ubi laudavérunt te pátres nóstri.

[No te irrites, Señor, no te acuerdes más de nuestras iniquidades. Mira que la ciudad santa está desierta: Sión ha quedado desierta, Jerusalén está desolada, la casa de tu santificación y de tu gloria, en donde te alabaron nuestros padres].


¡Qué mejor descripción de la desolación posconciliar, donde la Jerusalén mística ha sido desfigurada hasta hacerse casi irreconocible, donde la misma liturgia, domus sanctificationis tuae, ha sido desertificada! Abscondisti faciem tuam a nobis, et allisti nos in manu inquitatis nostrae…[Escondiste tu faz de nosotros y nos entregaste a manos de nuestra iniquidad].

Por otro lado, estamos en el periodo más penitencial de Adviento: las témporas, el tiempo más penitencial del tiempo penitencial que es el Adviento. El viernes 21 de diciembre, viernes de témporas (que también es el solsticio de verano en estas latitudes) la Iglesia cantará en las Antífonas Mayores, ante la inminencia del Nacimiento del Redentor: «Oh, Sol Naciente, esplendor de luz eterna y sol de justicia, ven e ilumina a aquellos que viven en la oscuridad y en la sombra de la muerte»:



Llenémonos de esperanza en la venida del Salvador, pues la batalla está ganada. Pero, como las vírgenes prudentes, tiene que encontrar nuestras lámparas con aceite: el aceite de la penitencia y de la virtud. Hoy más que nunca en la historia, la práctica de las virtudes morales y sobrenaturales, especialmente de la pureza, es verdaderamente contrarrevolucionaria. Con la ayuda de Dios es absolutamente posible vivirlas, digan lo que digan Amoris Laetitias y otras cacofonías del modernismo. Sepamos pues llenarnos del mismo gozo expectante de los días anteriores a la Navidad, pues estamos cada vez más cerca de la Navidad definitiva:

Quaere moerore consumeris? Quare innovávit te dolor? Salvábo te; noli timére: ego enim sum Dóminus Deus tuus, Sanctus Israël, Redémptor tuus.
 
EL EVANGELIO DEL DÍA
22 Diciembre

Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (22 dic.)
  • Santa Francisca Javiera Cabrini
Comentario del día : Benedicto XVI

«María dio gracias al Señor»

Primera Lectura
  • Primer Libro de Samuel 1,24-28.

    Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
    Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
    Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
    Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
    Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.


  • Evangelio según San Lucas 1,46-56.

    María dijo entonces:
    "Mi alma canta la grandeza del Señor,
    y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
    porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
    En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
    Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
    ¡su Nombre es santo!
    Su misericordia se extiende de generación en generación
    sobre aquellos que lo temen.
    Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
    Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
    Colmó de bienes a los hambrientos
    y despidió a los ricos con las manos vacías.
    Socorrió a Israel, su servidor,
    acordándose de su misericordia,
    como lo había prometido a nuestros padres,
    en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
    María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


    Benedicto XVI
    Papa 2005-2013

    Encíclica «Deus caritas est», § 41
    • «María dio gracias al Señor»
      El Magnificat de María –retrato, por decirlo de alguna manera, de su alma- está enteramente bordado con hilos de la Escritura Sagrada, con hilos sacados de la Palabra de Dios. Con ello queda demostrado que en la Palabra de Dios, María se encuentra verdaderamente en su casa, entra y sale de ella con gran naturalidad. Habla y piensa por medio de la Palabra de Dios; la Palabra de Dios es su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además, así manifiesta que sus pensamientos son el diapasón de los pensamientos de Dios, que su voluntad consiste en querer con Dios. Estando profundamente penetrada por la Palabra de Dios, puede llegar a ser la madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otra manera? Como creyente que, en la fe piensa con el pensar de Dios y quiere con la voluntad de Dios, sólo puede ser una mujer que ama. Lo percibimos a través de sus gestos silenciosos, los que se narran en los relatos de los evangelios de la infancia. Lo vemos a través de la delicadeza con la que, en Caná, se da cuenta de las necesidades en las que se encuentran los esposos y las presenta a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta estar abandonada durante el periodo de la vida pública de Jesús, sabiendo que su hijo deber fundar una nueva familia y que la hora de su madre llegará tan sólo en el momento de la cruz... En Pentecostés serán los discípulos los que ser reunirán a su alrededor esperando el Espíritu Santo (Hch 1,14).


 
23 de diciembre
Cuarto Domingo de Adviento

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    San Juan de Kety
Primera Lectura

  • Libro de Miqueas 5,1-4a.

    Así habla el Señor:
    Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial.
    Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas.
    El se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra.
    ¡Y él mismo será la paz!
  • Evangelio según San Lucas 1,39-45.

    María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
    Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
    Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
    exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
    ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
    Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
    Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

    Comentario del día : San Francisco de Sales

    “El Todopoderoso hizo en mí maravillas”

    “El Todopoderoso hizo en mí maravillas”
    Lo propio del Espíritu Santo, cuando entra en un corazón, es echar fuera toda tibieza. Ama la prontitud y detesta las tardanzas en la ejecución de la voluntad de Dios... “María se puso en camino y se fue de prisa”... ¡Qué gracia colmó la casa de Zacarías cuando entró María! Si Abrahán recibió tanta gracia por haber hospedado en su casa a tres ángeles de Dios, ¡cuántas bendiciones no caerían sobre la casa de Zacarías donde entró el ángel del gran consejo (Is 9,6), la verdadera arca de la alianza, el profeta de Dios, Nuestro Señor oculto en el seno de María! Toda la casa se llenó de alegría: el niño saltó, el padre recobró la vista, la madre fue llena de Espíritu Santo y recibió el don de la profecía. Al ver a Nuestra Señora entrar en su casa, exclamó: “... ¿Cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?” Y María, escuchando lo que Isabel decía de ella, se humillaba y daba gloria a Dios por todo. Confesando que toda su felicidad procedía de que Dios “había mirada la humildad de su sierva” entonó este bello y admirable canto del Magnificiat. ¡Qué llenos de alegría deberíamos estar nosotros cuando nos visita este divino Salvador en el Santísimo Sacramento, en las gracias interiores y en las palabras que cada día dirige a nuestro corazón!
 
Natividad del Señor (Misa del día), Solemnidad
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    Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber

    Primera Lectura
    • Libro de Isaías 52,7-10.

      ¡Qué hermosos son sobre las montañas
      los pasos del que trae la buena noticia,
      del que proclama la paz,
      del que anuncia la felicidad,
      del que proclama la salvación,
      y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
      ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
      gritan todos juntos de alegría,
      porque ellos ven con sus propios ojos
      el regreso del Señor a Sión,
      ¡Prorrumpan en gritos de alegría,
      ruinas de Jerusalén,
      porque el Señor consuela a su Pueblo,
      Él redime a Jerusalén!
      El Señor desnuda su santo brazo
      a la vista de todas las naciones,
      verán la salvación de nuestro Dios.
  • Evangelio según San Juan 1,1-18.

    Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
    Al principio estaba junto a Dios.
    Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
    En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
    La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
    Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
    Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
    El no era la luz, sino el testigo de la luz.
    La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
    Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
    Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
    Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
    Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
    Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
    Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
    De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
    porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
    Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


  • San Basilio (c. 330-379)
    monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia

    Homilía sobre la santa generación de Cristo, 2.6; PG 31, 1459s
    «Les ha dado el poder llegar a ser hijos de Dios»
    ¡Dios en la tierra! ¡Dios entre los hombres! Esta vez no promulga su Ley envuelto en rayos, al son de la trompeta, en un monte humeante, en la oscuridad de un viento terrorífico (Ex 19,16s), sino que, en un cuerpo humano conversa, de manera suave y pacífica, con sus hermanos de raza. ¡Dios en carne!... ¿Cómo puede la divinidad habitar en una carne? De la misma que el fuego habita al hierro, no sacándolo del lugar en el que arde, sino comunicándosele. En efecto, el fuego no se echa encima del hierro, sino que ocupando el lugar de éste le comunica su poder. Haciendo esto no disminuye en absoluto sino que llena enteramente al hierro al cual se comunica. Igualmente, Dios, el Verbo, que «habitó entre nosotros», no salió de sí mismo. «El Verbo que se hizo carne» no fue sometido a ningún cambio; el cielo no quedó despojado de aquel que contenía y, sin embargo, la tierra acogió en su seno al que está en los cielos. Penétrate bien de este misterio: Dios habita en la carne a fin de matar la muerte que se esconde en ella... «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), cuando «se levantó el sol de justicia» (Ml 3,20), «la muerte ha sido devorada en la victoria» (1C 15,54) porque no podía coexistir con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad y del amor de Dios para con los hombres! Démosle gloria con los pastores, dancemos con los coros de los ángeles, porque «hoy nos ha nacido un Salvador que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11-12). «El Señor Dios nos ilumina» (Sl 117,27), no bajo la forma de Dios, para no asustar nuestra debilidad, sino bajo la forma de siervo, a fin de proporcionar la libertad a los que estaban condenados a la servidumbre. ¿Quién tendría el corazón tan adormecido y tan indiferente para no alegrarse, exultar de gozo, irradiar júbilo ante este acontecimiento? Es una fiesta común a toda la creación. Todos deben contribuir a ella, que nadie se muestre ingrato. También nosotros elevemos nuestras voces para cantar nuestro gozo!
 
ADELANTE LA FE
Jesús sí nació el 25 de diciembre
24/12/18 2:47 PMpor Bruno de la Inmaculada


Uno de los innumerables mitos que son moneda corriente en este mundo de tópicos es que la celebración de la Navidad en el 25 de diciembre procede de la sustitución de una fiesta de adoración al sol. Se dice que el cristianismo adoptó y adaptó fechas y costumbres paganas a fin de ganar más aceptación y para que no les costara tanto a los paganos abandonar su religión y abrazar la cristiana. En realidad esto no tiene mucho sentido, dado que los primeros cristianos, al contrario que tantos de hoy, no se andaban con tibiezas ni claudicaciones cobardes, aunque terminaran en las fauces de los leones o formando parte del alumbrado público romano en las famosas teas de Nerón.

Lo cierto es que la idea del origen pagano de la Navidad se remonta a fines del siglo XVII y principios del XVIII. Un protestante alemán llamado Paul Ernst Jablonski quiso demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre era una de muchas costumbres paganas que había adoptado la Iglesia del siglo IV mientras supuestamente se degeneraba y apartaba del cristianismo puro que habían predicado los apóstoles.
Dom Jean Hardouin, monje benedictino, se tragó el cuento y trató de demostrar que, en efecto, la Iglesia católica había adoptado y cristianizado festivales paganos, aunque sin paganizar el Evangelio. Como en el calendario juliano vigente desde Julio César el solsticio de invierno caía en el 25 de diciembre, tanto Jablonski como Hardouin estaban convencidos de que esa fecha había tenido un sentido claramente pagano antes de cristianizarse.

La verdad es muy diferente. En el año 274, el emperador Aureliano estableció por decreto la fiesta del Sol Invicto el 25 de diciembre. Pero los romanos nunca habían celebrado los solsticios ni los equinoccios. En Roma habían existido un par de templos (uno de ellos mantenido por la familia de Aureliano) donde se daba culto al sol, pero en el caluroso mes de agosto, si bien en la época en que vivió este emperador el mencionado culto estaba cayendo en desuso. Aureliano reinó entre los años 270 y 275, en una época bastante convulsionada en que el imperio se estaba desmoronando. Vándalos, jutungos y marcomanos avanzaban contra Roma, había rebeliones internas y algunas partes del imperio intentaron independizarse. Aureliano consiguió contener a los godos y recuperó la Galia y el reino de Palmira, que se habían hecho independientes, aunque tuvo que abandonar Dacia. Por haber reconstruido el Imperio, se le dio el título de Restitutor. Instituyó la mencionada fiesta en la fecha en que los días empiezan a hacerse más largos, como símbolo de esperanza en un renacimiento o rejuvenecimiento del Imperio. También quería instaurar la unidad religiosa, y apoyó el culto oriental de Mitra, que contaba con muchos seguidores entre los soldados, pasando los dioses antiguos a perder algo de importancia. Mandó acuñar monedas con la inscripción «SOL DOMINUS IMPERII ROMANI», considerándose él el representante del dios sol en el mundo.

Lógicamente, antes del Edicto de Milán los cristianos no podían celebrar públicamente la Natividad. Pero eso no era óbice para que supieran la fecha del Nacimiento de Jesús desde hacía al menos un siglo. Según San Juan Cristóstomo, desde los primeros tiempos la Iglesia había celebrado la Natividad en esa fecha. También desde más de medio siglo antes de la instauración de la fiesta del Sol Invicto circulaba un libro del pagano convertido al cristianismo Sexto Julio Africano, escrito en torno al año 220, el Chronographiai, en el que se afirma que la Anunciación (o sea, la concepción de Jesús) tuvo lugar el 25 de marzo, con lo que nueve meses después tenemos exactamente el 25 de diciembre. Aun suponiendo que la concepción de Jesús no tuviera lugar en el mismo día de la Anunciación, la iglesia ya tenía señalada, como vemos, la fecha del Nacimiento al menos varias décadas antes de que Aureliano instaurara su festival pagano. Quién sabe si, al revés de lo que se suele creer, el emperador intentó tal vez aprovechar una fecha que ya tenía raigambre religiosa en un cristianismo en rápida expansión. Es decir, que a lo mejor se quiso robar la fiesta. Otro testimonio es el de Hipólito de Roma, que en su Crónica –escrita tres décadas antes del reinado de Aureliano– afirma que Jesús nació ocho días antes de las calendas de enero. Es decir, en lo que nosotros conocemos como 25 de diciembre.

Como en tantos otros casos, la tradición se había mantenido viva desde los primeros tiempos, trasmitiéndose de viva voz. Es evidente que si la Virgen María estaba entre los primeros cristianos, la fecha de un acontecimiento tan señalado como el nacimiento del Salvador no era ningún misterio. Aunque hasta después del Edicto de Milán no pudiera celebrarse públicamente la Natividad a causa de las persecuciones, cuesta creer que Nuestra Señora no hablara con san Juan, que vivía con Ella, y con los otros apóstoles y discípulos, de un acontecimiento tan importante como el Nacimiento de Nuestro Señor.

El apóstol San Lucas es un historiador riguroso que indaga y se informa bien, como él mismo explica en el prólogo de su Evangelio. Y hay un dato que suele pasar desapercibido en su relato de la aparición del ángel a Zacarías, padre de San Juan Bautista, cuando estaba incensando en el Templo. Sabido es que los sacerdotes tenían sus turnos en que les tocaba estar de servicio en el Templo. San Lucas, contemporáneo de Jesús, añade que Zacarías era del grupo o turno de Abías. Esto no dice nada a los lectores de hoy, y por eso pasa inadvertido, pero los hebreos de aquel tiempo estaban como es natural más familiarizados con el funcionamiento y organización de las actividades litúrgicas judías. Y, gracias a los manuscritos del Mar Muerto, que no sólo consisten en las Escrituras sino también en documentos y textos tanto religiosos como de asuntos prosaicos, no sólo de los esenios sino de los cristianos y de los judíos que no eran de su secta, la estudiosa francesa Annie Joubert ha podido estudiar el calendario de los jubileos, y más tarde, Shamarjahu Talmon, especialista de la Universidad Hebraica de Jerusalén, ha podido reconstruir con precisión los turnos de los distintos grupos de sacerdotes del Templo de Jerusalén. Ojo, hablamos de un judío que no tenía la menor intención de demostrar nada que tuviera que ver con nuestro Salvador. Talmon determinó que al turno del grupo de Abías le tocaba el servicio del templo entre los días 8 y 14 del tercer mes y del 24 al 30 del mes octavo. Esto es según el calendario judío de la época, que correspondía en este último caso a la última semana de septiembre.

Así pues, resulta posible saber que el anuncio del ángel a Zacarías tuvo lugar el 24 de septiembre según el calendario gregoriano. Nueve meses después, entre el 23 y el 25 de junio, nació San Juan Bautista. Nótese la singular anomalía de que, al contrario que con todos los demás santos, cuya festividad se conmemora el día de su muerte, la Iglesia ha mantenido desde siempre la excepción (junto con Jesús y con María) de conmemorar al Bautista en la fecha de su nacimiento, el 24 de junio. La anunciación a María tuvo lugar cuando Santa Isabel ya llevaba seis meses embarazada de San Juan (cf. Lc.1,36). Sumando seis meses al 24 de junio obtenemos, día más día menos, el 25 de diciembre como fecha del Nacimiento de Jesús. Como los recién nacidos se circuncidaban a los ocho días, la circuncisión del Señor se conmemora precisamente el 1 de enero. Y como treinta y tres días después, según prescribía la ley judía, había que presentar al Niño en templo (Lv.12,1-7), el 2 de febrero se celebra la fiesta de la Presentación del Señor y de la Purificación de Nuestra Señora. Las fechas del Santoral nunca fueron arbitrarias, aunque luego Pablo VI, sin mucha justificación, hiciera algunas modificaciones en 1969.

Alguien podría argumentar todavía que no se ve muy plausible que en pleno mes de diciembre pudiera haber pastores durmiendo al raso. Es cierto que en el Hemisferio Norte es invierno en la última semana de diciembre, y tampoco es época de trashumancia, pero la estación fría está apenas empezando, y una persona que viaja cada año en diciembre a Tierra Santa me contó que los meses más fríos suelen ser enero y febrero. Ignoro cómo sería hace 2000 años, aunque no habrá variado tanto, y en todo caso es habitual que las condiciones meteorológicas experimentes altibajos y variaciones continuas, con lo que no es tan raro, en cualquier sitio, que en meses invernales haya días más cálidos y en verano días más frescos. De todos modos, como explica Michele Loconsole¹, doctor en teología y especialista en temas del Cercano Oriente, las estrictas costumbres y normas de pureza de los judíos clasificaban los rebaños en tres tipos, según el color de la lana. La primera categoría estaba formada por reses de lana blanca sin mancha. No solamente eran las más apreciadas comercial y estéticamente, sino que religiosamente se consideraban más puras (como «el Cordero sin mancha»), y al final de la jornada se les permitía regresar al redil, que en muchos casos era un corral de alguna casa del pueblo. En segundo lugar estaban aquellas ovejas cuyo pelaje no era totalmente blanco, sino en parte blanco y en parte oscuro o con manchas. Éstas sí tenían permitido pasar la noche en el redil, pero eso sí, éste tenía que estar ubicado fuera de la ciudad. Por último, estaban las ovejas de lana oscura o negra, menos frecuentes que las anteriores, que eran objeto de un trato especial. Se las consideraba animales tan impuros que no sólo no se les permitía entrar en un recinto urbano, sino ni siquiera alojarse en las proximidades, según las normas rabínicas. Esto no quiere decir necesariamente que tuvieran que dormir al raso; seguramente dormían bajo alguna especie de toldo, y los pastores que las cuidaban pernoctaban sin duda al abrigo de una tienda para protegerse de las inclemencias del tiempo.

Suele hablarse de ovejas negras para referirse a quien dentro de una familia o colectividad destaca en un sentido sobre todo negativo. Y precisamente «el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc.19,10): las ovejas negras, las ovejas perdidas. El Buen Pastor en busca de la oveja perdida. Como el Padre que corrió al encuentro del Hijo Pródigo que regresaba y lo estrechó entre sus brazos (y ya podemos imaginarnos cómo venía y cómo olía el hijo tras haber pasado tanto tiempo en la pocilga; ¡entre animales impuros para los judíos!) El mero oficio de pastor estaba además mal visto en Judea, por tener que ocuparse de animales, en algunos casos inmundos. No es una profesión muy higiénica que digamos, al menos a los ojos de los estrictos rabinos. Pero, como dice el villancico, «los pastores son, los pastores son, los primeros que en la Nochebuena fueron a cantarle su linda canción». Por otra parte, se sabe por la Mishná que las ovejas destinadas al sacrificio pascual eran pastoreadas en un paraje situado unos pocos kilómetros al norte de Jerusalén llamado Migdal Eder o torre del rebaño, mencionado en Miqueas 4,8, escasos versículos antes del que profetiza que Jesús (el Cordero Pascual) habría de nacer en Belén (5,2). En cualquiera de los dos casos, no deja de ser apropiado y tener su simbología.

Un dato curioso: en Palestina la época habitual de celo de las ovejas comienza a fines de junio y dura aproximadamente un mes, y el periodo de gestación es de cinco meses, por lo que suelen parir a mediados o finales de diciembre. No podía haber fecha más apropiada para que naciese el Cordero de Dios.

Como todos los años, volveremos a oír y leer la ya cansina cantinela de que el 25 de diciembre se eligió en sustitución de una fiesta pagana. Pero ya vemos que tal afirmación carece del menor asidero.

¡Feliz Natividad a todos!

¹Quando è nato Gesù?, Ed. San Paolo, Milán 2011.
 
Os deseo una muy feliz Navidad y mis mejores deseos para 2019.

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Natividad del Señor (Misa del día), Solemnidad
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    Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber
  • Libro de Isaías 52,7-10.

    ¡Qué hermosos son sobre las montañas
    los pasos del que trae la buena noticia,
    del que proclama la paz,
    del que anuncia la felicidad,
    del que proclama la salvación,
    y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
    ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
    gritan todos juntos de alegría,
    porque ellos ven con sus propios ojos
    el regreso del Señor a Sión,
    ¡Prorrumpan en gritos de alegría,
    ruinas de Jerusalén,
    porque el Señor consuela a su Pueblo,
    Él redime a Jerusalén!
    El Señor desnuda su santo brazo
    a la vista de todas las naciones,
    verán la salvación de nuestro Dios.
    • Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.

      Canten al Señor un canto nuevo,
      porque él hizo maravillas:
      su mano derecha y su santo brazo
      le obtuvieron la victoria.

      El Señor manifestó su victoria,
      reveló su justicia a los ojos de las naciones:
      se acordó de su amor y su fidelidad
      en favor del pueblo de Israel.

      Los confines de la tierra han contemplado
      el triunfo de nuestro Dios.
      Aclame al Señor toda la tierra,
      prorrumpan en cantos jubilosos.

      Canten al Señor con el arpa
      y al son de instrumentos musicales;
      con clarines y sonidos de trompeta
      aclamen al Señor, que es Rey.
      • Evangelio según San Juan 1,1-18.

        Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
        Al principio estaba junto a Dios.
        Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
        En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
        La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
        Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
        Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
        El no era la luz, sino el testigo de la luz.
        La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
        Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
        Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
        Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
        Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
        Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
        Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
        De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
        porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
        Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
        Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



      Comentario del día : San Basilio

      • «Les ha dado el poder llegar a ser hijos De Dios
        San Basilio (c. 330-379)

        monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia

        Homilía sobre la santa generación de Cristo, 2.6; PG 31, 1459s
        «Les ha dado el poder llegar a ser hijos de Dios»
        ¡Dios en la tierra! ¡Dios entre los hombres! Esta vez no promulga su Ley envuelto en rayos, al son de la trompeta, en un monte humeante, en la oscuridad de un viento terrorífico (Ex 19,16s), sino que, en un cuerpo humano conversa, de manera suave y pacífica, con sus hermanos de raza. ¡Dios en carne!... ¿Cómo puede la divinidad habitar en una carne? De la misma que el fuego habita al hierro, no sacándolo del lugar en el que arde, sino comunicándosele. En efecto, el fuego no se echa encima del hierro, sino que ocupando el lugar de éste le comunica su poder. Haciendo esto no disminuye en absoluto sino que llena enteramente al hierro al cual se comunica. Igualmente, Dios, el Verbo, que «habitó entre nosotros», no salió de sí mismo. «El Verbo que se hizo carne» no fue sometido a ningún cambio; el cielo no quedó despojado de aquel que contenía y, sin embargo, la tierra acogió en su seno al que está en los cielos. Penétrate bien de este misterio: Dios habita en la carne a fin de matar la muerte que se esconde en ella... «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), cuando «se levantó el sol de justicia» (Ml 3,20), «la muerte ha sido devorada en la victoria» (1C 15,54) porque no podía coexistir con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad y del amor de Dios para con los hombres! Démosle gloria con los pastores, dancemos con los coros de los ángeles, porque «hoy nos ha nacido un Salvador que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11-12). «El Señor Dios nos ilumina» (Sl 117,27), no bajo la forma de Dios, para no asustar nuestra debilidad, sino bajo la forma de siervo, a fin de proporcionar la libertad a los que estaban condenados a la servidumbre. ¿Quién tendría el corazón tan adormecido y tan indiferente para no alegrarse, exultar de gozo, irradiar júbilo ante este acontecimiento? Es una fiesta común a toda la creación. Todos deben contribuir a ella, que nadie se muestre ingrato. También nosotros elevemos nuestras voces para cantar nuestro gozo!



      fraangelico_nativitc3a9.jpg
 
Os deseo una muy feliz Navidad y mis mejores deseos para 2019.

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Natividad del Señor (Misa del día), Solemnidad
  • Beata_Maria_degli_Apostoli-Therese_von_Wullenweber-B_picto.jpg
    Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber
  • Libro de Isaías 52,7-10.

    ¡Qué hermosos son sobre las montañas
    los pasos del que trae la buena noticia,
    del que proclama la paz,
    del que anuncia la felicidad,
    del que proclama la salvación,
    y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
    ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
    gritan todos juntos de alegría,
    porque ellos ven con sus propios ojos
    el regreso del Señor a Sión,
    ¡Prorrumpan en gritos de alegría,
    ruinas de Jerusalén,
    porque el Señor consuela a su Pueblo,
    Él redime a Jerusalén!
    El Señor desnuda su santo brazo
    a la vista de todas las naciones,
    verán la salvación de nuestro Dios.
    • Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.

      Canten al Señor un canto nuevo,
      porque él hizo maravillas:
      su mano derecha y su santo brazo
      le obtuvieron la victoria.

      El Señor manifestó su victoria,
      reveló su justicia a los ojos de las naciones:
      se acordó de su amor y su fidelidad
      en favor del pueblo de Israel.

      Los confines de la tierra han contemplado
      el triunfo de nuestro Dios.
      Aclame al Señor toda la tierra,
      prorrumpan en cantos jubilosos.

      Canten al Señor con el arpa
      y al son de instrumentos musicales;
      con clarines y sonidos de trompeta
      aclamen al Señor, que es Rey.
      • Evangelio según San Juan 1,1-18.

        Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
        Al principio estaba junto a Dios.
        Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
        En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
        La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
        Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
        Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
        El no era la luz, sino el testigo de la luz.
        La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
        Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
        Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
        Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
        Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
        Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
        Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
        De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
        porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
        Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
        Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



      Comentario del día : San Basilio

      • «Les ha dado el poder llegar a ser hijos De Dios
        San Basilio (c. 330-379)

        monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia

        Homilía sobre la santa generación de Cristo, 2.6; PG 31, 1459s
        «Les ha dado el poder llegar a ser hijos de Dios»
        ¡Dios en la tierra! ¡Dios entre los hombres! Esta vez no promulga su Ley envuelto en rayos, al son de la trompeta, en un monte humeante, en la oscuridad de un viento terrorífico (Ex 19,16s), sino que, en un cuerpo humano conversa, de manera suave y pacífica, con sus hermanos de raza. ¡Dios en carne!... ¿Cómo puede la divinidad habitar en una carne? De la misma que el fuego habita al hierro, no sacándolo del lugar en el que arde, sino comunicándosele. En efecto, el fuego no se echa encima del hierro, sino que ocupando el lugar de éste le comunica su poder. Haciendo esto no disminuye en absoluto sino que llena enteramente al hierro al cual se comunica. Igualmente, Dios, el Verbo, que «habitó entre nosotros», no salió de sí mismo. «El Verbo que se hizo carne» no fue sometido a ningún cambio; el cielo no quedó despojado de aquel que contenía y, sin embargo, la tierra acogió en su seno al que está en los cielos. Penétrate bien de este misterio: Dios habita en la carne a fin de matar la muerte que se esconde en ella... «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), cuando «se levantó el sol de justicia» (Ml 3,20), «la muerte ha sido devorada en la victoria» (1C 15,54) porque no podía coexistir con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad y del amor de Dios para con los hombres! Démosle gloria con los pastores, dancemos con los coros de los ángeles, porque «hoy nos ha nacido un Salvador que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11-12). «El Señor Dios nos ilumina» (Sl 117,27), no bajo la forma de Dios, para no asustar nuestra debilidad, sino bajo la forma de siervo, a fin de proporcionar la libertad a los que estaban condenados a la servidumbre. ¿Quién tendría el corazón tan adormecido y tan indiferente para no alegrarse, exultar de gozo, irradiar júbilo ante este acontecimiento? Es una fiesta común a toda la creación. Todos deben contribuir a ella, que nadie se muestre ingrato. También nosotros elevemos nuestras voces para cantar nuestro gozo!



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Muchas gracias @Eleonora de Toledo e igualmente para ti y los tuyos.
 
26 Diciembre

San Esteban, protomártir, Fiesta
  • Santa Vicenta María López y Vicuña

Primera Lectura
  • Libro de los Hechos de los Apóstoles 6,8-10.7,54-59.

    Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo.
    Algunos miembros de la sinagoga llamada "de los Libertos", como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él.
    Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra,
    Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él.
    Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios.
    Entonces exclamó: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios".
    Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre;
    y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo.
    Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu".

  • Evangelio según San Mateo 10,17-22.

    Jesús dijo a sus apóstoles:
    Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
    A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
    Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
    porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
    El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
    Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
    Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

    Comentario del día : San Cesáreo de Arlés
      • San Esteban, el primero en seguir los pasos de Cristo
        “Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas” (1P 2,21). ¿Cuál es el ejemplo del Señor que hemos de seguir? ¿El de resucitar a los muertos? ¿El de caminar sobre las aguas? De ninguna manera, el ejemplo a seguir es el de ser suaves y humildes de corazón (Mt 11,29) y el de amar no solamente a los amigos sino incluso a los enemigos (Mt 5,44). “Para que sigáis sus huellas”, escribe san Pedro. El bienaventurado evangelista Juan dice también: “Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él” (1Jn 2,6) ¿Cómo lo ha hecho Cristo? En la cruz oró por sus enemigos diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). En efecto, han perdido el sentido y están poseídos de un mal espíritu, y es entonces que nos persiguen, y ellos mismos sufren, de parte del diablo, una persecución aún mayor. Por eso nosotros hemos de orar por su liberación y no por su condenación. Es lo que ha hecho el bienaventurado Esteban, él que fue el primero en seguir tan gloriosamente las huellas de Cristo. Porque, cuando fue apedreado, oró, en pié por él mismo; pero cuando oró por sus enemigos se puso de rodillas y gritó con todas sus fuerzas: “Señor Jesús, no les tengas en cuenta este pecado” (Hch 7,60). Así pues, si pensamos que no podemos imitar a nuestro Señor, al menos imitemos al que fue su servidor como nosotros.



      Asociación
 
ANTE LA FE
Navidad: la paz entre el cielo y la tierra
25/12/18 10:48 AMpor Germán Mazuelo-Leytón

Navidad es la salida de Dios de su trono de los Cielos. Y Navidad es la llegada de Dios a la tierra a buscarnos.

I. La primera y más bella página

«Dignaos Señor, -dice San Efrén-, permitirnos celebrar hoy el día propio de tu natalicio, que la fiesta de hoy nos trae a la memoria. Este día es semejante a Ti; es amigo de los hombres. Vuelve anualmente a través de los siglos; envejece con los viejos y se rejuvenece con el niño que acaba de nacer. Todos los años nos visita y pasa, para volver con nuevos atractivos. Sabe que la naturaleza humana no podría prescindir de él; lo mismo que Tú, trata de ayudar a nuestra raza en peligro. Todo el mundo, Señor, ansía el día de tu nacimiento; este feliz día lleva en sí todos los siglos venideros; es uno y se multiplica. Sea, pues, semejante a Ti también este año, y tráiganos la paz entre el cielo y la tierra. Si todos los días son testigos de tu magnanimidad, ¿cuánto más deberá serlo éste?

Los demás días del año toman de él su belleza. y las fiestas que van a seguir le deben la dignidad y el esplendor con que brillan. El día de tu nacimiento es un tesoro, Señor, un tesoro destinado a pagar la deuda común. Bendito sea el día que nos ha hecho ver el sol a los que andábamos errantes en la noche oscura; que nos ha traído la mies divina con la que nadaremos en la abundancia; que nos ha dado la rama de la viña, abundante en el líquido de salvación que nos comunicará a su debido tiempo. En medio del invierno que priva a los árboles de sus frutos, la viña se ha revestido de una exuberante vegetación; en la estación del hielo, el tallo ha brotado de la raíz de Jesé. En diciembre, en este mes que guarda todavía en sus entrañas la semilla que se le confió, es cuando la espiga de nuestra salvación se yergue del seno de la Virgen, a donde había bajado en los días de la primavera, cuando los corderuelos triscan por las praderas».[1]

No es, pues, de extrañar que este día haya sido privilegiado en la economía del tiempo, y hasta vemos con satisfacción que las mismas naciones paganas presienten en sus calendarios la gloria que le estaba reservada en el curso de los siglos. Hemos visto también que no fueron los gentiles los únicos en prever misteriosamente las relaciones del divino Sol de justicia con el astro caduco que ilumina y da calor al mundo; los santos Doctores y la Liturgia entera hablan continuamente de esta inefable armonía.[2]

Maravilloso poema el que Dios según los profetas debería realizar a favor del hombre hundido por sus pecados, y este maravilloso poema pensado en el Cielo en el seno de la Santísima Trinidad, comienza en Belén, en la Navidad, lo que anunciaron los profetas, la venida del Pastor, del Mesías, del Salvador, del Sabio, que había de enseñarnos el camino de la salvación, todo ello ya ha comenzado desde el momento en que aparece en Navidad el Niño que había de ser el anunciado por los profetas.

Como nos dijo el profeta Ezequiel: Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a reposar. Buscaré las perdidas, traeré las descarriadas, vendaré las perniquebradas y fortaleceré las enfermas; más a las gordas y fuertes las destruiré. Las apacentaré con justicia.[3]

Jesús explicará esta profecía de Ezequiel, aclarando que Él mismo es el Pastor y las ovejas son todas las personas nacidas en el mundo.

Dios prometió la salvación eterna, la bienaventuranza y la compañía de los ángeles sin fin, la herencia imperecedera, la gloria eterna, y como la consecuencia de la Resurrección, la ausencia total del miedo a la muerte.

Prometió la divinidad a los hombres, la inmortalidad a los mortales, la justificación a los pecadores, la glorificación a criaturas despreciables, sin embargo, como a los hombres les parecía increíble la promesa de Dios, de sacarlos de su condición mortal de corrupción, bajeza y debilidad, polvo y ceniza, para asemejarlos a los ángeles, no sólo firmó una alianza con los hombres para incitarlos a creer, sino que también estableció un mediador como garante de su fidelidad, y no estableció como mediador a cualquier príncipe o a un ángel, sino a su Único Hijo.

Pero no bastó a Dios indicarnos el camino. Por medio de su Hijo quiso que Él mismo fuera el camino, para que bajo su dirección tú caminaras por él, por tanto el Hijo de Dios tenía que venir a los hombres, tenía que hacerse hombre, y en su condición de hombre tenía que morir, resucitar, subir al Cielo, sentarse a la derecha del Padre, y cumplir todas las promesas en favor de las naciones.

Parece un niño cualquiera porque oculta los destellos de su divinidad, ah, pero es el mismo Dios que creó cielos y tierra con su poder, el mismo que entre truenos y relámpagos dio su Ley a Moisés en el Monte Sinaí, el mismo Dios que castigó con las formidables plagas al faraón de Egipto y a su pueblo, el mismo Dios que partió en dos el Mar Rojo y luego lo unió para aplastar en sus aguas a los perseguidores de Israel.

Este Dios sublime de majestad increíble es el mismo Niño de Belén, y en Navidad comienza su aventura de buscarme por los caminos del mal por los que me he extraviado hasta hallarme, cargarme sobre sus hombros y llevarme al seguro redilo aprisco del Reino de los Cielos, por eso la Navidad es la primera y más bella página de mi historia particular en el camino de la salvación.

II. Príncipe de la paz

El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte resplandeció una luz.[4]

De este modo ha querido Dios hacer brillar a los ojos de los hombres la gloria del real Niño que ha nacido hoy; así ha dispuesto de cuando en cuando, a través de los siglos, esos ilustres aniversarios de la Natividad que da gloria a Dios y paz a los hombres. Los siglos venideros podrán decir cómo se reserva aún el Altísimo el derecho de glorificar en este día su nombre y el de su Emmanuel.

Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, que lleva el imperio sobre sus hombros. Se llamará Maravilloso, Consejero, Dios poderoso, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz. [5]

Nombres magníficos, que designan al Mesías a la par que encierran la más alta Teología. Él es la irradiación de su gloria y la impronta de su substancia, y quien sostiene todas las cosas con la palabra de su poder. Dios poderoso: Cf. el nombre de Cristo en el Apocalipsis: Rey de los reyes y Señor de los señores.[6] Príncipe de la paz, puesto que Cristo ha establecido una nueva Alianza entre Dios y los hombres.[7] El profeta Miqueas (5, 5), contemporáneo de Isaías, dice del Mesías: «Éste será la paz», es decir, la paz encarnada y personificada, no solamente un príncipe pacifico que se abstiene de la guerra. Paz es sinónimo de seguridad y tranquilidad, y por decirlo así, el conjunto de todo lo que la humanidad caída necesita para librarse de los males. Para los profetas la paz es la característica del Reinado de Cristo.[8]

Sin embargo, Aquel que vino a establecer la paz entre Dios y la humanidad caída, dijo más tarde: No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.[9]

Al venir Jesucristo sobre la tierra y confiarle Dios su misión, la finalidad era la salvación de los Pueblos de todos los siglos. El Divino Maestro lo dijo: Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos. ¿Qué era el mundo al momento de nacer Jesucristo? Todas las naciones y pueblos, salvo el pueblo judío, eran víctimas del error, la impiedad y la inmoralidad del paganismo. En una palabra: el género humano era víctima del pecado y por él se hallaba perdido. El hombre, que debía a Dios adoración, amor, reparación, reconocimiento, acción de gracias y petición, ya no podía esperar de la justicia divina sino el golpe de la justicia. ¿Qué hace Jesucristo? Quiere hacer al hombre capaz de dar dignamente a Dios sus deberes. Esta capacidad y este poder, único entre las creaturas, Jesús-Hombre lo posee en sí mismo. Toma en sí mismo la totalidad del pecado del género humano y lo repara; y le da al hombre la capacidad de adorar dignamente, de reparar dignamente, de dar gracias y pedir dignamente. Dios castiga a Jesús. La justicia queda satisfecha y el mundo salvo. Los pueblos se prosternan ante el Crucifijo. Con Constantino, la Cruz sube al Trono, y Jesucristo, Rey de los Pueblos, preside los destinos de las Naciones. Por su Inmolación y Sacrificio, Jesucristo ha salvado al Mundo.[10]

Ergo, «dos mil años después del Nacimiento de Cristo, parecemos haber vuelto al punto inicial. La adoración del dinero, la divinización de las masas, la exasperación del gusto de los placeres más vanos, el dominio despótico de la fuerza bruta, las supersticiones, el sincretismo religioso, el escepticismo, en fin, el neo-paganismo en todos sus aspectos invadieron nuevamente la tierra. Y de la gran luz sobrenatural que comenzó a resplandecer en Belén muy pocos rayos brillan aún sobre las leyes, las costumbres, las instituciones y la cultura. Mientras tanto crece sorprendentemente el número de los que se rehúsan con obstinación a oír la palabra de Dios, de los que por las ideas que profesan, por las costumbres que practican, están precisamente en el polo opuesto a la Iglesia».[11]

En el Supremo Discurso de Nuestro Señor Jesucristo, la noche del Jueves Santo, Él les dijo a sus apóstoles: Os dejo la paz, os doy la paz mía; no os doy Yo como da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se amedrente.[12]

La verdad es como una espada. No puede transigir con las conveniencias del mundo. Por eso los verdaderos discípulos de Jesucristo serán siempre perseguidos. El Señor no envía a sus elegidos para las glorias del mundo sino para las persecuciones, tal como Él mismo ha sido enviado por su Padre.

A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y estando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas (de) donde se encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de ellos, les dijo: ¡Paz a vosotros!

La liturgia tradicional de la Iglesia está llena de referencias a la paz. En el Rito Romano tradicional, justo antes del Agnus Dei, el celebrante dice, mientras cruza tres veces el cáliz con la Hostia (quebrantada), «Que la paz + del Señor + esté siempre + contigo». Luego, deja caer un pequeño pedazo de la Hostia en el Cáliz, que une las dos especies, como en una especie de resurrección mística, ora por la paz en el Agnus Dei (Cordero de Dios … concédenos la paz), ofreciendo inmediatamente esta oración como una de las tres oraciones preparatorias de la Santa Comunión:

Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles «Mi paz os dejo, mi paz os doy no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu Palabra concédenos paz y la unidad Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos, amén».

Ese Niño, que adoramos reverentes y causa la admiración misteriosa a los que no lo conocen sino de nombre, es, sí, el Príncipe de la Paz , que trajo a la tierra, en la suavidad de su persona, todo el bien, todo el amor capaz de tornar felices al universo entero y a mil mundos, si acaso existiesen. Pero esa Paz está condicionada a una sola cosa: los hombres y las naciones deben someterse a su Ley y a su Evangelio. He ahí la Paz que el Señor Niño vino a traer a la Tierra. Paz para cuya implantación deben colaborar todos ‒ naciones e individuos‒ con su docilidad a la Ley Divina. Sólo estos –los hombres de real buena voluntad– gozarán de la Paz que la Navidad trajo a los hombres en la Tierra. Fuera de esto, toda admiración por el Niño Dios, no pasa de ser una impiedad, más o menos consciente, más o menos inconsciente. Y para los impíos no existe la paz. Ojalá que las desgracias que los años acumulan sobre pueblos y naciones los conviertan al Dios único y verdadero y la unidad de la Fe torne perenne realidad las alegrías de la Santa Navidad.[13]

¿Quién podrá pues salvar al mundo de los males actuales? Solamente Jesucristo, por la aplicación de los méritos de su Pasión y Muerte tanto a las naciones como a los individuos.[14]

Sólo cuando se haya quitado la causa de todo mal que es el pecado, podremos vivir la paz estable, perfecta y duradera: paz en la familia que es la primera célula de la sociedad: paz en la patria, entre las naciones, en el mundo entero: paz en la sociedad civil y paz en la Iglesia para que los dos poderes, el civil y el religioso, conduzcan a los hombres a la prosperidad temporal y a la felicidad eterna.

Que la Reina de la Paz, a quien invocamos en las letanías lauretanas, inspire pensamientos de paz a los que gobiernan, y haga que la justicia y la caridad florezcan en las almas, en las familias y en la sociedad, según la alabanza al Niño de la multitud del ejército del Cielo: Gloria Dios en las alturas, y en la tierra paz entre hombres de la buena voluntad.[15]

_____

[1] SAN EFREN, sermón de Navidad.

[2] Cf.: Dom PRÓSPERO GUERANGUER, El Año Litúrgico, pág. 219.

[3] EZEQUIEL, 34, 16.

[4] ISAÍAS, 9, 2.

[5] ISAÍAS, 9, 6.

[6] APOCALIPSIS, 19, 26.

[7] Cf. COLOSENSES, 2, 13 s.

[8] Cf. STRAUBINGER, Mons. JUAN, comentarios Sagrada Biblia.

[9] SAN MATEO, 10, 34.

[10] PHILIPPE CSs.R., Padre A., Catecismo de la Realeza Social de Jesucristo.

[11] CORREA DE ElAceitunoMisogino, Prof. PLINIO, Et vocabitur Princeps Pacis, cujus regni non erit finis,Catolicismo, Diciembre 1952.

[12] SAN JUAN, 14, 27.

[13] CORREA DE ElAceitunoMisogino, Prof. PLINIO, Catolicismo, Diciembre de 1978.

[14] PHILIPPE CSs.R., Padre A., Catecismo de la Realeza Social de Jesucristo.

[15] SAN LUCAS, 2, 14.

GERMÁN MAZUELO-LEYTÓN[/paste:font]
Germán Mazuelo-Leytón es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines.
 
Os deseo una muy feliz Navidad y mis mejores deseos para 2019.

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Natividad del Señor (Misa del día), Solemnidad
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    Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber
  • Libro de Isaías 52,7-10.

    ¡Qué hermosos son sobre las montañas
    los pasos del que trae la buena noticia,
    del que proclama la paz,
    del que anuncia la felicidad,
    del que proclama la salvación,
    y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!".
    ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,
    gritan todos juntos de alegría,
    porque ellos ven con sus propios ojos
    el regreso del Señor a Sión,
    ¡Prorrumpan en gritos de alegría,
    ruinas de Jerusalén,
    porque el Señor consuela a su Pueblo,
    Él redime a Jerusalén!
    El Señor desnuda su santo brazo
    a la vista de todas las naciones,
    verán la salvación de nuestro Dios.
    • Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6.

      Canten al Señor un canto nuevo,
      porque él hizo maravillas:
      su mano derecha y su santo brazo
      le obtuvieron la victoria.

      El Señor manifestó su victoria,
      reveló su justicia a los ojos de las naciones:
      se acordó de su amor y su fidelidad
      en favor del pueblo de Israel.

      Los confines de la tierra han contemplado
      el triunfo de nuestro Dios.
      Aclame al Señor toda la tierra,
      prorrumpan en cantos jubilosos.

      Canten al Señor con el arpa
      y al son de instrumentos musicales;
      con clarines y sonidos de trompeta
      aclamen al Señor, que es Rey.
      • Evangelio según San Juan 1,1-18.

        Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
        Al principio estaba junto a Dios.
        Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
        En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
        La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
        Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
        Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
        El no era la luz, sino el testigo de la luz.
        La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
        Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
        Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
        Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
        Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
        Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
        Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
        De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
        porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
        Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
        Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



      Comentario del día : San Basilio

      • «Les ha dado el poder llegar a ser hijos De Dios
        San Basilio (c. 330-379)

        monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia

        Homilía sobre la santa generación de Cristo, 2.6; PG 31, 1459s
        «Les ha dado el poder llegar a ser hijos de Dios»
        ¡Dios en la tierra! ¡Dios entre los hombres! Esta vez no promulga su Ley envuelto en rayos, al son de la trompeta, en un monte humeante, en la oscuridad de un viento terrorífico (Ex 19,16s), sino que, en un cuerpo humano conversa, de manera suave y pacífica, con sus hermanos de raza. ¡Dios en carne!... ¿Cómo puede la divinidad habitar en una carne? De la misma que el fuego habita al hierro, no sacándolo del lugar en el que arde, sino comunicándosele. En efecto, el fuego no se echa encima del hierro, sino que ocupando el lugar de éste le comunica su poder. Haciendo esto no disminuye en absoluto sino que llena enteramente al hierro al cual se comunica. Igualmente, Dios, el Verbo, que «habitó entre nosotros», no salió de sí mismo. «El Verbo que se hizo carne» no fue sometido a ningún cambio; el cielo no quedó despojado de aquel que contenía y, sin embargo, la tierra acogió en su seno al que está en los cielos. Penétrate bien de este misterio: Dios habita en la carne a fin de matar la muerte que se esconde en ella... «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), cuando «se levantó el sol de justicia» (Ml 3,20), «la muerte ha sido devorada en la victoria» (1C 15,54) porque no podía coexistir con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad y del amor de Dios para con los hombres! Démosle gloria con los pastores, dancemos con los coros de los ángeles, porque «hoy nos ha nacido un Salvador que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,11-12). «El Señor Dios nos ilumina» (Sl 117,27), no bajo la forma de Dios, para no asustar nuestra debilidad, sino bajo la forma de siervo, a fin de proporcionar la libertad a los que estaban condenados a la servidumbre. ¿Quién tendría el corazón tan adormecido y tan indiferente para no alegrarse, exultar de gozo, irradiar júbilo ante este acontecimiento? Es una fiesta común a toda la creación. Todos deben contribuir a ella, que nadie se muestre ingrato. También nosotros elevemos nuestras voces para cantar nuestro gozo!



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Muchas gracias Eleonora, también para ti Muchas Felicidades, extensivas a tus seres queridos.
Un gran abrazo y gracias por tu asistencia espiritual permanente.
 
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