Como cuenta Simon Sebag Montefiore en su libro «Los Románov: 1613-1918» (Crítica), el Comité Ejecutivo Central ordenó el asesinato de los demás Románov dispersos por el territorio ruso tras la muerte de la familia de Nicolás II
Un impresionante casting que podía llegar a convocar hasta 500 aspirantes a un rol que no traía sólo fortuna: también era de alto riesgo, en un Kremlin plagado de intrigas y donde el envenenamiento era moneda corriente