Luis Martínez de Irujo,primer marido de Cayetana de Alba.

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03/09/2022

TODO SOBRE EL DESCONOCIDO MARIDO DE CAYETANA DE ALBA
DESVELADO EL MISTERIO DE LUIS MARTÍNEZ DE IRUJO, EL PRIMER MARIDO DE CAYETANA​

El libro ‘Luis Martínez de Irujo, duque de Alba’ retrata la vida del misterioso primer marido de Cayetana cuya gestión salvó la casa.

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EL PRÓXIMO 7 DE SEPTIEMBRE, un día después de que se cumplan 50 años de su muerte, se publica Luis Martínez de Irujo. Duque de Alba (La Esfera). Tras su boda con Cayetana en 1947, fue una pieza esencial en la evolución de esta familia durante el franquismo. De hecho, su figura es clave para comprender la relevancia de la Casa de Alba incluso hasta hoy en día. Tras su muerte, su persona cayó en el olvido.
El trauma que acompañó su fallecimiento prematuro explica en parte esa desmemoria. Además, una personalidad discreta y poco dada a figurar colaboró en la poca atención que se le ha dedicado. Sin embargo, sus iniciativas en ámbitos tan distintos como el patrimonio cultural de la familia, la gestión de sus tierras, la proyección social de los Alba o el monarquismo en crisis permanente hacen de él una personalidad relevante para entender tanto las elites del momento como la evolución social de la España de Franco.
Dos realidades parecían predestinar a Martínez de Irujo a un lugar a caballo entre la distinción y la intrascendencia. Luis era miembro de una conocida familia, los Sotomayor, también grandes de España. Por historia, patrimonio y prestigio su posición era más que notable. Sin embargo, Luis no era el primogénito, algo que le conducía casi inevitablemente a una vida de perfil bajo. En segundo lugar, se asomaba a los Alba entre dos personalidades de relieve. Su suegro Jacobo ostentaba el ducado desde hacía más de cuarenta años. La suma de su estatus social, sus incursiones en política y la atención por la cultura dieron de nuevo a la Casa una pujanza que había perdido en gran medida en el siglo XIX. Cayetana era una figura en construcción en los años cuarenta pero su juventud, su condición de mujer y su carácter apuntaban con fuerza la atracción que en breve despertaría. De inicio, aquella boda parecía depararle un cómodo e irrelevante destino.
Luis interpretó a su manera el guión que se le había escrito. Sin renegar de su condición de secundario, una pauta marcó sus días. La continuidad de la Casa de Alba resultó su aspiración principal. Claro, no había ninguna receta sobre el modo de alcanzar el objetivo y, más aún, después de fallecer su suegro Jacobo en 1953. A lo largo de sus días, Martínez de Irujo fue definiendo su propia manera de entender los Alba. Una pieza clave fue su dedicación casi obsesiva a gestiones y detalles. De una carta para revisar un contrato de arrendamiento o conseguir materiales para la reconstrucción del palacio de Liria, podía pasar a los ruegos de última hora con la intención de conseguir el coche de James Bond que quería regalar a sus hijos por Navidad. En estos esfuerzos Luis no estuvo solo. De hecho, no podía afrontarlos solo. Aquí se definió otra característica que hizo de los Alba una elite peculiar. Martínez de Irujo procuró rodearse de los mejores y escuchar su consejo. En la administración de su patrimonio ser el mejor quería decir ser fiel, ser leal a los Alba. Esto no quitaba la exigencia de una alta competencia. Su inseparable administrador fue un ejemplo, también el conservador y catedrático José Manuel Pita Andrade. Los ingenieros agrónomos que fue enrolando para dirigir la explotación de sus fincas también siguieron este patrón. Esos consejeros no siempre estaban en nómina y se buscaban para tomar decisiones políticas y, muy en particular, económicas. Aunque heredó contactos del pasado, se apropió de los mismos e incorporó algunos nuevos. Por otra parte, las referencias eran de ida y vuelta. Jesús Pabón o Antonio Garrigues escuchaban sus opiniones, a la vez que influían en el pensamiento de Martínez de Irujo en materia política.
Los consejos y relaciones no vinieron sólo de nuestro país. Aquí continuaba una senda recorrida por su suegro pero que adquirió matices peculiares en el franquismo. Inversiones o adquisiciones de obras de arte se buscaban tanto dentro como –incluso más– fuera de España. Esta proyección internacional adquirió tintes de locura por los Alba en algunos momentos. EE UU se admiró de la combinación de relevancia social y patrimonio cultural empapada de historia. También los Alba cautivaron a los británicos en los sesenta, aunque con algunos coletazos de ese cinismo que tan bien saben cultivar en la isla. Quizá la visita de Jackie Kennedy al palacio de Dueñas en 1966 fue el cénit de esa emoción por los Alba. En ese despliegue, Cayetana acaparaba los focos, pero la figura de Luis ocupaba el lugar de un marido y padre prudente que encajaba a la perfección con la sociedad occidental de posguerra.
La continuidad a la que se aspiraba no quería decir simple contemplación de los problemas del momento. La figura de Martínez de Irujo fue creciendo con el tiempo. El mejor reflejo pudo ser su nombramiento como jefe de la casa de Victoria Eugenia a comienzos de los sesenta. Aunque la reina exiliada resultara una reliquia para algunos, Luis creció en este desempeño, mejorando su fama de hombre resolutivo y prudente. En 1972, año de su muerte, fue nombrado casi simultáneamente consejero de Banesto, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y consejero del Reino. El prestigio y la representatividad pesaban al acceder a esos puestos. También eran cargos que demostraban que los Alba seguían ahí por los méritos labrados durante esos años.
La continuidad ansiada se encarnó, por último, en la piedra de Liria y en la vida de sus hijos. Tras la destrucción del palacio madrileño en la Guerra Civil, su reconstrucción fue un empeño del duque Jacobo. Luis fue el verdadero culminador del proyecto. Lo realmente interesante es que Cayetana y él reabrieron Liria a contracorriente. Mientras Madrid –y España– cambiaba a ritmo de rascacielos y barrios para acoger el éxodo rural, Liria abría sus puertas. Algo parecido se acometió con las mejoras en Dueñas o Monterrey y, en general, con el cuidado del patrimonio cultural de la familia. La inversión podía ser ingente, pero merecía la pena afrontarla para consolidar la distinción que hacía de los Alba una familia sin igual. La continuidad de las elites –en especial de los nobles– no era sencilla ni inmutable, pero como paradoja refleja la complejidad social de la España de la segunda mitad del XX. Sus hijos y su hija fueron la mejor plasmación de ese sueño de la continuidad entendida a su manera. Martínez de Irujo fue un padre chapado a la antigua, pero tampoco estuvo desaparecido ni distante. Tras su muerte, su familia pudo encontrar en él un modelo que el tiempo ha ido difuminando pero que conviene rescatar.
 
Si no hubiese sido por este señor, la Casa de Alba no se hubiese mantenido, Jacobo sabía quien era su hija Cayetana y que necesitaba para ella un marido inteligente, sensato y con pocas ansias de protagonismo, no pudo haber elegido mejor, ya cuando murió Luis, sus hijos eran lo suficientemente mayores para hacerse cargo del legado de la casa, tal y como él les enseñó.

Y se nota en quienes estuvo presente y en quienes no, los cinco hermanos mayores son muy distintos a los dos menores, que crecieron bajo el influjo de Cayetana y de Jesús Aguirre, con quien siempre tuvieron una pésima relación, en especial Cayetano.

Algunas fotos:

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Su boda con Cayetana en 1947

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En la presentación de Carlos en 1948

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Con Jackie Kennedy en la fiesta ofrecida por Mimi Medinaceli en la Casa de Pilatos en Sevilla, 1966

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La presentación de Eugenia en 1968

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Con Carlos y Jacobo en Liria, 1968
 
Si no hubiese sido por este señor, la Casa de Alba no se hubiese mantenido, Jacobo sabía quien era su hija Cayetana y que necesitaba para ella un marido inteligente, sensato y con pocas ansias de protagonismo, no pudo haber elegido mejor, ya cuando murió Luis, sus hijos eran lo suficientemente mayores para hacerse cargo del legado de la casa, tal y como él les enseñó.

Y se nota en quienes estuvo presente y en quienes no, los cinco hermanos mayores son muy distintos a los dos menores, que crecieron bajo el influjo de Cayetana y de Jesús Aguirre, con quien siempre tuvieron una pésima relación, en especial Cayetano.
no son 7 hermanos, son en total 6 hermanos (5 hombres y 1 mujer),

Es normal k Luis influyera poco en los 2 hijos pequeños, ya k cuando Luis fallece Cayetano tenía 9 años y Eugenia 3 años. Teniendo en cuenta k Luis estuvo enfermo durante 3 años.
 
Eugenia acaba de publicar una historia con la portada del libro de su padre, y diciendo k por fin se va a descubrir quién era su padre y todo lo k hizo
 
no son 7 hermanos, son en total 6 hermanos (5 hombres y 1 mujer),

Es normal k Luis influyera poco en los 2 hijos pequeños, ya k cuando Luis fallece Cayetano tenía 9 años y Eugenia 3 años. Teniendo en cuenta k Luis estuvo enfermo durante 3 años.

Si, tienes toda la razón, se me fue un hermano de más ;)
Pero sinceramente creo que Cayetano y Eugenia serían otra cosa si su padre hubiese vivido más tiempo para criarles.
 
No he leído el libro y no dudo de la gran valía de este señor, pero siempre he oído que gracias a Luis Aguirre y sus amistades socialistas se llegó al acuerdo de crear las fundaciones para mantener el patrimonio de la casa de Alba. Al llegar la democracia y sobre todo en la época socialista hubo un montón de movimientos para quitar las prebendas a los nobles.
 
No he leído el libro y no dudo de la gran valía de este señor, pero siempre he oído que gracias a Luis Aguirre y sus amistades socialistas se llegó al acuerdo de crear las fundaciones para mantener el patrimonio de la casa de Alba. Al llegar la democracia y sobre todo en la época socialista hubo un montón de movimientos para quitar las prebendas a los nobles.
Sí, yo siempre he leído que fueron los contactos políticos de Jesús Aguirre los que favorecieron el mantenimiento
del patrimonio de los Alba y que Aguirre le dedicó mucho tiempo a la gestión de los bienes culturales.
 

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