Extracto del artículo de Alfonso Ussía en El Debate:
"Impecables tres de nuestros cuatros Reyes. Don Juan Carlos I y Doña Sofía, cumpliendo a rajatabla con el respeto y la cortesía. Ese Rey Juan Carlos, libertad y dignidad –a pesar de sus errores–, y esa Reina Sofía, triunfaron sobre los que no tienen otro fundamento en la vida que despedazarlos, especialmente al Rey. Y el Rey Felipe VI demostró e hizo gala de su condición histórica, cuadrándose ante el ataúd cubierto de Isabel II, resignando la cabeza y santiguándose. Ahí, en ese detalle falló la Reina Leticia –me gusta más con «c» que con «z»–, que nuevamente olvidó hacer en público el signo de la Cruz, que a todos nos consta que sabe hacerlo, como evidenció en la ceremonia religiosa de su boda. Cuando el entonces Príncipe de Asturias se casó con la actual Reina, ya estaban en vigor los matrimonios civiles, tan legales como los religiosos, si alguno de los novios no era, o es, creyente. Con independencia del voluntario olvido, su gesto malhumorado nada tenía que ver con la tristeza, verídica o aparente. Estaba de malas pulgas y no ha aprendido todavía que los Reyes están obligados a simular sus discrecionales impulsos anímicos. De puertas afuera, los Reyes están obligados al autodominio, y de puertas adentro, como todos los mortales, libres de dar rienda suelta a sus humanos enfados, irritaciones, mosqueos y disgustos."
"Impecables tres de nuestros cuatros Reyes. Don Juan Carlos I y Doña Sofía, cumpliendo a rajatabla con el respeto y la cortesía. Ese Rey Juan Carlos, libertad y dignidad –a pesar de sus errores–, y esa Reina Sofía, triunfaron sobre los que no tienen otro fundamento en la vida que despedazarlos, especialmente al Rey. Y el Rey Felipe VI demostró e hizo gala de su condición histórica, cuadrándose ante el ataúd cubierto de Isabel II, resignando la cabeza y santiguándose. Ahí, en ese detalle falló la Reina Leticia –me gusta más con «c» que con «z»–, que nuevamente olvidó hacer en público el signo de la Cruz, que a todos nos consta que sabe hacerlo, como evidenció en la ceremonia religiosa de su boda. Cuando el entonces Príncipe de Asturias se casó con la actual Reina, ya estaban en vigor los matrimonios civiles, tan legales como los religiosos, si alguno de los novios no era, o es, creyente. Con independencia del voluntario olvido, su gesto malhumorado nada tenía que ver con la tristeza, verídica o aparente. Estaba de malas pulgas y no ha aprendido todavía que los Reyes están obligados a simular sus discrecionales impulsos anímicos. De puertas afuera, los Reyes están obligados al autodominio, y de puertas adentro, como todos los mortales, libres de dar rienda suelta a sus humanos enfados, irritaciones, mosqueos y disgustos."