Elvis Aaron Presley, el Rey del Rock and Roll. Disfrutemos de su música

El auto que Elvis Presley tuvo que pintar de rojo para disimular el acoso de sus fanáticas
Es un BMW 507 que compró en Alemania mientras hacía el servicio militar y se llevó consigo a Estados Unidos. Cómo la marca alemana lo encontró hace unos años para restaurarlo

6 de junio de 2020




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El roadster, en la sede de BMW, antes de empezar el proceso de restauración y en el color elegido por Presley.

Ya habían pasado dos años desde que Elvis Presley le puso voz, prestancia y estilo al nuevo género musical que estaba naciendo. El rock and roll ya no volvería a ser lo mismo desde la unción del Rey nacido en Memphis, mientras que los estratos más tradicionalistas de la sociedad lo miraban de reojo. Hacia finales de 1957, con 22 años, recibió la citación para sumarse al servicio militar. Y entre 1958 y 1960 fue un conscripto más, aunque con algunas prerrogativas que las Fuerzas Armadas le dieron por su condición estelar. Una de las etapas de la instrucción fue en Alemania. Y allí se encontró con un auto, de los más bellos que se conocen en la historia de BMW, que esconde una historia relacionada con el permanente acoso de las fanáticas que tenía el cantante y que lo llevó a cambiarle la fisonomía.

El BMW 507 es una joya. Un biplaza descapotable que fue lanzado en la década del 50 para competir con otra maravilla alemana, el Mercedes-Benz 300 SL, entre los que estaba el Alas de Gaviota. En el caso de la casa de Munich, el 507 surgió de la mente de Max Hoffman (un importador de BMW en Estados Unidos), y representó el resurgir de la marca tras los graves daños causados por la Segunda Guerra Mundial.


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Así encontraron el auto en el galpón de una chacra de calabazas en California. (BMW)

El resultado de este desafío fue el exclusivo 507: carrocería de aluminio (no se repitió en un modelo de producción de la marca hasta la década del 90), motor V8 de 3,2 litros, 150 caballos de potencia pero, sobre todo, una belleza hipnótica, en una época en la que desde Estados Unidos ya mostraba que se podían diseñar autos más refinados que los grandes carrozados que se vieron en las décadas del 30 y del 40: el Chevrolet Corvette había sacudido el mundo automotor con su estilo desprejuiciado.



El sesgo americano ya estaba presente en el auto, por lo que la relación posterior con Elvis Presley fue obra del marketing estratégico de BMW. El 507 fue presentado al público en el Salón del Automóvil de Nueva York de 1955, aunque su producción comenzaría al año siguiente. Se había estimado una producción anual de dos mil unidades para vender a unos 5.000 dólares cada una. Pero su elevado costo de producción llevó el precio a casi el doble (9.000 dólares) y tan sólo se fabricaron 254 autos.


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Elvis Presley durante su instrucción militar en Alemania.

Una vez concluido su entrenamiento en Estados Unidos, el Rey llegó a Alemania el 1º de octubre de 1958. Pocas semanas antes había fallecido su madre, víctima de un cuadro hepático que se agravó por el estrés y una creciente adicción al alcohol a la que se entregó después de que su hijo fuera citado al servicio militar.

En la Alemania Occidental, Elvis estuvo en la Tercera División Armada (apodada la “punta de lanza”) de la ciudad de Friedberg. De su país lo despidieron con honores y conferencia de prensa antes de subirse al barco. En el país europeo pudo vivir fuera de la base, primero en hoteles y luego en una casa, junto a su padre, su abuela, sus guardaespaldas y su secretaria.


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El 507 conducido en una carrera por el piloto Hans Stuck, y antes de que lo tuviera el cantante. (BMW)

Los fanáticos de ambos géneros, pero en especial el femenino, lo acosaban porque era un fenómeno global. En la residencia que ocupó en un pueblito cercano a la base llamado Bad Nauheim, todos los días firmaba autógrafos entre las 19.30 y las 20. Al notar el cataclismo que significaba tener a Elvis Presley en su país, BMW entendió que debía aprovechar la oportunidad.

Todo comenzó en diciembre de 1958. Un concesionario de BMW en Frankfurt hizo entrega a Elvis Presley de un 507 de color blanco, con número de chasis 70079 y patente M–JX 800. El coche había sido fabricado en septiembre de 1957, y expuesto en el Salón de Frankfurt de dicho año. Tras haber cumplido con la promoción, el auto pasó a manos de Hans Stuck, un prestigioso piloto alemán que estaba relacionado con BMW, quien se llevó el coche de gira por Europa, y entre 1957 y 1958 fue la estrella de varios salones del automóvil.


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El cantante, uniformado, recibe las llaves del deportivo en un evento que fue usado como promoción. (BMW)

Stuck era conocido por su impresionante habilidad al volante, especialmente en competiciones de ascenso, en las que era un especialista. Durante 1958 compitió con este 507 en varias carreras en Austria, Suiza y Alemania. El coche fue meticulosamente mantenido por BMW, y tras cada carrera era revisado y puesto a punto para garantizar su funcionamiento correcto.

Cuando el auto regresó a Alemania, Elvis cayó en la tentación. BMW se lo dio para que lo probara y quedó tan impresionado que lo compró en el acto. El Rey usaba el roadster para ir desde su casa en Bad Neuheim hasta la base militar de Freidberg. Las fanáticas del cantante solían dejarle mensajes de amor escritos con lápiz labial sobre la carrocería del auto, así como marcas de labios.


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El ruinoso estado en el que fue hallado el 507 en Estados Unidos. (BMW)

Elvis estaba avergonzado de dichos mensajes, por lo que ordenó pintar el coche de color rojo para disimularlos. El trabajo fue hecho por la propia BMW, ya que no quiso perder el carácter de original aun con el cambio de tonalidad. Así lo siguió conduciendo hasta que, en marzo de 1960, el cantante dejó Alemania para regresar a su país cuando terminó con el entrenamiento militar. Y se llevó el 507 consigo, exportado a los Estados Unidos.

Pronto perdió el interés en su 507, y lo vendió a un concesionario de Chrysler en Nueva York. Luego fue adquirido por el locutor radial Tommy Charles por 4.500 dólares. Éste era un apasionado de la competición, y para ello, altero radicalmente la mecánica e interior del BMW.


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El motor V8, que ya no se conseguía, tuvo que ser construido a nuevo con diferentes piezas. (BMW)

Finalmente, en 1968 cayó en manos de Jack Castor, un ingeniero espacial y coleccionista de California. Lo recibió sin motor ni caja de cambios, con el fin de tenerlo para disponer de repuestos para su otro 507, de color azul.

Castor investigó de todos modos el origen del auto y supo de un dato que lo alentaba: que el 507 había sido conducido en competición por Hans Stuck. Y el tercer dato le llegó cuando leyó en una revista que ese BMW había sido propiedad de Elvis Presley.


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El auto fue desmontado por completo para realizar la restauración. (BMW)

Claro que no tuvo el dinero para restaurarlo y el descapotable terminó arrumbado en el galpón de su chacra productora de zapallos, compartiendo el espacio con otros autos que estaban en estado ruinoso. Fue en 2009 cuando BMW supo de la existencia de este 507, y envió una comitiva a convencer a Castor: lo hicieron llevándose el rojo de Elvis y el azul para restaurar ambos, aunque el que había sido del cantante se iba a quedar en Munich para integrarse al museo de la marca.
 
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El coche viajó a Alemania por contenedor, y tras su llegada fue sometido a una exhaustiva restauración. El cambio de motor que le había hecho Tommy Charles (le puso un Chevrolet V8) le dejó un daño importante porque terminó con el chasis cortado.




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El auto recuperó su fisonomía original tras miles de horas de trabajo. (BMW)

En BMW se invirtieron miles de horas de trabajo para restaurarlo. Se separó su carrocería de aluminio de su chasis de acero, se eliminó la pintura roja de todos sus paneles, y los restos de su habitáculo fueron restaurados, quitando el óxido de forma prácticamente artesanal.

No obstante, muchas piezas tuvieron que ser fabricadas de nuevo, ya que ni siquiera BMW Group Classic tenía repuestos de todas las partes necesarias. Para su producción se recurrió a moldes originales, se trabajó con sus proveedores originales e incluso se recurrió a la impresión en 3D. El motor fue reconstruido a base de repuestos, porque encontrar otro V8 de aquellos años iba ser prácticamente imposible.


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El interior, también hecho a nuevo con piezas recuperadas del propio auto y otras que debieron reemplazar. (BMW)

El 507 fue repintado en Feather White, siguiendo procesos usados en los años 50. Cumplieron así con el deseo de Jack Castor de que el auto recuperara el color con el que le había sido entregado a Elvis y que fue objeto de acoso de sus fanáticas.

“Si sólo hubiera estado interesado en el dinero, habría sido un error cederle el auto a BMW. Pero yo quiero que sea restaurado y que la gente lo pueda disfrutar. Eso es más importante que hacerme de algunos millones de dólares”, explicó Castor en el momento de desprenderse de un deportivo tan emblemático y con tanta historia.


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Jack Castor, quien tenía el auto en California, cuando se llevaban el 507 de su granja. (BMW)

Los dos BMW 507, el blanco y el azul, que Jack Castor tenía en su galpón fueron presentados al mundo en 2016 como las estrellas del Concurs D’Elegance de Pebble Beach, en California, la exposición más importante de autos clásicos. Su dueño no pudo verlos: había fallecido en 2014.

 
Los rincones más extravagantes de Graceland, la mansión donde Elvis Presley reflejó todas sus obsesiones
Una sala de billar forrada de tela estampada, una habitación llena de televisores o un pasaje directo a Hawái: en el 43 aniversario de la muerte del 'Rey del rock', recorremos los detalles más 'kitsch' del segundo edificio más visitado de EE.UU.



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Elvis Presley, ante el pórtico de la fachada neoclásica de Graceland. | Getty Images
Victoria Zárate


Cada 16 de agosto las flores, banderas y souvenirs se agolpan con más intensidad en la tumba del Rey del rock’n’roll. Custodiado por el sepulcro de sus padres Gladys y Vernon en el cementerio familiar, miles de fans se reúnen para rememorar esa fatídica noche de 1977 en la que Elvis Presley (Tupelo, 1935) dejó al mundo en circunstancias, hoy por hoy, no esclarecidas del todo. Muchos piensan, incluso, que podría seguir vivo.

Como relató en sus memorias Ginger Alden, su última novia y prometida, fue ella quien encontró al cantante inconsciente y tirado en el baño, con un ejemplar entre las manos de Sex and the psychic energy, un libro ilustrado que relacionaba posturas sexuales con signos del horóscopo. Oficialmente, Elvis acababa de sufrir un infarto agudo de miocardio, un golpe duro pero no inesperado. El exceso lo acompañó en sus últimos días, tanto de sobrepeso como en número de fármacos que ingería al día y que le obligaron a cancelar numerosas giras y reducir los conciertos a apenas unos minutos.

Desde entonces, más de 20 millones de personas han visitado la tumba de Elvis en Graceland, la casa de Memphis (Tennessee) que fue testigo del apogeo y declive de la leyenda del rock.

Valorada en 350.000 dólares tras su muerte, su exmujer, Priscilla Presley, decidió abrir sus puertas al público en 1982 como museo para solventar los problemas económicos derivados de su herencia. El edificio más visitado de Estados Unidos después de la Casablanca y declarado Monumento Histórico Nacional en 2006, aglutina cada año a 600.000 visitantes que participan en un tour que recorre toda la mansión, los establos y los jardines, con excepción de las estancias privadas donde Elvis fue hallado muerto.

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'Jardín de la Meditación', donde se encuentra la tumba de Elvis y la de sus familiares. | Getty Images

Según explica su página oficial, la casa en la que El Rey vivió desde los 22 años hasta su muerte formó parte de una granja de 500 acres antes de su construcción. Propiedad de la familia del empresario S.E. Toof durante generaciones, se usó como espacio para picnics de la iglesia y pastoreo. La finca adquirió el nombre de su hija Grace, tras cuya muerte pasó a manos de su sobrina Ruth Moore y su marido, Dr. Thomas.

Ellos fueron los artífices de esta mansión construida en 1939, una casa de casi 1.000 metros de superficie cuyo pórtico central rememora las casas coloniales y neoclasicistas que hicieron furor en la época. En la fachada principal, cuatro columnas corintias se erigen con capiteles inspirados en La Torre de los Vientos, del arquitecto inglés James “Atenea” Stuart. Junto a ellas, dos leones custodian la entrada de escalones de piedra y protagonizan la instantánea más fotografiada de Graceland.

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Fachada principal de Graceland. | Graceland.com

Por poco más de 100.000 dólares, Elvis adquirió la propiedad dos décadas más tarde como regalo para sus padres, manteniendo su nombre original. En esa primavera de 1957, el autor de Love Me Tender atravesaba un momento crucial en su carrera: su primer álbum de estudio Elvis Presley consiguió permanecer diez semanas en el número uno de las listas americanas, mientras su rostro se popularizaba en la televisión nacional y arrancaba con buen augurio una carrera en el cine con películas como Jailhouse Rock. Con una fortuna que crecía a pasos agigantados, era la ocasión perfecta para arraigar su entorno familiar en Memphis, la zona donde se habría criado desde los 13 años.

Una mansión inspirada en el Hollywood clásico reconvertida en festín ‘kitsch’

Aconsejado por su madre, que fallecería un año más tarde, Elvis decidió ampliar a 1.600 m2 la planta original proyectada por los arquitectos Furbringer & Ehrman, autores de otros edificios históricos de Memphis. Invirtió más de 500.000 dólares en modificar tanto el interior como el exterior de la finca. El diseño en forma de partitura de la puerta principal en hierro forjado lleva el sello del ilustrador Abe Sauer, que añadió a la verja la silueta de Elvis.

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La célebre reja de Graceland con forma de partitura y la silueta de Elvis Presley. | Getty Images

En la primera reforma se incluirían dos plantas y un sótano conectados por cinco escaleras, ocho dormitorios y ocho baños, cocina, salón comedor, varias salas de ocio, un establo para caballos y un campo de tiro. Elvis mandó construir una piscina con forma de riñón y no de guitarra, como la del vocalista Webb Pierce, a la que se asocia en numerosas ocasiones. También se añadió el Jardín de la Meditación, un lugar al aire libre y tranquilo ideado por el arquitecto Bernard Grenadier, en el que Presley pudiera pasear y reflexionar y que terminaría acogiendo el cementerio familiar. Aquí descansan sus restos y el de sus parientes cercanos, además de una pequeña placa que conmemora a su hermano gemelo Jesse Garon, que murió al nacer.

Con la llegada de Priscilla a su vida, algunas voces afirman que el gusto de Elvis Presley se volvió más ostentoso y poco refinado, frente a la propuesta moderada de su madre. En su segunda reforma, Graceland se convertiría en un festín kitsch de moquetas infinitas y habitaciones temáticas, dispuestas en la primera planta y el sótano. La serie de vídeos Hidden Graceland revela, entre otras curiosidades, que la mansión fue pintada originalmente en azul eléctrico (existe una puerta interior que aún conserva el color original), dando paso en los años 60 al blanco actual.

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Un rincón de Hawái en Jungle Room. | Mr.Food

La estancia más llamativa es, sin duda, Jungle Room, inspirada en la isla de Hawái, uno de los lugares favoritos del cantante que sirvió de escenario para películas como Blue Hawaii (1961) o Paraíso Hawaiano (1966). Aquí la sucesión de elementos kitsch es inagotable: una cascada de agua sobre una de las paredes de piedra, la moqueta verde de pelo grueso que emula la hierba o la multitud de ídolos y elementos polinesios. En 1976 se convertiría en su estudio privado, ya que la robustez del suelo aportaba una excelente acústica para grabar sus dos últimos álbumes, From Elvis Presley Boulevard, Memphis, Tennessee (1976) y Moody Blue (1977).

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Salón con el famoso sofá de 4,6 metros que da paso a la Music Room. | Paul Cloutier

La pasión por el suelo enmoquetado se transfiere –esta vez en blanco– al salón y el comedor. Una chimenea también blanca y un sofá de 4,6 metros coronan la estancia, así como múltiples aparadores que conservan piezas de porcelana china y la cubertería de plata, y permanecen tal y como estaban cuando vivía Elvis. Dos vidrieras con pavos reales actúan de puertas divisorias frente al Music Room, con un gran piano de cola en el centro de la sala y un busto griego tallado en madera, una figura recurrente en toda la casa.

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El gusto recargado e historicista de Graceland queda patente en esta imagen del comedor de la casa. | Paul Cloutier

Una mansión más entretenida que Disneylandia

Elvis llevó el placer a la enésima potencia. En Graceland no había horarios ni relojes, y la vida transcurría a ritmo de rock’n’roll. Junto a la música, las novedades tecnológicas eran una de sus obsesiones. Solía probar nuevos aparatos y electrodomésticos que le enviaban las compañías antes de que salieran al mercado.

El número infinito de televisores de 25 pulgadas que rondaron la casa durante décadas dan muestra del amor que el de Mississippi profesaba hacia este pequeño reproductor. Incluso ideó en el sótano una sala con su nombre, la TV Room, donde poder ver al mismo tiempo los tres canales nacionales de entonces. Toda una cueva varonil en la que compartía partidos de fútbol y películas junto a la Memphis Mafia, como se conocía a su séquito de amigos, guardaespaldas y familiares que lo seguían a todas partes.

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A Elvis le obsesionaban los televisores. En la pared, el logo TBC que creó Elvis Presley en 1970. | Paul Cloutier

Decorada con infinitos espejos en el techo y los muros, los colores blanco, negro y amarillo se suceden por toda la habitación. Los mismos que se utilizaron para pintar en la pared oeste el logo que ideó Elvis en 1970, formado por un rayo y las letras TBC de Taking Care of Business in a Flash –"Cuidando el negocio en un instante"– . Elvis encargó varios colgantes con este anagrama para regalárselos a su círculo más cercano de la Memphis Mafia, como símbolo de unión y fidelidad.

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El 'wet bar' de Graceland custodiaba uno de los grandes tesoros de la casa: una gran máquina de hielo. | Paul Cloutier

Al fondo de la sala, se encuentra el wet bar que contiene una pionera máquina de hielo Scotsman. Tras uno de los pocos cuadros de la casa se esconde un proyector, que transformaba la habitación en una sala de cine.
 
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Elvis era un fanático del billar y pidió a su decorador William R. Eubanks que ideara en la habitación contigua una suntuosa Pool Room, a partir de una foto del siglo XVIIII. En ella, las paredes estaban completamente cubiertas por tela ondulante. Elvis quiso calcar la idea, y tres hombres tardaron 10 días en revestir cada pared y el techo con 320 metros de tejido, colgados con varillas para crear esa sensación de movimiento.

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Hizo falta que tres hombres trabajaran durante diez días para lograr el pliegue justo de los tejidos que cubren las paredes y el techo de la sala de billar. | Paul Cloutier

Si el efecto envolvente no quedaba del todo claro, con los sobrantes de la tela se tapizaron dos sofás a juego, que servirían de asiento junto a tres sillas de estilo Luis XV. Sobre la mesa de billar de 1960 cuelgan varias lámparas hechas a medida en Laukhuff Stained Glass, una de las fábricas de vidrio tintado más antiguas del país. El tapete de la mesa mantiene intacto el rasguño provocado por la bala que uno de sus amigos proyectó contra una bola mientras jugaban.

Elvis tenía la costumbre de acostarse tarde, y apuraba la madrugada viendo películas o jugando al ráquetbol. Este deporte de pista cerrada y parecido al squash se popularizó en Memphis durante los años sesenta. En 1975, decidió acercar su nueva afición a Graceland, construyendo un edificio con una cancha interior y una sala de estar. A través de la pantalla de cristal, podrían ver los partidos mientras charlaban y escuchaban música.

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La antesala a la pista de ráquetbol cuenta con un piano y varias butacas con capitoné. | Paul Cloutier

Esta habitación se decoró con sillones de cuero y una zona de bar en la que no faltaba un equipo de estéreo, una máquina de pinball y el piano en el que Elvis tocó sus últimas canciones. En la actualidad, exhibe algunos de los célebres monos que vistió en sus conciertos, junto a su colección de discos de oro y de platino (la más extensa de la historia) y otros enseres familiares, como el vestido que Priscilla llevó el día de su boda.

Una cocina high–tech con barra libre de galletas


El gran apetito que gastaba Elvis Presley fue un secreto a voces. The Presley Family Cookbook (1980), de Nancy Rocks, es uno de los numerosos libros que reúne las calóricas recetas que El Rey solía degustar a diario. Recopilado por la que fuera su cocinera desde 1967 hasta su muerte, en sus páginas se dan cita desde el célebre sándwich de mantequilla de cacahuete, beicon y bananas al pastel de carne tuneado –cómo no– con una sustanciosa capa de panceta en la superficie.

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El panelado en madera de la cocina es tan valioso como los electrodomésticos que Elvis renovaba sin cesar. | Amandia/Flickr

La lista de la compra en la residencia Presley ascendía, según apunta Shared.com, a 500 dólares semanales. La web señala que en su despensa debía haber, "en todo momento, todos los días", latas de Pepsi, al menos seis cajas de galletas, varios botes de chucrut, perritos calientes, pudín de plátano recién horneado cada noche, brownies, helado de vainilla y chocolate, coco rallado y tres cajas de sus sabores favoritos de chicles (menta, hierbabuena y frutas).

La cocina no se abrió al público hasta el fallecimiento de su tía Delta en 1993, que vivió durante 11 años en la mansión rodeada de turistas. Elvis contaba con acceso directo a esta estancia desde su habitación por medio de una escalera secreta. Su pasión por la high tech también se trasladó a los fogones: contaba con uno de los primeros microondas de la historia, un horno 400 de Tappan Company –una reliquia de la época–, además de un triturador de basura Kenmore o un lavavajillas KitchenAid, también pionero entre los electrodomésticos.

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Sobre la repisa de la cocina, uno de los primeros microondas de la historia. | Graceland.com

Este vídeo muestra un cajón secreto en el mueble de las cámaras de seguridad con la inscripción de "Lisa’s home, Graceland", que su hija grabó a lápiz con ocho años. En la actualidad, Lisa Marie Presley sigue siendo la única propietaria de Graceland, una casa que condensa tanto la personalidad de Elvis como sus fantasmas estéticos, sus obsesiones y sus debilidades.

 
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