Último tren a Memphis, libro sobre Elvis Presley. Hablemos de su vida

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Llenar el vacío: Elvis en la oscuridad
Publicado por Mireya Hernández
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Elvis, 1956. Fotografía: Cordon.

Hay una foto de Elvis con la nariz aplastada contra un espejo y unos ojos observándole desde atrás. Otra donde sostiene una revista y mira a cámara mientras un chico negro le corta el pelo. Otra trucada donde da la impresión de que le acaban de meter en la cárcel, que es del mismo día en que se presentó colocado en la Casa Blanca para tener una entrevista secreta con Nixon y conseguir una chapa de agente federal para luchar contra el imperio de la droga. Seguramente sea de esa época una imagen borrosa y rara donde aparece con una niña desconocida, porque lleva el mismo corte de pelo y las mismas gafas de montura plateada. En diez minutos veo unas qunientas fotografías distintas de Elvis (Elvis sonriendo, Elvis bailando, Elvis con la guitarra colgada del cuello, Elvis guiñando un ojo, Elvis frunciendo los labios en un beso). Si sigo pasando pantallas, encuentro una serie en la que sale abrazado a Sophia Loren, y varias instantáneas con Priscilla, con el coronel Parker, con un perro de caza. Veo la única foto que tiene con Jerry Lee Lewis, Carl Perkins y Johnny Cash en el estudio de Sun Records durante la sesión improvisada del Million Dollar Quartet del 56. También lo veo levantando un rifle en la boda de su guardaespaldas, y en una foto de carnet del colegio, y sosteniendo una placa con su nombre recién llegado al ejército. Hay muchas fotos de actuaciones y de papadas y de sudor corriéndole por la cara como si estuviera metido en un horno. Lo veo haciendo kárate con su cinturón rojo, montado a caballo, desplegando su capa dorada en el concierto que dio en Memphis en el 74. Pero incluso en la cara b de este gran mito americano la soledad apenas asoma a sus ojos. Quizá brillen menos con el paso del tiempo, quizá en sus últimos años tenga las mejillas hinchadas y la expresión cansada, pero el abismo que se abría dentro de él no se refleja en las imágenes.

Lo cierto es que Elvis tenía un agujero en el corazón, aunque estuviera siempre rodeado de gente («Tengo miles de fans ahí afuera y a mucha gente que dice ser mi amiga, pero me siento tan solo a veces», le llegó a decir a un amigo). La música era su única salida, por eso cada vez que se subía al escenario volvía a nacer. Pero nada de lo que hacía parecía llenar ese agujero. A mediados de los sesenta Elvis buscaba a Dios y no lo encontraba. Su peluquero le había dado más de cien libros de autoayuda y de distintas religiones y él leía y leía, buscaba y buscaba, pero en ninguno encontraba las respuestas que estaba esperando, y la pregunta ¿por qué yo he sido el elegido? seguía flotando en el aire. Incapaz de encontrarse a sí mismo y de entender la razón de su éxito, aprovechó un viaje a Nuevo México con su gurú para hablar con él. «Tienes que dejar tu ego a un lado para permitir entrar a Dios», le dijo Larry. «Olvídate de los libros y del conocimiento y vacíate para que Dios pueda entrar en ti». Y al cabo de un rato, mientras atravesaban el desierto en silencio, Elvis vio la cara de Stalin en una nube. Detuvo el coche y gritó: «¿Por qué Stalin, qué hace ahí arriba?». En ese momento Stalin se transformó en Cristo y Elvis tuvo su primera experiencia mística. Corría el año 65 y el de Tupelo buscaba algo a lo que agarrarse. Desde hacía tiempo su vida no le satisfacía y, con cada paso que daba, notaba que se acercaba un poco más al precipicio. Tenía dinero, tenía una mansión, tenía a Priscilla, tenía todas las cosas que quería con solo chasquear los dedos, pero se sentía más solo que nunca. «¿Cómo me recordará la gente?», le preguntó pocos meses antes de morir a una de sus amantes. «Nadie se acordará de mí. Nunca hice nada perdurable. Nunca he hecho un clásico del cine. Pero mi misión en la vida es hacer feliz al mundo con la música. Y nunca pararé hasta el día de mi muerte». Lo cumplió. Y en el camino se dejó la piel.

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Elvis doble (Double Elvis), de Andy Warhol.

Había crecido sin nada. Su hermano gemelo murió al nacer y tuvieron que enterrarlo en una caja de zapatos, en esa Norteamérica de jornaleros pobres y emigrantes negros que cantaban en los campos de trabajo de Misisipi. Su padre pasó un año en la cárcel por falsificar un cheque porque necesitaba dinero para su familia. Como Ben Harper en La noche del cazador estaba harto de tanta miseria y transformó un cheque de cuatro dólares en uno de cuarenta. Consciente o no de todo aquello, Elvis se refugiaba en las faldas de su madre y en la música que oía en la iglesia y por las calles de Tupelo y Memphis. Y cuando su madre no estuvo y la música le dio todo lo que siempre había querido, sucumbió y emprendió su particular huida hacia delante. En el ejército probó las drogas. El speed le ayudaba a mantenerse despierto y le aliviaba la depresión. Tomaba dexedrinas para desayunar y Valium para poder dormir. Creía que las pastillas eran inofensivas porque eran legales y todos a su alrededor las tomaban —¡hasta el presidente Kennedy consumía calmantes!—, pero no tardaron en convertirse en una adicción que intentaba justificar con motivos religiosos. «Todos tenemos a la divinidad dentro», le dijo un día a una de sus amantes. «Entonces, si somos dioses, o llevamos a la divinidad dentro, ¿para qué necesitamos drogas?», le preguntó ella. «El silencio es el lugar en el que descansa el alma. Es sagrado. Y es necesario para que nazcan nuevos pensamientos. Para eso sirven mis pastillas. Para llegar lo más cerca posible del silencio».

Elvis, que en su época de estudiante se sentaba en las salas de cine soñando que algún día se convertiría en una estrella, tenía miedo de dormir solo y a oscuras, así que buscaba el consuelo en las mujeres, que ejercían de madre o de enfermera y sustituían por un instante la pérdida que nunca llegó a superar. Ante ellas se mostraba vulnerable, despojado ya de todos aquellos trajes horteras que se ponía para actuar y que reflejaban quién le gustaría ser en lugar de quién era en realidad, como si uno pudiera cambiar su esencia con un disfraz, con un tupé, con unas patillas, con el pelo teñido de negro para emular a Valentino. Su manera de moverse le delataba. Solo un chaval de la clase trabajadora podría bailar así. Y aquel origen era precisamente lo que siempre quiso esconder, o si no esconder, al menos maquillar. No se daba cuenta de que era lo único que quedaba sin corromper, lo único que aún era suyo, su Rosebud. Por eso, cuando en 1969 cantó «In the Guetto» delante de miles de personas, consiguió desprenderse de todo lo que no le pertenecía y salir desnudo al escenario, en una especie de flashback orsonwellesiano en que este Kane sureño que un día agitó al mundo con su movimiento de caderas volvía la vista a sus orígenes humildes y recordaba su propio trineo.




¿Han visto el vídeo? Vuelvan a hacerlo. Párenlo en el minuto 1:53. ¿Lo ven ahora? ¿Ven esa mirada? En esa mirada está todo su pasado: la caja de cartón bajo la tierra, la casa donde nació, los tablones de madera pintados de blanco, el góspel sonando en la iglesia, los bares de la calle Beale, el destartalado Jelopee en el que llegó a Memphis.

Al final de su carrera, Elvis ha empezado a perder brillo como una galaxia lejana, pero aún quedan destellos de luz. No es una luz falsa de decorado de Hollywood, es real y se filtra por dos hileras de dientes perfectos cada vez que sonríe y bromea con el público y la banda. Como en un concierto de 1970 en Las Vegas cuando asusta a una de las Sweet Inspirations y todo el mundo se ríe. Bajo los focos, un maremágnum de risas inunda Nevada. Y por un momento el sueño americano ha dejado de ser una pesadilla, la fama no le ha destruido, la sensación de angustia se ha evaporado. Hasta parece que no fue él el que dijo: «Una imagen es una cosa, un ser humano es otra. Es muy difícil estar a la altura de una imagen». Pero una hora después se apagan las luces, cesan los aplausos y una mano invisible pone fin a la comedia, a la autoparodia, al ruido que parece sepultar a veces toda nuestra soledad. Y entonces vuelve a notar ese agujero en mitad del pecho, ese vacío que intenta llenar a toda costa y que le arrastra a una espiral de anfetaminas, narcóticos, hamburguesas y sándwiches de mantequilla de cacahuete.

Un día, el icono pop que había inmortalizado Warhol en su serigrafía, el que nos apunta doblemente con su pistola desde la tela, no logra remontar. Atrás queda la energía arrolladora del Comeback del 68 que hizo olvidar por un momento los asesinatos de Martin Luther King y Bobby Kennedy. Atrás queda el rey Midas que transformaba en oro todo lo que tocaba. Atrás queda el «All Shook Up» y esos primeros compases de «Heartbreak Hotel» que le catapultaron a la fama y le hicieron ser el espejo de toda una generación. En junio de 1977, convertido ya en una mole inmensa, sudoroso y sin brillo en los ojos (todo el dolor se ha volcado en ellos de pronto), canta «My Way» embutido en un traje blanco y se despide del mundo. Tiene la letra escrita en un papel, pero no le hace falta leerla porque la lleva grabada por dentro. Dos meses después su corazón se para en el baño de Graceland y Elvis encuentra el silencio en el que su alma por fin podrá descansar.



http://www.jotdown.es/2017/11/llenar-el-vacio-elvis-en-la-oscuridad/
 
Última edición:
Querido @Serendi hace ya muchos años acompañaba a mi abuela en una cama de hospital y una noche que me tocó quedarme con ella un vecino de cama me prestó un libro era una biografía de Elvis,claro era una edición algo compactada recuerdo que lo empecé a leer y me lo devoré al libro desde ese día lo admiro lo quiero!! acá en Argentina tenemos uno de nuestros mayores "ídolos" musicales Carlos Gardel de él se dice popularmente que cada día canta mejor...Bueno a mí me pasa eso con Elvis no dejo de maravillarme con su voz,la impronta que le pone a cada melodía,me encanta!!!Gracias lindo leer sobre él!!!:kiss:
 
Libros
Elvis. I. Último tren a Memphis
II. Amores que matan

por Peter Guralnik
Global Rythm

| 08/05/2008 | Edición impresa

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Elvis Presley

Los días pasaban sin demasiados acontecimientos ni nada que los distinguiera. El verano en Memphis era caluroso, pero eso apenas afectaba a Elvis, que rara vez se aventuraba a salir de su habitación con aire acondicionado. Aquel año no hubo fuegos artificiales el Cuatro de Julio, y los chicos le dijeron que Ginger había salido a bailar para celebrar las fiestas después de haberse marchado de Graceland con la excusa de volver a casa. Elvis seguía frustrado y enfadado con Ginger por su poca predisposición a comprometerse con la relación. ¿Acaso no comprendía que la necesitaba?, preguntaba lastimosamente al doctor Nick y a su primo Billy cuando estaba triste. Pero, cada vez era más tolerante con lo que consideraba las necesidades naturales de una chica joven, y siguió inundándola de regalos (joyas, ropa, un pequeño Triumph deportivo), e incluso llegó a decirle que le compraría a su familia una casa en Whitehaven para que así pudiera estar más cerca de él, y, cuando no pudieron encontrar un lugar adecuado, prometió pagar la hipoteca de la casa que tenían entonces y adelantar dinero para construir una piscina. Era indudable que tanto la Sra. Alden como sus hijas le estaban muy agradecidas (parecían verlo como una especie de hermano mayor que de pronto se hubiera hecho rico), pero él no estaba seguro de que aquello le acercara a Ginger, que seguía negándose rotundamente a trasladarse a Graceland para vivir. En una ocasión, le dijo a Charlie que era como si estuviera viviendo la letra de aquella antigua canción, como si su relación con Ginger fuera cada vez más un "amor a una sola banda".

Aparte de Charlie, Billy, Jo Smith y el doctor Nick, no veía a casi nadie. Intentó poner celosa a Ginger con otras chicas, pero no tenía ni la energía ni el interés suficientes. De vez en cuando, George Klein o algún que otro amigo de los viejos tiempos iba a visitarlo, pero, por lo general, Elvis se limitaba a observarlos a través de las cámaras de vigilancia y enviaba a alguien para decirles que estaba ocupado, y que, por favor, pasaran más tarde. No trabó amistad con ninguno de los nuevos chicos. Sam Thompson y Dick Grob hacían un trabajo correcto y profesional en el área de seguridad, Al Strada ya llevaba tiempo trabajando y era un buen ayuda de cámara, pero Elvis no tenía a nadie con quien hablar, y cada vez desconfiaba más de sus hermanastros, Ricky y David Stanley, que se encargaban de la mayor parte de sus asuntos cotidianos. Había hecho lo posible por educarlos, impartirles su propia experiencia, pero Ricky se pasaba la mayor parte del tiempo colocado, y sospechaba que David tenía más en común con Ginger que él mismo, pues siempre iban juntos a todas partes, mientras David le cubría las espaldas y se ponía de su parte. En realidad, no sabía en quién confiar, de modo que se retiraba a su habitación y a sus libros, siempre dependiente de la medicación que necesitaba para mitigar un dolor que nunca desaparecía.

"Lo único que hacíamos -recordaba Billy- era sentarnos en la habitación a hablar." A veces, la conversación consistía en recordar algunas de las locuras que habían hecho en los viejos tiempos, otras, no era más que la repetición de un viejo diálogo de Monty Python, pero, en general, imperaba una obsesión siniestra, algo que Billy nunca había experimentado antes, una paranoia sobre personas, microbios, motivaciones pasadas y acontecimientos futuros que hizo que Billy se acordara en más de una ocasión de Howard Hughes. El libro de Red y Sonny era uno de sus temas recurrentes. A veces le comentaba a Billy que haría que los mataran. "Una vez, le dije: "Mira, no vale la pena. Además, eso no cambiaría nada. No cambiaría lo que sientes por ellos. Sabes que en tu interior los quieres mucho, y eso es lo que más te molesta". Y se echó a llorar. No fueron sólo unas lágrimas. Estaba sollozando. Y yo lloré con él porque no soportaba verlo sufrir así… Y entonces dijo: "¡Que les den!… Si hacen daño a mi carrera, haré que los maten"."

La noche era lo peor; le aterrorizaba dormir, pero también le aterrorizaba que el sueño no llegara nunca. Soñaba lo mismo, una y otra vez, variaciones de la pesadilla que le perseguía desde que el éxito llamara inesperadamente a su puerta por primera vez. La base del sueño era siempre la misma: se había quedado sin dinero, los fans le habían abandonado, el coronel no estaba, se había quedado solo. ¿Qué pensarían sus fans cuando leyeran el libro?, le preguntaba continuamente a Billy. Empezó a elaborar discursos defensivos por si alguien le gritaba algo mientras estaba en el escenario. "Al principio se le ocurrió decir que se habían escrito muchas cosas sobre él, buenas y malas, y que no era una persona perfecta." Luego decidió que quizá lo mejor sería reconocer que era verdad, que tomaba cierta medicación, que la necesitaba, y para demostrarlo, haría subir al escenario al doctor Nick. Al final, decidió una estrategia de confesión limitada que concluiría declarando que "después de esta gira voy a tomarme un tiempo para rehabilitarme". Pero sólo, le dejó claro a Billy, si surgía el tema de un modo que no pudiera evitarlo, "si el público empezaba a abuchearme y a tirarme cosas".

El 31 de julio, Lisa llegó para quedarse un par de semanas, justo antes de que Elvis volviera a salir de gira, el 16 de agosto. Elvis dijo a todo el mundo que la gira le hacía mucha ilusión; incluso al doctor Nick le comentó que pensaba que iba a ser la mejor gira de su vida, pero, tampoco hizo nada para prepararla, raras veces hacía ejercicio, no reunió las canciones nuevas que decía que iba incorporar al repertorio, y siguió aplazando la dieta que afirmaba iba a empezar cualquier día, aunque sólo fuera para silenciar a aquellos malditos críticos que sólo sabían hablar de su peso. Alternaba ataques de depresión con momentos desafiantes: ¿Qué aspecto se suponía que debía tener un hombre de cuarenta y dos años? Le gustaría ver a algunos de esos críticos con tan buen aspecto como él cuando tuvieran su edad. Pero no paraba de mirarse al espejo.

Durante gran parte de la estancia de Lisa, Ginger llevó a la casa a la hija mayor de su hermano Mike, Amber, un año mayor que Lisa.10 A veces se las llevaba de compras, o a nadar, y las dos niñas parecían estar bien juntas. Jugaban con algunos de los niños de las caravanas. Lisa solía levantarse temprano y conducía el cochecito de golf con su nombre pintado en el lateral por el camino de entrada a la casa. Elvis le compró a Lisa un poni; de su primo Harold Loyd y decidió que quería que la abuela viera cómo montaba, así que un día, sin pensárselo dos veces, hizo entrar al poni por la puerta principal, donde, evidentemente, el animal hizo sus necesidades sobre la alfombra.

Como regalo especial para las niñas, y por deseo de Ginger, Elvis alquiló Libertyland la noche del 7 de agosto, después de la hora de cierre del parque (Libertyland ocupaba el terreno del antiguo Fairgrounds, y funcionaba como parte temático del bicentenario), tal como había hecho, noche tras noche, en los viejos tiempos. Pero, en el último momento, se echó atrás, le dijo a Ginger que se veía incapaz de ir, y cuando ella insistió en que debía hacerlo, que se lo había prometido a las chicas, Elvis le dijo que ya no había nada que hacer, que había llamado al director del parque informándole del cambio de planes, y seguramente los empleados ya se debían de haber ido a casa. "Pero, Elvis -dijo ella, armándose de valor para protestar contra aquella decisión arbitraria e injusta-, creí que me habías dicho que podías hacer cualquier cosa." Y se sintió obligado a pedir a George Klein que llamara al director para que lo volviera a organizar todo.

Se quedaron hasta las seis y media de la mañana, y las niñas, junto a sus veinte compañeras, lo pasaron de maravilla. Incluso Elvis pareció soltarse, montando en atracciones y llenando el maletero del Stutz de animales de peluche cuando ya estaba amaneciendo.

Las primeras copias de Elvis: What Happened? habían empezado a llegar a las tiendas, y Elvis seguía experimentando oleadas alternativas de rabia y vergüenza, pero intentó quitarse aquel asunto de la cabeza y prepararse para la gira, que iba a empezar en Portland (Maine) y debía terminar en Memphis, doce días más tarde. Habló con su padre y le expresó su ilusión por volver a salir después de casi dos meses de descanso, y Vernon, pálido y ojeroso por todos los problemas de salud que había tenido en los dos últimos años, con la cara arrugada y adornada ahora por un fino bigote blanco, le dijo que estaba pensando en acompañarlo, lo cual animó bastante a Elvis. Empezó una dieta líquida de proteínas recetada por el doctor Nick, a la vez que iniciaba un programa intermitente de ejercicios, jugando a frontón con Billy y montando la bicicleta estática unos minutos al día. Billy y Jo creyeron percibir una ligera mejoría en su humor. El 14 de agosto, en el decimonoveno aniversario de la muerte de su madre, hizo que llevaran flores a la tumba, exactamente igual como había hecho una vez a la semana desde que muriera. No dejó de pensar en ella, pero reunió los ánimos suficientes para salir a dar una vuelta en moto y, poco después, cuando vio que el nuevo traje que había encargado para el espectáculo le iba algo apretado, le dijo a su primo: "Billy, estoy demasiado gordo".

Se despertó aproximadamente a las cuatro de la tarde del 15 de agosto, y mandó llamar a Billy hacia las siete. Había pensado que quizá le apeteciera ver la nueva película sobre el general MacArthur, interpretada por Gregory Peck (le habían dicho que no era tan buena como Patton, pero no conocía demasiadas películas que lo fueran), y encargó a Ricky que intentara organizar un pase, pero en la sala no tenían ninguna copia disponible. Así que Billy y él miraron un rato la televisión; luego, pidió a Billy que llamara a Ginger para recordarle que tenía que acompañarle a su cita con el dentista, el doctor Hofman, a las diez y media. Aún no estaba seguro de si Ginger lo acompañaría en el vuelo de la noche siguiente, y estaba molesto por ello, pero Billy pensó que la razón principal de sus nervios era la inminencia del inicio de la gira, lo cual, en realidad, era una buena señal. Incluso hablaba de volver a Vail para enseñarle a Ginger lo hermoso que era aquello.

Billy le ayudó a ponerse el chándal negro de la DEA, y él mismo se calzó unas botas de cuero negro que no fue capaz de abrocharse porque tenía los tobillos hinchados. El doctor Nick pasó un momento para ver cómo se encontraba, y, cuando llegó Ginger, se metió un par de singles bajo el cinturón del pantalón de chándal y bajó por la escalera trasera con Ginger, Charlie y su primo. Joe Esposito, que acababa de llegar de California, estaba sentado en la cocina con algunos de los chicos, pero Billy le dijo que de momento Elvis no necesitaba nada y que ya se verían más tarde.

El doctor Hofman le hizo una limpieza dental y le empastó un par de pequeñas caries. Después, a instancias de Elvis, le hizo también una limpieza y una revisión exhaustiva a Ginger. Elvis insistió al dentista que un día tenía que ir a Graceland con su esposa para que les enseñara su Ferrari, y entonces el doctor Hofman le sugirió que quizá pudiera acompañarlo a California en el Lisa Marie para hacer una rápida visita a su hija. Los dos tenían hijas en California, dijo Elvis con una sonrisa. ¿Por qué no les daban una sorpresa y se iban a comer juntos un día después de terminada la gira? Elvis estaba de buen humor cuando el dentista se marchó; dijo que las muelas no le dolían, pero decidió tomarse unas tabletas de codeína por si alguna empezaba a darle la lata.

Eran casi las doce y media cuando volvieron a casa y Elvis subió a su habitación sin ver a nadie. Llamó a Joe para hablar de unos detalles de última hora sobre la gira, y luego le pidió a Sam Thompson que acompañara a Lisa a California en un vuelo comercial de última hora de la tarde. Después, Sam se retiró a su casa para dormir un poco, y Joe volvió a casa de Howard Johnson, donde también se había alojado Larry Geller, que esperaba la salida de la gira en cualquier momento. Larry le había dicho a Elvis que iba a darle unos libros nuevos, y no se sorprendió lo más mínimo cuando lo despertó una llamada de Al Strada diciéndole que llevara los libros enseguida a Graceland porque Elvis quería verlos. Larry no se olvidó de tomar en primer lugar el libro de Frank O. Adams, The Scientific Search for the Face of Jesus, una investigación sobre el misterio del su dario de Turín. Era un tema sobre el que Elvis y él habían hablado a menudo, y estaba convencido de que Elvis sacaría mucho provecho del libro.

Mientras tanto, Elvis y Ginger mantenían la eterna discusión del inicio de cada gira, con los mismos resultados de siempre. Elvis quería que lo acompañara aquella misma noche, y ella le decía que ya sabía que no podía porque tenía retortijones, pero que se reuniría con él antes de que se diera cuenta. Le dijo que no fuera tonto, que se hartaría de ella si pasaban todo el tiempo juntos. Elvis se fue calmando poco a poco y empezaron a hablar de los planes de boda. Él creía que el día de Navidad, o el de su cumpleaños, eran buenas fechas, e incluso podría anunciarlo durante el concierto de Memphis, que pondría fin a la gira.

Hacia las dos y cuarto, Elvis llamó al doctor Nick para decirle que una de las muelas que le había empastado el doctor Hofman le molestaba un poco y que necesitaba algún Dilaudid, de modo que Nick le recetó seis tabletas y Ricky Stanley fue a recogerlas a la farmacia de guardia del Baptist Memorial. Elvis llamó a Billy un par de horas más tarde para ver si a él y a Jo les apetecía jugar un rato a frontón. Pese a que estaban durmiendo, Billy dijo que sí, y Jo y él fueron andando hasta la casa. Había llovido toda la noche de modo intermitente, y volvió a empezar en el momento en que los cuatro se dirigían a la cancha. Billy dijo que estaba harto de tanta lluvia, que ojalá parara. "No hay problema -dijo Elvis, de buen humor-. Ya me ocupo yo." Levantó las manos, y dejó de llover. "¿Lo ves? Te lo he dicho -declaró con aquel retintín que no dejaba adivinar si hablaba en broma o en serio-. Si tienes un poco de fe, puedes parar la lluvia."

Ginger y Jo jugaron un rato antes de dejar la pista a los chicos, pero Elvis se cansó rápidamente y el partido degeneró en los intentos de Elvis por darle a Billy con la pelota. Al final, se dio un golpe en la espinilla con su propia raqueta y lo dejó. "Cómo duele", dijo, levantándose la pernera del pantalón y dejando ver un buen morado. "Si no sangra -dijo Billy, usando uno de los refranes favoritos de su primo-, no duele." Y Jo y él se echaron a reír mientras Elvis le tiraba la raqueta.

Después, Elvis se sentó al piano en la zona de relax del edificio del frontón y jugueteó con algunos temas para concluir con la elegíaca "Blue Eyes Crying in the Rain", de Willie Nelson. De regreso a casa, Billy ayudó a Elvis a lavarse y secarse el pelo, mientras éste hojeaba el libro sobre el sudario de Turín que le había traído Larry. Habló de la posibilidad de llevarse a Alicia Kerwin durante la primera parte de la gira, pero tampoco dio a Billy razón alguna para pensar que realmente fuera a hacerlo.

También le volvió a hablar del plan que había tramado para matar a Red y a Sonny, haciéndolos ir a Graceland bajo cualquier pretexto, pero tampoco parecía muy dispuesto a hacer nada al respecto. Iba a ser la mejor gira de su vida, repetía continuamente casi como un mantra, y Billy se fue poco antes de que Ricky Stanley llegara con el primero de los tres paquetes de medicamentos, o "ataques", como solían llamarlos, que el doctor Nick había dejado para que Tish se los suministrara cada noche a su paciente. Cada paquete consistía en diversas cantidades de Seconal, Placidyl, Valmid, Tuinal, Demerol y un surtido variado de otros depresivos y placebos que normalmente permitían a Elvis dormir varias horas seguidas.

Elvis aún estaba despierto un par de horas más tarde cuando Ricky le llevó el segundo "ataque", pero cuando Elvis volvió a llamarlo para que le trajera el tercero, Ricky había desaparecido, a pesar de que debía estar de servicio hasta mediodía. Tish ya se había ido a trabajar, de modo que Elvis le pidió a su tía Delta que llamara a la consulta del doctor Nick, y después de hablar con el doctor, Tish le dio instrucciones a su marido para que llevara a Delta el tercer paquete, compuesto por dos Valmids y un placebo de Placidyl. Cuando llegó con la medicación, Elvis le dijo a su tía que se levantaría sobre las siete de la tarde. Poco después, le dijo a Ginger que se iba a leer al cuarto de baño.

Ginger se despertó hacia la una y media, volvió a dormir unos minutos y luego llamó a su madre. "¿Cómo está Elvis?", le preguntó ésta, y Ginger le dijo que no lo sabía, que no había vuelto a la cama, y que quizá debería ir a ver cómo se encontraba. Se lavó y se maquilló en su cuarto de baño, y luego llamó a la puerta del cuarto de baño de Elvis. Al no obtener respuesta, empujó la puerta y lo encontró tumbado en el suelo, con los pantalones de pijama dorados bajados hasta los tobillos y el rostro enterrado en un charco de vómito sobre la mullida moqueta. Aturdida, llamó al piso de abajo, pidió hablar con alguien que estuviera de servicio y la sirvienta la puso con Al Strada. Creía que algo iba mal, le dijo. Sería mejor que subiera inmediatamente.

Al estaba inclinado de rodillas sobre Elvis cuando Joe llegó subiendo a saltos la escalera, y entre los dos consiguieron dar la vuelta al cuerpo. Joe intentó insuflarle algo de vida. Por un momento, pareció que el tiempo quedaba en suspenso, pero luego, todo empezó a suceder a la vez y el dormitorio se llenó rápidamente de gente. Vernon llegó agarrado al brazo de Patsy Presley con una máscara de horror en el rostro y empezó a gritar: "Dios mío, hijo mío, no te vayas, por favor, no te mueras". Joe intenta ba reanimar desesperadamente a Elvis, pero ni a él ni a nadie le cabía la menor duda de que Elvis ya no estaba; tenía la cara hinchada y morada, la lengua había perdido el color y le colgaba por la boca, los ojos estaban inyectados en sangre. Lisa llegó en aquel momento. "¿Qué le pasa a mi papá?", preguntó, mientras Ginger cerraba la puerta del cuarto de baño. "Le ha pasado algo a mi papá, y voy a averiguarlo", declaró desafiante la pequeña. Alguien fue rápidamente a cerrar la otra puerta del baño mientras Lisa daba la vuelta corriendo para intentar entrar.

Todo el mundo gritaba cuando una ambulancia del cuartel n.° 29 de Whitehaven, a pocos minutos de Graceland, llegó con dos enfermeros. Aquello parecía una matanza -según describieron la escena posteriormente los enfermeros-, con doce personas rodeando el cuerpo casi irreconocible e intentando ayudar. ¿No podían hacer algo? Un hombre con gafas oscuras y montura dorada de diseño, con una sudadera de fútbol que llevaba el lema "Hawaii '75" escrito, y que, según supieron más tarde, se trataba de Al Strada, dijo que creía que Elvis había sufrido una sobredosis, lo mismo que les habían dicho en la puerta antes de que supieran quién era la víctima.

http://www.elcultural.com/revista/letras/Elvis-I-Ultimo-tren-a-Memphis-II-Amores-que-matan/23077

@Lore C
 
Sere justo ahora no puedo leerlo con tranquilidad pero apenas me desocupó lo voy a hacer!!!!Maravilloso:)
Gracias!!!Como siempre(y)
 
Hola!
Vi este tema sobre Elvis y me acordé de ésto otro q no hace mucho di con ello; por si puede ser de interés.
(No sé si se podía, por no ser del libro..¿?)

https://buscandolaverdad.es/2017/08/14/edward-snowden-elvis-presley-fue-asesinado-por-la-cia/


Edward Snowden: „Elvis Presley fue asesinado por la CIA”
Ago 14, 2017

En una entrevista exclusiva con el Moskovskaya Gazeta , el famoso denunciante Edward Snowden afirmó que los servicios secretos estadounidenses eran responsables de la muerte del rey del rock n ‘roll, Elvis Presley.

Snowden, que vive como fugitivo en Rusia después de filtrar documentos sobre los programas de vigilancia de la NSA, hizo algunas acusaciones previamente no reportadas durante la entrevista.

El denunciante de la Agencia Nacional de Seguridad ha hecho algunas afirmaciones controvertidas, en particular que posee alguna información clasificada que demuestra que la CIA había envenenado y asesinado a Elvis.

“Un agente de la CIA envenenó su comida con una solución conocida como K-16, que está hecha de opiáceos y tetrodotoxinas letales”.

Él dice que la autopsia no notó el envenenamiento porque la solución era casi imperceptible en ese momento.

“Elvis usó un montón de drogas por sí mismo, por lo que los opiáceos mezclados con las drogas son muy difíciles de notarse.”

Según el ex empleado de la NSA y la CIA, la CIA controlo la autopsia para asegurarse de que la muerte fuera juzgada por accidente, al igual que lo hicieron por Marilyn Monroe.

De acuerdo con Edward Snowden, la CIA ha asesinado a muchas celebridades estadounidenses a través de los años, incluyendo a Marilyn Monroe, Kurt Cobain y Tupac Shakur.

Edward Snowden dice que la CIA orquestó el asesinato de Elvis para desviar la atención del público estadounidense de un gran escándalo en torno a la compañía aeroespacial estadounidense Lockheed.

Este incidente, conocido como los “escándalos de soborno de Lockheed”, abarcó una serie de sobornos y contribuciones hechas por los funcionarios de Lockheed de finales de los años 1950 a los años 70 mientras que negociaba la venta de aviones.

En 1977, el escándalo causó una considerable controversia política en Alemania Occidental, Italia, Holanda y Japón y casi llevó a la caída de la corporación estadounidense.

Según Edward Snowden, la muerte de Elvis salvó al gigante militar e industrial.

“Todo el mundo quería que los militares estadounidenses salieran de Europa y Asia, y de repente, todo el mundo estaba conmocionado por la muerte de Elvis y todos se encontraban recordando cuánto lo querían”.

El Sr. Snowden dice que los documentos que prueban sus afirmaciones serán integralmente reproducidos en su nuevo libro, que se espera sea publicado en septiembre.

Edward Snowden fue contratado por un contratista de la NSA en 2013 después de un trabajo anterior con Dell y la CIA. En el mes de junio del mismo año, reveló miles de documentos clasificados de la NSA a los periodistas.

El gobierno de los Estados Unidos presentó cargos de espionaje contra él poco después de que sus revelaciones fueran publicadas. Él ha estado viviendo bajo asilo en Moscú, después de huir de los EE.UU. para Hong Kong a raíz de las filtraciones.

 
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