Biografìa-Obra: Bécquer, Benedetti, Borges, Camus, Cortázar, Faulkner, Galeano , G.Lorca, G.Márquez, Joyce, Kafka, Lessing , Mann, Orwell, Proust, etc

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80 años sin James Joyce: la historia de cómo el autor del “Ulises” quebró el lenguaje una y otra vez

Una fría madrugada de 1940 en Zúrich, Suiza, murió el escritor irlandés. Tras escribir su libro más famoso y aclamado quedó exhausto y luego de 16 años volvió a publicar una novela, “Finnegans Wake”: según muchos críticos, su mejor obra​


Por Luciano Sáliche
13 de Enero de 2021
lsaliche@infobae.com


James Joyce
James Joyce

“Triste e intratable; bebía demasiado y no hablaba con nadie, ni con Nora”, su esposa. Lo cuenta Francesca Romana Paci en su libro de 1987 James Joyce: vida y obra. Su hija tenía Lucía esquizofrenia y se trataba con Carl Jung. Eso y el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo tenían muy preocupado. Con la ocupación nazi en Francia a finales de 1840 —allí estaba, entonces, con su familia—, se va a Zúrich, Suiza. Ante el avasallamiento de la realidad se encerraba a leer días enteros como si la literatura fuese un lugar. Tras una operación de úlcera de duodeno perforada realizada el 11 de enero de 1941, mejoró sus dolores pero al día siguiente entró en coma hasta que el 13 de enero a los dos de la mañana una enfermera lo escucha. Joyce le dice, casi susurrando, que llame a su esposa y a su hijo Giorgio. La enfermera corre hacia el teléfono, hace el llamado y al regresar a la habitación el escritor irlandés ya no tenía pulso.

Una actitud ética y estética

Algunos grados por encima del cero, la temperatura en Zúrich, el día de su muerte, la misma que hacía en Dublín, el 2 de febrero de 1882, la de su nacimiento. En Rathgar, un suburbio de la ciudad a tres kilómetros del centro, nació James Joyce. Aún ese país al noroeste de Europa no se llamaba, como lo conocemos hoy, República de Irlanda, sino Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Duró 21 años ese conglomerado de potencias, pero de todos modos, Joyce vivió la mayor parte de su adultez fuera de ahí, aunque Dublín, su paisaje, su gente, sus costumbres, la infancia, lo marcaron para siempre. Estudió en Sallins y se fue a París para convertirse en médico, pero su familia, de pronto, no pudo costearlo, entonces comenzó a trabajar de periodista. Era un bueno con las palabras y tenía un notable ingenio literario, además de leer mucho. Era un buen oficio pero mal pago y sobrevivía con la ayuda de algún amigo.



No tenía rumbo y todo se complicó con la enfermedad de su madre: un cáncer ya muy avanzado, terminal. Regresó a Dublín, donde estaba internada, y a los pocos días murió. Fue una época oscura en la que leía tanto como bebía. Lo salvó —¿qué otro verbo utilizar para el amor?— Nora Bernacle. Se enamoraron y se volvieron compañeros. Partieron hacia Zúrich, Suiza, donde a él lo esperaba un trabajo de profesor de inglés pero las vueltas del destino lo colocaron, primero en Pula, luego en Trieste, ambas ciudades del Imperio Austrohúngaro, hoy Croacia e Italia, respectivamente. Luego consiguió trabajo en un banco en Roma y comienza a escribir su primer libro, Música de cámara, de poesía, que se publicará en 1907. Para esa época nace su segunda hija, Lucía, y el primero, Giorgio, tiene dos años. En 1912 regresa a su ciudad natal con su familia. Es una visita fundamental: presenta a sus hijos y, además, quiere publicar Dublineses. Será la última vez.

Marilyn Monroe en Long Island, New York, año 1955, leyendo el Ulises de Joyce
Marilyn Monroe en Long Island, New York, año 1955, leyendo el "Ulises" de Joyce

Es su primer libro en prosa, el único de cuentos, un verdadero orgullo para él y, ¿por qué no?, para Dublín. No lo logra: editores y amigos veían en esos relatos una especie de traición a Irlanda por describirlos de manera poco feliz. Desde entonces nunca volverá, pese a las reiteradas invitaciones de su padre y de su viejo amigo, el poeta William Butler Yeats. Es Yeats quien le escribe al también poeta Ezra Pound para que le consigue trabajo a Joyce porque su economía está peor que su orgulloso. Pound le ofrece colaborar en las revistas The Egoist y Poetry. Al año siguiente las cosas repuntan, le publican Dublineses y, pese a que se vendió poco —su editor le explicó el motivo: la Gran Guerra—, cosechó buenas críticas y algunos grandes admiradores, como H. G. Wells, que leía sus columnas. Por la Primera Guerra Mundial, la familia se traslada otra vez a Zúrich y desde ahí, dando clases, viviendo más o menos bien, empieza a solidificar su obra.

Harriet Shaw Weaver, la nueva editora de la revista The Egoist, confiaba plenamente en su trabajo. Se vuelve, además de su editora, su agente y su mecenas y, tras su muerte, su albacea. Publica en 1916 la novela Retrato del artista adolescente y en 1918 la obra de teatro Exiliados que se estrenó en un escenario de Múnich con traducción al alemán. Su fama crece tanto que comenzó a recibir donaciones, como la de una admiradora anónima que prometía ayudarlo “hasta que pudiera encontrar una situación estable”, según se lee en la celebrada biografía de casi mil páginas que escribió Richard Ellmann. Mientras tanto, trabajaba en un libro que, aunque su esposa desconocía la trama, siempre le insistía en que lo termine. Era una promesa eterna que tapaba con otros escritos, lectura y alcohol. Eso le preocupaba a Nora y se lo decía. Era severa pero cariñosa. Intuía —lo veía en los ojos celestes de su esposo— que el Ulises sería su cumbre.


Además de la poesía, el relato, el ensayo y el teatro, las novelas de Joyce son, según la crítica, sus mejores libros. Con Ulises rompe con cierta tradición literaria y es, además de un puente con la Odisea —el poema épico de Homero del siglo VII a. C.—, la prueba del ingenio humano. Pero como si eso fuera demasiado, 16 años después, publicó otro libro, para muchos todavía mejor: Finnegans Wake. Ambos forman una parábola, son las dos cumbres de su obra y están unidas por un puente en el que transitan, además de la incertidumbre lógica, una pulsión de escritura cuyo objetivo era manipular el lenguaje como nunca nadie lo había hecho. Sucede que a Joyce, como escribió José Emilio Pacheco, “no se le puede enclaustrar en una escuela literaria, representa una tendencia”. Una tendencia es una orientación, una inclinación. Una tendencia es un rumbo incierto pero a la vez definido. Una tendencia es una actitud. Una actitud ética y estética.

Ulises: enciclopedia cabal de trucos


“La imprimiremos aunque sea el último esfuerzo de nuestras vidas”. Eso fue lo que escribió Margaret Caroline Anderson, directora de la revista estadounidense The Little Review, cuando recibió por correo los primeros tres capítulos del Ulises. Se los había enviado el poeta Ezra Pound por pedido de Joyce ya que en Europa nadie quería publicarlo. Corrían tiempos difíciles entre la falta de tipógrafos, la escasez de dinero, las presiones legales y la creciente censura. Anderson, fascinada con esa obra en proceso, comenzó a publicarla en 1918, pero al tiempo fue castigada: los números donde se publicaron los capítulos 8, 9 y 12 fueron confiscados y quemados por las autoridades y tuvo que pagar una multa. En 1920, en París, donde vivía con su familia, Joyce conoce a Sylvia Beach, propietaria de la famosa librería Shakespeare & Co. Le muestra los adelantos de su novela y ella, también fascinada, le habla a todo el mundo del libro que se viene.

Ulises (1922) de James Joyce
"Ulises" (1922) de James Joyce

El primer Ulises completo como libro aparece en Francia en 1922. El fenómeno se expande —o como se dice ahora: se viraliza— y luego de Alemania y República Checa se traduce al japonés en 1930 y al poco tiempo Random House lo publica en Estados Unidos, no sin recibir denuncias. En Inglaterra se edita recién en 1936. ¿Y al español? La primera fue de un argentino, José Salas Subirat, que logra traducirla y publicarla en 1945 en Buenos Aires. La historia transcurre durante un solo día, el 16 de junio de 1904 en la ciudad de Dublín. Son tres los protagonistas: Leopold Bloom, su esposa Molly y el joven Stephen Dedalus. La novela se organiza en 18 capítulos que siempre tienen una alusión explícita a las aventuras de Ulises en la Odisea de Homero. Esta “enciclopedia cabal de trucos narrativos y estilísticos”, como la define Rodolfo Biscia, es una referencia para la historia de la literatura pero también una influencia en diversos campos de estudios.


Por ejemplo, el psicoanálisis. Escriben María Cristina Solivella de Pérez y Nancy Edith Hagenbuch en James Joyce: su vida y su obra, libro publicado hace apenas unos meses por la editorial Bärenhaus: “Joyce juega con los significantes: los corta, los fragmenta, los combina de diferentes maneras y esto produce algo que como significado puede parecer enigmático ya que puede leerse de infinidad de maneras distintas. El efecto es un escrito que ha subvertido la lengua inglesa, marcando un antes y un después en el campo de la literatura, y es sobre esta particular práctica de la letra del texto joyceano que Jacques Lacan sitúa lo más cercano a lo que nosotros, analistas, tenemos que leer gracias al discurso analítico: el lapsus. Recordemos que en el discurso analítico se trata siempre de lo siguiente: a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que significa”.

Finnegans Wake: la violencia del jeroglífico


Cuando se publicó el Ulises, James Joyce se acostó a dormir durante largas horas y, al despertar, no volvió a la ficción. Leía, por supuesto, y de hecho lo hacía cada vez más, también escribía algún que otro poema, pero nada de prosa, no. Estaba realmente exhausto. Así pasó un año. En una carta fechada el 10 de marzo de 1923 a Harriet Shaw Weaver dice: “Ayer escribí dos páginas, las primeras desde el último ‘Sí' en Ulises. Después de encontrar una pluma, las copié con alguna dificultad en un gran cuaderno de doble hoja para poder leerlas”. Esas hojas son el inicio de su último novela, Finnegans Wake, que tardaría en publicar 16 años. No es para menos: en palabras de Borges, en Ulises ”hay sentencias, hay párrafos que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne”. ¿Cómo seguir después de escribir “la novela del siglo”, como dice la crítica, de dar semejante batacazo literario?

De a poco empezó a escribir escenas con personajes de la historia de Irlanda y también desarrollos sobre una familia, los Earwicker. Son narraciones oníricas no lineales que imposibilitan la redacción de una sinopsis. Contiene elementos de hasta sesenta lenguas diferentes, vocablos insólitos y formas sintácticas nuevas. Es, en palabras de Samuel Beckett, su amigo, discípulo y ayudante en el trabajo de investigación y dictado —porque Joyce no estaba bien de la vista—, ”la quintaesencia del lenguaje, de la pintura y del gesto (...) la violenta economía del jeroglífico”. Hacia 1926 Joyce considera que el libro tiene un rumbo, una unidad, por lo que intenta publicar fragmentos en el diario The Dial pero lo rechazan. “No tiene sentido”, le dicen. Entonces conoce a Maria y Eugene Jolas, escritores y editores de la revista Transition, que lo apoyan económicamente para continúe escribiéndolo y le publican algunos fragmentos bajo el título provisorio de Obra en progreso.

Finnegans Wake (1939) de James Joyce
"Finnegans Wake" (1939) de James Joyce

Se genera tanta expectativa sobre la incomprensión de lo narrado que en 1929 la editorial Faber & Faber publica un libro con ensayos de Samuel Beckett, Frank Budgen, Stuart Gilbert, William Carlos Williams y el propio Eugene Jolas, entre tantos otros, sobre los fragmentos de Obra en progreso. Es una gran conversación sobre las posibilidades racionales e irracionales de la literatura. Algunas lo apoyan, otros lo critican con dureza. La biografía de Richard Ellmann cuenta que Joyce le escribe una carta a un amigo donde le dice: “No puedo entender a algunos de mis críticos, como Ezra Pound o la señorita Weaver, por ejemplo. Dicen que es ‘oscuro’. Y lo comparan, por supuesto, con Ulises. Pero la acción de Ulises transcurría principalmente durante el día, y la de mi nuevo trabajo se lleva a cabo principalmente por la noche. Es natural que las cosas no sean tan claras de noche, ¿o quizá debieran serlo?”

Un día Joyce se cansa. En una carta dirigida a Weaver, le cuenta que el trabajo lo va a terminar su amigo James Stephens. “Me prometió que si me parecía demente continuar, en mi estado, y no veía otra alternativa, que se consagraría en cuerpo y alma a completar lo que falta, es decir la segunda parte y el epílogo o cuarta”. Son tiempos raros para Joyce: se casa con Nora Barnacle luego de casi treinta años, más tarde muere su padre, la salud mental de su hija colisiona, luego nace su nieto, sus problemas en la vista empeoran. Una pulsión interna hizo que, contra todos los pronósticos, continúe escribiendo y publicando fragmentos en las revistas Transition y Transatlantic Review hasta que en 1938, 16 años después del inicio, al fin, salió el libro. Se tituló Finnegans Wake y es, según el crítico canadiense Northrop Frye, “la gran épica irónica de nuestro tiempo”. Recién en 2016 fue traducida de forma completa al español.

Entre un libro y otro hay una distancia temporal pero una continuidad ética. Umberto Eco lo explica mejor: “Parecía que Ulysses había subvertido más allá de todo límite la técnica de la novela: Finnegans Wake rebasa este límite más allá de los umbrales de lo imaginable. Parecía que en Ulysses el lenguaje había dado prueba de todas sus posibilidades: Finnegans Wake lo lleva más allá de todo límite de ductilidad y de comunicabilidad. Parecía que Ulysses representaba el intento más atrevido de dar una fisonomía al caos: Finnegans Wake se autodefine como chaosmos y microchasm y constituye el documento de inestabilidad formal y ambigüedad semántica más aterrador del que jamás se haya tenido noticia”. ¿Se podía torcer el lenguaje, doblarlo como un elástico y, luego de un lapso largo para una vida y breve para la historia, volver a tomarlo, doblarlo otra vez y quebrarlo como si fuese una masa, una plastilina? Joyce creía que sí. Y lo hizo.

 

Cómo es el libro inédito de Marcel Proust que pronto llegará a las librerías

El 18 de marzo los lectores podrán disfrutar de “Los setenta y cinco folios”, una edición crítica de 75 páginas publicada por la editorial Gallimard. Se trata de una compilación de textos que estuvieron guardados durante más de un siglo, probablemente víctimas de la autocensura del narrador francés​

17 de Febrero de 2021



Marcel Proust
Marcel Proust

Una serie de relatos desconocidos del escritor francés Marcel Proust se recuperan en una edición crítica de 75 páginas que publicará la prestigiosa editorial Gallimard el 18 de marzo, tras permanecer inéditos durante más de un siglo por haber sido probablemente víctimas de la autocensura del autor de En busca del tiempo perdido.


Cuatro meses antes del 150º aniversario del nacimiento de Proust (1871-1922) llega este puñado de textos que permiten ver la progresión de su escritura tan refinada. Todos proceden de los archivos de Bernard de Fallois, que a principios de los cincuenta recuperó y editó Jean Santeuil y Contra Sainte-Beuve, dos obras póstumas del narrador. Antes de fallecer, en 2018, Fallois dejó por escrito su voluntad de poner a disposición de los investigadores el conjunto de los archivos reunidos sobre el escritor para evitar así que se dispersaran en alguna casa de subastas.


Los setenta y cinco folios, tal el título con el que se publicará la obra, no guardan demasiada relación con la prosa majestuosa del Proust definitivo, el más grande de los escritores franceses del siglo XX junto a Louis Ferdinand Céline ya que se trata de textos muy juveniles, varias décadas anteriores a la escritura del libro capital de su autor, que no deseó publicar esos setenta y cinco folios, recuperados casi un siglo después de su muerte.


Marcel Proust junto a Robert de Fleurs y Lucien Daudet (Fuente: Wikipedia)
Marcel Proust junto a Robert de Fleurs y Lucien Daudet (Fuente: Wikipedia)

Gallimard estima que el 150º aniversario del nacimiento del narrador es el buen momento para rescatar, editar y presentar esta obra, que fue recopilada por Nathalie Mauriac, bisnieta de Robert Proust, hermano del novelista. Jean-Yves Tadié, biógrafo y proustiano emérito ha escrito un prólogo que servirá de referencia. Paralelamente, la Biblioteca Nacional de Francia había previsto presentar una gran exposición nacional, pero la dirección de esa institución ha decidido aplazar hasta el 2022 los honores debidos, con motivo, dentro de un año, del centenario de la muerte de Proust.



En 2019 salieron a la luz también otra serie de textos inéditos del escritor publicados como El remitente misterioso y otros relatos inéditos, que en su día habían sido descartados por el autor tras la salida de su obra Los placeres y los días, en 1895. Estos materiales que fueron traducidos por el escritor argentino Alan Pauls, constituyen una serie de esbozos, narraciones interrumpidas o cuentos donde también se advierte que las formas y las ideas aún no han alcanzado la madurez, pero que anticipan la trayectoria ascendente de Proust.

Retrato de Marcel Proust a los 21 años de edad, por el pintor Jacques Emile Blanche.
Retrato de Marcel Proust a los 21 años de edad, por el pintor Jacques Emile Blanche.

”Leemos a Proust porque es nuestro contemporáneo”, dice en el prólogo el escritor argentino, para quien el conjunto no es “un agujero negro absoluto”, sino “una formidable fuerza centrífuga” que nos depara de vez en cuando una preciosa “astilla”.

El escritor nació en París en el seno de una familia adinerada y abandonó pronto sus estudios de Derecho para dedicarse a escribir. Aquejado de asma desde la infancia, a los 35 años se convirtió en un enfermo crónico y pasó el resto de su vida recluido, sin abandonar prácticamente nunca la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra, En busca del tiempo perdido.

Fuente: Télam


 

Gabriel García Márquez cumpliría 94 años: siete razones para leer sus inmensos libros

El gran maestro colombiano nació un 6 de marzo, en 1927, y dejó una obra que vibra hoy como en el momento en que salió. Del periodismo a la experimentación, de la narrativa a la memoria, el premio Nobel 1982 ha sido traducido a 40 idiomas y ocupa un lugar prominente en gran literatura global​

6 de Marzo de 2021








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El gran escritor colombiano Gabriel García Márquez nació un 6 de marzo, hace 94 años, en Aracataca.

El 6 de marzo de hace 94 años, en la localidad colombiana de Aracataca, en Magdalena, nació un hombre cuya identidad sería la cara misma de la literatura latinoamericana, que se convirtió en una suerte de estrella de rock con una novela, Cien años de soledad, y ganó el premio Nobel en 1982. Gabriel García Márquez fue el timón del boom latinoamericano, ese que llevaron al mundo de su mano el peruano Mario Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar y el mexicano Carlos Fuentes, que impulsaron así la lectura de algunos de sus mayores, como el uruguayo Juan Carlos Onetti.

Desde aquel 1927 García Márquez hizo una carrera asombrosa en el periodismo, la literatura y el cine, que no terminó con su muerte el 17 de abril de 2014 en CDMX, la ciudad que había adoptado, porque su obra inmensa se sigue leyendo con emoción y con asombro. Entre otras razones, por estas siete:

1) Se ríe del spoiler alert: Crónica de una muerte anunciada

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“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”, dice la primera línea de esta novela de 1981. ¿¡Mata al tipo en la primera línea!? Y aun así, es imposible soltar esta obra corta, que parece fundir los bordes de la realidad y la ficción para contar la historia del malogrado hijo de un inmigrante árabe al que los gemelos Vicario quieren hacer pagar la deshonra de su hermana Ángela. Como una novela negra armada a partir de azares que se encadenan de maneras tan increíbles como inevitables, el asesinato de Nasar se reconstruye hacia atrás en el tiempo, y en ese camino, sembrado de humor y retratos memorables, deja una duda que rondará en la mente de cualquiera interesado en cuestiones humanas básicas como la muerte y la fatalidad.

Una muestra:
Mi padre, que había oído todo desde la cama, apareció en piyama en el comedor y le preguntó alarmado para dónde iba.
—A prevenir a mi comadre Plácida —contestó ella—. No es justo que todo el mundo sepa que le van a matar el hijo, y que ella sea la única que no lo sabe.
—Tenernos tantos vínculos con ella como con los Vicario —dijo mi padre.
—Hay que estar siempre de parte del muerto —dijo ella.



2) Trae romance: El amor en los tiempos del cólera

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García Márquez escribió esta obra tres años después de haber ganado el Nobel, y si bien el amor no resultó un tema novedoso en su libro, tuvo para él, y se siente al leerlo, un sentido especial: se inspira en las dificultades de la historia de amor de sus padres. El tema de la oposición de su abuelo materno al matrimonio desarrolla el fondo de las epidemias de cólera en el Caribe colombiano, cuya construcción colonial y sus ríos son casi personajes como el pobre telegrafista que se enamora de Fermina, quien lo corresponde durante tres años pero se casa con el médico Juvenal Urbino. Mientras se arroja a los brazos de numerosas mujeres —como el padre del autor, también llamado Gabriel—, el enamorado Florentino intenta convertirse en un hombre importante para recuperar a aquella de la cual siguió enamorado, en secreto, durante 50 años, con un sentimiento que es mitad su obsesión y mitad el aire que necesita para vivir.

Una muestra:
No le dijo a nadie que se iba, no se despidió de nadie, con el hermetismo férreo con que sólo le reveló a la madre el secreto de su pasión reprimida, pero a la víspera del viaje cometió a conciencia una locura última del corazón que bien pudo costarle la vida. Se puso a la medianoche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el vals de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían y que fue durante tres años el emblema de su complicidad contrariada. Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el vals terminó con un silencio sobrenatural. El balcón no se abrió, ni nadie se asomó a la calle, ni siquiera el sereno que casi siempre acudía con su candil tratando de medrar con las migajas de las serenatas. El acto fue un conjuro de alivio para Florentino Ariza, pues cuando guardó el violín en el estuche y se alejó por las calles muertas sin mirar hacia atrás, no sentía ya que se iba la mañana siguiente, sino que se había ido desde hacía muchos años con la disposición irrevocable de no volver jamás.

3) Se mete con la política: El general en su laberinto

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Gabriel García Márquez fue el timón del boom latinoamericano, ese que llevaron al mundo de su mano el peruano Mario Vargas Llosa y el mexicano Carlos Fuentes. (AFP/Cesar Rangel)
García Márquez dedicó este libro a otro escritor, Álvaro Mutis, en gratitud por haberlo incitado a imaginar los últimos días de Simón Bolívar, uno de los mayores líderes de la independencia de América del Sur, y reconstruir su viaje por río hasta la costa del Caribe colombiano para intentar exiliarse en Europa. Bolívar es un héroe pero también un hombre enfermo, al que la desazón ronda tanto como la muerte. Para contar la travesía iniciada el 8 de mayo de 1830, con una sensación de fracaso por no haber podido unificar los países independizados, minado por los excesos y las traiciones, Bolívar mira las aguas del Magdalena y recuerda. Esas memorias se nutrieron de una investigación histórica de dos años, según contó García Márquez en el epílogo del este homenaje conmovedor al libertador.

Una muestra:
Su reacción no fue de rabia ni de desengaño, sino de asombro, pues él mismo había sugerido al congreso el nombre de don Joaquín Mosquera, seguro de que no aceptaría. Se sumergió en una cavilación profunda, y no volvió a hablar hasta la merienda. “¿Ni un solo voto por mí?”, preguntó. Ni uno solo. Sin embargo, la delegación oficial que lo visitó más tarde, compuesta por diputados adictos, le explicó que sus partidarios se habían puesto de acuerdo para que la votación fuera unánime, de modo que él no apareciera como perdedor en una contienda reñida. Él estaba tan contrariado que no pareció apreciar la sutileza de aquella maniobra galante. Pensaba, en cambio, que habría sido más digno de su gloria que le aceptaran la renuncia desde que la presentó por primera vez.
“En resumidas cuentas”, suspiró, “los demagogos han vuelto a ganar, y por partida doble”.


4) Es un estilista: El otoño del patriarca

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Gabriel García Márquez tuvo una carrera extraordinaria en literatura, periodismo y cine. (PEDRO VALTIERRA/ CUARTOSCURO.COM)

Un libro de un puñado de párrafos, que en su interior tiene unos pocos puntos. Eso mismo: un ejercicio literario que, inesperadamente, conquista al lector con el relato de las intimidades del poder en la máxima soledad en la que vive un anciano dictador ficticio. Publicado en 1975, el libro es casi una oda al tirano latinoamericano, contada por distintas voces que se van entrelazando en un mecanismo tan perfecto que no le sobra una pieza, o una palabra. Los buitres que aparecen al comienzo de la novela volverán, como otros temas sobre el inútil afán de retener el poder. En un trono hecho de podredumbre García Márquez va acomodando pedacitos de un dictador anónimo, en un ambiente casi onírico donde no faltan vacas que deambulan sobre las alfombras del palacio tan ajenas a la autoridad como la joven y bella Manuela Sánchez o el poeta Rubén Darío.

Aunque él ignoraba estos rumores era consciente de que algo estaba a punto de ocurrir en su vida, interrumpía las lentas partidas de dominó para preguntarle al general Rodrigo de Aguilar cómo siguen las vainas, compadre, todo bajo control mi general, la patria estaba en calma, acechaba señales de premonición en las piras funerarias de las plastas de boñiga de vaca que ardían en los corredores y en los pozos de aguas antiguas sin encontrar ninguna respuesta a su ansiedad, visitaba a su madre Bendición Alvarado en la mansión de los suburbios cuando aflojaba el calor, se sentaban a tomar el fresco de la tarde debajo de los tamarindos, ella en su mecedor de madre, decrépita pero con el alma entera, echándoles puñados de maíz a las gallinas y a los pavorreales que picoteaban en el patio, y él en la poltrona de mimbre pintada de blanco, abanicándose con el sombrero, persiguiendo con una mirada de hambre vieja a las mulatas grandes que le llevaban las aguas frescas de fruta de colores para la sed del calor mi general, pensando madre mía Bendición Alvarado si supieras que ya no puedo con el mundo, que quisiera largarme para no sé dónde, madre, lejos de tanto entuerto (...)

5) Cuenta las realidad como una historia alucinante: Noticia de un secuestro

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“Maruja Pachón y su esposo, Alberto Villamizar, me propusieron en octubre de 1993 que escribiera un libro con las experiencias de ella durante su secuestro de seis meses, y las arduas diligencias en que él se empeñó hasta que logró liberarla”, presentó el colombiano su libro de 1996. Pero el hecho, en realidad, fue parte del secuestro de 10 personas “muy bien escogidas, y ejecutado por una misma empresa con una misma y única finalidad”, advirtió, y se lanzó a un libro periodístico —el único que escribió como tal— que brilla entre su obra. Los secuestrados son, sin excepción, familiares de políticos y periodistas notables; los secuestradores, nada menos que el grupo Los Extraditables de Pablo Escobar, cuyo eslógan era “Preferimos una tumba en Colombia a una celda en los Estados Unidos”. La intención del operativo fue presionar al presidente colombiano César Gaviria para que desistiera de detenciones con fines de extradición y hasta obtener un indulto.

Una muestra:
Actuaron con tanto acuerdo y rapidez, que Maruja y Beatriz no alcanzaron a recordar sino retazos dispersos de los dos minutos escasos que duró el asalto. Cinco hombres rodearon el automóvil y se ocuparon de los tres al mismo tiempo con un rigor profesional. El sexto permaneció, vigilando la calle con la metralleta en ristre. Maruja reconoció su presagio.
—Arranque, Ángel —le gritó al chofer—. Súbase por los andenes, como sea, pero arranque.
Ángel estaba petrificado, aunque de todos modos con el taxi delante y el Mercedes detrás carecía de espacio para salir. Temiendo que los hombres empezarían a disparar, Maruja se abrazó a su cartera como a un salvavidas, se escondió tras el asiento del chofer, y le gritó a Beatriz:
—Bótese al suelo.
—Ni de vainas —murmuró Beatriz—. En el suelo nos matan.


6) Te atrapa en una realidad artificial: Cien años de soledad

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Y, sí. Hay que mencionar su libro más famoso, que ha vendido más de 50 millones de ejemplares y se ha traducido a 40 idiomas. ¿s*x*? Tiene. ¿Violencia? También. ¿Tragedia, intriga, destino? Todo ¿Riñas familiares? Naturalmente: sigue a siete generaciones de los Buendía en Macondo. Esta novela, el mascarón de proa del realismo mágico, es tan desbordada que ha sido comparada con el libro del Génesis de la Biblia, pero según el propio García Márquez le debe más a William Faulkner y a la propia historia de Aracataca, su pueblo natal. “La vida misma es la mayor fuente de inspiración y los sueños son sólo una parte muy pequeña de ese torrente que es la vida”, dijo en una entrevista para The Paris Review. “Veo los sueños como parte de la vida en general, pero la realidad es mucho más rica”. Un culebrón de alta literatura, tan entretenido como electrizante, que se ha convertido en una de las referencias de la narrativa universal.

“Pobre la tatarabuelita” dijo Amaranta Úrsula, “se nos murió de vieja”.
Úrsula se sobresaltó. “¡Estoy viva!” dijo.
“Ya ves” dijo Amaranta Úrsula, reprimiendo la risa, “ni siquiera respira”.
“¡Estoy hablando!” gritó Úrsula.
“Ni siquiera habla.” dijo Aureliano. “Se murió como un grillito”.
Entonces Úrsula se rindió a la evidencia. “Dios mío”, exclamó en voz baja. “De modo que esto es la muerte”. Inició una oración interminable, atropellada, profunda, que se prolongó por más de dos días, y que el martes había degenerado en un revoltijo de súplicas a Dios y de consejos prácticos para que las hormigas coloradas no tumbaran la casa, para que nunca dejaran apagar la lámpara frente al daguerrotipo de Remedios, y para que cuidaran de que ningún Buendía fuera a casarse con alguien de su misma sangre, porque nacían los hijos con cola de puerco.


7) Su experiencia fue tan intensa como su ficción: Vivir para contarla

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En 2002 García Márquez comenzó a publicar sus memorias anunciadas varias veces durante años, con este volumen de relatos autobiográficos. “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, advirtió al comienzo a los que pensaran en hacerle reclamos sobre inexactitudes. Centrado en su infancia y su juventud, esta obra sobre la experiencia y la escritura, pero también sobre la familia y el periodismo, las mujeres y el alcohol, la naturaleza y la historia, la amistad y la muerte, va desde el 6 de marzo de 1927, el aniversario por el cual se lo recuerda hoy, y la mitad exacta del siglo XX, y se cierra con su propuesta de matrimonio a Mercedes Barcha.

Una muestra:
La verdad sin adornos era que me faltaban ya la voluntad, la vocación, el orden, la plata, y la ortografía para embarcarse en una carrera académica. Mejor dicho: los años volaban y no tenía ni la mínima idea de lo que iba a hacer de mi vida, pues había de pasar todavía mucho tiempo antes de darme cuenta de que aun ese estado de derrota era propicio, porque no hay nada de este mundo ni del otro que no sea útil para un escritor.

 
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