Curiosidades de la realeza

Desde entonces, Leopoldo II solo tuvo dos objetivos en su vida: expandir su dominio personal y usar a sus hijas en la política matrimonial.

En 1875 hizo su primer movimiento al casar a la princesa Luisa con su sobrino, el príncipe alemán Felipe de Sajonia-Coburgo y Gotha, un matrimonio verdaderamente desgraciado.

Para Estefanía, Leopoldo II tenía planes aún mayores: convertirla en emperatriz

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En marzo de 1880, el archiduque (y príncipe heredero) Rodolfo de Austria llegó a Bruselas por invitación de Leopoldo II. Era el hijo mayor del emperador Francisco José y la emperatriz “Sissi”.

Cuando conoció a Estefanía, el archiduque le escribe a su madre que ha encontrado lo que estaba buscando y poco después le pidió matrimonio

La boda fue programada para 1881 y Estefanía dejó Bruselas para emprender su viaje la esplendorosa Viena y así prepararse para su nueva vida.

En la víspera de su cumpleaños número 17, pasó a titularse Archiduquesa de Austria y Princesa Heredera de Austria-Hungría.

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Aunque el matrimonio no se concretó por razones románticas, Estefanía y Rodolfo simularon llevarse relativamente bien en los primeros tiempos de su matrimonio.

Estefanía pronto quedó embarazada y dio a luz a una hija,su marido no puede ocultar su decepción esperaba un niño y un futuro sucesor al trono.

La relación entre Estefanía y su marido dio paso a una profunda depresión y el vínculo entre la heredera y su suegra también fue de mal en peor.

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En 1884, una extraña enfermedad se apoderó de Rodolfo padecía sífilis, (ETS) que contrajo durante una de sus muchas aventuras sexuales extramatrimoniales.

Bajo el más absoluto secretismo, los médicos de la corte austríaca trataron al heredero con drogas comunes como el opio y el mercurio, sustancia que en grandes dosis conduce a la inestabilidad mental.

Estefanía permaneció ignorante sobre los verdaderos motivos de la enfermedad de su esposo y sólo cuando ella misma desarrolló síntomas de una ETS la verdad cayó como un rayo.

Las consecuencias de la infección resultarían desastrosas, ya que quedó estéril, un desastre para una princesa heredera que aún no ha dado a luz a un heredero al trono. Sintiéndose traicionada por Rodolfo, desarrolló una profunda aversión por él.

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La salud mental del archiduque flaqueó y el 30 de enero de 1889 ocurrió lo impensable: junto con su muy joven amante Marie von Vetsera, se suicidó en el pabellón de caza de Mayerling.

A la edad de 24 años, Estefanía se convirtió en una viuda de la familia.

El llamado “drama de Mayerling” provocó una conmoción en toda Europa. El emperador Francisco José y la emperatriz Sissi culparon directamente a su nuera. A pesar de la vergüenza, se le permitió seguir viviendo en la corte y conservar su rango, sus títulos y sus joyas, además de una posición de precedencia, pero su sueño (o al menos el de su padre) de convertirse algún día en emperatriz llegó a su fin.

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Pasaron varios años hasta que Estefanía conoció a un nuevo hombre. Se trata del conde Elemér Lónyay de Nagy-Lónya et Vásáros-Namény, un noble de Hungría, su rango era demasiado bajo, pero persistió en su deseo y en el 1900 se casó con él.

Para Estefanía, su matrimonio llegó con grandes sacrificios: su papel como miembro de la familia imperial en Viena terminó y perdió todos sus títulos.

En Bruselas, su padre Leopoldo II reaccionó con furia, en gran parte porque Estefanía no sólo se había casado con un noble de bajo rango, sino porque apoyó abiertamente a su hermana Luisa, que recientemente había cambiado a su marido por su amante.

El emperador Francisco José rompió todo contacto con Estefanía.

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A Estefanía no le importó perder su posición y se retiró con su nuevo marido al castillo de Oroszvár en Hungría, hoy Rusovce, Eslovaquia.

Cuando Leopoldo II murió en 1909, ella y la princesa Luisa descubrieron con horror que su padre las había eliminado de su testamento. El viejo rey, viudo desde hacía siete años, había dejado toda su fortuna a su amante, la ex prost*t*ta parisina convertida en baronesa de Vaughan y madre de dos hijos el rey.

En los años siguientes, Estefanía y su esposo llevaron una vida relativamente tranquila en su castillo.

En 1937 publicó sus memorias “Ich sollte Kaiserin wer” (“Debería ser emperatriz”), libro que causó un gran revuelo en Austria, pero se vendió muy bien y fue traducido en varios idiomas.



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La emperatriz que no pudo serlo murió el 24 de agosto de 1945 en la abadía de Pannonhalma en Hungría a consecuencia de un derrame cerebral. Allí se instaló algún tiempo antes huyendo del Ejército Rojo poco después de cumplir 81 años.


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