El baúl de los fragmentos perdidos

Aquel verano pasó y llegó el siguiente, y yo regresé a Donosti con el pelo más corto y en la cara el rictus de escepticismo de la experiencia incipiente.
Aquel invierno, en Madrid,yo había empezado a salir los fines de semana, y había ido al cine y a fiestas y a discobares, y me había dejado besar por otros chicos en rincones oscuros, y alguno me había tocado los pechos, e incluso hubo uno con el que llegué a màs de eso.Un chico de las Maristas con el que estuve saliendo dos meses, y con el que una noche de tormenta en que nos refugiamos en un soportal, me dejé llevar y acabamos masturbándonos el uno al otro.

Y así llegué a los diecisiete años,virgen de solemnidad.Aquel era mi quinto verano en Donosti,y seguía tan enamorada de Antonio como el primero, aquel quinto verano ya podía salir por las noches, y salía con mis amigas a beber por los bares de Donosti aquellas mezclas dulzonas de vino y cocacola que bajaban rápido por el esófago y llegaban con prisa a la cabeza, y así fue como en una de mis primeras borracheras acabé besándome con Antonio en la barra de La Cepa.Salimos de aquel bar, montamos en su moto y él condujo hacia el monte.Chispeaba ligeramente,sirimiri,y llegamos a un bosquecillo en el camino de Orio,cerca de la autopista, el aparcó la moto y me llevó de la mano hacia los arboles, y yo sentía que la cabeza me daba vueltas, y notaba que me resultaba difícil mantener el equilibrio.
Cuando volví a casa eran las seis de la mañana.Mamá me esperaba levantada, hecha una furia, y me pegó un bofetón sin mediar palabra.Me fuí a la cama hecha un mar de lagrimas y a la mañana siguiente, al ir al baño,medi cuenta de que había una mancha de sangre en mis braguitas .Las escondí como pude en el bolsillo del albornoz y, más tarde ,cuando mamá se fue hacer la compra y Rosa y Cristina a la playa, las lavé a la mano,las sequé con el secador de pelo, las doblé cuidadosamente y las enterré en el fondo del cajón de la ropa interior.Nunca más volvería a ponérmelas .Nunca ,nunca más .


Amor,curiosidad,prozac y dudas
Lucia Etxebarria
 
“Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos.”

“El descalificador tiene como objetivo controlar nuestra autoestima, hacernos sentir nada ante los demás, para que de esta forma él pueda brillar y ser el centro del universo.”

“Desprecia la opinión de la gente tóxica, sé libre de los críticos y serás libre de cada una de sus palabras y de sus acciones. No idealices. No esperes nada de nadie.”

“Cuanto mayor sea el tiempo que le dediques a escuchar tu propia voz interior, cuanto más te detengas a observar tu reloj interno y a prestar atención a lo que dice tu corazón, mayores serán los éxitos que vas a cosechar.”

“Si haces algo, el descalificador te criticará, y si no actúas, te juzgará por no hacerlo. Su especialidad son los dobles mensajes y los mensajes ambivalentes.”

“No te sacrifiques intentando ser demasiado amable. Si eliges no sacrificar tu dignidad, los frutos serán muchos y tu autoestima irá creciendo. Asume la dirección de tu vida y no dejes que nadie tome decisiones por ti. Son tus decisiones las que te llevan a convertirte en una persona manipulable o no.”

De Gente Tóxica de, Bernardo Stamateas
 
El invierno pasó como una exhalación .Como correspondía a la mayor de tres hermanas en una casa sin padre ,yo tenia que ocuparme de mantener limpia la casa y de llevar al día las facturas y las reparaciones ,porque mamá se pasaba el día metida en la farmacia para dar de comer a sus hijas y yo la verdad ,prefería trabajar y no pensar y hacer todos los esfuerzos posibles para borrar de mi cabeza cualquier referencia a Antonio.Apenas salía.Se acabaron los cines y los discobares,las cocacolas y las palomitas, los flirteos con los chicos de los Maristas.Adelgacé .Me miraba en el espejo y me sorprendía al pensar como había cambiado.A los dieciséis años yo tenia una carita aniñada, mofletuda,adornada por dos hoyuelos pícaros y un par de relucientes manchas sonrosadas que parecían manzanitas, y ahora, sin embargo,veia a una mujer de tez aceitunada, con las cuencas de los ojos ligeramente hundidas rematadas en la parte inferior por dos ojeras violáceas,del mismo color que los escapularios de las monjas ,y dos pómulos huesudos, prominentes,que conferían a su rostro cierto aire de resignada determinación ,y, aunque sólo tenia diecisiete años, me sentía vieja, siglos más mayor que el resto de las chicas de la clase ,y, por tanto, me parecía natural que ninguna de ellas pudiera comprenderme.


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Lucia Etxebarria
 
Hasta que un día, haciendo compras en el Corte Inglés ,me dí de narices con Borja.
Borja se había trasladado a Madrid a estudiar ingienería y vivía en un colegio mayor, y a pesar de que yo no me atreví a preguntar directamente por Antonio,el tema no tardó en salir a colación.A través de Borja me enteré de que Antonio había empezado a estudiar derecho en Deusto ,pero no le iba muy bien, y Borja me dijo que Antonio salía con lo peor de Bilbao, bebía como un cosaco y las malas lenguas aseguraban que también le daba a las drogas, y Borja y él aún se veían ,pero ya no tanto como antes, porque Borja ,el niño bien por antonomasia ,el exponente más claro de lo mejorcito de Donosti,no veía con muy buenos ojos las actividades de Antonio.Es una pena decía Borja,los caminos tan distintos que pueden llegar a tomar dos personas que han sido amigas desde la infancia .Y yo asentía sin decir nada ,que iba a decir?


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Lucia Etxebarria
 
Borja y yo empezamos a salir casi sin darnos cuenta.Quedamos alguna vez para ir al cine y pasear por el Retiro,y una noche me acompañó casa, y a la entrada del portal me preguntó si podía besarme . A mi nunca antes me lo habían preguntado,siempre habían dado por hecho que diría que sí, y el gesto me conmovió tanto que a punto estuve de echarme a reír ,y juntamos nuestros labios y nuestros dientes entrechocaron y me resultó evidente que Borja no tenía ni idea de besar no como Antonio,y después me miró fijamente y, aunque a mí me pareció que tenía cierto aire bovino, me sentí orgullosa de verme reflejada en esa mirada que oficializaba nuestra relación,me sentí orgullosa de mí misma.Llevaba un año sin experimentar esa sensación .
Estuvimos saliendo durante cinco años, y prácticamente desde el principio se dió por hecho que nos casaríamos en cuanto Borja acabara la carrera.


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Lucia Etxebarria
 
Es cierto, para qué vamos a engañarnos,que nunca sentí por Borja lo que sentí por Antonio,aquella angustia perpetua,aquella ansiedad que no me permitía dormir, aquella especie de corriente de lava ardiente que había notado ascender por mi columna con los primeros besos de Antonio,pero siempre supe que Borja era alguien de que podía estar orgullosa :guapo, ingeniero ,de buena familia, educado,amable y loco por mí, el tipo de chico que le gustaría a cualquier madre.Y había una razón más que yo no me atrevía a reconocer ,ni siquiera, creo, ante mi misma :el hecho de que Borja fuera amigo de toda la vida de Antonio ,el saber que Antonio acabaría por enterarse que había quien valoraba lo que el había despreciado ,que me valoraba hasta el punto de querer hacerme la madre de sus hijos, de querer reconocer ante Dios y ante los hombres que yo valía la pena.Y probablemente ésa fuese la razón de que yo insistiera en casarme por la iglesia ,a pesar de que no iba a misa desde los dieciséis años ,a pesar de que mamá amargada por el fracaso de su propio matrimonio ,me dijo que aquello del velo blanco ,de las arras y los anillos, de las damitas de honor y la madrina ,e incluso la propia institución del matrimonio ,le parecía una solemne tontería .Pero yo insistí y tuve lo que quería :boda con traje y velo blanco en San Fermín de los Navarros,con damitas de honor y banquete de boda en el Mayte Commodore.


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Durante aquellos cinco años de noviazgo volví a ver a Antonio exactamente once veces, lo sé porque las conté.Cinco de ellas en Donosti,y el resto en Madrid,en las contadas ocasiones en que él se pasaba por la capital para hacerle una visita a Borja,normalmente coincidiendo con la necesidad de solucionar algún papeleo o arreglar algunos trámites .Los tres salíamos juntos de tapeo o a cenar, y nadie mencionó el hecho de que en su día Antonio hubiese sido el primer novio de la radiante enamorada de su mejor amigo.De hecho, Antonio parecía encantado con la situación,y no hacia más que llamarme Anita mía y tratarme con una familiaridad y un cariño que no me demostraba desde hacía muchos muchos años.
Antonio asistió a la boda vestido de chaqué, e incluso se recortó las patillas para la ocasión,y yo pensé que estaba,no sé, como muy guapo ,a pesar de que se le veía cada día más delgado y ojeroso;y es que sus coqueteos con las drogas habían pasado de ser meros rumores a convertirse en un secreto a voces.
Y a mí aún me avergüenza recordar el que mientras caminaba hacía el altar del brazo de mi abuelo (porque mi padre, por supuesto,no estaba disponible para entregarme al novio ) tuve presente en todo momento que en la segunda fila de bancos estaba Antonio.


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Lucia Etxebarria
 
Y un día,Borja invitó a Antonio a pasar un fin de semana en Madrid.
En principio,resultaba lógico.Dos amigos de toda la vida, uno de ellos recién casado.Era normal que ahora que no vivían en la misma ciudad ambos se esforzaran por mantener el contacto,y aunque últimamente se trataban cada vez menos, hubo un tiempo que habían sido inseparables, y esas cosas nunca se olvidan .Además,Borja sentía nostalgia de su tierra y de sus amigos ,y cuanto más tiempo pasaba si ver a Antonio ,más le echaba de menos y más olvidaba todas las cosas que les habían ido distanciando:las drogas,las juergas, las diferentes maneras de ver la vida.
Yo me enteré un lunes de que Antonio había aceptado pasar el fin de semana en casa, y de lunes a jueves no hubo una sola noche en que pudiera dormir;no sé,me levantaba sudorosa en mitad de la noche, con el vago recuerdo de una pesadilla y me sentía incapaz de recordar exactamente con qué había soñado, pero estaba segura, sin embargo de que Antonio aparecía en el sueño.
El viernes por la noche llegó Antonio.Yo me había esmerado en la preparación de la cena y había pasado horas en la cocina,libro de recetas en mano...


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Lucia Etxebarria
 
Acabada la cena Antonio propuso que saliéramos a tomar una copa.Visitamos locales que nunca había pisado, salimos por un Madrid que yo no conocía.Dejamos que Antonio nos abriera los ojos.Tomamos copas en un bar de progreso en el que las parejas se hacían carantoñas en los rincones oscuros tarareando por lo bajo las canciones de Pablo Milanés,y en un bar de diseño en el que una torre de televisores presidía la pista de baile, y en un bar de paredes pintadas de negro en el que las camareras de aspecto gótico servían copas a los clientes con cara de desagrado, en un bar de música estridente en el que las chicas y los chicos lucían con orgullo camisetas de talla infantil que les permitían enseñar sus abdominales perfectos y sus ombligos perforados .Y yo, que nunca fui buena bebedora, me tragaba los whiskies como si fueran batidos de vainilla.
A las cuatro de la mañana acabamos en una discoteca de moda.La música atronaba de tal manera que resultaba imposible mantener una conversación,mientras una horda de adolescentes famélicos y ojerosos pegaban saltos en la pista de baile al ritmo de unos golpes que me recordaban el sonido de los latidos de mi propio corazón ,me daba la impresión ,no sé, de que un millón de estrellas fugaces caían desde el techo hacia la pista.Antonio,que parecía encontrarse en su salsa, nos hizo un gesto indicándonos la barra, y nos abrimos paso entre cuerpos sudorosos y rostros que parecían radiografías.Antonio pidió tres whiskies y Borja desapareció entre la masa, yo no tenía muy claro a dónde se dirigía.Probablemente estuviese buscando el baño, porque me resultaba imposible creer que Borja,mi Borja se hubiera ido a la pista a bailar.El nunca baila, y menos aún este tipo de música.
Antonio y yo nos quedamos a solas por primera vez en quince años.
-Estás verdaderamente guapa-dijo él.
Debido al ruido tenía que acercarse tanto para hablar que yo podía sentir su aliento cálido en el cuello.Yo pensé, ahora o nunca ,Ana,es posible que en años no vuelva a presentarse una oportunidad como ésta.
-Antonio-dije-te acuerdas alguna vez de aquella noche, hace quince años, cuando me llevaste a aquel bosquecillo en el camino de Orio...?
-Quince años....dijo él,luciendo aquella sonrisa legendaria a la que la mala vida había hecho perder su aura Profidén-no ha pasado tiempo ni nada ..A saber dónde estábamos hace quince años...
Era posible que él no se acordara ?Quizá sencillamente no quería recordarlo.
-Yo estaba borracha.Tu también,creo.Dejé de ser virgen aquella noche.
El me miró fijamente, con los ojos muy abiertos.
-Que estás diciendo?
-Pensé que te acordarías.Estoy segura de que te acuerdas.-Mi voz sonaba firme y transparente a pesar de todos los whiskies,a pesar del estruendo de la música,a pesar de que brotaba de una cueva recóndita donde mi desesperación se había mantenido agazapada durante años.
El me miró con expresión vacía y a continuación desvió sus ojos hacia la pista,apuró su vaso de un trago y luego las palabras le rezumaron cansinas de la boca, como arrastrándose .
-No sé de que mé hablas.
Empecé a sospechar que quizá decía la verdad ,que para él ,quizá, el episodio entre los eucaliptos solo constituía un vago recuerdo, no sé, al fin y al cabo Antonio había tenido muchísimas chicas en aquella época y quien sabe cuántas habían desaparecido con él entre los arboles...No sé,quizá fuese verdad lo que había oido decir de él, que se había vuelto alcohólico ,que apenas le quedaba medio hígado ,que la cabeza no le funcionaba .


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Lucia Etxebarria
 
Adoro este libro.

"Cada vez que respiraba, mi vestido de tafetán de color lavanda crujía y, al aspirar aire para exhalar la vergüenza, sonaba como el papel rizado en la parte trasera de un coche fúnebre. Al ver a la Yaya poner volantes fruncidos en el dobladillo y plieguecitos muy monos en torno a la cintura, había comprendido que, cuando me vistiese con él, parecería una estrella de cine. (Era de seda, lo que compensaba su horrible color.) Iba a parecer una de esas lindas niñas blancas que eran el ideal de todo el mundo, el sueño de un mundo como Dios manda. Delicadamente apoyado en la negra máquina de coser Singer, parecía mágico y, cuando me lo vieran puesto, vendrían corriendo a decirme: «Marguerite (algunos «querida Marguerite»), perdónanos, por favor; no sabíamos quién eras», y yo respondería generosa: «No, no podíais saberlo. Desde luego, os perdono». Solo de pensarlo, pasé días enteros como si un hada me hubiese tocado con su varita, pero el sol de las primeras horas de la mañana de Pascua Florida había revelado que ese vestido era un remiendo feísimo de un desecho, en tiempos púrpura, de una mujer blanca. Era largo como el de una señora mayor, pero no ocultaba mis flacas piernas, untadas de vaselina y empolvadas con arcilla roja de Arkansas. Con su tono descolorido, hacía parecer mi piel sucia como el barro y todos los presentes en la iglesia estaban mirando mis flacas piernas. ¡Menuda sorpresa se llevarían el día en que despertara de mi feo sueño negro y mi pelo de verdad, largo y rubio, ocupase el lugar de la crespa maraña que la Yaya no me dejaba alisar!"

De Yo sé porqué canta el pájaro enjaulado de, Maya Angelou
 
Adoro este libro.

"Cada vez que respiraba, mi vestido de tafetán de color lavanda crujía y, al aspirar aire para exhalar la vergüenza, sonaba como el papel rizado en la parte trasera de un coche fúnebre. Al ver a la Yaya poner volantes fruncidos en el dobladillo y plieguecitos muy monos en torno a la cintura, había comprendido que, cuando me vistiese con él, parecería una estrella de cine. (Era de seda, lo que compensaba su horrible color.) Iba a parecer una de esas lindas niñas blancas que eran el ideal de todo el mundo, el sueño de un mundo como Dios manda. Delicadamente apoyado en la negra máquina de coser Singer, parecía mágico y, cuando me lo vieran puesto, vendrían corriendo a decirme: «Marguerite (algunos «querida Marguerite»), perdónanos, por favor; no sabíamos quién eras», y yo respondería generosa: «No, no podíais saberlo. Desde luego, os perdono». Solo de pensarlo, pasé días enteros como si un hada me hubiese tocado con su varita, pero el sol de las primeras horas de la mañana de Pascua Florida había revelado que ese vestido era un remiendo feísimo de un desecho, en tiempos púrpura, de una mujer blanca. Era largo como el de una señora mayor, pero no ocultaba mis flacas piernas, untadas de vaselina y empolvadas con arcilla roja de Arkansas. Con su tono descolorido, hacía parecer mi piel sucia como el barro y todos los presentes en la iglesia estaban mirando mis flacas piernas. ¡Menuda sorpresa se llevarían el día en que despertara de mi feo sueño negro y mi pelo de verdad, largo y rubio, ocupase el lugar de la crespa maraña que la Yaya no me dejaba alisar!"

De Yo sé porqué canta el pájaro enjaulado de, Maya Angelou
Qué hermoso fragmento... me gustan mucho las selecciones que pones... gracias por compartir...
 
@Elizabetta me gusta que te gusten :):kiss:

"Wm. Johnson. Los clientes podían encontrar en ella comestibles, una buena diversidad de hilos de colores, salvado para los cerdos, maíz para las gallinas, petróleo para quinqués, bombillas (para los ricos), cordones de zapatos, brillantina para el pelo, globos y semillas de flores. Lo que no estuviera a la vista bastaba con encargarlo. Hasta que nos familiarizamos lo suficiente con la Tienda y ella con nosotros, estuvimos encerrados en una atracción de feria cuyo vigilante se hubiera marchado para no volver. Todos los años, veía yo el campo situado frente a la Tienda volverse de un verde oruga y después, gradualmente, blanco como la escarcha. Sabía exactamente cuánto tiempo pasaría hasta que los grandes camiones entraran en el patio delantero y cargasen, al amanecer, a los recolectores de algodón para llevarlos a las plantaciones que habían sobrevivido desde la época de la esclavitud. Durante la temporada de la recolección, mi abuela se levantaba a las cuatro de la mañana (nunca usaba despertador), se arrodillaba en el crujiente entarimado y salmodiaba con voz somnolienta: «Padre nuestro, gracias por dejarme ver este nuevo día. Gracias por no permitir que la cama en que yací anoche fuera la tabla en que reposara mi cadáver ni la manta mi sudario. Guía por el camino recto mis pasos en este día y ayúdame a poner freno a mi lengua."

De Yo sé porqué canta el pájaro enjaulado de, Maya Angelou
 

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