Ópera y solo ópera.



En especial, para Coppelia. Gracias.
Por supuesto, para foreros y visitantes por igual. Gracias.
 
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Luciano Pavarotti (1935-2007), el 6 de septiembre próximo; diez años sin él. Pero su canto sigue vivo, y de que manera.
 
ÓPERA
Teatro Real
El imperialismo observado por 17 cámaras
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La soprano albanesa Ermonela Jaho como Cio-Cio-San y el tenor canario Jorge de León como Pinkerton, en un momento del montaje. JAVIER DEL REALTEATRO REAL


Ermonela Jaho marca un nuevo hito en Madrid en una cinematográfica 'Madama Butterfly'.

Una de las (muchas) paradojas de la ópera contemporánea es la que tiene que ver con lo multimedia. En un momento en que todo pasa por las pantallas, la experiencia de la voz humana sin amplificar en un teatro como el Real se presenta como un antídoto de humanidad a la frialdad tecnológica audiovisual. Sin embargo, para que no quede reducido a un espectáculo para unos pocos, los teatros de ópera intentan usar esa tecnología para acercar sus contenidos al mayor número de espectadores posible. Que es lo que pretende la reposición de este montaje de Madama Butterfly que desde ayer vuelve a ocupar el Teatro Real de Madrid, después de tres representaciones anteriores: dos en 2002 y otra más en 2007.

Así, este viernes se retransmitirá a toda España la representación de la ópera, vía RTVE, Facebook y la plataforma online del Real (Palco Digital) pero también en numerosos centros culturales, museos, espacios públicos y pantallas colocadas en la calle. La versión que ideó el director teatral Mario Gas, en colaboración con Ezio Frigerio (escenografía) y Franca Squarciapino (figurines), mantiene esa concepción de espectáculo meta-teatral en el que lo que ven los espectadores es la filmación de una película sobre una función de Madama Butterfly en los años 30. Un escenario dentro de otro escenario en el que no hay telón ni nada queda fuera de plano, donde las cámaras de vídeo (convertidas en cinematográficas con una bobina de celuloide de pega) se mueven entre los cantantes y proyectan sus imágenes (en blanco y negro, y con efectos de época) en la pantalla de los sobretítulos.

Si a ello se le suman las cámaras de TVE para el ensayo de la retransmisión del próximo viernes, en el estreno de ayer había hasta 17 cámaras registrando el drama de Cio-Cio-San y su amor por el miserable Benjamin Franklin Pinkerton. Quizá en el patio de butacas -en el que se pudo ver al ex presidente del Gobierno, José María Aznar, junto a su esposa, Ana Botella-, la atención quedase un poco dispersa ante tanto estímulo, pero la excelente realización de Miriam López de Haro ayudaba a reconducir al espectador entre travellings y planos aéreos de grúas sobre las arquitecturas de Frigerio.

También ayudó la interpretación de Ermonela Jaho. La soprano albanesa, a la que ya se la pudo ver brillar en una reciente Traviata, fue como una de esas actrices del cine mudo que tenían que llenar la pantalla silente con una expresividad casi sonora. A ella le tocó hacer de Cio-Cio-San, la inocente geisha entregada en matrimonio al militar estadounidense Pinkerton, al que dio vida el tenor canario (y ex policía municipal) Jorge de León. Y ella fue la que recogió la ovación final ante un apabullante despliegue emotivo.

Además de en este aspecto audiovisual, el montaje de Gas subraya este aspecto que la ópera de Puccini dejaba caer entre la supuesta fascinación por la cultura japonesa que empezaba a llegar a Europa a comienzos del siglo XX: la denuncia del colonialismo y el imperialismo. Bien es cierto que Italia, como otras muchas potencias europeas, convertía África en su jardín particular para jugar a la guerra y esquilmar riquezas. Pero el retrato de Pinkerton como despreocupado conquistador que ya piensa en cómo abandonará a Cio-Cio-San, una niña de 15 años que viene de una familia empobrecida, antes incluso de conocerla, recuerda a tantas otras historias de expolio y violación. Estupro, abandono y muerte como representación de esa historia que ha marcado el rumbo de Occidente durante siglos.

http://www.elmundo.es/cultura/musica/2017/06/28/5953678822601dd3308b4619.html
 
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Teatro Real
El imperialismo observado por 17 cámaras
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La soprano albanesa Ermonela Jaho como Cio-Cio-San y el tenor canario Jorge de León como Pinkerton, en un momento del montaje. JAVIER DEL REALTEATRO REAL


Ermonela Jaho marca un nuevo hito en Madrid en una cinematográfica 'Madama Butterfly'.

Una de las (muchas) paradojas de la ópera contemporánea es la que tiene que ver con lo multimedia. En un momento en que todo pasa por las pantallas, la experiencia de la voz humana sin amplificar en un teatro como el Real se presenta como un antídoto de humanidad a la frialdad tecnológica audiovisual. Sin embargo, para que no quede reducido a un espectáculo para unos pocos, los teatros de ópera intentan usar esa tecnología para acercar sus contenidos al mayor número de espectadores posible. Que es lo que pretende la reposición de este montaje de Madama Butterfly que desde ayer vuelve a ocupar el Teatro Real de Madrid, después de tres representaciones anteriores: dos en 2002 y otra más en 2007.

Así, este viernes se retransmitirá a toda España la representación de la ópera, vía RTVE, Facebook y la plataforma online del Real (Palco Digital) pero también en numerosos centros culturales, museos, espacios públicos y pantallas colocadas en la calle. La versión que ideó el director teatral Mario Gas, en colaboración con Ezio Frigerio (escenografía) y Franca Squarciapino (figurines), mantiene esa concepción de espectáculo meta-teatral en el que lo que ven los espectadores es la filmación de una película sobre una función de Madama Butterfly en los años 30. Un escenario dentro de otro escenario en el que no hay telón ni nada queda fuera de plano, donde las cámaras de vídeo (convertidas en cinematográficas con una bobina de celuloide de pega) se mueven entre los cantantes y proyectan sus imágenes (en blanco y negro, y con efectos de época) en la pantalla de los sobretítulos.

Si a ello se le suman las cámaras de TVE para el ensayo de la retransmisión del próximo viernes, en el estreno de ayer había hasta 17 cámaras registrando el drama de Cio-Cio-San y su amor por el miserable Benjamin Franklin Pinkerton. Quizá en el patio de butacas -en el que se pudo ver al ex presidente del Gobierno, José María Aznar, junto a su esposa, Ana Botella-, la atención quedase un poco dispersa ante tanto estímulo, pero la excelente realización de Miriam López de Haro ayudaba a reconducir al espectador entre travellings y planos aéreos de grúas sobre las arquitecturas de Frigerio.

También ayudó la interpretación de Ermonela Jaho. La soprano albanesa, a la que ya se la pudo ver brillar en una reciente Traviata, fue como una de esas actrices del cine mudo que tenían que llenar la pantalla silente con una expresividad casi sonora. A ella le tocó hacer de Cio-Cio-San, la inocente geisha entregada en matrimonio al militar estadounidense Pinkerton, al que dio vida el tenor canario (y ex policía municipal) Jorge de León. Y ella fue la que recogió la ovación final ante un apabullante despliegue emotivo.

Además de en este aspecto audiovisual, el montaje de Gas subraya este aspecto que la ópera de Puccini dejaba caer entre la supuesta fascinación por la cultura japonesa que empezaba a llegar a Europa a comienzos del siglo XX: la denuncia del colonialismo y el imperialismo. Bien es cierto que Italia, como otras muchas potencias europeas, convertía África en su jardín particular para jugar a la guerra y esquilmar riquezas. Pero el retrato de Pinkerton como despreocupado conquistador que ya piensa en cómo abandonará a Cio-Cio-San, una niña de 15 años que viene de una familia empobrecida, antes incluso de conocerla, recuerda a tantas otras historias de expolio y violación. Estupro, abandono y muerte como representación de esa historia que ha marcado el rumbo de Occidente durante siglos.

http://www.elmundo.es/cultura/musica/2017/06/28/5953678822601dd3308b4619.html

Como siempre, me has llegado pilou12. Y esta vez al centro del corazón.
Un fuerte saludo,
 
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Música
Un nuevo 'Otelo' llega a escena... y a los cines
IGNACIO ARBOLEJO
LONDRES
27 JUN. 2017 12:34

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El tenor Jonas Kauffmann representa a Otelo CATHERINE ASHMORE


La ópera será retransmitida en todas la comunidades autónomas de la península e islas Baleares. En Madrid se proyectará mañana en 12 salas, entre las que se incluyen los cines Manoteras, Proyecciones, Méndez Álvaro, Kinépolis y cine Paz. Los barceloneses podrán acudir al Arena Multicines, los Cinesa y los Verdi.

Una isla lucha y se defiende frente a la amenaza islamista. Un dirigente musulmán, aclamado por sus ciudadanos, intenta combatir la inseguridad y el miedo. Una mujer poderosa en medio de la intriga... Al ver la muy esperada producción de Otelo en la Royal Opera House de Londres se antojan varios paralelismos sobre el poder, la Historia, el teatro... La Venecia de Otelo en el Londres de hoy a través de la ópera de Verdi, la penúltima del maestro italiano cuando había decidido que ya no escribiría una corchea más.

Los londinenses acudieron al estreno de Otelo el pasado miércoles sorprendidos por el solsticio más caluroso desde que hay registros. En el anfiteatro, el despliegue de abanicos era tal que se diría que estábamos en La Maestranza. En el descanso, los asistentes se lanzaban en manada al acristalado hall Paul Hamlynpara saciarse con las jarras de agua helada.

La isla donde se desarrolla Otelo es Chipre, que formaba parte de los territorios que la todopoderosa Venecia conquistó en las postrimerías de la Edad Media conformando lo que sería una unión europea del Mediterráneo. El primer acto arranca con una espeluznante tormenta, símbolo de la tragedia que va a acaecer a pesar del júbilo inicial. Pareciera que toda la humedad del Támesis se había concentrado para descargar sobre la tarima del coliseo londinense. Los chipriotas aguardan impacientes al moro Otelo, que trata de vencer, precisamente, a los islamistas. A su llegada triunfante, se regocijan y prenden una hoguera en su honor.

Otelo es una de las óperas más representadas del repertorio internacional desde que se estrenara en la Scala de Milán el 5 de febrero de 1887. Quince años la separan del estreno anterior de Verdi, Aída, que para el compositor italiano habría sido la última si no fuera porque lo llevaron al huerto su editor Ricardi -que no estaba dispuesto a que su gallina de los huevos de oro se jubilara- y su amigo el director Franco Faccio. Entrambos le insinuaron que el libretista Arrigo Boito deseaba escribir una ópera basada en un texto de Shakespeare. Verdi, que siempre había querido sacarse la espinita de Macbeth, considerada fallida por él mismo, aceptó el encargo.

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El león de San Marcos, de la República de Venecia, domina la tarima de la Royal Opera House CATHERINE ASHMORE
Si nos atenemos al dicho popular de que una ópera consiste en una historia de amor en la que un tenor pretende el amor de una mujer y un bajo intenta impedírselo, en Otelo se cumple como canon del apotegma. El elenco lo encabeza el tenor alemán Jonas Kauffman en la piel morena de Otelo. Después de haber interpretado con solvencia a Parsifal o Werther, el aguerrido Otelo de Kauffman es de una intensidad lírica y una expresividad interpretativa características de lo que requieren los personajes pintados por Verdi. Era un papel anhelado por Kauffman y lo defendió con arrojo. Si bien al comienzo del primer acto su voz se antojaba fría, con el paso de los actos su timbre fue calentándose y mejorando. Su antagonista, el malvado y conspirador Iago, quien soporta casi todo el peso de la trama (de hecho, Verdi comenzó titulándola Iago), hila la urdimbre en la que embaucará a Otelo. Iago fue encarnado por el barítono italiano Marco Vratogna que fue llamado a última hora por enfermedad del francés Ludovic Tézier. Su interpretación fue la más aclamada del reparto por los londinenses la noche del estreno. Quizá tal refrendo tuviera que ver con sus dotes interpretativas y su idioma natal. La soprano italiana Maria Agresta como Desdémona es el tercer vértice que cierra el triángulo del drama, con momentos memorables, como el avemaría o la intimista 'canción del sauce' en el último acto. Todos ellos fueron dirigidos (y moderados) por la batuta de Antonio Pappano, al frente de la orquesta y coro de la Royal Opera House. Suya fue la merecida ovación de la noche. Brillantes estuvieron especialmente los metales en las fanfarrias iniciales, y precisa y emotiva la selección de cuerdas que Verdi ideó para acompañar la plegaria de Desdémona.

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Tráiler de la ópera 'Otelo', de la Royal Opera House ROYAL OPERA HOUSE:
http://www.elmundo.es/cultura/musica/2017/06/27/5950f587ca474195538b4667.html


La tragedia de Otelo no es exclusivamente personal: con ella desarticula un estado, pues con su acción final desencadena la desconfianza de la serenísima Venecia. Como metáfora, la acertada puesta en escena de Boris Kudlika muestra al final del tercer acto una estatua del león de San Marcos, símbolo de Venecia, hecha añicos, que se mantiene en escena durante todo el acto final para recordar que el sino de Otelo es también el de la república. Ni Shakespeare lo escribió ni Verdi lo añadió, pero Venecia perdió Chipre a manos del imperio otomano apenas un siglo después de conquistarla.

El paralelismo no es baladí. La tragedia de Otelo comporta una inseguridad en el manejo de sus sentimientos, explícita en la suspicacia que anida en su mollera (una nube se ha interpuesto en la mente de Otelo, recuerda Desdémona). Y es en esta sospecha donde estriba la frontera entre la confianza y el miedo. Sospecha promovida e infundida por el arribista Iago, quien encarna en su rol la perfecta síntesis de la podredumbre política: el infundio de calumnias carcome la vida política desde las mismas entrañas del Estado.

El público español podrá disfrutar de esta producción de Otelo a cargo de la Royal Opera House, una semana después de su estreno en Londres. Será proyectada mañana en cines de toda España.
 
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