Juicio al 'procés' - Referéndum en Cataluña — El conflicto catalán

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¿Has encontrado las neuronas que perdiste?
Bueno, pues he aquí la predecible escalada de biolensia. Dos noticias que aparecen el mismo día, a la misma hora

La guardiasiví quiere los nombres de TODOS los mossos del 1-O



Meanwhile, in Sevilla. Spoiler: Angela does not approve

El Gobierno español, tajante: "No dialogaremos nunca con Puigdemont"
El gobierno español ya ha anunciado hoy que no está dispuesto a atender la apelación al diálogo que el presidente Carles Puigdemont hizo desde la puerta de la prisión de Neumünster.

Fuentes del ejecutivo español han asegurado este sábado, en el marco de la Convención del PP en Sevilla, que mientras esté Mariano Rajoy su gobierno no dialogará "nunca" con el presidente, que es "un prófugo" de la justicia y cualquier contacto es "imposible". La interlocución, apuntan, se producirá sólo cuando haya un gobierno que "cumpla la ley".

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¿Cómo que no tenéis quien la defienda? Tenéis un estado, un gobierno, un ejército, un cuerpo diplomático y un cuerpo funcionarial que incluye a jueces y fiscales. ¿Qué más queréis?
Y las foreras de C & y B y otros cuarenta y cuatro millones 999.990 españoles
Por lo que se ve mucho mas que independentistas solo hay que ver el numero de seguidores de los foreros
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A Puigdemont, desde luego, no creo que le espere un buen futuro. Si algún día entra en la cárcel y sale quizás tenga que ir siempre con mil ojos.

Vergonzoso que España no tenga quien la defienda. Imaginad que estuviera gobernando el PSOE o Podemos, qué podemos esperar?
Al final tendrá que ser el pueblo el que ponga a toda esta patulea infecta en su sitio.
Lo hemos hecho siempre
 


¿Por qué te vas de Cataluña?
3 octubre, 2017/37 Comentarios/en Blog /por Tomás Feliu


(3 de Octubre, escribo con rapidez porque en cualquier momento entran piquetes en la notaría).

Domingo 1-O, diez de la noche. He tomado la decisión de irme de Cataluña. Todo ha sucedido muy rápido, lo he decidido al bajarme de la moto, y es que no he sabido controlarme. Ese ha sido el punto de inflexión.

Acabo de salir de un restaurante donde he ido a cenar con la familia. Subo a la moto con mi hija Catalina, síndrome de down, y en el camino de vuelta a casa, en la calle Amigó, zona pija de Barcelona (no imagino lo que será en otros barrios por debajo de Diagonal), nos envuelve el ruido de las cacerolas. ¡No aguanto más… y grito! Un grito ridículo de “Viva España”, levantando al tiempo el puño del manillar. La gente se vuelve aún más enloquecida, y nos empieza a insultar desde los balcones, mientras avanzamos lentamente. Grito más fuerte. Mi hija se parte de risa. Vive este drama de forma feliz e inconsciente. Igual de inconsciente soy yo, que la estoy poniendo en peligro… en cualquier momento nos cae una piedra en el casco, pues yo, -que hasta hace unos días no era más que un vecino-, ahora soy su enemigo. Ellos deciden que el ruido de la cacerola es “libertad de expresión” y mi grito es “una provocación”. De repente un soniquete me da cierta vida: es el “Que viva España” de Manolo Escobar; casposo y enrojecedor, pero me da aliento para seguir gritando.

Me he dado cuenta de que, hasta hoy, me he estado escondiendo, al igual que la mitad de mis conciudadanos, por temor, por desidia, por esperar que el Estado resuelva “el problema”. Pero llega tarde porque lo que siento ahora es que me odian.

Cuando me bajo de la moto, estoy convencido de que, esta etapa sensacional, en esta maravillosa tierra donde he hecho grandes amigos, ha llegado a su fin. Afortunadamente mi profesión me permite trasladarme. Soy la envidia de muchos por ello.

Sin embargo, no me puedo librar de lo que está por llegar: Lo peor. No tardará en llegar toda la artillería pesada de ese Estado de Derecho que me protege. Sucede que ese “mal necesario” resolverá el problema político, pero habrá mucho dolor y llanto, y dejará una atmósfera irrespirable.

Mi mujer y mi hijo de once años ya no podrán llevar en la muñeca la banderita de mi país, porque tendrán miedo. El Domingo tendremos que elegir parroquia en la que el cura no nos sermonee a favor del Procés. El sábado no iré a ver al Barça por temor a verme envuelto en un asalto al campo. Pero lo que peor llevo es la cena que tendremos con unos amigos “que piensan de forma distinta”. Cuando les cuente que acabo de colgar en el balcón de mi recién comprada casa el cartel de “Se vende”, me dirán que qué locura es ésta, ¿Por qué te vas? Preguntarán.

“Porque no quiero que mis hijos convivan con el odio entre dos bandos”. Eso le diré y añadiré: “Todos hemos dejado que así sea y tardaremos años en reponerlo”
 
Katerina Barley, la ministra socialista que se alegra de la libertad de #Puigdemont, sobre los ataques sexuales de los inmigrantes: “Si traemos a las familias de los musulmanes más jóvenes, éstos tendrán un comportamiento mucho más cívico”.

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¿Por qué te vas de Cataluña?
3 octubre, 2017/37 Comentarios/en Blog /por Tomás Feliu


(3 de Octubre, escribo con rapidez porque en cualquier momento entran piquetes en la notaría).

Domingo 1-O, diez de la noche. He tomado la decisión de irme de Cataluña. Todo ha sucedido muy rápido, lo he decidido al bajarme de la moto, y es que no he sabido controlarme. Ese ha sido el punto de inflexión.

Acabo de salir de un restaurante donde he ido a cenar con la familia. Subo a la moto con mi hija Catalina, síndrome de down, y en el camino de vuelta a casa, en la calle Amigó, zona pija de Barcelona (no imagino lo que será en otros barrios por debajo de Diagonal), nos envuelve el ruido de las cacerolas. ¡No aguanto más… y grito! Un grito ridículo de “Viva España”, levantando al tiempo el puño del manillar. La gente se vuelve aún más enloquecida, y nos empieza a insultar desde los balcones, mientras avanzamos lentamente. Grito más fuerte. Mi hija se parte de risa. Vive este drama de forma feliz e inconsciente. Igual de inconsciente soy yo, que la estoy poniendo en peligro… en cualquier momento nos cae una piedra en el casco, pues yo, -que hasta hace unos días no era más que un vecino-, ahora soy su enemigo. Ellos deciden que el ruido de la cacerola es “libertad de expresión” y mi grito es “una provocación”. De repente un soniquete me da cierta vida: es el “Que viva España” de Manolo Escobar; casposo y enrojecedor, pero me da aliento para seguir gritando.
Me he dado cuenta de que, hasta hoy, me he estado escondiendo, al igual que la mitad de mis conciudadanos, por temor, por desidia, por esperar que el Estado resuelva “el problema”. Pero llega tarde porque lo que siento ahora es que me odian.
Cuando me bajo de la moto, estoy convencido de que, esta etapa sensacional, en esta maravillosa tierra donde he hecho grandes amigos, ha llegado a su fin. Afortunadamente mi profesión me permite trasladarme. Soy la envidia de muchos por ello.
Sin embargo, no me puedo librar de lo que está por llegar: Lo peor. No tardará en llegar toda la artillería pesada de ese Estado de Derecho que me protege. Sucede que ese “mal necesario” resolverá el problema político, pero habrá mucho dolor y llanto, y dejará una atmósfera irrespirable.

Mi mujer y mi hijo de once años ya no podrán llevar en la muñeca la banderita de mi país, porque tendrán miedo. El Domingo tendremos que elegir parroquia en la que el cura no nos sermonee a favor del Procés. El sábado no iré a ver al Barça por temor a verme envuelto en un asalto al campo. Pero lo que peor llevo es la cena que tendremos con unos amigos “que piensan de forma distinta”. Cuando les cuente que acabo de colgar en el balcón de mi recién comprada casa el cartel de “Se vende”, me dirán que qué locura es ésta, ¿Por qué te vas? Preguntarán.

“Porque no quiero que mis hijos convivan con el odio entre dos bandos”. Eso le diré y añadiré: “Todos hemos dejado que así sea y tardaremos años en reponerlo”
 
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